Mi hermano, la mujer de él, el culo de ella y yo 2

Un tierno pero viril muchacho y una hermosa mujer quien es la mujer de su hermano mayor, despues de coger una vez, planean (ella mas que él)un segundo y maravilloso encuentro.

Mi hermano, la mujer de él, el culo de ella y yo (segunda parte).

Espero les haya gustado la historia anterior en la que relato mi primer contacto sexual con la mujer de mi hermano, una hermosa mujer, un poco mayor que yo, quien me dio la dicha de nacer a la sexualidad. En breve resumen les digo que viviendo ella alejada de su marido y siendo que compartíamos mucho tiempo juntos se dio la oportunidad, después de mas o menos dos años de asecho, para que una mañana nos pongamos a culear como los dioses, en su propia cama y teniendo al lado su primogénito que aún era bebé.

A decir verdad no pude disfrutar plenamente de los detalles de esa primera vez que estuvo llena de nerviosismo, dudas, sobresaltos e inexperiencia de ambos; pero me di el gusto de cogerme a la mujer de mi hermano mayor, disfruté del espléndido cuerpo de aquella mujer que además de su belleza natural, disponía del atributo especial de saber amar y dejarse amar, es decir era diestra para las artes del amor y mas aún del amor en pecado que le permitía explotar al máximo (y con su cuñadito menor), la exquisitez de aquel cuerpo hermoso tonificado con su reciente maternidad que daba una sensación especial al poseerla.

En esa oportunidad y en un diálogo final, ella me había prometido una noche juntos, solo para los dos; y había dejado abierta la posibilidad, (previo cumplimiento de algunos requisitos), de dejarse coger por detrás, ya que desde el primer día que la conocí, ansiaba hacer mío el espléndido culo que mi cuñadita se gastaba, el mismo que ahora, con la maternidad, había aumentado aún mas su belleza mejorando su figura. Estaba realmente apetecible.

Después de nuestro primer encuentro, me había quedado precisamente con las ganas de coger a mi cuñada por detrás. Además, me quedaba un saborcito amargo en la boca porque esa primera vez pude haber cometido la torpeza de apresurarme en encontrar mi satisfacción, en la posición que empezamos, sin variarla mucho y sin atender algunos detalles de lo que esa mujer necesitaba. No sexo simplemente dicho, sino atención, cariño, amor y todo aquello que cualquier ser humano se merece, que ahora con todo conocimiento de causa, sé que son muy importantes a la hora de disfrutar.

Ella, posiblemente para mantener encendida la llama del deseo, había dejado abierta la posibilidad de dejarse coger por detrás en una próxima oportunidad, lo que buscaba yo afanosamente, a tal extremo de no poder concentrarme en nada, esperando con ansias la hora final. La única condición que ella imponía era mantener en total secreto lo nuestro, porque lo contrario significaría el fin de su relación matrimonial y para mí, ya pueden imaginarse las consecuencias.

Dio la casualidad que por esos días recibió una carta de su marido, en la que le pedía que viaje a su encuentro, a modo de respirar un aire diferente en el campo y claro, pasar unos días a su lado. Me lo comentó y presentí equivocadamente que lo que pretendía era hacerme sentir celos.

Cuando tuvimos oportunidad de hablar a solas, terminó de explicarme el resto del plan. Viajaríamos el jueves en vez del viernes, es decir nos adelantaríamos un día, pero tomaríamos un autobús solo hasta mitad de camino, en un pueblo intermedio interrumpiríamos el viaje para recién retomarlo al día siguiente. Mi hermano, carta mediante, sabría que viajamos el día viernes. Debo decirles que en ese entonces no existía la telefonía rural y las comunicaciones generalmente eran por escrito.

Así fue, planificamos todo en el mas mínimo detalle. A esta altura de mi vida, estoy convencido que mi cuñada era la amante perfecta que cualquier hombre desearía tener, pues se fijaba en ciertos detalles que hacen interesante la relación, mantiene vivo el fuego del deseo y hace sentir bien a la pareja; de ella aprendí mucho y de veras le estoy tremendamente agradecido.

Manifestaba uno de esos detalles al pedirme le acompañe de compras, llevarme a una tienda de ropa íntima de mujer y con su consabida picardía decir:

  • "Escoge mi amor, que es lo que la noche que pasemos juntos quieres quitar de mi cuerpo".

