MI HERMANA Y YO - Parte 15

Cintia inicia con el consentimiento de su hombre, una relación con Lucia, que era prostituía por su hermano. Las chicas conocen a mi hermana y todas juntas nos vamos para la casa de Juan

MI HERMANA Y YO - Parte 15

A don Blas, le había comentado alguna persona allegada a él, de un cierto joven que tenía una hermana, a la que prostituía y que la misma era una chica bellísima, de similares características físicas y sociales que su chiquilla.

Esto le interesó y se propuso conocer a esta pareja de hermanos.

Y lo hizo y cuando esto ocurrió, le propuso al joven realizar una cita para que su chica y la hermana de éste se conocieran y de haber onda, quería que iniciara a Cintia en los placeres lésbicos.

  • Eso le costará . . . – comenzó a decir el hermano de Lucia, cuando fue interrumpido por don Blas.

  • El dinero es lo de menos, lo que me importa es el resultado que pueda arrojar esta reunión – le dijo don Blas.

  • Entonces los espero por casa – dijo el muchacho – esta es mi dirección y este mi teléfono.

Se arregló la cita y previo a ella, don Blas le hizo unas recomendaciones a su chica.

  • Hoy vamos a ir a visitar a un joven que prostituye a su hermana. De ella me han hablado muy bien y del muchacho todo lo contrario. Quiero que te juntes a ella y me des tu parecer, por supuesto que eres libre de hacer con ella lo que tu cuerpo y tu mente te pidan, yo estaré observando.

  • Si Blas, yo tengo que . . . – dijo Cintia.

  • Tu tienes que acercarte, todo lo que te sea posible, es otra prueba que tienes que dar – le dijo – no tengo mucho que explicarte, eres una chica inteligente.

En el momento del encuentro, luego de las presentaciones, don Blas y las dos chicas, pasaron a un ambiente en donde estuvieron a solas. Este sería seguramente el cuarto de Lucia, olía a humedad, a mal o poco ventilado, a perfume ordinario, no daba gusto permanecer en ese lugar a no ser por la presencia de Lucia.

Don Blas tomó asiento en un sillón hamaca que había en el pequeño cuarto y Cintia se sentó en la cama, al lado de Lucia, quien estaba a medio vestir, ya que no sabía porque su hermano no le daba explicaciones nunca, a quien debía atender, si al hombre o a la mujer o tal vez a los dos juntos.

Esta chica tenía un parecido notable con Cintia, ambas tenían la misma estatura, idéntica forma de ser, de hablar, similares medidas corporales, de piernas, caderas, cintura y busto. Las dos eran de nariz pequeña, cara redondita, con labios carnosos, cabello y peinados similares. Las diferencias estaban en la vida que llevaba una y otra.

A Cintia se le dio por pensar, que de no ser por la tutela que tenía de don Blas, tal vez ella podría estar ahora en el lugar de Lucia. Esa sola comparación la conmovió bastante, tanto que se animó a acercarse más a Lucia, para hablarle en vos baja, tomarle la mano y comenzar una relación que duraría años.

En minutos nomás, don Blas vio como su chica se enredaba con Lucia en su presencia. Lucia le pidió a Cintia que se dejara llevar por ella, que le daría placer, ya que estaba acostumbrada a eso y eso hizo. Para Cintia, ésta fue otra prueba que sorteó con éxito, siempre había pensado en como sería hacer el amor con otra chica y nunca había tenido la oportunidad. Pero ahora la tenía frente a ella y no pensaba desaprovecharla.

Todo empezó como un juego, Lucia la hizo sentar a Cintia bien derecha en el borde de la cama, tomó un cepillo para peinar su cabellera, pasando sus manos por la cara y cuello, acomodando el pelo y deslizando las uñas por el cuero cabelludo. De tanto en tanto se acercaba y apoyando sus dulces y húmedos labios sobre las orejas de Cintia, le hablaba en voz muy baja, haciéndole sentir el calor de su aliento, logrando estremecerla y erizar su piel.

Lucia se había ubicado a espaldas de Cintia arrodillada sobre su cama, desde atrás ella la envolvía con sus brazos y la apretaba contra si, apoyándole las tetas en su cuerpo, para que sintiera lo erecto que tenía los pezones.

