Mi hija me ayuda.

Una hija se ofrece a su padre para sus necesidades.

Al ser viudo desde que mi hija era pequeña, tuve que cuidarla. Pero poco a poco me voy dando cuenta de que ya no es "mi niña pequeña".

Todo empezó hace dos años. Mi hija, que por aquel entonces tenía 22 años, me vió desnudo. Físicamente no soy un cachas, pero me conservo bien, y ella... ¡Qué maravilla de mujerón! Era igual que su madre, era rellenita, alta y con un par de pechos que no estaban nada mal. Yo jamás la había espiado, ojo, pero un día la vi en sujetador negro que realzaba sus pechos y unas bragas que apenas le tapaban un culo precioso. Ella me guiñó un ojo y, contoneándose, se fue a su habitación. Yo me quedé flipando.

Todos los días desde ese momenro le daba por pasear en ropa interior, hasta que llegó lo que fue el inicio de todo...

-Oye papá- Dijo la muchacha con una sonrisa.

-Dime cariño- Dije

-Pues... te iba a preguntar algo... pero no sé si te vas a enfadar o no, es un tema un poco... íntimo- Dijo ella

-No pasa nada, dime hija.

-Pues... -dijo titubeando- ¿Hace cuanto que no tienes relaciones?

-¡Vaya!- Dije asombrado- hace bastante, hija, ¿por qué me preguntas eso?

  • Es que, si quieres...

-Si quiero... el qué...? Dije confundido ante la pregunta.

-Pues que te podría ayudar.

-Pero eso es incesto, hija, yo te amo pero no de esa forma...

-Sabes que me deseas, y yo por supuesto también te amo... además podría aliviarte, que todo hombre necesita descargarse, ya sabes.

No pude negarme, porque me empezó a besar con esos labios gruesos y suaves. Empezó por la boca, intenté apartarme pero estaba comiéndole los morros también. Estaba un poco confuso, pero me gustaba, lo reconozco.

-Hija, no sé...

-Vamos a la cama.

Una parte de mí se apoderó del resto. Quería hacérmelo con ella, qué narices. Hacía tiempo que no me daba un gustazo y estaba con un calentón...

Ella apareció con un sujetador de leopardo qie ensalzaba sus tetas y un tanga que no cubría nada. Me puse a mil.

Empecé a quitarme la ropa y a besarnos en los labios y en el cuello mutuamente. Ella empezó a bajar, a bajar, y acabó haciéndome una felación: chupaba y manejaba mi entrepierna con una maestría brutal. No pude evitar correrme y ella se lo tragó todo.

Luego fui yo el que se puso encima. Empecé a vesarle el cuello y bajé a sus pechos, besando su entreteto y canalillo, y empecé a estrujar y manosear hasta que llegué a los pezones. Mientras, con una mano la masturbaba. Ella se corrió a los pocos minutos.

Bajé hasta el pilón y empecé a comerle los bajos. Parece ser que una corrida no era suficiente, así que no tardó en tener otro orgasmo.

-Hija, no sabía que eras multiorgásmica...

-Buff papá, contigo fijo.

Entonces me acerqué, nos dimos una serie de besos con lengua y me acerqué para penetrarla. Su coño estaba mojadísimo, parecía una piscina. Se puso a cuatro patas y, mientras le apretujaba las tetas colgando, empecé suave. Se la metí poco a poco, y noté que mi hija no era virgen, pero eso poco importaba ahora. Aspiré el olor de su espalda y, cogiéndola de las caderas, empecé a darle amor.

Ella tuvo otro orgasmo, pero yo estaba a punto. Para bajar la erección me comí sus nalgas y empecé otra vez, a ver si podía tener un orgasmo con ella.

Esta vez no me andaría con suavidades, le daría bien duro. Mi hija disfrutaba tanto que tenía que aguantarse los gritos de placer. Hasta que nos corrimos juntos.

-Papá, quiero hacerlo otra vez, eres un macho como dios manda.

Entonces ella se puso al revés y empezó a comérmela, y yo su coño encharcado. Estábamos haciendo un 69 y la chica no podía evitar correrse de nuevo. Y yo después.

Cuando acabamos, nos abrazamos a pesar de estar sudorosos, le acariciaba y ella estaba muy satisfecha.

-Papá, te quiero. Seamos amantes.

-Por supuesto, hija.

Y desde aquel entonces mi hija me cubre mis necesidades sexuales.