Mi hermano me llevó al éxtasis
Dos hermanos tienen una intensa relación sexual desde jovencitos
MI HERMANO ME LLEVÓ AL ÉXTASIS
Me he convertido en un adicto al sexo anal y la culpa de todo lo tuvo mi hermano pequeño (bueno, yo también participé). Voy de local en local, de sauna en sauna, y frecuento todas las zonas “cruising” de la ciudad con el único propósito de que me metan una polla por el culo. Sí, eso es lo único que busco con desesperación. Me he convertido en un especie de ninfómana masculina. Lo único que deseo es que me metan una polla en el culo para calmar el hambre, la necesidad y el calentón que llevó en el lugar más íntimo y más sensible de mi cuerpo.
La culpa de todo la tuvo mi hermano Javier (cuatro años más pequeño que yo). Parece una locura pero así fue.
Desde pequeños compartíamos la misma habitación y muchas noches, supongo que por la diferencia de edad, por miedo o por inseguridad, no se realmente porqué, se metía en mi cama. Yo dejaba que durmiera conmigo porque me sentía como el hermano protector, el hermano mayor que le cuidaría y le protegería de cualquier cosa mala que pudiera imaginar.
Así pasaron años sin que ningún pensamiento extraño pasara por mi. Fui creciendo y con la edad también creció la necesidad de masturbarme, como es natural. Me despertaba con unas erecciones terribles que me provocaban mucho dolor y la única manera de apaciguarlo era cascándome una paja. Mi cuerpo fue desarrollándose y fue adquiriendo un aspecto de hombre fuerte y viril. Crecí más que mis compañeros de clase y me desarrollé antes que ellos. Mis músculos adquirieron más tamaño y me comenzó a crecer el vello corporal, de manera que a mis quince años mi aspecto era realmente sorprendente, no así mis logros académicos.
No soy una persona demasiado inteligente, lo se. Me gusta mucho el deporte, soy fuerte y ágil y se que puedo ser un buen ejemplo en cualquier disciplina deportiva. Sin embargo, mi hermano es muy inteligente y muy estudioso pero físicamente es poca cosa.
Como digo, los despertares eran espectaculares, mi pollón gritaba que lo calmaran y yo lo hacía con discreción para no despertar a mi hermanito que dormía en la cama de al lado, o a mi lado.
Cada vez, Javi se metía en mi cama con más frecuencia y yo tenía que ser más cauto con mis pajas. Había mañanas que cuando me despertaba con aquellas tremendas erecciones notaba el cuerpecito de Javi pegado a mi espalda, y sin despertarlo me la cascaba. Entonces no me daba cuenta que durante mi eyaculación gemía y mi cuerpo se contraía y que mi hermano, al estar abrazado a mi espalda, notaba mi placer.
Una de esas noche en las que Javi dormía junto a mi (yo tendría unos dieciséis años y el unos doce), comencé a hacerme un pajote matutino, cuando noto que la mano de mi hermano se posa en la que me agarraba la polla. Me quedé paralizado. Mi hermano acarició la mano y me dijo al oído -Sigue.
-¿Qué?...- Dije asustado. Me había pillado con las manos en la masa.
-Sigue- me volvió a decir, y me cogió de la mano para que siguiera pajeándome indicándome los movimientos a seguir. Yo estaba alucinando.
- Javi, estate quieto... Déjame...- le dije en voz baja.
- No seas idiota- me dijo- esto te va a gustar, y más si quitas la mano y me dejas a mi.
Antes he dicho que soy débil mental y en ese momento lo demostré con creces. Aparté mi mano y el cogió mi polla. Comenzó a pajearme mientras yo notaba que su tranca se hacía fuerte en mi culo. En ese momento era su mano en mi polla lo único que me importaba. Subía y bajaba mi prepucio dejándome el capullo al aire una y otra vez hasta que me corrí con mi acostumbrado gemido y llevó su mano mojada de mi semen a mi boca, yo la aparté y me dijo -chupa.
No- le dije- estás loco.
Lámeme la mano. Límpiamela. No querrás que me quede con esto...
No se porqué pero me pareció que tenía razón y le lamí la mano chupándome mi propia lefa. Entonces noté que se corría entre mis nalgas.
