Mi hijo, mi mejor consuelo

Fue mi hijo el que supo consolarme y sacarme de la depresión en que me hundí con la muerte de su padre

Me case apenas cumplí 15 años, por estar embarazada, y aunque apenas y lo conocía cuando nos unimos, lo llegue a amar profundamente,  nuestro matrimonio era perfecto, con una actividad sexual abundante y plena, de ahí que desde el día que lo asesinaron durante un asalto, caí en una profunda depresión,  por fortuna mi hijo de entonces 17 años, supo ser lo bastante maduro para hacerse cargo de la casa, sus 2 hermanas de 7 y 10 años y tomar las riendas del negocio de mi marido, en lo que yo me recuperaba con ayuda de los medicamentos indicados por el psiquiatra, parecía que todo iba bien, pero al año de esto, tuve una fuerte recaída, por lo que el psiquiatra me cambio el tratamiento, el que tuvo un efecto un tanto extraño, a veces por las noche,  despertaba y me levantaba a caminar como sonámbula, aunque más o menos consciente de lo que hacía, entraba al cuarto de mis niñas, las observaba dormir unos minutos y luego hacia lo mismo con mi niño,  luego una de esas noches, hacía mucho calor, por lo que me cambie la pijama por un delgado camisón corto de tirantes al llegar al cuarto de mi hijo, pase de contemplarlo mientras dormir, a acariciarle la mejilla y luego el pecho, abrió los ojos, intercambiamos un par de miradas, y luego salí de ahí, solo que en vez de ir a mi recamara, baje las escaleras a la sala, para luego salir al patio, sentí a mi niño acercarse a mis espaldas, poniendo su manos sobre mis hombros. – ¿Estás bien?- pregunto, asentí con un movimiento de cabeza, me abrazo tierno por la cintura, y no puedo explicar porque lo hice, pero tome sus manos con las mías, llevándolas a mis pechos. - ¿te duelen?- pregunto, suspire hondo por respuesta, comenzó entonces a masajearlos suavemente, la sensación fue deliciosa, los sentí ponerse tensos como hacía mucho no pasaba,  me recargue en su pecho, luego de unos momentos, cada apretoncito en los senos me hacía desear más el siguiente, tome el escote del camisón y lo baje destapando los pechos, la piel de sus manos sobre mis pechos desnudos transformo mi cuerpo en una antorcha, así continuo amasándolos un poco más hasta que de repente me pellizco ambos pezones de tal forma que me hiso estremecer hasta los huesos arrancándome un largo gemido de placer, las piernas me flaquearon y habría terminado en el suelo, de no ser que mi niño me tenía firmemente agarrada, -¿te dolió?- pregunto, negué con un movimiento de cabeza, aun jadeando, repitió el pellizco en los pezones que me cimbró hasta el alma, una serie de gemidos entrecortados escaparon de mi garganta, mi cuerpo se volvió gelatina, sin poderme sostener me resbale de entre sus brazos,  cayendo de rodillas y el pecho sobre el pasto, al segundo, mi hijo atrás de mí, levanto el camisón a la cintura, bajando las pantaletas casi a la mitad de los muslos, separo las nalgas con las manos, sentí la punta de su virilidad buscar entre la raja, -¿segura que lo quieres?- pregunto. -¡tómame!- musite, lo fue metiendo deliciosamente despacio, dejándome sentir como poco a poco se habría paso a mi entraña, tuve que abrir grande la boca, como si me faltara el aire, dejando escapar un gemido tan largo como duro la penetración, me la dejo completamente clavada unos segundos, y luego tomándome por las caderas inicio el sacarla casi toda, para enseguida volver a empujarla hasta dentro, con movimientos lentos pero firmes, como tomándose su tiempo y así dejarme gozarla más, sacándola y metiéndola, dándome un placer que ya hacía mucho no sentía y tanta falta me hacía. ¿Y que si era mi propio hijo el que me estaba poseyendo? En ese momento, en mente, cuerpo y alma, yo simplemente era una hembra en celo dichosa de entregarse a su semental, y lo demás, no importaba. Solo quería sentirla toda, dilatando y estimulando cada pliegue en mi vagina, provocándome  en cada movimiento más placer, finalmente, con las manos firmemente sobre mi pelvis, me la ensarto con rudeza 3 o 4 veces, arrancándome una serie de jadeos y gemidos mescla de un enorme placer y un poco de dolor, la dejo por completo clavada, pude sentir como su tuviera algunos espasmos, justo en el momento que un delicioso calorcito aparecía en lo profundo de mi vientre, entonces el tubo vaginal se apretó contra el enorme trozo de carne, como si quisiera ordeñarle hasta la última gota de semen.

