Mi hermano, su mujer, el culo de ella y yo (7)
Luego de una larga ausencia, me apresto a compartir con los amables lectores, alguna que otra inolvidable experiencia con la mujer de mi hermano mayor, mi deliciosa cuñadita.
Mi hermano, su mujer, el culo de ella y yo (7).
Luego de una larga ausencia, me apresto a compartir con los amables lectores, alguna que otra inolvidable experiencia con la mujer de mi hermano mayor, mi deliciosa cuñadita.
Convencido estoy que una de la peores y mas apremiantes abstinencias en las necesidades fisiológicas del hombre (y de la mujer), es la sexual. Al menos en mi caso (en esta ya larga vida que llevo), he podido constatar que puedo estar dispuesto a cualquier sacrificio, menos al del goce sexual. Es precisamente ese el tema que pretendo abordar en este relato.
Los estudios que entonces estaba iniciando me obligaban a largos períodos de encierro, que bien podrían prolongarse hasta por un par de meses, ya sea por razones reales o inventadas por mis superiores, me suspendían las salidas en forma continua. En estos períodos lamentablemente debería mantener una abstinencia sexual total (o casi total); ya le explicaré el porqué.
Por su parte, mi querida y bella cuñadita con quien mantenía relaciones sexuales desde hace ya mas de un año, estaba condenada a similar tortura, debido a la ausencia por motivos de trabajo de mi hermano mayor (su marido), de su incapacidad para satisfacerla en plenitud y de mi encierro. Los pocos contactos telefónicos que sosteníamos, hacían ver que ambos nos necesitábamos con urgencia por lo que le prometí que pasaríamos el fin de semana solo los dos, sin interrupciones ni interferencias; únicamente ella y yo. Sin intrusos.
El tan ansiado fin de semana llegó pero por mala suerte y a última hora, se me canceló la salida y me vi obligado de hacerle conocer la mala noticia vía teléfono.
Lamento mucho que una vez mas no pueda verte. Le dije desesperado.
Ni modo, ya veremos que se hace. Me contestó.
Ven a verme en horario de visita. Tráeme una foto tuya para mis horas de desconsuelo, le imploré.
Cumplió con lo pactado, vistiendo un sencillo pero hermoso vestido con adornos color rosa, se presentó el día sábado. Su presencia despertó expectativa inusual en el personal de turno. No era para menos, estaba simplemente bella. Con el vestido arriba de las rodillas y un par de zapatillas de tacón alto que además de combinar con su ropa, cumplían la tarea de levantar en forma preciosa su colosal culo, esa hermosa conjunción de elementos convertía el simple hecho del ingreso de una mujer en un espectáculo.
Nos sentamos a conversar, ninguna idea podía madurar en forma conveniente en mi cerebro. Todo mi pensamiento giraba en torno de hacer el amor con la hermosa mujer de mi hermano, desvestirla completita y deleitarme con aquel cuerpo prohibido, pero que por voluntad de ella y mía, también me pertenecía. Por otra parte, la rabia reprimida por el injusto encierro taladraba mi mente.
Un porfiado superior se nos aproximó intentando iniciar una charla, mas movido por la inquietud de la identidad de tan bella dama. Le presente como "la respetable esposa de mi hermano mayor, mi cuñada"; el semblante del intruso cambió de repente, retirándose al momento inventando una excusa apenas creíble. El grado de turbación que la sola presencia de mi hermosa cuñada desataba en aquel ambiente ocupado por hombres en su gran mayoría, no podía ser pasado por alto por nadie, ya que ella estaba especialmente seductora. Finalizada la visita, algunos otros, entre compañeros y superiores, se me asomaron para preguntarme unos discretamente y otros en forma directa de quien se trataba: "es la respetable esposa de mi hermano mayor, mi cuñada".
