Mi hermano, su mujer, el culo de ella y yo (6)

Aunque algunos duden de la veracidad de mis relatos, les presento un nuevo encuentro con esa bella mujer, quien a pesar de no ser mía; amo sinceramente.

Mi hermano, la mujer de él, le culo de ella y yo (Sexta Parte).

Una última publicación mía titula "Agazapados tras la puerta", el tema es el mismo, mi hermosa cuñada y su excepcional forma de hacer y sentir el amor. Les aconsejo lean ese atisbo de pequeña obra.

Este capítulo quisiera dedicárselo a mi querida cuñada a quien he tratado de convencer que compartamos con todos ustedes nuestras experiencias. En verdad no he logrado su consentimiento, pero como quiera que ya vengo publicando desde hace tiempo, (y he podido percibir alguna posibilidad de aceptación de parte de ella), le dedico este capítulo a la mujer que amo y que me ha enseñado a amar.

Bueno, como les relaté en mi anterior entrega, nuestro hijo nació, varón, fuerte, saludable y bello. Nunca nos pusimos a hablar de ello puntualmente, sólo en los momentos de intimidad, ambos nos referíamos a él, como el ser mas querido y como el producto de nuestro amor; pero nada mas. Quizás lo natural hubiese sido que hagamos planes juntos con relación a nuestro hijo, mas preferimos quedarnos con la mentira de que el padre era mi hermano.

La vida en familia continuó y me tocó decidir respecto de mi futuro y decidí acogerme a las armas es decir seguir una carrera militar. Como ya les dije también, tenía mi noviecita formal de quien me costó conseguir su resignación por mi ausencia, era tan tierna la muchacha que en medio de sollozos me aseguraba que no se sentía capaz de sobrellevar la vida sin mi.

Mi cuñada, una mujer mucho mas madura en lo sentimental, aceptó la idea no como una separación forzosa, sino como lo que era, un paso en mi vida particular que no debería influir drásticamente nuestros sentimientos. De todas maneras, lo nuestro fue afectado por la separación forzosa y por las obligaciones que ella tenía como madre de dos hijos.

Siempre que lograba algún permiso de fin de semana, mi reacción inicial era de ver a mi noviecita, con quien no siempre teníamos sexo, sino que nos dedicábamos a compartir momentos de alegría y compañerismo y cuando lo hacíamos, para mí era algo completamente natural, como cuando uno hace el amor con su esposa a quien por supuesto ama y con quien puede hacerlo en el momento que ambos lo decidan. De una sola frase, aunque amor sobraba, lo que definitivamente faltaba era MORBO que a decir de algún autor de esta misma página, es la clave del éxito de un contacto sexual espléndido.

En mis largas noches de soledad y en mi interminable vida casi en cautiverio, no tardaron en aflorar mis deseos dirigidos precisamente a quien me despertaba todo el morbo del mundo, es decir a la mujer prohibida, a la mujer de mi hermano. Ansiaba cada noche tenerla entre mis brazos, acariciarle todo el cuerpo, recibir sus ansiosos besos y descargar en ella todas mis ansias reprimidas.

No puedo negar que una de las cosas que también anhelaba era hacerla feliz, verla gozar, sentir sus estremecimientos y oír sus gritos en medio de nuestras caricias y verla desfallecer en sus hermosos orgasmos cuando hacíamos el amor. Era una especie de tortura china lo que practicaba al dejarme llevar por mis recuerdos y por mi imaginación, soñando lo que debería hacerle o recordando lo que habíamos hecho juntos, a veces amargándome por no haberle pedido algo más o no haber hecho realidad alguna fantasía.

Lo cierto es que con razón o sin ella, pedí entrevista con el psicólogo de la academia, en una corta charla le expuse al profesional que estaba experimentando una serie de inconvenientes en mi comportamiento, que podía significar mi separación de la academia. Muy fácilmente el profesional llegó a la conclusión que lo que necesitaba era liberarme de la presión adicional que experimentaba como producto de mi abstinencia sexual, me recomendó recurrir a una profesional del oficio, es decir una prostituta con quien pueda yo en una tarde, desahogarme a plenitud y así estar mas tranquilo, y me dijo adicionalmente:

  • "Pero si tienes una mujer de tu confianza con quien puedas satisfacer tus necesidades, mejor aún, ya que no debes olvidar el riesgo de las enfermedades…………….".

