Mi hija llega al hotel y soy usada durante la cena
Zoe llega al hotel y Tamara no tiene más remedio que obdecer.
Confieso que tenía el corazón encogido, pensando en las barbaridades que el director podría estar haciendo a mi hija.
El de seguridad llamó a la puerta y casi le empujé cuando oí el adelante.
Mis ojos otearon con nerviosismo la sala, donde mi hija estaba sentada con un vestido veraniego anudado a la espalda y una sonrisa coqueta en los labios.
-¡Mamá! –exclamó levantándose provocando que sus jóvenes pechos se bambolearan ante la avidez de aquellos depredadores.
-Hola, Zoe.
Ella se acercó entusiasta y cuando llegó a mí arrugó la nariz sin besarme.
-¿Pero a qué hueles?
-Es mejor que no te acerques cariño, estaba en el spa, es un nuevo tratamiento hecho con urea, la chica me dijo que hasta que no pudiera ducharme olería un poco mal, pero que la piel se queda muy tersa.
-Pues por tersa que se te quede hueles a retrete -«Eso es lo que soy», pensé-. Será mejor que te vayas a tu cuarto y te asees, yo me quedaré aquí con Daniel.
-¿Daniel? –inquirí.
-Ajá, el director, se ha ofrecido a hacerme un tour personal por el recinto, estoy deseando que me lo enseñe.
Ella le miró mordiéndose el labio, a la muy zorra le gustaba el director. No es que me extrañara, pues era un hombre terriblemente apuesto, pero no quería ni imaginar lo que podría hacerle a Zoe.
-No, ahora no, quiero pasar un rato contigo, que te he echado mucho de menos.
-¡Pero mamá! ¿Qué dices? Estás un poco rara, si tú eres muy desapegada y hace nada que estás aquí. ¿No tendrás la menopausia?
-No, es solo que llevo unos días aquí sola y no sé…
- Por mí no hay problema, Zoe, te puedo enseñar todo esto por la tarde, puedes ir con tu madre si te apetece.
-Pero es que no me apetece, quiero ir a dar esa vuelta contigo. – Mi hija se giró hacia mí-. No seas aguafiestas mamá, si he venido es para divertirme, no para estar todo el día pegada a ti. Tú tienes tus gustos y yo los míos, ya sabes tengo los dieciocho y que soy muy responsable.
-Lo sé, hija, pero…
Daniel se acercó a nosotros y puso la mano en la cintura de mi pequeña. A ella se le erizó la piel de los brazos.
-No se preocupe, deja a su niña en buenas manos, la cuidaré como si fuera mía.
El modo en que dijo mía me dio mucho repelús. Mi hija se pegó a su lateral como una gata en celo. Incluso en eso se parecía a mí, siempre me gustaron mayores e interesantes. Zoe no sabía dónde se estaba metiendo.
Sin argumentos que dar finalmente tuve que aceptar regresar a mi cuarto, con la condición que en cuarenta minutos mi hija regresaría paraos se convirtieron verme.
En cuanto entré en la habitación me quité el hedor de encima, rasqué como una posesa bajo la ducha. Podría haber arrancado mi piel a tiras de la fuerza que utilicé. También me lavé los dientes y los enjuagué varias veces.
Sentía aquel cúmulo de sabores revoloteando sobre mis papilas, recordándome el despojo en el que me habían convertido instantes atrás, degradándome a lo más bajo. O eso creía.
Los cuarenta minutos se convirtieron en una hora, haciendo que mi cabeza no dejara de pensar en cosas raras.
La puerta de mi cuarto se abrió sin previo aviso y el tintineo de la risa de Zoe me hizo respirar aliviada.
-Ya estoy aquí, menudo hotel, es increíble.
La esperé cruzada de brazos mirándola con preocupación.
-¿Estás bien? ¿El director te ha tratado bien?
-Pues claro, Daniel es un encanto y super guapo, te has fijado en cómo me miraba, creo que lo tengo en el bote.
-Te dobla la edad.
-¿Y qué? Yo soy muy madura.
