Mi hijo, sus pajas y mi plan.
Las masturbaciones de un hijo causan la falta de sueño de una madre, y muchas preguntas sobre sí misma
Hola, soy el autor, y antes de comenzar el relato me gustaría comentar unos detalles. Mi primer relato en esta página, "Mi madre y mi obsesión", tuvo muchas peticiones de continuación, y como la principal razón para escribir aquí es que la gente pase un buen rato, he intentado hacer lo más parecido: otro relato de la categoría.
¿Por qué os cuento esto? Bien, me gusta construir la tensión, por lo que rehúyo de los escenarios fortuitos. Esto me llevó a crear unas racionalizaciones de la madre para sus actos que me hicieron sentir un poco incómodo. Desconozco si eso se podría producir también en el lector y con estas líneas me gustaría evitarlo. Solo escribo con la intención de entretener y para cuanta más gente mejor, les guste esa categoría o no. Mis relatos no reflejan ni mi forma de pensar, ni como creo que deberían ser o no las cosas, ni juicios de valor, ni nada de nada. Solo son divertimentos y con esa intención deben ser leídos.
Corto ya el rollo y espero que os guste el relato :-)
Un saludo
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Siempre me he preguntado porque la gente une lo que es normal y lo que está bien. Tal y como yo lo veo hay cosas "normales" que son bastante "malas" y cosas "anormales" que son "buenas", o al menos que no tienen nada de malo. O sea, las normas sociales no siempre se han creado con buenas intenciones por parte de los poderosos, muchas veces han sido creadas para tener a la población bajo control. Cosas como ser dóciles cuando se abusa de nosotros socialmente, evitar el conflicto o no hacer cosas que no hacen daño a nadie por ninguna razón. Aunque siempre he dado vueltas a estos temas, la verdad es que últimamente pienso bastante más en ellas, y hay una razón: mi hijo ha aprendido a masturbarse.
O sea, no es que me parezca mal, pero por las convenciones sociales no debería sacarle el tema. Se me está haciendo difícil, la verdad, ya que llevo bastante tiempo sin relaciones sexuales, aparte de las solitarias, digo.
Cuando mi marido nos dejó y se desentendió de nosotros, hace ya algunos años, terminé tan escaldada que decidí que mi historia con los hombres había terminado. Por las presiones de conocidas, que no amigas, ya que las dejé todas en mi antigua ciudad, tuve citas y un par de relaciones de duración media. La verdad es que lo simples que son la mayoría de los hombres hace que, paradójicamente, las relaciones sean complicadas. No necesito un hombre de todos modos, aunque algunas veces sí que me vendría bien un pene, no sé si me explico.
Como ya he dicho, no es que me parezca mal, bueno, en realidad me parece muy bien y muy sano, pero son las formas lo que me molesta. Siempre espera hasta altas horas de la noche, suponiendo que ya estaré dormida, y es verdad que la mayor parte de las veces lo estoy. Siempre he sido de sueño muy ligero, me despierta hasta el más mínimo ruido. Sus gemidos me despiertan todas las noches, y luego no puedo volver a dormir. Suerte que no tengo que ir a trabajar, gracias a una buena herencia, porque, si no, no sé cómo lo iba a hacer. Es como estar al lado de una persona que respira muy fuerte e irse cabreando.
Supongo que el hecho de que no tengamos pestillo en el baño le hace descartarlo durante el día. Pero por la noche, mientras veo la televisión no es mala ocasión. Desde luego se oiría menos que en el total silencio de la noche.
Ya llevo un par de meses en esta situación. Hay que reconocer que toma sus precauciones, solo he encontrado en su habitación un par de trozos de papel que ha utilizado para limpiarse. Bueno, y un calcetín que utilizo al menos una vez.
A pesar de todo, la habitación "huele" antes de ventilarla por las mañanas. Supongo que será por el tiempo que llevo sin un hombre, pero la verdad es que me excita bastante el aroma. Algún día incluso estoy deseando que salga para clase para entrar en su habitación.
Otras dos semanas de sonidos nocturnos. Por lo menos ya he encontrado la manera de dormir: masturbándome yo también. Supongo que al ser su madre había algo en mi cabeza que no me permitía darme cuenta que la agitación que sentía al despertarme por sus gemidos era excitación sexual.
