Mi hermanastra vino a casa
A veces, las cosas que molan mucho no son lo que parecen. Pueden ser algo que mole más todavía: como, por ejemplo, que tu hermanastra aparezca en tu casa una noche que tu plan es el cibersexo.
Ocurrió un sábado por la noche de esos que prefieres no salir; De los que, quedarse en casa, con tus copitas y tu porno en internet, son una alternativa barata a la locura de precios de los pubs de moda de la ciudad. Eran alrededor de las dos de la mañana, los canales de chat estaban en su mejor momento y yo, desnudo, con las manos en el teclado y en el ratón y, con bastante frecuencia, sobándome el rabo, estaba disfrutando de una charla con una mujer real: de esas que es casi imposible encontrar cuando chateas.
Era una noche que parecía perfecta, hasta que sonó el porterillo electrónico de casa.
Extrañado, pues vivo solo y no suele venir nadie a casa, y mucho menos a esas horas, me levanté y me dirigí a la cocina para descolgar el aparato. En la pantalla reconocí a mi hermanastra, Sandra, la hija veinteañera de la mujer de mi padre.
Hacía tiempo que no venía por casa. Se quedó a dormir un par de noches de marcha, al poco de comprármela, y, aparte de eso, alguna que otra vez que habíamos comido todos aquí. También es cierto que, la última vez, había sido tan solo hacía un par de semanas. Otra noche que había salido de marcha, ahora con su amiga Claudia, de la que se había hecho inseparable a principio de curso.
- Óscar, ábreme -me dijo cuando descolgué.
Abrí el portal, ¿Qué otra cosa podía hacer? Y, acto seguido, me fui al dormitorio a vestirme. Lo primero que pillé fue un pantalón de deporte y una camiseta de manga corta. Apenas había terminado de hacerlo cuando sonó el timbre de la puerta. Abrí.
- ¿Qué pasa? -le pregunté preocupado justo antes de darle un par de besos.
No le dio tiempo a responder. De repente echó a correr hacia el cuarto de baño y la escuché vomitar. Supuse que traía un cogorzón de los gordos y entré al baño por si necesitaba algún tipo de ayuda: recogerle el pelo, sostenerla... No parecía estar mal del todo.
- Me cago en los chupitos del “Nirvana” -dijo cuando, por fin, supo que había terminado de purgarse- ¿Tienes colutorio?
-Toma -contesté alargando el brazo y cogiendo el correspondiente bote- ¿Quieres que te prepare algo? ¿Un café?, ¿Una manzanilla?
- Si me haces un café te lo agradeceré en el alma -contestó.
-Estás bien, ¿No?
Asintió mientras se enjuagaba la boca. Parecía serena.
Salí del baño y regresé a la cocina. Y, entonces, la escuché mear. Sonaba a puerta abierta y, aunque me pareció curioso, no le de mayor importancia. Sin embargo, no pude evitar imaginármela sentada meando y, al visualizar la imagen, en la que, inevitablemente, había un coño de por medio, volví al despacho: había dejado a medias a mi interlocutora y quería contarle lo que acababa de pasar: que mi hermanastra había aparecido de repente en casa.
¿Está buena tu hermanastra? ¿Vais a follar? -apareció e la pantalla de mi ordenador.
Está buena, sí -le contesté-. Pero creo que no hay nada más lejos de nuestras intenciones que echar un polvo. Ni por mí, ni por ella... Ni por la que liaríamos en “la familia” si eso pasara. Igual tardo un rato en volver a poder charlar contigo, ¿Estarás por aquí?
Seguramente -respondió casi de inmediato-. Me entretendré con lo que sea y, si apareces, seguimos la charla por donde la habíamos dejado. Se bueno...
Escuché la cisterna y salí del despacho corriendo hacia la cocina: había un café que preparar.
No sé si pasaron veinte segundos o dos minutos desde que escuché la cisterna hasta que Sandra apareció en la cocina, pero sí que tuve la sensación de que había pasado algo más del tiempo habitual que se tarda en ir de un lugar a otro de la casa. Se apoyó contra el marco de la puerta.
Perdona que haya aparecido así, pero era una urgencia...
Ya lo he visto, ya... ¿Qué es lo que ha pasado?
Un chupito que no deberíamos haber probado -contestó.
¿No me irás a venir ahora con la historia de que, el último trago, ha sido el que te ha sentado mal, no? Esa excusa y la de la tapa de hamburguesa que debía estar caducada me las conozco...
No hijo, no. No es eso. Hemos bebido, pero no es una borrachera lo que traigo en lo alto.
¿Entonces?
Pues nada, un chupito nuevo, que responde al nombre de “follador”, y que no deberíamos haber probado...
