MI HERMANA Y YO - Parte 11

...esa noche conocí a Carlos, luego de estar junto a él, lo conocí a Benito y la noche no terminó ahí

MI HERMANA Y YO - Parte 10

- . . . como que por más. A que te refieres Carlos? – me hice el tonto, yo obvio que sabía perfectamente de que estaba hablando, pero nunca está de más un poco de histeriqueo.

- Como que no sabes? Ir por más, es lo que viene, tu me entiendes verdad Fede? – me apretó fuerte los brazos y me zamarreó un poco, como para que entendiese lo que había que entender, que hombre pensé para mis adentros.

- Si, ahora no me quedan dudas de lo que quieres. Yo también quiero ir por más. Quiero ser tuyo – le dije y me tiré sobre su pecho, buscando sus labios, quería saborear su lengua antes que nada.

Me dio un beso que casi me ahogó, me abrió la boca presionando con sus dedos pulgar y medio mis mandíbulas, haciéndome doler un poco, pero claro que logró lo que quería, mi boca quedó abierta para recibir su lengua, la que chupé como si fuera su propia verga. A Carlos le gustaba que le hiciese eso, lo noté enseguida, traté de esmerarme al máximo, nada me daba más placer que tener a mi hombre bien caliente esperando por mí.

De pronto me acordé de algo fundamental, no había lubricante, no tenía nada que hiciese las veces, solo la saliva, pero no era la mismo, no me animé a preguntarle si él tenía, así que pensé que lo único que podía hacer era  ensalivar su verga y luego pedirle que me echara un buen escupitajo en la cola. Eso y un poco de dedo adentro, es lo más rudimentario y eficaz.

Carlos se me tiraba encima, me metía mano en la cola, me había desprendido los pantalones, metiéndome su mano adentro, para tocar mi cola con más comodidad, la recorrió toda llegando hasta mis huevos y mi pijita, acarició toda esa parte y se rió un poco.

- Tienes un pitito de pajarito, como la de un bebito. Se te para? – me preguntó al notar la languidez de mi sexo.

- Claro, por supuesto, lo que pasa que no necesito eso para gozar, disfruto de otra forma el sexo, entiendes?

- Seguro, te calientas cuando te la ponen, verdad?

- Si, eso mismo me gustaría ahora – le dije haciéndome el gatito mimoso.

Carlos me apretó junto a su cuerpo, me besó alocadamente, con fuerza, metiendo mucha lengua por todo mi cuello, dentro de mis orejas, primero se ocupó de una, luego de la otra, recorriéndolas por su contorno, mordiendo y chupando los lóbulos, mi piel estaba erizada y yo temblando de la calentura. Mis manos recorrían todo su ser, sus pectorales, sus fuertes brazos, con algo de vello, lo que a mi criterio lo identifica como un buen macho, casi un oso.

Sus manos no paraban de recorrer todo mi cuerpo, con mucha habilidad habían desprendido mi pantalón y tocaban mi cola, mis piernas, todo cuanto podían. Pellizcaban mis pezones, sobre mi remerita, haciéndome tomar más calentura todavía, apretaban mi cuerpo contra el suyo, yo lo sentía jadear como un caballo, resoplaba sobre mi cuerpito, que palpitaba lo que se me venía con un hombre en ese estado, que mostraba potencia y sapiencia, Carlos sabía hacer las cosas, me estaba volviendo loco, quería ser suyo, no aguantaba más y lo peor de todo es que no estábamos solos, había mucha gente a nuestro alrededor.

No muy lejos nuestro, a pocos metros había una pareja hétero, una mujer y un hombre, que competían con nosotros. Yo los veía cada vez que habría los ojos, en uno de esos movimientos de cuerpo miré hacia otro lado y veía otras parejas o grupos de personas casi en la misma situación que nosotros. Me pregunté que sería de Marcelo, que estaría haciendo Rodrigo y el mismísimo Juan el español, estaría con una chica o tal vez mirando algo interesante?

Todo eso llegó a pasar por mi mente en un instante, Carlos no se si se dio cuenta que me había distraído, porque me tomó con sus brazos y me fue rotando hasta ocupar yo su lugar y él el mío. Yo quedé recostado en el sillón con las piernas abiertas y entre ellas se colocó Carlos, arrodillado en el piso, sobre la alfombra.

