Mi hija, mi amor: del desamor nace nuestro amor
La amaba como a una hija, y cada vez la amaba más como mujer, si hubiese podido habría borrado esos pensamientos de mi mente, pero no podía, y cada vez iban a más.
MI HIJA, MI AMOR: del desamor nace nuestro amor
Que puedo decir de mi vida, es aburrida y con pocas emociones, siempre estoy trabajando, y cuando llego a casa lo único que me apetece es descansar de la larga jornada. Mis hijos y mi mujer son lo que más quiero en esta vida, sin ellos no sería nadie. Tengo una mujer magnífica, además de ser muy buena amiga, lo que nos hace tener una relación casi perfecta, a pesar de que tiene pocos deseos sexuales, las pocas veces que hacemos el amor es algo intenso y maravilloso.
Tengo dos hijos, un hijo de 23 años, Sergio, y una hija de 18 años que se llama Sandra. Mi hijo tiene cierto parecido a mí, y mi hija es igual de bella o más que su madre. Siempre ha despertado envidias entre sus compañeras y amigas, y enamoramientos entre sus compañeros, pero a pesar de ello es una persona cercana, cariñosa y absolutamente nada creída.
La situación que voy a relatar es bastante reciente, y mantengo los recuerdos claramente, los mantendré el resto de mi vida. Escribo esto como medio de escape, me gusta escribir las cosas importantes de mi vida.
Debido a una lesión en mi codo, me redujeron la jornada laboral, con lo que pasaba más tiempo en casa, aunque lo único que hacia era tumbarme en el sofá a ver la tele, películas, series, operas,... todo lo que ponían. Un día me había quedado dormido en el sofá viendo la tele, como solía hacer a menudo, se acercó mi hija con una manta y me la echó por encima para taparme, al notarla me desperté ligeramente, la ví allí a mi lado, y abrí los ojos como platos. Iba vestida de una manera muy sexy, con una falda cortísima y un escote más que generoso, además de ir maquillada más de lo normal. Le pregunté a donde iba así, y me dijo que iba a salir con sus amigas, que no me preocupara que tendría cuidado y no bebería alcohol. Le dije si tenia novio, y ella se sentó un momento a mi lado. Me dijo que no, pero que me iba a confesar que había un chico que le gustaba mucho, y que esperaba que se fijase en ella, porque sabía donde iba a estar esa noche, me dijo que estaba muy nerviosa. Le dí un beso y le dije que llegaría tarde si no se daba prisa con la mejor de mis sonrisas. Pero por dentro estaba bastante jodido, me entraron unos celos extraños que no me dejaron volver a dormirme.
Estuve durante horas tumbado, pensando en mi hija, y en ese tipo, y me ponía enfermo de imaginar a ese tío, haciéndose el chulo para ligar con mi hija, intentando no fijarse en ella para atraerla como las abejas a la miel. Cuando estaba claro que si no era gay se habría fijado en ella como hacían todos los demás. Mientras estaba absorto en mis pensamientos y refunfuñando para mí mismo, mi mujer dormía placidamente con toda la cama de matrimonio para ella sola, y mi hijo estaría durmiendo o jugando a la consola en su habitación. En ese momento llegó mi hija, me levanté y me acerqué a ella para darle un beso, traía una cara bastante triste, cuando le pregunté que tal estaba y le dí un beso, en ese momento rompió a llorar de manera suave y comedida. La abracé intentando calmarla, sollozaba y me abrazaba con fuerza, como con rabia y decepción desbordada. Intenté relajarla diciéndole cosas y besando su cabeza, que mantenía con fuerza sobre mi hombro.
Cuando estuvo más calmada, le dije que se sentara conmigo y me contara que había pasado, fuí a por unos pañuelos y un vaso de agua, le limpié un poco la cara de maquillaje, que se había corrido debido a sus lágrimas. Más tranquila empezó a hablarme, me contó que había estado con sus amigas, divirtiéndose, esperando a que apareciera aquel chico que le gustaba tanto, cuando apareció me dijo que se emocionó mucho, estaba nerviosa, y esperando a que él se fijara en ella, y se acercara a hablarle. Pero esperó y esperó, el chico se divertía con sus amigos, y ellas se divertían, menos mi hija que estaba expectante. En un momento de la noche vió al chico hablar por el móvil, y al rato llegó una chica, que se acercó a él y se besaron durante un largo rato. Mi hija se quedó paralizada, decepcionada, con el corazón roto, y alguna lágrima empezó a brotar de sus ojos, salió corriendo del lugar sin despedirse de sus amigas, y fue hasta casa, lo más rápido que pudo, dejando atrás lo que había visto. Mientras lo recordaba y me lo contaba volvía a llorar. La volví a consolar, le decía que era una de las mujeres más guapas que había visto en mi vida, y que si aquel tío no sabia apreciarla no la merecía, que ya encontraría a alguien mejor que la quisiera más de lo que ella puede querer. Ella me miraba a los ojos agradeciendo mis palabras aunque sabía que la herida que tenía tardaría en cicatrizar.
