Mi hermano no se ausenta.

Mi hermano primero nos observa y luego... se queda.

Antes de nada os diría que yo lo asignaría a la categoría de amor fraternal, pero como no existe, pues lo dejo en esta de filial.

Éste es un relato corto de dos capítulos, bueno corto comparados con otros míos en el número de capítulos, pero ambos son un poco extensos.

Como siempre y si no os molesta, os pediría vuestra valoración y comentarios que son mi único acicate para seguir dándoos la lata.

Capítulo 1

Soy Martín y estoy casado desde hace tres años con Sandra, después de dos años de convivencia. Yo tengo 28 años y mi esposa 26. Ambos estamos lo que se suele decir de buen ver, aunque tampoco es que destaquemos demasiado por nuestro físico, pero a Sandra no la cambio ni por una miss universo. Ella es una chica de 1,67 de altura, tetas normalitas y culito un pelín respingón y digo culito porque no es de esos que se suelen mostrar en el TikTok ni mucho menos, pero que a mí me sobra y me basta para deleitarme con él en nuestras sesiones maratonianas de sexo. Sus tetas caben perfectamente en los cuencos de mis manos y por ahora se mantienen muy firmes. Sus pezones tienen la forma de dos pequeños cilindros de poco más de un centímetro de largo y de verdad que cuando se encabritan no hay prenda que los pare, quedando expuestos a todo el mundo. Chuparlos y lamerlos es para mí un boccato di cardinale. Acostumbra a llevar el pubis rasurado con una fina línea de vellos que prolonga la raja de su sexo. Si yo soy fogoso en nuestras relaciones, ella quizás lo sea más aún y normalmente es la que suele tomar la iniciativa sin dejar de aceptar cuantas sugerencias le haga durante el acto sexual.

A los dos nos encanta ver porno solo de parejas y últimamente solemos incluir las de tríos en las que participan dos mujeres o dos hombres, sin preferencia por ninguno de ellos. A veces cuando estamos en el cenit de nuestros polvos, solemos fantasear conque uno de los personajes de esos tríos se ha unido a nosotros en esos momentos, lo que nos pone en un punto de no retorno, llegando a unos orgasmos que nos tienen tiritando media hora por lo menos. Sí, ya sé que es un poco exagerado, pero es para que os hagáis una idea de lo intensos que son.

Sandra trabaja de administrativa en las oficinas del ayuntamiento en jornadas de mañana, por lo que tiene toda la tarde libre. Yo por el contrario tengo una tienda de informática con varios departamentos, en donde lo mismo vendemos un ordenador, que le llevamos la página web a las empresas que nos lo requieren, o atendemos al menudeo del público que entra a nuestra tienda, por lo que en realidad no tengo un horario definido, unas veces me quedo el último y otras me marcho a casa a media tarde, o incluso me tomo la tarde libre. Las mañanas sí que las suelo emplear en mi negocio, pues solo en casa me aburriría.

A veces recibo un mensaje de Sandra a media tarde con el que de alguna manera me pide que llegue pronto a casa, lo que quiere decir que está cachonda y que no le disgustaría echar un buen polvo conmigo. Ésto para mí es suficiente como para que le ceda los trastos del devenir de mi negocio a Andrés que es mi mano derecha y me largue pitando a ver qué es lo que le sucede a mi esposa.

Normalmente se trata de que ha merodeado por algún canal porno o se ha leído un relato erótico, que en cuanto me presento en casa lo comparte conmigo y de ahí comienza a ponerse melosa primero en plan romántico, para luego ir avanzando un poco más con tocamientos más atrevidos, dando paso a un polvo que puede ser muy pulcro o de lo más guarro y sucio de este mundo.

Ella es de orgasmo fácil, pudiendo correrse hasta dos o tres veces antes de acabar corriéndome yo, lo cual es de agradecer porque así es muy difícil que se pueda quedar insatisfecha. Lo único que hasta ahora no me ha dejado ha sido eso de darle por el culo, pero que nada de nada y mira que se lo he pedido en multitud de ocasiones y siempre me remite a un futuro próximo que nunca llega.

Tengo un único hermano con veinte años al que le gusta verse con sus amigos de la ciudad los fines de semana, por lo que es habitual que se venga los viernes por la tarde y se marche el domingo después de comer con nosotros. Él es Fede, un mocetón de 1,85 de altura, o sea que me saca seis centímetros y un porte que no tiene nada que ver con el mío. Es que ni parece que somos hermanos, hasta el pelo lo tiene más bien rubio y ondulado, con ningún parecido a nadie más de la familia, por lo que a veces hasta dudo que no sea el producto de una cana al aire de mi madre, que es una salida de tomo y lomo, fanática del nudismo y las playas nudistas a las que suele arrastrar al bueno de mi padre, así que vete tú a saber lo que habrá sido capaz de hacer en uno de esos días de playa 20 años atrás.

La verdad es que esos fines de semana apenas le vemos en casa porque está todo el tiempo fuera con los amigos, además que suele regresar de madrugada y se levanta para comer directamente, nada de desayunos.

Ahora que estamos en verano se ha buscado un trabajo en un restaurante de comida rápida, muy cerca de donde vivimos nosotros y por supuesto se ha quedado con la habitación de invitados para todo ese tiempo. Es un buen chico y tanto Sandra como yo estamos siempre encima de él para que no le falte de nada y se pueda sentir cómodo en nuestra casa. Alguna tarde que él está libre, Sandra hace que le acompañe a un centro comercial donde le compra alguna ropa o tenis, de los que tiene más de veinte. En definitiva que a los dos nos encanta tenerlo allí con nosotros. Últimamente está saliendo con una de las amigas de su grupo, al menos es la misma que siempre trae a la casa donde se encierran en su habitación para echar unos polvetes.

