Mi hermana y yo

Fede es un chico que va descubriendo su sexualidad de la mano de su hermana, ambos recorren un mismo camino

MI HERMANA Y YO

Me llamo Federico, me dicen Fede, vivo mi vida a la velocidad que puedo, tratando de ser una persona feliz, en eso si me esfuerzo mucho. Toda mi vida la viví dentro del seno de una familia tradicional, que quiero decir con tradicional? Pues que todos los integrantes de la familia, además de ser buenas personas, son heterosexuales, no existen desviaciones de ningún tipo.

Y bueno, así crecí, teniéndome que tomar algunas licencias en forma oculta, ya que mis preferencias sexuales debía ocultar y lo lograba finalmente, pues muy pocas personas supieron en aquellos tiempos cuales eran mis gustos verdaderos.

Entre esas personas, creo que la primera en enterarse fue mi hermana mayor, Marita. Con ella jugaba mucho a todo lo que se daba, Marita me lleva tres años y de chicos los más grandes son los que deciden y a decir verdad, toda mi vida yo fui una persona sumisa. Entonces los juegos trataban de muñecas, jugar a las visitas, a la maestra y sus alumnos y al infaltable "doctor". En este último juego yo siempre hacía de enfermo y era a mí a quien le tenían que dar la “inyección”.

Una tarde le dije a mi hermana para mejorar el nivel de juegos, porque no me prestaba alguna de sus ropas, para que pudiera hacer de amiga de ella o de su hermana menor. Lo primero que hizo fue vestirme de nena, tendría yo para ese tiempo doce años, aproximadamente. Acto seguido, fue salir corriendo y llamar a mi madre, para que me viera y supiera que su hijo era un mariconazo de aquellos. Pero el tiro le salió por la culata, porque mi madre no le prestó atención, solo me pidió que no usara más la ropa de mi hermana.

Pero a mi eso de vestirme con ropas femeninas, me encantó y fue entonces que tomaba ropas de mi hermana o de mi madre y a escondidas o cuando estaba solo en casa, me las ponía, además le había agregado un ingrediente más: el uso de zapatos de tacos altos, en primera instancia y luego maquillaje, empezando por pintarme los labios, luego los ojos y así seguir hasta que nuevamente fui sorprendido y esta vez sí, me ligué una linda pateadura, de parte de mi madre.

Con este estado de situación, mi madre no tuvo mejor idea que hablar el tema con el cura de la parroquia adonde asistíamos a misa los domingos sin falta.

- Me gustaría poder charlar con tu hijo - le dijo el padre Marcos a mi mamá y así empecé a concurrir a visitar al cura a la sacristía, los lunes, miércoles y viernes, después de la clase de inglés.

El padre Marcos luego de cerrar la puerta, tomó asiento en una silla - hamaca y me pidió que me parase frente a él, mientras se hamacaba, para contarle con pelos y señales mis juegos con Marita y el porqué de mi gusto por usar ropa femenina. Por supuesto que tuve que explayarme abundantemente en el caso del juego del doctor, contando con quien jugaba además de mi hermana, quien ponía las inyecciones, quien las recibía, en que consistía poner inyecciones, etc etc, muchos detalles quería tener el padre Marcos, para poder luego mediante su palabra, curarme de los males que yo tenía.

Cuando ya consideró que sabía bastante de mí, de mi hermana Marita, de mis vecinos y compañeros de juegos, el padre Marcos rompió el silencio y se dispuso a hablar. Para ello ya habían transcurrido tres sesiones, estábamos en la cuarta, cuando fue que ocurrió lo siguiente.

- Fede, Fede, Fede, ya he escuchado suficiente, me has contado todo cuanto quería saber. Hoy voy a hablar yo, pero necesito saber si me has ocultado algo o estoy enterado de todo? - con eso empezó mi sesión de aquel día, como siempre yo parado frente al cura y él hamacándose.

- Yo le he contado todito Padre, no le he ocultado nada - le respondí entre compungido y avergonzado.

- Entonces ahora actuaré yo, tu responderás mis preguntas y harás lo que te diga, me has entendido hijo? - me dijo el padre deteniendo por una vez su sillón hamaca.

- Si Padre, lo que Usted diga - sentía mucho miedo, tenía la certeza de que algo había hecho mal y me podría caber un castigo.

