MI HERMANA Y YO - Parte 11 segunda
En el baño, conozco a dos chicas que pasan parte de la noche junto a mi, se las presento a Marcelo y de ahí nace una relación muy intensa
MI HERMANA Y YO - Parte 11 segunda
Debo disculparme con mis lectores por dos razones, la primera de ellas es que pasé del relato número 9 al 11 o sea que aclaro que no falta el relato número 10, no existe simplemente, se pasa del 9 al 11.
La segunda razón es que el relato número 11 se publicó en hétero-general, cuando debió haberse publicado en grandes series, como lo venía haciendo hasta ahora.
Continuación.
Tomé impulso para levantarme, quería ir hasta el baño para hacer lo de siempre, higienizarme, arreglar mi cara y mejorar mi peinado. Así que mini-tanga que metida entre sus cantos, solo tapaba parcialmente su parte de adelante.
- Uy, disculpen, sorry – de puro atropellado que soy, una vez adentro di media vuelta para retirarme.
- No espera, no importa – me respondió una de ellas, tapando con su cuerpo a la otra chica – utiliza el sanitario si deseas, nosotras ya nos vamos, descuida.
- Gracias – le dije y me encerré en el water, no tenía deseos de hacer ningún tipo de descarga, solo de higienizarme y eso hice. Cuando salí para donde estaban los lavatorios, las chicas ya se habían ido, así que seguí haciendo lo que había ido a hacer hasta quedar en condiciones.
Después del baño, mi destino inmediato fue el bar, había que cargar las baterías nuevamente y desde ahí, sentado en una banqueta, visualizar el ambiente para ver como seguir la noche. Pedí un trago mientras con mi vista barría toda la sala, buscando encontrar a alguien, Marcelo, Carlos, Rodrigo, Benito o Juan el español y no pude encontrar a ninguno de ellos, me sacó de mi concentración el piropo que me destinaron las chicas que momentos antes había visto en el baño.
- Hola buen mozo, de nuevo nos encontramos – me dijo una de ellas – me llamo Lucia.
- Encantado, soy Fede – le respondí y giré luego la cabeza para escuchar el nombre de la otra chica.
- Y yo soy Cintia – así se presentó quien tenía la pollerita rota – que tal me vez? – me preguntó mostrándome su pollerita llena de cinta adhesiva.
- Te vez estupenda – en realidad Lucia había hecho un trabajo sensacional, nadie podía darse cuenta que esa pollera había sido remendada en un baño.
- Y como la estás pasando Fede, supongo que súper, verdad? – preguntó medio afirmando Cintia.
- En realidad no me puedo quejar – les respondí – hasta ahora la vengo pasando bien.
- Y nosotras también, no habíamos venido nunca a una fiesta en esta quinta, tu conoces al dueño de casa?
- Si, lo he conocido hoy mismo, en realidad él es amigo de mi pareja.
- Ah, que bien – después agregó – esta es la tercera vez que nos vemos Fede, te diste cuenta?
- Como es eso – les pregunté medio intrigado – nos encontramos en el baño y luego acá, son dos veces que nos vimos, porque dices la tercera vez?
- Ah pero entonces no te diste cuenta donde estábamos nosotras ubicadas?
- No, para nada, la primera vez que las veo, fue en el baño y la segunda acá. Donde más nos vimos?
- Tu no estabas por aquel sector de allá, con un tipo bastante alto – en ese momento me señalan el sitio a donde me había llevado Carlos y me puse rojo de vergüenza.
- Si, en realidad, estuve por aquel lado. Ustedes me vieron por ahí? – les pregunté a ambas y acto seguido yo mismo me respondí – si, es obvio que me vieron, porque la persona esa alta que mencionan es justamente la que estaba ahí conmigo, lo conocen a él?
- No, solo te vimos a ti, en realidad a los dos y bueno, se los notaba muy bien, muy compenetrados en lo que estaban haciendo, porque para Ustedes no existía más gente alrededor.
Yo me puse más rojo todavía, pero ahora además sentí circular mi sangre por las venas, con temperatura de ebullición. Sin embargo, a medida que transcurría la conversación me fui relajando ya que después de todo, ellas que estarían haciendo ahí cerquita de donde estábamos Carlos y yo? Y con quien o quienes? Me dispuse entonces a contraatacar diplomáticamente.