Cintia no pudo reprimir un pequeño gemido, que era la señal que necesitaba Lucia para lanzarse más sobre la chica que estaba dándole su espalda, ahora la besaba en su cuello siempre desde atrás, abrazándola con ternura y llevando sus manos a palpar las tetas redondas con pezones turgentes. Con sus manos amasaba ambos pezones a la vez, con movimientos circulares, con sus labios y lengua, lamía desde atrás el cuello, estirándose para besar los cachetes y dando un movimiento hacia delante, pasó la lengua por los labios de Cintia, que ofreció la suya para entremezclarse y fundirse en un chupón ardiente.

Lucia se paró frente a Cintia y la hizo incorporar sobre el piso, la tomó con una mano de la cintura y apoyando la otra en la nuca, insistió con otro beso que hizo temblar de calentura a su amiga, máxime cuando con una de sus piernas, más precisamente con el muslo, forzó hasta abrir las piernas de Lucia, para frotar una cachucha que a esas horas despedía flujo a mares, teniendo el clítoris endurecido, hinchado y sumamente sensible.

Cuando pudieron separarse la arrastró hasta la cama, que estaba al lado de ellas y la acostó y mientras la acomodaba la desvestía, sin pérdida de tiempo, sin importar la presencia de don Blas que estaba a tres metros de ellas observando atentamente la escena, acariciando su bulto que no crecía ni siquiera bajo esas circunstancias que le tocaba en suerte visualizar.

A partir de ese momento, se produjo un abrazo profundo entre las dos chicas, que estaban de momento arriba y de momento abajo, cambiando de lugar en la cama, quitándose la ropa la una a la otra, hasta quedar ambas totalmente desnudas para dar rienda suelta a sus lenguas y labios que chupaban y sorbían los jugos la una de la otra.

Lucia estaba maravillada por la chupada que estaba recibiendo de parte de Cintia, no podía creer que fuera su primera vez, porque movía la lengua y los labios y aplicaba mordisquitos en los lugares justos, en los momentos oportunos. Así alcanzaron a tener un primer orgasmo cruzado, simultáneo, que adornaron con fuertes gemidos y jadeos ambas.

Cuando se despegaron, Cintia se dio la vuelta para alcanzar las tetas de Lucia, que parecían hechas con la ayuda de un bisturí, sin embargo eran naturales, bellísimas, coronadas por un par de pezones deliciosos que llamaban a ser chupados.

Más atrás don Blas, miraba con regocijo como su chica tenía su primera relación lésbica con una hermosa muchacha que parecía estar pidiendo a gritos una vida mejor.


Poco tiempo después cuando Cintia llegó a su mayoría de edad, don Blas le entregó como regalo las llaves de un departamento ubicada en una zona exclusiva, amoblado y equipado con todos los elementos de confort que pudiese llegar a necesitar, con servicio doméstico incluido, cochera y contaba además con todos los medios de transporte a la mano, nada más se le podía pedir.

Cintia se enamoró de la belleza de Lucia y la siguió visitando y en cada encuentro que ellas tenían, no paraban de besarse y chuparse de cuerpo entero, haciéndola enloquecer, gemir y jadear a más no poder, la una a la otra. La comunicación y el entendimiento fue total, Cintia cada vez que se retiraba, le prometía volver a verla a ella, pero le pedía que ese nuevo encuentro fuera en el departamento en donde vivía. Ese fue el comienzo de la amistad que las unió hasta que las conocí en la fiesta de Juan.

Tanto Cintia como Lucia, se desesperaban por verse y el único que podía destrabar esta situación era don Blas. A él recurrió Cintia, requiriendo su ayuda.

  • Tienes que ayudarme Blas querido, no se como hacer para acercarme a ella, siempre está el vividor de su hermano y eso me da miedo. Además no permite que ella me visite y cada vez que la ha sorprendido visitándome, le ha dado soberanas palizas – le confesó una noche a su hombre.

  • Yo te voy a ayudar, siento que estás enamorada de esa criatura, voy a sacarla del dominio de su hermano, si eso es lo que quieres.

Cintia sintió miedo de perder a su hombre por una parte, pero por la otra, regocijo por la sola posibilidad de tener una vida con su amada Lucia.

  • Yo soy tu perrita y quiero seguir siéndolo mientras viva, si esto me aleja de ti, no quiero hablar más del tema.

  • Todo lo contrario, esto te une más a mi – la calmó el hombre y la conversación acabó.

Para don Blas la felicidad pasaba por tener a Cintia lo mejor que pudiera ser, por eso se le ocurrió darle una sorpresa. La llamó para que fuera hasta su mansión para cenar junto a él y repasar el estado de las cosas.

  • Quiero saber como están tus estudios, si tienes algo que decirme – le preguntó a su chica don Blas.