Le preparé una tila y después de tomársela se quedó sentada a mi lado, con su cabeza apoyada en mi pecho, mientras le acariciaba el pelo, poco a poco se fue quedando dormida, y yo también. Aunque me desperté al rato, y ella seguía a mi lado, más profundamente dormida. La cogí en brazos y subí a su cuarto para acostarla en la cama. Al llegar a la cama me dí cuenta de que tenía que despertarla para que se pusiese el pijama, pero me dió pena despertarla y que volviesen a su mente los recuerdos que no la dejarían dormir. La tumbé en la cama y empecé a buscar el pijama, en el momento en el que lo encontré caí en la cuenta de que tenía que desnudarla yo, y la verdad es que me dió mucho corte, intenté hacerlo de la manera más rápida que pude, y evitando mirarla, aunque a veces era muy difícil y no podía evitar que mi mirada se parase sobre ciertas zonas. Le puse el pijama, la tapé con la sabana y la manta y le dí un beso en la frente.
Me fuí a dormir yo también, me metí en la cama y no pude aguantar acercarme mucho a mi mujer y empezar a tocarla y a besarla hasta que despertó e hicimos el amor. Al terminar me sentí un poco mal porque mi mente no había estado en lo que estaba haciendo en esa cama durante todo el acto.
Día tras día ella se iba animando cada vez más, mientras que yo estaba cada vez más desesperado, de los celos iniciales había pasado a ver a mi hija como una mujer, a pesar de que hacía todo lo posible para alejar esos pensamientos de mí, no podía evitarlos y me atormentaban. La amaba como a una hija, y cada vez la amaba más como mujer, si hubiese podido habría borrado esos pensamientos de mi mente, pero no podía, y cada vez iban a más.
Todos los días hablaba con ella un rato, ella me notaba un poco triste y bromeaba sobre si me había contagiado sus problemas, me intentaba animar, me dedicaba innumerables de sus dulces sonrisas. Cada beso y abrazo suyo me estremecía, en lo más profundo de mí la deseaba, pero mi conciencia hacia que quisiera alejarla de mí para evitar algo que consideraba sería inmoral. Era una espiral en la que estaba atrapado, la deseaba pero no deseaba que dejase de ser solamente mi hija. En cambio le decía cosas de las que luego me arrepentía, como decirle que su padre es el único hombre que la querrá de verdad y para siempre.
Mi mujer llevaba unos días fuera, cuidando a su madre que estaba enferma, y estaría fuera bastantes días más. Uno de esos días mi hijo se fue con su equipo de fútbol a jugar un partido en otra ciudad, estarían un par de días fuera. Nos quedamos solos mi hija y yo, nos divertimos mucho, desde que me contó lo de aquel chico estábamos más unidos que nunca. A la hora de irse a dormir, le dí un beso de buenas noches y cada uno se dirigió a su habitación, antes de que entrara en la mía y ella en la suya, me dijo si podía dormir conmigo, para no estar sola. Estuve a punto de decirle que no, pero su mirada y mi deseo de tenerla cerca hablo por mí, y enseguida vino a mí dando saltitos hasta abrazarme. Salió un momento a su habitación porque de la emoción se había olvidado el pijama, cuando llegó yo ya me había cambiado y estaba metido en la cama. Ella me dijo que mirara a otro lado y empezó a desnudarse. Bromeé sobre lo vergonzosa que era, que ya la había visto, y ella me dijo que cuando sabes que te están mirando es diferente y da corte, que cuando la vi a ella estaba dormida. Aun así no pude evitar mirarla un poco de reojo.
Entró en la cama y me dió un gran beso en la mejilla y me dijo buenas noches, se apoyo sobre mí, con su cabeza en mi pecho, estaba muy mimosa y de vez en cuando se abrazaba o se acomodaba con satisfacción a mi lado. Al rato parecía dormida o casi dormida, mientras yo seguía totalmente despierto, oliendo su perfume, sintiendo su calor, imaginando su cuerpo, con una más que evidente erección. Ella tenía su mano sobre mi vientre, y mi corazón palpitaba con más fuerza que nunca, contra más intentaba no mostrar mis sentimientos más escandalosos eran, temía que oyese mi corazón, temía que su mano se moviese.