Esa fue la primera vez de muchas mañanas en las que Javi me masturbaba y luego se corría.
Esto llegó a ser una costumbre durante mucho tiempo.
Mi cuerpo se iba desarrollando cada vez más. Con el deporte desarrollé una musculatura natural (nada de gimnasio). De lo que estaba más orgulloso de mi cuerpo era de mis pectorales y de mis nalgas, fuertes y duras. El vello nació con fuerza en los lugares donde debía nacer, pecho, abdomen y piernas. El de las piernas subía hacia mi culo, oscureciendo la raja del culo y abriéndose, con una textura más fina, por las nalgas. En los sobacos se hacía mas espeso, largo y fuerte. Al rededor de mi polla y en mis huevos nació un jardín salvaje de vellos rizados y oscuros.
Javi seguía siendo más pequeño que yo, más pálido y más lampiño. Sin embargo su polla se desarrolló en desproporción y en su base creció un buen arbusto de vello negro.
Todo lo que no desarrollaba físicamente, a parte de su pollón, lo hacía mentalmente. Era un auténtico prodigio.
Tendría yo veinte años y el dieciséis cuando se desarrolló el auténtico cambio en mi.
Nuestras costumbres seguían como siempre, pajas matutinas o nocturnas, abrazos, habíamos incluido algunas duchas mutuas y, en alguna ocasión, por indicación de Javi, se la había mamado. Alguna vez hacíamos el 69. En esas ocasiones yo le mamaba la verga mientras el me lamía la punta del capullo, me mordía el escroto y jugaba a meter sus dedos en mi ano mojados de saliva o del líquido meloso que salía de mi herramienta. La verdad es que eso me ponía a cien. Javi sabía que eso me gustaba y rara era la vez que no jugueteaba con mi cerrado agujero. Lo masajeaba algunas veces, otras lo lamía y otras introducía algún dedo mientras me masturbaba o se la mamaba. Más o menos, esa era la relación sexual que manteníamos.
Durante el día cada uno tenía sus quehaceres, el sus estudios, yo los míos y el deporte. Cada uno salía con sus amigos o con sus novietas. En fin, una vida normal en chicos de nuestra edad.
Una mañana, al despertar con mi siempre erecta polla, noté la de mi hermano ente mis nalgas. Esperé que comenzara a sobarme o apajearme, cuando me soltó de golpe – Voy a follarte.
-¡¿Qué?!
-Te guste o no- me dijo al oído- quieras o no, te voy a follar.
Yo me revolví, pero el me sujetó.- Quieto- me dijo- a donde vas?
Javi, no tiene gracia, déjame en paz- me revolví. Podría haberme levantado, haberle dado un guantazo, haber hecho lo que quisiera. Tenía una fuerza y un cuerpo que no me hubiera obligado a hacer nada que yo no quisiera, pero...
- Estate quieto por favor. No lo hagas.
-Impídemelo.
-Sabes que no te voy a hacer daño. Sabes que te quiero y no te voy a dañar, pero no lo hagas.
-Niño, te voy a follar y tu te vas a dejar, y lo sabes...
Lo sabía, sabía que lo que el quisiera yo lo consentiría. De verdad que no quería, pero no podía resistirme a sus deseos porque, si no lo hacía, si no cedía...que iba a pasar conmigo?... No podía ni pensar en no tener a mi niño a mi lado en el momento de mi despertar. No podía pensar en perder mis momentos sexuales, sus pajas, el placer de mis mamadas, su calor corporal. Támpoco podía pensar en perder el sabor de su cuerpo, su boca, su polla, de su lefa....Todo su sabor y su olor. No podía...y me dejé llevar.
Yo ya sabía que era de Javi. Ahora era de Javi para lo que el quisiera. Lo sabía y lo asumía, así que le dije – Está bien, hazlo. Ya sabes que soy tuyo.
Me lamió el lóbulo de la oreja -No, no eres mio- me mordió el lóbulo y me dijo susurrante- Pero lo vas a ser.
Y lo fui, ya lo creo que lo fui.
La primera vez no fue algo maravilloso, la verdad. Con el tiempo la recuerdo con nostalgia, con ganas de volver a sentir lo que sentí en aquel momento, cosa que ya no es posible, y a veces me la casco pensando en ese primer dolor que para mi fue como el bautizo del placer sexual que luego vendría.