Cintia le contó todo cuanto quiso saber a su hombre y luego le pidió que la visitara más seguido, que deseaba ser mimada por él, que los besos que él le prodigaba ninguno de los amantes que conoció pudieron superar.

Esta parte de la vida de Cintia a don Blas le producía mucho morbo, saber que tenía una chica y que ésta se acostaba libremente con otros hombres y mujeres, para él era muy bueno. Sobre todo porque su chica jamás le mentía, se podía comprobar esto con las filmaciones que obtenía y de éstas podía concluir que nadie la hacía acabar como lo lograba él.

  • Con quien has estado cogiendo últimamente, ya no me hablas más de eso – le preguntó a boca de jarro don Blas a Cintia.

  • En la última semana no he estado con nadie, el fin de semana pasado estuve con Lucia en el departamento de su hermano, cada vez me cobra más caro estar un poco con ella, se abusa porque sabe que me gusta mucho su hermana.

  • Y con tipos no has estado cogiendo? – le volvió a preguntar su hombre.

  • Ya sabes que si no te cuento es que no tengo a nadie, el último fue ese chico que conocí en la discoteca, pero de ese ya te conté, verdad?

Y don Blas sabía que su chica no le mentía, por eso le daría la alegría de su vida, en forma de sorpresa.

  • Bueno, ya sabes que entre nosotros no hay ocultamientos, tengo confianza ciega en ti, nunca me defraudes. Ahora quiero que te vayas a tu casa y que pases una linda noche.

Así la despidió don Blas a Cintia, que en minutos estuvo en su departamento y pudo constatar allí, que clase de hombre era el suyo.

En el departamento la estaba esperando Lucia, que se había separado de su hermano gracias a las artes de don Blas y que contaba con el consentimiento de su madre para que viviese con Cintia.

Don Blas había arreglado todo, al hermano le había dado una buena cantidad de billetes para que se mantuviera alejado de su Lucia, advirtiéndole que le convenía cumplir su parte, porque recibiría la paliza de su vida.

  • No creo que los médicos puedan curarte ante de que transcurran dos o tres años – le dijo don Blas, con tono calmo, sereno y bajo – porque no te dejarán un solo hueso de tu cuerpo sin quebrar. No voy a permitir que nadie te mate, porque lo que quiero es que sufras y mucho, me entiendes?

El hermano de Lucia palideció totalmente y quedó mudo, le temblaba la mano que atesoraba los billetes que don Blas le había dado. Por último le dijo:

  • Ahora márchate, no quiero volver a verte en mi vida – y el hermano de Lucia desapareció de los lugares que solía frecuentar.

Con la madre de Lucia, don Blas no tuvo que esforzarse demasiado, solo decirle que él la cuidaría, para que la mujer que siempre estuvo ausente en la crianza de su hija, diera el si.

Cuando Cintia llegó al departamento luego que el chofer de don Blas la llevara hasta allí, le tembló la mano al colocar la llave en la puerta, porque sentía ruidos en el interior de su propiedad. Sin embargo se atrevió y abrió la puerta llamando desde ahí a su empleada. Como ésta no le respondió, supuso que estaría distraída con la televisión, así que dio un par de pasos más y se adentró hasta la sala.

No fue más que abrir esa puerta para descubrir que sentada en el sillón principal del living la estaba esperando Lucia. Ese fue su mayor regalo y desde ese día que andan juntas por la vida.

Esa primera noche no durmieron, ni siquiera hicieron el amor, solo hablaron toda la noche, sin parar, Lucia le decía que don Blas había arreglado todo con su hermano y previamente con ella y cuando ella le dio el si, él se ocupó de hacer las tratativas con el hermano.

Cintia lo llamó a don Blas llorando para agradecerle todo lo bueno que él era para con ella y no se cansó de repetirle que la vida de ella le entregaba para que él dispusiese a su antojo.


Lucia un día le comentó a Cintia que en ocasiones había ganado buen dinero prostituyéndose con gente importante y que ahora que no tendría que preocuparse por la opresión de su hermano, estaban dadas las condiciones para contactar a ese tipo de gente para obtener buenos dividendos.

  • No se hacer otra cosa – le había dicho a Cintia – pero si tu quieres lo podemos hacer juntas, no sabes lo que están dispuesto a pagar hombres solos o parejas, por dos chicas monas como nosotras. Además tu hombre permite que te acuestes con otras personas, no tienes problemas.