Me tomaba de mis laterales, desde las axilas hasta la cintura, con sus manos grandes, sus dedos pulgares sobre mi pecho y los otros cuatro dedos acariciaban mi espalda. Llegaron esas manos hasta la cintura, de ahí bajaron hasta las caderas, acariciaron mis nalgas, separándolas con sus fuertes dedos y siguieron el recorrido hasta llegar a los muslos, arrastrando el pantalón y mi pequeño calzoncillo.

Mi cola quedó al aire, me asusté un poco, pero no tuve tiempo a más, porque Carlos levantó mis piernas, muy separadas entre si y las apoyó sobre sus hombros. Se tiró encima de mí con su verga en punta, la sentí caliente sobre mi cola, pujando mi orto para entrar en él. Me provocó un jadeo, un sentimiento puro, de calentura, suspiré fuerte porque sabía lo que se venía para mí.

- Mmm me va a doler, déjame que te la chupe, por favor – le pedí porque sabía que me haría ver las estrellas, no quería que el dolor le ganara al placer.

- Espera, deja que yo se lo que hago – uno de sus dedos, como por arte de magia, me puso algo frío en el culito, lo pasó por la raya y me lo metió un poquito. No me dolió nada, porque se patinaba todo, noté que él se movía y era porque se estaba poniendo eso frío sobre su pija, era una crema o un gel que salía de un pomo que sacó de uno de sus bolsillos, gracias a Dios me dije. Volvió a tomar su posición, ajustó mis piernas contras su cuello por sobre sus hombros y se tiró hacia delante, hacía mi, empezó a penetrar en mi cuerpo, sentí que me entraba su cabeza, mi madre, que dolor, que placer.

- Ay – pegué un gritito que no llegó a más porque con una de sus manos me tapó la boca.

Quería gritar y no podía porque su mano ahogaba mi voz, también me estaba privando la entrada de aire, porque taponaba mis fosas nasales, lo hacía en forma involuntaria. Eso me desesperó y me hizo saltar, me contorsionaba sobre el sillón. Carlos interpretó que quería más de su verga dentro de mi culito y pujó, mandó su cuerpo contra el mío y me entró más y más y más, hasta que su tronco entero quedó dentro mío.

Se me tiró encima, me tenía totalmente inmovilizado con su verga adentro, estaba ensartado, no me podía mover, no podía respirar, por suerte quitó su mano de mi boca, pude tomar aire y llenar mis pulmones. Me hacía señas de que no gritara, ya que algunas personas de alrededor nuestro nos tenían como protagonistas de una película porno y habían dejado de hacer lo suyo para mirarnos a nosotros.

Mirar como la gente hace el amor tiene mucho morbo, si lo sabrá eso Juan el español, pensé, que organizaba fiestas sexuales para disfrutar mirando, según yo creía. Le dije que si a Carlos,  moviendo mi cabeza de arriba abajo, que no iba a gritar más, creo que con los ojos alcancé a decirle también que no tapara mi boca porque con su mano grande me privaba la respiración, lo entendió, me acarició las mejillas, la barbilla, me sonrió y suavemente, muy suavemente empezó a moverse dentro de mi.

La sacó un poco, casi hasta la mitad y la volvió a empujar hacia adentro, suave, muy suave, repitió la operación con un poco más de energía, volvió a hacer de nuevo lo mismo, cada vez un poco más fuerte y yo empecé a sonreír, débilmente primero, porque el dolor siempre estada, en cada pijazo. Sentía algo de dolor, dolor con placer, que se fue cambiando a placer con dolor, mínimo dolor y máximo placer.

El placer de tener la pija adentro, ese era mi placer, compartido con Carlos. Con sus manos apoyadas a los costados de mi cadera, movía su cintura impulsando su verga adentro, afuera, adentro, afuera, más y más.

- Mmm ahh que placer, como me gusta, que bien que me coges, sigue así, un poco más, duele, pero es muy lindo, mmm, vamos papi, dame tu leche, quiero tu lechita, amor, dame, mmm – estaba gozando tanto que sentía que flotaba, clavado por la verga de un tipazo como era Carlos.

- Si, mi putito, toda tuya, toma, toma, toma putito, ahh – Carlos empezaba a anunciarme que me acababa, que bueno, que lindo.

Justo cuando empezaba a acabarme, se me escapó algún pequeño gritito que volvió a despertar curiosidad en nuestros vecinos de los sillones cercanos. Tanto Carlos como yo, miramos a ambos lados y si, había más de uno mirando nuestra escena de amor. No éramos los únicos en estar cogiendo, tal vez los menos recatados, pero a eso habíamos ido, nosotros y los demás invitados.

