Mi hija Sofía. 1
Era un domingo por la mañana y mi esposa y yo estábamos especiamente traviesos y juguetones. Nos acariciábamos desnudos bajo las sábanas, cuando nuestra hija Sofía entró en la habitación para acostarse con nosotros, como hacía muchos domingos.
Era un domingo por la mañana y mi esposa y yo estábamos especiamente traviesos y juguetones.
Nos acariciábamos desnudos bajo las sábanas, cuando nuestra hija Sofía entró en la habitación para acostarse con nosotros, como hacía muchos domingos.
Se echó en la cama al lado de su madre y también se echó la sábana encima de su cuerpo.
Mi esposa siguió acariciándome el miembro bajo las sábanas y yo la miré sonriente diciéndome con la mirada que ya no estábamos solos, que estaba nuestra hija también.
Acercó su boca a mi oreja y me susurró:
– ¿Quieres que lo hagamos hoy?
– Lo que tu quieras – le respondí.
Mi esposa es muy morbosa y me confesó cuando nos conocimos, que una de sus fantasías era tener sexo en grupo con sus hijos, cuando los tuviera y ser ella la que los iniciara en el sexo. Lo que acababa de proponerme era justamente eso, que hiciéramos sexo los tres juntos.
Mi esposa retiró poco a poco la sábana que nos cubría y siguió acariciándome el pene erecto, para que Sofía lo viera.
La niña no dijo nada, tan solo observaba atentamente lo que su madre me hacía subiendo y bajando la mano por mi miembro, haciendo que mi glande apareciera y se ocultara bajo la piel del prepucio.
Le indicó que se fuera al otro lado de la cama, con lo que yo quedé en medio de las dos. Después tomó la mano de Sofía y la llevó hasta mi pene y sujetándola en él, empezó a subirla y bajarla y Sofía, lejos de intentar retirar su mano de mi miembro, dejó que su madre la guiara en esos movimientos acompasados sobre mi pene.
Mi esposa retiró su mano y le dijo a Sofía que siguiera ella sola, cosa que mi hija hizo, con más curiosidad que destreza.
Sofía siguió meneándomela despacio arriba y abajo hasta que su madre se inclinó de repente sobre mi y se metió mi polla en la boca, cosa que sorprendió a mi hija, aunque no por eso soltó mi pene.
Estuvo dándome chupetones mientras Sofía mantenía agarrada mi verga hasta que se retiró y dijo a la niña:
– Chúpala tu ahora, verás como te gusta y además le dará gustito a papá.
Nuestra hija, no sin cierto reparo, se inclinó sobre mi miembro y tímidamente se introdujo el glande en la boca, quedándose quieta en esa posición.
– Pero no te quedes quieta, chúpala como yo – le dijo su madre.
Sofía empezó a chupármela como su madre le dijo, causándome un morbo tremendo ver a mi hija mamarme la polla.
Al poco se le unió su madre y eran las dos al unísono las que me lamían y chupaban.
– Que gustazo, chicas. Si seguís así me voy a correr – les dije.
Al oírme, mi esposa levantó la cabeza y exclamó:
– No te corras todavía que nos tienes que follar.
– ¿A Sofía también? – pregunté.
– Claro que sí. A ella sobre todo. Tiene que aprender.
– Pero es virgen y puedo hacerle daño – añadí mirando a mi niña que se afanaba en meterse mi verga en la boca.
– Pues no la desvirgues, métele sólo la cabeza, así sabrá lo que se siente con una polla dentro del chichi.
Yo soy morboso, pero mi esposa lo es aún más y era evidente que la excitaba la idea de verme follar a nuestra hija.
Se echó boca arriba en la cama y separó las piernas diciéndome:
– Cómemelo que estoy muy caliente.
Me incliné frente a ella y empecé a comerle el coño mientras gemía y decía lo mucho que le gustaba.
Sofía nos observaba atenta sin perder detalle de lo que hacíamos.
Al rato mi esposa dijo:
– Sofía, quítate las bragas y échate para que tu padre te chupe el chichi a ti también.
Sofía se quitó las braguitas y se echó en la cama dejando las piernas separadas. Yo me puse a lamerle el chocho sintiendo en la punta de mi lengua su clítoris erecto, señal de que ella también estaba excitada.
