Mi hermano y su marido: Capítulo 3
Rodri y su hermano Tomás van juntos al gimnasio, y deciden disfrutar de la sauna con un invitado de última hora
Aquí os dejo el tercer capítulo de "Mi hermano y su marido".
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¡Disfrutad!
TOMÁS
Cuando me levanté con una resaca increíble al día siguiente, mi marido Óscar ya se había ido al trabajo y mi hermano Rodri ya había preparado el desayuno para ambos.
-Pensé que tendrías hambre cuando te levantases -dijo con una media sonrisa-, después de anoche...
Mierda, ahora lo recordaba todo. Todas las copas que bebí y los chupitos que me tragué. Mi marido provocándome y jugando con mi culo en mitad del bar. Y luego llegamos a casa y... follamos en la ducha. Y mi hermano pequeño entró y nosotros... seguimos follando.
Alargué el brazo y cogí una taza bien cargada de café, tomando un trago en silencio.
Cierto, mi hermano y yo teníamos una relación cercana, y nunca actuábamos como que el sexo o la masturbación fuese algo de lo que avergonzarse, así fue como crecimos. Y sí, también es cierto que yo sabía que al mudarse con nosotros solo significaba que iba a estar más expuesto a todas las perversiones que mi marido y yo disfrutábamos haciendo. Pero, joder, seguía siendo mi hermano pequeño. Nunca fue mi intención cruzar una línea que le pudiese hacer sentirse incómodo conmigo, con nosotros.
-Sobre eso -dije tras carraspear-, lo siento por lo de anoche, por si fue raro o algo así.
-A ver, fue raro -dijo riéndose-, pero no tienes porqué disculparte.
-Creo que bebí demasiado -admití-, hace que me ponga... contento. Y lo que pasó en el baño...
-Tomás, ya te lo he dicho, no pasa nada. Te dije que quería que actuaseis como si yo no estuviese aquí, y lo dije en serio.
-Ya, pero no quiero que te sientas incómodo...
-No me sentí incómodo. Si lo hubiese estado me habría ido del baño nada más veros.
Tenía razón. Le di otro trago largo al café. Poco a poco se me estaban aclarando y ordenando los pensamientos.
Nos sentamos en silencio durante unos minutos y me comí una de las magdalenas que Rodri compró en la pastelería de abajo.
-Sí hay una cosa por la que quería preguntarte -dijo tras unos minutos-, pero no es una conversación apropiada para el desayuno.
-¿Desde cuándo somos apropiados? -pregunté sonriendo- Venga, dímelo.
-Cuando te vi saliendo de la ducha anoche, antes de que fueses a trabajar, tenías algo en la polla...
-¿Mi jaula? -miré hacia abajo. Rodri y yo estábamos sentados en la mesa en ropa interior, pero yo llevaba unos calzoncillos que eran particularme estrechos y a través de los cuales se podía ver mi jaula.
-Sí. Se que no es asunto mío, pero me preguntaba de qué va el tema.
-Bueno -dije e hice una pausa para pensar una manera fácil de explicárselo-. Es otra de las cosas para la que Óscar tiene la llave. No estoy obligado a llevarlo, elegí llevarlo, fue mi idea. Se que suena raro, pero... me pone la idea de que él tenga el control. Es difícil de explicar...
-Escucha, no pasa nada -me interrumpió-. No me debes ninguna explicación, solo quería asegurarme de que estabas bien, ¿sabes?, de que no ocurriese nada raro.
Sonreí.
-Yo soy el hermano mayor -dije-, debería ser yo el que cuidase de ti.
-Ya soy mayor, podemos cuidarnos mutuamente.
Rodri me miró con confianza en sus ojos y, por primera vez, no lo vi como mi hermano pequeño, lo vi como otro hombre adulto sentado delante de mi. Casi se me saltaron las lágrimas.
-Gracias tío -le dije-. No quiero que pienses que soy un enfermo o algo.
Mi hermano dejó la taza de café sobre la mesa y vino hacia donde yo estaba, sentándose a mi lado.
-¿Te acuerdas de aquel niño que se metía conmigo cuando tenía nueve años? -dijo de pronto-, ¿el que paró cuando tú le plantaste cara?
-Apenas lo recuerdo -contesté.
-¿Y recuerdas cuando le robé el dinero a mamá de la cartera y tu dijiste que habías sido tú para que no me castigasen?
-De eso SÍ me acuerdo -dije riendo-. Me castigaron una semana.
-Lo que quiero decir es que -me cogió de la mano-, eres mi hermano mayor. Eso no cambió cuando dijiste que eras gay. Siempre vas a ser mi hermano, aunque matases a alguien. Así que no te preocupes por si pienso que eres un enfermo, porque no lo pienso. Solo he preguntado por la... jaula, porque quería asegurarme de que Óscar te está tratando bien.
De nuevo casi se me saltaron las lágrimas, y sonreí.
-Me trata muy bien -dije suavemente.