- Uy, espero no hayamos escandalizado a nadie, estábamos muy bien con este muchacho y evidentemente no lo supimos disimular – cuando acepté y blanqueé mi situación con Carlos, fue como decir: todos estamos en el mismo barco, por eso me animé a preguntarles – y Ustedes solitas no estaban, verdad? Yo no vi bien, pero había alguien más en ese sitio.
- Obvio Fede, no estábamos solitas, seguro que no – y no me dijeron ni con quien estaban, ni nada o sea me dejaron intrigado, luego la conversación tomó otro curso.
- Vamos a bailar – propuso Lucia – con la pollera como la tengo seguro que algún tipo se va a querer acercar, no?
Tanto Lucía como Cintia, eran dos chicas bonitas. De cuerpo mediano, parejas las dos en altura, peso y medidas corporales, vestían con ropa muy sexy, dejando ver las piernas esbeltas y torneadas, que terminaban en colas carnosas y cintura estrecha, sus bustos estaban redondeados con siliconas, eso no se dudaba. Los rostros de estas chicas eran hermosos y muy parecidas la una a la otra, podría decirse que eran hermanas, trabajaban como modelos publicitarias, también hacían promociones en las carreras de autos o eventos deportivos en general.
Todo eso me hizo pensar que tal vez estas chicas pertenezcan a alguna agencia, que podía ser de publicidad o de las otras, pero todavía no tenía confianza para preguntarles sobre su procedencia y menos sus intereses en esta reunión.
- Bailemos – contesté yo parándome y tomándolas de las manos para que me siguieran hasta la pista. Comenzamos a bailar, las dos chicas daban vuelta a mí alrededor tratando, sin disimulo, de llamar la atención, para ver que se podía levantar.
Yo bailaba pensando con quien o quienes habrían estado mis dos nuevas amigas, las miraba y las notaba felices, lo cierto que yo no sabía en que andaban y lo tenía que saber pronto, porque la ansiedad me mataba.
La verdad que las chicas bailando eran bastante escandalosas, porque no había una sola persona que no las mirara a ellas y por carácter transitivo a mí también, ya que ellas daban la sensación que me bailaban a mi, que yo era algo así como su presa momentánea.
- Y entonces Fede, a tu amigo el alto no lo viste más o que pasa con él? – me preguntó Cintia mientras bailaba alternando las manos en alto o arreglando su pollerita, que no iba a aguantar mucho más tiempo.
- No supe más de él, después que estuvimos juntos ahí, se me perdió, como si se lo tragara la tierra – le expliqué señalando hacia el lugar en donde estuve con Carlos.
- Suele suceder en este tipo de eventos – interpuso Lucia – yo quiero ver a Juan el español, tenemos que acercarnos a él, es el premio mayor.
- Si, si logramos hacer contacto con este tipo, seguro nos hará salvar la noche a los tres – comentó Cintia.
- No se a donde apuntan, pero estoy con Ustedes, estoy seguro que saben lo que quieren y dejarán algo para mi, verdad? – les dije mirando alternadamente a una y a otra.
- No dudes, si pescamos algo lo compartiremos contigo – contestó Lucia – pero tu lo mismo, eh? Aquí nadie se la come solo.
- Uy, que mal sonó esa frase Lucia – dijo Cintia.
- A mi no me molestó, no me siento aludido por eso de “se la come solo”, a eso te referías? – dije yo.
- Si, eres rápido Fede, bueno basta, concentrémonos en buscar algo, si?
- Dale – dijimos al unísono Cintia y yo, dejamos de bailar y nos internamos en la sala a ver que estaba pasando que la gente no venía a la pista y en cambio se notaba que se armaban grupos cada vez más grandes.
Teníamos que investigar que pasaba en esos amontonamientos de personas, nos fuimos metiendo y vimos que habían juntado unos sillones armando una gran cama, en donde se entremezclaban hombres y mujeres de todas las formas posibles.
Se podía ver a tipos dándose con otros tipos, haciendo tríos y más y en la misma cama se armaban otros tríos con mujeres y hombres y todos rodaban de un lado a otro y no se sabía quien daba y quien recibía. También las mujeres utilizaban prótesis para clavar a alguno de los tipos o para clavarse entre ellas, era tan confusa la situación que seguimos de largo buscando algo más definido.