Carlos empezó a descargar su esperma en mi cola, yo la recibía gustoso, encantado, que sensación increíble, fueron tres o cuatro espasmos fuertes, que acompañaron las descargas de leche y se derrumbó encima mío, su verga se salió de mi culito, lo que nos permitió quedar abrazados, uno sobre el otro.

Carlos no se había bajado el pantalón, solo lo había desprendido, él tapaba mi semidesnudez con su cuerpo. Así nos quedamos hasta que nuestras pulsaciones volvieron a la normalidad, mientras tanto nos seguíamos besando y acariciando, como si nos conociéramos de toda la vida y tal vez no hacía una hora que nos conocíamos, habíamos cogido como dos amantes sin freno, con mucha calentura.

Rato después, cuando recién recuperábamos la compostura, se nos acercó Juan el español, no supimos de donde salió, lo teníamos sentado al lado nuestro.

- Que tal chicos – nos dijo dirigiéndose a ambos, mirando a uno y a otro, para que contestase el que primero recuperase la voz – la están pasando bien, verdad? Eso no lo pueden negar.

- Juan, hasta ahora, mucho más que bien – respondió Carlos, incorporándose y cambiando la posición

- Muy bueno Juan, bailamos, nos divertimos, si – respondí yo saliendo un poco de los brazos de Carlos.

- Se los veía muy bien a Ustedes dos, jajaja, hasta se los sentía bien, si me permiten – nos dijo Juan muy suelto de cuerpo y con la mejor onda.

Nos dimos cuenta enseguida que el tipo tenía la visión completa de lo que pasaba en su casa. Más tarde, me iba a enterar por boca de Marcelo que por supuesto, Juan no podía ver todo lo que pasaba al mismo tiempo, solo veía en tiempo real lo que le parecía más interesante o lo que llamaba más su atención. Era obvio que nosotros, luego de nuestro baile sensual al ritmo de Luis Miguel, luego una buena mamada, que a pesar de haberse hecho con el mayor disimulo posible fue vista por más de uno  y luego el broche de oro, una cogida a fondo, con grititos, suspiros y pasión, supimos llamar su atención. Y lo que no veía en tiempo real, lo veía diferido en su sala de video, porque todo lo que en su casa acontecía se gravaba por distintos canales, era su derecho total y legítimo.

El nos invitaba, ponía su casa a disposición, con todas las instalaciones, su servicio doméstico, vajilla, bebidas, comida y se quedaba a cambio con las escenas vividas gravadas prolijamente y guardadas con el mayor celo. En esto consistía el secreto del excelente trato de Juan el español, en los beneficios que luego extraía de esos videos.

Ya repuestos Carlos y yo y con la ropa en su debido sitio, el cabello arreglado a mano, nos incorporamos para ir hasta la barra a buscar algún trago. Previo fuimos hasta el baño para higienizarnos un poco, sobre todo yo que había recibido dos eyaculadas de Carlos, si bien la oral la había tragado, la que me inyectó por la cola la estaba reteniendo con un pañuelo que me había puesto entre las nalgas para que no chorrease por las piernas.

Una vez que nos sentimos en condiciones, con un par de copas en la mano nos pusimos a recorrer el ambiente, que era más grande de lo que pensaba, ya que en una parte doblaba y se extendía bastante, justamente era el sector elegidos por los invitados más antiguos para llevar sus conquistas amorosas.

Carlos tampoco conocía este sector, así que para ambos fue una buena experiencia caminarlo y observar lo que allí acontecía. En realidad no era muy distinto a lo que sucedía en el ambiente en donde estaba la pista de baile y la barra, que era el lugar principal, lo que se podía decir que en este apartado las cosas se hacían a cara descubierta, en realidad para ser más exactos, podríamos decir a culo descubierto.

Vimos parejas gays, héteros, tríos y más que tríos, todos en lo suyo, parecía ser que en este sector a nadie le importaba lo que ocurría en los sillones de al lado o en los ubicados en el frente o atrás. Todos se concentraban en lo que estaban haciendo ellos mismos.