El único inconveniente es que ahora tenemos menos intimidad nosotros para nuestros juegos eróticos, esos que terminan allí mismo en nuestro sofá después de pasar por las tres etapas, las de compartir el motivo de la calentura, la del momento romántico y la última del polvo bestial.

Si él se encuentra compartiendo una charla con nosotros en el salón como mucho ha habido veces en que nos hemos dado un beso, ella me ha puesto la mano en el muslo, o le he dado unas mordidas en el lóbulo. Él cuando nos ve con ganas de jugar se mete con nosotros divirtiéndose a nuestra costa con un “si queréis me voy a mi habitación”, “vaya si estáis calientes”, “por mí podéis seguir que no me importa”, en fin, que el cabrón se lo pasa pipa mientras nosotros quedamos jodidos y frustrados.

También es cierto que Sandra cada vez avanza un poco más cuando Fede está con nosotros. Ahora ya mete su mano por debajo de mi polo y la pasea por todo mi pecho, mirándole a él con una sonrisa retadora que a Fede le sirve para insistir en sus frasesitas. También suele descansar su otra mano encima de mi paquete cuando lo ve a tono con lo que me hace en mis pequeños pezones, dándome unos suaves apretones a la altura del glande que ella sabe que me ponen a mil. Con el último le saca la lengua a mi hermano, coincidiendo con la benevolencia de él que se suele largar a su dormitorio para dejarnos vía libre, no sin antes dedicarnos una peineta con su dedo.

En uno de nuestros últimos polvos, ella se atrevió a fantasear con que mi hermano nos estaba mirando en esos momentos.

-Dame fuerte cabrón, que seguro que está Fede detrás de la puerta oyéndonos follar, dame mássss... síiii...

-Calla zorra que a ver si te escucha, -le decía yo-, eres una puta loca, toma, tomaaa... ¡Plas! ¡Plas!

Por si fuese poco le di varias nalgadas que se debieron oír en el chiringuito de la playa que teníamos debajo y sus gemidos no le fueron a la zaga cuando se llegó a correr. Bueno, yo también procuré que me oyeran cuando compartí su orgasmo con el mío.

Luego lo comentamos muertos de vergüenza sin tener muy claro qué era lo que podía haber llegado a los oídos de mi hermano. Después estuvimos varias tardes con él sin llegar a avanzar más de lo hecho hasta ahora, echando nuestro polvo en el dormitorio y procurando no volver a reincidir en lo del otro día.

A la semana siguiente Fede tenía el turno de mañana, por lo que estaba todas las tardes en casa hasta que se iba a dar una vuelta con los amigos o se traía a su chica para follársela en su habitación. Esa semana Sandra me reclamó dos tardes. En la primera como siempre estaban los dos sentados en el sofá cuando llegué y yo como siempre me dirigí al dormitorio para cambiar el traje por ropa más cómoda. Cuando volví al salón mi hermano me había dejado su sitio y se había sentado en el butacón. Que mi esposa estaba caliente me lo demostró nada más sentarme junto a ella y sabía que si no la frenaba podía llegar a hacer una barbaridad delante de mi hermano, pero quería saber hasta donde sería capaz de fijar su meta, dejando que empezara a toquetearme con la manita en mi muslo como el que no quiere la cosa y la otra colándose por debajo de la camiseta para sobarme los pectorales y machacarme los pezoncillos. Pronto la otra mano estaba testeando si mi cipote estaba en condiciones óptimas para un buen apretón. El primer beso breve me llegó al instante y otro más romántico un segundo después, que duró hasta que ella giró la cabeza para mirar a Fede que nos sonreía dispuesto a tomar las de villa Diego.

Ella se había puesto una faldita de cuadros con algo de vuelo pero muy corta, que le dejaba al aire buena parte de sus muslos, normalitos como toda ella, pero que para mí eran los más sabrosos del mundo. Fue Sandra la que me cogió la mano para dejarla debajo de ese vuelo de su falda, buscando ponerse a cien y de camino ponerme a mí a doscientos.

-Ni os pregunto si queréis que me vaya, joder, cómo estáis, -nos decía mientras se incorporaba para irse de allí-, podéis gritar todo lo que queráis que últimamente no se os escucha.

El muy cabrón estaba al tanto de lo ocurrido aquella tarde y lo prudentes que fuimos en los días siguientes. Entonces vimos cómo se dirigía al pasillo para meterse en su habitación.

-¿Me puedes traer un botellín de agua del frigorífico? -Le pidió ella.

-Claro, ahora mismo. -Respondió cambiando de rumbo para ir a la cocina.

Entonces ella desabotonó el único botón de mis bermudas y bajó la cremallera dejando mi blanco bóxer al aire con toda la polla marcada en el mismo. Sabía que quería dar un paso más en los avances que iba haciendo delante de mi hermano y aunque pude hacerlo fácilmente, conscientemente no la paré. Cuando él volvió de la cocina con la botella de agua en la mano y un pequeño pero sospechoso bulto en su pantalón, se quedó patidifuso al ver hasta donde fue capaz de llegar mi esposa.