Recuerdo como noté que Javi dejaba caer saliva entre las nalgas para que resbalara hasta el ojete y allí me lo mamaba y jugaba con sus dedos a abrir ese ojal aún cerrado. Yo estaba salido como un animal, gemía mientras que mi nabo se hinchaba y chorreaba. El cerdo de Javi notaba que me retorcía de lujuria y el jugaba conmigo para hacerme saber lo que realmente quería.
Me abría los pliegues, metía los dedos, los sacaba, abría el ojete, lo llenaba de saliva y volvía a meter los dedos. Yo no podía más de excitación .
Fóllame- le suplique
¿Como has dicho? - se burló
Fóllame... por favor...métela ya...-supliqué
Me mordió la oreja, el cuello y luego el hombro con fuerza, mientras apuntaba su capullo hacia el centro de mi entrada. Mi excitación iba subiendo. Hasta que apretó su lanza y la punta entró. Un dolor lacerante me llegó hasta el estómago y grité. Javi me tapó la boca y me besó la nuca. Yo no podía moverme por el dolor y el sudor me resbalaba por la espalda y el pecho. No sabía que aquello podía doler tanto. Me quedé quieto respirando hondo. Mi hermano me besó y me acarició hasta que me fui relajando. Noté que se tensaba y supe que iba a sufrir otra embestida. Así fue. Otra oleada de dolor me atravesó hasta la nuca. Reprimí el grito. Volvió a parar.
No puedo aguantar...el dolor -le dije.
-Aguanta, aguanta, ya está casi toda dentro. Ahora no seas cobarde. Relájate, respira y cuando estés dispuesto, dímelo.
Así lo hice y cuando creí que estaba preparado se lo dije, y el acabó de clavarme su pollón. Mi espalda se curvó hacia atrás a causa del dolor pero esta vez no grité. Me tensé, los músculos de mi cuerpo parecían de hierro y una lágrima escapó de mis ojos. Javi me sujetó por los hombros como para no dejarme ir. Notaba su respiración en mi nuca.
Ya, ya estaba toda dentro, notaba el vello de su tranca en mis nalgas. Respiré. Me relajé. Javi comenzó a bombearme pero le dije que me dejara a mi, la primera vez yo quería marcar el ritmo. Y comencé a subir y bajar lentamente, mientras mi hermano me acariciaba con pasión. Poco a poco me dejó de doler y comencé a sentir el placer de como entraba y salía acariciándome el contorno de mi esfínter, y adentrándose por mi recto rebasaba el primer esfínter y luego se encontraba con un segundo obstáculo que también lo superaba. Estaba sintiendo algo desconocido pero me producía una sensación placentera y tensa, gozo y presión. Creo que estaba fuera de mi. El placer sexual era extremo.
Javi me empujó hacia la cama poniéndome en cuatro y comenzó a follarme con delirio. Su miembro salía y entraba sin esfuerzo, llegaba hasta el comienzo de su capullo para luego encajarme toda su polla de golpe. Cada vez que lo hacía, una oleada de placer me inundaba por dentro y los todos los poros de mi piel se abrían provocándome una especie de tensión erótica difícil de explicar.
Javi....Javi....me voy...
Espera....espera....
No puedo Javi.....no puedo....me voy....
Un toro no habría tenido una corrida así. Estallé. Mi capullo se abrió y mi lefa salió disparada como una manguera, una, dos, tres...hasta seis trallazos, mientras mi esfinter aprisionaba el pollazo de mi hermano a cada contracción.
Javi gruñó como un lobo mientras me llenaba. El, una dilatación, yo, una contracción, una y otra vez, hasta que nos quedamos sin fuerza y caímos en la cama como dos muñecos sudados y enguarrados.
¿Cómo estás?- Me preguntó. Bien....-le contesté- no lo se...ha sido tan extraño...de verdad no lo se...Creo que bien.
-¿Volverías a sentir ese dolor otra vez si te causara el placer que has tenido al final?.