- Acércate Fede, apoya tu pecho sobre mis piernas y desprende tu pantalón, me es necesario hacerte una revisación - me dijo el padre Marcos, abriendo sus brazos hacia donde yo estaba parado, como atrayéndome hacia él.

Yo me acerqué y antes de apoyar mi pecho sobre sus piernas, aflojé el cinto de mi pantalón, que tuve que tener con una de mis manos, porque se me bajaba solito. El cura, apoyando una mano sobre mi espalda, presionó mi cuerpito sobre sus piernas, que tenía entreabiertas. A la altura de mi estómago, sentía la presencia de algo duro, que no sabía bien que podría llegar a ser, que estaba según yo creía en los bolsillos de la sotana del cura, pero no era así, la dureza esa era la de su verga, que el sacerdote no podía dominar o tal vez, no lo quería hacer. Pero eso lo supe mucho tiempo después, en esa época de mi vida, era todo inocencia.

Una vez que estuve en la posición que el cura pretendía, con una de sus manos me bajó el pantalón y la ropa interior, dejando mi colita al descubierto, la que acarició tiernamente mientras yo sentía la "cosa" esa que cada vez se notaba más dura y ahora claramente se movía a la altura de mi vientre. Con sus manos, separó mis cachetes del culo, pidiéndome que lo ayudara con mis manos a mantenerlos separados, para que su visión de la zona sea lo más clara posible.

- Así está bien Padre? - le dije al cura, mientras me esforzaba al máximo para mantener mi culito bien abierto, para su mejor visión.

- Si, pero es necesario que no te muevas - me dijo, mientras yo sentía que el bulto ese bajo mi vientre ahora se movía con cierto ritmo.

- Hay algo que siento Padre - traté de decirle, pero el cura se molestó y me cortó drásticamente.

- Que te quedes quieto te he dicho, no te puedo revisar si te mueves de esta forma - me dijo y me quedé inmóvil, atemorizado.

Al rato sentí algo húmedo sobre mi cola y uno de los dedos del cura, esparciendo esa humedad sobre la raya y pujando sobre mi ano. El cura me había escupido sobre la zona que revisaba, luego mojó la punta de su dedo índice para penetrarme, pero al no tener dilatación no pudo meterlo, ya que se contraponía el grosor del dedo, con la sequedad y la extrema estrechez de mi ano. El cura no se quiso arriesgar a provocar algún desgarro y solucionó su calentura frotándose disimuladamente contra mi cuerpito, hasta que pudo acabar, dejándome de esa forma libre de pecados.

Por supuesto que se encargó de asustarme con Dios y todos los santos, si algo de lo que habíamos charlado trascendía o si la "sanación" que él me había aplicado, la ponía en conocimiento de mi familia.

- De esto que hemos charlado, nadie debe estar enterado, tu de ahora en adelante debes tener presente que me tienes a mi para cualquier consulta que quieras hacer, yo sabré aconsejarte acerca de que es pecado y que no lo es - con esto el cura cerró su actuación por ese momento de mi vida y de ahí en más yo no volví a meterme en problemas, justamente por miedo a tener que volver a "terapia".

Con Marita no volví a jugar, además ella al poco tiempo se puso de novio con un chico de la vecindad y ese noviazgo solo se interrumpió cuando conoció a otro chico y después a otro y así siempre estuvo mi hermana en estado de permanente noviazgo. Es que ella era en su adolescencia una chica hermosa y porque no decirlo, bastante de querer entreverarse con uno hasta que encontrar a un reemplazante y así se la pasó, hasta que cumplidos los veinte años quedó embarazada y ahí sentó cabeza.

Pero mientras eso no sucedió, yo viví al lado de Marita muy intensamente, porque al principio para que ella pudiera salir con chicos, yo le tenía que hacer "compañía", lo que tenía a veces sus ventajas. Una de ellas era que los muchachos que la pretendían, debían congraciarse conmigo para poder llegar hasta ella. Una vez que tenían llegada, debían mantenerme siempre contento para que yo les diera la oportunidad de una buena franela, que a veces llegaba a cosas mayores, como ser el día que Marita perdió su virginidad. Por supuesto que para aquel entonces mantenerme contento a mí, implicaba convidarme helados, refrescos o cosas por el estilo.

Volviendo al tema de la noche que mi hermana perdió su virginidad, Marita estaba saliendo con un chico que se llamaba Damián, un morochito dos años más grande que mi hermana, un lindo tipo de hombre, alto, simpático, de ojos grandes, lo que se dice un buen mozo. Con él salimos una tardecita, ya llegando las primeras sombras de la noche y fuimos directo al parque, al sector parejas.

