Mi hermano y yo. El comienzo
¿Cómo se llega a mantener una relación incestuosa con tu hermano??? No sé cómo será para los demás, pero así es como yo llegué a esa situación
Yo tenía 13 años cuando mi historia comenzó.
Hasta ese momento había sido una niña muy normal. Como hija única que era me creía el centro del Universo. Era el ojito derecho de mi padre y la niña de mamá. Me iban bien los estudios y mis padres me consentían en todo. En resumen era una cría de lo más feliz
Modestia aparte siempre fui una niña muy linda, pelirroja de ojos castaños, alta, esbelta y muy sociable, pero era eso, una niña. Mis amigas ya andaban con chicos y yo seguía viendo los dibujitos en la tele y jugando al elástico. Me resistía a crecer.
Todo cambió el verano de 1991, o mejor dicho, casi todo.
En casa parecía que había problemas, mis padres no hacían más que discutir y callarse cuando yo entraba en la habitación. Estuvieron así un tiempo hasta que me soltaron la bomba. Yo no era hija única. Mi padre tenía un hijo casi 2 años mayor que yo del que mi madre nunca había sabido nada. Y la súper bomba, la madre de mi "hermano" acababa de morir de cáncer y él se venía a vivir con nosotros.
Mi mundo se vino abajo mi padre había engañado a mi madre durante años y yo iba a tener que compartir a mis padres con un extraño.
Cuando llegó al día siguiente sentí el impulso de echarlo a patadas de mi casa. Y creo que él se dio cuenta enseguida de lo mal que me sentó su llegada porque desde el primer momento se mostró muy frío conmigo. Era un chico de 14 años (le faltaban 3 meses para los 15) bastante alto para su edad, castaño claro casi rubio y de ojos verdes. A mí me daba igual que fuese tan guapo, era el mal personificado, venía a quitarme a mis padres.
Ese verano las vacaciones sólo sirvieron para una cosa, para poder demostrarle a mi "hermano" lo mucho que lo odiaba. Lo único que conseguí fue que él también me odiase a mí.
A partir de aquel verano mi vida dio un vuelco en todo, excepto en una cosa, seguía siendo una cría.
Durante los 3 años siguientes nuestra relación consistía en pelearnos por todo. Que me desaparecía un cuaderno culpa del odioso, que me dolía la cabeza culpa del odioso que llovía, culpa del odioso.
En ese tiempo mi cuerpo se desarrolló muy rápidamente. A los 16 ya tenía prácticamente el mismo cuerpo que tengo ahora. Fue un cambio tan rápido que no conseguí acostumbrarme a ello. No me gustaban mis curvas, mis pechos me resultaban incómodos y me daba vergüenza que fuesen tan grandes. Hablaba de chicos con mis amigas y alguno había que me gustaba . Sabía que yo gustaba a los chicos, pero mi cuerpo me hacía sentirme tan cohibida que nunca había tenido nada con ninguno, NADA DE NADA. Es más, ni siquiera me gustaba masturbarme. Lo había intentado alguna vez, pero no me sentía cómoda.
Esa era mi vida, una reprimida sexual de 16 años, con problemas de autoestima que odiaba a su hermano.
En las Navidades del 94 fue cuando todo cambió, y esta vez si que fue TODO.
Una tarde antes de las vacaciones escolares tuve la típica pelea con el odioso (seguía negándome a admitir que era mi hermano).
Acababa de llegar del instituto. Mis padres no estaban en casa, los dos trabajaban hasta tarde. Nada más llegar hice lo de siempre, fui a por un batido que había dejado en la nevera, pero había desaparecido. Me fui al salón grande y allí estaba él, tirado en el sofá, con las piernas en la mesa y mi batido de fresa, por la mitad junto a sus botas. Me hirvió la sangre Me fui directa hacia él y le recriminé a gritos que porqué tenía que tomarse mi batido, que los suyos de chocolate estaban sin tocar, que porqué tenía que quitármelo todo, que allí nada era suyo y mil cosas más y ni se inmutó, sólo me dijo que todo era tan suyo como mío, que si le daba la gana podía hacer lo que quisiera, que mi padre lo prefería a él aquello me sacó de mis casillas, me acerqué a él para pegarle pero en ese momento se levantó y ahí fue donde la pelea dejó de ser típica. Le agarré por los pelos con ambas manos y el me rodeó con sus brazos, como hacen los boxeadores. Al menos eso fue lo que pensé, que me abrazaba como un boxeador a otro para que así no pudiese pegarle y la verdad es que funcionó porque no podía llegar a su cabeza con las manos, no me dejaban sus brazos, así que lo primero a lo que atiné fue sacar los brazos y arañarle la espalda. El seguía inmóvil, . La situación se volvía más extraña por momentos Me pegué más a él para poder arañarle mejor y noté algo a la altura de mi vientre. En un primer momento no me di cuenta de lo que era, pero aquello se movió un poco y ahí fue cuando me di cuenta y me entró el pánico. El odioso se había excitado!!!! Era la primera vez que lo notaba, pero indudablemente aquello era una polla. Forcejeé para soltarme y nos separamos. Se quedó mirándome y me dijo que era una niñata inmadura. No sé porqué dijo aquello tan inmadura no podía pensar que era porque acababa de ponérsela dura. Aquel pensamiento me hizo salir por piernas. Subí las escaleras como un rayo y me fui directa a mi cuarto. Estaba en trance. No podía pensar, no podía respirar, seguía sintiendo aquella cosa dura en mi vientre, no podía sacarla de mi mente, aun podía sentirla
Me di cuenta de que me había excitado. No podía haberme excitado mi hermano, aquello era impensable, lo que debía de haberme excitado era la pelea y esa situación tan extraña, sí, eso debía de ser, el haber notado "aquello" por primera vez era lo que me había puesto así, no mi hermano, no podía ser mi hermano Pero cuanto más lo pensaba más me excitaba..