Mientras caminábamos entre medio de los sillones, alguien tironeó de la pollera de Lucia y volvió a quedar en tanga o sea con la cola al aire, porque por detrás tenía un hilo que llevaba metido entre sus nalgas. Lucia recuperó la tela de la pollera, digamos lo que quedaba de ella y se la puso al cuello, como si fuera una estola.
Para protegerla un poco, Cintia tomó la delantera, Lucia iba al medio y yo cerraba la fila, tapando el culito desnudo de mi nueva amiga. En eso, siento que me toman del brazo, giro mi cabeza para saber quien era y me encuentro con Marcelo.
- Que alegría que te encuentro Marce – le dije abandonando de momento a mis amigas que siguieron su curso entre los sillones – estoy con dos amigas, que noche que estoy pasando, tengo que contarte lo que hice.
- Que bueno que te veo Fede, te estuve buscando para mostrarte algo que tal vez no conozcas – me dijo – pero cuales son tus amigas?
- Espera que las busco y vuelvo – le dije y di un par de saltos y llegué hasta toparme con el culito de Lucia, le dí una palmadita suave y me quedé esperando respuesta. Nada, se ve que esta chica está acostumbrada a que le toquen el culito, porque no ha reaccionado. La llamo, se frena y detiene a Cintia.
- Que pasa Fede – me dicen las dos juntas.
- Vengan que les presento a mi novio, es amigo de Juan el español, síganme chicas.
- Dale, vamos – dijo Cintia.
- Pero yo no puedo ir así en bolas – protestó Lucia – tengo el culo al aire.
- No te hagas dramas, a él le gustan los tipos.
- Mira Fede, conozco tantos tipos que se dicen gays y si los dejas te parten al medio, no te fíes nunca de los tipos.
Asentí lo que me decían las chicas y las convencí de que vinieran conmigo para presentarle a Marcelo. Me hizo pensar lo que me dijo Lucia por una parte, referente a que no debía fiarme de los tipos y el repentino interés que había mostrado Marcelo en conocer a mis amigas.
Les presenté a Marcelo y enseguida que vio a Lucia tapándose la cola con lo que quedaba de pollera, se ofreció a solucionarle el problema, merced a la amistad que él tenía con Juan el español.
- No puedes andar así, chiquita – le dijo Marcelo – en realidad, si quieres caminar desnuda, nadie se va a escandalizar por eso, pero me refiero a que debes sentirte incómoda, verdad? Síganme que vamos a ver a mi amigo Juan y le vamos a decir que te preste algo de ropa.
Las chicas estaban que volaban de lo contenta que se pusieron, iban a cumplir su sueño de conocer a este señor, por supuesto aceptaron enseguida la propuesta de Marcelo y nos pusimos a caminar todos siguiéndolo a él. La que venía detrás de mí, no dudó en tocarme la cola con total desfachatez, en señal de lo alegre que estaban, cuando me di vuelta para ver quien había sido, me dijo Cintia.
- No te habrá molestado que tocara tu culito, verdad?
- Al contrario, me encantó, tienes unas lindas manos, cuando gustes puedes repetir, jajaja.
Llegamos hasta la puerta de entrada a este gran salón y la traspusimos, dejamos atrás a toda la otra gente que seguía revolcándose alegremente en los sillones, bailando y bebiendo a la salud de Juan el español, nuestro anfitrión.
Se nos presentó de la nada un empleado de servicio que habló un par de palabras con Marcelo. El empleado giró sobre sus talones y retomamos la marcha siguiendo a Marcelo, que caminaba tras el dependiente de Juan. Por detrás de Marcelo seguía muy pegada a él Lucia, luego yo y última y alternadamente toqueteando mi trasero o haciéndome cosquillas, venía Cintia.
El dependiente se detuvo ante otra puerta que estaba cerrada, estábamos ahora en un pequeño recibidor en donde tomamos asiento a indicación de este empleado. Nos dejó a las dos chicas y a mí esperando y él siguió camino con Marcelo.
- Que misterio todo esto – dijo Lucia.