Este parque estaba precedido por una plaza de juegos infantiles, adonde las familias llevaban a sus niños a disfrutar del aire libre y los juegos. Por detrás de esta plaza, surcada de caminos y senderos, se encontraba el parque que con su espesa vegetación y con la gran cantidad y variedad de árboles, creaba el lugar ideal para los enamorados. De ahí que se le llamaba el parque del amor, el cual estaba vigilado por patrullas de seguridad, que lo transitaban para evitar desbordes.

En esa oportunidad Damián pasó a buscar a mi hermana en el auto de su padre y conmigo sentado en el asiento posterior, nos fuimos a dar un pequeño paseo, que terminó precisamente en ese bendito parque. Cuando el auto se detuvo, Marita me pidió que los dejara solos un momento, lo que no me dio mucha gana, ya que se había echo de noche y me daba un poquito de miedo.

- Anda Fede, no tengas miedo, toma este dinero y cómprate un helado – me animaba Damián para que dejara el auto, diciéndome además que aprovechara para curiosear lo que pasaba en los otros autos y después les contara a ellos.

- Si, esa es buena idea hermanito, espía sin que te vean y vuelve luego con nosotros – Marita a esta altura de la conversación, se encontraba muy ansiosa, por lo que decidí tomar valor y dejarlos solos, para que tuvieran su rato de amor.

Me bajé y caminé despacio por la huella que dejaba el auto, hasta encontrar al vendedor de helados, que se sorprendió al verme solo caminando, aunque después creo que pensó que era uno de los mirones que pueblan el parque. Pude espiar con el helado en la mano, parejas haciendo el amor sobre el pasto, parados contra los árboles, en los asientos de los autos y con los vidrios bajos, incluso en algunos autos había una pareja adelante y otra en el asiento trasero y todos en lo mismo. Hasta ahí todo bien, me sorprendí cuando observé sobre un banco un señor mayor sentado haciéndole una mamada a un joven que se encontraba parado en frente de él. Eso para mí fue algo fuerte, dos hombres teniendo sexo, sexo oral, pero sexo al fin.

Me quedé mirando lo que hacían, sin ser visto por ellos. En un momento, el joven que estaba parado, sacó la verga de la boca del hombre mayor, la guardó dentro de su pantalón y ambos se retiraron como si nada hubiera pasado. Los seguí unos pasos, porque seguía como en estado de shock, el joven pasó uno de sus brazos por la espalda del hombre, pensando que se trataba de impulsarlo a que caminara junto a él, pero no, me equivoqué, lo que hizo el joven con su brazo, fue bajarlo por la espalda de su acompañante, hasta la altura de la cola y toqueteársela toda, con ganas, por sobre la ropa, lo que parecía gustarle al hombre mayor por la forma en que se movía.

Los dejé ir y me volví al auto, sin darme cuenta había alcanzado un grado alto de excitación, mi pequeña verga estaba dura como una piedra. Cuando divisé el auto, decidí acercarme de a poco, para tratar de escuchar algo, si es que hablaban o lo que fuera. Lo que sentí me volvió a shockear.

- Ay, despacio, despacio, me duele, para, por favor, ponte crema que me duele mucho, ay – Marita entre gemidos y susurros se quejaba.

- Si amor, ya casi está, aguanta querida, ya, ya – Damián se mostraba comprensible ante el lamento de mi hermana.

Me quedé afuera, escuchando y espiando, como había hecho con otros autos, me excité mucho más, al ver la desnudez de mi hermana, en realidad solo podía ver sus piernas que anudaba sobre la cintura de Damián y la cola blanca de su novio, que saltaba sobre el cuerpo de Marita.

Pero lo mejor vino después, cuando reinó el silencio dentro del auto, la inmovilidad y cesaron los gemidos, jadeos y susurros, me acerqué tratando de hacerme escuchar, como para no causar alarma o algún sofocón. Los chicos comenzaron a buscar sus ropas para vestirse o al menos ponerse lo más decente posible y ahí fue que descubrieron que el tapizado del auto se había manchado con la sangre de mi hermana y así mismo, la ropa interior y hasta la pollerita que llevaba puesta.

- Espera, espera – me gritaba Damián como para que no me acercara, en cuanto se percató que estaba ahí cerquita de ellos.