Quedé con el consuelo de su fotografía, con su hermoso rostro en primer plano, sus bellos senos apenas asomándose en forma tentadora entre sus ropas y sus seductoras piernas cruzadas una sobre la otra, como una innegable oferta; abierta a mis incontenibles deseos. No me quedó otra alternativa de buscar el lugar más íntimo de mi encierro, para en nombre de mi hermosa cuñadita hacerme las más espléndidas pajas que jamás haya disfrutado. En medio de mi solitario frenesí, me la imaginaba abierta para mí en todas las posiciones en las que habíamos hecho el amor: por delante aprisionándome ella con las piernas; por detrás al borde de su cama matrimonial con su enorme y bello culo a mi entera disposición; por delante agazapados detrás de alguna puerta en un rápido polvorete con la prisa de los que temen ser descubiertos; por detrás apoyada ella en la taza del baño de la casa familiar y ensartándole yo mi verga hasta el tope; por delante, ella sentada a caballo sobre mi cuerpo, meneando su cabellera y sus senos al vaivén del deseo irreprimible; por detrás, mirándonos en el espejo de algún motel mientras ella abre portentosamente las piernas y yo meto mi viril miembro en esa peluda y exquisita raja. En verdad no fueron muchas, pero gracias a la fotografía y a mi imaginación, gocé como si ella misma estuviese presente.
Pero como Dios no castiga dos veces, llegó el tan ansiado fin de semana. Nervioso y sin demora me dirigí al pequeño apartamento que mi hermano había rentado para que su familia, ahora compuesta por su esposa y los dos niños, viviesen una vida mas cómoda. Eran mas o menos las diez de la mañana cuando llegué. Ella me estaba esperando, vestida con una amplia falda que le cubría hasta los tobillos y una ajustada blusa que ofrecía la belleza de sus senos en todo su esplendor.
Me recibió con un beso en la boca y una sonrisa pícara, los niños eran aún pequeños por lo que no había cuidado, además el mayor de ellos ya me conocía como su querido tío. Poniendo a los niños a buen recaudo nos dirigimos presurosos al dormitorio principal, en su amplia cama iniciamos un apresurado rito de desahogo de tantos días de abstinencia, en medio de revolcones, con la puerta apenas entreabierta para no perder de vista a los niños, como una especie de desafío al peligro de amarnos y entregarnos en cuerpo y alma aunque ambos pisábamos terreno prohibido. Trataba ella entre apasionados besos bajarme los pantalones para dejar mi erecto miembro libre y listo para la acción y yo buscaba entre sus amplias faldas, sus calzones para quitárselos de un tirón y dejar libre el camino a la gloria.
No busques mucho que no traigo los calzones puestos, me dijo. Es que de tanto esperarte he pensado en simplificar la cosa.
Era la amante perfecta. Sabía cuando hablar y qué decir. Cada palabra suya era un estímulo directo en mi columna vertebral, lo que repercutió en forma inmediata en mi erecto pene que suave y libremente ingresó en aquel adorable hueco de mi cuñadita, cuya entrada estaba únicamente guarnecida por un penacho de abundantes pelos que fácilmente declinaron sus armas ante mi feroz arremetida. Ella tendida sobre la cama, con las faldas arremangadas hasta la cintura y con la frágil blusa por debajo de sus hermosas tetas, yo prisionero de sus brazos y sus piernas, con toda mi virilidad lista para hacerle saber cuánto la había deseado y extrañado, empujando cada vez con mas fuerza en su interior. Ella recibiendo mis embates siguiendo acompasada el ritmo del deleite total, yo tratando de alcanzar en ella el mas sublime gozo de ambos y mejor si los dos al mismo tiempo.
No aguantamos mucho, habíamos ambos esperado demasiado, yo disfrutando de su fotografía en mi soledad y ella ansiando aquellos momentos de placer total. En medio de gritos llegó al orgasmo, un orgasmo bello y prolongado, ansioso y brutal. Le seguí el camino y me desleché por completo en su interior, lo que ella recibió con absoluto gozo.
Quedamos tendidos muy cansados en la cama, ambos mirando el cielo falso de la habitación, sin pronunciar palabra, aún extasiados de tanto placer; pero el sabor a lo prohibido no tardó en volver, ya que su hijo mayor que tenía entre 3 ó 4 años, se asomó a la puerta posiblemente atraído por nuestros gritos.
Queríamos la noche para los dos solos, por eso ella había entender a nuestra familia, que pasaría el fin de semana con su madre, por mi parte había hecho lo propio comunicando un corto viaje de entrenamiento de fin de semana por lo que podíamos disponer de alguna tranquilidad ya que no esperábamos visitas inoportunas. La treta estaba casi perfecta.