-No te quedes ahí pasmado, -le dijo Sandra-, ábrela y déjala encima de la mesa. Quédate en el butacón si quieres, pero no te muevas de ahí.

Ésto último nos sorprendió a los dos, pero mi hermano reaccionó prontamente volviéndose a sentar en el butacón con la mano encima de su bulto, sin dejar de mirarnos a los dos.

La camiseta de ella también daba fe de su calentura por culpa de sus pezones que trataban de taladrarla. Entonces ella desvió su mirada para hacerla coincidir con la mía y cuando vio aquellos pitones se volvió para coger la botella de agua, dejando claro que quería que Fede también disfrutara de aquellas vistas.

-Quítame la camiseta, -me dijo ella, sabiendo que allí debajo no quedaría nada que pudiera ocultar sus tetas-, tengo mucho calor.

El calor lo tenía además de en sus pezones en el propio coño que me estaba encharcando la mano que por allí pululaba. No lo pensé más y asiendo con mis manos los bordes de esa prenda, se la saqué por la cabeza en un santiamén. Sus tetas se cimbreaban pero no cedían a la fuerza de la gravedad y yo no sabía si esos pezones los había visto alguna vez tan tiesos como se mostraban en esos momentos. Así con el pecho vuelto hacia mi hermano, las agarré para sobarlas suavemente deformándolas lo justo para que él no se perdiera casi nada de la esbeltez de esas tetas tan magníficas, quería que se lo tomara como un regalo que le hacía su hermano Martín.

Al momento ella se giró de nuevo hacia mí y de un tirón me bajó las bermudas sacándomelas por los pies, luego se levantó para colocarse entre mis piernas, permitiéndome de esa manera que le pudiera tomar las nalgas con mis manos, llevándome hacia arriba esa liviana falda y procurando que mi querido Fede no se perdiera nada de ese culito, después Sandra se inclinó delante de mí hincando las rodillas en la alfombra. Su objetivo ahora era mi bóxer, pero una vez alcanzado lo que hizo fue quitármelo también, dejando al aire mi rabo que estaba erguido en pie de guerra.

De soslayo miraba a mi hermano de vez en cuando y si al principio lo único que se atrevía a hacer era presionarse con la palma de la mano ese bultote, ahora tenía la mano metida por dentro de la cremallera de su short y como al parecer le incomodaba algo su polla, desabotonó el primer botón de la cintura, quedando totalmente abierto para mostrar un gran paquete bajo el bóxer que en su caso era negro.

Sandra se inclinó un poco más para acercar sus labios a mi polla a la que lamió de abajo arriba para terminar haciendo unos giros con la lengua en la punta del glande, cosa que ella sabe que a mí me pone muy berraco. Solo era el comienzo de una mamada que se veía venir muy placentera y que al final ella seguramente dedicó también a mi hermano para animarle con la paja que se estaba haciendo. Tan eficiente era que no tuve más remedio que pararle los pies, -es un decir-, para no correrme en esos momentos. Yo lo que quería era cabalgarla a cuatro patas sobre el sofá con ese ímpetu con que a veces casi la empotraba contra el apoya-brazos.

Haciéndome caso se incorporó nuevamente delante de mí para que le pudiera sacar el tanga, que aunque escueto siempre resultaba incómodo para unas buenas penetraciones y una vez realizada esa tarea, le pedí que adoptara la postura que tanto deseaba y la faldita aunque no tapaba mucho desde esa posición, era lo suficiente para no dárselo todo de un tirón al cabrón de Fede. Antes de nada acerqué mi cara a la hendidura de su culo donde con mis manos me ayudé para separarle las nalgas y comerme todo lo que desde allí se intuía, porque yo no hacía distinciones cuando me afanaba por aquellos andurriales. Mi hermano se inclinaba echando el cuerpo hacia adelante intentando ver lo que yo no le dejaba, bastante tenía con esos muslos, nalgas y tetas de su cuñada, que en la vida pensaría que podría ver con nuestro visto bueno por delante.

Entonces me apoyé con una pierna en el asiento del sofá y la otra en el suelo. Tuve que desviar hacia afuera un poco el culo de mi amada para poder clavársela con más facilidad, cosa que aprovechó el pajillero para inclinarse aún más, que hasta parecía que se iba a caer al suelo mientras arreciaba dándole a su manubrio con la mano derecha y sin que se le pudiera ver ese artefacto que tapaba con su propio cuerpo. Tanto fue así que dándome un poco de pena, levanté toda la falda durante unos cinco segundos ofreciéndole la visual que tanto anhelaba. Por fin pudo retreparse contra el espaldar del butacón al tiempo que se deshacía del bóxer que era lo único que le quedaba para quedarse en pelotas.

Pero... ¡Qué coño era eso! O mejor dicho, ¡Qué polla era esa que tenía mi hermano! Nunca habría sospechado que Fede tuviese ese pollón entre las piernas.

-¿Has visto? -Le dije a mi esposa en el momento en que le clavaba mi rabo, señalándole con un movimiento de testa, la dirección donde se encontraba el objeto de mi sorpresa.

-Joder cuñadito, -se dirigió Sandra a mi hermano de forma cariñosa-, menudo pollón te gastas cabrito.

Todo eran diminutivos, pero el propietario de esa tranca no se merecía ese trato que parecía más bien una falta de respeto. Debería haberle llamado cuñadón primero y cabrón después, porque eso es lo que era mi hermano, un cabronazo que tenía un pollón tipo Rocco Siffredi y que podría ser el macho que próximamente la pusiera mirando para Cuenca. Desde luego que mi madre no tenía perdón de Dios con la faena que le hizo a mi padre.

