MI HERMANA Y YO - Parte 6

Mi hermana sigue guiando mi vida amorosa, vuelve a enviarme a las manos de Marcos con un fin determinado

MI HERMANA Y YO – Parte 6

Estuvimos así hasta las cinco de la mañana, ya había amanecido cuando nos retiramos de la habitación de Omar, dejándole nuestros celulares para que nos llamase cuando fuera su voluntad. No podía creer yo que nos hubiésemos ganado trescientos dólares, en una sola noche, además que debuté cogiéndome a mi hermana, me chupó la verga un tipo por primera vez y el último hito fue que le acabé al gordo dentro de su boca.

Fue una gran noche, la primera salida de las hermanitas, terminó siendo una caja de sorpresas.

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Después de ese fin de semana tan intenso que tuvimos, la vida continuó tal como estaba planteada. Yo terminando mi secundaria y trabajando en la librería de Marcelo. Marita, en cambio, dedicada a sus actividades de dama de compañía, tenía siempre alguien que la pretendía, en realidad muchos la miraban con ansiedad y ella, tal como lo hizo siempre, hacía una selección y decidía acostarse con quien le brindara mayores beneficios. Y cuando hablo de beneficios, no me refiero exclusivamente a la parte económica, porque a veces puede ser un beneficio tener algo con una persona que te gusta o te calienta o viene recomendado por alguna otra persona.

En una oportunidad se le presentó un muchacho que había tenido algo con una amiga de ella. En este caso el tema era el tamaño de su verga, lo que provocó en Marita  intriga y ésta no se iba a quedar con el entripado, quiso verificar cuanto de cierto había en los dichos de su amiga. Para eso, concertó una cita con este chico de nombre Pascual en nuestro departamento. Mi hermana casi se desmaya al palpar ese bulto, parecía no tener fin o más bien que tenía oculto un palo de amasar bajo el pantalón.

Cuando el chico terminó con su jornada trabajo en una imprenta cercana, se llegó a casa, Marita lo estaba esperando, relamiéndose. El chico al saber que estaba solo con mi hermana en el departamento, se descontroló un poco y se le tiró encima, Marita supo controlarlo y cuando la situación lo permitió se fue bajando con el fin de sacarle el pedazo afuera del pantalón y hacerle una mamada, como para calmarlo.

Grande fue su sorpresa cuando vio semejante verga, muy similar a la de un caballo, por su tamaño y grosor, la tenía tomada con las dos manos y se la lamía sin poder meterla dentro de la boca, porque no le daba la apertura de los labios. Comenzó a pajearlo apoyándole las tetas, aprisionándosela con las piernas, hizo y probó todas las posibilidades, besos, caricias, roces, etc  pero sin resultados positivos. No lograba llegar a la erección que necesitaba, ni tampoco podía hacerlo acabar en esas condiciones. Yo me quedé con las ganas de conocer al muchacho de la verga grande. Después de haber estado con mi hermana esa noche, Pascual se retiró y no volvió más, por más que lo invitaba mi hermana para presentármelo.

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En mi primer día de trabajo en la librería de Marcelo después de haberme mudado al departamento, le comenté a mi hombre, que a partir de ese día, podríamos ir a mi casa a mimarnos, si él lo creía oportuno o para variar simplemente.

- Ahora si quieres visitarme en mi casa, puedes ir, de paso conoces a mi hermana. Y si quieres que tengamos sexo allí, pues ni se hable, lo hacemos y listo, no es maravilloso?*

- Pollito, es una muy buena noticia la que me estás dando, podré conocer a tu hermana y tenemos otro lugar más para coger – me respondió Marcelo.

Así que cuando llegó el momento de la acción, le pregunté a Marcelo si lo hacíamos ahí o nos íbamos a mi departamento. La respuesta fue instantánea.

- Tienes dos opciones pollito, opción una nos quedamos acá. En ese caso te vas a comer la verga mía y otra más que te está esperando. Opción dos nos vamos a tu casa. Tendrás una sola verga por el culo y por la boca y la posibilidad de que me coja a tu hermana, por supuesto si ella quiere.

- Marce, prefiero opción una, de esa forma antes de llevarte a casa, le puedo preguntar a Marita que piensa de la opción dos, para no forzar nada, está bien?

- Entonces ve al cuarto, ya sabes como debes esperarnos, no olvides la crema y la bincha, ya vamos por ti putito.