El problema es que tengo que esperar a que se duerma después de su sesión, no vaya a ser que me oiga como yo le oigo a él. Y teniendo en cuenta que a veces se pasa hasta una hora "dándole a la zambomba", más la media hora que espero yo después de tiempo prudencial para que se duerma, me siguen faltando horas de sueño.
Me pregunto cómo aprendería, si los chicos de hoy en día se siguen pasando el "gran secreto" en conversaciones en voz baja, o ya juega ese papel Internet. En el colegio algunos padres montaron una buena cuando se propuso que hubiera clases de educación sexual, así que se pusieron para una edad un par de años mayor. Menuda gente hay suelta, seguro que hasta se dan latigazos cuando dicen una palabrota.
Hay cosas que no tienen ningún sentido. Llevo ya casi un mes con la misma rutina: escucho a mi hijo masturbarse, espero un rato hasta que creo que se ha quedado dormido y me masturbo yo. ¿No sería mejor poder hacerlo juntos?
No es que necesite un hombre, pero un poco de acción real no me vendría mal. Por mucho que sea mi hijo, tener un hombre delante masturbándose me vendría bastante bien mientras lo hago yo.
No solo me vendría bien a mí. Tampoco creo que le viniera mal a él ver como se estimula una mujer, creo que le podría ser muy beneficioso.
No es que sea incesto ni nada. Puede que sea por la calentura que llevo, pero cuanto más lo pienso más tonto me parece hacer como que no me entero de que se masturba todas las noches a unos metros y ocultarle que yo hago lo mismo tras él. No sé, quizás entre todo el tiempo que llevo sola y la falta de sueño que voy acumulando se me ocurren cosas raras.
¡Decidido!. Tengo que conseguir que lo hagamos juntos. Por el ritmo que lleva no creo que se resista mucho a poder tener algún estímulo más. Además, el hecho de que se esconda tanto hace pensar que siente que hay algo culpabilizante en ello. Pues, mira, voy a liberarle.
Lo mejor es que lo proponga él. Voy a ir estimulándole, a ver si se lanza. Creo que empezaré mostrándome más: la mampara un poco abierta de la ducha, la bata un poco más abierta...
¡Joder!. Tras varios días, parece que no funciona mi táctica. Es un fracaso. Bueno, no un fracaso total. Se notan sus miradas furtivas, incluso al ser puntual en la ducha, me he fijado que busca entrar en el baño en los momentos adecuados. Pero no dice nada.
Puede que funcionara a largo plazo, pero de momento lo único que he conseguido es que sus sesiones nocturnas se alarguen más, y que las mías se posterguen hasta más tarde, con lo que menos horas de sueño todavía.
Una vez tomada la decisión, no me gusta tener que esperar tanto para conseguir mi objetivo. Seré un poco más agresiva. Ya que pasa muchas veces cerca de la cesta de la ropa sucia camino de la cocina, a ver si le excitan tanto los "aromas" como a mí. Pondré unas bragas bien mojadas por mí siempre encima, aunque tenga que poner un par de ellas al día.
¡La madre que lo parió! Y eso que soy yo. ¿Por qué no tiene confianza suficiente conmigo? Siempre me ha contado todas sus cosas.
¡Si veo su erección muchas veces de las que pasa junto al cesto de la ropa! Por este tipo de cosas me ponen nerviosa los hombres. ¿Cuántas veces se había encontrado antes unas bragas mojadas en la cesta de la ropa? ¡Ninguna!. Y ahora ve unas todos los días, a todas horas, y creerá que es casualidad...no puede ser.
Pobrecillo, se excita y, por no decirlo, tiene que aguantar hasta la noche así. Ojalá se decidiera.
¡Dios!. Le he pillado con las bragas en la mano, creo que las estaba oliendo y vi mi oportunidad. Pero él ha estado muy rápido, en cuanto me ha oído ya las había puesto otra vez en la cesta de la ropa. Pero la ansiedad ha podido conmigo y me decidí a apretarle un poco las tuercas:
-Hola, cariño, me ha parecido ver que tenías algo en la mano.
-Ah, sí, es que se habían caído al suelo...
-Pues esas tienen como un aroma especial, ¿no te parece?- le dije con una sonrisa pícara.
