Mi hermano rubén
Yo le cabalgaba y el me penetraba con fuerza. Le mordía los labios y el mi lengua. Su cuello era mi presa y mis hombros la suya. Nos acariciábamos los pechos y nos pellizcábamos los pezones mientras follábamos.
MI HERMANO RUBÉN
Mi hermano me recibió dándome un abrazo de oso y dándome un beso cálido en la mejilla. Rubén era maravilloso, aparte de afectivo y cariñoso, era alto fuerte y muy, muy atractivo. No sabría decir si es guapo porque es un tanto tosco y rústico gracias a que, desde niño, siempre le ha gustado el campo y el monte, pero su físico te inspira confianza y protección.
Acababa de romper con mi novio porque cuando yo estaba trabajando me ponía los cuernos con un chaval en mi casa ¡EN MI CASA Y EN MI CAMA!. ¡La hostia!.. Le eché de casa, le mandé a la mierda y decidí que me vendría bien un poco de soledad y de aire puro.
Pensé en ir a ver a mi hermano que era guarda forestal y que en ese momento estaba destinado en la sierra de Cazorla. Le llamé para decirle que iba a verle...Y allí estaba yo, en plena naturaleza en compañía de mi hermano mayor.
Paseábamos por las sendas y me hablaba de los árboles, los animales y los pájaros. A veces nos quitábamos las camisas porque el calor del comienzo del verano hacía que sudáramos a raudales, me quedaba extasiado viendo el cuerpazo de mi hermano y he de reconocer que me calentaba un huevo. Tenía una mata de pelo fuerte castaño claro, unos ojos azul oscuro, barba rojiza de días (¿quién le iba a obligar a afeitarse?), el vello rubiasco le cubría el torso, las piernas y el culo con intensidad. El colmo era que dormíamos en la misma cama, era amplia, pero la verdad es que incitaba a hacerle un gran favor, pero...era mi hermano ¡Joder!.
Así pasaron unos días hasta que una noche, en el porche de su cabaña me preguntó que me pasaba, y se lo conté.
Me abrazó y me besó. - Ya encontrarás alguien mejor. Te lo mereces.
Me acurruqué en su cuerpo. Me daba tanto placer el que me abrazase y me besase que me quedé dormido entre sus brazos.
Al día siguiente me comentó que me envidiaba por ser gay porque por el parque sólo vivían hombres y que, con lo necesitado que estaba de sexo, si fuera gay lo tendría fácil porque sospechaba que se lo montaban entre algunos. Alguna vez, incluso pensó en probarlo pero que no se atrevía.
Así, entre paseos, confidencias, risas y borracheras pasaban los días.
Una tarde calurosa nos fuimos al río a darnos un baño. Jugamos en el agua como adolescentes. El espectáculo del vello de su cuerpo mojado, de su calzoncillo pegado a sus genitales que se oscurecía al contacto con la mata que la albergaba, de la fuerza que emanaba de su cuerpo mientras me hacía llaves de lucha, del roce de su barba sobre mi cuello o mi hombro, todo eso me volvía loco de deseo. Entre juego y juego, broma y broma, roce y roce, al pobre se le emburró el miembro.
En la modorra que da el contraste del frío y el calor le pregunté porqué no probaba a hacerlo con un hombre, que no podía seguir así, que le veía como por las mañanas le despertaba su polla con una erección de caballo, que eso no era sano......etc. etc.
- Déjalo, por favor, Ben...por favor (Me llamo Benjamín. No quiero bromas al respecto).
Aunque tenga seis años menos que mi hermano y él esté como un tren, tengo que deciros que yo no desmerezco. Alto, delgado, de músculo largo y fibroso, pelo negro rizado y un vello fino y oscuro que me cubre el cuerpo. Rubén desciende de la rama holandesa de mi padre y yo de la andaluza o árabe de mi madre. No nos parecemos en nada ni físicamente ni de manera de ser, posiblemente por eso nos llevamos tan bien de siempre.
Me despertó el calor del cuerpo de mi hermano pegado al mío. No roncaba ni respiraba hondo como era normal en él. Pero su aliento en mi cuello y la dureza de su verga en mi culo me indicaba los pasos a seguir.
Abrí un poco las piernas para dejar que su sexo se acomodase en mi entrada y dejarle que iniciara sus movimientos. Cuando noté que estaba como un burro me giré, le miré y le dije: - Déjame a mi. Yo se como hacerlo.