La variante esta vez estuvo en que el caballero desconocido fue el primero en ponerme la verga en la boca, algo que descubrí al instante.

- mmm, esa verga no es la tuya Marce, yo la conozco, no me pueden engañar.

- Es increíble, te has convertido en un catador de vergas, acertaste, pollito.

Al momento, lo sentí a Marcelo entrando en mi orto, conocía su verga a la perfección y estaba aprendiendo a conocer la de este otro hombre, el de la pija doblada. Así seguimos, yo teniéndolo a Marcelo en mi parte de atrás y al otro mandándomela por la boca. Pero en esta ocasión la cosa fue muy rápida, porque tanto uno como el otro, me acabaron muy rápidamente y dieron por concluida la velada. Evidentemente ambos estaban cansados y yo también lo estaba, así que en media hora Marcelo me dejaba en la puerta de mi casa.

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De vuelta en casa, mi hermana me esperaba para darme la noticia, que el domingo próximo se iba a hacer un almuerzo en la casa de nuestros padres, porque cumplían un nuevo aniversario de bodas.

- No sabes lo bien que la vamos a pasar hermanito, uf, porque no harán una cena, con eso del almuerzo, el sábado tendremos que acostarnos temprano o no nos podremos levantar el domingo – a Marita no le gustaba para nada el tener que asistir a esos compromisos familiares, sobre todo cuando los invitados no eran de su gusto.

- Seguro que estará invitado el padre Marcos, no? – le pregunté a mi hermana, porque según tenía entendido, ella había tenido un conflicto con el cura.

- Obvio, bendecirá los alimentos, hablará del pecado de la carne y después tratará de rozarse con medio mundo, incluso tocarle el culo a quien tenga a su alcance.

- Si, es terrible este cura, pero tu porque tienes ese recelo en su contra?

Yo le hice esta pregunta a mi hermana, porque en cuanto la escuché hablar con sorna del cura, se me vino a la memoria la época en que yo tenía que visitarlo en la sacristía, para que curase mi tendencia o gusto por los chicos. A pesar de la confianza que tenía con Marita, no me animaba a preguntarle si ella sabía algo más del padre Marcos. Mi intención era que ella me contara que sabía del cura para poder luego contarle yo mi propia experiencia con esta persona.

Había algo flotando que me incitaba a tocar este tema, por lo que traté de ser lo más sutil posible, para poder desentrañar este malestar que ambos teníamos.

- Es que es una persona que no me cayó bien nunca. Si no fuera cura, sería un acosador, un baboso, de esos tipos que se te apoyan en los colectivos o te quieren rozar, que se hacen los boludos para tocarte de alguna forma, se me hace que es un pajero.

- Tu te confesabas con él, Marita?

- Si, cuando iba a misa, mamá me mandaba a que me confesara con él, pero le decía lo que yo quería o mejor dicho lo que él quería escuchar de mí, porque era un pesado.

- Igual que a mi, llevaba las confesiones para el lado del sexo, siempre quería meterse por esos lados, para ver que podía descubrir.

- Por eso te digo, me parece que es un pajero, porque a todas las chicas amigas mías, les pasaba lo mismo con él, te tocó?, se la tocaste?, te mostró lo que tenía?, te pidió que le mostraras lo tuyo? etc.

- Quieres que te cuente lo que me pasó con él? – le dije a mi hermana, dispuesto a seguir blanqueando mi vida ante ella.

Marita me dijo que si y le conté todo con lujo de detalles. Luego ella estuvo más segura que nunca en catalogarlo como un abusador, teniendo en cuenta que en aquella oportunidad yo estaba en la pre-adolescencia.

- A mi también me hizo ir a la sacristía, me pidió que le ampliara la confesión que le había hecho y cuando empezó a manosearme, me levanté y me fui. Por lo que me cuentas, te salvaste por un pelito. Digamos que no se animó a cogerte.

- Estuvo muy cerca de ser el primero, pero no dudo que a más de uno lo habrá agarrado ahí en la sacristía.

- Y que tal si el domingo se te tira encima de nuevo? No estaría de más pensar en eso, tal vez nos pueda ser de utilidad ahora tenerlo de nuestra parte – me tiró ese dardo para que fuera pensando algo que creo ella ya tenía en su mente, ya que el cura éste, era un hombre muy vinculado y bien visto por la autoridades de la ciudad.

