Mi hija es una webcamer
Un padre aficionado al porno en internet, se encuentra a su hija mostrándose en una página de cams de sexo y aprovecha la ocasión para realizar sus fantasías ocultas.
Entre toda la gente que me escribe, compartiendo conmigo sus experiencias y fantasías, me llamó la atención la historia que me contó un hombre, entre confundido y sorprendido, buscando consejo ante una situación tan difícil de compartir con los demás.
Me decía que eran una familia normal, con una hija que acababa de hacer los 18 años y había empezado una carrera en la Universidad, que se la estaban pagando sus padres con bastante esfuerzo, porque aunque no pasaban dificultades económicas, siempre es algo costoso dar una educación superior a los hijos, pero como a muchas jóvenes de hoy en día, nada es suficiente y siempre quieren comprarse el móvil de última generación y sobre todo, las chicas, un montón de ropa que apenas les da tiempo a ponerse.
Al ser hija única, sus padres trataban de darle esos caprichos, aunque todo tenía un límite al que no podían ni querían llegar y creo que lo mejor es que este padre os lo cuente con sus propias palabras, tal como me lo contó a mí:
“”Tengo 47 años, mi mujer es bastante conservadora en lo que al sexo se refiere y nos podíamos pasar meses sin echar un polvo, por lo que yo buscaba mi desahogo entre el porno de internet, ya que las prostitutas, aunque me producen mucho morbo, no me siento cómodo yéndome con ellas, ni me veo buscando amantes que me traigan problemas en mi vida, así que siempre la he sido fiel, a pesar de todo.
Mi mujer tiene una mezcla de raza gitana, por lo que mi hija Carolina es una chica morena con una belleza exótica que siempre atrajo las miradas de los hombres y aunque yo no quisiera darme cuenta, porque me turbaba el fijarme en ella de esa manera, su cuerpo era precioso realmente.
En uno de esos ratos libres que me dedicaba a ver porno en internet y a masturbarme si surgía la ocasión, mi hija estaba en su habitación, estudiando según ella, porque eso nunca se sabe, ya que se pasaba horas metida allí escuchando música, leyendo, hablando con las amigas o haciendo cualquier cosa.
Yo últimamente estaba enganchado a esas páginas donde las mujeres o las parejas se exhiben en cams desde sus casas, buscando unas recompensas económicas de los que las miran, y me fijé en una chica jovencita que mostraba su cuerpo con una lencería muy sexy, que me atraían especialmente, sobre todo, las amateurs, y soñaba con poder estar con alguna de ellas un día, lamer esos preciosos pechos, comerles el coño y follarlas como si fuera lo último que hiciera en mi vida, aunque en realidad las viera inalcanzables y me conformara con masturbarme mirándolas.
No sé por qué razón, me excitó especialmente y aunque no enseñaba su cara, como suele pasar en estas páginas, su cuerpo exuberante era toda una provocación con las posiciones que iba adoptando mientras tenía metido en el coño un “vibralush”, manejado por los seguidores de esas cams, algo habitual en esos lugares.
Ella se apartaba el tanga para enseñar su coñito, totalmente depilado, jugando con ese aparato que la iba dando descargas de placer que la hacían gemir una y otra vez. Yo estaba excitándome mirándola y empezando a masturbarme, cuando de pronto, la chica enseñó su cara en la cámara y yo me quedé paralizado de la impresión, ya que esa chica que estaba mirando era mi hija.
¿Cómo podía ser posible? Si mi hija estaba “estudiando” en su habitación, en la habitación de al lado de donde yo estaba. Yo estaba confundido, me estaba costando asimilar ese inesperado descubrimiento y mi cabeza no era capaz de razonar bien. Mi erección se había bajado de repente, pero esa chica, mi hija, seguía enseñando su coño, masturbándose delante de mí y de tantos otros que la estuvieran viendo.
Yo hacía tiempo que no había visto desnuda a mi hija y no reconocí su cuerpo; como me iba a imaginar yo encontrármela en la pantalla de mi ordenador con las piernas abiertas, masturbándose delante de todo el mundo, ni tampoco me había fijado en el fondo que se vería de su habitación, totalmente reconocible para mí..
Me preguntaba que tendría que hacer yo ahora, entrar en la habitación de mi hija para pedirla explicaciones, algo que no era posible debido a que ella había puesto un cerrojo en la puerta a causa de sus quejas porque su madre acostumbraba a entrar en ella sin llamar primero, una ofensa inaceptable para la intimidad de una adolescente, para las que sus habitaciones son sagradas.