-Bien -dijo Rodri y me dio una palmada en la mano-, porque ambos sabemos que puedo tumbarlo si quiero.
Los dos nos reímos.
-Hablando de Óscar -dije mientras me frotaba los ojos. Por algún motivo me daba más vergüenza estar a punto de llorar delante de mi hermano que ser follando en su cara-. ¿Vas a ir a verlo al gimnasio?
-Sí, me tengo que ir dentro de nada. He visto que está a un par de minutos de aquí. Os gusta tener todo lo importante en el barrio por lo que veo.
-No nos mudamos al barrio gay por la cara -contesté-. Escucha, ¿qué te parece que vaya contigo? Dame unos minutos para que prepare las cosas y estaré listo.
-Suena bien -me dijo sonriendo.
RODRI
El sol brillaba mientras Tomás y yo íbamos andando hacia el gym. Óscar nos recibiría en la puerta y lo arreglaría todo para poder conseguirme un mes gratis. Tras esto mi hermano y yo fuimos a cambiarnos.
Desde que entramos en el vestuario pude notar que era, claramente, un gimnasio gay (algo que se podía esperar en un barrio como aquel). Se notaba sobre todo en los pequeños detalles. Por ejemplo, todos los tíos demostraban tener mejor higiene de lo normal, cómo todos ellos parecían conocerse y hablaban mientras se cambiaban, de una manera que no solo parecía amistosa sino sensual. Muchos se tomaban su tiempo andando de un lado para otro desnudos, o más tiempo de la cuenta dándose loción por el cuerpo delante de todo el mundo.
Mi propio hermano parecía muy cómodo también. No parecía que le preocupase llevar puesta su gran correa en el cuello, ni la jaula de metal en la polla. Admiraba su confianza mientras nos cambiábamos codo con codo.
-Mierda, se me ha olvidado traerme los calzoncillos -dije mientras me quedaba de pie en pelotas y rebuscando entre mi mochila.
-Siempre puedes ir en plan comando -dijo Tomás sonriendo-, o toma. Normalmente siempre traigo un par en mi mochila.
Me acercó un suspensorio blanco con el elástico de colores.
-Justo mi estilo -bromeé, pero lo acepté y me lo puse.
-Espera -dijo mi hermano mientras me ajustaba el elástico en la espalda, pegándome un latigazo con ellos.
-Gilipollas -sonreí.
Nos pusimos el resto de la ropa y salimos a la sala de ejercicios.
-Espero haber lavado ese suspensorio desde la última vez que me lo puse -dijo mi hermano.
-¿Y me lo dices ahora?
La sala de entrenamiento parecía incluso más gay que el vestuario. El 95% de la clientela eran hombres, la mayoría en muy buena forma, vistiendo ropa de deporte que parecía cara y era muy colorida, además de corta y provocativa.
Óscar estaba muy ocupado como para pasar demasiado tiempo con nosotros mientras entrenábamos, pero de vez en cuando se acercaba para hablar, darnos algunos consejos y darle besos a mi hermano y amasarle el culo. Me hacía feliz ver que eran libres de darse afecto en público. Sabía que aún hoy en día, mucha gente estaba asustada por mostrarse tal y como eran en público.
Incluso con todos aquellos musculitos alrededor, Óscar destacaba. Llevaba una camiseta roja que formaba parte del uniforme y un par de pantalones cortos negros, que eran muy muy cortos y acentuaban sus muslos musculosos y gruesos. La cintura era baja y mostraba el elástico del suspensorio que llevaba debajo, y un poco de la raja del culo se le podía ver cada vez que se agachaba. Por alguna razón siempre llamaba mi atención cuando lo hacía.
Después de una hora y media, estaba reventado. Mi hermano se morreó con Óscar en forma de despedida, atrayendo la mirada de varios chicos interesados alrededor, y luego ambos volvimos a los vestuarios. Allí, Tomás usó dos llaves que Óscar le dio para deshacerse del collarín y la jaula, me sorprendió ver cómo lo hacía ahí mismo, pero no había nadie alrededor. Después nos fuimos a la sauna.
La sauna estaba unida al vestuario y era, también, exclusiva para hombres. Cuando Tomás y yo entramos, llevando puesto nada excepto nuestras toallas anudadas alrededor de nuestras cinturas, había ahí dos chicos que, de una manera bastante obvia, tocándose mutuamente. Cuando nos vieron entrar se enrollaron las toallas alrededor de sus cinturas, que no ayudó a disimular sus erecciones, y salieron de la sauna juntos.
Tomás y yo nos reímos y nos sentamos juntos.
-¿Suele pasar eso a menudo? -pregunté.
-Desde luego, todos los días.
-Joder, ahora me siento mal por haberlos interrumpido.
-Yo no me preocuparía mucho, seguro que terminan en las duchas.
-Aún así, no tendrían que haberse ido porque nosotros hayamos entrado.
