Mi hermano no se ausenta. (Capítulo 2)

Mi hermano primero nos observa y luego... se queda.

Capítulo 2

-¿Vas a llamar a tu chica? -Le preguntó mi mujer, creo que sin venir mucho a cuento.

-¿Quéee...? ¡Ah! No, estaba mirando los resultados de la copa del rey, -le respondió-, además que al final todo ha ido muy bien, un poco corto, pero genial.

-¿Cómo que corto? -Intervine yo en esa conversación.

-Hombre Martín que no ha durado ni media hora y solo me he podido correr dos veces, -me respondió con descaro o sinceridad sin que lo pudiera dilucidar-, con mi chica no estoy menos de dos horas liado y me suelo correr tres o cuatro veces.

Me dejó patidifuso con su franca respuesta, pero es que yo no me he corrido en mi vida cuatro veces en un día. Esta tarde me había corrido dos veces y había logrado luego una erección por lo que estaba ocurriendo a mi alrededor, pero seguro que no me iba a correr de nuevo ni tomándome cinco pastillas de viagra. Entonces miré a mi mujer a ver qué decía ella, pero no decía nada, aunque su cara de frustración lo decía todo. ¿Pero es que pretendía seguir follando con mi hermano? Si es que hasta había perdido la cuenta de los orgasmos que le sacó. Pues al parecer los dos se quedaron con las ganas de continuar con el lío. Igual me precipité enviándolos a la ducha, además el abrazo y los besos que se dieron antes de irse él a su aseo así parecían testificarlo.

-No sé si vosotros hubieseis seguido durante más tiempo, pero a mí me ha parecido suficiente y creo que debéis estar contentos con lo mucho que lo habéis disfrutado, vamos, digo yo. -Les dije con un tono con algo de reproche a los dos.

Nadie respondió de momento y los dos se quedaron pensando lo que les acababa de decir. Seguro que pensaban que tenía razón y que debían darse con un canto en los dientes por lo magnánimo que llegué a ser esa tarde.

-Está bien Martín, no te enfades hombre, de verdad que te agradezco lo que has hecho por mí, solo que yo normalmente necesito algo más. Tío que estoy en los veinte, igual cuando tenga tu edad ya no pueda hacer esas cosas y me limite a dos polvos como haces tú. Cualquiera sabe. -Terminó con esa coletilla al tiempo que soltaba unas risas, sin darse cuenta que me estaba humillando con sus palabras pues para nada me consideraba mayor a mis 28 años.

-Dame un beso cariño, -me dijo mi esposa para apaciguarme los ánimos dándome un beso corto pero cariñoso-, no tenemos nada que reprocharte, mi vida. Todo lo que ha pasado ha sido genial, hasta en el tiempo.

Ese beso y esas palabras ablandaron mi cerebro haciéndolo papillas y es que mi esposa sabe darme lo que necesito en cada momento, al contrario que yo que a veces me comporto como un capullo integral y encima termino por empeorarlo con mis rabietas.

-Anda vamos a la cocina que hoy la cena la haremos  entre los dos. -Le dije tirando de su mano para que me acompañara y ella me siguió sin ponerme ninguna pega.

Esa noche teníamos preparados unos lenguados para cenar y poco había que hacer para ponerlos a punto, así que mientras ella los ponía a la plancha, yo iba preparando una buena ensalada.

-Todavía estamos en el mismo día, -le dije algo bajito para que mi hermano no nos fuese a oír-, así que después de la cena si quieres continuamos con nuestra fiesta particular. Tenemos hasta las doce de la noche.

A ella por poco se le caen dos lenguados al suelo cuando se disponía a soltarlos encima de la plancha. Luego los puso de cualquier manera y se agarró a la encimera.

-No... Martín cielo, no hace falta y no te tienes que disculpar porque has sigo muy generoso con tu hermano ofreciéndole tu esposa esta tarde. No hace falta que ahora complete esos cuatro orgasmos como él dice. Que se haga dos pajas.

-Venga mujer, es que me siento como un gilipollas por precipitarme al dar por finalizada la velada. -Le respondí pensando al mismo tiempo que al final era yo el que le rogaba que se follara a mi hermano y encima me disculpaba por haberme quedado corto antes.

Ella se quedó dudando entre hacerme caso para terminar cenando, viendo una peli y metiéndonos en la cama para dormir, o bien, seguir dándose un homenaje con ese pollón que la partía en dos cada vez que la traspasaba.

-¿Y cómo le vamos a proponer eso ahora cielo? -Me preguntó hecha un manojo de nervios.

-Me dejas que termine de preparar todo ésto, mientras tú vas y se lo explicas. Con el rato que me queda, seguro que tenéis tiempo para cumplir con el tercero de él.

-Vale, ahora vengo. -Se despidió más nerviosa aún.

-Con preservativo... -Le llegué a decir cuando abandonaba la cocina, aunque no creo que me oyera por lo bajito que lo dije.

