Mi hijo testigo de mi vida sexual

De como viví hasta que adopté a mis hijos y como empecé a vivir después de ello.

Desde el día que le conocí nuestra relación no es que fuese sexualmente placida, sino que había sido lo más, algo insuperable.

Yo no tenía demasiada experiencia en el mundo del sexo, algunas mamadas, unas cuantas pajas y tres polvos guarros, pero con Fer, el sexo se convirtió en un arte.

Aquella primera noche desplegué todo mi repertorio, que como digo no es mucho. Fui follada duramente en casa de sus padres y yo respondía a ello mostrando todo lo que sabía hacer o incluso me imaginaba en la cama.  Por primera vez en mi vida permití que un hombre se corriese en mi boca.

Nuestro noviazgo fue largo, algo normal cuando te conoces a tan temprana edad como nosotros hicimos.

Durante aquellos años el sexo se convirtió en algo fundamental en la pareja.  Follábamos a todas horas y por cualquier razón.   Follábamos cuando queríamos festejar algo, follábamos cuando nos sentíamos tristes, follábamos cuando nos aburríamos, follábamos cuando nos veíamos, follábamos cuando nos separábamos, follábamos no debíamos.  Follábamos todo el santo día.

Con Fer lo aprendí todo.  No tardó en estrenar mi culo, no tardo en atarme, no tardo en incorporar juguetes a nuestra cama, en fin.  Fuimos unos avanzaos en la materia en comparación a la gente de nuestra quinta.

A los 20 ya habíamos visitado nuestro primer club de intercambio y a partir de esa fecha para mi resultaba tremendamente orgásmico ser follada por un desconocido teniendo al hombre de mi vida al lado aunque solo fuera cogiéndome de la mano.  Me costó verle a él clavar su polla en un coño que no fuese el mío, pero en poco tiempo me di cuenta que eso le hacía feliz y con ello yo lo era.   Sentir  una polla desgarrándome por dentro a la vez que a mi lado estaba Fer disfrutando o bien de verme en acción o bien poseyendo a alguna chica era el acabose del placer para mi.

No nos casamos hasta haber acabado la carrera y haber cumplido los 28.  La boda fue preciosa.  En realidad nada cambió.  Nos queríamos un montón y nuestra vida sexual no varió un ápice, a no ser que por fin teníamos casa propia y podíamos follar como condenados en cualquier lugar de nuestro hogar y a cualquier hora del día o de la noche.

Nos costó meter a extraños en casa, pero debido a la insistencia de mi ya marido, que veía una opción más barata de pasarlo bien, tomándonos unas copas en casa y organizando las orgias en nuestro nidito.  Rápidamente nuestro hogar quedó convertido en un lugar de encuentro entre amigos con nuestros de mismos gustos sexuales.

Sinceramente vivíamos muy al día con nuestros modestos sueldos y no fue hasta que Fer me sacó a cenar y me confesó que habíamos ganado 64 millones de euros en la primitiva, que nuestra vida cambió.  El muy canalla no me había dicho nada del premio hasta que lo había cobrado en nuestra hasta entonces humilde cuenta bancaria.  Con razón llamaban de tantos bancos preguntando por él últimamente.

Hicimos la mayor orgía que recuerde nuestra pequeña ciudad de provincias.  Invitamos a todo amigo que habíamos hecho en nuestra larga historia como pareja swinger de la ciudad.  Alquilamos un castillo medieval especialista en bodas y después de una magnifica cena a base de marisco y champan nos pusimos todos a follar a diestro y siniestro.  Acabé la noche con Fer entre mis piernas corriéndonos a la vez mientras nos prometíamos amor eterno.

Dejamos nuestros trabajos, nos fuimos dos meses de viaje y fue entonces cuando decidimos que debíamos aumentar la familia.

Deje de tomar la píldora, dejamos de meter a gente en nuestra cama.  No sabéis lo mucho que una siente no probar un titufrutti de pollas cuando una esta acostumbrada al tema.  Follábamos a diario, en realidad era nuestro trabajo, como yo le dije un día Fer.  Probamos toda postura y técnica que vimos en internet, pero nada.  Imposible.  Yo seguía poniéndome mala todos los meses, símbolo que aquello no cuajaba

Fuimos al medico y después de un mes de pruebas y esperas, todos los médicos visitados coincidieron en lo mismo.  Yo era estéril.

La verdad es que nunca había querido ser madre hasta que nos lo planteamos.  Desde ese momento era la mayor ilusión de mi vida, pero ahí nos plantamos, en la puerta del ultimo medico con un papel en la mano sabiendo que no íbamos a ser papas nunca.