- Marcelo conoce la casa, no es su primera vez como nosotros, no sean ansiosas – les dije.
- No se porque salimos de la fiesta y estamos acá – volvió a decir Lucia, ahora pensativa.
- Estamos acá primero por tu maldita pollera y después para conocer a este hombre – le contestó Cintia.
- No puedo seguir de esta manera, me da vergüenza entrar a conocer a este hombre así, en bolas – se lamentaba Lucia.
- Seguro que Marcelo te consigue algo de ropa antes que les presente a Juan – le dije yo porque notaba como se ponían nerviosas.
Seguimos con nuestras inquietudes hasta que la puerta que estaba en medio de la sala se abrió y ahí lo vimos a Marcelo que nos hacía pasar a los tres.
- Adelante, pasen, no me olvidé de lo tuyo – dijo dirigiéndose a Lucia – ven por acá tu – ni bien entramos a ese otro local, había una puerta secundaria por donde la hizo entrar a Lucia para que se cambiase de ropa.
Lucia nos contó después que era un vestidor, con ropa de ambos sexos, que se parecía a un negocio, por la cantidad y variedad que se podía ver. Desde calzado de todo tipo y medidas, ropa formal, informal, deportiva, interior, había de todo, perfectamente ordenado, iluminado y para mejor con una señora que luego de ver a Lucia, estimó el talle y puso al alcance de su mano, variedad de polleras y vestidos, para que mi amiga escogiera el de su gusto.
Unos minutos más tarde se unió a nosotros que la estábamos esperando para ir al encuentro del dueño de casa.
- Bueno entonces vamos que les presento a mi amigo Juan – dijo Marcelo al ver a Lucia vestida para la ocasión.
- Bien, vamos – dijo Cintia y los tres seguimos a Marcelo que tomó un pasillo corto que terminaba en una puerta de doble hoja.
Detrás de esa puerta había un ambiente de generosas dimensiones, que tenía una pantalla gigante de televisión sobre una de sus paredes y lo más curioso era que no tenía ninguna ventana que lo comunicara con el exterior. Era un ambiente interno de la casa, que se asemejaba a un pequeño cine, con capacidad para no más de doce personas, con cómodas butacas anatómicas dispuestas en dos hileras, estando las hileras de atrás ligeramente sobreelevadas con relación a las delanteras.
En la tercera butaca de la segunda fila, había una pequeña consola de mando, del tamaño de una not-book, desde donde se comandaba la pantalla de video.
En esa butaca justamente estaba sentado Juan el español, quien al sentirnos entrar a su sala privada, se paró y vino a nuestro encuentro para saludarnos.
- Es un gusto que vengan a visitarme – nos dijo con una cálida sonrisa.
Marcelo le dio una palmada en el brazo y acto seguido le presentó a las chicas.
- Juan quiero presentarte a Cintia, Lucia y bueno a Fede ya lo conoces del salón, lo recuerdas verdad? – así las presentó Marcelo.
- Encantado preciosas, espero la estén pasado bien y a ti ya te conozco – dijo dirigiéndose a mi persona – ya hemos estado hablando, verdad?
- Si Juan, es verdad - le contesté.
- Encantada Juan – dijo Lucia – te puedo llamar así?
- Mucho gusto Juan – agregó Cintia.
- Por supuesto, es mi nombre, así debes llamarme – respondió Juan, mirando de arriba abajo a ambas chicas y bueno, un pequeño vistazo a mi, también me dedicó, así que no me sentí fuera del juego.
- Yo quería agradecer la ropa que me prestó – dijo Lucia.
- No te he prestado nada, preciosa, es tuya esa ropa, no tienes que devolverla, de acuerdo? – le dijo Juan.
- Bueno, muchas gracias Juan – le contestó Lucia – eres muy amable.
- Favor con favor se paga – dijo Juan – tal vez más adelante quieras hacer algo por mi.
Lucia escuchó esa frase mirando a los ojos a Juan, a ver si podía descifrar un poco más el sentido completo de sus palabras. Como Juan pasó a otro tema, miró a Cintia y ésta le devolvió la mirada con un guiño de ojos. Le estaba diciendo, esta es una manera de entrarle a este hombre.