Pasamos la tarde atendiendo a los niños, viendo televisión y hasta conversando de cosas triviales. Ambos esperábamos con ansias la noche. En medio de las atenciones a los niños levemente salió a relucir el tema de nuestro hijo (el menor de los dos); le dije simplemente que consideraba ambos hijos míos, que no sentía ninguna diferencia ya que todo lo que ella quería era también querido por mí. Quedó satisfecha, no hizo notar ninguna otra diferencia en el trato a los niños el resto de la tarde.
Te tengo una sorpresa para la noche, me dijo. La única condición es que seas paciente y me ayudes a lograr lo que ambos deseamos, me recalcó.
A la hora de la cena, adornó la mesa con unas pocas velas y apareció vistiendo una faldita muy corta de color negro, medias de seda del mismo color, zapatos de tacones muy altos, una impecable blusa blanca, una pañoleta en la cabeza y un sensual y pequeño delantal con bordados; a manera de la mas bella azafata.
Solo tendría que quitarte la faldita para que estés perfecta, le insinué.
Entonces tendrás que cerrar todas las cortinas y apagar todas las luces para evitar miradas intrusas, me dijo.
Así lo hicimos, quedándonos con las luces de las velas y del televisor. Se quitó sensualmente la faldita y pude ver su primoroso calzoncito blanco que trabajosamente cumplía la tarea de cubrir su gran culo. Aquel espectáculo era único, todo el culo de mi hermosa cuñadita, apenas cubierto por aquella sensual prenda y rematada por el lazo que hacía sobre sus caderas los sujetadores el frágil delantal, listo para satisfacer mis deseos. Se contorneaba en forma deliciosa, dirigiendo de vez en cuando la mirada hacia atrás y sorprendiendo a su joven cuñadito babeándose del gusto de comerse aquel pedazo de carne, que emergía como un adelantado presente de aquella noche que recién empezaba.
Pese a todo, se dedicaba en forma muy natural a las faenas que aún restaban por hacer, dar alguna atención a los niños, terminar de preparar la cena y alguna que otra cosa. Cada que la tenía a mi alcance, le pasaba una mano por entre las nalgas, a veces lograba acariciar su prominente cocho que se escondía detrás del delantal, Cada que podía acariciaba sus tetas, que se mostraban desafiantes a cualquier prueba. A cada caricia mía, respondía con un beso, con una sonrisa o con otra caricia directa a mi miembro que cada vez saltaba en el interior de mis pantalones.
Cenamos, los niños fueron atendidos y puestos en cama y la noche quedó para los dos. Puso ella música muy romántica en el pequeño aparato y nos entregamos a lo nuestro. Primero en el sofá, donde empecé a besarla por todo el cuerpo y logré quitarle los calzones con la sola ayuda de mis dientes y por supuesto por la natural habilidad de sus hermosas piernas para quitarse sin mucho esfuerzo los calzones. Una vez libre el camino a su hermoso cochito, no resistí la tentación de darle primero un tímido beso en medio de sus labios vaginales, una vez que ella entregó el cocho entero a disposición de mi boca, chupé con todas mis ganas el hermoso ejemplar de "conejo" que mi cuñada se gastaba, con su abundante pelambre y con su forma redondeada que bien podría caber en toda la palma de mi mano.
Sin pérdida de tiempo ella buscó con la boca mi erecta pija y sin remilgos se la metió enterita. Estábamos en el sofá haciendo lo que por supuesto jamás se le ocurriría a mi aburrido y viejo hermano, quien tenía por dicho que las cosas de pareja jamás debían trasponer la puerta de la alcoba. Estábamos en un perfecto "69", disfrutando por primera vez de las delicias del sexo oral.
Me animé entonces a llevarla a la mesa del comedor, donde en medio de algunos restos de la cena y la escasa vajilla empleada, continué con la tarea de comerme ese exquisito postre que significaba el cocho de mi cuñadita. Cuando creí tenerla a punto la penetré con mi ardiente verga encima la mesa y a los pocos movimientos de mi miembro en su interior, se vino en su primer orgasmo dejando una leve mancha en el mantel color perla. Pasamos a la cocina, donde alcancé a sentarla encima de la mesa y la penetré por delante, acariciando sus abundantes pechos y besando su boca. Volvimos al living, la recosté sobre el respaldar de un sillón individual, poniendo su hermoso culo a mi entera disposición y me apresté a comerme a la azafata mas caliente, sensual y bella que jamás había imaginado.
