Mi hijo, mi amor, mi perdición. Cap.8 Parte V

David me ayudó a levantarme y al hacerlo sentí como el semen que tenía repartido por toda la cara se escurría cuerpo abajo. Tenía los ojos pringados de lefa. Me los limpié con la yema de los dedos y me los llevé a la boca. Noté también un profundo escozor en el ano y como el semen de Víctor pugnaba por salir de él.

Mi hijo, mi amor, mi perdición. Capítulo 8. Parte V

David me ayudó a levantarme y al hacerlo sentí como el semen que tenía repartido por toda la cara se escurría cuerpo abajo. Tenía los ojos pringados de lefa. Me los limpié con la yema de los dedos y me los llevé a la boca. Noté también un profundo escozor en el ano y como el semen de Víctor pugnaba por salir de él.

  • Yo no he tenido tanta suerte. Declaró Lisa, que ya iba cubierta con su camiseta transparente.
  • No le hagáis caso... Está celosa. Hoy no le han hecho mucho caso... Pero no me extraña. Nuestra vecina ha conseguido acaparar toda la atención... Dijo Andrés, que también llevaba puesto sus rídiculos bermudas, repasándome con esa mirada llena de vicio. - Nosotros ya nos volvíamos al cámping...
  • Mamá, estás sangrando... Exclamó David.
  • ¿Eh? ¿Dónde? Pregunté mirándome como pude la entrepierna.
  • Por detrás, mamá.

Me llevé una mano a mi ojete y la pasé por encima de él. Efectívamente, unos rastros sanguinolientos habían teñido de rosa la blancura seminal de mi joven amante.

  • Mira al chico, Andrés. Tiene el capullo teñido de rojo. ¡La madre que lo parió, vaya rabo que se gasta el angelito!
  • Esto es lo que se dice romperle el culo, chaval, literalmente, jajaja.
  • Lo siento mucho, Claudia. Se excusó avergonzado el pobre Víctor.
  • No te preocupes, cariño. No es nada. He gozado muchísimo. Le dije acercándome a él, acaraciéndole los genitales. - Vamos a bañarnos.
  • Claudia... Esta noche os podríais venir a la caravana, después de cenar. Dijo Andrés antes de que nos fuéramos al agua. - Tengo una sorpresita para vosotros que seguro que os va a encantar.
  • Ya veremos, contesté pidiendo a Víctor que me siguiera.

Lisa se acercó a mi hijo y metiéndole mano en el paquete descaradamente le dijo:

  • Si ella no quiere venir, os venís vosotros. ¡Os lo pasaréis teta! Y ahora corre al agua con ellos, que aun te la va a robar, tu amigo.

Me zambullí y nadé unos minutos dejando que el agua salada me limpiara todo lo que podía limpiar.

Víctor me miraba cabizbajo. David enseguida se me acercó nadando, en plan posesivo, sobándome, besándome.

  • ¿Qué te pasa, potrillo? ¿Que me quieres sólo para ti o qué?
  • No, no es eso, mamá... Nunca te había visto así...
  • ¿Así? Así... ¿Cómo?
  • No sé... muy... Con todos esos hombres insultándote, tocándose y...
  • Muy puta, quieres decir... Pues sí, cielo. Soy así. Y ahora déjame que tengo que hablar con Víctor.

Enfurruñado, David se fue hacia la playa. Se tumbó sobre la toalla sin dejar de mirarme, con cara de ofendido. Me acerqué a Víctor.

  • ¿Y a ti qué te pasa, ahora?
  • Te he hecho daño...
  • Bueno, almenos ya me hablas de tú. Y ya te he dicho que no te preocuparas... Anda, bésame.

Ya estábamos cerca de la orilla. Víctor me abrazó y me besó en la boca. Le correspondí rodeándole el cuello con las manos enlazadas y montándome sobre él como si subiera a “caballito” pero por delante. Si hubiera estado empalmado me hubiese penetrado directamente.

En ese momento, volvieron a pasar los dos tipos que caminaban por la orilla cuando acabámos de instalarnos.

  • Mira a quien tenemos aquí, compa... Si es la pervertidora de menores...¡Jajaja! Dijo, el más alto.
  • Toda la playa habla de ti, prosiguió el otro.
  • Espero que vuelvas mañana...
  • Sí, ¡que nos toca a nosotros!

