MI HERMANA Y YO - Final

Mi hermana y yo somos dos almas gemelas, a las dos nos gustan las mismas cosas.

Me pasé a la sala en donde estaba el padre viendo la televisión, relajadamente acomodado en su sofá, esperando que yo estuviera lista. Entré silenciosamente y se dio cuenta de mi presencia al instante. Al verme se frotó sus ojos para observarme mejor, no podía creer lo que estaba viendo, mi transformación de chico a chica no se la esperaba de esa manera.

  • Te das cuenta que te sienta mejor la ropa femenina que la masculina, eres una mujer, puedes salir a la calle que nadie dudaría que lo eres.

  • Gracias padre, Usted sabe que siempre me sentí así, me conoce desde muy chico.

  • De ahora en más serás una niña para mí, porque esa es tu verdadera identidad.

Desde atrás, apoyada en la puerta Claudia miraba la escena y se felicitaba por el trabajo que había hecho de maquillaje y vestuario, la transformación había sido perfecta. Ella sabía mucho de esta historia.

  • Me alegro que me considere así, me siento muy bien de esta forma padrecito – le contesté, alisando el vestido, feliz de sentir que podía gustar tanto.

  • Bueno entonces, ahora hazme sentir bien a mi, ven, acércate y dame esos mimitos tan lindos que tu sabes hacer – el cura aprovechó la situación sin dejar pasar un solo minuto.

Además no le importaba que estuviera Claudia apoyada en la puerta mirando la escena, no pensaba desperdiciar la ocasión, ya me había tenido en otras oportunidades, solo o en compañía de mi hermana, pero ahora era distinto, había una extraña (al menos para mí).

Yo lo miré a él y me di vuelta mirando a Claudia, que seguía apoyada en la puerta mirándonos a nosotros, creo que más a mí por la obra que había hecho.

  • Que miras tanto? – me dijo el padre – Claudia no se va a escandalizar porque lo que hagamos nosotros, ven pequeña y muéstrale a esa mujer que está tras tuyo cuanto me quieres.

Me acerqué despaciosamente al cura y cuando estuve al alcance de su mano, me tomó y me atrajo hacia si, haciéndome agachar para estar a su altura. Yo desde el piso, estaba acuclillada entre sus piernas, mientras el muy cerdo levantaba su sotana para mostrarme que bajo ella no había más que desnudes.

Se acomodó mejor, tomó sus huevos para que quedaran bien sueltos sobre el tapizado del sofá y alargó su verga tirando hacia arriba y hacia abajo la piel que la cubría, para que la cabeza quedara bien expuesta a mi vista, bien fuera de su envoltorio natural. El cura sonreía, impaciente y se relamía ansioso por mis caricias.

  • Anda niña, chúpala que no doy más, no te preocupes por Claudia, es de la familia, considérala como tu hermana mayor.

  • Mmm bueno padre, déme que glup glup glup splash splash mmm ahhh, no pierde el tiempo Usted, no?.

  • Parece que esta niña sabe lo que hace – dijo Claudia desde atrás mío.

  • Es una delicia como la chupa, me va a hacer quedar bien, descuida, ahh.

  • Me encantó la colita que tiene, la muy perra, está para darle por todos lados – le decía Claudia.

  • Y no sabes como se la traga, ya lo vas a ver con tus propios ojos, Clau.

Mientras ellos hablaban de mi, yo seguía mamándole la verga hasta que cuando lo sentí temblar, no supe si seguir chupándosela para hacerlo acabar o detenerme. Por suerte él notó mi indecisión y su proximidad a largar la leche y optó por quitarme la pija de la boca, para dármela por mi cola.

  • Vamos, acuéstate acá, no, no te quites el vestido, solo levántate la falda que te cojo así como estás. Anda, corre la tanguita a un lado que no doy más, te la quiero poner ya mismo, perrita.

  • Mmm bueno, pero por favor, póngame cremita padre, para que no me duela.

  • Que maricona que eres, mi niña, a ver Claudia, alcánzame el pomo de lubricante.

  • Acá está padre, déjeme que se lo pongo yo – dijo Claudia, para lo cual el cura se corrió un poco y ella me metió crema en los alrededores de mi orto y con uno de sus deditos me metió un poco adentro. Por supuesto que luego se untó la mano con lubricante y le acarició la verga al cura, hasta dejarla bien patinosa.

No fue más que ella se corriera de la escena, para que el padre Marcos se apoyara con su verga en punta sobre mi orto y de ahí para adentro fue un solo paso, porque la cabeza entró ni bien la puso sobre mi culo y el resto se deslizó sin mayores inconvenientes, sin que yo tuviera que sufrirlo como en otras oportunidades.