La miré expectante. Fuera cual fuera la historia que se escondía detrás del chupito, era digna de conocerse.
Follador... -repetí.
Sí, hijo, follador -repitió-. Un auténtico peligro. Espero haber tenido tiempo de echarlo antes de que me haga efecto. ¿Para qué se me ocurrirá hacerle caso a Claudia?
¿Hacerte efecto? Pero, ¿Qué pasa? ¿Que te pone cachondo el chupito ese o qué?
Se lo vi en la cara. La respuesta a mi pregunta era un sí como un castillo pero, o no quería decírmelo, o no sabía cómo hacerlo. La cafetera empezó a sonar y a Sandra le salvó la campana porque, al oírla, llamó mi atención y dejé de mirarla esperando una respuesta. La escuché resoplar.
Claudia ha perdido los papeles hace diez minutos -comenzó a decir.
Si no quieres contármelo, no pasa nada -le dije al presentir su apuro-. Lo que importa es que no te dé ningún yuyu raro, ¿No? Pues, de momento, vas bien. Así que listo...
Volví a girarme hacia el café y le di a Sandra la espalda. Abrí el mueble para guardar el paquete de café, desenchufé la cafetera y cogí la taza.
¿Quieres que le echemos sal? Yo creo que no hace falta, no vas borracha pero, lo que tú me digas...
No -respondió antes de cogerme la taza de la mano y de darle el primer sorbo-. Me lo tomo solo.
Tras comprobar que estaba caliente pero no quemaba, se le bebió de un trago.
- Estábamos con el cachondeo las dos -empezó a contarme-. Nos hemos ido a tomarnos unos vinos a “La esquina de Julián” y, tras una copilla en “El tren”, nos ha apetecido ver cómo estaba el “Nirvana”, que hacía mil años que no íbamos. Una noche normal, de las nuestras...
No es que mi relación con mi hermanastra sea íntima pero sí que la conozco lo suficiente como para saber cómo son sus noches de marcha con Claudia. Sandra no es una loca, vive sus aventurillas propias de la edad, pero no desfasa. Yo también pasé por ahí, y lo lleva bastante bien. A Claudia, sin embargo, y por las pocas cosas que me ha contado, sí que se le acostumbra a ir un poquito más la olla. Es más loca...
Total -continuó contando-, que aparece el susodicho chupito y Claudia que dice de probarlo. Óscar, tío, yo pensaba que solo tenía un nombre descarado. Incluso las advertencias del camarero me han parecido puro marketing -volvió a resoplar-. Pero no... Al rato de habernos tomado el primero...
¡¿El primero?! ¿Es que ha habido más de uno?
Tres -respondió con informal cara que resignación-. Nos han entrado dos tíos, ¿Vale? Pues Claudia les ha seguido el rollo...
Se quedó callada, buscando las palabras con las que seguir hablando.
Pero tú no -intervine por si le servía de ayuda.
No, yo no -me contestó-. Pero la historia no es esa... Es que Claudia ha tenido para los dos y, cuando he decidido venirme corriendo, ha sido porque ya la estaba viendo dispuesta a follarse a los dos tíos allí mismo y Claudia no es así.
-¿Y no has intentado pararla?
-Precisamente cuando he visto la decisión y la habilidad con la que evitaba hacerme caso, y tras dejarla por imposible, ha sido cuando he decidido ponerme a salvo cuanto antes, por si acaso, y me he venido para acá.
Aparte de valorar su madurez, de ver cómo, enseguida, había llegado a la conclusión de que ella también podía perder los papeles y no quería que le pillara en la calle porque es peligrosa y que era mejor buscar refugio y compañía, me sentí halagado porque me eligiera como su seguro. Y me pregunté por qué.
¿Por qué no te has ido a casa? -le pregunté.
Pues, aparte de porque iba a tardar un huevo en llegar y me ha dado miedo que esto sea cuestión de minutos y tú vives aquí al lado, porque, en casa, iba a estar sola y no quiero estar sola.
¡Ah! Es verdad... Me dijo mi padre que se iban a Madrid. Te estás haciendo mayor... -bromeé.
-Tío, que no sé lo que me puede pasar y sé que, al menos, estás tú para controlarme...
No pude evitarlo. Cuando escuché eso de controlar, no pude evitar pensar en una escena de dominación. Estábamos hablando de sexo y esa palabra combina mal con el sexo... Más aún si, encima, te la dice una veinteañera que tira a Barby. Y, por primera vez, me la imaginé desnuda con tintes eróticos más preocupantes de lo habitual. Evidentemente, no era la primera vez que, por cualquier razón, ya la había desnudado mentalmente con anterioridad. Pero, en esta ocasión, la singularidad de la situación era, inhabitualmente, más favorable y evocadora.