-No sé, mamá, no me he dado cuenta. Me voy, que he quedado.
Y salió disparado por la puerta a toda velocidad. ¿Cómo puede ser esto tan difícil? Era mucho más fácil en mi cabeza: le apretaba un poco, él me comentaba algo y llegábamos a un acuerdo "pajeril" entre los dos. Me ha dejado con una frustración importante, entre cachonda y cabreada.
Ya llevo dos días desde el incidente de las bragas, esperando que se repita la escena. Los franceses tienen una expresión muy curiosa: "el espíritu de la escalera". La utilizan para referirse a todas esas cosas que nos gustaría haber dicho o hecho después de que pase algo. Esa respuesta o acción perfecta.
Mi "espíritu de la escalera" particular es no haberle dejado salir con alguna excusa, haber sido un poco más explícita. Pero he llegado a la conclusión de que se hubiera escapado igual. Tengo la sensación de que estuve tan cerca...
¡Se acabó! Lo mejor es pillarle en plena "faena", para que no pueda evitar el tema y, luego, tirando del hilo...
Esta noche me lanzo.
¡Joder, joder, joder! En estos meses no ha habido más de un par de días en que no se haya dedicado a su rutina. ¡Y precisamente hoy tiene que ser el tercero!
Ha tenido un partido de futbol, supongo que estará bastante cansado y habrá caído rendido. A lo mejor ha encontrado la forma de hacerlo en el instituto y ya no tiene ganas por la noche. Pensándolo bien, espero que no. Me quitaría ocasiones para poder conseguir mi objetivo.
Nada, llevo horas mirando las letras rojas del despertador, viendo latir cada vez más despacio los dos puntos que separan los minutos de las horas. Son las cuatro, es demasiado tarde. Será mejor que me duerma.
Mañana será otro día. Espero que mis temores sean infundados y mañana vuelva con ganas a machacársela.
¡Esta debe ser la noche! Nos hemos ido pronto a la cama. Yo con la excusa de que estaba muy cansada e insistiendo en que iba a caer dormida en seguida.
¡Vamos, vamos!¡Empieza ya!
La espera me está matando...me temo lo peor.
¡Sí!. Me parece oírle.¡Gracias!¡Gracias, Dios mío! Respira, respira profundo y vamos allá. Despacio, sin hacer ruido para pillarle por sorpresa.
Bien, ya me he levantado de la cama y creo que no se ha oído nada, y ya había dejado la puerta bastante abierta para no tener que abrirla. Ando por el pasillo muy lentamente y casi de puntillas. Siento vértigo, y me siento empapadísima. Por fin, después de tantas semanas, lo voy a conseguir.
Vale, estoy delante de su puerta. Ni un gato hubiera sido más silencioso. Vale, haz una exhalación profunda y entra a toda velocidad.
Respiro, acerco muy lentamente la mano al pomo y ¡allá voy!
-Hijo, ¿estás bien? Me he levantado y me ha parecido oír ruidos.
-Sí, mamá. Sería algún mal sueño-dijo con la voz un poco temblorosa. Fruto del susto y la sorpresa, sin duda.
¡Mierda! Está tapado. Supongo que lo hace tapado y se pone el papel cuando le va a salir. El no ver las sabanas "crujientes" me hizo no tener en cuenta la posibilidad. Tiene que ser así, he entrado rapidísimo. Me ha parecido incluso apreciar como retiraba la mano de su polla por debajo del edredón. Bueno, voy a agotar las posibilidades de esta estratagema, a ver si hay suerte de todos modos.
Me siento al lado de la cama.
-¿Seguro, hijo?
-Sí, mamá.
Le acarició la cabeza, pasando por la frente.
-¡Huy! Hijo, estás muy caliente. ¿No estarás enfermo?
-No, no, es que hace calor.
-No sé, además estás en una edad de cambios y...
-Mamá, por favor, tengo que descansar.
-Si es por hablar un poco de...
-Mañana, mamá, por favor, déjame dormir.
Y se gira con cierta violencia, dándome la espalda. El tono no ha sido muy agradable. No me queda otra que la retirada.
¡Joder, joder! ¡He estado tan cerca! ¡No es justo! Vuelvo a mi habitación más cabreada que excitada. ¿Por qué no pueden salir las cosas como se planean y ya está? Que complicados son los hombres, hasta los que pare una.