Mientras apoyaba su cuerpo en el mostrador del local permitiendo intencionalmente que su culo se mostrara glorioso a mis ávidos ojos y en forma muy sensual dirigiendo su mirada a esa parte tan bella de su cuerpo, como disfrutándose a sí misma

Por supuesto que escogí un calzoncito, de color rojo, lo mas pequeño y sensual que pude ver. Uno que deje lo mas libre posible ese par de nalgas enormes y me deje en libertad de manosearla a voluntad y quizás, haciendo de lado el simple tirantito, pueda penetrarla por detrás haciéndome dueño de una vez por todas de ese trofeo que tanto ansiaba.

  • "Yo elijo este otro negrito, por si acaso te animas a una segunda vez."

  • "Descuida" Le dije, "que si de ánimos se trata, puedes completar todos los colores".

Quedaba un día antes de iniciar nuestro viaje y mi imaginación volaba tanto como mis deseos. Sentía en el ambiente una agitación inusual, trataba de disimular mi nerviosismo sin lograrlo y terminé por encerrarme en mi habitación. Ya muy avanzada la noche, aunque aún había gente despierta en casa posiblemente ayudando a mi cuñada en los preparativos del viaje, salí al pasillo que conducía al baño, en el momento preciso que mi cuñada salía al mismo ambiente, nuestras miradas se encontraron, a pesar de la leve penumbra del ambiente, me pareció percibir los destellantes ojos de aquella hermosa mujer que tenía algo que decirme o que al igual que yo, tenía la tremenda necesidad de unir su cuerpo al mío.

Nerviosamente empujé la puerta del baño y sin querer o siguiendo la natural forma de actuar que los amantes secretos tenemos para facilitar las cosas (cuando se quiere), dejé la puerta semiabierta y sin encender las luces la esperé apretujado en un rincón, como tierno halconcillo a la espera de su primera presa. No tardó en ingresar con paso sigiloso, ni bien atravesó la puerta cerrándola detrás de sí, me atacó al cuello y me besó apasionadamente agarrándome las caderas y apretándome las nalgas llevando mi cuerpo hacia el suyo; de tal manera que me convertí en feliz presa que solo me salvaba de perecer gracias a la erección de concurso que se me manifestaba.

Queriendo recobrar mi papel de macho frente aquella apabullante hembra la tome por la cintura muy fuertemente, la besé con pasión y nerviosismo y bajé mis manos hacia su hermoso culo, sintiendo las tremendas ganas que ella tenía de entregarse lo mas antes posible.

Estaba con unas faldas sueltas y un tanto largas, las suspendí levemente mientras continuaba besándola y metiendo mi mano por debajo de sus ropas, sentí un inenarrable placer cuando percibí que ella no llevaba calzones y me ofrecía su hermoso culo prácticamente indefenso y desnudo, todo para mí. No puede aguantar mas y con cierta violencia le di vuelta cogiéndola por la espalda, le arremangué toda la falda y pude palpar en forma íntegra aquel hermoso culo que podía ser mío de la manera mas imprevista y fácil, de una vez por todas y sin mayor trámite.

Bajándome los pantalones rápidamente al mismo tiempo. Sin embargo, aprendí en ese momento que no hay fiesta perfecta y que las cosas del amor (al menos si es prohibido) no son tan fáciles e implican una serie de sacrificios que si uno no sabe admitirlos y asimilarlos, se corre el enorme riesgo de perder todo en un segundo.

Tenía yo los pantalones a mitad de las rodillas, el miembro perfectamente listo para introducirlo en el cuerpo de mi cuñada por detrás. Ella meneaba impaciente el enorme culo dirigiéndolo muy sensualmente hacia mí como reclamando ser clavada en forma urgente, inclinando levemente su cuerpo para apoyarse con una mano sobre el inodoro. Bastaba impulsar mi cuerpo hacia delante para alcanzar la gloria, pese a la penumbra nuestros cuerpos parecían no necesitar de mayor auxilio que su propio instinto para unirse de una vez y gozar de la dicha aunque sea perseguidos por la tremenda inquietud de ser sorprendidos por cualquiera de mis metiches hermanas o peor de mi enérgica madre.