Se echaron a reir de nuevo y siguieron su camino. No contesté y terminamos por salir del agua, cogidos de la mano. David seguía con su carita contrariada pero me fijé que su verga lo estaba menos. Dejé que Víctor se tumbara en su toalla y me puse a horcajadas encima de mi hijo. Con una mano sobre su pecho, hice que se estirara y me desplacé hasta que mi coño quedo a la altura de su cara:

  • ¡Marisco fresco, mi vida! Exclamé como una pescadera en el mercado.

Se le pasó la tontería de golpe. Se puso a darle a la lengua como un poseso. A propósito, le aplastaba la boca contra mi vulva, frotándome contra sus labios, sintiendo su serpenteante apéndice hundirse en mi chochito:

  • Así que no estás contento, ¿eh, capullín?
  • Ooogggggggg
  • Casi un año follándote a tu mamaíta... Por delante...Mmmmmmm...Por detrás...
  • Gggggggggggggggggggggg
  • Algunos...AaaammmmUuuummmm... dias hastaaaaa cinco, seisssss veces...Mmmmmm
  • Rrrgggggggggggggggggggggggg
  • ¡Claudia! ¡Lo vas a asfixiar! Clamó el inocente de Víctor. Se preocupaba por su amigo pero ya se la estaba cascando.
  • ¡Calla y ven aquí a comerme las tetas! Aflojé un poquito la presión para que David pudiera tomar aire. Eché una mano hacia atrás y le agarré la polla por los huevos. Víctor se arrodilló ante mí de tal manera que sus partes nobles vinieron a apoyarse sobre la cabeza de mi hijo.
  • ¡Mamaaaa!
  • ¡Come y calla! Bien que no te quejabas hace un rato cuando me la has metido hasta la campanilla. Y le apreté un poco mas fuerte las pelotas. ¡Muérdelos, Víctor! ¡Síiiiiii! ¡Hiiiii!
  • ¡Auuuuggggg! Aulló de dolor mi hijo; me había pasado apretando. Le solté los huevos y me abrí los labios vaginales.
  • El clítoris, bebé...Ya sabes cómo tratarlo. ¡Víctooor! ¡No me muerdas tan fuerte que me los arrancas!
  • Perdón...
  • ¡Mmmmmmmm, así, cielooooo! Víctor, anda, levántate y acércamela a la boca.

Le chupé el glande como si fuera un chupa-chups. No terminaba de endurecerse. Daba igual, yo no iba a tardar en venirme. Mi hijo se había convertido en un auténtico experto del lenguaje conejil. Un agradabilisimo orgasmo me sacudió de la raiz de mis cabellos a las uñas de mis pies.

  • ¡Hummmm, qué bueno, cielo! ¡Qué lengua, por Dios! ¡Ufff! Me estoy meando...

Me levanté dejándolos a los dos con la boca abierta, la anaconda medio tiesa y la polla de mi hijo tiesa y medio. Me dirigí hacia la orilla con la intención de orinar pero me lo repensé. No tenía ganas de meterme en el agua. Me giré de cara a ellos, me puse en cuclillas, bien espatarrada y meé.

  • ¡Jooooder! Exclamaron los dos al unísono.

Solté el último chorrito, me fui hacia ellos, me puse el vestidito playero, cogí mi toalla y mi bolso y les dije:

  • Vamos. Coged los bártulos y para el cámping, que aun nos van a cerrar el restaurante y me muero de hambre.

Me encantaba tenerlos así, super excitados, impacientes, tocones. Pero teníamos que volver, ducharnos, acicalarnos e ir a cenar. Una hora más tarde, mientras nos llenábamos la panza con el buffet libre, David me preguntó:

  • ¿Quieres ir, mamá?
  • ¿Adónde, cielo?
  • Con los vecinos...A su caravana...
  • No sé... No sé qué podemos encontrarnos ahí dentro. ¿Tú qué dices, Víctor?
  • Yo voy donde tu me digas, Claudia.
  • ¡Este es mi chico!

Me levanté de la silla y al inclinarme sobre la mesa para besarlo se me salió un pecho del vestido. Una pareja de la mesa de al lado levantaron sus copas en señal de agradecimiento por el afortunado accidente.