  • Ahh, mmm, que bueno, como entró todita y de un solo empujoncito – le dije.

  • Es que te me estás poniendo muy putita, mi niña – me contestó el cura.

  • La verdad que esto de vestirme así, me produce mucho morbo y me pone muy caliente.

  • Me alegra, toma puta, toma niña puta, ahh ahh ahh ahh que bueno – el cura se puso a darme un mete y saca infernal, todo lo que no sufrí con la penetración, temí que lo fuera a pasar ahora.

Pero no, el placer fue superior a la violencia con la que me estaba martillando mi culito el padre y pude soportar magníficamente la penetración, hasta que finalmente lo sentí venir, temblaba muy fuerte y hasta pegó algún que otro gritito de placer. Y después se desplomó sobre mi cuerpo, dándome la oportunidad de gozarlo al máximo. Sentí muy bien como descargaba su leche calentita dentro de mi culo, lo que me provocaba un cosquilleo hermoso, pero no hay felicidad completa.

Me inquietaba la presencia de Claudia, solo por momentos, sentía que estaba muy encima y me observada en todo lo que hacía o decía. No me di cuenta cuando la muy perra se masturbó atrás nuestro, se había colocado una manta sobre el cuerpo para taparse y así se mantuvo hasta que alcanzó el orgasmo, instantes después de que terminara el padre Marcos. Ahí pude sentir sus gemidos, era evidente que se calentó de vernos a nosotros.

No obstante la presencia de la mujer que sentía que me observaba, continué relajada bajo el cuerpo de mi amante hasta que éste se dignó levantarse. Yo me incorporé a su lado, bajando mi vestido, acomodando mi cabello, porque lo tenía todo revuelto, cuando el cura dijo:

  • Quien se va a hacer cargo de limpiar mi herramienta?

  • Me parece que tiene que hacerlo quien la estuvo usando – se apuró a decir Claudia.

  • Pues entonces te toca a ti esa delicada tarea, mi niña, a ver como lo haces, eh?

Me arrodillé a sus pies y me dispuse a limpiarle la verga y lo hice tan delicadamente que el cura se volvió a calentar de nuevo y tenía ganas de otra vuelta. Presumía yo, que después de darme a mí por la boca y por el culo, ahora sería el turno de darle a la puta de Claudia, para que ella también sintiese lo que era tener que aguantarse al padrecito.

Pero me equivoqué en mi presunción. Primero que Claudia ya lo conocía de sobra al hombre de la casa y segundo que el cura estaba enloquecido conmigo y al verme tan dispuesta en la limpieza de sable, consideró oportuno ponérmela de nuevo.

Así fue que luego de que le chupara los huevos y la verga para limpiarle la zona, tuve que seguir mamándosela hasta hacérsela parar y cuando la tuvo bien parada, el tipo no dudó y me hizo poner boca abajo en el sofá para clavarme de nuevo.

  • Ay no, pero no está cansado padrecito, de nuevo me va a doler mucho, no, padrecito – me quejé y mientras lo hacía miraba hacia el lado de Claudia para ver si el cura se daba cuenta que estaba ella ahí – además todavía no me limpié, estoy llenita de su leche.

  • Mejor así, porque la lechita me sirve de lubricante, vamos abre las piernitas que te la pongo, mi niña – me respondió, sin escuchar nada de lo que le dije.

  • Está bien, ajj despacio si, ahhh mmm – el cura me clavó sin compasión, miré hacia adonde estaba Claudia y noté que se tapaba nuevamente con la misma manta, se dio cuenta que la había visto, lo cual no hizo más que envalentonarla en contra mío.

  • Que miras pequeña? Atiende a tu hombre, quieres? – me contestó la muy puta de Claudia, en sorna sabiendo que el cura estaba de su parte siempre.

  • Toma perrita – me dijo el padre Marcos y me dio tremendo pijazo que me hizo quedar empotrada en el sofá – toma, toma, quieres jugar, toma, ahh.

Comenzó el padre Marcos un mete y saca violento, que me hicieron ver las estrellas, para mi suerte, el tener la cola llena de leche, hacía que su verga se deslizara sin dificultad y no me doliera tanto. Además estaba muy dilatada y jugaba a mi favor que el cura estaba cansado, no tenía la energía del primer polvo.

Pero lo más interesante vino después, cuando Claudia se animó y se acercó a mi, en realidad a nosotros, para que yo lamiera sus piernas, mientras el cura me cogía por el culo. Por supuesto que previamente le pidió permiso al padre para acercarse y éste se lo permitió.