- No – lo contradecía mi hermana – déjalo que venga, para que nos consiga algo para limpiar las manchas.

- Pero estamos en bolas los dos, nos verá desnudos – protestaba Damián.

- Con mi hermanito tengo mucha confianza, no te hagas problemas.

- Igual los espié un rato, así que tengo grabado todo lo que pasó en este auto, jajaja – le dije a Damián.

- Que? Nos filmaste? – preguntó medio enloquecido Damián.

- No, solo los miré, no tengo filmadora acá.

- Ah, que susto. Pero bueno, toma, busca agua y tráela rápido – Damián se bajó del auto totalmente desnudo, con su verga morcillona, que no pude ver bien por la oscuridad de la noche, pero algo vi, el bulto, el tamaño también y vuelta a shockearme, esta ves por las dimensiones de esa verga que se golpeaba entre sus piernas.

- Toma ve y trae agua acá, bien lleno – me dijo Damián al darme un bidón que tenía en el baúl de su auto – anda, ve, pero que pasa que no caminas, que me miras, no viste nunca un hombre desnudo?

- Si, es que . . . , no, nunca vi uno como ahora estoy viendo – no sabía que decirle, le dije la verdad.

Me fui a buscar el agua, pensando en la pija esa que seguro había entrado todita dentro de la cola de mi hermana, pensaba en eso, me parecía increíble que eso pudiera suceder. Con razón mi hermana se quejaba tanto, seguro que una pija así dentro del cuerpo, debería ser muy dolorosa.

- Sabes Marita, tu hermano me resulta un poco raro, se quedó mirándome como un poseso y me miraba acá, me entiendes? – Damián se agarró su verga cuando pronunció el “acá”.

- Fede es chico todavía, no se si se hace la paja o no, en realidad tampoco se si le gustan las mujeres o es medio mariquita. Porque de chicos siempre jugaba conmigo, tal vez . . .

- Si quieres, yo después hablo con él, conmigo es posible que se sincere.

- Estaría bueno, habla con él y después me cuentas, yo lo quiero mucho y lo banco en lo que sea que le guste.

Esa noche, después de frotar el tapizado del auto y la pollera de mi hermana, hasta que todo quedó más o menos en orden, nos volvimos para casa y una vez que Marita se despidió de su novio, éste me pidió que me quedara unos minutos con él, para tener una conversación de hombre a hombre.

Ahí fue que me preguntó por la forma en que lo miré en el parque y sobre todo como me había interesado más en la desnudes de él y no en la de mi hermana, como seguramente lo podría haber hecho otro chico.

- No se que fue lo que me pasó, Damián, no podía quitar la vista de tu verga, te pido que me disculpes – le dije.

- No se trata de eso, te lo pregunto de otra forma, te gustan los hombres?

- No se, creo que no, yo nunca hice nada ni con hombres, ni con mujeres.

- Yo si quieres te puedo conectar con algún amigo que tengo, que tal vez te sirva para definir tus gustos.

Y esa noche Damián me dio la dirección del negocio de su amigo Marcelo, que tal vez pudiera tener alguna afinidad conmigo y que él me recomendaba como una buena persona.

---------------------------

El negocio de Marcelo estaba ubicado a pocas cuadras de mi casa, por lo cual para trasladarme lo podía hacer caminando, sin problema. Me llegué hasta él, lo quería conocer y verificar por mi mismo que tipo de persona era.

El comercio que tenía se trataba de una compra venta de libros escolares, novelas, política, etc. Por lo tanto deduje que Marcelo sería un hombre muy instruido y no me equivoqué en mi pronóstico. Me acerqué hasta un escritorio elevado en donde un señor de aproximadamente treinta años, leía un libro mientras miraba distraídamente a la gente que buscaba encontrar algo de su gusto para leer.

El era Marcelo, se trataba de un hombre de contextura física robusta, con algún exceso de peso, cabello castaño claro, muy escaso próximo a lo que podríamos tildar de calvo. Usaba lentes de grueso cristal, color carne, barba algo crecida, labios gruesos y su boca estaba siempre entre abierta, dejando ver dos de sus dientes superiores. No podría decir que era un lindo hombre, tampoco que era feo, era el típico hombre intelectual, que se concentra en su literatura y el resto no existe..

A tal punto su concentración, que cuando le pregunté por el señor Marcelo, apenas movió sus ojos para mirarme y luego de haberme registrado en sus pupilas, se dignó contestarme.