Era duro oír esos gemidos de mi esposa follando con mi hermano y yo allí en la cocina preparándoles la cena con la que recuperarían las fuerzas para terminar de echar el cuarto. Era demencial, pero él era mi hermano del alma y ella era mi querida mujer, de modo que todo lo que hacían quedaría entre las personas que tanto quería junto a mis padres en este mundo. A mi madre quizás la interrogara algún día y con lo cachonda que es, seguro que no le importaría contarme que fue lo que ocurrió en una de esas primeras playas nudistas.

El “ahora vengo” no terminaba de producirse y ya hacía unos minutos que había terminado con esos lenguados, así que emplaté dos de ellos y los llevé al salón. No me espanté ni nada por el estilo por lo que ellos me ofrecían. Simplemente estaban follando quédamente, los dos en pelota, él sentado en el sofá y ella a horcajadas sobre su macho subiendo y bajando por su hermosa verga con la ayuda de su cuñado que la izaba desde su culo cada vez que había que hacer ese esfuerzo.

-Ésto se enfría queridos, así que a ver si podéis hacer un receso. -Les dije dejando esos dos platos encima de la mesa y volviendo a la cocina para coger el tercer lenguado y la bandeja de la ensalada.

Cuando volví ellos se estaban dando un último morreo para despedirse de ese coitus interruptus y sentarse a la mesa. Ella se descabalgó dejando al aire ese pollón que sin condón brillaba por los fluidos de ambos, luego se puso una camiseta y se sentó sin más a la mesa. Él se puso el bóxer con la polla desviada hacia la izquierda antes de hacer lo propio.

-Gracias tío, -me dijo Fede-, eres el mejor hermano del mundo.

-Os podíais haber lavado las manos antes de cenar, so guarros. -Les dije y ellos soltaron unas carcajadas.

-Si nos comemos nuestra intimidades, para qué nos vamos a lavar las manos. -Me respondió Fede y ella asentía siguiendo con las risas.

-¿Qué os queda entonces? -les pregunté a ambos.

-Él no ha alcanzado el tercero todavía, -me respondió mi esposa-, es que no nos hemos empleado a fondo, ya nos has visto hace un rato y así hemos estado todo el tiempo.

-Aquí todo sabe a pescado, -bromeó él mientras se llevaba los dedos a su nariz, soltando una carcajada por la gracia que se hizo a sí mismo-, uhmmm... qué rico.

-No seas guarro cariño, -le regañó su cuñada-, cuando terminemos sí que te vas a lavar las manos y los dientes antes de seguir.

Él seguía con las risas y nosotros casi le acompañábamos en las mismas. Era mi único hermano y le tenía que disculpar todas esas bobadas propias de un chico de veinte años.

Cuando terminamos les dije que continuaran con lo suyo, que yo retiraría todo y cuando ya se iban por el pasillo le recordé a mi mujer lo del condón, pero creo que tampoco me oyó con las risas que llevaban los dos. No quería precipitar mi vuelta para seguir con ellos y pensé que lo mejor sería darles tiempo para que acabaran con el tercero, luego me iría al dormitorio para compartir el cuarto o dar por zanjada la velada si nos daban las doce de la noche. Desde la cocina volví a oír nuevamente los gemidos de mi esposa y no sé si fue porque ya me había recuperado de mi segundo orgasmo, pero la cuestión era que mi polla se me puso como un garrote y la tuve que poner hacia arriba porque la puñetera no se bajaba. Había terminado en la cocina desde hacía veinte minutos, por lo que dadas las circunstancias preferí irme con ellos a ver si al final yo me procuraba también mi tercero. Cuando me acercaba a nuestro dormitorio, las voces y gemidos en realidad salían de la habitación de Fede, así que mi recorrido fue más corto. Cuando entré hice como en el salón, o sea, que me daría igual lo que me encontrara al entrar, se trataba solo de follar y eso es lo que estarían haciendo, así que entré allí con la mente preparada para no sorprenderme con lo que fuera.

Lo que fuera era Fede que estaba intentando atravesar con su glande el esfínter de mi mujer, así que a pesar de todas mis preparaciones mentales, me quedé de piedra a un paso de ellos, de pie junto a la estrecha cama de mi hermano.

-¿Pero qué hacéis? -Les reproché y estaba bien que lo hiciera porque Sandra jamás me dejó meterle por ahí otra cosa que no fuese una falange de un dedo todo lo más-, la vas a destrozar Fede.

-No, si ya ha entrado una vez, pero la he sacado para volver a intentarlo.

-Es que es muy grande y me estaba doliendo mucho, -respondía ella-, pero como dice que a su chica se la mete todos los días... bueno, que he querido probar.

-Pero cielo si a mí que la tengo más pequeña jamás me has dejado follarte el culo... -le decía pero no me dejó terminar.

-Es que tú tampoco insistías mucho, pero tu hermano dice que es como una necesidad para él, que disfruta mucho con eso. Deja que lo intente otra vez y si me vuelve a doler, lo dejamos.