  • Padre, me gustaría que la niña me besara las piernas y todo lo demás, puedo acercarme?

  • Desde ya que puedes, pero antes baja la luz, que la sala quede en penumbras, es más romántico no te parece?

  • Si padre, como Usted lo prefiera – contestó Claudia y antes de acercarse a mi, apagó la luz y quedó el ambiente iluminado por lo que entraba desde el pasillo.

Claudia se acercó a mi, a nosotros en realidad, puso su cara en frente a la mía y me besó en los labios, en las mejillas, acariciaba mis brazos que tenía estirados hacia delante y recorría mi cara y cuello con su lengua, yo no podía corresponder sus besos, porque el padre me tenía clavada y con el mete y saca, dificultaba mi respiración normal.

No obstante en cada pasada de un lado a otro de la cara, la lengua de Claudia la pasaba sobre mis labios y yo, involuntariamente sacaba mi lengua afuera para cruzarla con la de ella, lo que le gustó al padre que veía esto desde arriba de mi cuerpo.

  • Has que te chupe las piernas, quiero ver como lo hace, Claudia, vamos – dijo el padre.

Y Claudia se quitó la pollera que llevaba puesta, la ropa interior también, lo cual no pude ver por la oscuridad del ambiente, pero si sentir los movimientos que la mujer hacía, para despojarse de su ropa, para que yo le hiciera sexo oral mientras el cura me cogía cada vez con más fuerza.

Grande fue mi sorpresa cuando tuve rozando mi cara el sexo de Claudia, al principio no entendí bien que pasaba y enseguida comprendí que la mujer y yo éramos dos almas gemelas. Porque el sexo de ella era el mismo que el mío y lo que ella me refregaba en la cara era una verga, una hermosa verga que de inmediato metí en mi boca y arrancó en mí, además del placer de chuparla, una sonrisa que creo debe haber iluminado la habitación.

  • Mmm me encanta chupar tu sexo Clau glup glup glup splash splash glup mmm – le dije a quien era tan mujer como yo.

  • Ahora me quieres un poco más, pequeña? – me dijo Claudia.

  • Si, ahora te voy a querer mucho – le contesté e inmediatamente el cura empezó a acabar dentro de mi colita.

  • Ay pero que bueno, que mis chicas se entiendas, ahh mmm – dijo el padre.


Esa noche cuando le conté a mi hermana todo lo que había vivido y como había terminado la noche, Marita no lo podía creer.

  • Es increíble todo lo que te tocó pasar hoy y finalmente te enteras que la asistente del cura es una chica travesti.

  • Si, pero si no hubiera pasado lo que te conté, jamás hubiera pensado eso. Tienes que ver lo femenina que es, estuvimos juntas un buen tiempo, yo tendría que haberme dado cuenta de ese detalle y no lo hice.

  • Bueno, cuando tu te vistes de nena, no hay quien pueda decir que no lo eres, no olvides eso – me dijo mi hermana, lo que me puso muy contenta.

  • Por eso te quiero hermanita, eres muy buena conmigo.


Finalmente llegó el amigo del padre Marcos, me hizo llegar una invitación a cenar en su vivienda tras la parroquia.

  • Puedes venir con tu hermana, si quieres invitarla, será tu decisión – me dijo – solamente dile que será una cena muy especial, para que después no haya sorpresas.

  • Está bien, le diré y por supuesto si me acompaña, ella ya sabe como son estas cosas, no se preocupe.

  • Me gustaría mucho que viniese, si quieres saber cual es mi opinión al respecto – me agregó el padre Marcos.

El tema lo hablé bien claro con mi hermana, aunque no era ninguna tonta, ella sabía que ir a ese tipo de reuniones, implicaba una complacencia sexual de su parte. Al padre Marcos ya lo conocía de sobra, a mí más que a nadie, le intrigaba como sería el padre Renato y la chica-chico que era Claudia.

Y bueno, se dijo, porque no, no tengo nada que hacer, no creo que me pase algo que no haya hecho antes, una nunca sabe como terminan estas reuniones.

Claudia me había dado la ropa que tenía que llevar puesta el día de la reunión, incluyendo la lencería, perfume, zapatos, cartera y hasta el maquillaje. Me indicó también como debía ir peinada, por supuesto que gracias a mi hermana, pude quedar tal como me habían pedido.

Cuando bajábamos en el ascensor para irnos hacia nuestro destino, nos cruzamos en el palier con un par de muchachos que vivían en el piso de arriba nuestro, con los cuales siempre nos saludábamos. Ellos saludaron a mi hermana y a mi no me conocieron, lo cual era una buena señal.