Al terminar, se paró frente a mí, tendiéndome la mano, le di la mía y me ayudo a incorporarme, me acomodo el escote en su lugar y espero a que me subiera las pantaletas, luego abrazados, caminamos a la casa, me ayudo a llegar a mi cuarto, ya que las piernas me temblaban y parecían no obedecerme, espero a que me acostara, me dio un tierno beso en la frente y se fue a dormir.

Por la mañana desperté muy temprano, al principio supuse había sido solo un sueño erótico, pero luego, el discreto picor y la pegajosa humedad en mi vagina, me hiso comprender la realidad. Supe que había cometido un terrible pecado, se supone que debería sentirme inmensamente culpable y llorar hasta quedarme sin lágrimas, sin embargo, me sentía plácidamente relajada y extrañamente feliz.

Ese día, transcurrió como si nada, mi retoño se comportó igual que siempre, como si nada diferente hubiera pasado entre nosotros, incluso dude de mi cordura, llegando a creer, efectivamente solo había sido un sueño, hasta en la noche ya estaba en mi cama y llego a dame mi besito de buenas noches como es su costumbre, antes de que se fuera, le tome la mano, y mirándolo fijamente le pregunte -¿Qué paso anoche?- bajo la mirada con cara de culpable. -¿no lo recuerdas?- pregunto. - solo dime si lo del jardín paso o lo soñé. Suplique. –suspirando confirmo- no fue un sueño, mamá, si paso, yo… yo no sé porque lo hice, perdóname- termino de decir con lágrimas en los ojos. – No tengo nada de perdonarte mi niño, no fue tu culpa- le dije consolándolo, -gracias por todo- dije al final. Esbozó una tenue sonrisa como de alivio y se marchó.