- Quieren volver a la sala con la demás gente? – preguntó Juan – O tal vez quieren que veamos algo interesante para distraernos.
- Yo creo que nos conviene quedarnos a ver que tiene Juan para mostrarnos chicos, que les parece? – dijo Marcelo haciéndole la pata a su amigo.
- Por mi, me quedo, quiero ver que tiene de lindo Juan para mostrarnos – dije yo.
Las chicas se miraron entre ellas y Lucia, contestó también afirmativamente.
- Nosotras como Fede, queremos conocer el gusto de Juan, descontamos que es algo bueno lo que tiene para mostrarnos.
- Podemos tomar algo Juan – pidió Lucia.
- Lo que gustes princesa, ya viene una persona para atenderlas – respondió Juan indudablemente había tocado algún timbre o algo, porque no terminó de pronunciar esa frase que se abrió la puerta y apareció un mozo a tomarnos el pedido.
Una vez que estuvieron servidas las bebidas, que vinieron acompañadas de una elegante picada de quesos y fiambres, con tostadas aromatizadas y condimentos, nos acercamos a Juan y nos acomodamos en la fila de adelante, Cintia, Marcelo, Lucia y yo y por detrás nuestro, en el centro de la fila Juan el español, quien además comandaba el accionamiento de los videos que íbamos a mirar.
Se inició la proyección con una vista panorámica de la entrada a la casa, la pradera delante de la misma, la arboleda, los canteros bordeando el camino de acceso, con flores multicolores, de distintos tipos. Luego se veía el acceso de los primeros autos, la gente que bajaba e ingresaba a la vivienda, el recorrido que se hacía en el interior de la misma, que pude memorizar por las tomas del video.
Se proyectó el ingreso de la gente a la sala, los primeros en bailar, luego la pista llena, se podía ver y escuchar que tomaba cada uno y luego como se iban ubicando en los sillones una vez que se armaban las parejas.
A medida que avanzaba la proyección comenzaron los movimientos de cada uno de nosotros, ya que al menos las chicas y yo, no pensábamos que podríamos estar filmados y mucho menos con tanta precisión.
Marcelo por su parte, estaba distendido, había abierto sus dos brazos para colocarlos sobre los hombros de Cintia y Lucia, más que abrazarlas creo yo, lo que pretendía era demostrarles que no había nada que temer. Yo por mi parte estaba con mi boca seca, a pesar de tener una copa en la mano, porque de golpe vino a mi memoria, lo que estuve haciendo con Carlos y luego con Benito y Rodrigo, que vergüenza, fue lo primero que pensé y sentí que mis mejillas enrojecían.
Las chicas no dejaban de moverse, para adelante y para atrás, para los costados, trataban de mirarse entre ellas y en algún momento Lucia, que estaba sentada a mi izquierda, me tomó la mano y la apretó en señal de estar muy nerviosa.
Juan, desde su computadora portátil, podía digitar que ver, con el detalle y precisión que considerara conveniente y que dejar para otro momento. De pronto se interrumpió el video, Juan iluminó algo más el ambiente y propuso relajar un poco la vista, poniendo como excusa que ya estaba amaneciendo y que se le antojaba tomar una taza de café con algunas medialunas.
- Quien comparte mi gusto por desayunar? – nos dijo a todos y todos nos anotamos, solo Marcelo pidió un te y el resto acompañamos a Juan con el café.
Mientras desayunamos, charlamos de temas intrascendentes, en realidad eran Marcelo y Juan los que hablaban y nosotros tres metíamos un bocadillo cada tanto.
Cintia y Lucia se me acercaron para hablarme, medio en privado de lo que estaba aconteciendo y de lo que ellas vislumbraban que se venía.
- Yo creo Fede que acá nos vamos a llevar la gran sorpresa – comenzó Cintia con la charla.
- Si, estoy de acuerdo, me parece que lo que se viene es lo que estuvimos haciendo cada una de nosotras y también lo que puedas haber estado haciendo tú también – agregó Lucia.
- Pero con que objeto? – les pregunté a mis amigas, aunque presentía la respuesta.
- Si el tipo este nos filmó, será por algo – dijo Lucia.
- Seguro, no creo que lo haga de puro pajero – agregó Cintia – aunque tal vez sea eso, que le gusta filmar a la gente y luego pajearse.