No vuelvo a oírle, supongo que el susto le ha bajado el calentón. Mejor me duermo.
¡Vale!. Ya sé en qué he estado fallando. No sé cómo no me he dado cuenta antes. Todos mis intentos tenían cierta invasión de su intimidad.
En los adolescentes es más potente la protección de su intimidad que el asalto de las hormonas incluso.
Necesito un plan. Es complicado, la gente no suele saber hacer planes. Llaman "planes" a lo mismo que he estado haciendo yo misma hasta ahora, trazan una línea temporal como si la realidad fuera un relato. Piensan "hago esto y pasa esto y, después, pasa esto otro". La realidad no funciona así.
Las cosas en realidad funcionan algo así como "hago esto y puede pasar esto o esto, si pasa lo primero, pueden pasar estas otras cosas, y si pasa lo segundo, estas otras".
Un buen plan, uno que merezca ese nombre, consiste en poner en marcha las cosas y luego ir reduciendo las alternativas para que converjan en el resultado que tú quieres, tener una previsión para cada consecuencia para que vayan todas al mismo sitio.
Es obvio que él quiere, o a todos los efectos es como si quisiera: salido, obediente, posibilidad de tener estímulo en la comodidad de casa, es listo...y no lo digo solo porque sea su madre. Estoy segura de que le vendrá muy bien. Solo hay que romper esa primera barrera. Lo tengo más o menos planeado.
El primer paso es crear un escenario en el que el invasor de la intimidad, aunque involuntario, sea él.
Esto si funcionará.
Estoy nerviosísima. Aquí, abierta de piernas en la cama, con lo mojada que estoy tengo que hacer un gran esfuerzo para no masturbarme, pero sé que si me corro no tendré voluntad para seguir adelante. Me vestiría y dejaría el plan para otro día.
Compruebo los detalles: la puerta está lo bastante abierta como para que anime a asomarse y lo suficientemente cerrada como para dar la falsa sensación de que uno se puede asomar sin ser visto. El reloj indica que llegará a casa en unos pocos minutos. Siempre suele ser puntual.
Trato de pensar en cómo quiero que me vea, si completamente abierta o con las piernas con la abertura de una uve. Me decido por lo segundo. También pienso si en chillar mucho o gemir. Todo esto, en vez de hacer pasar el tiempo, hace que pase más lento. El corazón me late como si fuera un tambor y siento un nudo en la garganta.
¡Venga!. ¡Ven ya¡ ¡Ven ya o me acobardaré!
Oigo abrirse la puerta de la calle. Miro hacia el techo y empiezo a masturbarme y a gemir fuerte. Madre mía, estoy empapadísima. ¡Vamos, vamos! ¡Asómate! Como no se dé prisa me corro.
¡Sí!. Creo que está en la puerta. Debe ser por la adrenalina, todos mis sentidos están agudizados. Es una posibilidad que se vaya después de echar un vistazo. No debo permitirlo. Tengo que ser rápida. Voy a hacer mi mejor actuación. Me incorporo a toda velocidad y ahí está. Establezco contacto visual y él abre los ojos en sorpresa. Se va corriendo. Vale, todo va según el plan:
-¡Oscar! ¡Oscar!. ¡Ven, vamos a hablar!
No viene, bueno, era lo más probable. Para fingir improvisación es importante que vaya lo antes posible. Me levanto y voy corriendo fuera de la habitación. Voy completamente desnuda, como conviene a mi plan.
Está sentado en el sofá, bien. Había previsto desde que entrara en mi habitación, la mejor de las posibilidades pero la más improbable, hasta que se encerrara en la suya, lo que me habría obligado a decirle que no me iría hasta que abriera, la peor posibilidad, porque ejercer la autoridad hubiera enfriado un poco el ambiente. El cuarto de estar no es lo mejor ni lo peor.
Ha puesto la televisión, supongo que para abstraerse un poco del shock. Hubiera preferido que me sonriera al llegar para que el ambiente estuviera relajado de primeras.
Me acerco por detrás del sofá y le paso la mano por el pelo:
-¿Te has asustado, cielo?
-No, mamá, no pasa nada. Siento haberte sorprendido, oí ruidos y...