- Quien lo busca, jovencito? – me preguntó haciéndose el interesante.

- Mi nombre es Fede, yo soy amigo de Damián, en realidad Damián es el novio de mi hermana, él me sugirió que viniera a verlo – con bastante soltura terminé respondiendo, solo me costó arrancar la frase y después todo salió solito.

- Mucho gusto Fede, yo soy Marcelo. En que puedo ayudarte? – y se quedó mirándome fijo a los ojos y ahí si, no supe que decirle, en realidad no sabía yo mismo a que había ido a verlo. Solo tenía en mi mente la verga de Damián, que no me dejaba pensar en otra cosa y una terrible indecisión. En ese momento quise que me tragara la tierra, no podía articular palabra.

En esa fracción de segundo, me preguntaba que tendría que decirle a este señor Marcelo: mire, yo vengo a verlo a Usted, porque quedé impresionado con la verga de su amigo y él me preguntó si yo era maricón y finalmente me dijo que Usted podría ayudarme. Ayudarme? A que?

- En realidad no se porque estoy acá, discúlpeme, mejor me voy – no supe que otra cosa decir.

- Escucha Fede, antes de irte, quieres decirme que edad tienes? – me contestó en el preciso momento que estaba dando media vuelta sobre mis pies para retirarme avergonzado.

- Tengo diez y seis años, Señor.

- Es una linda edad para empezar a trabajar, desde ya sin abandonar la escuela, quieres trabajar conmigo?

- Si, me encantaría, yo voy a la escuela por la mañana, luego de almorzar hago las tareas y quedo libre hasta el otro día. Si en ese horario lo puedo ayudar, me va a gustar poder trabajar.

- Entonces estás contratado, si tienes algo de tiempo, te muestro el negocio y nos vamos poniendo de acuerdo en nuestra futura relación laboral.

- Tengo algo de tiempo señor – le contesté.

- Muy bien, pasa por acá – me dijo, incorporándose, dejando la lectura a un lado y levantando una tabla del mostrador, para permitirme el ingreso hacia el interior.

Me cedió el paso, de modo que yo caminaba delante de él y lo hice hasta el final del mostrador, adonde había una puerta, ahí me detuve y Marcelo alargó su mano tomando el picaporte para abrirla, mientras con su otro brazo empujaba mi espalda haciéndome ingresar a la parte privada del negocio.

La luz era tenue en ese sector, yo me sentía dirigido por la mano de Marcelo que presionaba mi espalda, casi a la altura de la cintura y por momentos la sentí por debajo de la misma, sobre mi cola, pero supuse que se debía a la falta de iluminación o a un descuido involuntario de Marcelo..

Entramos en su oficina, me ofreció un asiento de una lado del escritorio y él se sentó en frente mío, por el intercomunicador llamó a su empleado.

- Rodrigo, te necesito un minuto en la oficina – le dijo y cortó.

- Enseguida voy Marcelo – se sintió la respuesta casi de inmediato.

Poco después se sintió golpear levemente la puerta y a la voz de pase emitida por Marcelo, se presentó ante nosotros Rodrigo.

- Estaba con un cliente, por eso me demoré en venir, Marcelo – se disculpó Rodrigo.

- Está bien, Rodrigo ya estamos casi sobre la hora de cierre, así que llegado el momento, cierras el negocio y te retiras. Solo me avisas cuando estés por hacerlo, para colocar la alarma. Ah, disculpa, te presento a Fede, pronto se unirá a nuestro equipo.

- Mucho gusto y entendido jefe – y Rodrigo se retiró, no sin antes mirarme de arriba abajo, con una sonrisa entre burlona y envidiosa.

Marcelo, retomó la charla una vez que su empleado se retiró y lo observó instalado en el salón de ventas por su pantalla de video.

- Entonces eres amigo de Damián o solo lo conoces por la relación que éste tiene con tu hermana? – retomando el diálogo conmigo.

- Lo conozco por intermedio de mi hermana, no soy su amigo, aunque lo aprecio y creo que el sentimiento es mutuo.

- Y tienes novia Fede?

- No, no tengo – me sentí como cuando me interrogaba el padre Marcos, intuí que algo estaba por pasar.

- Cual es el motivo, me quieres contar? No te gustan las mujeres, eres tímido o que? Porque pinta te sobra, eres un lindo chico.