– ¿Te da gustito lo que te hace papá? – le preguntó mi esposa.
– Sí – respondió Sofía.
Yo seguí comiéndole el coñito a mi hija mientras mi esposa me agarró la verga y se puso a mamármela.
Sofía estaba cada vez más excitada y cabía la posibilidad que se corriera, por eso mi esposa me dijo que la follara a ella para que la niña viera como se la metía.
Me puse encima de mi esposa y ella agarró mi verga poniéndosela en la entrada de su vagina.
– Sofía, acércate y mira como me folla papá y me mete el pene en el chichi, así te lo va a hacer a ti también – dijo mi esposa.
Cuando Sofía se hubo colocado para no perderse detalle, empujé suavemente y mi miembro desapareció dentro del coño de mi esposa. Me quedé un instante dentro de ella para seguidamente sacárselo, hasta que la punta quedó tocando sus labios y empujar de nuevo volviéndoselo a enterrar en el coño.
De esta manera inicié un mete saca lento y pausado para que Sofía no perdiera detalle, haciendo que mi esposa gimiera de placer y diera pequeños grititos diciendo lo mucho que le gustaba que la follara y el tremendo placer que sentía.
Seguí follando a mi esposa hasta que se corrió entre gemidos, quedándome quieto dentro de ella mientras me decía:
– No te corras, guarda tu leche para Sofía.
– Sofía ¿Quieres que papá te lo haga a ti? – le preguntó a la niña.
– Bueno – respondió mi hija con una voz que denotaba la excitación que tenía.
Mi esposa me dijo que me apartara e indicó a Sofía que se echara en medio de la cama y abriera las piernas. Sofía así lo hizo y mi esposa se inclinó sobre ella y con los dedos de ambas manos le separó y abrió los labios dejando su vulva al descubierto.
– Mira que preciosidad de chochito. Anda, fóllatelo y échale tu simiente dentro – me dijo.
Me sorprendió ver el chichi de Sofía por dentro. Su madre lo mantenía abierto y se apreciaba que su vulva era lo suficientemente profunda para meterle mi glande sin necesidad de desvirgarla. Al fondo se veía el himen perforado por un agujero en el centro y su clítoris, brillante e hinchado, asomaba tímidamente bajo el capuchón que lo cubría.
Me puse encima de ella sujetándome con los brazos, mi esposa me agarró la polla con una mano, mientras con la otra mantenía abierto el coñito de Sofía y puso la punta tocando sus labios, diciéndome:
– Métesela ya.
Empujé despacio y mi glande penetró suavemente su chochito hasta que sentí el tope del himen, quedándome quieto con mi verga dentro.
– Sofía, ya tienes dentro del chichi el pene de papá ¿te gusta? – le preguntó mi esposa.
Ella no dijo nada, tan sólo asintió con la cabeza.
Se lo saqué lentamente y volví a empujar hasta que mi cipote desapareció de nuevo dentro del chochito de mi hija, mientras mi esposa seguía sujetándome la verga para que siguiera el camino correcto.
– Sofía, ¿Notas como entra? – le pregunté.
– Sí – respondió ella con la voz apagada.
– ¿Te hago daño?
– No, me da gustito – contestó.
Me encantó que a mi niña le gustara follar conmigo y tener mi verga dentro.
Estuvimos así un ratito, metiendo y sacando mi glande del coñito de Sofía hasta que mi esposa dirigió mi verga al clítoris y me dijo que la frotara contra él para que Sofía se corriera, pues la niña estaba ya muy excitada y necesitaba llegar al orgasmo.
Así lo hice, y empecé a frotar mi verga a lo largo de su rajita entre los labios hasta el cítoris y fue entonces cuando Sofía empezó a mover su culito saliendo al encuentro de mi miembro para que el frote fuera más intenso, demostrando con ello que le gustaba lo que hacíamos.
Mi esposa y yo nos miramos complacidos al ver que Sofía tomaba parte activa y buscaba su placer. Por eso soltó mi miembro y le dijo a la niña:
– Sofía, coge tu el pene y así te frotas donde más gustito te de.
Sofía no se hizo de rogar. Agarró mi miembro con las dos manos y comenzó a frotarse el clítoris con él a la par que movía el culito, haciendo que su chochito saliera al encuentro de mi polla.