  • ¡Tú, vuelve a tu sitio! Exclamé riendo, metiendo la teta en su sitio. Pues, ala, nos terminamos el postre y a ver qué pasa.
  • La tipa esa quiere que nos la follemos... Dejó en el aire mi hijo dirigiéndose al vaso de coca-cola que tenía delante.
  • Lisa, se llama Lisa... Bueno, así me dejáis descansar un ratito, jajaja.
  • Que te conozco, mamá... que te conozco...

Compré una botella de champagne en el bar del cámping, pasé por los aseos para maquillarme y con los chicos nos fuimos a descubrir en qué consistía esa sorpresa.

Andrés nos esperaba sentado delante de la caravana. Se levantó para saludarnos. Al menos se había cambiado los pantalones y puesto una camiseta de baloncesto, de Los Angeles Lakers que apenas le cubrió su prominente vientre. También se había recogido las greñas en una coleta. Vamos, que había hecho un esfuerzo, el hombre. Hasta estaba resultón: se parecía al cantante Demis Roussos.

  • ¡Qué bien, habéis venido los tres! Lisa se va a alegrar un montón.

Con una mano nos invitó a pasar y con la otra me dio una sonora palmada en el trasero:

  • ¡Qué buena estás, jodida!
  • ¡Andrés, compórtese, que hay niños! Le repliqué tendiéndole la botella.

A ver cómo nos la vamos a encontrar a la gorda, pensé para mis adentros, recordando sus carnes expuestas sobre la cama esa misma mañana y sintiendo una punzada de deseo que no me esperaba. Pero enseguida vi que la situación no era la misma. Lisa nos recibió vestida como una colegiala nipona: una blusa blanca escotada en la que los botones parecía que iban a salir volando por la presión pectoral que tenían que soportar; una falda corta de tipo escocés que apenas le cubría un cuarto de su muslamen; unos zapatos negros de tacón alto; el pelo recogido en dos coletas a ambos lados de la cabeza y un maquillaje ultra extremado, con los labios pintados de rojo sangre y la línea y sombra de ojos de negro azabache. Una auténtica putona hentai.

  • ¡Estás divina, Lisa! Exclamé admirativa ante aquella hembra que olía a sexo por todos sus poros.
  • Gracias, querida, contestó risueña. - Pasad, pasad... Chicos, no os quedéis ahí como dos pasmarotes.

Andrés los abrazó por encima de los hombros y los hizo sentarse en uno de los extremos de la caravana, sobre un sofá en forma de U con una mesa delante en la que reposaba una tele plasma de grandes dimensiones y lo que parecía un lector de CD.

  • Lisa, siéntate entre ellos... Vamos, chavales, dejadle sitio... Y tú, Claudia, bonita, siéntate conmigo aquí, dijo señalando uno de los ángulos del sofá.
  • ¡Es la primera tele de plasma que veo! David estaba alucinando. ¿Y eso?
  • Un lector DVD... Los primeros del mercado, sentenció orgulloso.
  • ¿Esta era la sorpresa? Les pregunté con menos entusiasmo que mi hijo.
  • No, Claudia... No seas impaciente. Primero, vamos a brindar.

Nos acercó una copa a cada uno, descorchó la botella y nos las llenó con el champagne que había traído.

  • Os propongo que brindemos por el futuro, dijo solemnemente.
  • ¡Por el futuro! Lisa chocó su copa con la de los chicos. Andrés con la mía, mirándome a los ojos, como es costumbre en Francia.
  • Bueno, pues por el futuro... Dije, cada vez más intrigada.

Andrés encendió el televisor y puso en marcha el lector de DVD. Se sentó a mi lado, bien apretadito y me rodeó la espalda por el cuello hasta que su mano se posó sobre mi seno. Se la aparté sin decir nada. Sonrió y le dio al “play”. En la pantalla apareció un título y una dirección web:

DISTRIBUIDORA DE ORGASMOS, S.L

www.distribuidoradeorgasmos.net

y un logo que representaba, en forma de dibujo, una mujer con la boca abierta, sacando la lengua, sujetándose las tetas y una polla soltando chorros de esperma sobre ella.