- Gracias Marcelo, por el piropo, pero no se la causa.

- Además, teniendo una hermana casi de tu edad, me imagino que chicas tendrás muchas a tu alrededor? O no te das con tu hermana?

- Si, somos muy unidos, de hecho de chicos, éramos inseparables, jugábamos juntos a todo.

- A que jugabas con tu hermana? – Marcelo no cejaba en su intento de entrar en mi mundo, buscaba meterse en mi parte secreta.

- Me da un poco de vergüenza, Marcelo, si quieres saber los juegos que tenia con mi hermana, quiero que me prometas que esto que te cuente queda entre nosotros, de acuerdo? – me animé a pedirle a Marcelo.

- Es una promesa, tu me cuentas tus cosas, yo prometo después contarte las mías que a ti te puedan interesar. Es dar y recibir, de acuerdo Fede?

- Es un trato. Te cuento, jugaba a las visitas, a las muñecas, al doctor, a . . .

- Espera Fede, espera, todos esos juegos son de nenas, está bien, si a ti te gustaba, no está mal.

- Por eso no quería contarte, ahora quien sabe que pensarás de mi – le contesté entre avergonzado y enojado.

- No tengo que pensar nada malo de ti, yo también tengo juegos y otras cosas ocultas, que no cuento, esta es una cuestión entre vos y yo, Fede. Ahora sigamos, me intriga como jugabas al doctor con tu hermana, cuéntame con detalles – Marcelo le bajó el tenor a la cuestión, es como que no tenía ninguna importancia que a mi me pudiese gustar los juegos de nenas.

- No solo con mi hermana jugaba al doctor, también participaba un vecino, él era el que hacía de doctor y mi hermana y yo éramos sus pacientes.

- Cuenta todo Fede, quiero saber como era el juego, porque yo también he jugado con algunos amigos al doctor y quiero saber como lo hacías tú – era evidente que Marcelo quería saber todo de mi y eso me provocaba un cierto escozor en el cuerpo.

- Mi amigo nos hacía acostar a Marita y a mí en una cama y luego él nos ponía una inyección a cada uno.

- Como una inyección, como era, cuéntame bien, no tengas vergüenza, que yo también lo he jugado a ese juego y es más, me encantaría volver a hacerlo contigo, si quieres, desde ya – Marcelo me había hecho una estocada a fondo, ahora me presionaba para que jugara con él. No me disgustaba la idea, pero me daba mucha vergüenza.

- La inyección era con el dedo, mi vecino le bajaba a Marita la bombacha y a mi el calzoncillo y entonces nos ponía una a cada uno.

- Es claro, es la forma de jugar, me encantaría poder jugar contigo, quieres?

Cuando me decidí a contestarle que no, que no quería jugar con él, en ese preciso instante se escuchó la voz de Rodrigo que se despedía porque se retiraba del comercio. Fue durante esa pausa, que Marcelo tomó mi silencio como un si y se paró acomodándose el pantalón que marcaba un terrible bulto en su delantera, para invitarme a pasar a un cuarto contiguo.

- Ven Fede, acá estaremos más cómodos, ya Rodrigo está cerrando la cortina y podremos estar tranquilos. Jugamos un rato y después te llevo en mi auto hasta tu casa, no te preocupes por nada.

Me tomó con una de sus manos desde el cuello, yo estaba sentado, aún no me había incorporado. Me levanté y caminé delante de Marcelo que empujaba con la mano que tenía en mi cuello, ahora en mi espalda, bajando peligrosamente hasta mi cola. Cuando la sentí sobre mis nalgas, di un pasito adelante y me zafé de esa caricia que en cierta forma me asustaba un poco.

Marcelo encendió la luz y volvió a cerrar la puerta, el cuarto era un dormitorio y me contó que lo utilizaba para descansar cuando no se retiraba a almorzar a su casa y también cuando jugaba a “algo” con algún amigo. Eso me puso a pensar en donde me estaba metiendo, pero no tuve mucho tiempo para hacerlo, Marcelo enseguida volvió a tomar la delantera para decirme:

- Bueno yo soy el doctor y tu eres mi paciente, este será nuestro consultorio médico, así que yo te voy a revisar para ver si tienes alguna enfermedad, de acuerdo?

- Si Marcelo – no sabía que más contestarle, estaba entregado, me tenía en sus manos.

MARCELA   ( marce459@live.com.ar )