Mi hijo superdotado II
Una noche inconsciente
Abrí mi boca y la acerque a su pene. Él se levantó bruscamente de la silla y grito -¡ya basta! Somos madre e hijo, no podemos hacer esto-. Sécame el cuerpo y déjame salir -dijo con un enrojecimiento en su rostro pero en esta ocasión era de un profundo enfado-. Yo me cubrí con una toalla que por el tamaño tan pequeño a duras penas y podía retener mi anatomía. Después lo sequé a él sin enfocarme mucho en sus genitales. Estaba bastante molesto y al parecer no quería dirigirme de nuevo la palabra. Lo lleve a su habitación y le ayude a vestirse, ahí aproveche para de nuevo tocar su pene mientras lo metía en su ajustado bóxer. El no menciono ni una sola palabra, yo salí del cuarto para así dejarlo un tiempo a solas y que pasara su enojo.
Tal vez había ido muy lejos, una madre no debería realizar ese tipo de actos sexuales con su hijo pero... el deseo que había despertado en mi era tan intenso que prácticamente era imposible de sobrellevar. Las dimensiones enormes de su verga hacían temblar a mi vagina. Tenía años que no me topaba con una verga así de descomunal y mi vagina me gritaba que lo deseaba, pero eso era imposible era mi hijo y ahora parecía que me odiaba por lo que paso. El día siguiente se fue a la universidad. Llevó su teléfono celular para grabar todo lo que se decía en clase y así no tener que apuntar nada. Yo le di un beso grande cuando se fue y le dije-te amo-. El no dijo nada y salió de la casa. Yo estaba muy preocupada por haber podido arruinar la bonita relación que tenía con mi hijo. Haber eso hecho fue un error terrible y tal vez la fractura en nuestra conexión emocional era irreparable.
Por la tarde llego con unos amigos de la facultad. Jugadores de futbol que aprovechaban cualquier momento a solas conmigo como cruzarnos en un pasillo mientras iban al baño para tratar de seducirme. Muchos eran muy atractivos pero no me llamaban la atención los chicos tan jóvenes. El más atrevido de todos era Jorge un chico con mucho dinero. Arrogante y patán como ninguno, trataba en cualquier oportunidad que tenía de convencerme para llevarme a la cama. Se acercó a la cocina mientras los demás veían el partido para platicar conmigo. Yo para tratar de no ser grosera le seguí la corriente.
-Hola Julia como estas, no es pregunta, estas deliciosa.
-Hola Jorge, gracias... supongo.
-Oye, cuando me vas a decir que sí.
-¿Si a qué?
-Pues a salir a algún lado para conocernos más, al cine tal vez o a cenar.
-No creo que se dé nunca Jorgito.
-No me trates como un niño, podría darte una gran sorpresa.
-Lo dudo mucho cariño, ahora si me disculpas tengo cosas que hacer.
-Bien, como quieras.
Me puse a cambiar las sabanas de las habitaciones de la segunda planta así ya no tendría mas encuentros fortuitos con Jorge o cualquiera de los amigos de mi hijo. Más tarde se fueron y mi hijo estaba algo adormecido. Miguel un amigo desde la infancia de mi hijo que estuvo en esa reunión me dijo que había tomado un poco, a pesar de que él le había aconsejado que no lo hiciera. Yo le agradecí por haberme contado la verdad y se fue cerrando la puerta detrás de él. Mi hijo había quedado completamente inconsciente por la combinación de pastillas para el dolor y alcohol que yacía desmayado inmóvil y roncando como un león en el sillón. Yo fui a la segunda planta por su ropa para dormir y comencé a desvestirlo con mucho cuidado de no lastimarlo. Quite su playera muy despacio y con cautela para no lastimar sus brazos, el no daba ni la más mínima reacción de despertar así que yo seguí con lo mío. Después abrí el botón de sus janes y baje el zipper. El olor a hombre que emanaba de entre su ingle me perturbo de nuevo. Tome rápido sus pantalones y los fui bajando despacio para no despertarlo. La excitación en mi creció y me encontraba de nuevo frente a aquel monumento a los penes enormes.
Quite su ropa interior solo hasta sus rodillas y lo vi de nuevo. Majestuoso, grueso e imponente. La bestia salvaje dormía en una almohada de piernas. Así que para enfrentarme a aquel monstruo decidí despertarlo. Lo tome en mi mano la cual no podía rodearlo por completo debido al grosor. Comencé a frotarlo de arriba a abajo. Aquella bestial polla dio sus primeros signos de vida ensanchándose aún más. Yo me saboreaba como si fuera el manjar más delicioso de este mundo. Con cada fricción de mi mano en su delicada piel, hacía que creciera aún más. Pronto tomo las mismas dimensiones que la situación ocurrida en la regadera. El calor en mi cuerpo era insoportable. Me quite toda la ropa y seguí masturbándolo. El no despertaba estaba completamente en k.o. Yo pensé en que esta era mi oportunidad y me acerque a él. Frote con mi mano su marcado abdomen e incline de nuevo mi cabeza. Esta vez mi lengua hizo contacto por primera vez con su gran glande y la sensación fue sobrecogedora. Mi mente daba vueltas abrumada por todos os sentidos el olor, el sabor, el placer. Me convertí en una prostituta y comencé a mamárselo como tal. Mi lengua recorría cada centímetro de aquel gran pedazo de carne. El sabor a orina y sudor estaba por todos lados. Él se limitaba solo a gemir un poco pero permanecía dormido. Yo aproveche y seguí disfrutando de aquel dulce manjar. Mi lengua se volvió una exploradora en aquel terreno desconocido para mí. Pronto hizo suyo cada parte de aquel gran territorio llenándolo de saliva y haciéndolo gozar. Decidí llevarlo al siguiente nivel y de golpe lo metí hasta mi garganta. No me cupo todo por el tamaño y tuve que arquearme en mi primer intento. La saliva que se acumuló en mi boca era demasiada debido a eso y la escupí toda encima de su polla. Lo masturbe de nuevo y recuperada comencé a entregarle mi garganta esta vez llegue mucho más lejos. Seguí dándole placer no resistió mucho un gemido de placer se escuchó muy despacio y una avalancha de semen salió de su polla. Los grumos eran evidentes. Tanto, que podía sentirlos. Su leche era tan espesa y abundante que me sobrepaso. Me ahogo un poco y mucha se escapó de mi boca tosiéndola, cayendo sobre su estómago. Bebí la que tenía en mi boca saboreándola y no dejando ni una gota fuera. Quite la que restaba en mi comisura de los labios con mis dedos y lo chupe como el dulce más delicioso. El sabor era exquisito. Mi hijo estaba bañado en su propio semen y yo no lo podía dejar así. Mi lengua casi poseída comenzó a recorrer su cuerpo limpiando aquel dulce elixir sin dejar rastro de él. Mi excitación creció aún más y mi vagina estaba completamente mojada. Me subí con cuidado al sillón y dije -perdóname hijo, pero esta noche tienes que ser mío. Puse su gran polla justo en la entrada de mi vagina y descendí a un placentero dolor mi cuerpo se arqueo y comencé a montarlo como a un potro salvaje, no pasaron ni 5 segundos y mi hijo despertó.
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