Durante un par de meses seguí con mi rutina de, de vez en cuando, despertar y medio en trance, pasar por el cuarto de mis niñas y mi hijo, observarlos dormir y luego regresar a dormir de nuevo, pero una noche, me tope con mi niño que salía del bañarse, iba envuelto en una toalla en la cintura con el pecho descubierto.  Me impacto de alguna manera verlo así, y creo que influyo para lo que paso más tarde, igual que en otras ocasiones, desperté a media noche, como hipnotizada, pase sin entrar por el cuarto de las niñas y cerré la puerta, me dirigí al cuarto de mi retoño, sentándome en la orilla de la cama, lo observe dormir uno momentos. Era la viva imagen de su padre que tanto amaba y extrañaba. Le hice un cariño en la mejilla, luego casi sin darme cuenta lleve la mano a su pecho acariciándolo un  instante, luego hice lo mismo en su vientre y finalmente la mano se me escapo bajo el calzón, encontré su virilidad dormida, pero al contacto con mi mano en tres segundos creció a un tamaño y dureza increíble. Medio sorprendida retire la mano de inmediato, me tope con la mirada de mi niño, -disculpa, no quise despertarte- le dije, y Salí de su cuarto dispuesta a regresar a dormir, sin embargo, mie pies me llevaron escalera abajo, a la cocina y al jardín, sentí a mi muchacho acercarse desde atrás, de abrazo por la cintura y pregunto - ¿te sientes bien?- asentí moviendo la cabeza. -¿te puedo ayudar en algo? Pregunto, -acaríciame – respondí suspirando, subió las manos a mis pechos, apretándolos con suavidad, -¿así?- pregunto, no conteste, gire sobre mis talones quedando frente a él, levante la cara mirándolo a los ojos, ofreciéndole los labios, me dio un besito en la boca, y luego otro más apasionado, mientras sus manos me bajaron el escote, apoderándose de las mamas, amasándolas, yo correspondí el beso con otro más intenso, con una mano en su nuca atrayéndolo hacia mí, mientras la otra, encontró el mazo duro y caliente, el soltó mis pechos, entre besos ardientes, con una mano me abrazo por la cintura y la otra bajo le camisón se plantó entre mis muslos, froto uno segundos la raja, antes de insertar 2 dedos en la cueva, tetando las húmedas paredes, por instinto separe las piernas dándole mayor libertad, mientras, yo no soltaba el tolete, jugando con el recorriéndolo a todo lo largo, palpando su dureza, las rugosas venas y nervios, llego el momento que ya no soporte la increíble gama de sensaciones, besos ardientes, con lengua viperina explorándome la garganta, sus dedos hurgando dentro mi vagina, mi mano ansiosa apretando el viril miembro. La fuerza abandono mis piernas, me deje caer de espaldas al césped, abierta de piernas, ofreciéndome impúdica, ni un segundo tardo el en caer sobre mí, penetrándome al instante. -¡ayyyy!-gemí al sentirlo llenarme el canal del sexo más profundo de lo que podía aguantar, detuvo el embate. – ¿Te dolió?- pregunto preocupado -¡sigue!- suplique, obediente, volvió  a la tarea, retirando el ariete caso completo, para volverlo a empujar hasta la raíz, pronto el interior de mi pelvis se acostumbró al largo tronco que la invadía, haciéndola gozar con cada avance al más profundo rincón, pronto me vi moviendo la pelvis de arriba abajo, apoyada en los pies, siguiéndolo al compás, para lograr tenerlo completito dentro de mí, no conforme con eso, lo abrace por la cintura con las piernas, clavándole los talones en las nalgas, como si quisiera, ya no solo su virilidad en los más profundo de mi ser, si no toda su humanidad al interior de mi vientre, llevada por un placer cada vez más intenso, más desesperante, más inaguantable, me oía gemir, suspirar y jadear a cada ensartada, hasta que de repente, se quedó muy dentro de mí, gruñendo como animal herido, al tiempo que en lo profundo de mi vientre, se iba llenando de un delicioso calorcito,  imagine la cabezota del miembro, escupir abundantes chorros de tibio semen, inundando completa la matriz.

Se quedó inmóvil unos minutos, para luego incorporarse acomodándose los calzones. Luego me ofreció su mano y me ayudo a levantarme, me acomodo el camisón y me encamino a mi cuarto, apenas toco mi cabeza la almohada y me quede profundamente dormida.

Al despertar por la mañana, nuevamente me invadió la duda de si habría sido un sueño o real,  puse un par de dedos sobre mi vulva, que se mancharon de la mezcla pegajosa de mis jugos sexuales y su semen, además de un ligero ardor por dentro, que me recordó la mañana siguiente a la noche que deje de ser niña. Bien consciente estaba que me había cometido incesto,  pero lejos de sentir culpa alguna, me sentía tan de buen ánimo, la depresión y tristeza se habían ido.