Me quedé pensando un momento. El dolor había sido horroroso pero el placer había llegado a producirme un orgasmo tan intenso que había visto el cielo. Si, un dolor pasajero, aunque fuera tan intenso, daba lugar a ese éxtasis; ¡Si!, lo repetiría.
Me volví a Javi, lo besé en los labios y le dije – Si, lo repetiría una y mil veces.
Esa respuesta fue mi perdición...o mi elección porque nadie me obligó...De cualquier forma, cambió mi vida y mi forma de entender el sexo y, por supuesto, las relaciones sexuales que habíamos mantenido hasta el momento.
Desde ese día, las penetraciones anales fueron una constante en nuestra particular relación. Las primeras veces, el dolor continuaba aunque el posterior placer suplía con creces ese primer y doloroso momento. Poco a poco el dolor se fue convirtiendo en una pequeña molestia que sabía controlar para dejar pasar con facilidad el chorizo de mi hermano pequeño.
Habíamos conseguido acoplar nuestros cuerpos y nuestros deseos. El roce de ese cañón venoso, largo y gordo, entraba y salía de mis entrañas con facilidad, hasta el punto en que sacaba la tranca entera y la volvía a ensartar, dándome tal placer en la entrada de mi orto que gemía lujuriosamente. A mi hermano eso le encantaba.
Un día, ese placer cambió...A más. Nunca imaginé que hubiera más placer del que sentía haciendo el sexo con Javi, pero ese placer que aún no conocía iba a provocarme el éxtasis sexual, el ORGASMO, con mayúsculas.
Yo estaba boca abajo, la cabeza y los brazos apoyados en la almohada, las piernas dobladas, dejando el culo alzado y abierto para facilitar la entrada a mi hermano, que estaba lubricando mi culo y su polla, dispuesta a instalarse en su canal favorito. Entró lentamente, con facilidad, de un solo y lento embite. Comenzó su follada habitual. Estaba recibiendo y gozando el placer filial, cuando decidí que me la metiera más adentro e hice un gesto con el culo para subirlo un poco más, cuando noto que la polla de mi hermano me toca en algún punto oculto de mi interior provocándome un placer tan intenso que comencé a soltar lefa como una fuente. No fue un orgasmo, sólo salía lefa. A cada embestida tocaba aquel punto y volvía a provocarme aquel placer y mi leche fluía. Así, una y otra vez, hasta que mis huevos se quedaron vacíos y mi polla se relajó. Javi seguía metiéndola y apretando aquel lugar haciéndome convulsionar de placer. Un placer desconocido, que me provocaba corrientes de excitación y lujuria. De repente, toda la zona anal comenzó a contraerse con espasmos de placer. Me quedé paralizado. Todos los terminales nerviosos y sensitivos se alojaron en aquel lugar provocándome unas terribles contracciónes que apretaban el nabazo de mi hermano una y otra vez, como si quisiera comérselo. No me corrí. En mis huevos ya no quedaba nada, y mi polla caía flácida, pero mi zona anal tenía vida propia, se había producido lo que yo llamé un “orgasmo seco”.
Mientras Javi se vaciaba en mi interior, yo comencé a temblar. Mi cuerpo se agitaba de excitación incontrolada. Mi hermano, al darse cuenta, me acarició -Qué te pasa?- Yo no podía hablar, sólo temblaba. Me abracé con los brazos e intenté concentrarme en lo que había pasado y en el grado de placer en que había sucumbido.
Mi hermano estaba asustado – Que te pasa....dime algo, por Dios...háblame...
Me fui relajando y balbuceé -estoy bien...estoy bien...no te preocupes...
Cuando me tranquilicé del todo, le conté lo que había pasado y lo que había sentido.
Por lo que me cuentas- me dijo- has encontrado tu punto G. Muy pocos hombres lo consiguen. Considérate afortunado.
No se si seré afortunado pero desde ese momento sólo vivo para experimentar ese “orgasmo seco”. Recorro locales, saunas, baños públicos, zonas “cruising” de la ciudad, cualquier lugar donde pueda encontrar pollas que toquen ese punto y que me sacien ese ansia que me devora. No todas lo consiguen, por supuesto, pero cuando lo hacen, lo que experimento no tiene comparación alguna con otra cosa de este mundo. En esos momentos es cuando pienso que Dios existe.