Volví a la realidad.
Sí, ya me encargo yo... ¿Qué intenciones tienes? ¿Esperar y ver qué pasa?
Pues, si no te importa, prefiero quedarme y dormir aquí. De hecho, estaba pensando en meterme directamente en la cama. ¿Puede ser?
Sí, claro. La habitación azul está lista y tiene la cama hecha. Puedes dormir allí.
-Pues, entonces, me voy a la cama. A ver si me durmiera pronto. Muchas gracias...
Después de dejar la taza en el fregadero, me dio un par de besos y salió de la cocina. No es la primera vez que venía a casa, así que sabía moverse perfectamente por ella. De hecho, al poco de verla doblar la esquina del pasillo, pude escuchar como abría y luego cerraba la puerta del dormitorio.
Me rellené la copa mientras sonreía pensando en la loca historia que acababa de pasarme y regresé al despacho a sentarme frente el ordenador. No sabía si mi interlocutora seguiría conectada o no, esperaba que hubiera sido leal a sus palabras y continuara online.
Ya estoy de vuelta. ¿Sigues por aquí?
Habéis tardado menos de lo que esperaba de ti -me respondió al cabo de, tan solo, un par de segundos.
Tras responderle a su broma con un “desórdenes de pajillero cibernético” que nos hizo conectar de nuevo, empecé a contarle lo que le había pasado a Sandra y cómo se habían desarrollado esos minutos en los que la había tenido que dejar. La charla retomó el tono pícaro y, las palabras, me transportaron en menos de un par de minutos a la calentura que tenía hasta que mi hermanastra apareció en casa.
Me había quitado la camiseta, con el pantalón me resistía un poco más por si Sandra decía de salir de la habitación. No era plan de que, por sorpresa, me pillara en bolas viendo porno en internet y chateando. Y, mientras que continuaba con la cibercharla y regresaba la necesidad de sobarme la polla con frecuencia, recibí un mensaje instantáneo en el móvil. Lo cogí: era mi hermanastra.
Me está empezando a subir -ponía-. Así que, por tu padre, no me dejes salir de esta habitación. Y que ni se te ocurra entrar, claro -y terminaba el mensaje con emoticonos llorando de la risa.
Echa el pestillo -le contesté bromeando para, a continuación, ponerme serio-. ¿Estás bien?
Sí, tranquilo. Es solo que no hago más que acordarme del pub y no puedo dejar de imaginar cosas que les podía haber dicho a los tíos. Y me estoy imaginando a Claudia con los dos en el baño y...
Terminó la frase en el siguiente bocadillo de conversación.
- Y me estoy poniendo muy tierna... ¿No te molesta si, como esto no cambie, me pego un homenaje, no? -más emoticonos llorando de risa-. ¡Por Dios! ¿Ves cómo me está subiendo? ¿Qué coño hago yo diciéndote estas cosas? ¡¡Voy a echar el pestillo!!
Y, entonces, escuché el pestillo.
Aquello me puso cachondísimo. Realmente tenía una barby en una habitación de mi casa, cachonda perdida y dispuesta a darse caña. Una barby que, desgraciadamente, era mi hermanastra pero que, afortunadamente, con el pestillo de su cuarto, acababa de darme la señal definitiva que confirmaba que no tenía intención de salir y aparecer en el despacho por sorpresa. Así que no lo dudé un segundo y terminé de desnudarme para, a continuación, contarle a mi ciberamiga las últimas noticias.
- Anda que me lo iba a pensar yo si estuviera en tu situación -me dijo-. Esa puerta estaba ya más que abierta... Anda, fantasea un poco, cuéntame que harías con ella si pudieras...
Se me había puesto la polla tan dura que me costaba reprimir las ganas de machacármela. Era realmente complicado mantener las manos en el teclado. Me imaginaba a mi hermanastra desnuda, tumbada boca arriba sobre la cama y abierta abierta de piernas, masturbándose, y me encantaba visualizar esa fantasía. ¡Qué ganas de comerle el coño!
Volvió a sonarme el teléfono.
- ¿Estás hablando con tu amiga de mí?
¡¿Cómo sabía qué...?! Entonces caí en la cuenta; Efectivamente, Sandra había entrado al despacho cuando, al principio de todo, había venido a la cocina al salir del baño. Así que había leído, como poco, la pregunta de si me la follaría y lo que le había respondido a mi interlocutora. Con las prisas, no había minimizado el chat.
Y entonces, cuando comprendí que también podría haber visto las otras pestañas del navegador, en las que había vídeos, fotos y gifs sexuales, acepté la situación: mi hermanastra, la que estaba cachonda, la que me ponía palote de imaginármela en bolas masturbándose en mi propia casa, sabía que yo estaba entretenido con temas de índole sexual cuando había llegado. Era una situación delicada pero extremadamente excitante.
