Mi hermana y yo - 2
Comienza Fede a relacionarse con Marcelo, inician un juego que más adelante será otra cosa y todo lo que sucede se lo cuenta a su hermana, con quien comparte sus experiencias y de quien recibe apoyo.
MI HERMANA Y YO - 2
- Si Marcelo – no sabía que más contestarle, estaba entregado, me tenía en sus manos.
En ese dormitorio, solo estaba la cama, una mesa de luz y un pequeño placard, que Marcelo abrió para sacar un pomo de crema y una camisola blanca, que se puso sobre su ropa, simulando el delantal de un médico. Se quitó los lentes, los limpió con un pañuelo y ahí fue que abrió sus brazos como pidiéndome que me adelante hasta acercarme a él. Como yo no me moví de mi lugar, Marcelo prosiguió con su juego.
- Muy bien, voy a tener que revisar a este muchacho que está enfermito – dijo con el seño fruncido, parodiando la actitud de un médico responsable.
Entonces Marcelo me hizo un gesto con su dedo índice para que me acercara hasta la cama en donde estaba sentado.
Así lo hice, bastante temeroso, me tomó con sus brazos y separando sus piernas, me hizo colocar entre ellas de frente a él. Con sus manos abiertas, me tomó de los hombros y las fue bajando hasta la cintura, en donde el deslizamiento de sus manos fue más lento, prosiguiendo hasta llegar a mis tobillos.
Luego mi hizo girar, quedando de costado frente a él. Entonces apoyó una de sus manos en mi pecho y la otra en la espalda, disponiéndose a bajar con sus manos recorriendo mi cuerpo hasta llegar a los pies. Yo empecé a temblar, lo hice cuando sus manos estaban a la altura de mi vientre una y la otra a la altura de mi cola, nuevamente la marcha de sus manos se detuvo, palpando con intensidad mi cola y mi pequeño bulto, que ahora se encontraba endurecido.
Esa zona la masajeó intensamente, subiendo y bajando hasta que sus dedos se enredaron con mi cinturón y el mismo se desprendió y junto con eso, me bajó los pantalones.
- Acuéstate acá - me dijo – no te obligaré a hacer nada que no quieras hacer.
- Me quiero ir Marcelo, tengo miedo, no se que me pasa, no me siento bien – le contesté entre lloroso y temeroso.
Marcelo me hizo un gesto de asentimiento, aunque siguió direccionando mi cuerpo hacia la cama y una vez en esta, me acomodó boja abajo, impidiéndome que me levantara los pantalones.
Acercó su boca de labios gruesos y húmedos a mi oreja y me habló apoyando sus labios en mi oreja. Me decía que me tranquilizara, que no me pondría la inyección, que me relajara e insistía que no haría nada que no me agradara o no quisiese hacer.
El sentir los labios, la humedad de los mismos y el aliento cálido en mi oreja y cuello, me provocó mucha calentura, mi piel se erizó por completo y ya no quise por nada que quitara su boca de ahí. Marcelo, hombre grande y experimentado, se dio cuenta del estado de mi cuerpo y comenzó a darme pequeños besos y chupones en el cuello y mordiscos por toda la zona y su lengua empezó a moverse, besando, chupando y mordiendo donde él sabía que causaba impacto.
Yo no pude emitir más sonido y lo dejé hacer, no se las cosas que me decía, pero no daba más y si no hubiera sido tan tímido, le hubiera pedido a los gritos que me diera la inyección de la forma que se le antojara.
- Entonces te quieres ir, pequeño diablillo? O te quieres quedar a jugar conmigo?
- No-oo sse, Mar mar ce lo, estoy con con fun didi do mmmm.
- Este juego es nuestro, nadie más lo va a saber, disfruta el momento hermoso que estamos viviendo, quieres?
- Si Marcelo, está bien – me volví a entregar a sus manos y tenía miedo porque no sabía hasta donde podría llegar.
Mis dientes empezaron a castañetear y el resto de mi cuerpo temblaba como un junco, no podía controlar mi temblor, no era miedo, se había transformado en calentura, en deseo.
Marcelo no era un improvisado, había dado sus pasos uno tras otro, no hubo ni error, ni omisión, me había doblegado, solo él podía decidir hasta donde llegar.
