Mi hermano rubén, leo y yo

Aquel pequeño y joven cuerpo de piel blanca y adornado de vello moreno, con su pelo alborotado, con sus ojos negros enmarcados en unas gafitas de pasta negra, con sus labios carnosos y encarnados y su barba de varios días sin afeitar me inspiraban tanta ternura como excitación.

MI HERMANO RUBÉN, LEO Y YO

Aquel pequeño y joven cuerpo de piel blanca y adornado de vello moreno, con su pelo alborotado, con sus ojos negros enmarcados en unas gafitas de pasta negra, con sus labios carnosos y encarnados y su barba de varios días sin afeitar me inspiraban tanta ternura como excitación.

Hacía tiempo que conocía a Leo. Desde que iba a ver a mi hermano, antes de iniciarle en el placer homo, había conectado con el chico de la gasolinera (la única que había en toda la sierra de Cazorla). Desde el primer día, hubo química entre nosotros; sólo al rozarme la mano al darle el dinero del importe, sentí algo especial en él. Su sonrisa me cautivó. En segundos me fijé en él y sentí deseo por morder esos labios. Mi vista se fijó en que el vello de su pecho quería asomarse por el cuello de su camisa abierta por dos botones. Cuando se dio la vuelta para cobrarme, me fijé en su pequeño, pero redondo y, seguro, que duro culo. Me gustó. Me gustó mucho.

La siguiente vez que fui a poner gasolina, no me corté un pelo y le pregunté si sabía de algún lugar por la zona de ambiente gay. El muy cabrón me dio la dirección de una calle y resultó que era su casa.

Llegué hasta allí, me desconcerté en un principio pues no había ningún local. Llamé a la puerta y me abrió el mismo Leo en bermudas y camiseta roja de tirantes: - Pasa. Te estaba esperando.

Me quedé unos instantes en la puerta hasta que reaccioné y entré.

Nos desatamos en una lucha pasional tras nuestras vigilias sexuales. Nada más cerrar la puerta se enganchó a mi morro como un poseso intentando sorberme hasta el seso: - Espera...por favor...tranquilo...tranquilo...no soy una tubería atascada...

-Perdona, pero es que desde hace mucho que no tengo sexo y estoy desesperado.

  • Vale. Pues vamos a ello, pero con tranquilidad...quiero disfrutar...¿Vale?

  • Vale.

Le quité las gafas, le besé sus oscuros párpados, sus labios, que tenían una suavidad maravillosa, y nuestras lenguas se acariciaron. Le acaricié el pelo, el cuello, metí una mano por la camiseta para acariciar su espalda mientras la otra buscaba su paquete. El hacía lo mismo, me seguía el ritmo. Me desabrochó la camisa, me mordió el cuello (cosa que me excitaba en extremo), me levantó los brazos y me besó y lamió los sobacos para luego meter la mano por la cintura del pantalón hasta la raja de mis nalgas.

Aquel chaval era un dios de la naturaleza salvaje. No lo supe bien hasta que me bajó los pantalones y comenzó con la mamada más bestial y maravillosa que me han hecho nunca acompañada de una penetración de hasta tres dedos que yo le facilitaba abriéndome como una perra.

-Espera-: le dije...- Yo también quiero disfrutar...

Le bajé los pantalones y ante mi apareció una verga maravillosa, enorme, dura como una piedra, mirando al cielo, circuncidada, con el capullo a punto de estallar brillante y oscuro como una ciruela. Las venas azuladas cruzaban su tronco hinchadas por exceso de sangre. ¡Dios mío!. Era un regalo de los dioses. Besé su glande y se lo lamí con la punta de mi lengua. Noté como se estremecía y gemía de placer. Metí la tranca en mi boca para masturbarle sin compasión. El abundante vello negro y rizado me hacía cosquillas en la nariz mientras la selva que cobijaba los cojones me lo hacía en la barbilla. Aquella sensación,el sabor y el olor me estaba poniendo como una locomotora a punto de soltar todo su vapor.

Siempre me ha gustado ser activo pero en este caso, quería que aquella verga me atravesara, se me hincara, se metiera hasta la mitad de mis intestinos. Tal era el deseo que me ofrecía aquel cuerpo menudo, blanco y velludo, y aquellos labios encarnados y carnosos.

Me levanté, le mordí los labios, le lamí la lengua y los dientes, y me giré con la clara intención de que me follara.

Y me folló...claro que me folló...

Me folló como una bestia sedienta de sexo que hacía meses que necesitaba desahogarse y no había podido aliviarse sino a pajas.