Pero ya les decía, no hay fiesta perfecta, pues escuchamos que alguien subía el tono de la voz en uno de los ambientes contiguos y tuve que resignarme a verla nerviosa y rápidamente acomodarse las ropas y dándome un beso apresurado, salir sin antes decirme:

  • "No te apresures, no seas tonto, podemos aguantarnos un poquito hasta mañana".

Hasta que llegó la tan ansiada hora, no pudimos evitar que una de mis hermanas nos acompañara hasta la parada del bus. Después de largas y detalladas recomendaciones sobre los cuidados del niño y las precauciones que debería yo tomar, emprendimos el viaje. Este viaje tenía un gusto especial ya que por primera vez podía disponer de esa bella mujer mas o menos a mi antojo. Durante el mismo me animé discretamente a tomarle de la mano por debajo de la manta que cubría su cuerpo y a tímidamente rozar apenas su abultado cochito por encima de sus pantalones, contacto al que ella reaccionaba ruborizándose y buscando a su alrededor miradas intrusas y mirándome con sus hermosos ojos fijamente como diciéndome: "no seas cruel, no ves que nos pueden ver y que ni siquiera puedo yo darme ningún gustito con tu dura verga por tener al niño en brazos?".

Pretendía entonces yo distraer un poco la mente para no exasperar mis deseos ni los de ella. Cuando sentí que apoyó su cabeza en mi hombro, viéndola con el niño en brazos y pareciendo que dormitaba feliz y confiada, di gracias a Dios el permitirme el cuidado de este ángel que se merecía toda la seguridad y felicidad del mundo y no los amores prohibidos y sin futuro que yo le ofrecía.

  • "Me muero de las ganas de que me hagas tuya cuñadito y que sin que nadie nos interrumpa nos amemos tanto como lo hemos deseado".

Me decía muy suavito al oído, cada vez que el vehículo hacía un movimiento brusco y la despertaba de su frágil sueño.

Llegamos al pueblo elegido, desembarcando rápidamente nos pusimos a buscar alojamiento. A la hora de acomodarnos en un hotelito de pasada, ya la tarde estaba por caer, con una aparente tranquilidad, hicimos los preparativos para la noche, buscando algo de comida y algunos otros detalles para el bebé. Tomamos las cosas con paciencia, seguros de que la noche era nuestra, no nos lanzamos al loco frenesí de las caricias o de un contacto sexual apresurado. Dada mi impaciencia había pensado en culearla ni bien entremos a cualquier sitio donde estemos solos y dedicarle un polvo muy rápido, pensando claro sólo en mi satisfacción haciéndola mía de una vez por todas.

Muy al contrario intercambiamos miradas muy apasionadas, leves caricias como tomarnos de las manos, muy de vez en cuando me atrevía a tocarla rozando suavemente su hermoso cuerpo por encima de la ropa. Al pasar por su lado, estando ella de espaldas, la aprisionaba contra mi cuerpo por detrás, haciéndole notar mi impaciencia con mi miembro completamente duro, a lo que ella respondía:

  • "Tranquilo cuñadito, no te entusiasmes mucho que ya te llegará la hora de cumplir y no quiero pretextos……. Esta noche será especialmente larga".

Me regalaba con movimientos tan sensuales de su cuerpo al intencionalmente agacharse a recoger alguna prenda del piso mostrándome su hermoso culo y mirándome de manera muy insinuante o cuando recostada en la cama, luego de atender a su hijo, me dedicaba una sonrisa como queriéndome tranquilizar y enloquecer a la vez. La tranquilidad y la quietud del ambiente nos ofrecía un especial toque, en contraposición al bullicio del trajinar de nuestros parientes al que estábamos acostumbrados o resignados, parecíamos encontrarnos en una especie de jardín del edén donde prácticamente nada molestaba ni nada podía interrumpirnos.

Las atenciones para que el bebé duerma tocaron su fin y una vez logrado ello, iniciamos una especie de ceremonia por supuesto nada formal sino totalmente circunstancial y natural, queríamos atendernos ahora a nosotros. Nos tendimos vestidos sobre la cama y empezamos a hacer un pequeño plan dentro de ese plan. Hablamos de algunos detalles como a qué hora comeríamos algo, la hora de dormir, de continuar el viaje, finalmente no fijamos prácticamente nada, pues nuestro estado de excitación no nos permitía pensar, nos limitamos simplemente a la acción, cual animalitos que respondían dócilmente al mas elemental de los instintos.

