Mi Hijo Dentro de Mis Entrañas

Una madre cumple su fantasía, y la de su hijo.

Mi nombre es María Sofía, tengo 35 años, soy psicóloga, estoy casada, y tengo 2 hermosos hijos. Hace unos días, mientras realizaba una tesis, me llegó un correo un poco increíble para mí, con un asunto un poco inusual que decía: “No me juzgues”. Abrí él correo al instante, y para mí sorpresa contenía la foto de mi vecina, con la cuál mantenía poca interacción, por no decir nula. Seguido de su foto había un texto, en dónde me felicitaba por mis relatos, y confesaba, lo mucho que le excitaban; pero mi mayor sorpresa llegó cuando me dijo que me quería relatar su historia, pero me pedía discreción. Rápidamente accedí, cerré la puerta de mi oficina con llave, trate de ponerme cómoda mientras mi respiración se agitaba y comencé a leer, con mucho calor invadiendo mi cuerpo.

Jueves 21 de Mayo de 2020, 02:17 PM Maribel S. Escribió: mabel02****@gmail.com

Mi nombre es Maribel, tengo 43 años, soy bajita, como 1,64cm. Tengo cabello rubio oscuro y rizado, soy delgada, tetas medianas, y un gran y hermoso culo, según me han dicho; soy directora de una escuela, Estoy divorciada desde hace 10 años, y tengo un hijo muy bien dado, y guapetón de 21 años; su nombre es Diego. Después de mi divorcio, comencé a salir con otras personas, que siempre terminaron siendo unos cretinos, incluso en algún momento consideré ser lesbiana, pero luego se me pasó. Así fue cómo empecé a ver pornografía para sacarme la tensión de mis días malos, hasta que un día cambié el rumbo sin darme cuenta; comencé a leer relatos eróticos, especialmente de incesto. Lo que sirvió como un detonante para comenzar a ver a Diego como un macho fértil, pero siempre se quedó en algo controlable. Debido a mi trabajo, el gimnasio, su universidad, y la natación de mi hijo, era raro coincidir en casa, así que yo comencé a aprovechar el tiempo que tenía pará mi sola; comencé a comprar plátanos y pepinos en el supermercado, y cuando lo necesitaba, fantaseaba con mi hijo; esa fue la rutina durante varios meses.

Hasta que un día, toda está situación mundial se agravó en nuestro país. Cerraron universidades, gimnasios, escuelas y demás. Y por primera vez en mucho tiempo, Diego y yo volvimos a coincidir muchas horas en casa, lo cual me agradaba, pero a la vez me incomodaba algunas veces, debido a mis pulsiones que reprimía durante todo el día.

Una mañana, recuerdo que yo estaba semidesnuda, con una tanga, un top, y una bata entre abierta, en una pose expuesta, cambiando el agua del perro, y mi hijo entró a la cocina, dónde no dudó en saludarme con una palmada en mi culo; situación que me excitó de inmediato y me sorprendió de sobremanera, tanto fue así, que deje caer el agua al piso y pegué un brincó de forma automática. El pobre de Diego se disculpo medio segundo despues, mientras cambiaba de color, pues era la primera vez que me manoseaba en toda la vida. Mi hijo trató de explicar la situación, de inmediato, lo ví a los ojos, y traté de tranquilizarlo, al mismo tiempo que notaba su enorme erección debajo de su pijama, así que sin decir nada lo calme dándole un pequeño beso en los labios como en agradecimiento, a lo que él le sorprendió. Cómo mujer entendía que el confinamiento estaba haciendo estragos en todos nosotros, y necesitábamos aplacar muestra energía sexual como fuera posible, pero a la vez me sentía insegura de querer hacerlo.

Acto seguido, subí a darme una ducha un poco confundida; comencé a acariciar mi clítoris, mientras sentía caer el agua sobre mi desnudo cuerpo. Pronto saque fuerza de algún lado y me detuve por completo, algo en mi me decía que tenía que guardar energía, por cualquier cosa. Cuando salí, me coloque, un pantalón blanco ajustado dónde sobresalía mi grandes nalgas, y una tanga negra de encajé que se adornaba por debajo de mis Jeans, me coloque una sostén muy ajustado y una blusa muy escotada dónde se notaban gran parte de mis senos pecosos. No tardé en hacer el desayuno, pará los dos, mientras que veía a Diego observar mi tanga; pronto nos sentamos en la mesa, y traté de buscar un tema de conversación como lo hacíamos antes, y trataba de actuar normal; aunque por dentro me devoraba el pensamiento sintiendo su carne tocar mi cuerpo. Cuando terminamos de desayunar, Diego recogió todo lo que habíamos utilizado, lo llevo al lavaplatos; yo me quedé lejos de él contemplando su gran cuerpo atlético; mi libido se despertó y comencé a sentir mi humedad, y sin dudar me acerque a mi hijo y lo abrace por detrás de forma tierna, aunque mi vagina ya me palpitaba con gran tensión. Diego colocó sus manos sobre las mías, y estiró su cuello cómo queriendo darme un beso, yo afloje mis brazos, para permitir que volteara, Diego me abrazo de frente, y de inmediato sentí su bulto erecto arriba de mi ombligo, por lo alto. Sabía que era la pauta con la qué fantaseaba muchas veces, lo ví a los ojos, su respiración se agudizó y mi piel se erizó, Nuestras bocas temblaron y nuestros labios se juntaron, mis ojos se cerraron y disfrute del aliento de mi hijo, mientras olvidaba que era el hombre que había procreando. Su lengua se entrelazaba con la mía, mientras sus manos apretaban mis nalgas y desabrochaba mi pantalón.