  • Yo no puedo acompañarte en eso, me debo a Blas, él es todo para mi, no creo que consienta lo que tu me propones – le contestó Cintia – ni siquiera me animo a consultarlo. En cambio si tú quieres le puedo decir que te ayude a conseguir gente para que puedas mantenerte, si quieres seguir en eso.

  • Insisto, no me siento capacitada para otra cosa, ya sabes, si quieres . . .

Y le dejó la idea dando vueltas. La cabeza de Cintia tenía un pensamiento fijo dándole vuelta, le tenía que decir a Blas lo hablado con su amiga?

Finalmente se animó a decírselo, ya que entre ellos no se ocultaba nada, ni siquiera las conversaciones que mantenía con su amiga y amante.

  • No sabes que me propuso Lucia, Blas, debo decírtelo porque en eso habíamos quedado, ni secretos, ni nada oculto entre nosotros.

  • Dime princesa, no me imagino de que se trata – le contestó Blas.

  • Como ella está sin trabajo, me propuso buscar gente importante y cobrarles por sexo. También hablamos que si no la acompaño, ella lo tendría que hacer sola, ya que no tiene como mantenerse y no quiere ser un estorbo para ti.

  • Interesante, así que te invitó a ser puta. Y tu que le contestaste?

  • Que no puedo hacer nada sin antes consultarte a ti. Que me debo a ti.

  • O sea que no te molestó su propuesta, es más, si yo no existiera en tu vida, seguramente lo harías, verdad?

  • No se, no te lo podría decir, bueno, tal vez si, creo que lo haría, es la verdad, no te puedo mentir Blas – le respondió Cintia un poco avergonzada, pero con la tranquilidad de estar diciendo la verdad.

  • Bien, tienes mi consentimiento si deseas prostituirte junto a tu amiga, pero con ciertas condiciones para ambas, que les daré yo, estás de acuerdo? – le dijo don Blas.

  • Si Blas, lo que digas – Cintia pensó que el hombre se iba a enojar y en cambio la autorizaba a prostituirse y bueno, tendría que seguir más tiempo a su lado para entenderlo cabalmente.

Las instrucciones que le dio, eran precisas y concretas, en primero lugar lo harían en el departamento en donde vivían, en segundo lugar debían asegurarse de contactarse con gente pudiente, más que eso, de buen poder económico y que gozaran de influencias políticas o gubernamentales. En tercer lugar, él debía estar enterado de día y hora de los eventos, para poder garantizarle la debida protección. Por supuesto que Cintia asintió todos los puntos y cuando se encontró con su amiga y la puso al tanto de su conversación con Blas, Lucia quería festejar su ocurrencia.

  • Que bueno que es tener un hombre atrás tuyo, que te cuide como Blas lo hace contigo – le dijo.

  • Me siento muy segura con él, por eso no tengo secretos, le cuento todo lo que pasa por mi vida y el siempre me ayuda, me guía, me dice lo que tengo que hacer. Además ahora no solo cuidará de mí, sino que también te cuidará a ti.

  • Eso es bárbaro, pero permíteme una pregunta, si te encamas con un tipo, con un cualquiera que conoces en la calle o no importa donde, también le cuentas? – le preguntó Lucia.

  • Desde ya, le cuento todo, él sabe con quien me acuesto y con quien no.

  • El sabe todo lo nuestro?

  • Lo sabe desde el día que cogimos delante de él, cuando vivías con tu hermano, te aseguro que te quiere y te aprecia o no estarías a mi lado.

Lo que ignoraba Cintia es que todo lo que pasaba en ese departamento, estaba debidamente filmado y que todas las grabaciones, eran revisadas por personal de seguridad de extrema confianza de don Blas, a cargo del manejo de las cuestiones íntimas.

Fue por medio de don Blas que las chicas llegaron a la casa de Juan, al que querían conocer, para más tarde o más temprano llevar a la cama, ya que éste era el motivo por el que asisten al evento en donde nos conocimos.


Todo vuelve a la normalidad para mí cuando termina la fiesta en la casa de Juan el español. Vuelvo a mi trabajo en la librería de Marcelo, junto a éste y a Rodrigo, vuelvo a mi querido departamento en compañía de mi querida hermana Marita, a mis encamadas con mi novio y ahora también invitando cada tanto a Rodrigo a que se nos uniera. Tengo algunos llamados de Miguel queriendo volver a visitarme, en realidad más que extrañarme a mi, lo que pretende es encamarse con mi hermana, pero yo ahora tengo otras cuestiones en mente.