Tenía las manos cada vez más despreocupadas de las teclas y más ansiosas de polla. Pero no podía perder los papeles. Tenía que responderle a Sandra y tratar de mantener la calma en tan estrambótica situación.
Teniendo en cuenta el estado en que parece que estás, y aunque sea evidente que sabes lo que estaba haciendo antes de que llegaras, no estaría bien echarle más leña al fuego. Así que, no, no estoy hablando con ella. Estoy viendo un documental sobre monasterios románicos.
No follarías conmigo, no estás hablando con ella... Estás perdiendo el tiempo, hermanito -emoticono guiñando un ojo.
¡Mi hermanastra estaba jugando conmigo!
Analicé la situación. Partía de la base de que no debía mantener relaciones sexuales con ella; Lo que nuestros padres entienden por no follar. Pero... ¿Y jugar? Ella estaba encerrada bajo pestillo, estábamos a salvo por una barrera psicológica que parecía mantenernos a raya a los dos. Y los dos estábamos cachondos. Me parecía una muy excitante e interesante situación bajo control, así que acepté el juego.
- Me ha dicho -empecé a escribir para contestarle- que, si llega ella a estar aquí, la puerta de tu cuarto ya estaría más que abierta.
Normal que le saltara por ahí. Decidme de un tío hetero que no fantasee con escenas lésbicas. Y, encima, tenía la oportunidad de conocer a Barby...
- ¡Aham! O sea... Que, ¿A tu amiga le van también las tías? ¿Y te ha dicho qué me haría?
Mi amiga me llamó la atención porque empezaba a tardar demasiado en escribirle. Le conté rápidamente lo que estaba pasando y le pedí un segundo para responderle a mi hermanastra.
No, ha preferido que le cuente lo que te haría yo. Pero no me has dado tiempo a contestarle...
Mejor... Así me lo puedes decir directamente a la cara...
El susto que me dio fue de muerte. No esperaba escucharla hablándome desde la puerta del despacho. No la había sentido venir y, sin embargo, estaba aquí: con el móvil en las manos y completamente desnuda.
Tardé en reaccionar. Después del primer repullo estuve a punto de taparme la polla en un acto de pudor pero, conforme fui a empezar a hacerlo, pensé que no merecía la pena. Total, estábamos jugando y mi pequeña Barby subía un gradito más la temperatura. Relajé mi desnudez y controlé la excitación, sin perderla, evidentemente.
No te he sentido venir, ¿Cuándo has abierto la puerta, que no lo he oído?
En ningún momento ha estado cerrada -me respondió, con una sugerente sonrisa picarona, mientras entraba y se acercaba hasta mi sillón para mirar la pantalla del ordenador.
Se había situado justo detrás del respaldo y había cruzado los brazos en su parte superior para apoyar sobre las manos su cabeza, que se quedaba al lado de la mía. La dejé que fuera leyendo la conversación que aparecía en la pantalla mientras aprovechaba para comenzara teclear de nuevo para darle explicaciones a mi amiga.
¿Sabes que, desde que se fue, resulta que no ha cerrado la puerta? Lo habrías tenido fácil...
Interesante noticia -respondió al cabo de unos pocos segundos-. ¿Y cómo lo has averiguado? No has podido resistirte a la tentación de tus fantasías, ¿O qué?
-¡Qué va! Ha venido ella mismita a contármelo.
-Salúdala de mi parte -me dijo Sandra.
-De hecho, ahora mismo te está saludando: “¡Hola! Usuaria discordante” -canturreé con vocecilla mientras lo escribía.
-¡¿Que tu hermanastra la cachonda está ahí contigo mientras hablamos de ella con lascivia?!
Sandra se acercó por mi derecha para poner las manos sobre el teclado. Al colocarse, mi brazo rozó la piel de su cadera, y os prometo que bastó ese primer roce para que, a continuación, fuéramos capaces de olernos el sexo. Sus babas olían, mis babas olían... El despacho se estaba perfumando de gloria bendita. Los dos lo sabíamos y estábamos a gusto.
-¡Tía! -empezó a escribirle- Esta noche estoy desatá, creo que ya sabes la historia... Estoy experimentando, dejándome llevar en un entorno que me parece seguro. Así que, con vuestro permiso, yo me uno a la fiesta.
- Estabas tardando en venir -le respondió nuestra amiga rápidamente para mantener la atención y, acto seguido, fue un poco más extensa en el siguiente renglón-. Te propongo algo... Chica sin nombre... Ponte cómoda para que Óscar te presente y te describa. No será solo tu aspecto físico el que me cuente cómo eres, sino también la actitud que tengas, y que él sea capaz de transmitirme, para que te conozca. A ver qué quieres que piense de ti...