Sonrío, paso rodeando el sofá y me siento a su lado. Estando desnuda, aparta la vista tratando de centrarse en el televisor, pero no puede evitar echar miradas fugaces cada pocos segundos. Bien, la cosa va bien.
-Bueno, sabes lo que estaba haciendo, ¿no?
-Sí, mamá. No soy tonto. No pasa nada, de verdad, déjalo.
-Gracias por no...ya sabes...montar un numerito, o ponerte histérico o algo de eso- le digo con una buena sonrisa.
-No pasa nada, mamá.
-Ven, dame un abrazo.
Le abrazo, hace poca resistencia y apoyo su cabeza en mi pecho. Unas tetas son unas tetas, por mucho que sean las de su madre. Y además están bien puestas. ¡Sí!. Ya empiezan a hacer su efecto, empiezo a ver su erección. Espero un poco más. Cojo el mando y apago la televisión. Sin la pantalla el estímulo dominante es mi cuerpo desnudo, está mirando y tratando de evitarlo, sin mucho éxito, a la vez.
-Mira, ya sé que eres un poco reticente, pero vamos a hablar un poco del tema.
-No, mamá, ya lo ent…
-¡Shhhh!-siseo mientras le pongo el dedo índice para indicarle que me deje hablar- Mira, la masturbación es algo natural. Todos tenemos necesidades y ya sabes que desde que nos dejó tu padre, no he tenido muchas relaciones con hombres. Por eso me meto el dedo de vez en cuando…
Las expresiones que voy utilizando hacen su efecto, veo que su erección aumenta. Tengo que esperar para darle el empujón final.
-No hay nada de qué avergonzarse por ello-continuo.
Espera, espera hasta que no pueda más.
-Todo el mundo lo hace cuando lo necesita. O debería hacerlo…
Se lleva la mano al paquete para acomodarlo. ¡Ahora!
-Bueno, como estoy segura de que haces tú también- rio y le doy un golpecito con el dedo en la barbilla.
-No, yo no…
-Oh, venga, no hay nada de lo que avergonzarse.
-No, yo…
-Es más, estoy segura de que cuando entré el otro día en tu habitación lo estabas haciendo- le digo apretando el brazo que le he pasado por encima de los hombros y acercándolo a mí.
No dice nada, y agacha un poco la cabeza. Se está ruborizando un poco. Que difícil que es mi hijo. Un empujoncito más.
-¿Es así?¿eh?- le dedico mi mejor tono reconfortante.
-Si…
-Eso está bien. No tiene nada de malo, al contrario.
Veo que vuelve a acomodársela. Siento mucho vértigo. Vamos al paso crítico. Dirijo de manera exagerada la vista a su entrepierna, mostrando sorpresa.
-¡Anda! Se te ha puesto tiesecilla, ¿eh?. ¿Lo seguís llamando ponerse “palote”?- le digo riendo.
-Sí, a veces…
-¿Quieres hacerte una paja?-creía que estaba nerviosa, ahora es cuando creo que se me va salir el corazón por la garganta.
-No…si…si…
-Venga, sé que quieres. ¿O quieres que te la haga yo?
-Sí, sí que quiero, pero ya me lo hago yo.
-Pues no te cortes. Ven conmigo.
Me levanto, le agarro de la mano y le llevo a mi habitación. Al tumbarme en la cama recuerdo que estaba desnuda, casi me había olvidado, estoy hasta más mojada que cuando empecé. Fugazmente pienso que ojalá no haya manchado demasiado el sofá.
-En la cama cabemos los dos si quieres, pero si quieres apreciar mejor como lo hace una mujer, tienes ahí una silla y puedes ponerte al pie. Tengo aquí kleenex, en la mesita para limpiarte.
Coge la silla y la pone de frente al pie de la cama, se acerca a la mesita y coge un par de pañuelos y vuelve a la silla. La manera en que se mueve me indica que ya no tengo nada por lo que preocuparme, ya hay inercia. Pobrecillo, le he calentado tanto que está como un zombie. Voy a compensarle con un buen espectáculo.
Se baja los pantalones y se sienta en la silla.
-¡Vaya! Hacía años que no te veía desnudo del todo. Es muy agradable ver que te has desarrollado tan bien…a la herramienta me refiero, claro- suelto una carcajada contenida. Veo que se pone rojo como un tomate.