-Pues mira, ya que estás aquí y con ese empalme, mejor se la metes tú primero y así me preparas el hueco para luego entrarla yo. -Me propuso Fede con cierto tono de condescendencia. Le tendría que dar las gracias encima por hacerme ese favor, aunque la verdad era que si no llego a entrar en esos momentos el primer beneficiado hubiese sido él.

-¿Te parece bien mi amor? -Le pregunté a mi mujer, no fuese a ser que tampoco en esas circunstancias me dejara follarla por detrás.

-Claro que sí, tú debes ser el primero mi vida, deja que él te vaya diciendo como hacerlo. -Me respondió.

-Ven, ponte aquí donde yo estoy, -me dijo apartándose para dejar que me arrodillara donde él lo había hecho.

Una vez puesto allí y con mi polla goteando de preseminales, él cogió un tubo de gel lubricante que tenía para su uso particular y echándose un poco en su mano, la llevó a mi rabo para untarlo a todo lo largo de él dejando un poco más en la punta del glande. Después con los restos que le quedaron en los dedos repasó el ano de mi señora, introduciendo para ello dos dedos en su interior.

-No haría falta tanta lubricación porque ya le ha entrado una vez un poco de mi polla, a ver, -me dijo tirando de mi rabo para que lo colocara justo en ese ano tan rico de mi esposa-, eso es, ahí, ve empujando poco a poco y controla que no se te vaya toda para adentro cuando entre el capullo.

El trozo que él le había metido no presagiaba que allí habría resistencia alguna para que se colara mi glande y dos pollas como la mía, será mamón mi hermano éste. Efectivamente sin apenas esfuerzo por mi parte el pene entró hasta la mitad y menos mal que conseguí pararlo, porque se iba entero para adentro.

-Despacio Martín, despacio que es su primera polla en el culo. Sigue metiendo, pero más lento. ¿Todo bien? -Le preguntó a ella.

-Sí claro, con él no tengo tantas molestias, métela toda cariño y luego lo intentas tú otra vez, -le dijo a Fede.

Sin darse cuenta la pobre me estaba humillando delante de mi hermano, entonces la castigué clavándosela hasta el fondo y sin darle un respiro comencé a penetrarla con un ritmo fuerte. Ésta oportunidad no la iba a despreciar y el fin sería correrme allí dentro como si fuese lo último que hiciera en esta vida.

-Espera Martín, deja que la ayude para que se corra contigo, -me ofreció él que se sentó a su lado, pero mirando hacia mí, con lo que su mano derecha quedaba totalmente habilitada para atizarle como quisiera en su clítoris-, sigue ahora y deja que ella te vaya avisando para correrte tú también. Vamos a hacerlo bien tío.

Joder con el joven de mi hermano, menuda experiencia se gastaba en estas lides, me daba quince vueltas el muy cabroncete. Vaya si lo hicimos bien, yo dándole por detrás sin llegar a creerme que era mi verga la que entraba y salía de su culito que ahora me parecía más hermoso que nunca y mi hermano dándole en el clítoris sin pasarse, pero con ganas, haciendo que Sandra soltara unos fuertes gemidos que poco a poco fueron ganando en sonoridad hasta que él me miró para asentir un par de veces con la cabeza, tratando de no distraerla con las indicaciones que me hacía. Creí en él dada la solvencia con la que se desenvolvía en esos menesteres y subí el ritmo de mis penetraciones buscando mi propia liberación que él ya se encargaría de encontrar la de ella. Efectivamente todo fue como la seda y estaba soltándole mi primer chorro de esperma cuando ella alcanzaba su orgasmo. En su primera convulsión estuvo a punto de salirse, pero tuve los suficientes reflejos como para atraparla bien fuerte de las caderas, no permitiéndoselo.

Joder, qué polvo acababa de echar y eso que era mi tercero desde esa tarde. Terminé rendido tirado al lado de ella casi con medio cuerpo fuera por lo estrecha que era la cama. Menos mal que Sandra se echó de costado mirando hacia mí para darme un montón de besos por todas partes, aunque ninguno en la boca porque en esa posición no me la alcanzaba.

-Sandra estoy en la gloria, pero a punto de perder el conocimiento. No sé cuanto tiempo hacía que no me corría tres veces en un solo día cariño y tú esta noche vas a batir el récord de orgasmos de tu vida.

-No digas que estás agotado porque yo te veo mejor que nunca, cielo. Te quiero mi vida. -Me respondió ella tan enamorada como siempre.

-¿Lo vas a intentar con Fede ahora? -Le pregunté.

-Bueno, es que solo tenemos esta noche para intentarlo, ésas eran las condiciones. -Me respondió.

Ahora fue él quien casi tirando de sus caderas la colocó en la misma posición de antes y solo se echó un poco de gel alrededor de su glande antes de hacer su primer intento. El lubricante de ella era mi propio semen que se escapaba por su ano y que Fede utilizó para impregnarse más aún el capullo. A pesar de la follada que le acababa de dar, ese capullo tenía grandes dificultades para adentrarse en su culo porque siempre se escapaba hacia arriba.