Conforme terminó de leer, Sandra se dirigió a un sillón que tengo en el despacho, junto a la puerta, y se sentó. Subió los pies al cojín, dejó caer la pierna izquierda (flexionada) sobre el brazo izquierdo del sillón y dejó la derecha recta, con la rodilla apuntando al techo. Apoyó el codo derecho sobre su muslo, cerca de la rodilla y, con la mano en el mentón, se sostenía la cabeza. El brazo izquierdo, por su parte, caía grácilmente por su costado, con el codo apoyado en el brazo del sillón, y la mano sobre su vientre. Justo por debajo del ombligo.
Se me quedó mirando mientras, con la mano izquierda, se empezaba a acariciar esa zona del vientre y, además, emputecía el gesto de la cara; Ya sabéis, barbilla contra el pecho para darle profundidad a su expresiva mirada, boca entreabierta...
- Ya puedes presentarle a tu Barby hermanastra...
¡Y voz de golfa! ¡De muy golfa!
- Barby hermanastra -comencé a leer con la debida entonación mientras escribía- es una morena de ojos azules que... Que folla con la mirada.
Su sonrisa me dio permiso para pulsar la tecla intro y enviar la primera frase. Luego, continué escribiendo y leyendo en voz alta.
Mide alrededor de metro sesenta y cinco, no debe pesar más de cincuenta kilos y todo lo que lleva puesto son unos pendientes de plata y piedras negras que cuelgan levemente de sus preciosas orejas.
Me gusta el estilo de “Barby hermanastra” Jajajaajajaja...
-Y con lo de Barby hermanastra entrecomillado -añadí al leerle a Sandra la frase de Usuaria discordante.
Sigue -me contestó-. Que te queda mucho por contarle todavía.
Es impaciente -volví a escribir y leer-. Le ha parecido innecesario que le lea tu comentario porque está esperando que te diga lo buena que está y lo dura que me la pone...
La miré y cruzamos una sonrisa cómplice. Había adivinado sus pensamientos.
- Porque, la verdad, es que la cabrona está muy buena... Tiene cinturilla de avispa, un ombliguito de dibujo animado y su piel es tan suave como excitante. Antes cuando te ha escrito y nos hemos rozado por primera vez ella y yo, el despacho ha empezado a oler a sexo. Es de tetas generosas... Sin llegar a ser excesivamente grandes, yo diría que son una antigua talla 90... Ahora, a lo mejor, serían una 85 con copa C. Firmes y bien torneadas, pero lo mejor de ellas son sus aureolas y sus pezones: las primeras son redonditas en un tono suavemente más oscuro que el resto de la piel, pequeñas y bien colocadas. Los segundos, excitados como están, tienen un tamaño adorable. Sobresalen lo justo para ser unos botoncitos apetecibles a los que darles mordisquitos...
Paré de escribir a propósito. Quería recrearme en la sensación de haberle dicho a mi hermanastra lo que acababa de decirle y, de paso, darle tiempo a la ciber amiga para que respondiera algo. Mientras la miraba, me sostenía la polla cogiéndola como una pinza con la yema de los dedos. Ella, por su parte, arqueó la espalda para sacar pecho y los bamboleó dulcemente sin dejar de sonreírme.
Usuaria discordante contestó con tan solo tres puntos suspensivos. Continué.
- Sus piernas son estilizadas y sus pies, pequeños, de manual de anatomía. Tiene las uñas pintadas de negro, lo mismo que las de las manos y no tiene ni un solo pelo... Ni siquiera entre las piernas...
Volví a detenerme a propósito. Iba a hablar del coño de mi barby hermanastra, así que había que disfrutar el momento.
- Su coño es adorable... Cuando lo nombras se le ilumina la cara y se muerde el labio inferior de la boca. Está abierto, como sus piernas, los labios superiores son rosados y esponjosos y, los inferiores, tienen el mismo color pero un brillo especial por la humedad de sus fluidos. Están arrugaditos, ocultando el orificio vaginal pero dejando asomar el clítoris, que está clarito y brilla como una perla.
Volví a dejar de escribir pero, esta vez, porque Barby quiso llamar mi atención. Cuando empezó a escuchar lo que decía de su coño, se lo empezó a acariciar suavemente con la yema de los dedos y, poco a poco, los fue empapando en sus fluidos mientras aprovechaba para separarse los labios inferiores. Y todo esto, claro está, manteniéndome la mirada y con una sonrisa picarona insuperable.
¡Qué polvazo tienes, hija de la gran puta! -le dije entre susurros.