Cógeme el culo como nos gusta a los dos, me decía. Lléname de tus leches el cocho que te espera ansioso. Satisface tus fantasías en mí esta noche, que no habrá nada que nos interrumpa.
En medio de la tenue luz que facilitan las velas, ver el hermoso cuerpo recostado de mi cuñadita con sus nalgas a mi disposición era como tocar el cielo mismo. Me acerqué lentamente y apuntando mi verga hacia su feliz destino, le dije:
No se mueva mi amor que aquí viene su macho a culearla por donde mas le gusta.
Lanzó un grito de placer y me recibió como solo los dioses saben y empezó el meneo de sus nalgas en procura de alcanzar mi satisfacción.
Lléneme con su leche papacito, córrase dentro, hágame la mujer mas feliz del mundo, yo estoy a punto de acabar, me decía en medio de jadeos.
Llegó lo tan esperado, no pude sacar mi verga a tiempo para regarle con el primer chorro el hermoso culo como tenía pensado, pero el segundo le cayó de lleno en la hermosa zanja que dividía ambas nalgas y un tercero y hasta un cuarto chorro terminaron el la mitad de su espalda, mientras ella se retorcía en medio de los espasmos del clímax que también había logrado alcanzar, con la cara apoyada en el asiento del sillón, los ojos cerrados, con el culo regado de leche, completamente indefensa y a mi entera disposición.
Nos tendimos sobre la alfombra a descansar brevemente. Ambos coincidimos que cualquier sacrificio, toda abstinencia, toda privación y todo peligro estaba ampliamente justificado por el placer que en los momentos anteriores acabábamos de experimentar.
Se incorporó y sacó una botella de licor.
Esta noche nos toca festejar, me dijo, sirviendo dos vasos en igual medida y ofreciéndome un brindis.
Saludé la idea del trago, mucha falta me hacía y eso que la noche "aún era joven".
Esta noche quiero emborracharme, me dijo. Quiero desahogarme de todo lo malo que me pasa.
Bebimos plácidamente sentados en el sofá, mientras escuchábamos música y conversábamos de nuestras experiencias en el diario vivir. Yo le contaba detalles de mi sufrimiento por no tenerla, mientras ella se deshacía en explicaciones de lo mucho que me extrañaba.
Sentimos algo de frío y nos fuimos para la cama algo ya mareados, pero llevamos con nosotros la botella que ya andaba por las medias. Ella se puso un frágil camisón de dormir y nos acostamos con la puerta completamente abierta, disfrutando aún de la música y en medios de suaves caricias en forma natural sentimos la necesidad de hacerlo de nuevo. Juntamos nuestros cuerpos ahora ambos de costado y frente a frente, no tuve problemas de penetrarla ya que ella en el momento oportuno abrió un poco las piernas y me dio una ayuda. Dejando a mi disposición su enorme culo para acariciarlo por detrás con ambas manos.
Estás obsesionado con mi culo, me dijo a manera de pregunta, aún sabiendo la respuesta.
Cubierto como está por la suave seda se me antoja mucho mas comérmelo y cuanto antes mejor, le contesté.
No necesitó mayor insinuación, simplemente se dio vuelta y me ofreció aquel precioso trofeo, semienvuelto en la fina seda y aún mojado de nuestros jugos del amor. La penetré lentamente, ella se acomodó para recibirme mejor doblando un tanto ambas rodillas, arqueando la espalda y empujando su culo hacia mí. Mi miembro al penetrarla siguió una especie de ruta deliciosa, ampliamente conocido y muy familiar. Lo sentía completamente mío, aún que la verdad era que ese culo tenía otro dueño y pertenecía nada mas y nada menos que a mi hermano mayor, a pesar de estar completamente en razón de que la familia toda y la sociedad reprochaba en forma total lo que estábamos haciendo, yo me sentía el dueño absoluto de todo aquel cuerpo porque sentía que ella, cada vez que se entregaba, como ahora dándome la espalda y ofreciéndome su culo completo, lo hacía por amor y no por obligación como ocurría con mi hermano.