Quise ser una auténtica perra y me puse a cuatro patas porque quería que mi menudo perrito se sintiera un semental...Y lo fue...¡Ya te digo!.

Se puso un condón, se untó de lubricante y me la metió sin prisa pero sin pausa hasta el fondo. Hasta que noté que su cabellera pubital negra y rizada rozaba la entrada de mi agujero.

Sentí ese placer doloroso cuando el miembro va entrando y sorteando los impedimentos hasta que se acopla en nuestro interior y que después de unos instantes comienza a moverse y el roce con nuestra entrada nos provoca una sensación de placer y excitación que no se puede describir. Aquel chico me hizo estremecer y mis cojones se encogieron para dar salida a toda la lefa que tenía almacenada. Un torrente lácteo se derramó en oleadas y contracciones que me provocó un orgasmo delicioso.

Leo salió lentamente de mi, se quitó el condón y puso la punta de su polla en mi boca para correrse en ella. La leche estalló sobre mis labios y sobre mi cara hasta que se quedó seco después de bufar y gemir como un animal. Cuando se calmó, me lamió toda su lefa hasta quedar limpio y luego me besó en los labios para que probara el sabor de su semen.

Después de aquella follada, nos vimos cada vez que yo iba a ver a Rubén y lo hacíamos con ansia desesperada. Aquel chico me volvía loco.

La experiencia con mi hermano había sido una pasada y después de la primera vez, lo hicimos todas las noches o cuando nos venía en ganas. Ver a mi hermano cabalgar, su perfecto culo apretado sobre el caballo me ponía burro. Su fuerte cogote o su pecho velludo asomar bajo la desabrochada camisa hacía que me empalmara. El paquete bamboleando bajo el pantalón de faena cuando andaba por el monte hacía que mi deseo chorreara. Y después...follar...follar... Rubén había aprendido bien el goce homo al que yo le había iniciado.

Después de casi un mes le dije que me tenía que ir, que tenía que volver al trabajo. La mirada de tristeza me descolocó y lloré. Entonces me acordé de Leo y pensé que tendría que presentárselo y que se consolaran mutuamente en la soledad de las montañas. Qué mejor para los dos y para mi que esos dos machos a los que quería hicieran el amor entre ellos y, dado el caso, entre los tres.

Un día le pregunté si conocía a Leo, me contestó que si. Le conté mis sesiones de sexo con el y le propuse mi plan.

  • Vamos a probar. Sólo lo he hecho contigo, no se si me gustará con otro.

  • Vamos a probar.

Fui a ver a Leo y le conté mi conversación con Rubén, mientras se lo contaba Leo se puso burro y me pidió que le contase detalles de mi hermano. Le fui contando como era físicamente: su cuerpo, el color de su vello, su olor, el tamaño de su sexo... y se fue calentando de tal forma que me pidió que le follara mientras le contaba como me ponía cuando veía su culo montar a caballo o el tamaño de sus genitales contoneándose debajo de los pantalones, el placer de enjabonarle en la ducha y, sobre todo, como follaba... Le pinté escenas de como sería hacerlo los dos solos en el monte...sexo...placer...la perspectiva de hacérselo con mi hermano le iba calentando más y más hasta que estalló sin tocarse.

Mi niño y mi fornido hermano juntos follando me calentaba solo en pensarlo.

Y pasamos a la acción.

Una tarde a la caída del sol, fuimos a la cabaña. Rubén nos recibió vestido en traje de faena con la camisa remangada hasta los bíceps y desabrochada. Debajo llevaba una camiseta de tirantes color caqui dejando al descubierto el vello de su pecho. Se había rapado la cabeza y la barba al dos, al igual que el resto de su cuerpo, de manera que parecía alfombrado del color de los cereales. Estaba magnífico. Nos sonrió y Leo me apretó la mano con nervios y excitación.

Besé a mi hermano y les propuse sentarnos en el sofá para tomarnos una cerveza, con la intención de relajar la situación (¿relajar?. ¡YA!.

Puse uno de mis DVDs porno-gays favorito y me senté en medio de los dos, pasé mis brazos sobre sus hombros y mientras se desarrollaba la acción comencé mi labor de seducción.