-Espera, -le dije yo ahora presionando con la yema del dedo pulgar su glande para que no se escurriera más-, empuja ahora le pedí.

Por fin pude ver cómo la polla se deslizaba dentro de su culo hasta quedar metida casi la mitad. Ella no decía nada y después de ver su cara, le hice un gesto a mi hermano para que la dejara de ir toda hasta el final. No era creíble lo que se podía ver allí detrás, ¿Cómo era posible que esa tranca estuviera perforando el pequeño orificio de mi esposa? Pero lo hacía y hasta admitía que entrara y saliera con solo unos leves quejidos como protesta. Entonces volví a coger mi móvil y grabé otro  vídeo de un minuto aproximadamente, dejándolo ya para disponerme a repetir la ayuda que me hizo Fede durante mi enculada.

-A ver si volvemos a hacerlo bien, -le dije alcanzando el clítoris de mi amada para hacer que se corriera al mismo tiempo que él-, empieza tú ahora.

Todo fue fenomenal y los dos lograron su liberación entre los gemidos de ella y los bramidos de él. Esperé a que se recuperaran nuevamente antes de dirigirme a ella.

-¿Vas a seguir? -Le pregunté.

-No cielo, no puedo más, vámonos a dormir ya que estoy echa polvo y si Fede necesita echar el cuarto le haces tú una paja y yo miro. -Me soltó con una carcajada mientras se limpiaba el culo con una toalla.

-¿Me la harías de verdad? -Me sorprendió mi hermano que a pesar de su enorme experiencia a veces no dejaba de ser un chaval.

-Sí hombre, en eso estaba pensando yo. -Le dije con unas risas mirándole a la cara.

-Venga te la hacemos entre los dos, pero vente mejor a nuestro dormitorio que la cama es más grande, aquí no hay manera de moverse en condiciones y vamos a estar muy incómodos. -Le dijo mi mujer, dejándome muy confuso.

Pero como tampoco nos íbamos a quedar allí, nos marchamos a nuestra cama donde se acostó en el centro del lecho hacia arriba y terminando de limpiarse el pollón con la misma toalla que había utilizado antes mi esposa en su culo. Ella se tendió a un lado de él y a mí me hizo acostarme en el otro. No comprendía cómo Fede podía tener la polla practicamente empalmada después del tercer polvo que acababa de echar.

-Empiezo ya que es un poco tarde y tú pon de tu parte también, procura no retrasarlo. -Le pidió a su cuñado que arrellanó un poco más su cuerpo en el colchón cuando ella le echó mano a ese cacho de polla.

El cabrón ya estaba preparado para alcanzar su cuarta corrida y Sandra empezó fuerte desde un principio con su mano que se veía muy pequeña en mitad del tronco, pero Fede parecía que ni se inmutaba y hasta llegué a pensar que su mente estaba en otro sitio. Ella también se dio cuenta de su distracción y se dirigió a él para que mostrara más atención.

-Cielo mira lo que te estoy haciendo, no dejes de hacerlo. Sabes que tienes una polla divina y a mí me encanta pajearte para ver cómo sale tu leche y que me manches todas las tetas. ¿Quieres que te la vaya chupando mientras te pajeo?

Él no le respondió y solo asintió con una sonrisa ladina en la cara. Enseguida ella engulló la tercera parte de la polla tal como hizo al principio en el salón y siguió dándole a toda pastilla, pero es que el cabrito seguía sin hacer ningún gesto, solo se limitaba a mirarla porque ella se lo había pedido.

-No puedo más cielo, -se dirigió a mí-, me duele el brazo y será mejor que sigas tú. ¿Te parece bien? -le preguntó a él en vez de a mí que no había dicho esta boca es mía.

-Claro, pero vente aquí conmigo mientras Martín me pajea, verás que pronto me corro mientras nos besamos.

Ella me miró haciéndome un gesto para que me hiciera cargo de la tarea que me asignaba. Con ese gesto me quiso transmitir que como era mi hermano, no debería tener ningún problema en hacerle feliz aunque solo fuese con una simple paja. Igual era que yo me montaba una paja mental justificando lo que iba a hacer. No le di más vueltas y sin dejar de mirarnos acerqué mi mano para colocarla en el mismo sitio que ella la había tenido y comencé a pajearlo lentamente teniendo cuidado de no darle en los labios que seguían aferrados alrededor de su tronco. Luego Fede tiró de su mano para llevarla a su altura donde se enfrascaron en un beso que terminó siendo muy intenso, al tiempo que le amasaba las nalgas o le frotaba la espalda. De vez en cuando se retiraban para darse un respiro y luego volvían a las andadas. Se estaba haciendo tarde y quería ver ya a ese pollón soltando los chorros de leche que le vi la primera vez que se corrió en el salón. Era mi hermano y en cierto modo sentía en mi interior ese orgullo que antes mencioné. No todos los hermanos de las demás personas tenían ese pollón y soltaban esas copiosas lechadas. Se trataba de un privilegio que solo teníamos unos pocos agraciados y yo era uno de ellos.

