Mi hijo estudia bellas artes (2)

A veces las cosas entre una madre y un hijo ocurren sin que una quiera.

Recomiendo a quienes no hayan leído el primer relato de esta serie, que lo hagan para comprender éste.

Días después de escribir el primer relato se lo hice leer a mi hijo y le pedí que escribiera sus impresiones sobre aquella primera vez, de la cual han pasado ya dos años, a fin de saber qué sintió verdaderamente. Por lo tanto esta es una trascripción de lo que escribió Luis en un cuaderno y cuyo texto los reescribí yo, ya que él no lo hace muy bien:

Mi madre, Solita como le decimos en casa, incluido yo, me ha solicitado que escriba mis impresiones sobre la primera vez que tuvimos relaciones y sobre la forma en que llegamos a esa situación, que mantenemos aún hoy. He leído previamente su relato y voy a tratar de describir cómo ocurrieron las cosas, ya que mi madre ha incurrido en algunas imprecisiones, e incluso en algunas omisiones, conscientes o no.

Cuando le pedí que fuera mi modelo femenina para fotografiarla, realmente lo necesitaba para cubrir un trabajo para la facultad, pero sólo eran rostros. Yo inventé lo de los desnudos artísticos sólo para disfrutar de ver su cuerpo, al que sólo había visto en bikini o en raras ocasiones en ropa interior, dentro de la casa. Debo confesar que con mi juventud ella me erotizaba y siempre estaba presente en mis fantasías eróticas.

Cuando comenzamos con las sesiones fotográficas ella describe que ocultaba sus partes pudendas, pero debo desmentirla ya que sin exagerar siempre pude ver sus maravillosos pechos y su pubis, que sin depilar, se podía percibir que recortaba prolijamente su vello. Ella no lo notaba pero mis erecciones en esas oportunidades eran fenomenales y yo las disimulaba como podía. No me queda claro si ella las notaba o no. Ahora que lo pienso creo que sí las notaba. Después de cada sesión de fotos yo me masturbaba en mi habitación o me desquitaba con mi novia que nunca sospechó por qué, a veces me encontraba tan caliente. Ahora me entero que mi madre también lo hacía, después de las sesiones.

Aquella noche, cuando todo empezó, yo había procurado que Solita tomara más de la cuenta en la cena y para ser claro debo decir que estaba simplemente borracha. La noche era calurosa y ella sólo llevaba puesto un vestidito blanco, corto y liviano, cuya transparencia me permitía ver el color negro de su pequeña bombacha y apreciar que no llevaba corpiño como habitualmente lo hacía en casa. Ella tiene un rostro de una belleza algo tosca pero su cuerpo es el de una mujer joven y deseable y sus piernas son las más bellas que conozco. Esto no es una exageración. Yo he tenido algunas novias y he visto muchas mujeres desnudas pero como las piernas de mi madre no he visto nunca. Unos muslos torneados y sus bellas pantorrillas vuelven loco a cualquiera y en aquel verano había logrado un broceado que las hacían más bellas todavía.

Después de cenar nos habíamos reclinado en el sofá. Su vestido apenas cubría su bombacha dejando ver sus fantásticas piernas y con cierta transparencia, sus pechos, que sin ser abundantes, eran firmes y de grandes pezones. Ella reía por cualquier cosa, echaba su cabello lacio hacia atrás y yo llenaba nuevamente su copa. Cuando le propuse que hiciéramos algunas fotos, ella se negó, pero ante mi insistencia finalmente aceptó. Es ese momento mi intención era verla totalmente desnuda, tomarle algunas fotos y luego masturbarme en el laboratorio mientras las revelaba como lo hacía siempre. Pero las cosas siguieron otro curso.