Esa última frase cambió el curso de la historia, pues en este momento estaría relatándoles mis encuentros con algunas putas que como sabemos abundan en todas partes o con mi tierna e inexperta noviecita "de adorno". Mi mente derivó en forma directa y plena en mi cuñada, sin temor a equivocarme y sin duda alguna. Le pedí al psicólogo si él podía ayudarme a conseguir el permiso respectivo en la forma mas discreta posible, para no abundar en detalles con el sistema. Consiguió para mí la tarde de un día martes. Hubiese querido que fuese por la mañana, para recordar la primera mañana en que hice el amor con mi cuñada, en su propia cama, aún calientita del cuerpo de su marido salido a trabajar. Podía haber sido un aditamento sensual, pero así se dieron las cosas y se convino un encuentro por la tarde.

Vía teléfono me contacté con ella:

  • "Necesito verte", le dije con voz seguramente temblorosa.

  • "Yo también", me contestó.

Quedamos en un encuentro a las dos de la tarde, en un lugar muy próximo al liceo (un motelito). La noche anterior a nuestro encuentro, prácticamente no pude dormir, sentía mi miembro completamente erecto durante toda la noche, me revolcaba de un lado para el otro tratando de conciliar el sueño, hasta que llamé la atención del personal de turno. A la mañana siguiente no pude ni siquiera desayunar y a la hora anunciada, nervioso me encaminé al punto de control de la entrada principal, documento que avalaba mi permiso en mano, me presenté al superior encargado quien me dijo que en vez de una "visita a familiares", debería visitar al médico ya que me encontraba muy pálido y compungido.

En verdad mi estado no era para menos, tantos meses sin verla, tantas noches sin tenerla y tantos deseos reprimidos estaban haciendo estragos en mí. Mas la espera de la última noche, que terrible desesperación. Si algún contratiempo se suscitaba, hubiese sido un verdadero desastre que ocasionaría mi renuncia a mis estudios.

En una especie de parque frente al motel, estaba ella sentada con un enrome abrigo que le servía de protección del frío. Me vio y sonrió con la sapiencia de la experta amante. Un beso nervioso en las mejillas, un abrazo mío alrededor de sus hombros y un paso apresurado de los dos al interior del local fueron nuestras naturales reacciones. Como siguiendo un libreto previamente concebido, nos dirigimos directamente al lugar del encuentro.

No puedo mentirles, estaba realmente apurado, ni bien traspusimos la puerta del cuarto me abalancé sobre ella y juntos caímos sobre la cama, llevaba ella una falda amplia debajo del abrigo y unas medias negras de seda con sujetadores, cuyo mínimo roce me estremecía las entrañas. No tuve tiempo para nada, con un certero zarpazo le arranqué los diminutos calzones y bajándome los pantalones que quedaron fatalmente atorados en mis zapatos le presenté mi erecto miembro listo a todo. Ella miraba con sus brillosos ojos al ver mi verga apuntando hacia su sexo, me la agarró con una de sus manos pero no le di el menor tiempo, con un ágil movimiento la penetré de un solo envión, arrancando un grito de placer de Lupita, la mujer de mi hermano mayor.

Empecé un frenético vaivén encima de ella, mientras nos ahogábamos en besos y caricias, ella arañando mis espaldas, yo metiendo ambas manos por debajo de su culo que estaba siempre apetecible y sediento de placer, apretándola hacia mi como el regalo masa apetecido y por fin conseguido.

No aguantamos mucho tiempo.

  • "Quiero que goces mi amor junto conmigo", alcancé a decirle.

No me respondió, simplemente levantando un poco las caderas, acompañó con movimientos casi circulares y muy sensuales el ritmo de mi verga entrando y saliendo de su interior.

  • "Te he extrañado todo este tiempo, no ha habido noche sin que pensara en ti", le dije mintiendo un poco.

Tampoco me respondió, estaba concentrada seguramente en llegar al orgasmo ya que me sintió tan excitado que quería disfrutar plenamente de este tan apresurado polvo.

  • "Voy a llenarte el cocho de la leche que tengo acumulada hacen meses para tí", le dije.

Una vez mas pude observar la reacción natural e inmediata que las palabras obscenas provocaban en ella, sonrojándose en las mejillas, abriendo la boca y dando un grito de placer, llegó al orgasmo con un apretón muy fuerte de sus piernas alrededor de mi cuerpo.