-Ahaaa... ahaaa... -gemía mi esposa sin dejar de mirar el pollón de mi hermano que se la pelaba sin cesar, pero que no se corría ni estaba próximo a hacerlo.

Con las primeras penetraciones ya le corté toda esa conversación visual que se traía con su cuñado. Que se centrara en lo que le estaba metiendo desde atrás, que ahora era lo más importante. Pronto le llegó a mi esposa el primer orgasmo, batiendo seguramente el récord que disponíamos desde que follamos por primera vez y es que el aliciente había que reconocer que era muy grande, casi enorme diría yo. Sin dejar de ocultarle el coño con la falda a mi hermano, se la metí desde la posición del misionero, que comenzó encima del sofá y que fue derivando hacia la alfombra donde ya con más seguridad le provoqué el segundo, después de darle un tiempo de recuperación le volví a dar a un ritmo frenético sin cambiar de postura y en cuanto anunció su tercer orgasmo yo me salí para incorporarme dándome unos últimos meneos en la polla, hasta derramarme sobre mi mujer con una buena corrida en sus tetas, en la cara y parte del pelo también.

Estaba jadeando encima de ella porque la mesa no me permitía echarme a su lado, cuando oí los bufidos de mi hermano que estaba a punto de culminar la paja que se estaba haciendo desde que empezamos y menuda culminación. El primer chorro casi nos llega a nosotros que estábamos a más de dos metros de él, luego siguieron otros con gran fuerza pero menos que el primero y cuando paró, había dejado en el suelo todas la leche que lanzó en nuestra dirección.

Sandra miró en esos momentos mi corrida sobre su cuerpo y no pudo evitar una sonrisa cuando enfocó sus ojos con los míos. La cabrona me estaba diciendo sin palabras que aquellas eyaculaciones no admitían la más mínima comparación, ni yo tampoco se lo iba a discutir.

Los tres quedamos sentados con una gran sonrisa en nuestras caras que demostraban el buen momento que acabábamos de disfrutar.

-¿Qué tal te sientes? -Le preguntó mi esposa a Fede.

-Genial cuñada, me siento genial, aunque ahora llamaré a mi chica para que venga a pasar un rato conmigo. Me hace falta esta tarde. -Ahora se dirigió a nosotros dos.

-Claro es normal, -le contestaba ella mientras se iba poniendo nuevamente la camiseta-, perdona... es que al verte así me ha entrado la curiosidad. ¿Le entra todo eso que tienes ahí?

-Joder Sandra, vaya preguntita, -le afeé yo porque mi hermano que en el fondo era un descarado, ahora lo noté algo cohibido-, no hace falta que nos cuentes esas intimidades.

-Bueno... tampoco me importa responder a eso Martín y sí, claro que entra todo, a veces con la ayuda de un poco de saliva y ya está. -Terminó por satisfacer esa curiosidad de mi esposa.

Todos nos volvimos a poner la ropa, aunque el tanga de Sandra quedó en una esquina del sofá. Luego nosotros nos fuimos a asearnos y él se quedó hablando con la chica. Con unas señas me dijo que él limpiaba el suelo de toda esa lefa.

En la segunda tarde, cuando llegué ellos se encontraban en la misma situación y cuando volví de nuestro dormitorio, me senté al otro lado de ella que terminó quedando en medio de los dos. No entendía muy bien esta situación sabiendo que si me había pedido con un mensaje que me acercara a casa esa tarde, era para comenzar de nuevo con nuestros juegos y mi hermano debería irse a su cuarto, o como mucho volver a quedarse con nosotros, pero en el butacón, como la otra vez.

Enseguida comenzó con los tocamientos conmigo y la verdad es que me daba un poco de corte que Fede siguiera allí con nosotros, pero adopté la misma postura de la vez anterior y me dejé llevar para ver qué era lo que mi esposa pretendía. Los tres estábamos vestidos prácticamente como dos días antes, salvo el pantalón de Fede que se trataba de un chándal. Ésta vez los pezones en su camiseta se señalaban claramente con más prontitud y él no dejaba de mirarlos con una leve sonrisa de aprobación. El primer beso que me dio ya fue algo más que subido de tono y el apretón en mi polla ocurrió de inmediato. No pude evitar que mi erección se hiciera tan notoria al instante y de reojo vi como la de mi hermano tampoco era camuflable que digamos, porque el pedazo de paquete era de los que hacían época.

No sabía cuando le iba a decir que se trasladara al butacón o se retirase a su habitación, pero ya estaba tardando más de la cuenta en pedírselo, porque nuestros tocamientos se estaban haciendo cada vez más atrevidos y es que mi mano ya estaba por dentro de su camiseta sobando sus tetas y de vez en cuando la dejaba vagar por debajo de su falda. La mano de ella que atrapaba mi nuca durante otro tórrido beso, se fue hacia atrás sin intención de rascarse la espalda, si no que quedó como desmayada encima del muslo de Fede que pegó su pierna un poco más a la de Sandra.