- Hermanita, si estás viendo algo que yo no me doy cuenta, dímelo – supuse y estaba en lo cierto, que ella estaba viendo la posibilidad de que el cura nos vincule con gente importante que nos pueda reportar beneficios.

- El padre Marcos es el confesor principal de acá, tú sabes que todos los personajes importantes van con él y se confiesan. El sabe a través de esas confesiones todo de todo el mundo, quien se acuesta con quien, quien es cornudo, quien es un cagador, etc. y no dudo que todo eso él lo usará en su propio beneficio. Ya sabes como consigue donaciones, que le cambien el auto, que le mejoren la parroquia, viajes, entre otras cosas.

- Entonces tú piensas que acercándonos a él, si lo hacemos con inteligencia, podríamos obtener algo a nuestro favor.

- Si, lo primero que haremos es dejarlo actuar, si él comienza a ponerse baboso, le vamos a dar lo que quiere, pero tendrá que pagar un precio alto a cambio, te animas hermanito a jugar este juego?

- Desde ya, pero siempre juntos – le contesté.

- Juntos o separados, eso lo veremos, tu confía en mi.

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El domingo llegó y tal como estaba previsto el padre Marcos estaba entre los presentes disfrutando de la reunión familiar. Lo contento que se puso al vernos a nosotros dos, a mi me miró con una atención especial, supongo que habrá pensado en que conmigo tenía una asignatura pendiente y a mi hermana la miró como algo inalcanzable para él. A los dos nos saludó con mucha efusividad, acariciando nuestros rostros, espaldas, manos y todo lo que dentro de la reunión y rodeado de gente, podía tocar.

- Que alegría volver a verte Federico, no has vuelto más por la parroquia, es que te has olvidado de mi o ya no profesas esta religión? – me preguntó como para mantenerme cerca de él.

- Jamás me voy a olvidar de Usted padre, no he vuelto a su parroquia porque ahora me queda bastante lejos, asisto a otra, pero descuide que en cualquier momento voy a visitarlo – le contesté dejando la puerta abierta para un próximo encuentro con el cura.

- Me gustaría verte pronto, quisiera que me cuentes que es de tu vida, tus estudios, que planes futuros tienes, todo esto merece una charla, no crees?

- Le prometo que en la semana paso por la parroquia, pero tiene que ser luego que salga de mi trabajo.

- Sigues trabajando en esa librería?

- Si padre, hoy necesito ese trabajo más que nunca, para ayudar a mi hermana a pagar el alquiler.

La reunión transcurrió tranquilamente, hasta que llegó el momento de regresar a nuestro domicilio. Mientras volvíamos hablábamos con mi hermana de lo cauto que había estado el padre Marcos con nosotros y de la forma en que me había estado mirando durante toda la velada.

- No quitaba los ojos de ti, en todo momento te estaba mirando, yo lo veía bien y él se dio cuenta de esto, porque cruzó su vista conmigo y se que eso lo puso nervioso.

- Estás segura de lo que me estás diciendo Marita?

- Como no estarlo, te digo que lo estuve viendo, no me lo contaron, ese tipo hoy sueña con vos.

- No estarás exagerando Marita?

Por supuesto que mi hermana negó que haya estado exagerando, aparte de eso me dijo que no debía dejar pasar mucho tiempo, que en un par de días lo llamara por teléfono y le avisara que tenía intenciones de visitarlo, para que me dijese cual era el día oportuno.

- Pero que alegría que te hayas acordado de mi Federico, esta semana estoy dictando unos cursos, pero sabes que, mañana pondré alguna excusa y te dedico el tiempo a ti exclusivamente. Te espero a la salida de tu trabajo.

- Bien padre, hasta mañana – fue mi respuesta, era evidente que el cura estaba ansioso por verme.

Marita estaba a mi lado cuando hice la llamada telefónica, descontaba que el tipo se haría de tiempo para atenderme, después de haber lo ocurrido durante la comida del domingo.

- Ese tipo esta muy caliente contigo, va a intentar cogerte de cualquier forma – me dijo Marita – tu déjalo hacer, después de todo una mancha más al tigre, jajaja, no le va a hacer nada.

- Tu te ríes porque es mi culo, no el tuyo – le contesté.

- Pero si a ti te gusta hermanito – me lo dijo en un tono serio – o me vas a decir que no te gusta que te la pongan?