Mi hermano era un chico alto, muy guapo, atlético y con unos ojos verdes impresionantes, es decir, que le gustaba a todas las chicas, pero yo lo odiaba, a mi no podía gustarme, ¿cómo iba a gustarme?, me había quitado a mi padre, me estaba quitando a mi madre, me había quitado mi sitio Además es que era mi hermano aunque odiase admitirlo. Y cuanto más me enfadaba pensando en eso más excitada me sentía. Llegó un momento en que noté humedad en mis braguitas, y me sentí sucia. Necesitaba ducharme, necesitaba que el agua se llevase aquellos pensamientos tan extraños. Me fui al cuarto de baño que compartimos los dos, pero no pude entrar, él estaba allí, la puerta estaba cerrada y escuché su respiración entrecortada. Me imaginé lo que debía estar haciendo aquello me puso más caliente todavía. Deseé entrar pero la vergüenza pudo más. Me fui a mi cuarto y me senté en el escritorio, intenté ponerme a estudiar, pero lo único que hacía era apretar mis muslos cada vez con más fuerza, sentir las vibraciones en mi clítoris mientras imaginaba a mi hermano masturbándose en el baño, y me ponía más caliente imaginar que lo hacía pensando en mí. Empecé a desear tocarme pero aquello era algo sucio, no podía tocarme pensando en mi hermano, aquello estaba mal, pero las ganas no se iban, aumentaban. Mis pezones estaban duros, pidiendo a gritos que los tocaran, pero lo único que yo hacía era apretar mis pechos con mis antebrazos dejándome caer en el escritorio. No quería masturbarme pero el no hacerlo iba a volverme loca!!! Fui de nuevo al baño y él seguía allí Oh! Dios mio!, podía escucharlo!!!, estaba empezando a respirar cada vez más fuerte y soltaba débiles gemidos. No había duda, se estaba haciendo una paja en el baño. Yo ya no podía más. Me fui a mi cuarto y cerré la puerta del cuarto y la de la terraza que da a mi cuarto. Me desnudé despacio. Me había dado cuenta de que hacerme esperar a mí misma me excitaba y quería disfrutar, por primera vez estaba disfrutando de mi cuerpo. Me quité el pantalón y el jersey. Me quedé en camisa y braguitas y empecé a tocarme por encima de la ropa. Primero los pechos. Estaban duros como rocas y estaba tan excitada que me dolía tocarlos, pero el dolor era agradable, muy agradable. Podía sentir punzadas de deseo en mi sexo, pero no quería bajar allí tan rápido. Me limité a sentarme en la cama, con los muslos apretados. Me quité la camisa y me quedé en sujetador. Era de los que tiene el cierre detrás y me costaba quitármelo, no hacía demasiado que los usaba, así que no me lo quité. Saqué uno de mis pechos y empecé a jugar con el pezón. Sólo lo acariciaba, no tenía mucha experiencia en esas cosas. Quería chuparlo como había visto hacer a una rubia en una película, pero no llegaba, así que me metí dos dedos en la boca y, mojados de mi saliva los llevé a mi pecho. La sensación fue indescriptible, y fue aun mayor cuando imaginé que mis dedos eran la boca de mi hermano, que me mordía. Me apreté el pezón con mucha fuerza y cuando más gusto sentía llevé mi otra mano a mi sexo. Mis braguitas estaban empapadas, me toqué por encima de las bragas durante un rato, y después las aparté. Sentía como mi rajita se abría con cada pasada de mi mano, cómo mis jugos iban haciendo que cada vez fuese más placentero el roce de mi mano en mi raja. Cuando estaba casi abierta rocé mi clítoris con un dedo y me mordí el labio de gusto. Empecé a frotarlo suavemente, como había visto hacer a aquella rubia. Pensar en la rubia no era lo único que me ponía cachonda. Me imaginaba que mi hermano me miraba mientras lo hacía, o que quizás estaba en el pasillo o en la terraza escuchándome como yo lo había escuchado a él. Empecé a frotarme con 2 dedos, cada vez más rápido y con más fuerza. Se