-Gracias, supongo-sonríe-. Me da un poco de vergüenza.
Temo por un momento, pero se agarra la polla y empieza a moverla.
-¿Me ves bien?
-Sí, mamá.
-Échate un poco a un lado para poder verte un poco mejor.
Mueve la silla sin levantarse, y sin soltarse la polla.
-Vas muy rápido, ¿no? Vas a acabar demasiado pronto.
-No soy un experto, pero tú tampoco es que vayas muy lenta.
-Ya, me pillaste en plena faena y me quedé a medias- trato de reír entre gemidos.
La verdad es que nos miramos a los ojos más que a los genitales. Sus gestos van a hacerme terminar rápido. Él no parece poder durar mucho tampoco.
Sin dejar de mirarme a los ojos, dice:
-Me c….me corroooo…
Su expresión.¡Dios, su expresión!
-Y yoooooo…
Nos estamos convulsionando sin perder el contacto visual. Creo que estoy sintiendo el mejor orgasmo de mi vida. Pero termina. El de los dos. Nos quedamos en silencio.
-¡Fiuuu!-silbo-. Ha sido bastante…espectacular- estallo en carcajadas.
-Sí. La verdad es que no me lo esperaba.
Me incorporo, sentándome en la cama. Doy unas palmadas a mi lado para indicarle a mi hijo que se siente a mi lado. Se levanta y viene. Al sentarse le digo:
-Bueno, ya que estamos de acuerdo en que ha estado tan bien, ya no tienes que esconderte para pajearte.
-Ni tú-responde.
Casi lo olvido, hay otro punto fundamental en mi plan. Si no lo cumplo, podría deshacer todo lo que he conseguido hoy.
-A ver, normal, normal, tampoco es esto. Pero tampoco es normal que un hijo pille a su madre dándole al dedo. Que no sea normal no quiere decir que tenga nada de malo. Y ya que se ha dado la casualidad, pues aprovechémoslo. ¿Estás de acuerdo?
-Sí, suena bien.
-Y, oye, si quieres que te haga alguna, pues darle un gusto a mi hijo entra dentro de mis responsabilidades- rompo a reír- si está al alcance de mi mano- añado con un guiño y riendo aún más.
Mi hijo me acompaña en las carcajadas, y añade:
-Lo mismo digo- dice, aunque hay un timbre en su voz de que es más por cumplir que por convicción. Eso me deja claro que necesito el “seguro” que había previsto.
-Además tengo curiosidad, ¿podría pedirte hacerte una alguna vez que me apetezca?
Está sorprendido.
-Sí, supongo que sí…
-¿Lo prometes?- le digo con una sonrisa y apoyando el índice en la nariz.
-Sí.
¡Bien! Necesitaba el “seguro”.
Se levanta y sale de la habitación. Pobrecillo, se le ve un poquillo desorientado y atropellado por los acontecimientos. Pero se lo va a pasar bien.
¡Lo sabía! Menos mal que conseguí el “seguro”. Ha pasado una semana desde el gran acontecimiento, y no ha dicho ni pio. Ya suponía que estas cosas que se viven como un sueño por la excitación, que no se viven con la percepción normal de la realidad, corren el riesgo de ser consideradas como una ensoñación.
Lo más cercano a un avance fue un día, que al pasar por el baño, escuché los gemidos ya familiares. Por supuesto entré, y no me equivocaba, pero paró. Sonriendo, le animé:
-Sigue, sigue, ¿ya no te recuerdas nuestro acuerdo en un par de días?
-Me da vergüenza, mamá. Cuando salgas.
No quise apretar más y me fui.
He estado pensando bastante. Había pensado que me bastaba con alguna emoción menor. Pero al igual que para mi hijo una teta es una teta, a mí me pasa lo mismo con su pene. Después de tanto tiempo sin tener cerca uno…
También he pensado otras cosas más inconfesables. Como que el tabú del incesto sólo se debe a la procreación. Es un tabú porque le interesa a la especie, no necesariamente a los individuos. La mayor probabilidad de malformaciones es probablemente lo que convirtió en terreno prohibido las relaciones sexuales en la familia. También me pregunto, ¿está “mal” si las relaciones sexuales evitan la procreación? Quizás la excitación continua que tengo desde hace meses por la situación junto a la falta de horas de sueño jueguen un papel en la desaparición progresiva de perjuicios.