Todos llamamos Solita a mi madre, ya que detesta su segundo nombre: Mabel. Ella dice que es un nombre de prostituta. De manera que cuando deseo que se enoje la llamo Mabel y ella protesta y me insulta, pero sólo es un juego entre nosotros. Esa noche yo preparé los reflectores, telones y sombrillas reflectoras en su habitación, mientras ella se daba una ducha. Cuando apareció con su bata entreabierta exhibiendo sus piernas bronceadas y su pelo mojado que sacudía distraídamente con una toalla, pensé qué bella era a pesar de su estado de ebriedad.

Comenzamos con algunas fotos jugando con su bata que pronto quedó en el suelo y ella desnuda sobre la alfombra de su dormitorio. Esa noche estaba más desinhibida que de costumbre y comencé a decirle que necesitaba que posara como una prostituta para lograr una mejor calidad de fotos. Cuando empecé a llamarla Mabel se transformó en una modelo erótica. Yo le pedía que ofreciera sus pechos a la cámara y ella lo hacía riéndose y tomándolos con ambas manos. Luego le pedía que abriera sus piernas y ella sin pudor mostraba su pubis echando su cabeza hacia atrás. Hacía mohines con su rostro y adoptaba poses que seguramente practicaba en sus clases de yoga. Era una delicia para los ojos. Mi calentura podía verse en el bulto que mis pantalones cortos ya no podían disimular y me pareció ver que ella fijaba sus ojos en esa parte de mi cuerpo, por lo que me propuse no ocultar el bulto y mostrárselo sin disimulo a punto de reventar el pequeño short que llevaba.

Entonces sucedió. Se cortó la luz y mi madre se asustó ya que teme a la oscuridad. Pude sentir la batahola de uno de los reflectores cayendo al suelo y a mi madre gritar. Tanteando en la oscuridad llegué hasta ella y cuando toqué su brazo no pude evitar tocar sus pechos suaves. Como ella se quejaba de dolor no parecía advertirlo así que pasé mis manos por sus muslos, aquellos que admiraba en secreto. La levanté y la puse sobre la cama. Ella se fue calmando mientras yo acariciaba su rostro y en un minuto ya nos estábamos riendo en la oscuridad, del tonto accidente. Yo me aparté y quedamos en silencio.

Mi calentura era desbordante así que sólo para calmarme saqué mi miembro por la pierna del pantalón y comencé a masturbarme. Pensaba que si retornaba la electricidad ella podría verme, pero eso en vez de atemorizarme sólo me excitaba más. De pronto sentí su mano en mi pecho y ella se volvió hacia mí apretando su cuerpo al mío. Yo sentía sus pechos y cómo mi pene erecto se apoyaba entre sus piernas. Cuando su pequeña mano tomó mi pene endurecido pensé que eyacularía sin más, pero me contuve y ya sin saber lo que hacía la besé largamente en la boca recorriendo con mis manos su espalda y luego sus nalgas. Ella se apartó un momento y bajé hasta sus pechos lamiendo y chupando sus pezones mientras mi mano se internó en su húmedo pubis. Entonces me empujó y sin proferir palabra se sentó sobre mí. Yo trataba de penetrarla pero ella no lo hacía posible hasta que en un descuido suyo le introduje mi miembro de un solo empellón.

Nunca había sentido tal sensación con mujer alguna. Su vagina parecía que estaba llena de crema, cálida y apretada. Mi pene se deslizaba sin dificultad alguna en su interior y ella se movía como una loca sobre mí mientras refregaba sus pechos sobre mi cara. Yo sorbía algún pezón cuando podía pero su movimiento era tan intenso que enseguida lo perdía. Esto duró sólo algunos minutos. Entonces mi madre tuvo un orgasmo como nunca vi. Comenzó a expulsar un líquido abundante por su vagina que nos mojó totalmente a ambos, mientras gemía, contraía los músculos de sus piernas y un temblor sacudía su cuerpo. Fue demasiado para mí. Mi leche salió a borbotones en un orgasmo interminable, mientras le comía un pezón y con un dedo le masajeba el ano. Luego nos fuimos quedando quietos en medio de un charco sobre las sábanas mojadas

La luz no volvió esa noche.