- Si que me gusta, tú lo sabes, pero no puedes desconocer como somos los maricones, nos gusta histeriquear un poco.

- Bueno entonces vas y te dejas coger y punto. Pero tienes que hacer que le cueste, no se la hagas fácil, dile que no, que no lo has hecho nunca, que esto y que el otro y finalmente te dejas, pero hazlo sentir como que te está forzando a hacer algo que no tienes decidido hacer por el momento. Una vez que el tipo se haya sacado las ganas, te le largas a llorar y haces bastante teatro, como para que se sienta con culpa por lo que te ha hecho, me entiendes?

- O sea que no se la chupo, ni nada, solo me dejo coger y hago lo que me dijiste y punto. Ni tampoco lo beso, me refiero a beso de lengua, ni le digo que me gusta, ni nada de eso.

- Fede, entiende bien esto. No tiene que saber lo marica que eres, que se piense que es el primero en hacerte la cola, de acuerdo? Y además que se quede con culpa por haberte cogido.

Mi hermana era evidente que tenía un plan al enviarme a esa entrevista con el padre Marcos, si bien a mi no me había dicho que perseguía con toda esta acción que me enviaba a hacer, yo vislumbraba que se trataba de sacarle algún provecho en nuestro beneficio.

Esa noche me la pasé repasando lo que me había dicho mi hermana, lo más importante era que el cura no debía darse cuenta de la experiencia que tenía yo en relaciones homosexuales. Todo esto me daba un poco de miedo, ya que yo siempre fui una persona muy de expresar mis sentimientos sin culpa, de demostrar lo que me gusta, lo que me hace feliz.

Al otro día, terminaba mi rutina laboral en la librería, como de costumbre Marcelo daba por descontado que nos mimaríamos un poco y luego me llevaría a casa. Se quedó medio duro cuando le dije que no iba a ser así.

- En serio no te vas a quedar conmigo hoy, mi pollito? Cual es la causa, se puede saber? – me dijo con un tono entre triste y preocupado, ya que era la primera vez que me retiraba, sin nuestra consabida sesión de amor.

- Es que hoy tengo que atender un asunto muy importante de mi hermana, Marce – en parte era una mentira piadosa – pero tu sabes cuanto te amo, verdad?

- Entonces antes de irte, me darás un beso, aunque más no sea? – Marcelo abrió sus brazos para recibir mi cuerpo y estrecharlo contra el suyo y me dio un beso de lengua tan profundo, como cálido, por un momento dudé en retirarme así, sin más y tuve deseos de tener algo con él antes de irme.

Marita me había recomendado, que al terminar el día, no hiciera nada con Marcelo, ya que una relación sexual con él, me haría llegar a la parroquia con el culo totalmente dilatado y entonces no sería creíble mi actuación ante el padre Marcos.

De todos modos, era tal la atracción que sentía por ese hombre, que le propuse hacer algo rapidito, siempre y cuando después él pudiera llevarme hasta mi destino.

- Marce, tu sabes que te quiero – le dije separándome un poco de sus brazos, bajando mis manos para acariciar su bulto, que se notaba había crecido y endurecido, merced al beso que nos estábamos dando – No quieres que te haga una mamada antes de irme, muero por chupártela, si? Y después me llevas en tu auto?

- Si, vamos putito, mmm vamos, chúpala y después te llevo – Marcelo se desabrochó el pantalón, se lo bajó y se apoyó en la pared. Yo me arrodillé, tomé su verga y después de besarla y lamerla, me la metí en la boca, mientras le acariciaba los huevos.

- mmm glup glup, que rica tu pija Marce, glup glup – y se la chupé hasta que me hizo atragantar con una catarata de leche tibia, que no dudé en tragar hasta la última gota – que rica tu leche, mi amor, que feliz que me haces.

- Eres muy puto pollito, me gustas mucho y tienes mucho por dar y recibir.

Dicho esto, le limpié la verga, se la guardé, lo ayudé a levantar su pantalón y me llevó en su auto hasta una cuadra antes de parroquia. No quise que supiera que iba a visitar al padre Marcos, porque ya mi hermana me había dicho que Marcelo no debería enterarse de estos movimientos que estábamos por dar, porque siendo un hombre grande y además teniendo el sentimiento que tenía por mi, era posible que sospechase algo, por lo extraño de la hora en que iba a visitar al cura, además que el susodicho tenía ya una larga fama en cuanto a cuestiones sexuales con sus feligreses.