Eso sí que fue una sorpresa total para mí y también para mi hermano que encima me miraba con los ojos entrecerrados como pidiéndome explicaciones, como si yo tuviera algo que ver con la osadía de mi mujer. Pero ninguno dijo nada al respecto y seguí besándola y tocándola como si esa acción no se hubiera producido. Igual ella retiraba su mano de ese peligroso lugar y se centraba en su marido que era su obligación. Pero la mano seguía allí y hasta parecía que se recuperaba del desvanecimiento, porque enseguida comenzó un leve movimiento o caricia, que vete tú a saber y hasta me pareció ver que le daba un pequeño apretón. El paquetón de Fede estaba ahora más próximo a esa mano infiel que estaba sin rumbo, a la deriva, pero derivando hacia ese bulto.

Cuando volví a meter mi mano en su entrepierna, su tanga estaba empapado por una enorme cantidad de flujos que seguro estarían manchando también al propio sofá. En el momento en que colé mi dedo por dentro de esa breve tela y lo introduje en su vagina, la mano cobró vida de repente subiendo por todo el tallo de la polla de mi hermano, hasta que culminó haciendo cumbre. Allí la dejó un buen rato dándole unos buenos apretones en el glande hasta que nuevamente bajó al campo base, o sea a la altura de sus huevos que tampoco eran moco de pavo. Entonces él le facilitó la tarea bajándose el pantalón del chándal para mostrarnos ese pollón marcado perfectamente en el bóxer, ladeado y apuntando en la dirección de mi esposa, como si quisiera llegar a ella antes que su propio cuerpo.

Desde luego que la inspección que le hizo fue ahora mucho más fácil de llevar a cabo y su mano quedó en medio de ese tallo intentando abarcarlo en su totalidad, pero fracasando en varios intentos baldíos.

-Desnúdate. -Me pidió y se me pusieron los vellos de punta creyendo que se lo decía a él.

No tuve ningún problema en obedecerle, ya os he comentado que a ella le gusta darme órdenes cuando estamos enfrascados en estos asuntos. En breves segundos me quedé totalmente en pelotas y sin decir nada más le saqué a mi esposa la camiseta por la cabeza dejándole las tetas al descubierto y con mi hermano casi pegado a ella, seguramente maravillado al ver esos raros pezones que no eran muy comunes que digamos, pero que parecía que te reclamaban para que los chupara dos horas seguidas. No lo pudo evitar y llevó su mano derecha a posarla encima de esos pezones.

-No Fede, no me puedes tocar así, coge la camiseta si quieres y me tocas con ella. -primero lo cortó y luego le dio una posible solución para que él le pudiera sobar las tetas.

Mi hermano pensó que menos daba una piedra, así que agarró la camiseta que reposaba encima de la mesa y metiendo la mano por dentro para dejar una sola fina capa, la llevó hasta sus senos a los que empezó por acariciar muy suavemente para terminar dándole unos buenos apretones y unos pellizcos en los pezones que la hicieron suspirar de deseo. Sus besos se convirtieron en unos morreos casi agresivos, estaba más caliente que una perra en celo y los apretones en mi polla estaban reclamando algo más de acción.

-Fóllame cielo, fóllame que necesito correrme y no aguanto más. -Me volvió a pedir con decisión.

Entonces me puse de pie desnudándome del todo delante de ellos mientras mi hermano con la mano envuelta por la camiseta de ella, la introducía por debajo de su falda sin que ella pronunciara ninguna queja, más bien fue un quejido lo que salió de su garganta. Sandra elevaba su hombro derecho cada vez que su mano subía por el rabo de él y Fede aprovechaba para darle un pico en ese hombro que se aproximaba tanto a sus labios. Antes de que le pidiera que se colocara en una posición idónea, ella me acercó con la otra mano haciendo que mi polla que estaba como el acero en posición horizontal, se acercara a su boca para hacerme una buena mamada.

Al momento Fede se echó el bóxer hacia abajo dejando su pollón enhiesto como el mástil de un velero y cuando ella que no se había percatado de la maniobra lo palpó en carne viva, pegó un repullo dejando fuera de juego mi polla que estaba en lo mejor de esa mamada.

-No te la saques Fede, por favor súbete el bóxer de nuevo. -Se lo estaba pidiendo y él obedecía, pero tenía problemas con su mano que no le soltaba la pija, hasta que ella con un -perdona-, la apartó para que él terminara su tarea. El segundo problema se produjo al quedar su rabo hacia arriba dejando asomar el glande porque el bóxer no lo podía cubrir. Sandra no le recriminó por eso y dejó que se quedara de esa manera, mientras su mano volvía a posarse en aquel falo, cogiendo una parte con bóxer y otra parte de carne sin bóxer. Él fue a coger la camiseta para poder seguir tocándola y a mí francamente me parecía una chorrada esas precauciones, así que le negué con la cabeza ligeramente y él volvió a cogerle las tetas unas veces y otras sus partes íntimas sin que ella dejara de comerme el nabo.

-Ponte a cuatro, -le pedí tomando yo ahora la iniciativa  porque sabía que ella ya no estaba en condiciones de pedirme nada-, eso es, mirando hacia Fede.

Mientras ella se giraba para quedar como le había solicitado, él aprovechó para desplazarse un poco más hacia ella. El listillo sabía lo que se hacía y es que su paquete y esa parte de su polla que asomaba, quedó justo bajo la cara de Sandra, que ya no protestaba por nada. Mi penetración se produjo al instante y mi esposa soltó un gran gemido largo y gutural que para nada quiso esconder. En cuanto comencé a coger ritmo vi que con la calentura que tenía, ella no iba a tardar ni dos minutos en correrse y sabiendo que en esos momentos aceptaría cualquier petición que yo le hiciera, me armé de valor y mirando a Fede se lo dije.