Con mi pantalón y calzoncillos a la altura de los tobillos, mis piernas y mi cola estaban expuestas e indefensas, a total merced del hombre que había provocado esa situación. Marcelo acariciaba mis muslos suavemente, con una de sus manos, mientras que con la otra, había levantado mi remera para descubrir mi espalda a sus ojos. Las caricias se extendieron, sus manos subían y bajaban, se cruzaban y me apretaban, su boca, su lengua y sus dientes, se me clavaban en el cuello, en la parte posterior, donde comienza la espalda y en mis hombros, por sobre mi remera. No hice el mínimo esfuerzo cuando me la quitó, porque sabía que tendría más besos y caricias, más lamidas y mordiscos de Marcelo.
De pronto sentí uno de sus dedos acariciar mi raya, separando los cachetes de mi culito, indefenso, caliente, pensé que se disponía a aplicarme la “inyección” y luego de meditarlo lo deseé, quería la inyección de Marcelo, estaba por llegar, pero yo estaba muy ansioso y no quería esperar más por ella. Quería saber como la sentiría, se parecería al dedito de mi vecino? Por supuesto que no, lo sabía, sería algo más intenso lo que iba a recibir, pero no sabía cuanto.
El dedo de Marcelo no paraba, circulaba por mi raya de arriba abajo, con inmensa ternura, muy suavemente, después lo sentía en mi orto y seguía de largo, pero cada vez que pasaba por ahí, me hacía alguna caricia adicional, de modo que cada vez lo deseaba más. Todo eso lo sabía Marcelo, hasta que tomó el pomo y oprimiéndolo descargó parte de su contenido sobre mi culito, era frío, me produjo una sensación extraña.
Su dedo se detuvo, tomó la porción de pomada y la volvió tibia esparciéndola sobre mi ano, ya no me molestaba, daba vueltas y subía y bajaba hasta tocar mis huevitos y volvía a posarse sobre mi orto, dando vueltas y pujando suavemente hacia mi interior.
Volví a sentir la sensación de frío, Marcelo me había puesto más pomada, me estaba llenando de saliva mi cuello, mi oreja y su pecho lo sentía sobre mi espalda, de modo que me costaba respirar, pero me gustaba la sensación de sentirme oprimido. Su dedo pujó un poquito más y mi culito cedió, permitiendo que la primera falange del dedo índice penetrara en mi orto.
- Ay Marce, me duele, cuidado, mmm – era un quejido innecesario, más histérico que otra cosa, porque en realidad me dolía, pero mayor era la satisfacción que me provocaba que ese dolor denunciado.
- mmm mi pequeño Fede, como se queja mi pollito, te saco la inyección? Quieres eso mi lindo pollito? – seguido de esos arrumacos verbales, vinieron una serie de besitos, chupones y mordiscos, como iba a pedir que me sacara el dedito? Al contrario, tenía que pedirle que me lo pusiera más adentro. Y me animé y lo hice.
- No Marce, perdona, no lo saques, estoy muy bien contigo, no me lo saques.
- No lo saco? No quieres que te saque el dedito, pequeño putito? – Marcelo se animó a mencionar el vocablo putito, que me cayó como una bomba.
- No, no quiero que me saques el dedo, métemelo más si quieres, soy un chico malo – sin saber a que se debía, me largué a llorar como una mariquita, acción que Marcelo supo capitalizar.
Comenzó a intensificar sus besos y franela en la zona que él mismo descubrió como mi punto débil, en forma inmediata me sacó el dedo, lo que casi me infarta porque moría de la calentura, pero solo fue para poner mayor cantidad de crema que permitiera una penetración más profunda.
- Entonces te gusta ser mi putito? – apretando con su pecho mi torso contra la cama, impidiéndome cualquier movimiento y penetrando más con su dedo, en realidad había cambiado el dedo índice por el dedo del corazón o dedo del medio.
- Uy ahora lo siento muy adentro Marce, me duele, mmm.
- Te lo saco, pequeño putito?
- No Marce, no me lo saques, me gusta tu inyección, mmm, me duele, pero me gusta muchito – no podía parar de llorar, era una reacción nerviosa que no sabía como manejar.
- Pero porque me lloras, acaso no te gusta lo que te estoy haciendo pollito lindo?
- Si Marce, me gusta, no me hagas caso, estoy bien.
Marcelo siguió metiendo y sacando el dedo, agregando más crema, besuqueando toda la zona de cuello, hombros, oreja y comenzaba ahora a girar mi cara para besar mis mejillas, una y otra hasta posar sus labios sobre los míos, inundarme con su saliva hasta que una pequeña apertura de mis labios, permitió que me metiera su lengua y yo se la chupara con fruición y él la mía.
