Mi hermanita y su esposo (1)
Un hermano decide violar a su hermana, sin saber que ella participa gustosa del incesto por el despecho de tener un marido gay, lo que a su hermano le encanta por la posibilidad de tener sexo con ellos dos.
Autor: Salvador
Dirección: demadariaga@hotmail.com
Mi hermanita y su esposo ( 01 )
Fue una hermosa reunión familiar, a la que asistimos todos los hermanos. Después de un asado bien acompañado de varias botellas de vino, recordamos canciones de nuestra juventud y formamos un coro que suplía con entusiasmo la falta de armonía entre sus componentes. En mi caso, nunca me caractericé por la entonación, así que preferí escuchar a los cantantes mientras conversaba con mi hermana Camila, que había ido sin su esposo, aduciendo que andaba fuera de la ciudad. Mi hermana, de 27 años en esa época, estuvo particularmente retraída durante toda la velada y a ratos se quedaba con la vista clavada en la distancia, sumida en pensamientos que no quería participar a nadie. Los dos siempre habíamos sido muy compinches, aunque yo era dos años menor que ella, y antes de su casamiento yo era el confidente de mi hermosa hermanita. Por eso me atreví a consultarle si todo andaba bien en su matrimonio y ella me miró profundo mientras esbozaba una sonrisa falsa y me decía que no había problemas. Pero intuí que mi hermana me mentía y que el problema era de tal gravedad que ni siquiera a mi se atrevía a contarlo, por lo que respeté su silencio y le cambié de conversación, logrando algunas ocasionales sonrisas, pero en ningún momento dejó de estar ausente.
Como a la 1 de la madrugada decidí partir a mi departamento de soltero y le ofrecí a Camila llevarla a su casa, lo que ella aceptó encantada. Ya en el auto conversamos de mi vida de soltero y de las novias que tenía. En un momento determinado me ofreció quedarse en mi departamento y que fuera a dejarla al día siguiente, de manera que así evitaría tener que ir al otro lado de la ciudad tan tarde en la noche y con algo de trago en el cuerpo, lo que hacía la travesía muy peligrosa. Me pareció muy inteligente su decisión, que denotaba su preocupación por mi seguridad, y nos dirigimos a mi departamento, donde vivía solo. Cuando acepté su propuesta se mostró más relajada y rió a gusto con mis bromas, como si hubiera dejado en el baúl de los recuerdos esos pensamientos que la molestaron toda la velada en casa de nuestros padres.
En lugar de un café ella me pidió un último trago antes de dormir y nos bebimos un combinado que ella preparó y que me pareció algo cargado al licor. Conversamos de todo un poco, pero ella no tocó en ningún momento el problema que tenía, aunque le di oportunidad para hacerlo. Era evidente que mi hermosa hermana había decidido olvidarse de sus inquietudes por lo que restaba de esa noche. Mientras conversábamos no pude dejar de fijarme en sus piernas, que estaban algo abiertas, mostrando unos exquisitos muslos, que siempre fueron su orgullo. Su mini falda no le ayudaba mucho a ocultar sus bellas piernas, por lo que me deleité un buen rato mirando la blanca piel bajo la falda y, de vez en cuando, la blancura de su bikini al final de sus muslos. Ella conversaba y movía sus piernas sin percatarse del espectáculo que me regalaba y que me excitó increíblemente.
Cerca de las 2 de la madrugada decidimos ir a dormir. Como yo tenía una sola cama, decidí dormir en el living pero mi hermana me pidió que durmiéramos juntos, ya que de no hacerlo así ella se sentiría culpable de que yo pasara una mala noche durmiendo en el sofá. Tanto insistió que acepté su ofrecimiento y mientras ella estaba en el baño, me puse el pijama y me adueñé de un lado de la cama. Después apareció mi hermanita solamente en bikini y sostén y se acostó en el otro lado, dándome la espalda. El espectáculo de mi hermanita semi desnuda elevó mi excitación al máximo y empecé a verla como lo que era: un precioso pedazo de hembra, con unos senos envidiables, que invitaban a besarlos, tocarlos, chuparlos. Y unas piernas y muslos de ensueño, con unas nalgas que incitaban a tocarlos, a tenerlos en las manos mientras le hacía el amor. No pensaba en ella como hermana sino como en una preciosa mujer a la que me gustaría poder follar.