Atribuí mi mala conducta a los antidepresivos, y deje de tomarlos para no volver a caer en tal inmoralidad, pero una semana después me sentía de nuevo fatal, y no me quedo más remedio que volver con el tratamiento indicado por el psiquiatra, solo que opte por usar pijama blusa y pantalón en vez de camisón para dormir.  Pasaron 3 semanas del encuentro con mi niño, esa noche cayo un diluvio, los rayos y truenos no me dejaban dormir, casi como zombi, me desnude, camine sigilosa por el pasillo, al llegar al cuarto de mis niñas, les cerré la puerta en completo silencio y continué al cuarto de mi niño cerrando la puerta luego de entrar, la oscuridad era casi total, rompiéndola de vez en cuando el destello de un rayo, me senté en la orilla de la cama, a tientas busque su cara, haciéndole algunos cariños en las mejillas, luego, pase la mano al pecho, palpando los pectorales firmes, la suave piel, luego la recorrí al abdomen, apreciándolo subir y bajar despacio, al compás de su respiración, de ahí avance un poco más, bajo el calzón, posando la mano sobre el pequeño apéndice, basto solo el rose de mi mano, para que en un instante aumentara su largo, grosor a un tamaño descomunal, volviéndose duro como un tronco, cerré el puño en su torno, aunque fue imposible que lo abarcara en lo ancho, lo fui recorriendo a todo lo largo hasta la roja cabezota y de ahí a la empuñadura, repitiendo el paseo de mi mano continuamente por unos minutos, para luego recostarme en la cama entre sus piernas, abrí la boca tanto como me fue posible, comiéndome al macho, empujándolo hasta el fondo de mi garganta, para luego aprisionándolo entre mis labios, sacármelo lentamente, unas cuantas veces, para luego con la lengua explorar el tronco a todo lo largo, rematando en la cabezota, lamiéndola como si de una bola de nieve se tratara , esto lo hice varias veces notando como la respiración de mi niño se fue volviendo más profunda, con suspiros ocasionales, nuevamente me lo comí tanto como me lo permitió la garganta, apretando los labios al tronco me lo fui sacando, ya cuando solo tenía la punta dentro, el chico puso las manos atrás de mi cabeza, empujándola suave, para hacerme comerlo de nuevo, lo que se repitió durante varios minutos, hasta que presentí pronto soltaría el semen, trate de quitarme, pero con las manos firmes sobre mi cabeza lo impidió,  una oleada de leche caliente broto del miembro, sentirla en la garganta me produjo un instantáneo deseo de alimentarme de ella, como hambrienta trague toda la que tenía en la boca, después, aferrada a ella con ambas manos recorrerla frenética como para ordeñarle, sedienta hasta la última gota, sin dejar de chupar y tragar el viscoso liquido apenas salía, después pase la lengua por todo el tolete lamiendo la que no logre mantener en la boca al expulsar los primeros chorros, hasta no dejar rastro de semen.

Regrese a mi cuarto, y me quede plácidamente dormida, mientras pasaba la lengua por lo labios, saboreando.