Pues fóllame -me contestó.
¿Y qué me dices de su culo? -escribió por fin mi ciber amiga.
Ponte de culo -le dije a mi hermanastra-. Quiere saber cómo lo tienes.
Se dio la vuelta, con las espinillas sobre el asiento y los antebrazos apoyados en la parte superior del respaldo del sillón. Sacó el culo y lo puso tan en pompa como pudo.
Es firme y respingón. De cachetes tersos que se van abriendo conforme más se inclina si se pone a cuatro patas. Ahora mismo está apoyada contra el respaldo del sillón, sacándolo, y disfruto perfectamente de su ano sonrosado y de su coñito abierto. Es muy, pero que muy apetecible.
¿Le das un bocadito de mi parte?
Por primera vez me vi contra la espada y la pared. Me moría de ganas de catar a mi hermanastra pero no me parecía acertado. ¿Y si el chupito tenía luego un efecto borrado de memoria y no recordaba nada de esto? ¿Qué pensaría entonces al saber que follamos? Porque... Que se nos fuera la olla hasta exhibirnos desnudos y zorrear como estábamos zorreando podría superarse, pero, ¿Follar? No quería jugármela y, aparte, tenía que ser un buen hermanastro mayor en todo momento y cuidar de Sandra, no aprovecharme de ella.
Entonces se me ocurrió una respuesta que, tal vez, podría servirme de excusa. Probé suerte.
- No. Hay que estar en igualdad de condiciones y, si no podemos tocarnos, ¡Si tú no puedes tocarla!, yo tampoco puedo. Ni ella a mí...
Sandra se dio la vuelta, que aún estaba con el culo en pompa, y, mientras me miraba con cara de no entender lo que acababa de decir, se dejó caer de nuevo en el sofá.
Ni siquiera así estamos en igualdad de condiciones, porque yo no os veo y vosotros sí... No seas tonto, aprovecha tu ventaja...
¿Qué dice? -me preguntó mi hermanastra.
¿Webcam? - pregunté en voz alta conforme escribía y pulsaba el enter.
Me quedé mirando la pantalla esperando una respuesta. La mera posibilidad de ver a otra tía en bolas esa noche y de poder jugar con ella las rondas finales que se preveían, me puso muy cachondo. Y tenía la sensación de que, desde el otro lado de internet, la respuesta que iba a venir era un sí.
- Vale, pero ve poniendo la cámara de manera que no se nos vean las caras.
No me esperaba la respuesta de mi hermanastra. Y me encantó...
En la pantalla del ordenador me apareció una dirección de correo y la propuesta de utilizar uno de los proveedores de videollamada más conocidos para PC. Tras agregarnos e iniciar la llamada, aparecieron las imágenes en pantalla.
Tal y como había puesto mi cámara sobre la pantalla, a mi se me veía desde el pecho para abajo, sentado en el escritorio delante del ordenador. La mesa me tapaba el cuerpo de cintura para abajo. A Sandra, por su parte, se la veía entera en el sillón. Bueno, entera no. Su cabeza se salí justo por encima de la imagen a la altura del cuello.
Usuaria discordante tenía el ordenador en su dormitorio. La perspectiva que daba su cámara era la misma que la mía, parecía estar sobre el monitor y mostraba, en profundidad, la esquina del dormitorio en la que estaba su cama. Ella, desnuda, estaba, como yo, sentada frente al ordenador. Se le veían las tetas y los brazos y la mesa tapaba también su cuerpo del ombligo para abajo.
Ya que estamos, que sea con micro, ¿No? -la escuchamos decir por los altavoces.
¿Me oyes bien? -preguntó Sandra.
Te escucho perfectamente, Barby hermanastra... ¡Coño qué buena estás! Oscar no ha exagerado nada al describirte...
Y porque no puedes ver la sonrisa que acaba de poner al escucharte -añadí.
-Eso tiene arreglo... -se levantó de la silla y la desplazó para que su webcam encuadrara perfectamente la cama-. Barby, ¿Me oyes?
Dijo mientras se acomodaba recostada sobre el colchón, de frente a nosotros, exhibiendo por completo su cuerpo desnudo menos su cara, que se salía de plano por arriba. Usuaria discordante estaba hasta más buena que mi hermanastra. Era más alta, para empezar, tenía cuerpazo, piernas largas, culo trabajado, vientre plano, tetas de película y, por sus hombros, caía una melena castaña bastante interesante. No tenía ni un pelo más.
Perfectamente, corazón -respondió mi hermanastra.
¿Alguna vez has visto a una mujer, que no seas tú, masturbarse?
Cada vez que mi amiga Claudia me llama para una tarde de chicas...