Pero sobre todo, me preguntaba, por qué mi hija estaba haciendo eso, ¿por dinero, por morbo….? Yo suponía que ella no tenía esa necesidad económica como para exhibirse de esa manera delante de todo el mundo, que alguien podría reconocerla y pasar momentos muy desagradables, aunque sabía que el dinero siempre es apetecible a estas edades.
Entonces tendría que ser por morbo, a mi hija le gustaría hacer eso, provocar a todos esos hombres, viciosos como yo, excitarles y hacer que se masturben mirándola. Yo no la reconocía con esa personalidad, ya que hasta hace poco era mi niña y nunca me la había imaginado de esa manera, aunque está claro que a estas edades tienen unos cambios muy bruscos que las convierten en personas totalmente diferentes para sus padres. Además, ya había salido con varios chicos y lógicamente, habría conocido el sexo y eso marca un antes y un después en cualquier persona.
Tampoco podía decir nada a mi mujer, que ni siquiera se imaginaba que las chicas como su hija hicieran esas cosas por internet y mucho menos, compartirlo con alguna de mis amistades, porque se quedarían tan estupefactos como yo.
No sabía el tiempo que llevaría haciendo eso, aunque suponía que en esas webs pedirían que fueran mayores de edad, así que serían unos tres meses, como mucho, y yo tenía que habérmela encontrado ahora, por casualidad. Tampoco sabía el dinero que podría haber ganado ya haciendo eso ni el dinero que en realidad se puede llegar a ganar trabajando de “webcamer”, como vi que se llamaban, aunque luego, investigando, vi que podían ganar auténticas barbaridades.
Mientras todas estas ideas daban vueltas en mi cabeza, sin orden ni concierto, yo seguía con la mirada fija en mi hija, ya completamente desnuda ante mí y mi polla, ya liberada de mi mente, volvió a ponerse dura como una piedra y sintiéndome el peor padre del mundo, empecé a masturbarme otra vez deleitándome con el precioso cuerpo de mi hija, más deseable de lo que nunca hubiera imaginado, así que seguí hasta que acabé corriéndome deseando su cuerpo.
Quizás, en ese momento, pasé una línea de no retorno, con esa combinación de sentimientos de culpabilidad y una excitación morbosa, como nunca había sentido.
Desde ese momento, cada vez que veía a mi hija por casa, no podía mirarla de la misma manera de siempre. No me atrevía a mirarla fijamente, como si temiera que descubriera que había estado viéndola en el ordenador, excitándome con su cuerpo y masturbándome mientras la miraba, pero esperaba ansiosamente a que se metiera en su habitación para conectarme a su cam y verla otra vez, convirtiéndose en una obsesión rutinaria para mí que me estaba dominando por completo, con masturbaciones diarias que me tenían todo el día como ausente, hasta el punto de que mi mujer acabó dándose cuenta de que estaba muy raro últimamente, pero no podía decirla nada. No lo entendería, habría una especie de tragedia en mi familia y me perdería el seguir viendo a mi hija exhibiéndose en su webcam.
Un día, su madre se fijó en que Carolina tenía un Iphone de los más nuevos y le preguntó de dónde lo había sacado, ya que era imposible que se lo pudiera haber comprado.
Yo estuve atento para ver que respondía, diciéndole a su madre que se lo había vendido una amiga muy barato, porque a ella la habían regalado otro, algo que no convenció mucho a mi mujer, pero yo sabía que ese móvil era el resultado de sus ganancias en la webcam y no quise incidir en el asunto.
Yo seguía en mi mundo, viéndola siempre que podía, metiéndose vibradores por el coño y el culo, masturbándose y haciendo de todo, mientras sus seguidores entusiasmados, no paraban de darla propinas, por lo que supuse que mi hija estaba ganando mucho dinero con esta nueva ocupación tan lucrativa, pero a la vez tenía miedo de que alguien la reconociera, mi mujer me descubriera a mí o a ella, pero el morbo que sentía era superior a todo eso y continuaba haciendo como si no supiera nada, violando la intimidad de mi hija, de una forma que jamás me lo perdonaría.
Otro día, la vi salir del baño desnuda y me quedé mirándola, quizás de una manera que la avergonzó y se tapó los pechos con sus manos y no sé por qué razón, en ese momento reaccioné de una forma impensable para mí. Estaba claro que se me había ido la cabeza y todavía no me explico cómo puede decirla eso:
.- No te tapes tanto, que estoy cansado de verte desnuda.