En un leve momento de lucidez, alcancé a decirle que lo que más deseaba era compensar mi inexperiencia con la mas absoluta entrega y dedicación para que ella fuese feliz, pidiéndole me ayude a alcanzar la capacidad para satisfacerla plenamente y que si algo salía mal, no dude en darme una nueva oportunidad para enmendar mis errores de novato.

  • "No te preocupes mi amor. Me dijo mirándome a los ojos. "yo me encargo de gozar hasta el mas mínimo detalle de esta noche maravillosa, deja por mi cuenta el papel de maestra que además me corresponde…….. Los años no pasan en vano y tengo mucho que enseñarte cuñadito".

Acomodamos al bebé ya dormido en una cama pequeña y nerviosos nos aprestamos a iniciar aquella noche que sería el principio de una relación amorosa que marcaría para siempre mi vida sentimental y sexual. Llevaba ella puestos unos pantalones Jean, muy ceñidos a su cuerpo, lo que permitía apreciar de una sola pieza, la singular armonía entre sus pequeños y delicados pies, sus hermosas y bien proporcionadas piernas, su hermoso cochito que aún a pesar de la gruesa tela, nos mostraba su exquisito abultamiento, separado por una feliz línea que le decía a todos mis sentidos que siguiendo el camino que parecía enseñarme, se encontraba la paz total. Y por supuesto, aquel culo que yo miraba a cada momento con ansias, ahora ya seguro de que esa noche si o si, lo poseería.

Así tendidos hablamos de cosas sin mucho interés y como si ya fuésemos una pareja con muchos años de casados nos dimos consejos mutuamente y aprovechamos el tiempo para ponernos de acuerdo en algún dato que pusiese en riesgo el secreto de aquella noche y de nuestra relación en general, para evitar cualquier contratiempo.

  • "De todas maneras, cualquier sacrificio se justifica con estos momentos que me permites vivir a tu lado". Me dijo. "no sabes lo aburrida que sería mi vida si tu no existieses y no sabes de qué sería capaz si no encontrase tu consuelo".

Aquella revelación, junto a otros detalles de los que me enteré posteriormente, me ayudarían a entrar en razón de que mi adorada cuñada vivía una vida muy sacrificada en el plano sentimental y sexual al lado de mi hermano. Su marido, como ya lo dije antes, mayor que ella por muchos años, se había criado en una absoluta religiosidad, bajo la tutela de curas y además, había él heredado muy fielmente las costumbres religiosas de mi madre.

  • "Los lunes no se tira porque es primer día de semana y hay que empezar con pie derecho, el martes es día de mala suerte, el miércoles día de hacer alguna acción de caridad y nada de placeres carnales. El jueves puede ser que sí, si es que no estamos en los días con peligro de embarazo y si no cae luna llena; el viernes día de rezar el rosario, el sábado hay que dedicarse a las cosas de la casa y el domingo es día de Dios, además de preparativos para volver a empezar otra semana".

De una manera un tanto jocosa, esa era según mi cuñada su rutina respecto del sexo.

  • "De no ser que en el viaje anterior que me pasé tanto tiempo desterrada en esa odiosa escuelita y sin distracción ni excusa válida durante muchas noches, hasta ahora no tendría ni siquiera el hijo….." Se lamentaba.

Por lo tanto, debería extremar mi imaginación y mis recursos para colmar las expectativas de esa bella mujer. El desafío era por demás grande; pero me propuse cumplirlo.

Con todo esto en la cabeza, al ponerme de pie la observé en detalle estando ella aún recostada en la cama. Con el pelo suelto a un lado de la almohada, el cuerpo ligeramente de costado mostrándome su hermoso culo, sus brazos en cruz reclamando mi presencia y aquella expresión de ansiedad que se asomaba en su rostro. Me acerqué para llenarle de besos, desde los delicados y pequeños zapatos, sus hermosas piernas, su hermoso culo y sus tetas abundantes. Le di un ligero beso en la boca a tiempo que ella en el oído y suavemente me decía:

  • "Hazlo de una vez, no me atormentes, sabes que estoy muy ansiosa de recibirte y enseñarte lo que es culear.".