Fue la señal que estaba esperando, sacando mi verga rápidamente de su interior derramé mi primer chorro en el abundante pelambre de su cocho y fuera ya de mí mismo, no pude evitar que un segundo, un tercero y un cuarto y quizás un quinto chorro, caigan en sus vestidos, en sus medias de seda en su abrigo y en parte de la cama. No contento aún, introduje rápidamente mi latente miembro en el interior de su concha y nos fusionamos en un abrazo que mas que de amor era de desesperación.

Hablamos un poco, intentábamos contarnos mutuamente lo vivido, pero siempre que nos mirábamos a los ojos terminábamos besándonos y empezábamos de nuevo a amarnos. Ya tranquilo después del primer desahogo, me dediqué a satisfacerla como solo a ella le gustaba, empecé alabando la belleza de su cuerpo, me deshacía en atenciones (sin fingir un solo milímetro), por la exuberante belleza de aquella mujer que a pesar de haber sido madre por dos veces, mantenía todas las características de las mujeres que a mi gusto tienen el derecho innato a ser bien amadas y a gozar como a ellas se les venga en gana y con quien mejor les parezca, ya que no existe poder en la tierra que le niegue aquel celestial derecho que Dios mismo les dio, de gozar y ser bien gozadas.

No recuerdo exactamente las veces que llegamos al orgasmo, (o mejor: no quiero enumerarlas para no caer en el clásico vanaglorio de algunos colegas autores); sin embargo debo decirles que al menos ella llegó varias veces; pues gozó cuando le chupé el cocho con las ansias de niño sediento de sus jugos en la clásica posición numérica, cuando la monté por detrás estando ella de cuatro patas y agarrándola yo de los pelos, siempre por detrás cuando la puse de filo contra el catre, aún por detrás cuando la apoyé en el respaldar del sillón con el culo bien protuberante e indefenso a mis embates, por delante con las piernas abiertas a modo de tijeras apuntando hacia el cielo ahora ya nuevamente en la cama, por detrás tendida boca abajo con todas las almohadas que pillamos( y algunas mantas debidamente dobladas), debajo su cuerpo para lograr una mejor penetración, por delante y en el piso con las piernas en mis hombros estando yo apoyado apenas en mis pies sobre la pequeña alfombra, por detrás agazapados tras la puerta simulando ver si su marido viene, por delante montada encima de mí con las tetas al viento y con la cabellera hermosamente caída sobre uno de sus senos.

Por mi parte me desahogué en el interior de su deliciosa concha, entre sus hermosos senos, en medios del canal glorioso que separaba sus amplias nalgas y en el inicio de sus espaldas. En los dedos de los pies a petición expresa de mi cuñadita. En su rostro, sus ojos, sus mejillas, su frente, cuando me pidió que acabe en su boca: tenía muy mala puntería.

Llegó la hora de una rápida comidita, ella muy solícita preparó algo acompañado de un refresco y hubo algún tiempo para la tertulia.

  • "¿De veras me has extrañado?", alcanzó a preguntarme.

Le conté algunos detalles de mi rutina, de las largas horas de encierro, de las interminables horas de espera, de los aburridos ejercicios y de las impertinencias de mis superiores, Ella me contó de su aburrida vida, de su inactividad sexual no por falta de tiempo o por imposición del sistema, sino por la plena y completa ineptitud de mi hermano, su marido, quien como ya les relaté anteriormente era un verdadero pelele para tan bella mujer.

Llegó la hora previa a la despedida, ahora mi desconsuelo era total, no entendía porqué el maldito destino me ponía en semejante dicotomía. ¡Cómo Dios mismo permitía este sufrimiento de dos personas jóvenes y aptas para la cama que no podían encontrase por esas "cosas de la sociedad"! ¡Cómo permitir semejante desperdicio, debería El unirnos y no separarnos con las falsas reglas de la iglesia y de la sociedad. ¡Mi cuñada debería dejar de ser la mujer de mi hermano para convertirse en mi mujer, por ley natural!

Le propuse un último esfuerzo (ya que ambos estábamos agotados) para empezar a gozar de nuevo, por mi parte para aplacar otro largo período de abstinencia forzada, por parte de ella para su propia abstinencia "natural".