Carolina, muy sorprendida, contestó:
.- ¿Qué dices….? ¿Cuándo me ves?
.- En el ordenador, exhibiéndote para todo el mundo ¿Cómo puedes hacer esas cosas?
.- Mi hija se quedó avergonzada, al verse descubierta, pero reaccionó con rabia:
.- ¿Y me estás espiando? ¿Cómo puedes hacer eso con tu hija? Ya soy mayor de edad y puedo hacer lo que quiera.
.- Igual que te veo yo, puede verte cualquiera. Da gracias que no le he dicho nada a tu madre, porque se llevaría el mayor disgusto de su vida. ¿Por qué haces eso, por dinero?
.- Se gana mucho dinero, pero lo hago porque me gusta. Me da morbo excitar a los viejos como tú.
.- ¡Ah!, vaya, así que es por eso. ¿Desde cuándo te has hecho tan viciosa?
.- Desde que empezaste a mirarme de esa manera…..
.- ¿Qué manera?
.- Sí, ya la sabes, mirándome las tetas como si quisieras comérmelas.
La verdad es que mi hija tenía razón. Muchas veces me quedaba embobado mirando sus tetas cuando llevaba escotes o enseñaba más de la cuenta, pero yo tenía que justificarme:
.- Ahora resulta que la culpa de que enseñes el coño y las tetas a todo el mundo, la tengo yo. Si tanto te pone que te mire, podrías dejármelas tocar un poquito.
Toda esta conversación, la estábamos teniendo con mi hija desnuda delante de mí, sin que pareciera que ya la importara que estuviera viéndola y ella se quedó dudando ante mi propuesta, como no sabiendo que contestar, lo que me sorprendió, porque eso quería decir que no vería tan mal que le sobara las tetas, pero yo creo que pensaba que podría chantajearme para que no dijera nada a su madre:
.- Bueno, te dejo un poco sólo, si no le dices nada a mamá de lo que hago.
.- Está bien, no la diré nada.
Mi momento soñado había llegado, no podía creerme poder estar sobando las soberbias tetas de mi hija, chupándole los pezones y sintiendo como se excitaba con ello, diciéndome tímidamente:
.- Ya, ya, papá……, déjame…..
Pero yo no podía parar ya y eché mano a su coño, que estaba todo mojado y mis dedos entraban con toda facilidad en él. En ese momento, mi hija perdió ya todo el poder de resistencia y se dejó hacer. Por fin estaba disfrutando de una de esas chicas con las que me masturbaba en el ordenador, y sin importarme que fuera mi propia hija, la tumbé sobre la cama, me puse sobre ella, le abrí las piernas y le metí la polla, sintiendo su coño tan jugoso como hacía años que no sentía un coño, como cuando su madre era joven y me corría apenas momentos después de metérsela.
Estaba claro que mi hija se había convertido en una auténtica golfa, que aceptaba sin rechistar que su padre la follara, en el mejor polvo que había tenido en años, corriéndome dentro de ella sin haber podido sacársela antes, provocando la reacción de Carolina:
.- ¡Papáaa! Te has corrido dentro.
.- Bueno, pero estás tomando la pastilla, ¿no?
.- Sí, pero eres mi padre… (Como costándola asumir que un padre pudiera correrse en el coño de su hija)
.- Estás muy rica, hija. ¿Has pensado en todos esos hombres masturbándose viéndote en el ordenador y deseando follarte como yo lo he hecho?
.- Sí, claro, eso me pone mucho, y encima que me paguen por ello.
.- ¿Cómo has salido tan puta, hija, con la madre que tienes, jaja?
.- Ahora todas somos así, papá. Y ya sé qué hace tiempo que no follas con mamá.
.- ¿Y cómo sabes tú eso?
.- Porque antes os oía por la noche y ahora hace mucho que no os oigo.
.- ¡Vaya!, mira, la que no espiaba.
.- Con los gritos que daba mamá, como para no escucharla.
.- Está visto que en esta casa no se puede tener intimidad, ¡eh! Vas a tener que andar con cuidado para que tu madre no se entere de lo que estás haciendo, cuando te corres, también gimes mucho.
.- Qué vergüenza, creía que no se oía……, pero bueno, ahora vas a ayudarme tú para que no se enteré.
.- Te ayudaré, pero tienes que dejar que siga follándote.
.- ¡Papaaa, jo!