- Hay cada loco – siguió con el razonamiento Lucia.
- No, chicas, no creo que sea eso, hay algo más. Tal vez nosotros no seamos las personas que a él le interese filmar. Quizás nos filmó, como actores secundarios de esta gran película.
- Bueno, no importa, sea lo que sea, está Marcelo de por medio, él es mi novio y no me va a meter en un lío – les dije yo.
- A ti no, pero que puedes decir de nosotras? – preguntó inquieta Cintia.
- Ustedes son mis amigas, confíen en mi, si? – les dije para tranquilizarlas.
Las chicas quedaron más tranquilas con mi frase final, la charla se interrumpió ahí misma, porque nos llamaban a desayunar y debimos unirnos al grupo, en realidad a Marcelo y Juan, que nos esperaban sentados a una gran mesa repleta de masas, galletas, mermeladas, café y leche calientes.
Mientras desayunábamos, yo permanecí en silencio simulando que estaba escuchando lo que hablaban, aunque en realidad pensaba lo que habíamos conversado con mis amigas. Trataba de discernir que podía llevar a un hombre como Juan a propiciar estos eventos y filmarlos al mismo tiempo.
Era algo más que lo que habíamos hablado recientemente, eso seguro. Pero de que se trataba?
Yo estaba tranquilo, porque sabía que Marcelo era amigo de Juan, no era la primera vez que asistía a estas fiestas y jamás me habría llevado a mi si existiera alguna posibilidad de meterme en un lío o al menos me lo hubiera anticipado. O sea, yo me sentía fuera de este problema. Pero del mismo modo que pensaba esto, sabía que las chicas estaban dentro, ellas serían carnada para algo más que no sabía que podía ser.
Terminamos de desayunar y Juan propuso volver a la sala a ver algún video interesante antes de irnos a descansar. Por supuesto nosotros tres, mis amigas y yo, accedimos gustosos ya que estábamos ansiosos por saber que había tras estas filmaciones. Marcelo se mostró como siempre, con una sonrisa a flor de piel que según mi manera de interpretar las cosas, quería decir que él sabía de qué se trataba esto. Por último Juan, a él se lo notaba bastante sarcástico, era el dueño de la verdad, la persona que nos tenía sometidos a nosotros, por supuesto exceptuando a Marcelo, que estaba fuera de este juego.
Comenzó Juan a proyectar sus filmaciones, reinició las mismas, desde donde había interrumpido para permitirnos desayunar. Se veían a las parejas acomodarse, unos por aquí y otros más allá, algún besito, algún manoseo, alguna caricia. Era increíble como podía desde su computadora portátil, detener las imágenes, ampliar, retroceder, ir hacia donde él quisiera. Le mencionábamos una persona y la seguía por toda la sala y de esa persona se podía saber todo lo que había hecho durante su estadía en esa sala, con quien se sentó, con quien bailó, que hizo luego y se podían obtener los mínimos detalles.
Era ver lo que estábamos viendo y sentir que la sangre hervía en nuestros cuerpos, porque estábamos inmortalizados en esa noche de lujuria que tuvimos. En algún momento me sentí descompuesto y quise abandonar la sala. Marcelo me lo impidió, mejor dicho, se paró a mi lado y me acompañó hasta salir de la sala de video y ya afuera me dijo que no me pusiera nervioso, que la historia no era conmigo.
- Pero que está pasando Marcelo, porque se ha filmado esto y de esta forma? – le pregunté – acá está pasando algo que no entiendo, me asusta.
- Tranquilo Fede, Juan filma siempre sus reuniones por seguridad, claro que el alcance y la nitidez de las filmaciones últimamente han superado las expectativas - me contestó Marcelo.
- Pero se trata de obtener algún provecho, verdad?
- Todo tiene un motivo, el primero es la seguridad, pero si, hay otra causa más, hay gente que podría pagar mucho dinero por ver a determinadas personas en situaciones como las que vivimos, entiendes?
- Si, perfectamente, espero no estar involucrado.
- Tranquilo pollito, se trata de peces gordos.