Rápidamente, me empujó hacia el fregadero, el se posicionó detrás de mi, bajo mi pantalón muy rápido y me dio varias nalgadas, algo que me excitó muchísimo. Me tomo del cuello dejándome sentir el grosor de su pene en mi gran culo, al mismo tiempo que nos besábamos e introducía su mano sobre mi tanga y otra desacomodando mi sostén, evidenciando mis fluidos, aunque un poco incomodos por la posición. Con gran esfuerzo me logre soltar y con descaro le desabroché el pantalón, y le baje el bóxer; y volví a ver ese enorme pene, que por años dejé de ver y que ahora desconocía, por su tamaño y grosor parecía increíble, y con gran afán lo llevé a mi boca, recorriendo todos los rincones de mi garganta con su miembro; de reojo veía a mi hijo disfrutar de su madre, y con mi lengua recorría el glande, mientras Diego me halaba el cabello. Pronto me detuve, y de la mano lo lleve al sofá de la sala. El no tardó en sacarme el pantalón y la tanga, se sentó en el sofá, y yo me pare literalmente sobre el, con las piernas abiertas, colocando mi sexo en su cara y dejando que disfrutará el néctar de su madre.

Su lengua se esparcía por toda mi vulva de forma muy amplia, y mi clítoris estaba muy hidratado, mi cuerpo se tensaba, mis manos comenzaron a apretar el borde del sofá, y al mismo tiempo restregaba mi sexo en su cara, mis manos detenían mi rostro, mientras me sacaba mi blusa y mis fluidos se derramaron y toda la tensión deliciosa se apoderó de mi cuerpo que pronto cayó desplomado. Diego trató de soltarse, pero solo provocó un hermoso 69 a lo que inmediatamente reaccionamos, aunque no tardamos mucho.

Yo era consiente de que talvez estaba cometiendo la locura más grande de mi vida, pero también la más hermosa y satisfactoria que existe. Pronto nos levantamos, y de inmediato nos entendimos, Diego se sentó en el sofá y yo me puse de cuclillas sobre el, y con mis manos conduje su falo a la entrada de mi vagina, di unos pequeños saltos sobre su miembro, y luego con mucho ímpetu, deje caer mi cuerpo entero; mis ojos se entreabrieron al momento que me iba sentando sobre su verga, y mi resopló terminó sobre el rostro de mi hijo mientras sus 16 cm. Se deslizaban hasta mi útero. Sin permitirle a mi cuerpo relajación comencé a botar sobre la verga de Diego mientras Diego se regocijaba sintiendo mis cavidad. No tardó en desabrochar mi sostén, al mismo tiempo que yo lo despojaba de su camisa, y mientras su pene se sumergía en la vasija de su madre, nuestros cuerpos se rozaban, y Diego comenzó a querer saborear mis tetas con su lengua a lo que no tardé en acercar con mis manos, cómo si lo estuviera amamantado de nuevo.

Después de unos minutos, me levanté, y mientras Diego se levantaba para cambiar de posición, hizo el típico movimiento con sus manos para masturbarse, como para no perder erección. Yo me coloque en el sofá a cuatro patas con mi culo levantado y muy mojada y dejé a su elección mi orificio, pero creo que aún es muy joven y sin pensarlo y muy tiernamente se inclinó por mi vagina, separé un poco más mis piernas y dejé todo mi cuerpo hacia delante, Diego no tardó en nalguearme, acción que me puso como cerda nuevamente. Colocó su pene en mi vagina y cuando menos lo espere, entró con mucha profundidad pero con mucha ternura, sus embestidas se fueron acelerando, al ritmo del bote de mis tetas. Mi vagina cada vez derramaba más jugó, y los testículos de mi hijo chocaban en mis nalgas, lo que provocaba en mi, el sentimiento de una verdadera perra fértil, copulando con su verdadero macho sediento de lujuria. Pronto el sonido era hueco por mis fluidos, Diego comenzó a halar mi cabellera, mi cuerpo se comenzó a inundar de éxtasis, la tensión en mi vagina me hacía lubricar y poco a poco mis sollozos se fueron acrecentando, la electricidad más placentera se apoderó de mi cuerpo, y mis ojos se perdieron en la realidad, al sentir la descarga de esperma de mi hijo rellenando mi vagina y prolongando mi orgasmo, al sentir los borbotones de leche caliente con los que mi propio hijo se encargaba de nutrir las entrañas de su madre.

El cuerpo de Diego cayó sobre mi espalda; aún podía sentir la verga de mi hijo palpitar dentro de mi; segundos después me desplome sobre el sofá y nos volvimos a besar, pues el incesto estaba consumado y juramos que sería nuestro secreto. Desde ese día no he parado de hacer el amor con mi hijo. Dicen que el amor de una madre es el verdadero, y yo lo he comprobado al entregárselo a mi hijo, y aunque pará muchos sea una aberración para mí es una relación de pureza.

Dicho esto, Maribel me confesó que sabía muy bien quien era yo, y me pidió, que guardará muy bien su secreto, y ella guardaría de los míos.

Con amor, a mi hermosa amiga, y confidente, Maribel S.