Yo caminaba delante de Carlos, tomando pequeños sorbitos de la bebida que había pedido y haciendo comentarios muy en voz baja, tales como mira allá o al otro lado, fíjate en aquellos. De repente me doy vuelta para señalarle a Carlos lo que creí estar viendo: Marcelo enredado con una pareja hétero, no me parecía posible, él me había dicho muchas veces que le gustaban las mujeres, pero que no era un fanático, que las dejaba para un caso muy especial, me pareció por la forma que lo veía actuar que este era uno de esos casos que él consideraba de esa forma.

Me sorprendí más cuando me di cuenta que tras mío no había nadie, que a Carlos se lo había tragado la tierra, tal vez esa era la forma de actuar en esas reuniones y yo debería acostumbrarme a ello. A tomar y a dejar y a volver a tomar o a quedarme como Juan el español, mirando, alternando, tomando y bailando, todo libre de prejuicios.

Así que seguí caminando cada vez más despacio, mirando osadamente, ya que todo me estaba permitido y claro, observé de todo, claramente esto me resultaba un puterío, porque no podía ver a nadie en su sitio conversando amigablemente, todos estaban entreverados, veía también como personas que estaban en un sitio, se pasaban al de enfrente, al costado o atrás, a mezclarse con alguien más.

Todo esto despertó en mi una curiosidad: a Marcelo ya lo había ubicado, entonces pensé en Rodrigo e incluso en Juan el español, en que sitio podrían estar ellos y haciendo que.

Decidí volver a la barra, necesitaba tomar algo más fuerte, para animarme a meter con alguna persona o en algún grupo. Caminé como pude, tratando de no pisar a nadie, tampoco quería pisar la ropa que se esparcía por el piso, estaba llegando a la pista de baile y nada más tendría que cruzarla para pedir otro trago en la barra, cuando alguien me chista, llamándome.

- Chisss chisss – me doy vuelta y no veo a nadie que pudiera estar llamándome, me imagino una broma, algún gracioso tal vez – ey, lindo, ven aquí – giro mi cabeza para otro lado y un hombre bastante mayor alza su mano agitándola para que yo la pudiese ver en medio de la penumbra reinante.

- A mi? – le digo al señor que agitaba su mano, señalándome el pecho con el dedo pulgar.

- Si, a ti, ven – me dijo, disparándome una sonrisa como diciéndome que sería bienvenido, a la vez, me hacía un lugar, ya que no estaba solo, pero yo no podía distinguir quien lo acompañaba.

Me acerqué hasta ponerme en frente de este hombre que me hace sentar a su lado derecho. A su izquierda había otro hombre y se ocultaba de mí, tenía las piernas desnudas, pero desde la cintura hasta su cabeza, estaba tapado, tenía una campera que cubría su torso y cabeza. Evidentemente, no quería darse a conocer, pero estaba en un ambiente en donde todo estaba bien, por lo que no me preocupé más por el tema y me dediqué a conocer a este hombre que me había llamado.

- Me llamo Benito, soy amigo personal de Juan el español, tu también lo eres o vienes como acompañante de algún amigo suyo? – me preguntó ni bien me senté a su lado.

- Yo me llamo Fede y estoy en pareja con un amigo suyo – le contesté – es mi primera vez en este tipo de reuniones.

- Que bueno y que tal la estás pasando?

- Hasta ahora muy bien, tratando de conocer gente – le respondí.

- Bueno, ahora me conoces a mí y yo a ti, cuéntame, que te gusta hacer, dime algo de ti, para que pueda conocerte más  - mientras me decía esto, me pasaba descaradamente su brazo apoyándolo sobre mi hombro, apretándome contra su cuerpo con bastante entusiasmo.

Yo se que no soy un santito, pero creía que todo tenía que ser con un mínimo de tiempo previo, no me parecía que cada uno que pasara a mi lado tuviera derecho a tenerme por el solo hecho de haberse cruzado conmigo.

Sin embargo Benito parecía ser de esas personas que quieren algo y lo tienen, porque cada vez me apretaba más contra él y se me ponía más cerca para hablarme, dejándome impregnado de su aliento y casi de su saliva, por lo cerca que se ponía de mi.

Por lo poco que pude ver, Benito sería un hombre de mas cincuenta años, con bigote grueso, medio canoso, poco cabello y un abdomen prominente, yo lo conocí sentado, me pareció a simple vista ser un individuo de poca estatura, bastante gordo pero con sus carnes muy firmes, casi llegando a musculoso. Se lo notaba bastante peludo, en brazos y pecho y supongo que lo mismo sería en sus piernas.