Me despedí de Marcelo, caminé hasta la parroquia, que estaba a la vuelta de la cuadra, en su parte posterior, estaba la entrada de la sacristía, golpeé la puerta y en forma inmediata el padre Marcos me abrió para hacerme pasar. Parecía que estaba parado detrás de la puerta esperándome, se lo hice saber.

- Buenas noches, padre, me asustó, no me dio tiempo ni a arreglarme el cabello que abrió la puerta enseguidita – le dije cuando lo vi.

- Buenas noches Fede, pasa te estaba esperando – como no podía ser de otra forma, me dio un beso en la mejilla, que yo considero algo más que un simple beso. Porque depositó sus labios abiertos y húmedos, con mucho deseo y apretándome fuerte el brazo, para atraerme hacia su cuerpo.

Por supuesto que con el otro brazo acarició mi espalda y me impulsaba hacia adentro, adonde tendríamos nuestra charla.

- Pasa, pasa por acá – me dijo y seguía con su mano en mi espalda, casi a la altura de la cintura – siéntate acá a mi lado, hoy vamos a hablar de ti, quiero saber como transcurre tu vida, que haces y esta charla que tendremos la tendrás que tomar no como una confesión, pero más o menos.

- Si padre, vine hasta acá para hablar de lo que Usted desee – le contesté haciéndome el tímido, por una parte y el mimoso, por la otra.

- Dame tu mano – me dijo – mientras tu hablas, yo sabré si me dices la verdad, por las variaciones de tu pulso – se cruzó de piernas y llevó mi mano dentro de las suyas, que apoyaba sobre su rodilla.

- De que quiere hablar padre?

- Quiero que me cuentes todo sobre tu vida actual, que haces viviendo solo con tu hermana, tus relaciones con otros chicos o chicas, tu trabajo, los estudios, todo – me dijo.

Comencé contándole como era mi vida en compañía de mi hermana, le dije que era algo más liberal que cuando vivía con mis padres, le conté de mi progreso en los estudios y de mi trabajo en la librería, sin extenderme desde ya en mi relación con Marcelo. Le conté que no tenía novia y que con los chicos tenía una relación normal, tenía algunos amigos, pero en realidad más que amigos eran compañeros de estudios.

El cura quiso saber y daba vueltas sobre el tema, acerca de si había tenido relaciones sexuales y con quien, a lo que yo le respondí que no, que eso todavía no se había dado, aunque lo había pensado.

- Y que es lo que has pensado al respecto – me preguntó, ya poniéndose inquieto, ansioso.

- Nada en particular, no me imagino, pienso, pero no me doy cuenta lo que estoy queriendo que pase con mi vida – por supuesto que le mentía, trataba de inducirlo a que sea él el que conduzca la relación.

- Pero piensas en relacionarte con hombres? Piensas en algún muchacho, algún compañero o alguna persona mayor? O acaso piensas en una chica? No puedo entender lo que piensas y eso quiero saberlo.

Ya el cura estaba como loco, había descruzado sus piernas y por lo que vi de reojo, el bulto le empezaba a crecer. Y como!!!

Entonces siguió con su charla acerca del sexo y a tironearme para que cada vez estuviera más junto a él. Me hizo sentir la dureza de su bulto, siempre disimuladamente, al moverse o al pararse, rozándome y mirándome buscando descubrir alguna reacción que lo pudiese orientar en su accionar.

Como yo no le daba ninguna señal, ni a favor ni en contra, me propuso que lo acompañara hasta el cuarto donde reposaba, para enseñarme unas fotos que tenía que se había sacado con unos chicos que podrían ser amigos míos.

Me tomó de la mano y me pidió que lo siguiera, sin soltar mi mano, en lo estrecho del pasillo, me hizo adelantar a él y cuando lo estaba haciendo me arrimó descaradamente su bulto contra mi muslo, lo que me hizo calentar bastante y por poco no lanzo un gemido de placer. Me hice el desorientado como que no me daba cuenta lo que era eso, me empujó suavemente hasta su cuarto, tocando o más que nada rozando mi cola, me dijo que entrara y me sentara sobre la cama que él venía enseguida.

Le hice caso y en un minuto regresó, se sentó sobre la cama y me dijo:

- Fede, me resulta necesario para continuar esta conversación, revisar tu cuerpo, te acuerdas que una vez siendo tu algo más chico lo hice?, bueno pues quiero hacerlo de nuevo.