Barajamos durante dos años mil historias, la verdad es que no sabíamos que hacer.  Retomamos nuestra vida swinger, pero nos faltaba algo.

Un día después de ser sodomizada por un chico al que no había visto nunca en Placeres, nuestro club de cabecera, y que Fer su hubiese corrido dentro del coño de su mujer, nos fuimos al ver a tomar una copa.  La pareja que nos acabábamos de follar se acercaron a tomar algo con nosotros.  Algo por otro lado no necesario en este tipo de encuentros, pero habitual.

Hablamos de todo y todos hasta que llegamos a nuestro problema que ellos escucharon con interés.  Rosa, la mujer me contó que su hermana había pasado por el mismo caso y que había adoptado en Hungría.  Que estaban encantados y demás.  Logré que me pusiese en contacto con ella con la promesa de no contarle de que nos conocíamos.

Vanessa, la hermana de Rosa me contó que los tramites eran largos, pero que para su gusto el resultado era mejor.  Era niños occidentales y se adaptaban bien a una sociedad que nunca les miraría no mal, pero si raro.

Iniciamos los tramites, desgraciadamente no había atajos que el dinero pudiese comprar, por lo que nos lo tomamos con calma.

Durante ese año viajamos a las principales capitales europeas en una curiosa ruta gastronómica, cultural y sexual, pues visitamos todos los clubs de intercambio que nos encontramos a nuestro paso.  Me convertí, bueno, nos convertimos, en expertos en saber como follaban en cada país Europeo.

Fer sintió un fuerte dolor de espalda una mañana al levantarnos un día.  Al principio pensamos que sería un tirón, pero pasada una semana y después de no haberse pasado el dolor, nos dirigimos al medico de cabecera que después de verle y de cambiarle la cara, nos mando a un medico especialista.  A un oncólogo.  El diagnostico no era bueno.  Cáncer con metástasis en la mitad de los órganos de su cuerpo.  Fer, mi Fernando, falleció 4 meses después tras pasar por un calvario de dolor.  Sus últimos días los pasó bajo los efectos de la morfina conmigo a su lado llorando por él.

Después de lanzar sus cenizas en un globo sobre los campos de Castilla volví sola a casa.  Estaba muerta por dentro y mi vida no tenía sentido.  Forrada de millones, joven, pero sin el único amor de mi vida.

Había pasado un año cuando Rosa, con la cual había hecho muy buenas migas, volvió a pasar a verme como hacía a menudo.

-       esta vez no aceptare un no por respuesta.

-       En serio Rosa guapa, no quiero salir, no se me ha perdido nada en la calle.

-       Si sales – y así hice.

Rosa me llevó a  comer fuera, después a comprar ropa lo que incluyó una cantidad inmensa de lencería fina y lencería provocativa.  Volvía a estar desnuda delante de alguien aunque fuese en un probador.  Mis pezones se pusieron duros cuando vi por primera vez en mucho tiempo el cuerpo desnudo de Rosa a mi lado mientras se iba probando modelitos.  Ya era de noche cuando salimos y simplemente me llevó a casa cargada de bolsas.

Las salidas con Rosa fueron sucediéndose y poco a poco fui retornando a mi vida.  Quería pagarle por su amistad por lo que me la llevé de viaje a Milán, las dos solas a ver un poco de mundo.  Yo pagaba todo, la economía de Rosa se lo podía permitir, pero esta cuenta era mía.

Visitamos el Domo, la galería Vottorio Manuelle donde le pisamos los cojones al toro, la Última Cena y todo lo que la ciudad da de si.  Cenamos en un pequeño restaurante y después de un limoncello Rosa me dijo que me iba a dar una sorpresa.

Al bajar del taxi yo conocía aquel local.  Había estado con Fer una vez.

-       Rosa, aquí ya he estado, te lo agradezco pero no se si puedo.

-       Si que puedes mujer. ¿cómo no vas a poder?

-       Me recuerda demasiado a Fer.

-       Mira Rosa, Fer se alegrará que retomes tu vida del todo.  Y esta es tu vida.

Sentir aquella primera polla entrando en mi por entonces muy cerrado coño por falta de uso, fue una vuelta a la vida que nunca olvidare.  Sentir aquellas dos manos sujetándome firme mientras su dueño empezaba a darme duro con su polla fue una sensación difícil de explicar.  Ver a mi amiga poseída delante mía por un negro y con los ojos en blanco debido al placer, fue un pasar pagina.