Voy a ir a hacer unas compras.
Otra semana ha pasado. Ayer creo que estuvo muy cansado y tuvo día de descanso de sus “trabajos manuales”. Eso espero, mejor pillarle con ganas hoy, que voy a hacer uso del “seguro” que me garantizaba la iniciativa cuando lo deseara, sin que fuera percibido como una invasión de su intimidad. Al fin y al cabo, el permiso lo dio él.
Estamos terminando de cenar. Creo que es un buen momento. También creo que he dejado pasar demasiados días, y, aunque no estoy tan nerviosa como el día del primer paso de mi plan, tranquila no estoy precisamente.
-Oye, Oscar, ¿ya te has olvidado ya de lo que hablamos hará dos semanas?
-No, mamá.
-Bueno, es que como no has vuelto a decir nada. ¿No te gustó?
Le veo inspirar con fuerza. Creo que él también ha estado dando algunas vueltas a la cabeza.
-Si me gustó mucho. Ya te lo dije.
-¿Entonces?
-Lo pienso muchas veces. Pero es que me da vergüenza.
-¡No seas tonto!-le sonrío-.Eso será solo las primeras veces. Además esos nervios lo hacen mejor.
Se sonroja, creo que está teniendo una erección.
-Ya puestos. ¿Recuerdas que me diste permiso para pedirte algo si me apetecía?
Ahora sí que está con las mejillas encendidas, rojo intenso.
-Sí.
-Pues he comprado unas cosas y me gustaría probarlas. ¿Qué me dices?
-Sí que me gustaría.
-Pues vamos a mi habitación.
Nos levantamos y entramos en mi habitación le pido que se desnude y se siente, y mientras tanto, saco de debajo de la cama una bolsa. De su interior saco un gel lubricante, de fresa concretamente.
Me arrodillo, estoy nerviosa y eso se delata en la sonrisa que le dedico a mi hijo, ligeramente temblorosa en las comisuras de los labios. Su sonrisa es reflejo de la mía.
Derramo un chorro del gel sobre su polla y la agarro, empiezo a moverla. Es curioso, todo lo que no está justo enfrente de mí parece que está dando vueltas. Mi visión periférica parece una centrifugadora de baja velocidad.
Aguanto un poco más, solo un poco más. Veo que resopla y mira al techo. ¡Ahora!
Me la meto en la boca.
-¡Mamá! ¿Qué estás hac.....ufff.
Unos segundos más. Si no protesta en unos segundos más otra barrera habrá caído. Me empleo a fondo con mi lengua en su frenillo. Ya no aparta la vista del techo salvo para mirarme a los ojos y sonreír. Trato de que se intuya otra en respuesta mientras mantengo su polla en mi boca.
Es curioso, la tranquilidad que me da el haber dado otro paso más hace que mi mente se fije en otros detalles, como si el sabor a fresa fue la mejor opción. Pero en seguida mis pensamientos se centran en el próximo reto, aún lejano en minutos, tras su orgasmo.
Empieza a resoplar, cierra los ojos con fuerza, pone su mano en mi frente y empuja ligeramente:
-Me voy a correr...uff
Me resisto al leve intento de apartarme, niego ligeramente con la cabeza y con la mano con la que no le estoy sujetando la base de su polla le hago una señal con el pulgar levantado, indicándole que está bien.
Y explota en mi boca mientras chupo con fuerza. Gime como si fuera a llorar. No se mueve mucho, pero se curva sobre sí mismo hacia delante, casi tocando con su barbilla mi nuca.
Se incorpora e inspira como el que saca la cabeza del agua cuando ya no puede respirar. Me la saco de la boca y suelto una ligera risa y le paso la lengua por toda la polla desde la base. Después le planto unos besitos mientras mi hijo se repone.
-¡Madre mía!...nunca mejor dicho-bromea.
Me levanto, me siento a su lado, le paso un brazo sobre los hombros, le beso en el hombro más cercano mientras le froto el otro.
-¿Te gustado?-le pregunto.