Estuvimos así un rato masturbándonos Sofía y yo, frotando nuestros sexos, mientras mi esposa nos observaba excitada diciéndome que le llenara el coño de leche.
Yo ya estaba a punto de correrme, pero me aguantaba esperando que Sofía se corriera primero, aunque no sabía si podría hacerlo, pues era muy intenso el placer que sentía frotando mi glande con el clítoris de mi hija.
De pronto a Sofía se le escapó un gemido y oprimió mi verga apretándola fuertemente sobre su coñito mientras yo me movía haciendo que mi frenillo resbalara sobre su rajita y su botoncito.
Su cuerpo se estremeció y un intenso orgasmo la invadió haciéndola estremecerse de los pies a la cabeza a la par que yo frotaba con fuerza mi verga contra su coño.
– Me voy a correr ya – exclamé.
– Échale la leche dentro – dijo mi esposa.
Dejé de frotar mi miembro contra su clítoris, puse la cabeza entre sus labios y empujé, sintiendo como mi polla entraba en su vulva hasta que hice tope contra su himen.
Aflojé la presión y volví a empujar dos o tres veces para sentir el roce de su coñito en mi glande y cuando sentí que ya me corría, empujé aún más fuerte sintiendo como mi leche se desbordaba dentro de ella.
Cuando acabé de correrme miré hacia abajo y vi su pubis y clítoris cubiertos de semen y cuando saqué mi polla de su chochito, su rajita también rezumó leche.
– Esto no se puede desperdiciar – dijo mi esposa a la vez que se inclinaba sobre Sofía y lamía el semen que cubría su sexo.
Tengo que aclarar que a mi esposa le gustaba que me corriera en su boca y jugar con mi leche para acabar tragándola.
Yo seguía de rodillas frente a mi hija y mi esposa me agarró la verga y presionó por abajo desde los testículos hasta el glande, haciendo que aparecieran en la punta los restos de semen que había en mi polla.
– Sofía, chúpala y prueba la leche de papá, a ver si te gusta tanto como a mi – le dijo mi esposa a la niña.
Mi hija acercó su boca a mi miembro y se lo metió en la boca chupándolo y saboreando mi semen, cosa que no pareció desagradarle, mientras su madre le decía:
– ¿A que te gusta? Papá te va a dar mucha leche para que te la tragues y te de mucho gustito en el chichi.
Sofía, sonriente, asintió con la cabeza mientras miraba como su madre me chupaba la verga.
Mi esposa le indicó a Sofía que se recostara en la cama y abriera las piernas y entonces le abrió el coñito con las manos.
– Ven y mira esto – me dijo.
Me acerqué a ver que era lo que quería que viera, pues pensé que había empujado demasiado y la había desvirgado sin querer. Pero no fue así, con su coño totalmente abierto vi mi semen fluir lentamente del agujero del himen.
– Te la has follado bien follada. Que puntería has tenido. Le has echado tu corrida dentro por el agujerito y parece que le ha llegado hasta el fondo, porque no deja de salirle leche. Le has echado tu simiente bien dentro, seguro que le ha llegado a los ovarios.
– Lo que hice fue presionar la polla para meterla lo más posible. Mi agujero debió quedar pegado al suyo y mis chorros entraron en su vagina. Me da mucho morbo pensar que Sofía lleva mi leche en su coñito y que mis espermatozoides se mueven dentro de su matriz.
Mi esposa se inclinó sobre la niña y lamió su rajita recogiendo el semen que había salido.
– Ahora hay que dejar el chichi cerradito para que no se salga la leche y se la beba toda – dijo mi esposa, a la par que soltaba los labios de Sofía y se cerraba su rajita.
– ¿Te gusta tener la leche de papá en el chochito o prefieres que te limpie? – le preguntó.
– No me molesta tener la leche dentro.
– Sofía ¿Te han gustado las cosas que hemos hecho con papá? – le preguntó mi esposa a la niña.
– Sí, me lo he pasado muy bien.
– Pues no lo cuentes a nadie, tiene que ser nuestro secreto. Haremos muchas más cositas que también te van a gustar, pero no se tiene que enterar nadie ¿Lo prometes?
– Lo prometo mamá, no se lo diré a nadie.