Empecé a desvestirla quitándole primero los zapatos, mientras ella se desabotonaba la delicada blusa dejando ver sus hermosas tetas que apenas sujetadas por un corpiño de color rojo, se me ofrecían firmes y llenas de maternidad. Se recostó para que yo prosiguiera con sus pantalones, le desabroché el único botón y suavemente ella bajó el cierre dejándome ver un poquito de un calzoncito también de color rojo, le pedí que se volcara porque quería verle el culito al desvestirle. Se dio vuelta muy complaciente y en forma suave y lenta empecé a bajarle los pantalones. Conforme los bajaba emergía a mi vista el cuerpo mas hermoso que jamás haya visto. Entonces sentí que mi verga ya estaba a punto y me moría de los deseos de penetrarla, terminé de quitarle los pantalones, ella con un movimiento leve se quitó el corpiño dejando ahora totalmente libres sus hermosos senos.

Esta era la primera vez que podía apreciar por completo la belleza de mi cuñada en lo que se refería a sus hermosas tetas. Llenas de maternidad, magistralmente distribuidas sensualmente marcadas por las huellas de la lactancia de su hijo y oportunamente ubicadas delante de mí, solo para mí, sin intrusos ni otros dueños.

Se incorporó a medias y empezó a quitarme los pantalones, cuando quedé sólo en calzoncillos ella metió la mano entre mis piernas y dio un tierno suspiro cerrando los ojos, pues notó que estaba completamente dura y mojada con todos los deseos reprimidos de penetrarla de una vez.

  • "Qué rico" Me dijo "Aunque no es muy grande, es gustosa".

No me importó el comentario sobre el tamaño de mi miembro, que en verdad no es muy grande. Era como si yo mismo hubiese pronunciado la frase y no ella, la sentía parte de mí, nada ajeno, todo mío, aunque la verdad era otra pero estaba completamente identificado y ligado a ella, que le podía permitir todo. Me acarició suavemente el miembro, lo miró de un lado y del otro, le dio unos breves masajes de aquí y de allá y finalmente le regaló un beso con el dedo índice en la puntita, manteniendo su dedo ahora "inquisidor" apuntando hacia el viril aludido para decirle:

  • "Te vas a portar bien, porque esta noche es tu noche".

Yo me sonreí y contesté por él.

  • "Todo depende de tus habilidades, te pienso hacer el amor las veces que quieras o las veces que tú logres incentivarlo para que funcione bien".

  • "Ya verás mis habilidades cuñadito, vamos a desquitarnos de todo este largo tiempo de espera". Me contestó. "Pero dile que no pienso darle descanso toda la noche, por eso es mejor que se aliste".

Quise verla íntegra, por lo que me puse de pie para observarla, le dije que se quitara los calzones lentamente, sumisa empezó jalándoselos en forma lenta hacia abajo por delante, hasta que me dejó ver un poquito de sus bellos púbicos y después volcó deliciosamente su cuerpo entregando a mi codiciosa mirada su hermoso culo, mientras volcando la cara me miraba en forma tierna.

  • "Primera lección". Me dijo dejando los calzones a medio culo. "Cómo sacarle el calzoncito a la amante de la forma mas tierna".

Parecía que mi maestra en vez de empezar enseñándome quería examinarme y aplazarme lo mas antes posible. Luego de una breve dubitación, de rodillas en la cama acerqué mi rostro hacia el portentoso culo de mi cuñada y terminé de quitarle con los dientes aquella sensual prenda teniendo cuidado de morder justo en la mitad, es decir en el lugar que la prenda hacía contacto con el cochito y dándome el suficiente tiempo para deleitar aquel delicioso aroma que parecía conocerlo desde el día de mi nacimiento. La prenda resbaló ayudada por un ágil movimiento de mi maestra que en señal de aprobación me regaló con un suspiro. Feliz de haber pasado la primera prueba le retribuí con un beso en cada nalga apenas con la punta de los labios, a lo que ella hizo un movimiento de su culo que me permitió ver brevemente gran parte de su cochito que atento esperaba su turno.

Le di vuelta para ponerla de frente, le acaricié con una mano su cochito mientras la besaba, noté entones que ya estaba mojada. Agarró mi miembro, abriendo lentamente las piernas dirigió mi verga a su deseoso cocho y (sin mayores demoras) se la metió completa.

  • "Te amo".