Esa noche recibí las pollas que no había recibido en el ultimo año, mame los coños que no había saboreado en mucho tiempo, incluido el de Rosa y me dieron por el culo tantas veces que ni lo recuerdo.  Salimos las dos de allí escocidas pero contentas.

Desde ese viaje mi vida volvió a la normalidad, una normalidad sin Fer, pero normalidad al fin de cuentas.

De la mano de Rosa y de su marido volví a un mundo del que no debí salir.  AL principio poco a poco.  Algún trio con los dos, algún cuarteto con algún amigo suyo.  Algún polvo mano a mano con alguien conocido en algún club y la traca final el día de mi cumpleaños donde mis amigos me homenajearon con una orgía aun mayor que la del día de la lotería.

La llamada me pilló de improvisto.  Hacía mucho tiempo de aquello y casi ni me acordaba.  La empresa Magyar gyerekek örökbefogadások me comunicaba que la ley del país había cambiado y que al ser viuda no tenía acceso a bebés y que lo único que me podían ofrecer eran tres hermanos, dos niñas y un chico de 8, 11 y 16 años.  Huérfanos desde hacía poco y que no se querían separar.  Evidentemente quedaba descartado un bebe, y evidentemente debían de estar intentado colocar a esos tres a todo el mundo que se le pusiese a tiro.

Pedí unas fotos de los críos, lo pensé un poco y después encontrar por casualidad mi último balance del banco al lado de mi DNI, me di cuenta que estaba forrada y me estaba haciendo mayor.  Que debía compartir aquello con alguien más que conmigo misma.  No podía vivir en el mayor de los esplendores sin compartir aquello con nadie.

Completé los papeles y los envié.  Los niños estarían conmigo en tres meses.

Cerré mi casa y me compré una nueva con cuartos para todos.  La amueble, les busque colegios, organice una orgia para estrenarla, me acorde de Fer, hice un trio con Rosa y su marido, cambié de coche, me dejé sodomizar por un fijo discontinuo, me metí en un curso de cocina para inútiles, en fin, reorganice mi vida.

Aquella noche tenía que acabar pronto, al día siguiente salía pronto para Madrid para recoger a los niños en Barajas.  Sentir el click de las esposas al abrirse y ver la luz después de que me quitasen el antifaz con el que me habían tapado la visión después de haber profanado todos mis agujeros, provocó en mi un vértigo tremendo.  Al día siguiente me convertiría en madre de tres.  Rodolfo, mi amante de esa noche había sido puntual tal y como me dijo y había acabado conmigo antes de las doce.

Me hubiese gustado que se quedase a dormir, pues iba a ser una noche larga, pero follárse a casados pervertidos era lo que tenía, siempre pasas la “sobremesa” sola.

Aproveché el viaje hasta Madrid haciendo balance de mi vida en los últimos meses.  Me acordé de mi luto, me acordé de Fer, me hice a la idea que él estaría contento que siguiese con mi vida, que volviese a ser yo.  Pensé en lo mucho que le alegraría desde el cielo saber que cada vez que me corría pensaba que él estaba a mi lado cogiéndome la mano o que era su increíble polla la que me abría las carnes y me llevaba al orgasmo

Me dolía el culo, Rodolfo me había trabajado casi exclusivamente el culo la noche anterior y ahora pagaba los excesos.

Llegué al Aeropuerto antes de tiempo y después de una hora de espera en la puerta de llegadas, aparecieron los tres acompañados de una mujer de la empresa.

Anna, Dana y Peter.  Ahí los tenía.

El principio fue un poco cortante para los cuatro.  Firmé los papeles y los llevé hasta el coche.  Conduje hasta el centro de la ciudad y paré a que comiesen algo en un Tony Roman’s.  Yo chicos alucinaban, jamás habían visto tanta comida junta ni un sitio tan bonito.

En el viaje hasta mi ciudad rompimos un poco más el hielo y a pesar de no hablar el mismo idioma empezamos a congeniar.

Ya en casa les enseñe la casa, les asigne sus habitaciones, les di la cena y los puse a dormir.  Esa noche me la pase hablando por teléfono y whatsapp con mis mejores amigos explicándoles como había ido todo.  Me masturbé como tenía acostumbrado pero esa vez con miedo a que oyesen los críos el motor del vibrador.

A la mañana siguiente les presenté a su profesor de español, un chico que de vez en cuando pasaba por entre mis piernas.  Le di a elegir entre seguir follándome o cuidar de mis hijos, el chico eligió lo segundo.  La vida no es fácil para un licenciado en filología.  Por la tarde fuimos a conocer su colegio donde empezarían el lunes a acudir.