.- Anda, que sé que te gusta, no lo niegues.
.- Está bien, pero cuando no esté mamá en casa. ¡Oye! ¿Querrías participar conmigo en alguna sesión?
.- ¿Cómo participar, que quieres decir?
.- Sí, salir en la cam comiéndote la polla o follándome. Así ganaría más dinero. Es que no quiero decírselo a ningún chico, porque tendrían que venir a casa y eso, y sería mejor contigo.
.- Bueno, pero sin que se me vea la cara, ¿vale?
.- Vale, está bien. Vamos a empezar una sesión, prepárate.
¿Cómo tenía que prepararme? Esto era una locura, ya no era solo mi hija la que se exhibía en el ordenador, sino que yo iba a acompañarla haciendo de todo con ella ante la cámara.
Nuevamente, mi excitación no me dejaba razonar bien, viendo como ella me presentaba como “su amigo madurito”, ahí de pie al lado de mi hija sentada en la silla, me dijo que me bajara los pantalones y ella misma acabó de sacarme la polla, que empezó a masturbarla y a darle sus primeras lamidas.
Yo tenía una erección como hacía tiempo que no recordaba, viendo la polla en la boca de mi hija, mientras ella decía:
.- Mmmmm, menuda polla, me encanta……
Mi hija me estaba haciendo una mamada delante de todo el mundo, mirando yo en la pantalla como mi polla se veía hermosa en su boca, sintiéndome de pronto como una estrella del porno a estas alturas de mi vida.
El ruido de las monedas que iban dejando sus seguidores era constante, diciéndome después de un rato de estar comiéndome la polla, que la follara, colocándose con una pierna encima de la silla, inclinándose hacia delante para que se la metiera por detrás. Su coño se aparecía ante mi espectacular y yo me recreaba viendo en la pantalla como mi polla entraba y salía de él, haciéndola gemir de placer y confundiéndose sus gritos con el tintineo de las monedas que seguían aportando los que miraban la cam.
En ese momento, yo me sentía como en otro mundo, ajeno a nuestra realidad como padre e hija, ya que esto superaba cualquiera de los sueños que podría haber tenido. Estaba follándome a mi hija delante de un montón de gente a la que suponía masturbándose delante de la pantalla, excitada por el espectáculo que les estábamos dando, y eso que desconocían que en realidad yo no era su amiguito maduro, sino su padre.
Ya no pude aguantar más e irremisiblemente me corrí en ese coño caliente y jugoso, que era una auténtica delicia follárselo y mi hija se volvió para volver a chuparme la polla con los restos que iban saliendo de mi semen.
Eso era una auténtica locura. Ella me dijo que nunca había tenido tanta gente mirando su cam y que se había ganado un montón de dinero con esta sesión. Yo continuaba en una especie de nube por lo que había vivido y todavía no era muy consciente de lo que iba a suponer eso, cuando Carolina me dijo que tendríamos que repetirlo más veces.
Yo salí de la habitación de mi hija y me fui a dar una ducha para relajarme un poco y quitarme el olor a sexo que no quería que notara mi mujer cuando llegara a casa.
Eso me hizo pensar en lo que hubiera pasado si mi mujer hubiera llegado antes a casa y nos hubiera encontrado follando como locos, transmitiéndoselo a todos los que quieran verlo. Creo que se moriría de la impresión y sería algo de lo que tendría que hablar con mi hija, no podíamos arriesgarnos a que eso pasara, acordando finalmente que solo lo haríamos juntos cuando tuviéramos tiempo para ello, sin el temor a que su madre llegara en cualquier momento.””
Esta historia me hizo reflexionar sobre lo desconocidos que son, a veces, nuestros hijos para nosotros, sobre todo a estas edades, en las que desde su habitación pueden hacer cualquier cosa sin que lo sepamos, gracias a esa tecnología que a veces supera a padres de otras generaciones, que ven como sus hijos normalizan algo que para ellos resultaría inconcebible.
El sexo es algo para conseguir placer, pero también se ha convertido en un objeto de consumo y nuestras hijas, sobre todo, saben que pueden obtener un beneficio de ello, venciendo todos los prejuicios que podríamos tener en el pasado, lo que por una parte es muy bueno, aunque también tiene su lado peligroso, pero eso tendréis que valorarlo vosotros y pensar como reaccionaríais si os enterarais de que vuestra hija es una “webcamer” y que desde su habitación, gana más dinero en una semana que vosotros en todo el mes.