Mientras Benito se me venía encima y no me podía zafar de él, la otra persona seguía tapada y supuse en primera instancia que podría llegar a estar dormida. Si bien Benito me impresionó mal en primera instancia, su conversación y su perfume me gustaban, por lo que mi rechazo hacía él era cada vez menor.

- No te gusto chiquito? – me dijo porque yo me tiraba hacia el lado opuesto a donde estaba él, forcejeando con mi cuerpo contra el suyo.

- No, no es eso, ni siquiera te puedo ver bien la cara – le contesté aflojando un poco la tensión que le oponía.

- Después si quieres te mando una foto mía, pero dame un besito, si? – me dijo en un tono que me gustó, porque me ganó por pura simpatía e por insistente.

- No, pero bue . . .muak mmm – me hizo abrir los labios al presionarme con los suyos abiertos, con su lengua afuera, sus bigotes gruesos, gordos y tupidos pinchando mis labios, a la vez me inundó con su saliva y eso si me gustó.

Que cosa que me gusta los hombres que cuando te besan te llenan de saliva la boca, la cara, te lamen como un perrito, eso me mata y eso fue lo que me hizo Benito. Fue nada más que besarme, abrazándome con fuerza y sin pérdida de tiempo, me hizo girar sobre el sillón colocándome de espalda contra él, quedé yo de costado y él también de costado detrás de mí, en posición de cucharita.

Pasó sus brazos por mi cintura, desde su posición, me desprendía el cinturón, el pantalón y bajaba mi ropa a toda velocidad, sin pedir permiso, como si se acabara el mundo y mientras lo hacía se me aproximaba y me arrastraba contra él, con claras intenciones de penetrarme. Benito también se había bajado sus pantalones, hasta la rodilla, no le importaba estar donde estaba, rodeado de gente, que por supuesto no se ocupaba de nosotros sino de sus propias cosas.

Sentí que Benito me apoyaba su verga y me decía al oído cosas procaces.

- Ah putito, tienes la cola dilatadita, que habrás estado haciendo por ahí, eh? – me decía, mientras trataba de penetrarme dando pijazos al voleo, que pegaban en mi raya arriba o debajo de mi orto, sin acertar en el punto justo. Los intentos fallidos se sucedieron, hasta que le tomé la verga pasando una de mis manos hacia atrás y la llevé hasta el lugar justo. Fue algo bruto Benito, porque no había terminado de ubicarla que pujó con fuerza y me la metió prácticamente toda de un tirón.

- Ay, bruto, mmm, despacio por favor, que es mi cola – de nuevo solté involuntariamente un grito de dolor, pero muy justificado, porque Benito se me tiró encima y sino hubiera estado dilatado como lo estaba, seguro me desgarraba el ano.

- Disculpa, pero no seas tan mariquita, que no la tengo tan grande, calla que nos empieza a mirar la gente, es un papelón, mmm, pero que me importa – continuó con sus besos y lamidas y yo me amoldé a sus embestidas, que no eran fuertes pero si muy seguidas.

La verga de Benito era gruesa, la sentía por eso, por su grosor, no por su largo. Sentía algo raro en los movimientos de Benito, que descubrí enseguida. Era otro par de brazos que llegaban hasta mi cuerpo y que tenían a Benito aprisionado.

Se había convertido en el jamón del sándwich, porque estaba acomodado entre otra persona y yo. La tercera persona, era el individuo que estaba con el torso y cara tapadas, que se lo estaba cogiendo a Benito, aprovechando que éste se había bajado los pantalones hasta la rodilla, dejando su cola al descubierto mientras me penetraba a mi.

- Ah pero que bueno está esto – decía Benito, que me daba a mi y se la daban a él al mismo tiempo – vamos a movernos juntos chicos, mmm ah vamos, vamos, mmm ah.

- Si, que lindo el trencito – le dije yo, Benito me mordía el hombro, la espalda, la oreja y me bombeaba acompañando los bombazos que le daban a él.

- Ves que yo no grito como tu mariquita – me decía Benito – hay que saber aguantar, así, así, así.

- Está bien Benito, mmm dame más, dame, vamos, no te quedes, mmm ah.

Mientras estábamos cogiendo Benito me había preguntado si yo quería cambiar de posición con él, es decir, si yo me lo quería coger un poco a él. Le respondí que no, porque era solo pasivo, así que siguió dándome verga hasta que su compañero acabó dentro de él y ahí nos desenganchamos sin que él hubiera acabado, se lo notaba agotado, sobre todo se podía sentir su respiración muy agitada, tal vez por su gordura y también por su edad.