-Chúpasela cielo, hazle una buena mamada.

Enseguida él levantó su culo del sofá y con las dos manos se quitó el bóxer que quedó tirado en el suelo. De verdad que impresionaba ese pollón majestuoso balanceándose bajo la cara de mi mujer que ya la estaba esperando, aunque primero la palpaba como si no se creyera lo que tenía delante y hasta en dos ocasiones pude observar cómo intentaba abarcarla en todo su grosor con la mano, pero era una hazaña de todo punto imposible. Entonces acercó sus labios al glande con todas las precauciones que podía, teniendo en cuenta los empujones que yo le daba desde atrás y por fin intentó tragársela, comprobando de nuevo que tampoco podía pasar de algo más de media polla. Lo intentó en varias ocasiones pero unas fuertes arcadas la hacían desistir, dándose por fin satisfecha cuando consiguió progresar algo más.

Como si de un profeta se tratase, mi predicción se cumplió y Sandra se convulsionó en un orgasmo brutal que hasta hizo que mi polla se saliera de su coño quedando fuera de esa vagina tan cálida, evitando que la fuese penetrando acompañándola en sus contracciones hasta que el orgasmo finalizara. Luego cayó encima de las piernas de su cuñado con las tetas aplastándole el rabo, mientras él le acariciaba el pelo y la espalda.

Cuando se recuperó nos miró alternativamente a ambos muy seria y yo no sabía si mi corrida iba a quedar para dentro de unos minutos o para otro día, pero al final deteniéndose en mí me mostró una leve sonrisa que se amplió a una de las grandes en pocos segundos.

-¿Que se la chupe no? -Me culpaba. ¿Y ahora qué? -Me preguntaba, siempre ignorando a Fede.

-Tu fuiste la que empezaste, ahora lo que toca es lo que ya sabes. -Le respondí.

-Yo no sé nada, dímelo tú. -Me trasladaba a mí todas las responsabilidades de lo que pasara ahora.

-¿Tienes condones? -Le pregunté a mi hermano-, quiero que te la folles hoy, pero solo hoy. ¡Eh!

Él asintió con la cabeza un par de veces, luego se incorporó y se fue a su habitación para coger los preservativos.

-¿Estás de acuerdo? -le requerí a mi esposa-, te folla solo hoy y nunca más.

-Ya te lo he dicho , lo que tú digas. -Me dijo abriendo sus brazos para que le diera un morreo.

Cuando volvía Fede con los preservativos que no sé donde estarían por lo que tardó, nosotros estábamos follando de nuevo, ahora de pie los dos aunque ella con la espalda inclinada aferrándose con las manos al apoya-brazos del sofá. No quise prolongar la agonía de mi hermano y en cuanto ella volvió a correrse, yo la acompañé con mi propia corrida vaciándome en su interior. Por lo menos se lo iba a dejar bien lubricado para la tranca del cabrón de Fede.

Después de un breve descanso que falta nos hacía a mi esposa y a mí, decidimos que lo mejor sería trasladarnos al dormitorio donde en nuestra cama de 150x200 estaríamos más cómodos para seguir con nuestros juegos. Ella era la que nos marcaba el camino hasta nuestra habitación y al verla desde atrás con su falda tan corta y con ese vuelo meciéndose a derecha e izquierda, la espalda desnuda dejando que sus tetas casi se intuyeran por los laterales... con todo eso temí no poder soportar que mi hermano se follara a esa mujer que deseaba solo para mí. Un pellizco se me cogió en la boca del estómago cuando pensé que podría incluso darse un primer beso con él, eso no, eso no podría soportarlo y se lo tendría que prohibir a los dos antes que lo intentaran siquiera, que la penetrara, se corrieran pronto y que él se largara dejándonos solos con nuestros goces y posibles remordimientos que ambos superaríamos poco a poco.

En cuanto entramos al dormitorio Sandra se deshizo de la falda quedando totalmente en pelotas y yo no sabía si estaba más apetitosa desnuda o con esa prenda que tanto me excitaba. Él ya estaba parado detrás de ella y no dejó que se echara en la cama cuando inició ese gesto, si no que la rodeó con los brazos y la pegó contra su polla que le quedaba por encima de la cadera, pero eso no fue óbice para que se la restregara por ese entorno como si de sus nalgas se tratara. Con la cabeza inclinada sobre ella le dio un muerdo en la nuca que le puso los vellos de punta, luego sin dejar de tocarle las tetas se metió un lóbulo en la boca, pero lo que la descontroló del todo fue el largo dedo que le incrustó en el interior de su coño, esa acción hizo que emitiera un gran gemido justo cuando giraba su cara para darle un primer beso que no vi venir en esos momentos, por lo que mi advertencia no la pude llevar a cabo y mucho menos cuando sin separar sus labios el beso se convirtió en un morreo que me puso de los nervios. Es que entendía que los besos de Sandra eran solo nuestros, jamás se me habría ocurrido besar a ninguna mujer teniendo a mi esposa para hacerlo cada vez que se me antojara. Ya no había remedio y no venía a cuento que les conminara a que dejaran de besarse en adelante, pero joder, que mal me sentaba verla tan entregada en ese morreo aunque el beneficiado fuese mi propio hermano. Encima ella se terminó de girar hacia él y dando un pequeño salto se colgó de su cuello mientras él la sujetaba en alto aferrándola por sus nalgas.