Comencé acariciando los muslos de mis dos hombres para luego morrearme con mi hermano, luego con Leo, fui acercando sus dos caras hasta que nos fundimos en un beso a tres. Fue fascinante como se unían nuestras lenguas mientras agarraba los dos paquetes que iban tomando forma y dureza. Poco a poco me fui retirando para dejar que los dos se lo montaran como quisieran. Les dije que iba a mear pero que siguieran sin mi. Cuando volví, me senté en el sillón de enfrente para no perderme la actuación que me excitaba sobremanera.

Mi hermano se había quitado la camisa dejando que la camiseta se pegara a su cuerpo y descubriera el esplendor de sus brazos. Leo se había quitado la suya y su maravilloso cuerpo estaba muy, muy cerca del de mi hermano, pero todavía no se habían unido. Solo se besaban acariciándose los cuellos. La imagen era perfecta para darse cuenta de lo que vendría a continuación...y vino.

Las puntas de sus lenguas se tocaron provocando una corriente de lujuria que yo noté desde mi puesto. Leo acariciaba el pecho de Rubén, sus sobacos mientras mi hermano metía la mano por la pernera de las bermudas del chico para llegar a su objeto deseado.

El chico desabrochó el pantalón de mi hermano y lo fue bajando junto a su calzoncillo caqui, a la vez que se inclinaba hacia el minarete rodeado de un campo rubio y recién segado, apartó el cipote para oler el vello y los huevos, lamerlos, morderlos y volver a subir para oler saborear el manjar que se le ofrecía. Rubén se tensó y gemió mientras notaba como el chico metía la mano bajo la camiseta y le pellizcaba los pezones.

En un momento, Leo se bajó sus pantalones quedando totalmente desnudo, se dio la vuelta y ofreció a mi hermano su culo como una perra se ofrece a su semental. Rubén no lo pensó ni un segundo, abrió los cachetes del chico dejando al descubierto su velludo agujero y se lo lamió lentamente provocando un temblor de placer al chaval. Le abría el culo con las manos y lamía con placer para dilatar la entrada, cosa que conseguía con el consentimiento de su amante que se abría cada vez más para dejar abierta la entrada a la lengua ensalivada de mi hermano.

La excitación y la tensión entre los dos me llegaba de lejos provocándome oleadas de lujuria. La escena era realmente esplendida. Esos dos cuerpos maravillosos practicando un sexo electrizante que llegaba hasta mi.

Leo le suplicó a mi hermano que le follara, que no podía más de deseo. Entonces mi hermano le dio la vuelta. Se miraron con intensidad, las puntas de sus pollas se tocaron provocando un cortacircuito. Que dos pollas, por dios. Las dos habían sido mías pero verlas juntas era todo un espectáculo. Una descapullada y blanca con su capullo oscuro y jugoso, la otra color canela con las venas gordas rodeándola y con el prepucio bajado hasta dejar libre el glande rosa y húmedo como un fruto.

Levantó las piernas del chico, cogió el frasco de lubricante, metió el cuello en el culo y lo apretó para que recibiera en su interior una buena cantidad de líquido. Luego se puso un condón que se acopló a su polla como una segunda piel, puso su capullo en la entrada de su amante y comenzó a penetrarlo. Según lo hacía, el chico se convulsionaba de placer y emitía gemidos, casi gritos, según iba entrando el cipote.

Mi hermano, con una pasión incontrolada, apretaba su cuerpo contra el suyo, le mordía, le besaba y lo follaba con dureza. Un auténtico semental dando placer a su pareja.

¡Qué espectáculo!. ¡Qué magnífico espectáculo!. Y yo era el único espectador con un calentón de a mil que hacía que chorreara mientras me masturbaba y me sobaba los huevos y el culo.

La follada era tan intensa que los cuerpos comenzaron a brillar a causa del sudor. Sus caras comenzaron a enrojecer y sus cuerpos a tensarse ante la inminente corrida. Leo curvó su cuerpo y su cipote comenzó a soltar lava blanca como un volcán en erupción, a cada trallazo, su cuerpo temblaba del placer que le provocaba el orgasmo que estaba teniendo.

Rubén salió del cuerpo de su amante, retiró el condón y poniéndole el capullo en la boca de Leo, se corrió en ella una y otra vez, la lefa caía en los labios del chico hasta que se vació. Luego le abrazó y le besó la boca arrastrando sus efluvios y ofreciendo su manjar a su amante que lo recibía con pasión.

Yo no pude contenerme y me corrí.

La imagen de mis dos chicos abrazados y besándose con pasión me indicaba que aquello que yo había iniciado continuaría sin mi ayuda. Estaba hecho.

Ahora todo estaba bien. Ahora me podría ir con tranquilidad.