Pero su mano se movió, y se quedó sobre mi pene, quieta, al contrario que mi pene, que se movía al ritmo de mi corazón. Durante un rato estuvo muy quieta, solo separaba nuestra piel la tela del pijama, aunque el calor era más que notable. Mi hija suspiró, y empezó a mover lentamente su mano, la movía tocando por encima todo, tanteando curiosamente, sin saber que buscaba. Cuando su mano se deslizo por debajo de la goma del pantalón, y sus dedos rodearon mi miembro me estremecí, y mi mente consciente se apagó. Sus dedos se movían de manera muy peculiar, apretaban y soltaban mi verga, la repasaban como si estuviese haciendo una imagen mental de su forma, me masturbaba de una manera lenta y cadenciosa. Moví el brazo que tenia libre, y pose mi mano sobre su pecho, haciendo lentas caricias sobre su pijama, pasando mis dedos sobre lo que parecía ser su pezón, y que cada vez se notaba más.
Sabía que lo que estábamos haciendo no estaba bien, pero no podía evitarlo, me había vencido el deseo. Pasaba mi mano sobre sus pechos, abarcándolos enteros, masajeándolos suavemente, mientras su mano seguía masturbándome de manera deliciosamente delicada. Bajé mi mano a su vientre, subiéndole la parte de arriba del pijama un poco, suficiente para dejar su vientre libre, posar mi mano y sentir su calor, acariciarlo despacio, presionando ligeramente con los dedos cerca de la goma de su pantalón. Mi mano seguía mi odisea hacia esa zona tan preciada, mientras la suya jugaba con mi polla, pasaba sus dedos por mi cabeza, mojándolos y extendiendo la humedad por el resto de mi verga. Introduje mis dedos ligeramente por debajo de su pantalón, y por debajo de sus braguitas, encontrándome con una zona sumamente caliente y húmeda, ardía. Rozaba sus pelitos con mis dedos, me mojaba con ellos. Toda su piel quemaba como si tuviese fiebre, su frente, su vientre, y sobretodo su entrepierna.
Ella suspiraba y respiraba sin cesar, respiraba muy fuerte, y detenía su mano cada vez que la mía avanzaba, por la incertidumbre. Mis dedos ya estaban enredados con sus labios, unos labios carnosos, los abría, y pasaba un dedo entre ellos, rodeaba su clítoris con la yema de mi dedo, mojada de sus flujos, que no se acababan nunca. Ella dejaba de masturbarme a ratos, no podía hacerlo por culpa de mi mano, la paralizaba cada vez que mis dedos jugaban sobre su coño. Eso me motivaba a seguir haciéndolo, a seguir repasando sus labios con mis dedos, su entrepierna desde donde podía alcanzar, cerca de su culo, introduciendo uno de mis dedos entre sus labios y presionando intentando penetrar en su agujerito, hasta que pasaba por encima de el y se hundía en su interior. Con mi dedo doblado, metido dentro de su vagina, moviéndose palpando su interior. Se estremecía, apretaba con fuerza mi pene, jadeaba sin parar, estaba a punto de tener un orgasmo, y notaba sus piernas moverse inquietas, su vientre levantarse, su cuerpo se tensaba, su presión en mi pene me hizo tensarme a mí también, y mi pene empezó a soltar chorros de semen, manchando todo mi pantalón, mi pene, y su mano, que seguía moviéndose extendiendo el semen sobre mi verga. Cuando mi pene había dejado de soltar su leche, ella empezó a jadear fuerte y a moverse, mientras mis dedos no paraban de revolver en aquella maravillosa zona. En ese momento soltó un gemido y se vino sobre mi mano, mojándomela, mientras seguía moviéndola, su cuerpo se arqueaba, y sus gemidos de placer se oían por toda la habitación y probablemente por toda la casa.
Cuando terminó de moverse se quedó quieta, apoyada sobre mí, relajada, al poco rato estaba dormida, dormida con una leve sonrisa en su rostro, mientras yo seguía despierto, le dí un beso en la frente y le dije "lo siento cielo". Al rato me quedé dormido como ella.