  • Hum, ¿esto qué es? Sacándole esta vez la mano que habia metido entre mis muslos.
  • Soy productor de películas educativas, jajaja.
  • Somos, cariño, somos. Replicó Lisa, que ya había conseguido que mis chicos le estuvieran sobando las tetazas por encima de la blusa.
  • Tú eres la estrella principal, Lisa... Claudia, ¿adivina su nombre artístico?
  • La gorda soplapollas, ¿quizá?
  • ¡Qué vulgar, querida! Dijo Lisa sin parecer ofendida. Soy SweetSlut, que significa...
  • La dulce puta, convino David que parecia cada vez más contento del cariz que tomaba la velada.
  • ¿Os apetece ver de qué van mis películas? Preguntó Andrés. Se había levantado para ir a buscar una nueva botella de champagne.
  • ¡Mira que guapos están estos niños! Lisa se había desabrochado la blusa y mis chicos se habían amorrado a sus tetas como si fuesen bebes mamando. - ¡Mmmm, cielo! Deberías filmarnos.
  • ¡De eso, ni hablar! Me levanté mosqueada y les invité a que me siguieran: - Vámonos, chicos.
  • ¿No quieres que se ganen unos buenos francos, Claudia? Me preguntó Andrés. - Pago bien a los colaboradores externos...
  • Tú bien lo hiciste, mamá...
  • Vaya...Esto se pone interesante, dijo con sorna el vecino agarrándome por la cintura.
  • ¡David! ¡Sólo fueron unas fotos!
  • Ya... Pero estabas embarazada, a punto de parir... A punto de tenerme...
  • Lo hice... ¡Mierda! Ya te lo conté: ¡Estábamos en la puta ruina! ¡Por culpa del cabrón de tu padre!
  • ¡Joder, Lisa! ¡Qué familia más mona!
  • ¿Sabes qué dice papá?
  • ¿Qué dice tu papaíto? Era Lisa la que preguntaba bajándole el pantalón a mi hijo. Victor ya lo tenía bajado hacía un buen momento y se iba acariciando la polla.
  • Pues dice que ésta de aquí, mi querida madre, se corrió como una perra mientras se la follaba un hermoso pastor alemán...
  • Enseguida que te ví, con tus jóvenes sementales y tu cara de chica buena, me dije, ¿eh, Lisa?, me dije que eras una ramera de primera clase.

Lisa se levantó, se quitó la poca ropa que llevaba y se arrodilló delante de Víctor. Le molestaba la mesa y el televisor:

  • Andrés, apártame la mesa, por favor, que me habéis puesto muy perra. Le pidió metiéndose el rabo de Víctor en la boca y agarrando el de mi hijo con una mano.

Andrés hizo lo que su mujer le pedía. Después de retirar la mesa, se acercó a ella y le dijo:

  • Házcelo con las tetas, que éste la tiene de negro mandinga, jajaja.
  • Por lo que más quieras, Andrés...Te pido que no grabes nada, le supliqué sabedora que estaba perdiendo la partida.

Se giró y me miró con un brillo de depredador en sus ojos:

  • Puede... ¿Qué me ofreces a cambio?

Para qué voy a engañaros. A esas alturas yo ya estaba más caliente que una olla a presión a fuego vivo. Sólo de ver la paja cubana que la gorda le estaba procurando a mi nuevo semental y la cara de éxtasis profundo del chico...

  • Tú pide y yo te diré si te lo concedo...
  • Para empezar, dijo bajándose pantalón y calzoncillos, una buena mamada, delante de tu hijo...
  • Eres un hijo de la gran puta, Andrés. Respondí indignada pero aliviada al mismo tiempo: al menos no pretendía darme por el culo.
  • Cierto, mi madre no era precisamente una santa, pero no lo era tanto como tú, jajaja. ¿Qué me dices tú, David? ¿Te apetece ver como tu mami me la chupa? Ven, acércale ese taburete que hay ahí...

David se deshizo de la mano de la gorda que le machacaba la polla, se levantó y vino hacia nosotros con el taburete que le había pedido, con su hermoso rabo empinado. Me senté y Andrés me ofreció su sexo, corto y casi invisible entre la masa de pelos canosos que cubrían todos sus genitales.

  • Enséñame las tetas, querida. No, no...David...Tú quédate aquí, a mi lado.

Como veía que yo no hacía nada y que David estaba como a la expectativa, Andrés le ordenó que me bajara el vestido.

  • Mamá... David me miró con aire dubitativo. Le di un beso en la punta de su cipote:
  • Adelante, hijo. Démosle lo que quiere.

David deslizó los tirantes del vestido hacia abajo y me bajo el vestido a la vez que me acariciaba los pechos.