Me dijo al oído en el primer envión, no le respondí, sólo me dediqué a meter y sacar frenéticamente mi verga, ambos gemíamos al unísono de placer. Las luces estaban todas encendidas, por lo que podía ver con todo lujo de detalle hasta sus gestos en cada entrada y salida de mi miembro. Subió las piernas poniéndolas en mis hombros, ofreciéndome un mejor panorama de nuestros genitales en plena acción, sus labios vaginales muy pegaditos a las paredes de mi miembro siguiendo el movimiento y la forma de mi miembro al entrar y salir, anhelantes, complacientes y ansiosos su ritmo.

  • "Dame mas mi amor, Me repetía. "culeáme papito, dame rico, metémela mas adentro, quiero gozarte, quiero disfrutarte por todo este tiempo que te he deseado, has lo que quieras de mi cuerpo, lo que te plazca mi amor…….."

Entendí que era una especie de autorización para cogerla del lado que yo quisiese, también por detrás, lo que mas codiciaba. Con un movimiento muy ágil, cambiamos de posición quedando ella encima. Ahora su hermoso pelo que estaba completamente suelto, mientras nos besábamos cubría nuestros rostros, a manera de sensual cascada. Apoyándose con ambas manos en mi pecho enderezó su cuerpo quedando prácticamente cabalgada sobre mí. No se imaginan la belleza de aquel espectáculo, sus tetas estaban primorosamente turgentes, sus pezones apuntaban hacia mí producto de la excitación, ambos senos se movían rítmicamente con cada vaivén de sus caderas; enderecé mi cuerpo hasta besarla en la boca, quedando sus senos en contacto directo con mi anhelante cuerpo, me abrazó y los ofreció para que los chupara, mirándome tiernamente cual si yo fuese su hijo y no su amante.

Tomé por asalto aquel par de bellezas que estaban repletas de leche materna, mi rostro prácticamente desapareció cuando la besé entre ambos, sintiendo yo a cada lado de las mejillas una especie de protección divina, mientras ella me sujetaba por la nuca y por los pelos con algo de rudeza.

Succioné con avidez el líquido delicioso que pugnaba por salir y que a la mas leve acción mía brotaba abundante, llenándome la boca, mojándome el rostro y parte del abdomen de ambos. Ese líquido divino, tenía un sabor que denotaba pureza y placer, inocencia y lujuria, fidelidad y traición; amor filial y fornicación a la vez. Siendo lo mas sublime que una madre puede dar a su hijo, en ese momento se convertía en un elemento mas del erotismo, ya que nuestros mojados cuerpos adquirían un brillo y olor especial. No quise ser egoísta al disfrutar sólo de esa dicha y absorbiendo fuertemente, llenándome la boca, le dí un beso apasionado a mi cuñadita dándole de beber de su propia leche, lo que ella recibió con absoluta complacencia.

  • "Que rico culeas mi amor" Me dijo al oído. "Me gusta todo lo que haces y todo lo que dices cuando haces el amor, me gusta que cambiemos de posición a cada momento, no me gusta la rutina ni la oscuridad, ni la famosa posición del misionero y la odiosa exclusividad que dice que la iglesia le dio para culear entre casados, me gusta el libre albedrío, me gusta hacer de todo, me encanta mirar y que me miren, sé qué somos almas gemelas para el sexo y me gusta que me culeeeeeeeees……..".

No paraba de hablar con los ojos cerrados, cabalgando sobre mi cuerpo, en ese viaje que parecía no tener fin. Entonces, tomando la iniciativa me animé a cambiar de posición.

  • "Hagamos una variante del odioso misionero", Le dije sonriendo.

Ella se bajó, cuando sacó mi verga de su cochito, escuché un ruido muy especial, como el que se produce al chuparse los dedos. En verdad el cochito de mi cuñada, pese a la maternidad y posiblemente por su poco uso, era apretadito, de tal manera que cuando mi verga salió, se escuchó un ruido muy sensual, como una especie de señal de protesta por negarle a continuar disfrutando.

La recosté de espaldas, poniéndome de pie en el borde de la amplia cama, mientras equivocadamente me hacía espacio quizás intuyendo que me recostaría. Le agarré de una pierna con fuerza a la altura de su tobillo y con un movimiento lento pero firme en forma involuntaria la jalé hacia el borde, esa sensación de ser arrastrada pareció gustarle mucho porque abrió su boca para luego sensualmente morderse la punta de la lengua en señal de gozo.