me estaba cansando la mano, pero me daba igual ya no podía pararme, cada vez más rápido , cada vez más fuerte, con la otra mano me apretaba el pecho, cada vez más rápido, empecé a gemir, cada vez más rápido, mi cuerpo se arqueaba, mis piernas temblaban, mi sexo ardía, y de pronto dejé de sentir todo aquel placer, no sabía qué pasaba, era como si, de pronto, me hubiesen anestesiado el clítoris, pero no paré, seguí frotándome con la misma fuerza, tenía que volver a sentir aquello, no podía acabar así. En unos segundos aquella sensación de anestesia desapareció a lo bestia. Se transformó en un orgasmo explosivo. Sentí mi vientre arder, un calor que se expandía por todo mi cuerpo, sentí mi corazón a mil por hora y una enorme sensación de placer que me dio casi ganas de llorar. Había tenido mi primer orgasmo, y había sido imaginándome que la mano que me tocaba era la de mi hermano.
Durante las vacaciones de Navidad ni me acerqué a él. Las peleas cesaron De repente en la casa reinaba la paz. Mi madre me dijo que se alegraba de que yo hubiese madurado tanto, no tenía ni idea de hasta qué punto. Mi relación con el odioso no es que mejorase, simplemente desapareció. Me limité a ignorarlo y él no se molestó en preguntarme por qué no lo martirizaba. Me daba una vergüenza horrible mirarlo a la cara. No por haberlo oído masturbarse o por masturbarme pensando en él aquél día, si no porque seguía masturbándome un par de veces al día pensando en él.
La cosa estuvo tranquila hasta el día antes de Nochevieja. En casa estábamos mi madre él y yo. Los tres en la cocina. Mis padres no iban a celebrar la Nochevieja con nosotros, se iban a la fiesta de unos amigos, el odioso tenía planes por su lado y yo por el mío, así que a mi madre se le antojó celebrar la Nochevieja un día antes todos juntos. No tuvo mejor idea que hacer que los dos la ayudásemos a hacer la cena. Estábamos empezando con los preparativos cuando la llamaron del despacho (es arquitecto). Tuvo que dejarlo todo a la mitad y nos dejó encargados a los dos.
Nos pusimos manos a la obra. Yo con el pollo relleno (tradición familiar) y el redondo y él con el resto (lo típico, hervir el marisco, preparar las tartaletas )
Sentía que me miraba todo el tiempo. No hablábamos, sólo lo necesario: Dónde has puesto la sal??? y cosas así pero cada vez que hablaba era con una voz que me ponía nerviosa, mucho más profunda de lo normal. Yo estaba haciendo el relleno delante del cajón de los cubiertos y él empezó a acercárseme cada dos por tres, para coger una espumadera, para coger un cuchillo Se ponía detrás de mi, tan cerca que podía sentir su aliento en mi nuca, se agachaba un poco, acercando su cara a la mía, estiraba el brazo izquierdo y abría el cajón que estaba delante de mi,. agarraba lo que fuese con la otra mano, casi rodeándome con sus brazos y buscaba mirando por encima de mi hombro derecho. Lo hizo varias veces , hasta que lo que cogió fue el tenedor de trinchar. Le agarré el brazo derecho, con el que había cogido el tenedor, cerca de la muñeca y le dije, medio riéndome que qué pensaba hacer con eso. Se quedó paralizado, y yo al darme cuenta de la postura en la que estábamos también me quedé quieta. Mi espalda estaba pegada a su pecho, su boca estaba cerca de mi oído, su brazo izquierdo casi rozando mi brazo izquierdo y su otro brazo agarrado por mi mano. Ninguno de los dos dijo nada, simplemente estuvimos un rato así. Yo podía sentir el movimiento de su pecho al respirar, el calor de su aliento en mi oído, el calor de su brazo el calor de mi hermano, el calor de aquel que para mi siempre había sido el odioso, al que nunca pude ver como a un hermano, el calor de aquel que definitivamente nunca sería un hermano para mi.
Continuara .