Así estuvimos hasta que el tiempo hizo que debiéramos separarnos, casi estábamos en la hora de la cena y mi familia estaría muy preocupada, esa situación la advertí inmediatamente.
- Pequeño, nos detenemos acá, no quiero que tus padres se preocupen innecesariamente. Vístete rápido que te llevo a tu casa.
Me vestí a toda velocidad, mientras lo hacía, él se acomodó la ropa, no se había quitado nada, el bulto que hoy le había notado, seguía igual o peor que antes. Me puse a pensar en eso y tal como me pasó con Damián, no pude quitar la vista de ese paquete, cosa que Marcelo percibió.
- Mi pequeño pollito, te impresiona esto, verdad? – me lo dijo mientras se tomaba el bulto y se lo acomodaba lo mejor que podía.
- Marcelo, si te cuento algo, prometes no divulgarlo?
- Ya sabes pollito hermoso, que lo que hablemos o hagamos acá, es secreto y los secretos no se divulgan, ok?
- Entonces te cuento – le conté lo que me había pasado con Damián, la noche que él había desvirgado a mi hermana y como no pude bajar la vista de su pedazo y fue esa mirada mía la que justamente hizo que ahora estuviéramos juntos. Y por segunda vez me había quedado embobado mirando un bulto.
- Es que nunca has visto una verga de un hombre?
- Solo en el club de remo, en los vestuarios – le conté que en una oportunidad, mientras me cambiaba se la estaba mirando a un señor mayor, que tenía el pelo canoso, podría ser mi abuelo, pero aparte de eso tenía un pedazo impresionante. Tanto fue que lo miré que el hombre se dio cuenta y me hizo señas que lo siguiera. Me llevo atrás de los armarios, me hizo señas de silencio, cruzándose el dedo índice sobre sus labios y me obligó a que se la tocara. Yo se la toqué, porque tuve miedo, después me dijo que se la agarrara con las dos manos. Se le empezó a poner dura, me tomó de la mano y me llevó dentro de un baño, cerró la puerta y me apretó la cabeza hacia abajo, hacia su verga para que le de besos, pero yo me opuse y me quise escapar, él me abrió la puerta, salí corriendo y nunca más lo vi.
- Me impresionas Fede con ese relato, a ese hombre mayor evidentemente le gustaba jugar con los chicos, tal como a nosotros, pero si juegas con alguien, debe ser de común acuerdo, no a la fuerza, coincides conmigo?
- Si Marcelo, yo juego contigo porque me gusta, si no, no lo haría.
Esta charla la mantuvimos mientras me vestía yo, Marcelo acomodaba su vestimenta y durante el camino hasta mi casa, al llegar nos despedimos, con un beso en la mejilla y un “hasta mañana, nos vemos”.
Entré a mi casa, mamá estaba preocupada por la tardanza en volver. Le dije que me había distraído, que se me había pasado la hora. Le prometí no volver a llegar tarde y ahí terminó la cosa. Subí a mi cuarto para darme una ducha, ponerme la ropa de cama y bajar a cenar.
Al llegar a la planta alta, Marita se asomó desde la puerta de su cuarto y me hizo señas que me acercara a ella. Me hace entrar a su dormitorio y cierra la puerta.
- Se puede saber de donde vienes? Mira tu ropa y tu cabello como lo tienes.
Que te pasó Fede? Que estuviste haciendo? Cuéntame todito, entre nosotros no hay secretos.
- Na-nada, solo me retrasé. Nada – no sabía que decirle, Marita me miraba a los ojos y deben haberse enrojecido mis mejillas, porque enseguida replicó.
- La verdad Fede, me la dices tú o la averiguo yo, que prefieres, conmigo las cosas claras. Habla.
- Estuve charlando por ahí, no hice nada que . . .
- Escucha hermanito, no te creo, me ocultas algo y voy a averiguar que – se acercó a mi cuerpo, me tomó de la mano y me atrajo hasta quedar frente a ella, casi pegado a su cuerpo – mira como tienes tu cabello, todo despeinado en la parte de atrás y tu camisa, a medio poner dentro del pantalón.
- No-no se, hermanita, porque vine corriendo, se me hizo tarde y . . .
- No más mentiras conmigo Fede, vamos a ver, no viniste corriendo, te trajo alguien en auto, primer mentira – Marita me había visto bajar del auto desde la ventana de su cuarto, recuerdo que Marcelo se pasaba de largo al llegar a casa y cuando le dije es ahí, clavó los frenos de tal forma que hizo que las ruedas hicieran ruido al clavarse sobre el pavimento.