Me había replanteado la vida y durante largos meses solo me dediqué a ellos.  Tenía quemado el motor del vibrador y me moría por una buena polla en mi boca, pero lo primero era lo primero.

Llevábamos seis meses viendo juntos cuando salí por la noche por primera vez.  Me daba un poco de miedo dejarles solo, pero Peter ya tenía 17 años, aunque recién cumplidos, y podía cuidar perfectamente a sus hermanas.  A pesar de ser un chico muy tímido, era muy responsable.  El español de los tres era ya más que aceptable.  Mi húngaro nulo.

Salí a cenar con amigos del club, me tomé una copa en el restaurante y Juan amablemente me llevó a casa.  Me propuso subir pues los niños a esa hora ya estarían durmiendo, pero no lo vi oportuno.

-       Simplemente deja que te la chupe – le dije.

Y allí con el coche aparcado en doble fila, me lancé sobre su paquete y nada más sacar ese enorme falo que tanto placer me había dado en el pasado, la engullí de un golpe.  Sabor a polla, eso era lo que yo necesitaba.  Se la chupé sin descanso durante más de 15 minutos, me importaban un bledo los vecinos que pudiesen pasar.  Juan me metió un dedo en el culo y me lo hubiese llevado a la parte de atrás del coche sino hubiese pensado que era madre de tres y que me esperaban en casa.

-       el chico se la meneá.

-       ¿perdona?

-       Que el chico se mata a pajas – me dijo la asistenta.

-       ¿y tu como lo sabes?

-       Porque tengo hijos y se muy bien lo que son las manchas de lefa en las sabanas – me quedé de piedra.  El pequeño Peter se masturbaba.  Había dejado de ser un niño para ser un hombrecito.  Me sentí la mar de orgullosa.

Como había cambiado todo.  De ser una mujer libre y disponible había pasado de ser una madre de familia responsable que cada vez que quería ser montada tenía que ingeniármelas como no había hecho ni con 18 años.   Los niños por su parte crecían y ya hablaban español mejor que yo.  El trabajo del profesor había acabado según me dijo.  El español lo perfeccionarían con sus estudios ordinarios, Peter nunca perdería su acento, pero su español era inmejorable.  Le pagué un año extra de sueldo y le ofrecí un regalo.

-       quiero darte por el culo.

-       Andrés.  Creí que eso ya lo habíamos dejado claro.

-       Si, lo dejamos, pero mientras fuese profesor de tus hijos, desde hoy ya no lo soy.

Y efectivamente, aunque lo había hecho, todavía no me acostumbraba a llevarme a tíos a casa.  Me llevé a Andrés al mejor hotel de la ciudad y dejé que disfrutase de mi culo durante  toda la noche.  Disfruté como una loca.  Realmente tampoco tenía tantísimas oportunidades de ser sodomizada sin hora y pagar aquel regalo al profesor de mis hijos había valido la pena.  Cuanto echaba de menos el sexo aséptico y continuo.

Llegó el verano.  Envié a Anna y Dana a un campamento en Inglaterra.  Con 10 y 13 años iba a ser el verano de su vida.  Peter no quiso ir, el año siguiente se iría a Salamanca, a 100 kilómetros de casa, a estudiar la carrera y quería pasar tiempo con sus amigos.

Peter me pidió permiso para dormir en casa de su amigo Roberto la noche del sábado.  Sabía de sobra que no era para jugar a la play station sino que los dos golfillos saldrían por la noche como dos hombrecitos a bares en los que conocer chicas.  No dudé en darle el permiso.

Me encontraba con la casa para mi por primera vez en 2 años y pico, y claro me faltó tiempo para organizar una cena en casa con mis amigos, mis amigos del club.

Encargue la cena en el mejor restaurante de la ciudad.  Solo me reservé el postre que yo prepararía.  La mesa era amplia y surtida.

La cena resulto fantástica, habían acudido cuatro parejas además de un sueco que me estampaba últimamente contra la pared de su apartamento mientras lo niños estaban en el colegio.

Al acabar el segundo plato, me retiré a mi habitación y me desnude completamente.  Mi amiga Rosa me iba a ayudar pues conocía mi plan.  Entre en el comedor como mi madre me trajo al mundo.  La gente aplaudió con gritos como “pronto empezamos” o “como esta la anfitriona”.  Me tumbé en el medio de la alargada mesa.  Rosa repartió postres por mi cuerpo y en pocos minutos todo el estaba lleno de natillas, crema catalana, pudding y otras viandas semilíquidas.

