Mi hermano me desea 04
Mi hermano me vigila, me acosa, nunca pensé que quisiera acostarse conmigo hasta que una noche se metió en mi cama y llegó un día en que las dos nos vimos con él
Faltaba una semana para que se fuera de casa. Veía a mi hija contenta, ya no le trataba mal, incluso le hacía cariños y le daba besitos al despedirse. Se la advertía complaciente.
¿te estas acostando con él los días que no viene a mi cama?
si, es fabuloso, tenias razón. No hay día que no me regale un orgasmo, o dos.
espero que tomes precauciones.
si… nunca lo hacemos sin preservativo, a no ser que me la meta por detrás.
¿por el culo? ¿Te la ha metido por el culo?
si, que pasa. ¿Contigo nunca lo ha hecho?
no. ¡Que horror! ¿Y te cabe toda? ¿No te hace daño?
la primera vez, pero ahora me gusta.
es un obseso, le da igual por qué agujero o de quien sea, el caso es meterla. Un día es capaz de metérsela a papa…
pues me dijo que alguna vez se la ha metido a un hombre por el culo y que se la han chupado y masturbado. Oye ¿quieres probarlo tu? ¿Le digo que te lo haga mañana que se va papa?
no creo que me atreva, es capaz de romperme.
No, es muy delicado y luego te da un gustito muy bueno.
déjame que lo piense.
No tenía nada que pensar, no me apetecía probarlo, la verdad y me parecía una perversión, pero a la noche siguiente entraron los dos en mi cuarto, desnudos, y ella le traía agarrado de la polla, tirando de él como si fuera la correa de su perrito, susurrando bajito, como si fueran dos pregoneros:
mami... mira lo que te traigo… un regalito…
hermanita… aquí viene tu premio…
Retiraron las sabanas y me dejaron desnuda sobre la cama. Se dedicaron los dos a acariciarme y darme besitos. Nunca pensé que mi hija pudiera ser tan experta y dulce, pero fue él, mientras ella besaba mis pechos, quien apartando como siempre los pelos largos y espesos que rodeaban mi chochito, descubrió mi cueva y metió toda su lengua dentro.
Me pusieron de lado y él seguía dándome lametones enloquecedores, intensos, que me obligaban a dar sacudidas y a agarrarme al cuello de mi hija que seguía en mis pechos. Noté el primer dedo introducirse por el agujero trasero, y luego dos. Los apreté para que no entrasen más y al hacer fuerza me gustó la presión que mis músculos hacían sobre ellos.
Acabé de espaldas a mi hermano, con las rodillas apoyadas en la cama y el culo apuntando al techo, mi hija debajo de mi se aferraba a mis pezones como cuando era pequeñita y el había cambiado sus dedos en mi trasero por su experta lengua.
No se como le podía gustar eso, me seguía pareciendo una cochinada, pero su lengua y sus dedos subiendo y bajando por todo mi raja, entrando unas veces en mi culito y otras en mi vagina me estaban volviendo loca. Estaba chorreando cuando empecé a notar el cambio de su lengua por el largo y suave instrumento.
Primero lo metió un poco en mi chochito, amagó un par de veces, lo mojó bien con mis jugos y lo fue resbalando hacia arriba, apuntó a mi entrada posterior y empujó hasta que la cabecita estuvo dentro. No me dolió como yo pensaba, ni siquiera me daba tiempo a darme cuenta de lo que estaba sintiendo.
Mi hija estaba ahora besando mi conchita y chupando con dedicación el agujero por donde ella había salido (mucho mas pequeñita, gracias a dios) hace veinte años y el se echaba saliva en la verga y la iba metiendo paso a paso, hasta que le tuve que pedir que parase porque ya me hacia daño en alguna parte de mis intestinos.
Supongo que midió entonces hasta donde podía llegar porque no volví a sentir esa molestia. El la retiraba y entraba con cuidado, yo me retorcía con las caricias de mi hija y ella puso su también peludito chocho a la altura de mi cara.
Me imagino muchas noches la escena y debíamos estar para filmarnos en el rodaje de una película porno: mi hija estirada en la cama, agarrada a mis caderas para levantarse un poco y quedar a la altura de mi coñito, mi cara enterrada en el suyo, mordiéndola y besando donde podía mientras me retorcía del placer que cada vez sentía mas intenso, ante las sacudidas cada vez mas fuerte, que mi hermano daba en mi culo, taladrado hasta el infinito.
Sentí los chorros descargándose dentro de mi, el tamaño del pene disminuir lentamente, la cara de mi hija desaparecer hacia un lado y la mía empapada por los jugos que soltó en su frenético orgasmo, que yo, sin haberlo hecho nunca en mi vida, había conseguido arrancarle.
Cuando mi hermano se salió de mí y dejó de sujetarme caí de lado sobre el lecho, desmadejada y feliz. Mi hija se acercó a mi y besó mi boca abrazándome para dormir juntas y mi hermano se dirigió al cuarto de baño para lavar su magnifica herramienta, a la que dedicaba enormes cuidados. Al retirarse y murmurar como siempre algo entre dientes, yo no le dejé acabar:
ay Pepi, Pepi, que rica…
ay Vicentito, Vicentito. ¡Qué rico estas hermanito!…