Más tarde cuando viajábamos en el taxi, el conductor no dejó de mirarnos las piernas y trataba de escuchar lo que hablábamos, estoy segura que él también me confundió con una chica.

Llegamos a lo del padre Marcos, nos recibió Claudia, se la presenté a Marita.

  • Claudia, esta es mi hermana, Marita. Marita, Claudia es la asistente del padre – fue mi presentación.

  • Mucho gusto – dijo Claudia.

  • Encantada – le respondió Marita y pasamos a la sala en donde nos esperaban el padre Marcos y su compañero de estudios el padre Renato.

  • Ah, pero que bueno que han llegado mis invitadas – dijo el padre Marcos repartiendo sus manos entre el cuerpo de mi hermana y el mío, no sabía que tocarnos, porque nos rozó, nos pellizcó y nos acarició hasta el cansancio.

  • Buenas noches, nos estaban esperando – dijo mi hermana, para tratar de parar la efusividad que demostraba el padre Marcos, mientras su amigo nos miraba desorbitado de arriba abajo, desnudándonos con sus ojos.

  • Pero vengan que les presento al padre Renato – dijo el padre Marcos y ahí se nos vino encima su amigo, que impresionaba por su cuerpo y más que nada su estatura.

Yo me lo imaginaba un tipo grandote, me equivoqué, era más grande de lo que había pensado que podía ser. Y cuando nos saludó, yo creí que ahí mismo me partía todos los huesos, que manos fuertes, que brazos, que pedazo de hombre.

La primera impresión me gustó, pero a medida que pasaban los minutos y hablábamos y lo iba conociendo mejor, me entraba un sustito que no puedo explicar.

Suponía que el tipo ese que tenía enfrente y más tarde a mi lado, se iba a acostar sobre mi cuerpo, que lo iba a tener encima mío y eso me ponía por demás temerosa. Como sería él en la intimidad, me preguntaba.

Y si tenía una herramienta proporcionada al tamaño de su cuerpo, lo cual era lo más seguro, me desgarraría la cola, porque no me veía convenciéndole que lo mejor era hacer sexo oral y listo. No, el tipo se me vendría con todo y me pediría la cola y nunca supe decir que no a esa pregunta.

Estaba en un dilema. Traté de serenarme, de concentrarme un poco más en la charla que estábamos teniendo y por momentos me la perdía, pensando en esto y en lo otro. La veía a Marita riéndose de lo que hablaban, totalmente relajada, igual que mi hermana, estaba Claudia, despreocupada, así que la única persona que estaba tensionada era yo.

Dije basta, no puedo seguir así y me metí a charlar de lo que hablaban, no pensando más en lo que venía después de la cena. Además me animé a tomar algo más de lo habitual, lo que me sirvió para aflojarme bastante, tal vez un poquito más de la cuenta.

Después de la cena, el padre Marcos le pidió a Marita que la acompañara a ver unas fotos, por lo que Renato se concentró más en mí y al poco tiempo, Claudia nos abandonó también. Quedé sola con el padre y éste se me vino encima como una tromba.

  • Al fin solos – me dijo y se reía de ocurrencia.

  • Es verdad, jaja – le contesté, tratando de ser simpática con él.

  • Entonces tu le conoces de sobra al padre Marcos, verdad? – me preguntó.

  • Lo conozco desde que era chiquito – le contesté.

  • Chiquito? – me dijo mirándome fijamente.

  • Vamos padre, que Usted sabe que nací varón.

  • Si, chiquita, lo sé, me lo dijo Marcos. Sabes? me calienta mucho tu forma de ser.

  • Mmm.

  • Ven más cerca, vamos, dame tu mano pequeña – se me tiró con todo.

Le alargué apenitas mi mano y la tomó con una de las suyas y la envolvió, la tenía calentita, me acariciaba con una presión muy agradable, la dejó apoyada sobre su muslo y me tomó de los hombros para atraerme hacia él. Me apretó contra su pecho, mientras me besaba la cabeza, la frente, el cuello y por último la boca, metiéndome su lengua que derramaba saliva y calor.

Bajó con una de sus manos por la espalda hasta alcanzar mi cola y siguió bajando con la mano hasta que pudo meterla por debajo de la falda, tocando mis piernas y llegando hasta mi tanguita. La enganchó con uno de sus dedos y tironeaba para abajo, mientras yo muerta de la calentura le habría las piernas en señal de sumisión a su voluntad.