Empecé el movimiento metiendo y sacando mi verga del interior del cocho de mi cuñadita, pero siempre por atrás, que era lo que mas me gustaba. Ella con frágiles y sensuales movimientos acompañaba en forma rítmica mis embates, empujando cuando debía empujar y jalando cuando debía jalar. Abriéndose levemente las nalgas para una mejor y total penetración y ofreciéndome ese hermoso espectáculo de su casi blanco cochito rodeado de pelos un tanto rubios recibiendo a mi negro y grueso miembro, endurecido al tope por el deseo, como reclamando la propiedad de aquello que sabía era ajeno, como clavando en medio de aquel culo el derecho propietario que me asegure que nadie mas lo cogería. Miré por la ventana de la alcoba y percibí que el alba parecía aproximarse
El licor estaba haciendo su efecto, mi duración en el coito era mayor y ella se mostraba completamente libre de toda inhibición.
Quiero hacer todo lo que se nos ocurra, me dijo. Dame tu verga por donde quieras.
Quizás actué un poco egoísta, pero no cambié de posición por un buen momento, quería deleitarme hasta el máximo del culo de mi cuñada y seguí en el mete y saca casi interminable por el efecto del alcohol; hasta que a pedido expreso de mi bella pareja, accedí a la posición del perrito pero con la variante de estar yo de cuclillas apoyado en mis pies sobre la cama, como una especie de cabalgata sobre tan hermosa yegua. El espectáculo era inenarrable, ese hermoso cuerpo semicubierto por el frágil camisón de dormir, su culo emergente y apuntando hacía mi y completamente para mi, sus hermosos senos colgados rozando las sábanas, sus bellos ojos cerrados y sus labios pidiéndome:
Dame verga papito, dámela por donde mas te gusta, métemela hasta el fondo, haz de mi lo que quieras mi amor.
La penetré ahora en forma salvaje, no me interesaba el pequeño ardor que se asomaba en la punta de mi verga, seguí dándole como ella quería. Mi cuñadita se deshacía en medio de gritos y quejidos.
Acaba donde quieras mi amor, déjame tu leche donde quieras, repetía como loca.
Entendí el mensaje, después de darle duro por el cocho pero siempre por atrás, calculando que estaba a punto de eyacular, hice un esfuerzo, agarrando mi verga con la mano derecha, sacándola del interior de mi cuñada, la apunté en forma directa a su hermosos orificio anal que desde hace rato se venía ofreciendo a mis embates. Ella sintió mis intenciones y solo alcanzó a decir:
siiiiiiiiiii, siiiiiiiii papacito, métemela ahí, ahí mismo donde te he esperado desde siempre.
A pedido se la metí y de un solo envión, ella se desató en un orgasmo interminable, en medio de espasmos y gritos, sus piernas y sus brazos no resistieron el peso de mi cuerpo y el embate de mi miembro y se derrumbó encima de la cama dando alaridos y empujando el culo hacia tras con mayor fuerza para no perderse ni un milímetro de mi verga. Sentí de la forma mas deliciosa el contacto de mi pelvis, mis bolas mi estómago y mi verga con su portentosos culo que aún latía bajo mi cuerpo. Mi primer chorro le llenó el culo, y aún me quedaron las últimas fuerzas para sacar mi verga de su interior dejando por accidente un poco de leche sobre la entrada del ansioso cochito de mi cuñada y descargar toda mi furia convertida en chorros de tibia leche, parte en su pelo alborotado, parte en sus bellos senos ya que se había volcado en la cama rápidamente y todo el resto en el hermoso rostro de mi jadeante cuñadita, a manera de marca indeleble para que todo aquel que la vea sepa que era de mi propiedad.
Y caí rendido de placer a su lado. Ambos quedamos dormidos agotados por el esfuerzo y por el efecto del licor, el llanto de nuestro hijo nos hizo despertar, eran ya las 7 de la mañana, otro día había empezado.
Gracias a mis lectores y saludos.