Al día siguiente, volví del trabajo, y allí estaba ella, como si nada hubiese pasado, hablándome normalmente. Pasamos una tarde normal, estábamos viendo la tele, y ella apoyo su cabeza en mi como hacia normalmente. Me empezó a acariciar el pecho con su mano, estaba revoltosa, y de tanto acariciarme llego hasta poner su mano sobre mi pantalón, y empezó a moverla presionándome el paquete, algo que no tardo en excitarme. Le dije que no estaba bien, y ella me dijo que lo de ayer le gusto mucho, y que había estado pensando en eso todo el día. Lo que me dijo a continuación me dejó boquiabierto. Me confesó que había estado esperando a alguien especial, que quería que su primera vez fuese con alguien importante para ella, y que por fin había comprendido quien era esa persona especial, y que no encontraría a nadie mejor. Me recordó mis palabras sobre que yo estaría siempre con ella y que seria el único que la querría para siempre.
Dijo que quería perder su virginidad conmigo, que yo la hiciese mujer, y lo quería en ese mismo momento, los dos solos, en mi cama. No sabía que decir ni como actuar, pero mi erección persistente me delataba, no era algo que me desagradara en absoluto, pero era algo que veía con malos ojos. Pero su cariño, sus palabras, sus mimos, sus besos y sus caricias me hicieron olvidarme de todo, otra vez.
La levanté en mis brazos y la llevé a mi cuarto. La posé sobre mi cama, ella se incorporó sentándose en la parte baja de la cama, mirándome a los ojos tiró de mi pantalón hacia abajo hasta que este cayó sobre mis pies. Mi pene salió erguido de aquella prisión, estaba completamente erecto, a unos centímetros de su cara. Con una ternura increíble ella lo agarró y empezó a besarlo despacio y delicadamente, por todas sus zonas, unos besos cálidos y húmedos. Cuando se cansó de dar besitos saco su lengua, y empecé a sentirla en todo mi tronco, en mis huevos, junto con su mano suave que me los masajeaba con suavidad. Su lengua estaba empapando mi pene, la pasaba con habilidad por el glande, el cual se introducía después en la boca como si fuese el más dulce de los caramelos. Metía mi polla en su boca una y otra vez, sintiendo su lengua juguetona e incansable, notaba que me iba a correr, así que la saqué, la tumbé sobre la cama y le levanté la faldita que llevaba, estiré de sus braguitas, primero hacia arriba para que las sintiese introducirse en su rajita, y luego hacia abajo para quitárselas completamente.
Ansioso me lancé sobre su concha para saborear ese precioso manjar que había ante mis ojos, la lamía, la comía, la sorbía con tanta pasión que oía sus gemidos y grititos sin cesar. "ayyy papi, siii" me decía una y otra vez.
Jugaba con aquel precioso clítoris hasta que noté que sus gemidos aumentaban y su cuerpo se movía inquieto, me separé de ella y me puse encima suyo en la cama, encarcelada entre mis brazos, me dió un beso largo y profundo mientras mi polla estaba posada sobre su rajita, empecé a moverla entre sus labios buscando su cueva. La punta de mi glande encontró la entrada de su vagina y empujé ligeramente, ella permanecía expectante con la boca abierta, como un gemido inacabado, mi pene encontró un ligero obstáculo, que logré vencer aumentando la presión de mi penetración, acompañado de un gritito agudo de mi hija, seguido de su respiración agitada y acelerada, jamás había desvirgado a nadie.
Mi pene ya se movía en su interior sin obstáculos, entrando y saliendo despacio, mientras miraba la cara de mi hija brillante de sudor y rojiza de la excitación, su boca no podía permanecer cerrada si no se mordía un labio. Noté una necesidad urgente de eyacular, aceleré mi penetración todo lo que pude, no podía continuar así mucho tiempo, noté como se tensaba mi pene aprisionado por su estrecha vagina y empecé a soltar chorros de semen que llenaron su interior, cuando los sintió se vino en un intenso y escandaloso orgasmo, acompañando nuestro placer del sonido de nuestros últimos movimientos completamente mojados.
- He encontrado al hombre que buscaba - dijo risueña dándome un beso en los labios
Abrazados y agotados, la relación con mi hija había cambiado aquel día, nuestro amor se había ampliado mas allá del amor entre padre e hija, ahora también éramos amantes, animales sexuales. Supongo que es cierto lo que dicen que del desamor nace el amor.
Agradecería sus comentarios sean positivos o negativos sobre mi historia y mi persona a: jose_luis_m4@hotmail.comjose_luis_m4@yahoo.es