Al momento volvieron a unir sus bocas semi abiertas permitiéndome ver a dos pasos de ellos cómo trenzaban sus lenguas con una intensidad nada despreciable. Como tampoco tenía en esos momentos la más mínima posibilidad de intervenir, me dediqué a preparar la cama aunque sin ninguna intención de ponérselo más cómodo, lo que quería era que echara un polvo lo más rápido posible para dar la sesión de sexo por acabada.

Cuando terminé de quitar la colcha, doblarla correctamente y retirar los cinco cojines que adornaban nuestro lecho, dirigí mi mirada hacia ellos para ver si se decidían a follar ya de una vez, pero lo que vi me dejó helado. Era lo que quería que ocurriera pero no me esperaba que fuese de esa manera y es que no sé cómo ese pollón estaba taladrando a mi señora sin que ellos hubiesen cambiado de postura, solo que él la subía y bajaba para que las penetraciones se produjeran en correlación con esos movimientos, el cabrón de Fede manejaba a mi mujer como si de una muñeca de goma se tratara y aunque la tranca no terminaba de entrar al completo, sabía que esas medias penetraciones Sandra no las iba a olvidar en la vida. Y es que si por algo la conocía bien era por los gestos de su cara cuando afrontaba un polvo sublime y la expresión actual era desconocida para mí, algo que yo nunca conseguiría en toda nuestra vida matrimonial.

Dejándome más humillado por tanta preparación de la cama sin intención de usarla, mi hermano se desplazó hasta la cómoda donde volcando unos portarretratos con las fotos de nuestra boda, terminó por apoyar el culo de mi mujer en el filo del mueble quedando ahora más cómodos los dos para continuar con el mete saca. En un momento determinado Fede se paró y soltando un salivazo bien apuntado pudo lubricar más aún su rabo al restregarlo con sus dedos por todo el tallo. Seguramente tuvo ese gesto siguiendo una costumbre porque el lubricante ya se lo había dejado yo en el interior del coño de mi esposa cuando me corrí en él no hacía ni un cuarto de hora. De todos modos si la intención era que su polla entrara hasta los huevos, estaba claro que el objetivo había sido conseguido y hasta era un espectáculo ver el tremendo recorrido que hacía al sacarla sin que terminara saliéndose que era lo que yo esperaba que ocurriera. Estaba seguro que a Sandra no le quedaba ni un minuto para alcanzar el orgasmo, pero esperaba que fuese suficiente para poder grabar un pequeño vídeo con el que luego pudiera comprobar que lo que estaba pasando era cierto.

Por los pelos, pero conseguí unos veinte segundos de vídeo que a mi mujer le encantaría conservar de por vida y si no fuera por quien era la que lo recibió, estaría muy orgulloso de la proeza de mi hermano en ese polvo colosal. Ahora mi esposa descansaba su cabeza en el cuello de él que por fin se dirigió a la cama para que ella terminara de recuperarse recostada sobre el colchón, con él acariciándola sin cesar. En esos momentos volvió su rostro hacia mí y extendiendo su brazo derecho hizo que me acercara al lecho y me colocara a cuatro sobre ella para darle un beso que me supo a gloria. Creo que me lo merecía después de lo que pudo disfrutar hacía unos minutos gracias a las facilidades que les di. Pero sabía que ahora tendrían que rematar la faena y preferí cederles los bártulos para que lo hicieran a su manera y si yo tenía que quedar en un segundo plano, lo haría orgulloso de mi hermano por ser el dueño de ese pollón y como no, de mi esposa que había sido capaz de hacernos gozar de unos fabulosos polvos, más el que le quedaba por echar con Fede.

Después me recosté a espaldas de ella que enseguida se volvió a besar con mi hermano al tiempo que se agarraba a aquel mástil como si todavía no se creyera lo que tenía en sus manos y yo no sabía si era por el beso que nos habíamos dado nosotros o por lo que estaba presenciando en esos momentos, pero la cuestión es que mi rabo estaba también tan duro como el de Fede, aunque guardando las distancias o las proporciones, mejor dicho.

-Al final me la has metido entera, -le dijo en un respiro que se dieron-, no me puedo creer todavía que todo esto haya estado dentro de mi vagina.

Entonces giró su cara hacia mí.

-¿Sabías como era su polla? -Me interrogó.

-Que va, no le veía en pelotas desde que tenía siete años. -Le respondí desviando mi vista hacia él por si confirmaba lo que yo decía.

-Yo no me acuerdo y hasta me parece que siempre la he tenido así. Será por la costumbre. -Respondió él.

-¿Quieres cogerla? -Me ofreció ella dirigiendo su pene a la posición donde me encontraba.

-Ni de coña, toda para ti zorrita, por hoy... ya sabes. -Me negué a coger esa tranca.

-Ven, no seas tonto, si es la polla de tu hermano. -Me mató ella al coger mi mano y llevarla a ese miembro donde hizo que la agarrara, la apretara y le diera varios meneos.

Era cierto que no hubo más rechazo por mi parte porque como decía Sandra se trataba de mi hermano y como siempre ella llevaba razón, así que cuando abandonó mi mano, yo seguí con unos cuantos meneos más volviendo a sentirme orgulloso por el pollón que se gastaba Fede.