-No lo comprendes, él es un hombre hecho y derecho, además de poderoso. Ese tipo de hombres solo buscan una cosa.
Mi hija sonrió ladina.
-Que no busco casarme con él, mamá. Pero quien sabe, igual puedo ligármelo.
-Ni se te ocurra,
-¿Por qué no? ¿Acaso te gusta a ti?
-No digas tonterías.
-No las digo. Yo también te he visto cómo le mirabas… Y a papá no le miras del mismo modo.
-Son fantasías tuyas. No sabes ni lo que dices.
-Puede.
-Esta noche dan una fiesta y Daniel nos ha invitado a su mesa.
-No sé si estoy de humor, Zoe.
-Si tú no vas, iré yo. Ahora me voy un rato a la piscina que quiero broncearme, si quieres quedamos para comer. Y si no nos vemos esta noche.
Me dio un beso en l mejilla.
-Hasta la noche mami.
Apenas le vi el pelo en todo el día y cuando vino a buscarme casi me caigo de espaldas con el atuendo que llevaba, era un vestido corto, con transparencias y un profundo escote en v hasta el ombligo. Se había hecho una cola alta y sus piernas se veían infinitas calzadas en los tacones.
—Estás deslumbrante —afirmé temiendo lo que pensara Daniel.
—Gracias, me lo ha regalado Daniel, ¿te gusta?
—¿Cómo que te lo ha regalado?
—De regalo de bienvenida, dijo que estaba hecho para mí. Tú también estás muy guapa mamá, en tu línea.
Llevaba un vestido largo con abertura en la pierna de color oro y escote palabra de honor.
No me gustaba un pelo la idea de la fiesta, pero cualquiera le decía a Zoe que no.
—Vamos, Daniel nos espera en el hall.
Cuando llegamos el director nos admiró a ambas, aunque reconozco que la lujuria palpitaba más con la visión de mi hija. Cuando le dijo lo guapa que estaba ella rió como la adolescente que era.
Nos tomó a ambas de la cintura e hizo que lo acompañáramos a cenar.
En el restaurante nos ubicó una a cada lado, se acercó a mi oído y me susurró.
-Sabes que voy a follarme a tu hijita y su coñito apretado, ¿verdad? No sabes cuánto me ha costado contenerme esta mañana cuando se restregaba contra mí en cada esquina. Es tan puta como tú. Pero prefería que vieras lo zorra que es antes de ponerle una mano encima.
-Déjala en paz –mascullé-. Haré lo que quieras, yo me acostaré contigo…
-Tú lo estás deseando puta, huelo tu coño espesarse cuando me acerco. Te haría un favor si te follara. Las prefiero más inexpertas y ahora fíjate en mi mano derecha. ¿Has visto dónde la tengo? –Giré la cabeza, ahí estaba su mano, desapareciendo bajo el vuelo de la falda de Zoe que cerraba los ojos y jadeaba inaudible.
Ella tenía las manos sobre la mesa, agarrando con fuerza una servilleta. Daniel no apartaba la vista de la mía. Sabía qué estaba ocurriendo exactamente y tenía ganas de dar un golpe sobre la mesa.
-Contención, querida puta, o Zoe y tu maridito verán los videos donde eres usada como la zorra que eres.
-¿Vídeos? ¿Qué vídeos?
-Lo puedes imaginar, tengo todo el hotel monitorizado, sobre todo las habitaciones y las zonas comunes. ¡Mmmmm que coño más apretado y jugoso! –Sacó los dedos y me mostró el brillo que había en ellos con disimulo. Bajó la mano bajo la mesa y me murmuró-. Haz ver que se te cae la servilleta y chúpame los dedos.
-¡No! – respondí con horror.
-Peores cosas has hecho. Descubre a qué sabe el coño de tu hija. –Miré a Zoe de soslayo, parecía acalorada-. Ahora, puta.
Me doblé en dos y lamí, sabía bien, realmente bien. No había probado un sabor más dulce nunca. Después me levanté.
-¿Y bien?
-Es sabroso –confesé viéndole sonreír.
-Gracias por la información. Ya te diré más tarde si es de mi agrado o no.