- Pero porque me quiere revisar padre? Yo solo vine a charlar con Usted, ahora soy grande, no creo que sea buena idea que me revise. Además me da mucha vergüenza, prefiero no hacerlo.

- Mira Fede, si te da vergüenza podemos apagar la luz, yo solo necesito tocar tu cuerpito para quedarme tranquilo, para saber que estás bien, que te mantienes como un hombrecito.

- Pero me da mucha vergüenza padre, no se, con la luz apagada como va a hacer para revisarme si no va a ver nada.

- Ya te dije, solo quiero tocar tu cuerpito y no llevará mucho tiempo.

Mientras hablábamos, yo me mantenía con la cabeza baja, mirando hacia abajo, podía ver con claridad los movimientos bajo la sotana del cura, estaba excitadísimo y tironeaba de mis manos que tenía tomadas para que me acercara a él. El colmo fue cuando noté que bajo la sotana no tenía ropa alguna, en un movimiento que hizo con sus piernas, tenía un botón desprendido, que dejaba ver su desnudez. Entendí entonces, que en ese minuto que me dejó esperándolo, solo se retiró para quitarse la ropa bajo la sotana.

También para mi era un esfuerzo supremo, mantenerme frío ante la posibilidad de tener sexo en forma inminente, mi pequeño pito delataba que estaba caliente, era un botoncito que el cura descubrió, lo que le permitió envalentonarse y tomar las riendas del asunto.

- Ah, pero que pillín que eres Fede, mira como se te ha puesto tu pitito con esta conversación que estamos teniendo, no me digas que esto te calienta?

- No padre, no se que me pasa, es más fuerte que yo, le pido que me disculpe.

- Bueno basta, espera que apago la luz y me haces caso de una vez, que soy un hombre grande, para andar en estos juegos contigo.

El padre Marcos tomó coraje, estiró fuerte de una de mis manos y me acostó sobre la cama, me hizo dar vuelta y me dijo que me bajara el pantalón mientras él apagaba la luz. Yo me lo desprendí, solamente y me quedé esperando hasta que el cura volvió, ya con la habitación en penumbras, la luz que llegaba en forma tenue y difusa, era la del pasillo o sea que había llegado el momento de la verdad.

El cura se arrodilló en el piso para palpar mi cuerpo, me bajó pantalones y calzoncillos, todo al mismo tiempo, me los quitó colocándolos sobre una silla cercana y separó mis piernas pasando su dedo seco sobre mi raya. El dedo que utilizaba era el del corazón, que lo sentí muy caliente en primera instancia y luego frío, porque lo había untado con una crema lubricante.

Comenzó a pujar y yo a hacer teatro como que el dolor era muy grande, cuando en realidad solo me hacia cosquillas, pero aprovechando la oscuridad le cerré mi culito para que le resultase trabajoso la penetración con ese dedo.

- Ay Fede, que trabajo que me estás dando – me decía mientras se acomodaba en la cama, entre mis piernas, tratando de penetrarme con el dedo.

- Es que me duele mucho lo que me está haciendo padre – le decía cuando apenas había conseguido meterme una falange de su dedo y bombeaba para seguir penetrando más en mi colita.

- Es necesario que hagamos esto, tu aguanta un poco – me dijo mientras sentía como temblaba por detrás de mí, de lo excitado que estaba.

Pero el cura no se aguantaba más, entonces con su mano izquierda apoyada en mi cara, taponó mi boca para que no pudiera emitir sonido alguno, lo que me hizo calentar bastante, porque me sentía sometido, a punto de ser violado.

Con la mano derecha, se tomó su verga, apuntó a mi culito, para penetrarme ya a cara descubierta, como diciendo: nene, te voy a coger si o si, así que mejor no protestes, las cartas están echadas.

- Ay padre – conseguí zafar un poco mi boca – que me está haciendo? Mmm.

- Calla muchacho, quédate quieto y no me des problemas, anda relájate que esto es lo que quieres que te haga, mmm y desde hace mucho te lo tendría que estar haciendo, mmm, vamos, que de esto no se tiene que enterar nadie, será nuestro secreto.

- Ay ahhhh mmm ayyyy, no padre, que me duele, que me hace, mmmm ayyy.

- Ya está, ya entró, quédate quieto y calla.

- mmm me duele, por favor sáquemela, que me está haciendo.