Al cabo de un rato me di vuelta y puse mi mano sobre el costado de Camila mientras respiraba acompasadamente, como si estuviera durmiendo y mi gesto hubiera sido de lo más natural. Ella no reaccionó, tal vez pensando inconcientemente en que era su esposo el que se apoyaba en ella. A esa hora no sería raro que ella no estuviera muy conciente de la realidad y que yo podía ser confundido con Ernesto, mi cuñado. Los tragos anteriores, el combinado en mi departamento, la hora, todo contribuía a confundirla, según pensaba yo.
Al cabo de unos minutos, mi mano se acercó a su paquetito entre las piernas, como si fuera un gesto natural de alguien apoyado en la otra persona. Y al compás de mi respiración, que pretendía ser la de una persona dormida, la punta de mis dedos tocaban la tela de su bikini y se separaban, según inspiraba o soltaba el aire desde mis pulmones. Así estuve unos minutos, y en cada oportunidad que mis dedos tocaban la tela de la prenda íntima de Catalina, sentía la punta de los pelos de su pubis que presionaban contra el bikini. El contacto de la punta de sus pelitos me produjo tal excitación que mi verga se erectó tanto que terminó por salir de la parte delantera de mi pijama. Acerqué mi cintura a mi hermanita y mi instrumento quedó apoyado entre las nalgas que tenía al frente. Un movimiento de mi hermana, estirando una de sus piernas, dejó su paquete más al alcance de mi mano y perdida toda compostura, puse la palma sobre los labios vaginales de ella, dejándola ahí. Catalina no hizo ningún movimiento y su respiración seguía siendo normal, seña de que seguía completamente dormida. Mi calentura ya no supo de límites y puse a mi hermana de espalda, lo que no me costó esfuerzo debido a que el trago y el cansancio la tenían totalmente a mi merced. Abrí sus piernas y me puso sobre ella, dispuesto a penetrarla.
Con una mano hice a un lado su bikini y puso mi herramienta a la entrada de su vulva, decidido a metérsela completamente. Fue en ese momento que ella abrió los ojos y sorprendida comprobó que estaba sobre ella, que le había abierto las piernas y apartado su bikini. Mi verga a la entrada de su sexo fue la comprobación final de mis intenciones y tomándose de mis hombros hizo ademán de apartarme, pero mi excitación no me permitía atender ningún tipo de razones. Solo deseaba penetrarla y lo haría costase lo que costase.
"Ricardo, ¿qué haces?"
"Voy a follarte"
"Pero si somos hermanos. No puede ser"
"No me importa nada, te voy follar y punto"
"No, no por favor, que soy tu hermana"
Y mientras decía esto con una voz apagada y aferrada a mis hombros, su cuerpo empezó a moverse de manera tal que su vagina hacía círculos sobre mi verga, produciendo un efecto tal que perdí los últimos restos de noción y sin atender a sus palabras, metí mi verga hasta el fondo.
"No, no. Que soy tu hermana"
Se movía mi hermana mientras reclamaba por la violación a la que su hermanito la estaba sometiendo. Yo seguía sordo a sus reclamos y empecé a bombear dentro de su vulva, con desesperación, buscando llegar pronto a mi completa satisfacción.
"Ricardo, por favor. No, noooooo"
Pero yo estaba enajenado y seguía metiendo y sacando mi pedazo de carne del interior de mi hermana, que se movía como queriendo desprenderse de mi ataque. Pero sus movimientos más que repelerme lo que hacían era acomodarse a mis movimientos violatorios y muy pronto un chorro de semen inundó el sexo de Camila, llenándola completamente, dejando que las gotas de mi eyaculación cayeran de su vagina y resbalaran por sus muslos hasta la sábana, donde formó un charco blanquizco.