  • "Quieres que te arrastre como a una perra?" Le pregunté.

  • "Si mi amor" Se prendió a mi cuello. "Soy tu perra y puedes arrastrarme todo lo que quieras, pero arrástrame con tu verga, arrástrame por el cocho, así como lo hacen los perros"

Me contestó, con los ojos ya desorbitados y con aquel tic nervioso que en sus momentos de mayor excitación, se manifestaba en uno de sus párpados.

Puse sus caderas a la altura del borde de la cama, quedando sus piernas entreabiertas colgadas con los pies en contacto con el piso, coloqué una almohada debajo su cuerpo, de tal manera que su cochito quedó levantado, abierto, sediento de placer y además completamente indefenso. Agarrando mi verga, la pasé por sus labios externos de ida y vuelta para humedecerla con los abundantes jugos que emergían y colocando la punta en la apretada entradita, se la empujé con todas mis fuerzas, todas mis ganas y con toda la bronca de los deseos reprimidos. Dio un grito de placer y empezó a moverse agitadamente.

  • "Haceme eso de nuevo papito" Me imploró enderezando su cuerpo para darme un beso.

Saqué mi verga muy lentamente, agarrándola con mi mano derecha la sacudí contra el cochito que estaba mas mojado todavía, le pasé y repasé una y otra vez con mi miembro, ahora no para lubricarlo, sino para incrementar los deseos de esa bella mujer que esperaba con los ojos abiertos, mirándome fijamente, la boca entreabierta, agarrándome fuertemente por las caderas con ambas manos y la respiración contenida esperando el máximo placer. En el momento menos pensado se la clavé nuevamente. En vez de gritar ella lanzó un gemido profundo como si hubiese recibido un golpe bajo.

Me sentía muy dichoso al observar como esa mujer tan hermosa, un tanto mayor que yo y además siendo la mujer prohibida por pertenecerle a mi hermano, jadeaba, disfrutaba y se estremecía con mis caricias y pedía mas y mas de lo que yo le daba. No entendía cómo dos casi hermanos, en vez de avergonzarse del pecado podían mas bien hacer gala de él, buscándose desesperadamente para que sus cuerpos sigan pecando.

La posición era tan buena que mi verga había desaparecido en el cocho de mi cuñada, por momentos lograba ver solo los bellos púbicos de ambos, completamente mojados, los imaginaba entrelazados, como si ellos también, estuviesen luchando por no separase.

Entonces sentí que me venía, incrementé el ritmo de mis movimientos, ella lo notó por lo que me dijo nerviosa y apurando sus meneos, esperando lo máximo:

  • "Juntitos mi amor, juntitos, acabemos los dos al mismo tiempo" juntitos!".

No le contesté, concentrándome en cumplir con lo que ella me pedía, que para mí en ese momento se convirtió en una orden directa y una cuestión de honor. Sentía por momentos desfallecer, una especie de muerte en vida y parecía que el mundo se me venía encima, temía pasar la peor vergüenza al no lograr que ella llegue al orgasmo. Por una parte mis deseos irreprimibles de alcanzar el máximo placer, por otro el ultimátum que mi preciosa pareja me había lanzado para que le ayudara a llegar al orgasmo, estaba "entre la espada y la pared"; "entre el placer y el deber" o mejor "entre la gloria y la derrota" finalmente "entre poder y no poder".

Felizmente ella estaba a punto de terminar, pues pujaba mas seguido y me besaba con mucha pasión. Yo sentía que mi leche estaba ya en la punta de mi verga, solo esperaba una señal de ella para correrme, una deliciosa orden o insinuación de que era finalmente feliz, sólo quería sentir el deleite de ella para disfrutar también. No daba mas y en forma desesperada ante el peligro de que mi aún tierno combatiente desfallezca al borde de la trinchera "amiga", sin alcanzar su objetivo; se me ocurrió gritarle:

  • "Acabe mi perra, córrase como una putaaaaaaaaaaaaaaaaa".