-       solo se puede usar la boca – dijo Rosa.

Y todo el mundo empezó a chupar mi cuerpo.   Margarita, una de las chica me chupó los pezones hasta que estuvieron empitonados.  Con gran sensualidad colocó en ellos dos lujosas pinzas pezoneras que era el regalo que habían comprado los invitados como agradecimiento a la invitación.  Los apretó firmemente y me susurró al oído

-       no quiero que se te caigan luego.

Olaf depositó un poco de crema catalana en mi raja y empezó a chumarme el coño y deleitarse con el manjar.  Me empezaba a excitar y excitar mucho.

No tardaron en meterme la primera polla de muchas en la boca y después de 10 minutos ya estábamos todos desnudos entrelazándonos sin impórtanos con quien.

Se había montado una orgía de órdago.  Me las metían sin cuartel y yo me corría como la cerda que era.  Siempre me ha gustado se follada enfrente de una mujer follada, y si es a cuatro patas, mucho mejor.  En ese momento alguien me daba por el culo en mi posición favorita mientras enfrente mía Rita disfrutaba de la polla de Alfredo, que no se por donde se la estaba metiendo, pues no lo veía desde mi posición, pero sin duda la estaba haciendo reventar de gusto.  Ambas nos morreábamos cuando el placer y los gemidos nos lo permitían.

Rita se corrió cayéndosele casi las lagrimas del gusto.  Yo aguantaba como una leona.  Después de unos momento de relax, Rota se levantó y fue a beber algo.  Su espacio físico lo ocupó Olaf que sin miramientos me metió su paliducha polla en la boca.

Era delicioso saborear en mi boca aquella polla que tanto placer me estaba dando últimamente.  Estaba en la gloria, a las puertas de un fuerte orgasmo y lamiendo mi polla favorita del momento.

De repente se hizo el silencio, yo no paraba de gemir ausente de todo, pero Olaf paró su movimiento de cadera y de acariciarme la cabeza, mi follador anal paró sus penetraciones.  Levanté mis ojos y vi al sueco mirar hacía la derecha, hice lo mismo y miré en la misma dirección.  Peter nos miraba a todos con la boca abierta.  No solo estaba viendo en vivo una orgía, sino que estaba viendo a su madre con unas pinzas colgada de sus pezones, enculada por uno de sus amigos y chupándole la polla a un nórdico al que nunca había visto.   El chico dio la vuelta y salió corriendo, escuchamos un portazo.

Evidentemente la orgía acabó ahí.  Nos vestimos todos y después de hablar con pesar sobre la situación, me dejaron sola.

Esperé toda la noche sin que Peter volviese.  No apareció por casa hasta la hora de comer.

Después de que comiese un poco le senté en un sillón y me sinceré.

-       Peter, ya eres mayor.  El ser mayor de edad es también entender que hay otras maneras de vida.  Tu padre y yo éramos muy activos sexualmente.  Cuando falleció pensé que no quería nadie más en mi vida.  De hecho aun lo sigo pensando, pero gracias a esos amigos que ayer viste desnudos disfrutando en el salón de casa volví, a ser la que siempre fui.  No creo que nunca más me vuelva a casar, pero la sexualidad es algo necesario en la vida y como yo lo veo es imprescindible.  Es solo sexo, pero es importante.  Tu madre, ósea yo, vivo una sexualidad a lo mejor distinta para la gente, pero es la que me gusta y aunque me hubiese gustado que no me hubieses visto, las cosas son como son.  Sinceramente no creo que a mi me gustaría ver a mi madre manteniendo relaciones sexuales, pero bueno espero que aun las tenga, nunca se lo he preguntado.  En fin.  Peter, quiero que sepas lo que hay, intentare ser discreta, pero esto es lo que hay.  Ya eres mayor para entenderlo.

Hablamos durante horas, Peter pareció entenderlo.

La vida continuó, los niños iba creciendo y Peter estudiaba periodismo en Salamanca.  Según me contó una amiga, su hija le había comentado que el chaval era un fucker de cojones.  La verdad es que el tío tenía un cuerpazo y eso le ayudaba probablemente a llevarse a cuanta universitaria quisiese a la cama.  Esperaba que a la hija de mi amiga también.  Me la imaginaba berreando ante la polla de mi hijo en su coño.  Era una niña muy pija pero me imaginaba que ante mi chaval se le quitaría la tontería en un segundo.