Dos semanas después, fuimos todos a la boda de una sobrina, me divertí mucho bailando con mi niño, incluso algunas baladas románticas, no sé cuánto tome, pero fue más de la cuenta, pues al salir del salón, mi hijo me llevo abrazada hasta el auto porque apenas y me mantenía en pie, afortunadamente, mis niñas se fueron con unas primas un poco antes y no vieron en espectáculo de su madre borracha, ya en casa, como pude subí las escaleras y llegue a mi recamara, mi hijo un tanto molesto se fue a su cuarto, tarde unos minutos tratando de bajar la cremallera del vestido, pero entre que estaba atorada y que yo me sentía muy mareada, no lo conseguí, así que le hable a mi niño-nooo pueedooo con el zipper-le dije arrastrando la voz -¡ahí te ayudo!- respondió secamente. De pie, le di la espalda y el sin la menor dificultad bajo el cierre,- ¡ya está!- dijo.- ¿quieres algo más?-pregunto un poco impaciente. -¿me…meee ayudasss a quitaaarmelo?- le pregunte apenas susurrando, deslizo los tirantes por mis hombros, jalándolos poco a poco hacia abajo hasta que salieron por mis manos, luego lo tomo desde mi cintura bajándolo un poco más para dejarlo caer a la alfombra. Como el vestido era sin braseare, que  cubierta por una pequeña tanga de hilo-¡grassciass mijjo!- agradecí. Me abrazo con ternura por la cintura, para luego, despacio, subir las manos hacia mis senos, apenas los toco y fue como si una llamarada de apoderada de mi cuerpo, los sentí ponerse firmes hasta dolerme, y abajo mi cueva palpitante, escurrirse en su jugos, suspire, se dio a la tarea de juguetear con ellos, sobándolos, masajeándolos, llevándome a la locura del deseo, gire sobre los talones, con las manos sobre el pecho lo fui guiando a la cama, para que se acostara de espaldas, de un tirón le baje el pantalón de la pijama junto con la trusa a la mitad de los muslos, descubriendo el viril miembro, erguido e imponente, al que me aferre con ambas manos, para comérmelo hasta donde la garganta me lo permitió, recorriéndolo desde ahí, apretando los labios al tronco, hasta la roja cabeza, chupándola, y nuevamente meterlo a toda la capacidad de mi boca y un poco más, así varias veces, lo oía suspirar excitándome aún más. Luego llevada por un impulso, casi brinque, montándome en su pelvis, ensartando yo misma el poste hasta la raíz, iniciando un rítmico movimiento de mis caderas, de arriba, abajo, de adelante, atrás, como si fuera a todo galope en un brioso corcel, obligando al tolete frotarse contra cada uno de los pliegues vaginales tan largo  y profundo como era posible, mi chico entre tanto, se divertía jugando con mis pechos, luego en algún momento, me jalo hacia el para chuparlos, mordisqueando los pezones, al tiempo que empujando con todas sus fuerzas la pelvis hacia arriba, clavándome salvajemente el tolete hasta el fondo de mí,  llevándome a un estado que ya no pude soportar más, fue como si mi ser, y mi alma estallaran de placer hasta casi caer inconsciente. Me derrumbe sobre él, y luego sin fuerzas rodé cayendo a su lado, pero mi niño aun quería más, acomodándose encima mío, tomo mis piernas poniéndolas sobre sus hombros, obligándome a elevar la pelvis y así me la dejó ir de golpe completa, retirándola un tanto y empujándola entera otra vez, repitió la acción continuamente no se durante cuánto tiempo, al principio solo sentía en mi cueva una leve molestia, pero mi cuerpo no pudo permanecer inerme ante tales embestidas, reaccionando primero con una agradable sensación y de ahí al placer con cada ensartada más intenso, que en pocos minutos me llevo al clímax nuevamente, en el mismo instante, que su semen caliente me iba dejando una tibia y deliciosa sensación en lo profundo del vientre mientras se vaciaba en mis entrañas. Fue como un destello en mi mente, y luego, solo oscuridad y silencio.

Una delicada caricia en mi cintura me hiso despertar, abrí los ojos, la tenue penumbra previa al amanecer llenaba el cuarto, recostada de lado, percibí a mi niño a mi espalda, deslizó la manos hacia arriba, pasándola bajo la axila, descansándola sobre el seno, besándome en la nuca, el cuello y los hombro, provocándome, eche las nalgas hacia atrás, que se encontraron con la hombría del chico, dura y caliente, -¿quieres?- pregunto un poco inseguro.-¡tómame!- suspire, me penetro lento, y lentos fueron sus movimientos, explorando la cabezota cada rincón en mi cueva, amodorrada, disfrutaba de ese sexo tranquilo, apacible, yo lo seguía moviendo la pelvis de adelante, atrás y viceversa, siguiendo, dejándola  entrar y salir despacio, a veces gozándolo entre sueños, no sé por cuanto tiempo, no puedo decir que me llevara al orgasmo, pero la sensación de los chorros de semen caliente bañado en lo profundo la matriz, fue fantástica.

Desde ese día ya no tomo fármacos, mi hijo es el mejor consuelo y antidepresivo que pueda necesitar, en cuanto así me siento mal de cometer incesto, pues no, en mi corazón sé que es el alma de mi amado esposo, que usa el cuerpo de nuestro hijo para poseerme y hacerme una feliz mujer cada vez que lo necesito, aprovechando cada oportunidad que las niñas no están o alguna noche en el jardín.