¡Genial! ¿Y en qué piensas mientras os pegáis el festival? ¿Te imaginas con ella? ¿Con algún tío?...
Mientras preguntaba, nuestra ciber amiga había empezado a acariciarse el vientre y dejaba sospechar que su mano ansiaba colarse por la entrepierna que, desde el primer momento, había estado abierta frente a la cámara.
- Hemos imaginado de todo...
Empecé a prestarle un poco más de atención a mi hermanastra. Había estado demasiado pendiente de la pantalla disfrutando del cuerpazo de discordante y se me había olvidado que mi Barby estaba ahí al lado. Y contando cositas muy interesantes...
Me imagino ahí, con vosotros... Ya estaría acomodada a tu lado y con mi mano donde la tengo, pero sobre tu piel...
Ya podrías estar aquí. Así alguien me tocaría porque, con este no se puede contar. Vaya soso
Mañana se lo agradecerás -le respondió de inmediato- y, si tiene que ser, también echaréis el polvo de vuestra vida- Pero, esta noche, haznos caso, es para nosotras. Barby... ¿Te parece?
Y, mi hermanastra, después de mirarme y poner gesto de no haber olvidado que había venido a mi casa, conmigo, para estar a salvo y que, por eso, me entendía y me perdonaba que no le diera caña, tras acomodarse sobre el sillón con las piernas bien abiertas, empezó a estimularse el coño.
- Pero sigo muy cabreada contigo -me dijo bromeando.
-Anda, ponte de manera que las dos te veamos bien la polla -dijo la otra.
Empujé las ruedas de mi sillón y me quedé a mitad de camino entre la mesa y mi hermanastra, me puse en diagonal, buscando la posición en la que me resultara más fácil ver a las dos mujeres a la vez, o más rápido, y me cogí la polla.
- No creas que no te entiendo -le dijo discordante-, porque tiene muy buena pinta...
Nuestra ciber amiga se recostó un poco más sobre su cama, de manera que se le empezó a ver la cara desde la punta de la nariz hasta la barbilla. Sonrió y se relamió. Se hizo el silencio durante unos segundos, andábamos entretenidos disfrutando de la escena.
Barby ya tenía el coño lo suficientemente cachondo como para estar bien abierto y lubricado, se le adivinaba el orificio vaginal. Jugueteaba con sus dedos alrededor del clítoris, colándose bajo los labios inferiores, moviéndolos con parsimonia, sin prisa. Miraba a la pantalla, me miraba la polla, a los ojos, volvía a mirar a la pantalla, sonreía...
Empecé a meneármela. La tenía cogidas con los dedos en pinza y, al deslizarlos, notaba con extrema facilidad la dureza de mi excitación. ¡Tenía la polla hecha un palo! Mi Barby hermanastra me tenía brutísimo.
Discordante también estaba tan solo a un click de la masturbación desatada. Al igual que Sandra, se estimulaba descaradamente el coño y acompañaba los movimientos de sus dedos con con risas y mordidas de labio alternas.
Si mirabas al pequeño tribal que tenía tatuado a un lado y solo un poco más arriba del monte de venus, podías verla entera. ¡Qué disparate de muchacha! No se podía estar más buena.
Barby hermanastra volvió a llamar mi atención cuando, con el rabillo del ojo, vi que se movía. Se reacomodó sobre el sillón, apoyando los talones en el filo del cojín y dejando que la gravedad la abriera las piernas, de frente a mí. Sacó también el culo hacia el filo todo lo que pudo y recostó la espalda, dejándose caer contra el respaldo. Se puso un cojín en el cuello para acomodar también la cabeza y, sin dejar de mirarme, se llevó las dos manos al coño. Con dos dedos de una se estiró la piel para abrirse los labios inferiores y, con la otra, empezó a masturbarse.
Cada una de sus pícaras e irresistibles sonrisas me fueron desinhibiendo la mano hasta que, finalmente, empecé a machacármela mientras la miraba. Me inspiraba unas ganas irrefrenables de comerle el coño.
Un gemido desde el ordenador nos hizo mirar a la pantalla. Y me sorprendí con la imagen de una mujer completa: Usuaria discordante se había vuelto a mover y se le veía la cara. Antes de tener tiempo de pararme a ver cómo era de guapa, me di cuenta de que, en nuestra pantallita, a Sandra también se le veía la cara después de haberse recolocado en el sillón. Y, entonces, tras sentir otros escalofrío de placer al ver el nivel de desinhibición y complicidad de las chicas, me entretuve en mirarle la cara.
Me quiso resultar familiar, cosa que era comprensible pero probablemente imposible. Supuse que sería fruto de la ensoñación, de la fantasía de hacer de ese “alguien” que tanto te provoca, un alguien más cercano.