Incluso el padre Marcos me ha estado llamando por teléfono, parece que se junta todo y eso que solo estuve ausente dos días.

También entre los asuntos pendientes que tengo, está Marcelo que quiere venir a cenar una noche a mi casa, para conocer a Marita, otro más de los que quieren cogerse a mi hermanita. Y tendré que ponerme las pilas y organizar los turnos, porque además de Miguel, está Marcelo y quizás también quiera participar Rodrigo, no se.

Esta semana transcurre rápido, entre lunes y martes, aprovecho las horas que estoy en casa junto a Marita para contarle todo lo vivido en la fiesta de Juan. Ella se pone como loca, por lo que se perdió y me hace jurar y perjurar que en la próxima la llevo conmigo, para eso le digo, nada mejor que conozcas a Marcelo y ahí pienso, que mato dos pájaros de un tiro.

Por otra parte se muestra interesada en conocer a las chicas, me refiero a Cintia y a Lucia, para lo cual las invito a cenar el fin de semana en nuestra casa.

Las chicas vinieron ni bien las invité y para mi alegría, se entendieron desde el primer momento, fue solo cuestión de verse, para darse cuenta que todas estaban hechas de la misma madera. La cena fue muy agradable e informal, comimos riquísimo, bebimos un rico vino que trajo Cintia y que en realidad enviaba don Blas y luego de esto decidimos irnos a bailar las tres chicas y yo.

Pero me pusieron una condición o se irían ellas solas sin mi y era que yo sería una más de ellas, para lo cual mi hermana dijo que en minutos y con la colaboración de todas, me tendrían lista.

Me vestí con la ropa que mi hermanita me tenía reservada en mi armario, me maquilló Lucia y en esta ocasión no utilice pelucas, salí con mi cabello natural, que ya tenía un largo que casi alcanzaba mis hombros. Cintia fue la encargada de arreglar mi cabello, cosa que hizo maravillosamente.

En el momento que estábamos saliendo, más precisamente bajando por el ascensor, suena el celular mío. Era Juan que me invitaba a su casa para que juntos miráramos los videos que tenía gravados de la fiesta. Las chicas se pusieron como locas, todas tenían sus motivos.

Marita quería conocer a Juan, a su mansión, sobre todo constatar lo que le contamos de él y del lujo que lo rodeaba. En cambio para Lucia y Cintia era una oportunidad para estar a solas con Juan, porque don Blas se los había marcado como un buen trofeo para ellas, una oportunidad única de salir gananciosas si conseguían llevarlo al departamento que ellas ocupaban para tener sexo ahí.

Para mí, era un hombre más, un maduro de aquellos que todavía están para darles, con experiencia, buen gusto y de excelente posición. Lo que no tenía claro era cual sería el interés de Juan en acercarse a mí, no me dio la impresión de que fuera gay, ni siquiera bisexual, aunque nunca se sabe, hoy en día la gente está mucho más desinhibida y dispuesta a todo.

En este estado de las cosas, no me quedó más remedio que aceptar la invitación de Juan, se lo hice saber enseguida, aclarándole que estaba saliendo con mi hermana y las chicas, en plan de salida de amigas.

  • Escucha Fede, desde ya que puedes venir con tus amigas y trae a tu hermana que me encantará conocerla – me contestó Juan bastante eufórico.

  • Me gustaría saber si entendiste lo que quise decirte con eso de que estábamos saliendo en plan de amigas? – se lo dije porque no quería que nada pudiera sorprenderlo.

  • Me imagino que salen a divertirse, relajadamente, a eso te refieres?

  • Me refiero a que yo voy como una chica más, no se si me entiendes?

  • Me imagino que si, de todos modos, te espero ansioso o mejor dicho, las espero a todas, tomen un taxi, no importa donde estén, cuando lleguen a casa quien los reciba se hará cargo de pagar el viaje, Ustedes despreocúpense.

Así hicimos, pero antes de tomar el taxi, nos quedamos unos minutos en el hall de entrada, para poner a Marita al tanto del tema de las filmaciones en la casa de Juan.

  • Tienes que saber que desde el momento que entremos hasta que nos vayamos, vamos a ser filmados, no tienes intimidad ni siquiera en los sanitarios – dijo una de las chicas.

  • Bien, gracias por avisar, parece que esto de filmar a la gente que te visita se está haciendo una costumbre – dijo Marita – habrá que cuidarse un poco más que de costumbre.

MARCELA   ( marce459@live.com.ar )