Yo le alargué uno de los preservativos que había llevado al salón y que me traje a nuestro dormitorio por si acaso se corría dentro de ella, aunque tal como estaba mi mujer no estaba tan seguro que ella deseara ese obstáculo en su rabo. Pero se lo puso y dejó que él la colocase a cuatro sobre el colchón, devolviéndome el favor que yo le hice en el salón, de modo que la boca de mi esposa quedó a centímetros de mi polla. Luego volvió a escupirse en la mano para impregnar su tallo con ese lubricante tan primario y procedió a penetrarla lentamente intentando meterla toda entera de nuevo y de un tirón, cosa que consiguió a la primera aunque mi polla quedó abandonada por la distracción que le supuso a mi mujer esa penetración. Cuando él empezó a darle ritmo tampoco atinaba a mantener ni siquiera mi glande entre sus labios, que estaban muy abiertos en consonancia con los gemidos que emitía desde su garganta. Es que era imposible que me pudiera hacer una mamada con los envites que él le daba desde atrás.

Mi esposa volvió a correrse unos segundos más tarde y él solo paró lo suficiente para que ella le diera señales con sus caderas de que podía continuar follándola. Enseguida volvió al mismo ritmo de antes y ella seguía profiriendo gemido tras gemido siguiendo la cadencia con la que Fede la follaba. En algunos momentos atinaba a fijar sus ojos en los míos pero estaba seguro que ni me veía, tal era la expresión de lujuria y llanto que emanaba de su cara. Por no estar haciendo el tonto allí parado con mi rabo a punto de estallar sin que Sandra le dedicara ni una mísera chupada, me puse de rodillas a su costado de manera que pudiera agarrarle las tetas y darle unas refriegas en su clítoris que fueron muy agradecidas por su parte, porque no tardó en volver a alcanzar otro orgasmo. Joder y mi hermano esperando otra vez para seguir follándola. ¿Pero cuando coño iba a correrse y largarse? Antes de que volviera a reanudar el polvo, le pedí que se cambiara de condón, no fuera a ser que de tanto follar se rompiera y provocara un accidente para una vez que se la iba a follar.

En la siguiente ocasión por fin se corrieron ambos al unísono, quedando más afectado mi hermano que mi propia esposa porque el pobre terminó recostado encima de ella que no pudo aguantar su peso, quedando los dos desmadejados sobre el colchón. Me daba pena Fede porque estaba muy sudoroso y casi desvanecido, como sin fuerzas para desplazarse y dejar de aplastarla, teniendo que ayudarle yo para que quedara al otro lado de ella mientras trataba de recuperarse de tan tremendo esfuerzo.

-Anda, vete a tu aseo y te pegas una ducha que falta te hace. -Le dije a mi hermano al tiempo que tiraba del brazo de mi esposa para que hiciera lo mismo en nuestro cuarto de baño.

Cuando ya estaba incorporado guió sus pasos hacia la puerta, pero al ver que nosotros también estábamos de pie tras él, se paró para darse la vuelta y darle un último abrazo a mi esposa que a mí francamente me pareció fuera de lugar, pero al ver que los dos se lo tomaban muy en serio con un nuevo beso incluido, esperé a que terminaran de darse esa última muestra de cariño y no dije nada. Todo tiene un final y éste también lo tuvo, aunque me vi obligado a dirigir sus pasos hacia la ducha porque ni sabía para donde tirar. Ya bajo el agua fue reaccionando poco a poco hasta que tuvo conciencia de lo que había pasado esa tarde entre nosotros tres.

-¿Cómo te encuentras cielo? -Le pregunté.

-Bien... ya me encuentro bien... bueno... no sé... -me iba diciendo al tiempo que rememoraba seguramente en su cabeza todo lo que acabábamos de protagonizar-, pero tú no vayas a preocuparte porque el que me ha follado ha sido tu hermano, no ha sido un extraño y además que lo ha hecho con nuestro consentimiento.

Ahora sí que se había recuperado del todo, volviendo a ser la misma de siempre al preocuparse incluso por mí antes incluso que por ella misma. Trataba de conformarme sobre esos polvos que había echado con Fede, sin poner por delante que ella lo había disfrutado enormemente. Era más su preocupación por mí que su propio disfrute.

-No estoy preocupado, mi vida, -le respondí-, estoy de acuerdo contigo que todo lo ocurrido ha sido consensuado previamente por nosotros, además ahora toca guardarlo en nuestro cerebro como algo muy bonito, porque a partir de ahora no se volverá a producir.

Ella bajó la cabeza para buscar sus zapatillas de baño o para no mirarme a los ojos y así no comprometerse a nada en un futuro.

-¿Tú crees que ésto no volverá a pasar? -Terminó de decir para matarme después de muerto.

-En eso quedamos antes de que tú estuvieras con él, ¿No recuerdas? -Le pregunté.

-Sí, ya lo sé, pero yo lo digo por los dos, a mí me ha gustado lo que hemos hecho y tú tampoco lo has pasado mal y hasta le has hecho una paja a tu hermano de lo excitado que estabas.

-No le he hecho ninguna paja Sandra, bueno solo un momento, además que no se ha corrido mientras le hacía eso.

-Está bien, si no quieres, no lo hacemos más. Desde luego que sin estar de acuerdo nosotros ésto sí que se ha acabado.

Ya no hablamos más de este asunto y como se estaba acercando la hora de cenar, nos pusimos nuestra ropa de estar por casa y nos fuimos al salón donde se encontraba ya Fede mirando la pantalla de su móvil.