Llegaron las vacaciones de navidades.  Las niñas estaban en la cama y yo después de masturbarme estaba leyendo un libro cuando empecé a oír gemidos viniendo de la habitación de mi hijo, me acerqué de puntillas y no, no se estaba masturbando, se estaba follando a alguna jovencita.  Me fui a la cama con una sonrisa.

Las siguientes noches las juergas de mi hijo siguieron continuando.  Me imagino que cualquier madre le hubiese puesto al niño de vuelta y media pero yo en cambio, me sentía orgullosa de él y me alegraba que se trajese a las chicas a follar a casa.

Hacía tiempo que no veía a Olaf.  Lo celebramos con una gran follada en mi casa.  Las niñas estaban con mi madre y Peter había salido.  No había problema, para cuando Olaf saliese de casa, Peter estaría jodiendo a algún ligue en su cuarto y de allí no se movería.  Aún con lefa saliendo de mi ojete acompañe al sueco a la puerta de casa sin encender la luz.  Al pasar ante su puerta, oímos quejidos.  Peter estaba reventando a alguna chica que chillaba presa de la polla de mi niño.  Era realmente una madre orgullosa.  Besé a Olaf y volvía mi habitación.  Cuando volví a pasaba por la puerta de mi hijo me di cuenta que no era una, sino dos quienes gemían, y ninguno de los quejidos eran de mi hijo.  No lo debí hacer, pero salí al balcón que compartía el salón con la habitación del chico y cuando iba a mirar por la ventana me lo pensé mejor.  Me podía ver y la podíamos liar bien liada.  Corrí hasta mi habitación, cogí mi iphone, encendí la cámara volví a la terraza.  Puse el teléfono a grabar y simplemente sacando un poco mi cámara grabé durante un largo rato lo que pasaba en la habitación y que yo me imaginaba.

Corrí hasta mi cuarto y reproduje la película.  Dos chicas acompañaban a mi niño.  Peter se follaba a cuatro patas a una delgadita de poca teta mientras esta le comía el conejo a una chica bastante bien formada que se retorcía de gusto y no paraba de gemir.  La verdad es que el chaval salía al padre que nunca conoció y les daba los suyo sin desfallecer.   Me quedé de piedra cuando cambiaron de posición y pude ver que una de las afortunadas, la otra que no había visto bien hasta el momento.  Era la hija del director del colegio de mis hijas, un tipo tan serio y estirado, se ve que su hija ha debido de salir a la madre porque le gustaba tener su polla en el culo que ni a mi.  No debí hacerlo, pero me masturbé viendo a mi hijo follarse a estas dos mocosas.

Llego el verano, unas nuevas navidades, otro verano, de nuevo las navidades.  Llevábamos cinco años como familia.  Dana estaba a punto de irse a la universidad, Anna era ya una señorita y Peter estaba a punto de acabar la universidad.  Éramos felices.  Por supuesto yo mantenía mi rito sexual.  Solo iba al club una vez al mes, pero si me calzaba un par de veces por semana a algún chulazo que me daba lo mío.   Aprovechaba a irme con algún amigo o amiga en una segunda fase de los viajes sexuales que hacía por las capitales europeas visitando clubs.  La verdad es que después de tantos años era raro encontrase con nueva gente en los clubs de cabecera y estos viajes me hacían conocer nuevas pollas y coños.

La primera vez que coincidimos casi me muero de vergüenza, cierto es que él me había visto follando en una ocasión, y no follando de cualquier manera sino siendo enculada y con una polla en la boca, y es también cierto que yo le había visto follar gracias a mis grabaciones espías infinidad de veces, de tal manera que sabía de sobra lo que le gustaba y hasta donde tiraban las tías a las que se follaba.  Insisto fue un corte estar en “Caprichos”, nuestro nuevo club de cabecera realizando un sándwich entre Alfredo y Juan Manuel cuando entró en el salón un grupo de veinteañeros.  Al principio no les hice mucho caso.   Especialmente en fines de semana venían algún grupo de amigos más por la chorrada de ver que se cuece en un sitio de estos que a follar, esta gente en general sale corriendo a los cinco minutos de llegar.  Este grupo no era así.  No se cortó un pelo y todos se pusieron a follar entre ellos llegando incluso alguna a salirse de su rebaño y pasarse por la piedra a algún madurito.  Como digo no les hice caso hasta que ói a mi amiga Mari gritar de placer.  La verdad es que Mari no es lo que se dice silenciosa follando, pero aquella noche estaba ecualizada.   En un cambio de postura logré  ponerme en dirección a Mari.  Me quedé de piedra al ver que era mi hijo Peter quien con su metro ochenta y siete de altura, taladraba el culo de mi amiga mientras esta se pellizcaba los pezones con ganas.  No sabía donde meterme.  No era plan de salir corriendo.  Mis dos chicos ya estaba en el punto de no retorno y era una putada cortarles sin el premio de la corrida.  Mi hijo me vio cuando entramos en los segundos previos al orgasmo, los tres chillamos de placer mientras juntos nos corríamos y Alfredo y Juan Manuel llenaron mi ano y coño de caliente lefa.  Peter no dejaba de taladrar el culo de Mari pero no perdía ripio de cómo su madre se iba al mundo de los recién corridos y caía desfallecida.