Satisfecha mi lujuria, me disponía a bajarme pero mi hermana me lo impidió y siguió moviéndose con mi verga en su vulva, logrando que nuevamente mi instrumento adquiriera dimensiones de ataque.
"Espera"
Me dijo mientras me apartaba para sacarse el bikini y el sostén y nuevamente se puso en posición para ser poseída, abriendo sus piernas y brazos para recibirme.
"Fóllame otra vez, mijito"
Me subí sobre ella nuevamente y tomando sus senos en mis manos volví a meter mi polla en su interior. Mi hermanita subió sus piernas a mis costados y las puso sobre mi espalda, tomándome de las nalgas. Empezó a moverse con una maestría increíble, acoplándose perfectamente a mis movimientos. Fue una follada increíble, en la que ambos terminamos al mismo tiempo, abrazados y besándonos alocadamente.
Una vez calmados, aclaramos la situación.
"¿Te gustó, hermanito?"
"Estuvo rico, mijita"
"Al principio quería que me violaras. Me gusta que sean violentos conmigo"
"¿Fue fingido entonces?"
"Desde que estábamos en casa de nuestros padres que deseaba follar contigo"
"Tu invitación del auto entonces tenía su intención"
"Pero claro, lo mismo cuando te mostré las piernas en el living"
"Gracias, mijita"
"También te excité con mi paseo en bikini y sostén, ¿verdad?"
"Ahí me hiciste perder el control"
"¿Te gustó mi culito tan cerca de ti?"
"Tu culito me hizo desear violarte, pasase lo que pasase"
"Y me violaste rico, mijito"
"Eres exquisita, hermanita"
"Y tu, veo que se te paró nuevamente"
"¿Te gusta?"
"¿Puedo besarla?"
"Si, mi amor"
"Mmmmmmmm"
"Chupas exquisito. Sigue, sigueeeeeee"
"Mmmmmmmmm"
"Aghhhhhhhhhh, mijitaaaaaaaaaaa"
"Mmmmmmmmmm"
"Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa"
"¿Te gustó como lo hago?"
"Nunca me lo chuparon tan rico, mi vida"
"Ahora quiero sentarme encima de ti. Quiero que me lo metas todo"
"¿Tan caliente estás, hermanita?"
"Hace tanto tiempo que no follo como la gente, hermanito"
"¿Y Ernesto no cumple sus deberes?"
"Ese desgraciado no vale para nada"
"Aquí tienes una verga de verdad, hermanita. ¿Te gusta?"
"Mmmmmmm. Ricoooooooo"
La sensación de sentir mi instrumento en su interior le hizo cerrar los ojos y apretar los labios para disfrutarla completamente, mientras apoyaba sus manos en mi pecho. Yo me agarré de sus nalgas y dirigí su cuerpo para que subiera y bajara sobre mi verga. Mi hermanita estaba al borde de la desesperación por el placer que recibía con mi pedazo de carne metida en su vagina.
"Ricoooooo. Siiiiiiiiiiiiiiiii. Ricoooooooooooooo"
"Toma, toma, mijita"
"Mmmmmmmmmmm. Ricooooooooo"
"¿Te gusta mi verga?
"Es lo máximo, mijito, lo máximo"
"¿Más que tu marido?
"Ese maricón no se puede comparar contigo. Tu sí eres un macho"
"¿Sientes como te entra y te sale?
"Siiiiiiiiiiii"
"¿Ernesto no te hace gozar así?"
"No me hables de él, por favor"
"Toma, tomaaaaaaaaa"
"Aghhhhhhhhhh, mi amorrrrrrrrrrrrrr"
"Yaaaaaaaaaaaaa"
"Ayyyyyyyyyyyyyyyyyy"
Y volvimos a acabar los dos, confundiendo nuestros líquidos en una orgía de semen que cayó sobre la sábana como muestra de la pasión incestuosa que estábamos viviendo. Nos quedamos acostados el uno junto al otro, buscando descansar de tanta agitación.