El primer gemido de mi hermanastra me hizo volver la vista hacia ella. Seguía mirándome, pero ahora empezaba a verle en los ojos una lascivia aún más escandalosa y excitante. Solo que no acabar de saber si me estaba follando con la mirada o si, por el contrario, su verdadero placer residía en exhibir y gozar su nivel de desinhibición sexual.
Y ahí fue cuando me la imaginé comiéndome la polla y cuando, ya, dejé que la mano y las emociones fueran totalmente por libre y me llevaran hasta donde me tuvieran que llevar.
¡Cómo me miraba mientras se masturbaba! Gemía, se le cerraban los ojos, los volvía a abrir, dejaba la boca entreabierta o sonreía. ¡O se mordía el labio cuando le sorprendía un espasmo! Era un sinfín de gestos faciales sexuales.
- Espero que, al menos, te corras encima mía y que me pongas perdida...
¡¿Para qué quise más?!
Me vino, sentí el primer empujón y no me lo pensé dos veces. Me levanté de mi sillón y, de pie, me planté frente a mi hermanastra que, como era de imaginar, reaccionó sonriendo con la boca bien abierta. Apunté a las tetas. Si tenía que fallar, al menos apuntaba al centro y sería más fácil lefar en piel. Y el primer disparo fue tan contundente que impactó en la barbilla, salpicando lo suficiente como para que llegara a la boca, y chorreó dejando una gran gota justo en medio de las tetas y el surco que bajaba por el cuello. El segundo y el tercer disparo, fueron a las tetas directamente. El cuarto lo sostuve ya con la mano.
- Restriégamela por la cara -me pidió, refiriéndose a la mano.
Me acerqué aún más a mi hermanastra, tenía la polla a escasos centímetros de su cara, y, con la palma hacia arriba, extendí la mano acercándosela a la boca para que la lamiera. Empezó a chuparla con agitación, lamiéndome bien los dedos y colando la lengua por en medio de ellos. Y, así empezó a correrse, amorrada devorándome la lefa de la mano.
Gemía contra la palma, oprimiendo la boca y sin querer separarse. Los aullidos se ahogaban o sonaban exageradamente si coincidían cuando se tenía que separar para respirar. Un orgasmazo, os lo prometo. Se me estaba volviendo a poner dura de verla a pesar de estar en “esos minutos post corrida”.
Fue recuperando el aliento poco a poco hasta que, finalmente, separó la cara de mi mano, levantó la cabeza y me miró. Volvió a sonreír y se relamió pero, justo después, la expresividad de su sonrisa y de su mirada cambiaron por completo y, dejando atrás la lascivia, comenzaron a expresar una inmensa felicidad.
Se levantó del sillón y se pegó contra mi cuerpo. Mi polla se oprimió contra su vientre, endureciéndose de nuevo, y ella me besó casi en el hombro; Donde llegaba. Luego me invitó a que sentara en el sillón y, aunque no entendía qué pasaba, accedí. Ella se sentó encima mía, cruzada como la fuera a coger en brazos. Me apretaba la polla con el culo, de hecho se movió para recolocarse y no paró hasta que se me quedó bien encajada entre los dos cachetes. Me dio otro beso, esta vez en la mejilla, y comenzó a acariciarme el pecho con la mano mientras se recostaba sobre mi para mirar al ordenador.
¡Coño! ¡Usuaria discordante! Me había olvidado por completo de ella.
Al mirar la pantalla me la encontré en la misma postura que la última vez que la vi, pero parecía haber terminado de tocarse y estaba con el cigarrito de después. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Por qué no la había oído correrse?
- Te lo he dicho -empezó a decir Sandra-. Mi hermano es un tío super legal
Discordante empezó a mover la boca pero no la escuchábamos. Entendí por qué no había oído su orgasmo.
- ¡¡Dale voz, zopenca!!
¡Un momento! ¿Zopenca? ¿Y cuándo le has dicho que soy un tío super legal? Miré a mi hermanastra totalmente descolocado.
-Saluda a Claudia -me dijo aguantándose la risa.
La atravesé con la mirada, me la habían jugado.
Así que, ni chupito ni pollas, ¿No? -le dije dándole una suave azote en las carnes del culo que casi son muslo y cadera.
Chupito no -dijo mientras movía el culo para traer mi rabo a la conversación-, pero polla sí. Afortunadamente...
Estás tardando en contarme... -le dije mientras mi mano, por fin, le acariciaba libremente la carne del culo que, hacía un momento, se había llevado el azote.
¿Una cervecita? -me dijo, dando por sentado que mi respuesta tenía que ser un sí, y mientras se levantaba con el firme propósito de ir a la cocina-. Ahora mismo te contamos...