Casi sin darme cuenta le estaba propinando una paja que le iba a ser inolvidable por el ritmo y porque trataba de que fuera un roce suave sobre su piel, que viera la experiencia en pajas que yo tenía desde antes de conocer a mi esposa. Fue muy reconfortante oír cómo le decía a Sandra que estaba a punto de correrse.

-Cuñadita no aguanto más, me voy a correr, joder... sigue Martín... eso es sin apretar... qué bueno... uhmmm... ufff...

En esos momentos mi esposa se colocaba de costado sobre su pecho tratando de que el primer disparo le embadurnara las tetas. Con un último bufido, de su polla brotó ese primer lechazo tibio, espeso y blancuzco que le llenó las tetas pero que siguió por su mejilla, su pelo y terminó vete tú a saber donde. Yo seguía dándole al mismo ritmo mientras veía cómo iban saliendo tres o cuatro trallazos más hasta que la última lechada corrió hacia abajo de su polla dejando mis dedos hechos un asco. Lo más raro fue que Sandra aproximó sus labios a mis nudillos y se tragó gran parte de lo que allí había. Luego se acercó más a mí y me soltó un besazo de esos que se ven en el cine al final de las películas, pero de camino también me soltó toda la leche que había en su boca, la muy guarra. En mi vida había probado el semen de nadie y no sé si porque también era de mi hermano que no me pareció nada rechazable. Por último se arrojó encima de mí seguro que para compartir toda la lechada conmigo. Me encantaban esas tetas llenas de semen y hasta me atreví a darle un chupetón en el pezón llevándome una pequeña porción de ese semen ante la sonrisa y aprobación de mi mujer.

Tuvimos que ir a darnos una última ducha y cuando volvimos a entrar a la habitación Fede ya no estaba allí. Apenas hablamos tres palabras cuando ya estábamos dormidos.

Los días siguientes pasaban y nosotros seguíamos pendiente de hablar sobre todo lo que sucedió esa tarde-noche con mi hermano. Era como si ninguno quisiera tener que analizar los detalles que nos llevaron a cometer esa barbaridad. En varias ocasiones visioné los dos vídeos que llegué a grabar con objeto de recordarme que lo ocurrido fue todo una realidad.

Una semana después estábamos durmiendo cuando me despertaron unas risas apagadas y unos susurros que no entendía y que ni sabía de donde procedían hasta el punto que pensé que estaba dando una cabezada en mi despacho y que oía los rumores de la oficina. Pero conforme iba tomando conciencia de donde me encontraba, fui identificando las risas de mi hermano y los susurros de los dos. Por fin pude reaccionar muy preocupado.

-¿Ocurre algo cielo? -Le pregunté a mi esposa mientras me volvía hacia su lado.

-Tu hermano, que viene un poco achispado del restaurante y me está pidiendo que le haga una pajilla... no me toques más Fede, deja las manos quietas tío -le decía a él en esos momentos con frases que en voz alta, pues ya me habían despertado a mí también.

-Pero Fede, ¿Cómo se te ocurre hombre? -Me dirigí a él-, joder que son las dos de la mañana tío.

Pero él seguía con las risas y al parecer sin dejar de meterle mano a su cuñada, seguro que entre sus piernas porque la mano se perdía bajo el edredón a esas alturas aproximadamente, aunque la otra no la podía ver y por los gestos de Sandra podría estar en sus tetas.

-Os juro que no duro nada, que me corro en un momento, -me respondió dirigiendo su respuesta a los dos-, es que he estado con una chavala y me ha dejado muy cachondo.

Las palabras no le salían muy fluidas debido seguramente a las copas que se habría tomado antes de su regreso.

-Fede no te vamos a hacer una paja cada vez que te pongas cachondo, yo también me pongo y no te pido nada. -Le dije, pero él volvió a reír.

-Cuando quieras te la hago. A mi hermano Martín lo que sea tío. Ya te dije que eras el mejor hermano del mundo. -Me respondió sin dejar sus risas y los tocamientos a Sandra-, cinco minutos y me voy a mi cuarto, Que te lo diga mi cuñada que ya ha visto como vengo.

-Yo no he visto nada, has sido tú el que me ha despertado poniendo mi mano en tu polla. -Le dijo ella haciendo que ahora soltara una carcajada.

-Una paja o cinco minutos y te vas, que tenemos que seguir durmiendo, además que mañana cuando estés sobrio hablaremos tú y yo sobre ésto.

-No te enfades conmigo Martín, que si quieres te hago la paja yo primero, que eres mi hermano el mejor...

-Venga, -le corté porque ya se repetía-, échate en la cama.

Entonces encendí la lámpara de la mesita de noche que prácticamente era una penumbra, pero con la que se veía lo suficiente para poder observar sus movimientos. Sandra se giró entonces para ver mi expresión y al ver la preocupación que había en ella, trató de apaciguarme.

-Deja que me encargue yo, cielo. Échate un poco más allá para que se acueste a mi lado. Fede quítate la ropa antes de acostarte.