El tomó luego mi cabeza y la empujó hacia abajo, para ponerla a la altura de su vientre y cuando me quise dar cuenta, tenía ante mí a la verga más grande que mis ojos habían podido ver. Era la verga de un burro, mi presunción en este caso, no había fallado, el tipo tenía una gran verga, no menos de25 centímetrosy calculo que 6 de espesor, lo cual era mucho para mi cuerpito.

Me quedé dura, le tomaba la verga con las dos manos y la pajeaba para ponerla dura, sin saber hasta donde llegaría esa noche.

  • Te gusta mi verga putona – me dijo.

  • Me encanta, en mi vida vi una tan grande, mmm es hermosa, que bien huele.

  • Entonces chupa un poco, que eso me gusta.

  • Será un placer, glup glup glup splash splash mmm, riquísima mmm glup.

  • Ya me había dicho Marcos que eras experta mamadora, que nadie se la chupa como tú lo haces.

  • Glup glup splash mmm.

Fue una delicia chupar esa pija tan grande, tan linda, tan dura, lo hice con el mayor placer, estaba feliz de hacerlo. El problema fue después, cuando Renato me pidió que no lo hiciera acabar porque quería probar mi colita.

  • No padre, mi colita no, no me cabe su cosita adentro, es muy grande padre, mejor acábeme en la boca que me gusta tragar la lechita.

  • Que no ni no, si te pido la colita, te das vuelta y me la entregas, pequeña o prefieres que te lo haga por la fuerza, eh? – me dijo el cura sacándome la verga de la boca y amenazándome con violarme si no me dejaba.

En ese momento del susto que me hizo dar, se me ocurrió pedir ayuda. En el otro cuarto estaban mi hermana, el padre Marcos y Claudia. No pensaba dejarme hacer la cola por semejante bestia de persona.

  • Padre le digo que no, Usted es muy grande para mi cuerpo, déjeme por favor – le supliqué pero el efecto que surgió fue contrario a mi pedido.

  • Levanta tu pollera y date la vuelta o te juro que te la meto por la fuerza – ya el padre Renato mostraba signos de estar desencajado por mi negativa.

  • Padre Marcos, Marita – grité, pidiendo ayuda – por favor vengan.

Por supuesto que en forma inmediata no vino nadie, ya que estaban muy compenetrados en sus cosas. Entre el padre Marcos y Claudia se estaban cogiendo a mi hermana de todas las formas posibles e imaginables.

Mientras el padre le daba por adelante, Claudia se la ponía por atrás, luego cambiaban y mi hermana feliz, por lo que estaba recibiendo y gozando.

Pero finalmente mis pedidos de ayuda fueron escuchados, algo tarde porque el padre Renato me había acostado boca abajo, tapándome la boca con una de sus grandes manos, mientras con la otra enfilaba su gruesa verga hacia el interior de mi colita.

  • Ayyy, mmm – yo me sacudía y movía para impedir que me penetrara, pero el cura tenía su oficio y además había encremado bien toda mi cola y su verga, por lo que la cabeza se habría camino en mi interior sin piedad.

Me quedé dura al sentirme penetrada, fue la misma sensación que tuve cuando me la pusieron por primera vez, pero con mucho más dolor. El cura no se conmovía por mis quejas y seguía pujando por meterla más con cada puja que hacía. Finalmente me sacó la mano que tapaba la boca y pude respirar mejor.

  • Ay, me duele mucho, por favor no, sáquemela padre, por favor, mmm.

  • De ninguna manera, eres una niña muy puta, ya me lo había anticipado Marcos, así que mejor relájate – me contestó.

Y mientras él seguía perforando mi cuerpo con su terrible poronga, entraban Marita, el padre Marcos y Claudia, a ver que me pasaba que gritaba tanto y a que se debía mi llamado.

  • Porque gritas tanto? – me preguntó Marita sin darse cuenta que me la estaban poniendo contra mi voluntad.

  • Porque no quiero que me la ponga, quiero que me la saque, me está haciendo doler mucho – le contesté – me está cogiendo contra mi voluntad, me está violando, no te das cuenta?

  • No parece – dijo Claudia – se te ve muy bien así.

  • Yo no diría eso – agregó el padre Marcos.

  • Lo dices en serio? – me dijo al oído Marita.

A esta altura de los acontecimientos, mientras ellos me hablaban, el cura Renato ya casi había terminado de meter su pija dentro de mi culo y yo me acostumbraba a esa situación, por lo que me relajé y cerré mi boca, ya que nadie me comprendía.

Pero no fue por mucho tiempo, ya que el padre Marcos me ofreció su verga para que se la chupe, así con la boca llena, no iba a hablar más.

  • Glup mmm glup mmm.

Marcela   ( marce459@live.com.ar )