Mi hija, mi pasión
La lujuria que en él provocaba su hija, lo cnvirtio en un esclavo de los fetiches, es un relato 100% real, nada se cambió o invento.
Mi hija, mi pasión
Algún día tendría que contarlo, el cogerme a mí hija, es una de las más fuertes emociones de mi vida, ella es mí hija y es toda una mujer.
Desde el día que me entere que tenía una relación lésbica, deje de verla como una niña, la empecé a ver como toda una mujer, bella como su madre, con unas nalguitas preciosas, una piernas fuertes y torneadas, y unas pequeñas, muy pequeñas chichitas.
Todo cambio, desde ese día, buscaba cada momento para verla, en el baño entraba de improviso para verla orinar o medio desnuda, la espiaba cuando estaba dormida, con la esperanza de verla desnuda, revisaba su ropa interior, buscando la que se acababa de quitar, para con ella, para poder masturbarme y llenar de leche esas tanguitas.
Nunca dijo nada, si sospecho las reacciones que en mí provocaba, nunca lo externo, pasaron meses con ese juego perverso, era tan enajenante pensar en tenerla en mis brazos, poder penetrarla y venirme dentro de ella, que me tenía que masturbar a diario; las veces que logre verla orinando, o en calzoncitos, la calentura que me provocaba, me llevaba a pajearme no menos de dos veces.
Era una pasión sin control y nunca era correspondida, compre lencería, que le regale con el pretexto que era para un negocio, acepto modelar para mí, por algún momento creí encontrar lujuria en sus ojos, pero solo era por el negocio y porque le ofrecí dinero para el fin de semana.
Desde ese día no pude verla más como mí hija, era una mujer a la que tenía que poseer, la vida tiene sorpresas; un fin de semana, en que mi esposa, estaba de viaje de negocios, la casa era solo para mí; ella, mi pasión, mí hija, salió a bailar con su pareja.
Claro que aproveche, el encontrarme solo en casa, revise todos sus pertenencias, encontré un pequeño diario, que al abrirlo y leerlo me provoco una calentura incontrolable, en ella narraba todas las noches de pasión y sexo lésbico que tenía con su novia y con otras mujeres; aunado a ello, encontré sus tangas sucias con el perfume de su sexo, eso me llevo a uno de los momentos de lujuria más descarados de mí vida, no me importo dejar restos de mi semen en todo su cuarto, en su almohada, en su ropa interior, en sus sabanas, me excitaba pensar en ella haciendo el amor y no podía dejar de masturbarme dos, tres, cinco veces, estaba exhausto, tenía que dormir
En la madrugada, no supe la hora en que llego, ni cuando entro a mí cuarto, me desperté al sentir alguien dentro de mí cama, cuando le pregunte que pasaba, me contesto que se había peleado con su novia y que estaba ebria a más no poder, que tenía que dormir conmigo para que la cuidara, en ese momento note que se encontraba semi desnuda, sin pantalón, sin sostén, tan solo en unas pequeñas tanguitas y con una blusa de seda, le pregunte que tanto había tomado y no contesto más, estaba completamente ebria, en la más grande inconciencia del sopor alcohólico, ¡era mía para toda la noche!
Era el momento que jamás pensé, siempre CREI que de alguna manera podría lograr que ella aceptara hacer el amor conmigo, pero ni en mis más locas calenturas alucine poder aprovecharme de ella estando completamente borracha, era el momento y lo aproveche.
Poco a poco le quite esa blusa hermosa, desabrochando los botones uno por uno, encontrando esas pequeñas chichitas que siempre quise tener entre mis manos, poder besarlas, pellizcarlas, ver como se levantaban esos pezones rositas y pequeños, mamarlos y darles una pequeñas mordidas, era el paraíso, pude acariciarla toda desde la punta de sus dedos hasta sus oídos, me deleite besando todo su cuerpo, los pies, mamando todo lo ese cuerpo de mujer, de mí hija, pude besarla introduciendo mi lengua, mis dedos, babeando dentro de su boca toda la saliva que el tenerla me provocaba, al retirarle lentamente su calzoncitos, hermosos, con los que yo me masturbaba, encontré su panchita sin excitar, pero no me importo, podía besar su clítoris, mamar sus labios, introducir mi lengua dentro de su vagina, buscar la entrada de sus matriz con mis dedos, pude hacer con ella todo, me arrepentía en ese momento de haberme venido tantas veces en su cuarto pero no importaba, la hice mía, metiéndole todo mi pene, hasta el fondo, gozando, era el máximo placer.
La deje después de venirme un par de veces, la vestí, la arrope como buen padre y al otro día la regañe por la manera en que llego a casa, pero es mí consentida y prometí no decirle nada a su madre, claro el secreto es mayor de lo que ella supone.