Me desplacé hasta el borde de la cama dejándole el hueco suficiente para que ella también se desplazara y al momento Fede estaba echado a su lado con ese pollón que era una provocación para cualquier mujer que se precie y mi esposa también se preciaba mucho. Pero él pretendía algo más y también vi como ella mostraba sus tetas al haberle subido él la camiseta hasta el cuello. Tampoco dijimos nada ninguno de los dos, porque si lo que se trataba era que se corriera pronto y se fuera, lo mejor sería dejarle que se animara con esas tetas y esos pezones fabulosos.

-Dame besos, -le pidió él acercando sus labios a los de mi esposa y al ver que le hacía la cobra cada vez que lo intentaba, no tuvo ningún problema en rebajar sus pretensiones-, solo uno de verdad cuñada, es que me acuerdo de los que nos dimos el otro día y enseguida me empalmo. Bueno y lo de la enculada que fue genial y la paja que me hizo Martín...

Al parecer el cabrón que siempre se manejaba por la casa con su despiste habitual, en realidad no dejaba de darle vueltas a lo bien que se lo pasó la tarde de marras. Pero Sandra no le permitió ni ese único beso que le pedía y ya le estaba dando fuerte al manubrio.

-Venga córrete ya Fede, anda precioso no tardes mucho. -Trataba de animarle ella mientras seguía dándole a tope.

-Un besillo cuñada y cuéntame cosas de lo que hicimos el otro día, que eso me pone fetén, guapa.

Ella no hablaba y seguía machacando con prisas su falo, quitando sus manos cada vez que él le agarraba una teta y a mí me estaba pareciendo que así no lo iba a conseguir.

-Dile algo cariño, que así no lo vamos a lograr. -le dije.

-Es que ya no puedo más, me duele el brazo y voy a tener que parar. ¿Te importa seguir tú?

-Deja que se coloque en medio de los dos, intentaré ayudarte.

Con un movimiento pesado él pasó por encima de mi esposa para dejarse caer junto a mí. Volviéndose de costado para echarme el brazo por la espalda.

-Deja que te abrace hermanito, sabes que eres el mejor her...

-Sí lo sé Fede, estás como una cuba en lugar de achispado. Te has metido una buena ración de alcohol en el cuerpo capullo. Lo que no sé es como puedes estar con este empalme en esas condiciones.

-No te he entendido Martín, ¡Ah! Me estás pajeando tú, joder lo que eres capaz de hacer por mí. No te lo he dicho a ti, pero se lo digo a todos que eres el ... eso, sí. Dame un beso anda. -Le volvió a pedir a mi mujer.

Ella claudicó después de mirarme a la cara mientras yo asentía con un movimiento leve de mi cabeza y le dio un beso digamos de lo más normal, pero que provocó un ligero alzamiento de sus caderas buscando más intensidad en la paja que le estaba haciendo.

-¿Sabes que el otro día me pusiste muy brava con ese pollón que tienes? -Comenzó a decirle mi esposa que se estaba dando cuenta que ese era el camino para hacerlo estallar en el orgasmo que todos necesitábamos que le llegara ya.

-¿Verdad que te gustó cuñada?

-Mucho, ¿Te acuerdas cómo follamos en el salón mientras Martín nos preparaba la cena? Fue genial ver cómo me enterrabas ese trasto en mi vagina una y otra vez. Te pusiste al borde del orgasmo, -le seguía diciendo despacio para que él no se perdiera nada-, y me tuve que parar tres veces para que no te corrieras, además no tenías puesto el condón y nuestros roces eran muy calientes. Sabes moverte cabrón y en el dormitorio me lo demostraste haciendo que me corriera una y otra vez. Eres el rey de la cama con esa polla tan hermosa.

Cuando ella hacía un receso al hablarle él se removía buscando que arreciara en la paja y que ella reanudara su monólogo.

-Martín me estás dando con tu polla en el glúteo, ¿Tú también estás cachondo?

-Muchísimo pero no te distraigas y céntrate en la paja que te estoy haciendo, ¿Te gusta como lo hago Fede?

-Sí, mucho, ¿A ti te gustó mi leche? -me hizo la pregunta del millón.

-No lo sé Fede, pero tampoco me disgusta, eres mi hermano y no siento ningún rechazo de tu leche. Córrete ya y a lo mejor la vuelvo a probar, aunque a tu cuñada me parece que le gusta mucho más, ¿Viste como abría la boca para llenarla con tu esperma? Le gustó más porque le llegaba directa de tu polla.

Él se removía inquieto buscando el orgasmo que le estaba llegando en esos momentos. Entonces echó su mano hacia abajo y no dudó en cogerme la polla apretándola fuertemente mientras profería sus primeros bufidos roncos y sentidos por esa corrida que se avecinaba.

-Ufff... cuñada me corro... ¿Quieres mi leche? Ven, ponte aquí, -le decía mientras la guiaba hasta poner su boca encima del glande-, uhmmm... joder Martín... eres el mejor... ah, ah, ah...