Me tranquilicé con lo que me dijo mi novio y junto a él ingresé de nuevo en la sala de video. La parte que se estaba viendo en ese momento, involucraba a mis amigas. Ellas tenían sexo con un señor bastante mayor, más de cincuenta años según mi apreciación personal, con el cual se involucraron mediante un joven que actuó como anzuelo.
Este joven trabó conversación con las chicas en la pista de baile, una cosa trajo a la otra y se fueron los tres a un apartado en donde este personaje empieza a besarse alternadamente con Cintia y Lucia. Se acomoda en el centro de un sillón y las chicas a sus costados. De esta forma mientras él comenzó su tarea amatoria besando en la boca a Lucia, entremezclando las lenguas, abrazándola fuertemente y recorriendo su cuerpo con las manos, desde las piernas hasta los pechos, el cabello y por supuesto la cola, los muslos, todo. Cintia, no quiso quedarse con los brazos cruzados y se lanzó sobre este joven, abrazándolo desde la espalda y metiendo sus manos por dentro de su camisa y bajándolas hasta su bragueta, para palpar como tenía el bulto de crecido y de duro.
El muchacho se gira para atender a Cintia, quien al dejar el bulto libre de sus manos, queda a merced de las manos de Lucia, que logra sacar la pija fuera del pantalón, ya bien dura y desarrollada, para masajearla un poco con sus manos y luego introducirla en su boca, arrodillándose en el piso para estar más cómoda.
Fue en estas circunstancias en donde a Lucia se le descosió su pollera, en medio de tantos movimientos, subidas y bajadas, tratando de lograr encontrar una buena posición para lo que estaban haciendo.
Mientras Lucia mamaba la verga del joven, éste había sacado las tetas de Cintia fuera de su ropa, para chupárselas, dándole pequeños mordiscos que enloquecían a la chica. Con una mano se ocupaba de empujarla la cabeza de Lucia hacia abajo, para que la verga rozara sus amígdalas y con la otra tenía tomada a Cintia desde su culito, con un dedo del medio adentro, asegurándose de esta forma de tener las tetas a la altura de su boca.
En esa posición estaban cuando se acercó al trío que formaban el señor mayor, para unirse a ellos en primera instancia, desplazando al joven. Cintia cuando giró su cabeza para mirar quien se había sentado a su espalda y se la acariciaba, pegó un salto y un pequeño grito, en señal de disconformidad, ya que no le pareció grato lo que el hombre le hacía.
A esto se opuso el joven diciéndole que el hombre era su amigo y que si querían seguir con él, debían dejar que el señor participara en lo que estaban haciendo.
- Yo no tengo interés – dijo Cintia.
- Glup glup que pasa? – dijo Lucia que no quería dejar de mamarle la verga al joven.
- Cuqui es mi amigo, se los presento y donde estoy yo, está él – sentenció el joven, presionando la cabeza de Lucia para que siguiera chupándole la verga.
- Mmm espera, espera – protestó Lucia, que tenía ganas de seguir mamando pero quería saber que pensaba su amiga – tu que dices Cintia?
- No, yo no quiero estar con él – respondió Cintia.
El joven tomó de los pelos a las dos amigas y llevó las cabezas de ellas junto a su boca, para poder hablarle a las dos a la vez. De esta forma mantuvo a las dos chicas como si fueran dos animalitos sin valor alguno.
- Escuchen pedazo de putas, Cuqui, es mi amigo, tiene tanto dinero que puede llenar esta sala y quedaría mucho más sin poder entrar, me entienden? mejor que sean buenitas con él y todos saldremos ganando, están de acuerdo? – les gritó al oído a las dos chicas que se miraban tratando de saber una lo que pensaba la otra para poder decidir que hacer.
- Lo que tiene dinero está bien, pero nosotras en que nos beneficiamos con estar con él? – preguntó Lucia, demostrando ser la más rápida.
- En mucho, para poder ganar hay que saber arriesgar, a que vinieron acá sino a esto? – les contestó el joven.
- Vinimos a divertirnos, para eso nos invitaron – contestó Cintia.
- A este tipo de eventos se viene a coger, tarada – le gritó el joven.
- Si, pero con quien queremos nosotras – respondió Lucia – de que estamos hablando? Se claro o nos vamos de acá.
