Mi hermana y yo... 3 de 7

Tercera parte re-publicada porque me equivoqué en el título...

3.

De repente ella se volteó hacia mi... me miró fijamente a los ojos... noté cierta locura en su mirada... se acercó a mí y me dio el beso más supercachondo de mi vida... Empecé a tocar todo su cuerpo, sus senos, sus nalgas y todo… Nos besamos con pasión y hasta con desespero. Ella cerró el puño alrededor de las bolsas de mi pantalón y se apretó hacia mí. Entonces me soltó el pantalón y, alejándome un poco, pero sin dejar de besarme, puso su mano en mi entrepierna y empezó a sobármela… Estuvo apenas unos segundos así cuando de pronto abrió los ojos y comenzó a empujarme. – “Espera hermano, espera… ¿Qué estamos haciendo?... No por favor…” – Me separó de ella y se recargó en la pared como si estuviera mareada… Bajó la mirada, ordenando sus pensamientos y luego me volteó a ver. Se le veía asustada y excitada, noté que temblaba….  Trataba de recuperar la respiración (y la cordura).  Yo sólo le dije – “Perdón hermana, perdón… no sé qué me pasó… no sé qué me pasa…” – “Lo que te pasa es que estás muy caliente cabrón…” - y después se corrigió con una mueca irónica – “Estamos muy calientes…”

Sonreímos, con esa sonrisa que sale cuando estás apenado por algo y quieres romper la tensión. Eso nos tranquilizó un poquito… – “Vaya erección que tienes Perrito” (así me decía de cariño y para molestarme)… “¿Todavía no te has masturbado hoy?”… dijo señalando con la mirada la carpa que tenía en la entrepierna. Su comentario me dio vergüenza y casi automáticamente puse las manos ahí para disimularla… Eso le dio más risa y pareció relajarla, y eso me relajó un poquito también. – “No, aún no Perrilla” (también usando el apodo que usaba para molestarla, aunque últimamente nos lo decíamos para todo, había dejado de ser un insulto hace mucho tiempo) – “Pero ¿Tu como sabes que me masturbo?”…  Ja ja… se rió más abiertamente, aún sosteniéndose de la pared      – “Te masturbas todos los días… ¿Tú crees que no me he dado cuenta perrito?... Si te pasas todo el día metido en tu cuarto o en el baño y… no eres muy discreto que digamos”…  Su comentario me escandalizó y me dio un ataque de risa nerviosa… No pude evitar sonrojarme… al parecer mi hermana lo sabía todo de mí… y resulta que el único idiota que pensaba que todo era secreto y cauteloso era yo… Mi cara sonrojada pareció enternecerla… me miró con mucha ternura, por fin se soltó de la pared y se acercó a mí poniendo su mano en mi boca muy suavemente… - “No podemos coger, hermanito… eso no está bien… ni besarnos ni nada… lo entiendes ¿verdad?”… lo dijo casi de manera lastimosa… en su mirada no había reproche ni enojo… volvía a ser la hermana mayor cómplice que me regañaba cariñosamente de cuando en cuando… mi hermana realmente me quería – “Pero no te preocupes… no le diré esto a nadie…y ¡Prométeme que tú tampoco Perrito!... ¿Está bien?... No me puedes volver a tocar… ¿Entendido?”… Yo asentí apenado pero profundamente agradecido… realmente la quería y mucho… hasta me daban ganas de abrazarla, pero me contuve, mis hormonas no estaban ya para más tentaciones… -“Y ahora ya vete… hazte una chaqueta y bájate esa calentura que traes ¿Ok?” dijo dándome una nalgada y empujándome suavemente hacia la puerta… - “¿Y tú?” – le dije burlonamente – “¿Cómo te la vas a bajar tu?”... – “Déjame en paz… A ti que te importa” – dijo haciéndose la enojada, aunque sonriendo… Me empujó más fuerte fuera de su cuarto y me cerró la puerta en las narices… un segundo después me gritó desde el otro lado – “Mastúrbate… Prometo no escuchar… ja ja ja”… - “Y yo tampoco” – le grité caminando hacia el baño… pero llegando a él ni siquiera cerré la puerta… la erección se me había bajado y mientras orinaba me di cuenta que me sentía contento con lo que había pasado.  Extrañamente estaba tranquilo, así que sólo me miré al espejo, me hice un leve reproche y me eché agua en la cara.  Me quedé ahí un rato parado pensando en nada hasta que un ruido en el cuarto de mi hermana me sacó del pasmo.  Me acerqué sigilosamente a su puerta divertido… pensaba gritarle algo en son de broma pero ya no escuché nada y me arrepentí enseguida.  Regresé a mi cuarto, le di dos vueltas a la cama sin saber qué hacer y salí rumbo a la sala de televisión a ver que había.  Una buena película siempre ayuda a dejar de pensar en pendejadas…