Estando ella tendida boca abajo, empecé acariciarle suavemente aquel hermoso culo que era motivo de mis desvelos y sin tocarle ninguna otra parte de su cuerpo, me dediqué únicamente a ese bello par de montes separados por el glorioso canal que contenía su orificio mas virgen. Besándole en la boca hice una aproximación mayor hacia su ardiente orificio anal siempre con un dedo ahora mojado en saliva, sentí un calorcito emerger de su piel y como rápida reacción ella empezó acariciar mi verga que se recuperaba lentamente de su letargo. La acarició muy sensualmente mientras yo amenazaba con penetrarla por el culo con mi dedo mayor, ella apretaba con el índice y el pulgar la cabeza de mi verga y esparcía el escaso líquido lubricante en su alrededor.

Entonces le dije:

  • "Te la meto por aquí?", tocando suavemente con la punta de mi dedo índice la entrada a su culo.

No me contestó nada, sólo se llevó la mano derecha a la boca y depositando un poco de saliva entre los dedos la esparció alrededor de mi verga. Era una simple invitación a que la penetre por donde yo le había pedido o era la aceptación a mis mas grandes deseos. Sin dudar ni un solo momento y sin permitir que cambie la posición de su cuerpo, poniendo nuevamente unas almohadas debajo, hice que levantara mas la colita para ofrecerme su culo completamente para mí y mientras ella con ambas manos separaba levemente las nalgas para permitir mayor facilidad en la penetración, le introduje mi ya duro miembro en forma lenta pero sostenida, ella lanzó un quejido al empezar mi verga su gloriosa entrada, pero después éste se convirtió en jadeos de placer y con sensuales movimientos acompañó al compás de mis enviones diciéndome:

  • "Clávame tu verga en el culo papito, dame por el culo, hazte dueña de aquello que tu odioso hermano rechaza, lléname el culo con tu leche….".

Eran inconcebibles no solo las imágenes que se presentaba a mis ojos, sino las palabras que vertían de los hermosos labios de la mujer de mi hermano mayor. Una verdadera locura, algo inaceptable para la pobre suerte de un muchacho, demasiado para las precarias artes de amar que entonces poseía. Era la expresión mas exacta del pecado; sin embargo para mí sabía a gloria, a bendición, a dicha, a felicidad y no pensaba renunciar a todo ello.

No pude aguantar mucho tiempo y me vine en medio de gritos al mismo tiempo que ella, no alcancé a sacar mi verga de su interior para rociar sus hermosas nalgas como era mi fantasía, simplemente en el momento de la gloria, empujé con todas mis ganas penetrándola hasta el tope de mi verga, ella abrió desesperadamente los ojos y lanzando un grito llegó al orgasmo. Distendió sus músculos entregándose al descanso lo mismo que yo, me desfallecí encima de su cuerpo, con mi verga aun dura clavada en el interior del culo de la mujer de mi hermano y con mi boca dándole imperceptibles besos en la nuca, en medio de su abundante y hermosa cabellera.

Nos despedimos, yo seguro de un nuevo y duro período de abstinencia, ella lo mismo, resignada a su rutinaria vida sexual al lado de su marido.

  • "Llámame siempre que me necesites", me dijo.

Quedé con la idea de llamarla cada fin de semana, no mejor cada noche, cada hora, a cada momento o mejor, descubrir de una buena vez lo nuestro, rendir mis incipientes armas a favor de esa belleza de mujer y a sus irresistibles encantos, renunciar ella a su vida en matrimonio y a la comodidad económica, salvarse ella de ese suplicio de vivir al lado de su aburrido marido. Renunciar ambos a todos los beneficios que la sociedad pudiese habernos otorgado hasta el momento y emprender juntos una vida feliz para siempre.

Esas eran palabras mayores, restaba mucha agua todavía pasar por debajo el puente. Quedaban muchas experiencias por vivir. Si su tolerancia me lo permite, intentaré reflejarlas en el futuro por media de esta página.

Gracias a todos quienes hicieron comentarios, a todos. A quienes preguntan (o dudan) de la veracidad de mi historia, si las fotos pueden considerarse pruebas fehacientes, trataré de convencer a mi cuñadita para tomarle algunas, veo difícil la tarea pero ahí vamos. Sin embargo, si de algo mis lectores pueden estar seguros, especialmente las féminas, es que mi cuñada es para mí la mujer mas hermosa del mundo a quien amo de veras, aún a pesar de los muchos años que han transcurrido. No quiero desperdiciar la sorpresa que les tengo, por eso termino con esto.