-Sí. La verdad es que me sorprendió cuando...-mueve el puño repetidamente en dirección a la boca, con el gesto universal de una mamada.
-Sí, bueno, no fue premeditado-le miento-. Estaba ahí y me vino el impulso. Pensé en darte el mayor gusto posible, ya que hacemos esto. No haciendo daño a nadie...
-Daño a mí no me ha hecho, desde luego- ríe.
-Tengo que decirte que ibas bien cargado aquí- acerco mi mano a sus testículos y empiezo a masajearlos con una doble intención: bromear para relajarle y excitarle de nuevo. Su resistencia debe estar baja para el siguiente paso.
-Yo sentía que salía y salía...
Noto como se le empieza a levantar otra vez. Es el momento de continuar.
-Ahora tengo ganas yo. ¡ Podrías echarme una mano para devolver el favor!
Su cara no muestra exactamente duda, es más bien como si estuviera ponderando la propuesta. Son solo unas décimas de segundo, pero el ritmo acelerado de mi corazón dilata mi percepción del tiempo.
-¡Claro! Pero indícame, que no sé muy bien como...
Otra barrera cae.
Me tumbo en la cama y le indico que se pongo a la altura de mi entrepierna.
-Mira, el botoncito de aquí es el clítoris, es mejor empezar alrededor, pero si lo vas a tocar directamente, siempre, siempre, humedécete los dedos. Nunca lo toques con los dedos secos...
Va siguiendo mis indicaciones. No puedo evitar que mi respiración se entrecorte.
-Luego, si quieres, puedes ir introduciendo un par de dedos. Mejor si los curvas...ahh...ah...un poco hacia arriba...
Trato de controlar la respiración. Quiero que dure. Le veo que se gira para ponerse de costado. Su erección ya es molesta para estar boca abajo. Tengo que preguntarle.
-Mamá, ¿quieres que lo haga con la boca?
¡Sorpresa! Había previsto pedírselo con un tono sugerente y si fallaba, medio suplicante. No me esperaba que tomara la iniciativa. Asiento rápidamente. Acerca su boca y hace círculos con su lengua alrededor de mi clítoris mientras sigue con los dedos. Podría conformarme con esto, pienso.
-Ufff...aahh..ah...más despacio, hijo, quiero que dure más.
Levanta un momento la cabeza.
-Como digas. Aunque yo me voy a ir tocando también.
Veo su polla y su capullo está enorme y colorado. Siento coraje y un impulso.
-Para, para un momento.
Me incorporo, recojo del suelo, al lado de la cama, la bolsa de las compras. Meto la mano sin sacar nada.
-Tengo que decirte la verdad. Hijo, sé que no eres tonto, y que sabes que en gran medida yo he ido induciendo este juego. A casi todos los efectos te considero adulto y maduro para tu edad. Por eso, quiero que pienses bien esto, y solo digas sí si estás completamente convencido...
Rebusco en la bolsa. Saco una caja de preservativos y los pongo encima de la mesita.
-...esto no es normal, pero tampoco lo considero malo. A mi forma de ver, ni siquiera lo considero pervertido en lo más mínimo. Si seguimos con esto, quiero que para ti sea un buen entretenimiento, pero no un sustitutivo de nada. En cuanto tengas posibilidades de tener relaciones con chicas de tu edad, quiero que las tengas, pero mientras tanto...
Dejo de hablar. Miro a la caja de preservativos y luego a él.
-¿Qué me dices?-le pregunto.
Él se pone a mirar la caja de preservativos. Se muerde el labio inferior durante lo que me parece una eternidad. Finalmente asiente.
Con la sonrisa más franca que haya hecho en mi vida, le agarro y le tumbo boca arriba mientras exclamo:
-¡Lo necesito tanto!
Mientras saco un preservativo, lo abro y se lo voy colocando entre sonrisas y miradas cómplices, me pregunto cuanto ha pesado en su decisión el percibir mi gran necesidad. Y con toda la rapidez con la que me impulsa la ansiedad, le monto con fiereza. Noto las carnes de mi culo bambolearse por el impulso.
-No te arrepentirás-le digo y le beso con lujuria entre jadeos.
Mientras sigo cabalgando casi oigo el sonido de la última barrera al caer. Quizás también estaba cayendo una mía.
FIN