En esos momentos noté cómo su polla se estremecía con una primera contracción que terminó en un trallazo de leche en la boca de mi esposa, luego noté otros latigazos en mi mano, terminando como la otra vez poniéndome la mano chorreando de leche. Ahora fue Sandra la que se echó sobre Fede para alcanzarme con un beso muy pasional donde sin ningún tapujo jugamos con el semen que aún le quedaba en la boca hasta que poco a poco éste dejó de existir. Después cogí una toallita y me limpié la mano y de camino la polla de él que estaba también perdida de sus fluidos.

-Si quieres te hago una paja antes de irme, no te vas a quedar así con ese empalme. -Me ofreció.

-No, tranquilo lo que necesito es dormir que mañana voy a estar flotando como un corcho todo el día.

-Vale, vale, ya me voy... ¿Y tú cuñada, necesitas que te folle o algo?

Los dos tuvimos que echar unas risas ante esa propuesta.

-También quiero dormir. Mañana hablará tu hermano contigo sobre eso de venir como una cuba y cachondo.

-Ha sido una copa nada más, me voy ya porque no queréis que os haga nada.

Enseguida se marchó medio tambaleándose a su cuarto y nosotros tardamos un buen rato en volver a coger el sueño.

La semana siguiente Fede libraba todas las tardes y un par de ellas las empleaba en jugar unos partidos de fútbol sala con sus amigos. Lo hacían por diversión y de camino conseguían hacer algo de ejercicio. El martes por la tarde me llamó Sandra para decirme que Fede tenía un esguince de tobillo que se hizo jugando uno de esos partidillos y me pedía que me llegara pronto a casa porque el tobillo se estaba inflamando.

Cuando lo vi me alarmé porque le dolía bastante y era cierto que se apreciaba una pequeña inflamación. Lo mejor sería que lo vieran en urgencias para determinar la gravedad del esguince y conocer cómo se podría recuperar. Al final resultó ser una lesión de tipo leve, pero que le llevaría un par de semanas de reposo sin apoyar el pie en el suelo. Al menos se libró de que le enyesaran el pie que era lo que más temía.

Los tres primeros días laborales yo le hacía el desayuno y lo dejaba en el sofá que al ser un chaise longue, le permitía mantener la pierna en alto perfectamente. Por supuesto que Sandra y yo estábamos muy pendientes de él para que estuviera lo más cómodo posible. También vino a verlo alguno de sus amigos pero su chica no apareció por casa. Lo comenté con Sandra y a ella también le parecía raro que no hubiera dado señales de vida. Por lo que estando los tres en el salón quise disipar mi preocupación.

-Fede han pasado dos días y ya han venido algunos de tus amigos a verte, pero a tu chica no la hemos visto.

-En realidad no es mi chica y ahora está en el pueblo de su novio que ha regresado con permiso de una misión de la ONU en el continente africano. Volverá en unos veinte días.

Esa noche Sandra me sacó el tema de la chica en nuestro dormitorio, mientras nos lavábamos los dientes para irnos a la cama.

-Menudo corte me he llevado con esa chica, -me dijo ella-, yo pensaba que igual se estaban haciendo novios.

-El problema es que el pobre ahora no tiene con quien echar un polvo. -Le respondí.

-Joder Martín, no pienses en eso ahora cielo, solo va a estar un par de semanas sin poder andar, luego ya se buscará la vida por ahí. Con lo atractivo que es no tardará en encontrar a otra que lo satisfaga.

-Pues mientras tanto déjale a mano unas toallitas porque con la caja de pañuelos no le alcanza. -Le respondí con unas risas, a las que ella respondió meneando negativamente la cabeza.

-No tienes remedio, pero si lo crees necesario, se las das tú porque a mí me da corte, o lo que es peor, figúrate que me pida que lo alivie yo misma.

-¿Con otra pajilla? -Le pregunté muerto de risa.

-Si fuera solo eso y tratándose de tu hermano y de las circunstancias en las que se encuentra, no creas que me importaría mucho complacerlo, pero Fede ya no se conformaría con solo eso. -Me respondió.

-¡Ya! Entonces mejor no se las des y que se siga limpiando con los pañuelos. -Le dije siguiendo con el buen humor y las risas.

-Estás tú muy risueño y además empalmado, ¿Es que te pone que él me pida algo más que una pajilla?

-No sé, pero me ocurre cuando pienso en lo del otro día y conociéndote como te conozco a ti te parará lo mismo, te delatan los pezones en esa camiseta.

Ella sabía que a estas alturas de nuestras relaciones no me iba a engañar y que la observación que le hice no se podía rebatir.

-Pero es distinto, porque a mí me hizo todo eso... que me folló, vamos, pero lo tuyo... es que parece que quieres que lo volvamos a repetir.

Mi polla pegó un repullo al oír aquellas palabras y ya sin disimulos la agarré y me la puse hacia arriba porque la tienda de campaña era un espectáculo. Sandra se quedó expectante mirándome a la cara, quería que le despejara a esas dudas.