Le hice girarse boca arriba dejando su cuerpo a mi disposición, le metí la mano por la bragueta del calzoncillo (los clásicos Ocean de algodón con la abertura lateral, que me ponen a lo bestia), y le comencé a pajear lentamente, disfrutando de su erección y bajando y subiendo el prepucio abriendo su capullo hasta el extremo y escuchando sus gemidos de placer.
Fui bajando por sus piernas mientras le quitaba el slip y le dejaba a mi disposición. Luego fui subiendo acariciándole las piernas, los huevos, hasta que llegué a su polla que se presentaba como una gran torre en medio de un campo de trigo maduro. Dios mío, aquel era un ejemplar magnífico. La piel clara estaba surcada de unas gruesas venas azuladas, el canal era grueso como una segunda polla y todo el torreón se coronaba con un una cúpula morada y brillante. Lo miré unos instantes antes de comenzar a jugar con la punta de mi lengua, lamerle ligeramente el frenillo, el agujero por donde salía un pequeño reguero de líquido, el valle del capullo, la punta de mi lengua jugaba con su glande y mi hermano se estremecía hasta que me lo metí entero en la boca y le oí gemir y noté como el placer se apoderaba de el. Me envalentoné y le di una mamada en toda condición metiéndome la verga hasta el fondo mientas le sobaba los testículos.
Rubén estaba disfrutando como un loco, pero yo quería llegar al final, no quería que se corriera en mi boca, quería que disfrutara de lo que era follar con un hombre con todas las consecuencias y que luego decidiera.
Me subí encima suyo para dejar que las dos pollas se acariciaran. Sus ojos cerrados, su boca abierta y sus suspiros indicaban que estaba disfrutando como un loco. Me animé a seguir porque sabía que ya no tenía remedio el placer que íbamos a compartir.
Me coloqué de tal manera que su capullo comenzó a darme el gusto que mi culo necesitaba y su verga también. Me moví de tal manera que su caño comenzó a supurar líquido y mi culo comenzó a pedir comida. Me embadurné la entrada con su miel, puse su punta en mi ojal y empecé a bajar para dejar que su tronco entrara en mi.
La sensación de que aquel pollón entrara me hizo sentir un gran placer, pero ver a mi hermano disfrutar de mi, gimiendo, gruñendo, con el gesto de placer en su cara, me hizo llegar al éxtasis y entonces me incliné hacia el, le levanté los brazos para ver sus rubios sobacos sudados y lamérselos, luego le besé los labios. No sabía cual iba a ser su reacción pero no me pude contener.
Rubén abrió sus labios para recibir los míos. Y después de los labios llegaron las lenguas, y después... la locura...
Yo le cabalgaba y el me penetraba con fuerza. Le mordía los labios y el mi lengua. Su cuello era mi presa y mis hombros la suya. Nos acariciábamos los pechos y nos pellizcábamos los pezones mientras follábamos.
Me sujetó el cuerpo contra el suyo y se levantó, nos quedamos un momento sentados el uno frente al otro, yo con su polla dentro. Nos morreamos con ansia y luego me tumbó boca arriba en la cama, mis piernas sujetaban sus caderas y su cuerpo cayó sobre el mío.
Ahora era todo suyo. Me folló como un animal mientras nos abrazábamos a lo bestia, nos hacíamos daño con nuestras caricias,con nuestros mordiscos y con nuestros besos, el sudor le caía por el cuello bajando por el vello del pecho como un manantial, de sus sobacos caían regueros por sus flancos hasta que se perdían en su vientre. Y estalló.
Estalló en mi interior.
Noté como se ponía rígido, la vena de su frente se convirtió en un árbol, las del cuello se hincharon, los músculos del cuello, pecho y brazos se tensaron, se agarró a mis hombros hasta hacerme daño... Y estalló hasta vaciarse.
Cayó sobre mi como un fardo. Le besé la frente sudada y le susurré: -No salgas...por favor...quédate dentro de mi...
Le abracé la espalda y el cuello. No quería separarme de el. Lo quería para mi. Estuvo así unos minutos pero se fue deshinchando y fue saliendo de mi poco a poco. La sensación de placer que me proporcionó esa salida fue tal que me corrí lentamente, continuamente y largamente; como si fuera una fuente. A la vez un gran escalofrío de placer me recorrió el cuerpo mientras abrazaba con fuerza el cuerpazo de mi maravilloso hermano.
Al día siguiente Rubén tenía el típico resacón de arrepentimiento sexual, clásico de un hétero. Estuvimos hablando en el porche mucho...mucho tiempo. Al final decidimos que me quedaría unos días que se convirtieron en una larga...larga temporada.