  • ¡Joder, cómo me ponéis!
  • ¡Hhhhiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! Lisa chillaba. Se acababa de empalar sobre la verga de Víctor.
  • ¡Cómo os ponemos, diría yo! Exclamé irónicamente.

Aproximé la boca al miembro de Andrés. Con dos dedos lo descapullé. Noté enseguida que no olía bien.

  • David, traéme una copa llena de champagne.
  • ¿A qué jugamos? ¡Chúpamela ya, so guarra!
  • ¡Oh, si, oh, si, oh siiiiii! ¡No pareeeeeeeeeessss! Berreaba la otra. Ladeé la cabeza y hasta casi me dio pena Víctor. El pobre tenía la suya entre el mamellamen de la gorda y apenas se movía. Era ella la que parecía que estuviera haciendo mayonesa y que su polla no era más que el mortero.

Mi hijo me tendió la copa. Agarré el prepucio de Andrés y lo sumergí dentro unos segundos. Al menos que la mamada tuviera el gustito del champagne. Acto seguido empecé a chupársela. No quise ofenderlo pero era, sin duda, el pene más pequeño de cuantos habia mamado en mi vida.

  • Hummmm...Lo sabía... Sabía que eras una puta maaaa...monaaaa. Joder, David ¡qué suerte tienes!
  • ¡Andreeeeeeees! ¡Me corrooooooooooooooooooooo!

Enardecido por los berridos de su gorda porno estrella de distribuidora de orgasmos, s.l., Andrés me agarró la cabeza y me hundió la polla hasta los huevos.

  • ¿Se la comes así, puta? No puedes verlo pero...Jaaaaaaaahhhhhmmmm...tu hijito se la está cascando.

A pesar de que su glande apenas llegaba al fondo de mi boca, me estaba apretando contra él con tal fuerza que no podía respirar. Le di dos o tres palmadas en el barrigón para que aflojara, pero todavía ejerció más presión.

  • ¡Suéltala, que la vas a ahogar! Le gritó David, empujándolo levemente.
  • Tranqui, chaval... Cómeme los huevos, un rato, venga.

Antes prefería morir ahogada que meterme esos huevos peludos en la boca, así que me volví a introducir en ella su mini pija, con una mano le así los cojones como si fuera el bulbo de un perro, con la otra, con las uñas clavadas en una de sus nalgas de gorila; así controlaba un poco la presión y me permitía tomar aire. Pareció gustarle. Ya no me agarraba la cabeza. Sólo le oía resoplar como a una ballena:

  • Fffffffffffffff ¡Toda una profesional! ¡Mmmmmmm! ¡Qué lenguaaaaaajjjjjjj!
  • ¡Mamááááhhhhhh!

Me deshicé del taburete, me puse de rodillas, me tomé los pechos con ambas manos, abrí la boca y saqué la lengua. Fue como un detonante para ambos:

  • ¡Ffffffffffffffffffffuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!
  • ¡Mamaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Joder con el Demis Roussos. Tuve que cerrar los ojos ante la potencia de sus lechazos. Y mi hijito no fue menos. Y eso que hacía pocas horas ya se había vaciado en mi cara. Y cuando ya me pensaba que el manantial de semen se había quedado seco, apareció Víctor, acompañado de “sweet slut”:

  • ¿Tú también, cielo?

Que poco hablador que era este chico, pero que ejemplo de vitalidad juvenil. Con sus manitas gordinflonas lo pajeó ante mi cara hasta que se corrió como el semental que era. Aunque esta vez procuré que el máximo posible de esperma fuera a parar a mi lengua.

Lo que vino a continuación no me lo esperaba. Lisa se arrodilló delante de mí y empezó a lamerme la cara, recogiendo con su suave lengua los restos de semen que aun no habían resbalado cuello abajo. Acto seguido, buscó con su lengua la mía y nos morreamos.

  • ¡Miradlas, chavales! ¡Dos perras en celo!

Todo el mundo se había corrido menos una servidora. Y ganas no me faltaban. Así que casi como un acto reflejo me llevé una mano a mi chochito y empecé a darle al clítoris mientras Lisa seguía lamiendo toda mi piel, toda la que tenía mancillada de lefa. Cuando se percató de mis trabajos manuales, detuvo sus lametones y me invitó a venir a la cama.

Y yo que me pensaba que la velada había llegado a su fin...

Continuará.