"¿Qué pasa con Ernesto?"
"Por favor, no le digas a nadie lo que te voy a contar"
"Sabes que siempre he sido reservado"
"Lo pillé teniendo sexo con un compañero de oficina"
"Noooooooooo"
"Y lo peor es que el compañero lo tenía ensartado"
"¿Qué hiciste?"
"Le armé un escándalo y le pedí el divorcio, pero se negó"
"¿Por qué se negó?"
"Por las consecuencias en la oficina"
"¿Y?"
"Ahora vivimos en la misma casa pero sin ningún tipo de relaciones"
"¿Por eso estabas tan deseosa de verga?
"Pero claro, si de esto hace ya tres meses. Imagina solamente"
"¿Qué sentiste cuando lo pillaste?"
"Estaban en nuestra casa, en el dormitorio matrimonial. Yo volví antes de tiempo"
"Y los sorprendiste. ¿Armaste mucho escándalo?"
"No. Los dejé terminar tranquilos"
"¿Cómo?"
"Es que me excitó ver como lo penetraban y me hice una paja mientras se lo metían"
"¿En serio?"
"Es que era un espectáculo tan morboso que me calenté como perra"
"Pero igual le pediste el divorcio"
"Salí y volví cuando ya habían terminado. Ahí le armé el escándalo"
"Ya"
"El problema es que me hubiera gustado verlo nuevamente como lo penetran"
"¿Por qué?"
"Pocas veces me he calentado tanto como ver que es enculado"
"¿Te gustaría verlo sodomizado otra vez?"
"¿La verdad? Si, me encantaría"
"Si quieres, yo puedo hacer realidad tu deseo, hermanita"
"¿Encularías a Ernesto?"
"Si"
"¿En serio?"
"Si. Me gustaría metérselo a tu marido y después a ti"
"¿Cómo?"
"Pero claro, primero él y después tú. ¿Te atreves?"
"Mmmmmmm. Si, creo que me atrevería"
"Invítame a tu casa y nos programamos para follarme a Ernesto y a ti"
"Bueno, te espero el próximo sábado"
Ricardo abrió las piernas de su hermanita y puso su rostro entre ellas, dedicándose a besar su vulva, que estaba sensible por la conversación que habían tenido y los planes que habían tramado, lo que la había excitado al máximo. Cuando logró que su hermanita le regalara un nuevo orgasmo, la puso en cuatro piernas y le metió su verga en la posición conocida como "a lo perrito", dedicándose a meter y sacar su trozo de carne del interior de la hermanita con desesperación mientras se aferraba a sus senos, que tomó entre sus manos mientras metía y sacaba su instrumento de entre las nalgas de Camila que se movía enloquecida por tanto placer.
Finalmente se rindieron y el orgasmo que tuvieron terminó por extraerles las últimas gotas de vitalidad que sus cuerpos guardaban. Completamente exhaustos se rindieron finalmente y se durmieron felices por la noche de sexo que habían tenido.
Al día siguiente, cuando Ricardo fue a dejar a Camila a su casa, aprovechó de bajar a saludar a Ernesto, como parte del plan que habían concebido los hermanos para obtener los favores del marido de Camila. Mientras conversaron, Ricardo tuvo especial cuidado de brindarle a su cuñado miradas de complicidad y sonrisitas insinuantes, que no pasaron desapercibidas a este. Cuando se despidieron, Camila Salió a despedir a su hermano y éste aprovechó el breve momento en que quedó a solas con Ernesto para decirle al oído "me gustas, espero verte el próximo sábado", que dejó a éste completamente sorprendido. No comprendía el cambio de actitud de su cuñado y estaba seguro que su esposa había conversado con su hermano y le había puesto al tanto de su secreto. Si bien se sintió inquieto por la posibilidad de que su cuñado se hubiera enterado de su debilidad, al mismo tiempo una sensación agradable le inundó. Es que las últimas palabras de Ricardo eran toda una promesa.