Mi hermano se giró, me miró a la cara y levantó las cejas.
-¿Me estás diciendo que no te importaría que esos dos tíos se pajeasen delante de ti?
-La verdad es que no mucho.
-Emm... pareces demasiado abierto para ser simplemente hetero.
Me encogí de hombros y sonreí.
-¿Alguna vez se ha pajeado un tío delante de ti? -me preguntó Tomás.
-Unos cuantos -dije sonriendo.
-Anda que cuentos tienes -dijo mientras se reía.
Justo en ese momento, la puerta de la sauna se abrió y un tío entró, saludó con un tímido hola y asintiendo con la cabeza. Era bastante alto, probablemente cerca de los dos metros, y se sentó justo enfrente de nosotros. Tenía un cuerpo muscular y bastante definido, pero parecía más un nadador que un culturista, que era lo que parecía predominar en aquel gimnasio. Por su cara parecía tener mi edad, pero yo a su lado parecía un niño.
Tan pronto como aquel tío se sentó, noté que mi hermano empezaba a comportarse de una manera diferente. Se sentó con las piernas tan abiertas como pudo, su rodilla tocando la mía, y empezó a restregarse el sudor por todo el cuerpo. Esto llamó la atención del chico, que no despegaba su mirada de nosotros. Mi hermano luego comenzó a bajar la mano hasta su entrepierna, por debajo de la toalla, agarrándose la polla. Esto hizo que el tío alto lo imitase.
Tomás y él se miraron a los ojos.
-Adelante -dijo Tomás suavemente, y el tío le tomó la palabra, se relamió los labios y se sacó la polla de la toalla.
Mis ojos iban de un lado a otro, sin estar seguro al 100% de lo que estaba ocurriendo. A aquel hombre solo le llevó un par de segundos empalmarse, y comenzó a pajearse abiertamente delante de nosotros, mientras las gotas de sudor le resbalaban por el cuerpo. La tenía grande, y la cabeza en forma de seta, y por lo que pude ver huevos y pubis depilados.
Mi hermano se sentaba a mi derecha, completamente empalmado, pero con la polla tapada por la toalla. Mientras lo miraba a él y al tío pajero, me di cuenta de que yo también me estaba empalmando.
Tomás me lanzó una mirada maliciosa y se mordió el labio inferior. El otro tío, mientras tanto, seguía manteniendo el contacto visual con nosotros mientras se masturbaba.
Mi hermano bajó la mirada hasta mi toalla y se dio cuenta de que yo también estaba empalmado.
-Me voy a dar una ducha -dijo de pronto, con una sonrisa traviesa, y se levantó.
Yo estaba muy confundido. El calor me estaba empezando a afectar. Me quedé sentado por unos segundos y me levanté para irme de la sauna también.
-¡Espera! -dijo aquel hombre- ¿Puedo correrme delante de ti?
Lo miré a los ojos y me di cuenta de que los tenía muy bonitos.
-Sí -dije y me senté de nuevo.
Ahora que estábamos solos y habíamos intercambiado un par de palabras, aquel tío comenzó a desinhibirse del todo y a dar un show. Se la meneaba de arriba a abajo cada vez más rápido con la mano derecha, mientras que con la izquierda se agarraba los cojones y tiraba de ellos.
Mientras tanto a mí la polla ya me dolía de tenerla empalmada bajo la toalla.
“A tomar por culo”, pensé y me desaté la toalla y comencé a pajearme yo también.
Me cago en la puta, hacía tiempo que no me ponía tan cachondo. Me escupí en la mano y cogí velocidad. Fue la combinación del calor, el sudor, el tío que tenía delante y el hecho de que mi propio hermano era el que lo había instigado todo, lo que hizo que me corriese en básicamente cuestión de minutos.
De pronto, el tío se levantó y solo le hicieron falta un par de pasos con aquellas piernas largas para acabar a mi lado. Se quedó de pie enfrente de mí y mirándome a los ojos. Pude notar, por la expresión de su cara y lo rápido que se la estaba meneando, que estaba a punto de correrse también. Seguía mirándome, como pidiéndome permiso para correrse sobre mí. Asentí levemente.
En cuestión de un segundo chorros de lefa blanca y pegajosa salieron disparados de nuestras pollas y cayeron sobre mi barriga y mi pecho. La corrida, mezclada con mi sudor, resbalaba por mi cuerpo. En cuanto terminó de descargar reunió ambas corridas con sus dedos y se los llevó a la boca, tragándoselo todo por completo.
-Joder -dije mientras seguía meneándomela lentamente con la respiración entrecortada. Me mareé un poco así que decidí no levantarme.
El chaval sonrió y se sentó a mi lado.
-¿Tú y el otro chico sois pareja? -preguntó aquel tío.
-No -dije casi en un susurro, negando con la cabeza.
Me sonrió y me ofreció su mano.
-¿Cómo te llamas?
FIN DEL RELATO
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¡Un beso!