Yo me di vuelta para bajarme y hacerle una mamada a Benito, para dejarle la verga bien limpia, lo que era una especialidad en mí y debo confesarlo un gusto muy grande.

Mientras nos reacomodábamos me llevé una sorpresa, la persona que estaba con la cara y torso cubiertos era Rodrigo. Me contó que desde que perdió a Marcelo se había enganchado con Benito y no se movió en toda la noche de su lado.

- Bueno, aquí estamos Fede – me dijo – al final nos volvimos a juntar.

- Si, así es – le contesté – no sabía que eras activo – agregué.

- En realidad soy versátil – me respondió.

- Entonces Ustedes se conocen – intercedió Benito – no tengo que presentarlos.

- No, para nada, vinimos juntos, trabajamos juntos, somos viejos conocidos.

- Y cogen juntos, jajaja – agregó Benito.

- Bueno, ahora podemos sumar eso a nuestra amistad – dije yo.

- Dale, hagamos algo más, quieren chicos? – nos dijo Benito – o quieren otra cosa?

- Por mi me adapto a lo que les guste hacer, además de pasivo, soy sumiso – les dije por si tenían dudas.

- Bueno entonces te haremos la fiestita a ti – propuso Benito.

- Está bien, pero con cuidado, despacito o grito – les dije a modo de broma.

- Ponte al medio, entre nosotros – dijo Rodrigo.

Me acomodé al medio, pasando por arriba de Benito, me senté apoyando mi espalda sobre el cómodo sillón, para tomar con ambas manos las vergas de los hombres que tenía a mis lados. La pequeña, corta y gruesa de Benito y la de Rodrigo. Esta última estaba caída, lánguida, era bastante más larga que la de Benito, pero más fina, se sentía que corría sangre por ella, porque de solo tocarla se endurecía rápidamente.

Rodrigo se movió y tuve que soltarla cuando estaba tomando un buen tamaño, porque Benito me hizo girar el cuerpo para que pudiera penetrarme. Me acomodé para facilitarle la tarea a Benito y me agaché hasta alcanzar la verga de Rodrigo para poder chupársela.

Me daba un poco de vergüenza lo que estaba por hacer, porque a Rodrigo lo consideraba mi compañero de trabajo y si bien ambos sabíamos que éramos gays, entre nosotros no había esa comunicación o intimidad necesarias para llegar a esto. De todos modos supuse que no se iba a escandalizar, ya habíamos estado haciendo algo juntos, aunque sin saber ni el uno, ni el otro, que estábamos formando parte de la misma cama.

No fue más que sentir que la verga de Benito me estaba penetrando sin mayor dificultad, que me estiré un poco y atraje a Rodrigo hacia mí, para poder mamarle la pija. Ya cuando la acaricié parada como estaba sentí algo familiar en esa verga, pero no quise decir nada, así que seguí con lo mío y me la metí en la boca.

La empecé a chupar y ahí sí, supe que estaba en lo cierto con la verga que me estaba tragando, porque me entraba derechita y me rozaba el paladar como si estuviera quebrada. La saqué de mi boca como queriendo tomar aire y la acaricié con mis manos recorriéndola en toda su extensión. Y si, ya no tuve más dudas, la verga de Rodrigo era la de la persona que llevaba Marcelo a nuestro cuartito de atrás, en la librería, cuando me hacía poner la bincha, para que no lo reconociera.

Me detuve y se lo dije a Rodrigo.

- Esta verga la conozco, la conozco de la librería o me equivoco Rodrigo?

- No, no te equivocas, no sabes lo bien que la he pasado siempre contigo y con Marcelo, es él el que no quería que supieses que yo era la tercera persona, ya te lo estaba por decir.

- Llegas tarde, lo descubrí yo solito – le dije.

- Bueno sigue chupando como en la librería, que lo haces muy bien – me contestó Rodrigo, apretando mi cabeza contra su vientre.

- Entonces ya te lo habías cogido antes a este putito? – le pregunto Benito a Rodrigo.

- Si, pero sin que él lo supiera, el novio de él es mi jefe y me invitaba siempre para hacer un trío, pero para que fuera más excitante a Fede le tapaba los ojos con una bincha, lo que le agregaba el morbo de no saber quien se lo estaba cogiendo.

- Buenísimo, el sexo es así, para vivirlo al máximo.

MARCELA   ( marce459@live.com.ar )