El joven se puso como loco cuando vio que las chicas estaban dispuestas a dejarlo solo con el viejo. Sin embargo tuvo que recapacitar y ofreció a las chicas una cantidad de dinero que ambas aceptaron. Pero Lucia puso una última condición para cerrar el trato.
- El dinero lo queremos ahora, por adelantado y le daremos a tu amigo el trato que nunca le habrán dado.
- Ok, ya se los traigo – dijo el joven.
Este se levantó, acomodó su ropa, previamente guardó su verga dentro del pantalón y se retiró para traer la cantidad de dinero acordada para pagarles a las chicas el servicio que iban a prestar.
Ellas se quedaron charlando con Cuqui, se presentaron y volvieron a separarse dejando en esta oportunidad al hombre mayor en el centro de la escena, entre ellas dos. Comenzaron las aproximaciones, caricias ligeras, sonrisas y besitos, todo muy familiar y con límites hasta que el joven regresó y le entregó a Lucia la cantidad de dinero convenida.
El joven quiso acomodarse junto a las chicas y su amigo, pero Cintia lo detuvo y no se lo permitió.
- El trato era atender a tu amigo, tu no entras en este arreglo, lo lamentamos mucho, en otra oportunidad y por una cantidad similar tal vez te atendamos, sorry, bay – dijo Cintia y con una de sus manos lo despedía.
- Está bien, después hablamos – le dijo Cuqui a su amigo, con lo cual el joven se fue sin decir palabra alguna, con una rabia que se podía ver en el medio de la oscuridad reinante en la sala.
Las chicas hicieron con Cuqui todo lo que al viejo se le ocurrió, que desde ya que no fue mucho, porque la edad, el cansancio y la bebida hicieron el resto.
En esta oportunidad la que se arrodilló en el piso buscando la verga del viejo fue Cintia, la que tuvo un trabajo terrible para poder poner semidura, ya que a su estado ideal no fue posible llevarla. El mismo Cuqui, le decía a Cintia que lo que había hecho era una proeza, que él se sentía satisfecho. En realidad lo que buscaba Cuqui era estar con dos chicas como las que lo acompañaban en ese momento, tocarlas, besarlas y chuparlas sin límites y lo consiguió.
Las acostaba a una y a otra en el sillón, les quitaba las tanguitas y las chupaba por adelante y por atrás, con una lengua gorda y caliente, desde el orto hasta el clítoris, arrancando en las chicas buenos orgasmos, debido a la tenacidad y experiencia que Cuqui le ponía en las mamadas que les hacía.
Mientras él mamaba a una chica, la otra se la mamaba a él y así hacían unos hermosos trencitos que la gente de otros sillones vecinos miraban y se deleitaban, al igual que los mirones que pasaban o se paraban a uno o dos metros para disfrutar la escena.
Luego Cuqui las hacía sentar sobre su verga para que las chicas se la clavasen bien adentro, pero la falta de dureza le jugaba en contra y se le doblaba sin entrarle salvo la cabeza y tal vez un poquito más en el caso de Lucia que era la que más se mojaba.
Así se mantuvieron hasta que cuando Cuqui consideró que ya habían hecho su parte las chicas, las despidió previo intercambiar datos para eventuales futuros encuentros.
Ahora todo esto lo estaban viviendo de nuevo mediante las filmaciones que había hecho Juan. Las chicas estaban pálidas, no sabían como seguía todo esto, era comprensible y pronto pudimos relajarnos cuando escuchamos la explicación que Juan nos dio.
- Chicas, lamento que hayan tenido que ver esto – Juan les hablaba a las chicas como si Marcelo y yo no existiéramos en el ambiente – por supuesto que Ustedes están fuera de todo esto, no tienen nada que temer.
Juan les explicó que él tenía una importante cuestión que discutir con Cuqui y que éste era un hombre de temer, por sus importantes conexiones con gente del gobierno y la política. Entonces no estaba de más tener alguna carta guardada en la manga por si llegara a hacer falta. En ese caso, podría llegar a usarse el video, pero salvando la identidad de las dos jóvenes, ya que se borrarían sus rostros. En eso se comprometió el amigo Juan y las chicas recuperaron con estas palabras los colores de sus mejillas.
Marcela ( marce459@live.com.ar )