-Ya te digo que ni yo mismo lo sé, algunas veces pienso que lo que te hice prometer de que solo te podía follar ese día, tiene poco sentido, o es una chorrada, no sé cielo. Tampoco tú me has dicho nada sobre eso.

-Es que ni me lo he planteado, cariño, -me respondió-, sin tu consentimiento jamás volvería a follar con él, pero lo mismo que te dije ese día te digo ahora, si tú quieres yo también quiero y hasta donde tú quieras, amor mío.

-Podríamos hacerlo un par de veces hasta que él se recupere y luego como tú dices, que se vaya buscando la vida. En realidad lo haremos por él, para que vea con más optimismo el tiempo que le queda sin poder moverse.

Después de hablar todo eso, apagamos la luz y nos dispusimos a dormir que el día había sido bastante largo.

Al día siguiente que era viernes, Sandra me llamó por la tarde.

-Hola cielo, -la saludé.

-Martín te llamo para saber si vas a venir pronto esta tarde.

-Sandra cariño, sabes que los viernes tenemos mucho lío en la parte de la tienda por la cantidad de clientes que vienen. Si no es muy urgente, nos veremos para la hora de la cena.

-Está bien, me lo imaginaba, no te preocupes que nosotros estamos entretenidos aquí charlando. Hasta luego. Un beso mi amor. -Me dijo y ni le pude enviar otro de mi parte porque cortó sin esperar.

Cuando volví a casa unas cuatro o cinco horas más tarde, ellos estaban charlando animadamente como siempre, él con el pie en alto en la parte ancha del sofá y ella a su lado, quizás más cerca que lo habitual. Llegaba harto de estar todo el día con el traje, así que les saludé de paso y fui a nuestro dormitorio para soltar ese lastre y ponerme más ligero de ropa.

-¿Que tal la tarde en la oficina? -Me preguntó ella, sorprendiéndome porque no me la esperaba allí detrás mía.

-Mucha gente, cielo, es que no hemos parado. ¿Y vosotros qué habéis estado haciendo? -Le pregunté para que viera que yo también me preocupaba por ella.

-Distraídos, hemos estado muy distraídos. -Me respondió con una gran sonrisa.

-¿Y eso? -Quise saber ante esa respuesta y esa sonrisa que ya me pusieron en alerta, porque son unos cuantos años aprendiendo a conocerla y esa forma de decirlo llevaba implícita una relación directa con lo que habíamos hablado la noche anterior.

-He aprovechado para relajarlo y ya le hemos cumplido con la primera de las dos veces que acordamos.

-Yo no he cumplido nada cariño, lo has hecho solo tú, bueno y él, pero yo no he estado con vosotros. -Le dije casi sin poder hablar por los gallos que acompañaban a esas palabras.

-¿Pero qué más da cielo? Se trataba de darle ánimos a tu hermano y ya has visto lo contento que se le ve esta noche.

¡Joder, coño! ¿Pero cómo había podido pasar éso? Me sentí desilusionado porque lo que yo quería era ver cómo Fede la volvía a ensartar con ese pollón del catorce, calibrar de nuevo esa copiosa corrida y echarle un par de polvos a mi esposa con el calentón que ellos me darían. ¿Y ahora qué cojones hacía?

-Sí, contento y animado sí que lo he visto, al igual que tú más o menos, porque a ti también se te ve muy satisfecha.

-Lo dices de una manera que hasta parece que no te ha gustado. Si no quieres que lo hagamos otra vez, lo dejamos en solo una y ya está. -Me respondió un poco molesta.

-No cariño, no te lo tomes a mal, solo que hubiese preferido estar con vosotros como la otra vez. Solo eso.

-Entonces debes dar por seguro que te pone verme con él y que ese es el motivo por el que te empalmas al pensarlo. Pues mira él solo se ha corrido dos veces y sabes que se ha debido quedar con ganas de más. Déjalo en mis manos, que esta noche te vas a divertir, ahora vamos a cenar primero, mi vida.

Tampoco le iba a decir que ya estaba bien, que había follado bastante esa tarde y que no quería que volviera a follárselo luego, cuando le acababa de reclamar que a mí me hubiese gustado ver cómo fornicaban los dos, así que la seguí a la cocina para ayudarle con la cena y después que saliera el Sol por Antequera.

Esa noche volvimos a las andadas dándole muchos ánimos a Fede y para completar la velada, Sandra hizo que él me jalara el rabo hasta correrme y yo le hiciera una incipiente mamada. A media noche y dado que los sábados ella no trabajaba, volvieron a follar y me tuve que ir a dormir a la cama de mi hermano porque yo sí que tenía que ir a la zona de tienda a controlar los temas de los clientes particulares.

Sandra quiso seguir dándole ánimos a mi hermano durante su convalecencia y no sabía si negarme. ¿Cómo lo iba a hacer si el pobre lo necesitaba? Pero esa es otra historia y quizás algún día os la termine contando... si es que a alguno de vosotros os interesa conocerla.

FIN