Al oír esto dio un grito de placer que llenó toda la habitación, me miró sin decirme nada pero sus ojos me expresaban todo, tenía un gesto de desesperación, desenfreno y delirio. Dio un último coletazo con su cadera y se quedó quieta, por un momento contuvo la respiración para luego llegar al orgasmo en un delicioso frenesí dando gritos y sufriendo espasmos. Sentí su cocho querer tragarse mi verga aprisionándola con fuerza, alcancé a dar dos o tres enviones mas y me desleché dentro de ella, llenando el cocho propiedad de mi hermano mayor con toda mi leche, sin poder contener mis alaridos de placer.

  • "Así papito, juntitos, córrase mi amor, déjeme toda su leche dentro, hágame un hijitoooooooooooo". Gritaba implorante.

Me recosté a su lado cansado, ambos con las piernas colgando de la cama, permanecimos así en silencio, tenía un sentimiento de derrota incomprensible y a la vez de culpa muy justificado. Nos miramos poniéndonos de lado y frente a frente, dándonos besos cortos en la boca. Por un momento volvió a mi mente su pedido de que le haga un hijo, me pareció algo desproporcionado que me causó una especie de miedo, quizás sólo comprensible por el momento de pasión vivido. Era un tema tan delicado que no se encontraba entre mis planes, preferí no insistir evitándolo de pleno.

  • "Te gustó?" Me dijo.

  • "Me encantó" Le contesté. "Estuviste maravillosa".

Le acaricié suavemente el culo y dándole una palmadita cariñosa, le pregunté:

  • "Ya califico para cogerte por aquí?". "Cuándo será mío?"

  • "Ya, solo falta un poquito". Me contestó.

Ella se incorporó para ir al baño, caminó desnuda sin mirar atrás, tuve el placer de ver esos movimientos tan sensuales, ahora sin ninguna ropa que se interponga entre mi ávida mirada y su tan generosa humanidad. Recordé fugazmente las tardes de colegial, cuando junto a mis amigos me deleitaba viéndola caminar de espaldas a nosotros, moviendo sus caderas, con aquella ropa tan acorde con su físico. De veras en ese momento no me creí merecedor de tanta dicha y tanta felicidad; yo, un simple mortal, un niño queriendo ser hombre, robándose la presa de su hermano mayor, ahora completamente metido (hasta las patas) en el pecado y la traición.

Parecía ser un premio inmerecido el cuerpo desnudo de mi cuñada contorneándose al caminar, como un espectáculo privado, todo para mí, solo para mí.

Después de darse una leve ducha, salió con una sexy camisita de dormir y el mismo calzoncito rojo, me sirvió un poco de refresco y un sándwich. Comimos en la cama y conversamos largamente. Me preguntó si estaba yo enamorado de ella, no le contesté, eran palabras mayores, quizás no sabía distinguir entre el verdadero amor y la atracción sexual entre dos personas; estaba muy confundido y no le contesté por no llegar a la triste conclusión de que síiiiiiiiii, estaba enamorado hasta el fondo mismo.

Enamorado como cuando niño de mi profesora, tan bella e imposible de obtener, enamorado ahora hasta los pelos de alguien que ya no era inalcanzable ya que por lo menos esa noche era completamente mía. Pero era insostenible, es decir que la poseía por unos mezquinos y breves momentos, mi dicha era similar a la de una fugaz y diminuta estrella que brilla levemente para desaparecer luego, dejándome otra vez en la oscuridad de la gran bronca por todo.

Eran ya las diez de la noche, en el televisor daba un noticiero aburrido. Me animé a preguntar, no por deseos de continuar con el sexo, sino por solo ver la reacción de mi pareja:

"Vamos otra vez?" .

  • "Vamos mi amor, que nos puede faltar tiempo". Me contest󅅅……………..

Eso es todo por ahora. He recibido algunos comentarios de mi primer relato, uno muy particular me hizo notar tácitamente que era un poco largo por eso fraccioné mi segunda entrega "literaria" en las partes que fuera conveniente para comodidad de mis lectores, segunda entrega que se salvó de ser mutilada en procura de recortar su extensión y que no hubiese hecho posible algunos detalles interesantes (los lectores mas puntillosos quizás aprecien algunas cicatrices de la apresurada cirugía).

A quienes escribieron (que en verdad no son muchos) mil gracias pues lo que me dicen tiene un valor inapreciable para mí. Gracias muy especialmente a quien me da algunos consejos llamándome amigo. Espero contactos o mas comentarios en mi correo erosnovato2007@yahoo.es