-Por favor Daniel, es solo una cría.
-Y la trataré como una, ya verás qué bien lo pasará y tú también, no te preocupes.
Durante toda la cena Daniel fue metiéndole los dedos a Zoe, calentándola y haciéndome lamer sus jugos. Lo peor de todo es que comenzaba a gustarme y a mojarme cada vez que me doblaba para lamer.
-Estoy un poco mareada, mamá.
Zoe no hacía buena cara.
-Te acompañaré a la habitación –dije levantándome.
-No, la llevo yo, tú quédate y disfruta de la cena.
Daniel se levantó desapareciendo con Zoe, en cuanto se incorporó Antonio vino en mi busca.
-Hola puta, reclaman tus servicios en la mesa cinco. Miré hacia ella estaba en una esquina, eran cinco hombres barbudos y barrigudos que alzaban sus copas mirándome.
-¿Qué quieren?
-Fácil, vas a ir comiéndosela a todos mientras cenan. Van a darte mucha leche, puta. Te dejarán la barriga llena y las rodillas rojas.
-Pero me verán que me meto bajo la mesa el resto de clientes.
-¿Y? Han pedido una puta y la tendrán. Vamos.
Me levanto con violencia y cuando me tuvo frente a la mesa me tiró al suelo para que me metiera debajo. Los muslos gruesos y velludos estaban al descubierto. Mostrando entrepiernas poco cuidadas. Había pollas pequeñas, grandes, anchas, torcidas… Y con aromas muy distintos.
Gateé hasta la primera que con el roce de mi lengua se corrió sobre ella. Al parecer el primero tenía prisa. Mucho mejor.
El segundo me costó, apenas se la veía entre tanto pelo, las pelotas eran muy grandes y rebotaban en mi barbilla. La mamé mucho tiempo, tanto que incluso la boca se me durmió. Oía a los otros tipos jaleando al compañero quien me agarró la mano se deslizó un poco más abajo e hizo que le metiera un dedo en el culo. Solo así logró correrse.
La tercera era larga y curvada. Me costaba que no me dieran arcadas, aun así no pensaba repetir la experiencia de la mañana. Mamé con afán, recorriendo el tronco, los huevos y encajándola como pude hasta que la leche me golpeó la campanilla.
Me felicité a mí misma, por no haber echado la cena. Tocaba la cuarta, era muy delgada y flácida. Que se pusiera erecta fue un infierno y cuando lo conseguí él me agarró la cabeza la apoyó contra su pubis y me retuvo ahí moviendo la cadera. Cuando percibió mis arcadas paró. Al notar que disminuían volvió al ataqué, así estuvo hasta que ya no podía más del dolor de rodillas y garganta. Cuando pensé que la eyaculación llegaría gruñó con fuerza para que lo oyeran los amigos, pero no descargó. Me empujó hacia abajo para lanzar un pedo contra mi cara y correrse sobre mi pelo. Sentía ganas de llorar, pero me contuve, solo faltaba la última, tenía un glande enorme, que apenas me cabía.
Era la más bonita y suculenta, reconozco que disfruté cada relieve, cada vena y la manera en que encajaba en mi boca. El modo en que las bolas restallaban en mi cara y el aroma a limpio.
Estaba empapada mamándosela, tanto que lleve una mano a mi entrepierna y me masturbé mientras se la comía. Me corrí aferrada a aquella preciosidad que me premio con una copiosa bafarada de leche.
Fui a salir de debajo de la mesa pero unas manos me detuvieron. Eran las de Antonio.
-¿Dónde crees que vas, puta?
-Ya he terminado.
-De eso nada. Tu trabajo no termina hasta que no lo decidan ellos, y van por el primer plato, así que regresa a tu sitio y comienza con la segunda ronda. Ya te avisarán cuando estén saciados y ya no requieran de tus servicios.
Con las rodillas peladas y la moral vapuleada regresé a mi sitio, dispuesta a obedecer. Solo esperaba que mi hija no sufriera por culpa de mi mala cabeza.
Continuará…
Espero vuestros comentarios.
Miau