Intenté no cruzarme con él y me fui lo antes posible.  No me parecía correcto enfadarme con él por acudir a estos sitios a su edad.  Yo cuando tenía 22 era ya una experta en tríos y marranadas por el estilo.  En casa no comentamos el tema.

Los meses pasaban.  Dana se había ido a Madrid a estudiar y yo pasaba mis días entre Anna y mis salidas.  Algunos fines de semana se llenaba la casa y aunque yo procuraba asistir solo a orgias en casas de amigos cuando Peter estaba en casa no podía evitar que él y sus amigos viniesen recorriesen los 100 kilometros desde Salamanca en alguna noche de farra para dar rienda suelta a sus más bajos instintos.

Me orgullecía ver a mi hijo follar, sé que como madre no debería mirar esas cosas, pero el chico desde luego no es que apuntase maneras, sino que era una maquina que hasta yo hubiese acercado mi coño si no fuese su madre.

Viendolo desde fuera era muy gracioso ver como mujeres curtidas en mil batallas sexuales rondaban a mi retoño.  Revoloteaban a su alrededor mientras este destrozaba el agujero de alguna afortunada, para ver si ellas pueden ser las siguientes.

El ya no tan niño las dejaba reventadas con su poderoso nabo el cual fruto de la edad se mantenía dura por más coños que se pasase por la piedra.

Tanta sangre joven era una delicia para los habituales de la casa, los hombres estaban encantados de poder follarse de vez en cuando chicas de veinte años recién salidas de la universidad y ellas adoraban que les tocase en suerte alguno de los amigos de Peter y las pusiesen mirando a Toledo con esas inexpertas herramientas.

Tuvo que pasar.

Estaba cabalgando a Juan Pedro, un informático viejo amigo.  Estaba en la gloria siendo taladrada por una polla rejuvenecida a base de viagra que no paraba de entrar y salir de mi hambriento coño.  De nuevo habían aparecido Peter y sus amigos y amigas.  Como digo al principio me cortaba, bueno realmente en esos momentos también me daba corte, pero estando embarillada como estaba, el corte era menor.  Juan Pedro me mordía las tetas cuando noté una polla que empezaba a hacerse un hueco en mi culete.  No le di importancia, era practica habitual que los que ya habían probado un manjar que metiesen sin preguntar, algo no aceptable para los desconocidos que debían de pedir permiso antes.

Me estaba volviendo loca la polla del informático y me estaba matando de gusto la polla recién llegada.  El nuevo partener me agarró las tetas después de darme durante unos minutos.  Bajé la cabeza y pude ver unas manos jóvenes que sujetaban mis pechos con violencia.  Giré mi cabeza y vi que era Luis, uno de los mejores amigos de mi hijo quien me follaba.  Tuve la duda de parar toda aquella locura y mandar al niño a joder a otra, pero Juan Pedro estaba haciendo perfectamente su trabajo y me estaba haciendo llegar a un genial orgasmo.  No pude parar.

Juan Pedro se corrió en mi coño y se separó de nosotros buscando nuevas aventuras.  Luis me puso completamente a cuatro patas y agarrándome fuertemente de la cadera me la metió aun más al fondo.  El chico sabía que se hacía.  Rosa se unió a nosotros y abriéndose de piernas ante mi, me ofreció su vagina para que lamiese.

Luis me llenó después de otro fantásticos 30 minutos repletos de orgasmos se corrió inundando mis entrañas.  Se separó de mi dejándome lamiéndole la almeja a Rosa hasta que se corrió poco tiempo después.

-       chica, como folla tu niño – me dijo Rosa aun con la respiración entrecortada.

-       ¿qué te lo has follado?

-       No por dios, ¿cómo piensas eso?, para mi es como un hijo, como voy a follármelo.  ¿Estas loca?

-       Y entonces ¿que me cuentas?