- Te estoy haciendo algo que hace mucho te tendría que haber echo, calla ya, mmm.

Y poco a poco me la fue metiendo y yo seguí quejándome como la primera vez que lo hice con Marcelo, aunque creo que el cura por algún movimiento mío se había dado cuenta que me gustaba, porque el pujaba con su verga y yo le retrucaba con mi cola hacia él, algo así como un acto reflejo.

La verdad, que me gustó mucho lo que me hizo, me quedé con muchas ganas de algunos besitos y ni que hablar, los deseos que tenía de mamársela. Esas, fueron las partes feas de esa noche, que fue mi primera vez con el padre Marcos.

Lo cierto es que cuando el padre notó que yo estaba totalmente entregado,  se relajó y se dedicó a cogerme más libremente y hasta podría decir con algo de pasión, porque lo que le sobraba era calentura. Los embates que recibía de su parte fueron de menor a mayor, hasta que estuvo cerca del orgasmo, cosa que advertí porque intensificó al máximo los pijazos, a la vez que cambió la posición que tenía en la cama, de estar apoyado en sus brazos con el torso separado de mi cuerpo, para abrazarse a mi y besarme desde atrás el cuello, mordiendo los lóbulos de las orejas y echándome el aliento caliente sobre mi espalda.

La mano que tapaba mi cara tratando de ahogar mis gritos, se transformó en una mano que acariciaba mi rostro, con suavidad y dulzura. Pasé de sentirme cogido por la fuerza, a tener la sensación de que me estaban haciendo el amor. Me relajé yo también, el cura me dejó la verga adentro, no la sacó ni bien terminó. Continuó con sus caricias y besos, dándome a entender que había sentimiento en lo que había hecho.

Finalmente llegó el momento de separarnos, ya que su verga había decrecido en tamaño y se había salido de mi colita. Se levantó y me pidió que lo esperase, que iba al baño a buscar una toalla para higienizarme.

- Espera un momento Fede, no te muevas, ya vuelvo y charlamos.

- Si padre – le respondí haciendo un puchero como me había pedido Marita y preparándome para largarme a llorar cuando el cura volviese.

Cuando regresó, le hice sentir mi respiración entre cortada y simulé como que estaba muy apenado por lo sucedido. Se quedó medio desconcertado, ya que pensaba que habíamos pasado ambos un buen momento, lo que en realidad fue, pero yo tenía que seguir con el plan de mi hermana.

- Estás bien Fede – me preguntó al sentir como respiraba.

- Estoy muy triste padre, que me hizo, me puede explicar, como hago para volver a casa después de esto que me pasó – y me largué a llorar y juro que el cura se pegó el susto de su vida, porque debe haber pensado quien sabe que consecuencia le podría traer lo que había hecho conmigo.

- Pero Fede, como es que te pones así? Yo noté que la estuviste pasando bien conmigo, me pareció que me correspondiste en lo que hice – mientras me decía esto, me pasaba una toalla por la cola, secando la leche que chorreaba por mis piernas hasta la cama.

- No, yo nunca estuve bien, que le digo ahora a mi hermana? – le dije llorando y no sabía que decirme, ni como consolarme.

- A tu hermana no tienes que decirle nada, esta es tu intimidad, es algo que no debes compartir con nadie, esto es entre tú y yo. Verás que pronto me dirás que te ha gustado lo que hicimos. Porque tu también participaste, no fui yo solo, los dos hicimos lo que hicimos, bueno, tu me entiendes, verdad Fede? – el cura estaba cada vez más embrollado.

- Yo no hice nada padre, fue Usted el que me tapó la boca y me hizo eso.

- Fede, yo sentí como te movías, estoy seguro que has disfrutado la relación, lo percibí, no me puedes decir lo contrario, sería una mentira. Te atreves a decirme que no te gustó lo que te hice?

Y ahí me callé la boca, porque me pareció suficiente y no quise seguir más con este teatro que estaba haciendo, así que enmudecido como estaba, me fui acomodando la ropa y el cura me acompañó hasta la puerta y me llevó en la camioneta de la parroquia hasta mi casa, por supuesto que me fue hablando, me decía que tenía que volver para seguir tratando este tema a solas con él, me hizo jurarle que de esto no se enteraría nadie y con esta promesa mía, se tranquilizó un poco y me dejó entrar a mi casa.

Marcela   ( marce459@live.com.ar )