-       Que si, que el tío es un espectáculo y hay que ver como folla.  Hoy además de destrozar a una mocosa de las que le acompañaba, ha dejado para al arrastre a Juana Mari, a Andrea y a Roció.  Están las pobres que no pueden ni andar.  Y por lo que veo aún no se ha corrido.  Vamos a verlo – me cogió de la mano y me llevó al bar donde nos pusieron unas copas y nos recreamos con ella mientras veíamos a mi chico machacar literalmente a una pelirroja que no debía de tener más de 22 años.

Luis era un caradura, el típico caradura simpático  que se había hecho inseparable de mi hijo desde la universidad.  Cuando venía  mi ciudad se quedaba a dormir en casa, la verdad es que siempre le había visto como a un crio, pero desde que me endiño la polla algo había cambiado.

Habían pasado cuatro meses y me había vuelto a follar en el fragor de la batalla a Luis en un par de ocasiones.  El chico venía hacía mi siempre y yo una vez roto el tabú me comportaba como con cualquier otro hombre en la sala.

Solo me lo follé en un uno contra uno en una ocasión.

Peter había venido a pasar el fin de semana desde Salamanca donde trabajaba.  Luis le acompañó.  Los chicos salieron al igual que su hermana Anna.  Yo me quedé leyendo y realmente no apagué la luz hasta que oí a mi hija pequeña llegar a casa.  Logré dormirme, pero con el escandalo que montaron los chicos al llegar borrachos a casa me volví a despertar.  Oí voces en los pasillos de la casa hasta que el ruido se acabó.  Intenté volver a dormirme pero me era imposible, empecé a tocarme para ver si lograba gracias a una buena corrida conciliar el sueño.  Empecé muy suavemente jugando con mi clítoris y acabé a cuatro patas sobre mi cama clavándome un enorme consolador purpura que mi amiga Rosa me había regalado y ayudado a estrenar.

Estaba en la gloria con el pantalón del pijama en mis rodillas y dos botones de la camisa del pijama abierta por donde metía mi mano para pellizcarme los pezones.  La luz de la habitación estaba apagada pero la de la mesita de noche no.  Gemía como una loca, me estaba dando un placer fantástico el regalito de Rosa.  La puerta se abrió y Luis apareció en el umbral de la puerta.  Yo miré para atrás.  Ni siquiera se me pasó por la cabeza pedirle que se largará.  El chico se acercó, retiró mi mano del vibrador y me lo sacó de mi encharcado coño.  Esperaba que me incrustase su polla en mi vagina, pero lo que hizo fue incrustarme el vibrador en mi culo.  Yo solté le gemido de la noche, largo y profundo.

Su polla entró en mi coño acto seguido.  Apoyó la base de consolador en su barriga y a cada metida de su pollón en mi coño a su vez entraba el consolador matándome de placer.  Me folló fuerte durante un buen rato.  Me dio la vuelta sin sacarme el consolador, subió mis piernas sobre sus hombros y me la clavó hasta el fondo.

Luis me lamia las tetas, mordía mis pezones y me chupaba mi lengua que yo mantenía fuera de mi boca victima del placer que estaba recibiendo.  Me estaba volviendo loca a pesar de estarme follando al mejor amigo de mi hijo y con la puerta abierta.

Inundo mi coño después de que su cuerpo se tensase marcando sus abdominales y pectorales, corriéndose como un león en celo.  Me dejó tirada en la cama con el vibrador en el culo y se fue sin despedirse.

Amo a mis hijos pero debo de confesar que Peter siempre ha sido mi favorito.  El fue al que más le costó adaptarse y el que más atención de mi necesito.  No puedo pensar de un hijo mejor.

Han pasado 20 años desde todo esto, pensareis que me llegué a follar a mi propio hijo, pero ni yo puedo llegar tan lejos.  Cierto es que me encantaba verlo follarse a una afortunada, que incluso me excitaba viéndole en acción e incluso que en más de una ocasión al ser follada por alguno de mis folladores he pensado que era él quien me reventaba a orgasmos, pero nunca la cosa pasó de ahí.

Todos mis hijos se casaron hace tiempo, incluso me han hecho una feliz abuela.  Anna vive en nuestra ciudad con su marido e hijos, Dana sigue en Madrid casada y sin hijos. Peter se casó hace ya 10 años y para su suerte Felisa, su mujer acepta y participa en sus diversiones sexuales.  Aún hoy disfruto yendo al club donde sobre todo disfruto viendo a mi hijo imponer su ley a pollazos.  Lo disfruto desde el primer día que le vi.