- Si, es verdad, me trajo un amigo – le contesté bajando la mirada, no podía sostenerle la vista, su vista estaba clavada en mi.
- Y quien es ese amigo tuyo que anda en auto nuevo, no estoy enterada que alguno de tus amigos ande en auto, ni siquiera que sepa conducir, son todos muy jóvenes, no tienen edad para ello.
Marita siguió con su interrogatorio hasta que finalmente cedí, me decidí a contarle la verdad. Luego ella, me pidió los detalles y nada le quedó por saber. Lo primero que percibió al tocarme el cabello, fue el perfume que me había quedado, me olió toda la ropa y descubrió que el aroma lo tenía en la parte de atrás de mi cabeza, en el cuello y hombros, que tanto me había besado Marcelo, en mi espalda, tanto en la ropa como sobre mi piel.
Porque a continuación del descubrimiento del perfume que traía impregnado, me obligó a quitarme la ropa de la cintura para arriba. Me olía el pecho y luego la espalda, si hasta descubrió algunos vellos sobre mi espalda, que eran salidos del pecho de Marcelo.
- Pero que bien, así que el señorito anduvo haciendo cositas raras, me tendrás que contar toda la verdad o la averiguaré por mis métodos, Fede. Habla ahora o sigo enterándome yo por las mías – Marita estaba sacada, me apretó una de las muñecas y no me dejaba mover, le pedía que no alzara la voz para que nuestra madre no se enterara de nuestra conversación, entonces aprovechó ella para presionarme más aún.
- Por favor Marita, no pasó nada, conocí a este amigo y jugamos un poco, te acuerdas como jugábamos nosotros cuando éramos chicos? – traté de poner paños fríos a la situación pero no me era sencillo. Marita estaba de a poco llegando a la verdad.
- Entonces te cogió ese señor que te trajo en el auto? Ya Fede, hablemos sin rodeos, los dos sabemos lo que estuviste haciendo con tu amigo.
- No hermanita, te juro que no, nadie me hizo nada, solo jugamos un poco y se me hizo tarde y él se ofreció a traerme en su auto.
- Quien es él? De donde un niño como tu tiene un amigo con auto? Cuéntame todo que se me acaba la paciencia, ya sabes que entre nosotros no hay secretos.
Le conté todo, como había conocido a Marcelo, que lo había hecho luego de la charla que tuve con Damián, del trabajo que me había ofrecido en su librería, todo esto me lo creyó, solo que cuando le conté que solo habíamos jugado inocentemente, esa parte no me la quiso creer.
- A ver, bájate los pantalones, sin chistar – me ordenó, yo empecé a desprendérmelos y cuando ya los tuve flojos, ella metió su mano por detrás, deslizándola rápidamente hacia abajo, hasta la raya y llegó hasta el ano con la falange de sus dedos – pero mira como tienes tu culito y me dices que estuviste jugando.
- Y es verdad hermanita, no me hizo nada, te lo juro – yo trataba de que me creyera, pero ella estaba encerrada en sus pensamientos, convencida que me había violado un señor mayor y le costaba abrir la mente.
- Acuéstate boca abajo sobre mi cama y abre bien tu culito que te lo voy a mirar con la luz y bien de cerca – me dijo fuera de si.
Mi mamá presintió que algo estaba pasando entre nosotros, porque no bajábamos a cenar, a pesar de que nos había llamado un par de veces, por lo cual subió hasta el cuarto de mi hermana. Afortunadamente la escalera, de madera añosa, hacía bastante ruido con cada pisada y pudimos acomodarnos para que mamá no supiera de nuestra conversación.
- Que pasa chicos que no bajan, ya los he llamado y no me han contestado.
- Nada mamita, le estaba ayudando a Fede con las tareas – contestó rápido mi hermana – vamos bajando Fede, después de cenar terminamos esto.
Mamá se dio media vuelta y bajo al comedor, nosotros lo hicimos después, Marita me tomó del brazo y me dijo:
- Cuando estemos en el postre, me dices que si terminamos la tarea temprano, te gustaría ver una película conmigo, ok? Esa será la excusa para que te vengas a mi cuarto y podamos encerrarnos a terminar esto.
- Eso hará hermanita, yo también quiero hablar contigo de esto, ahora necesito contarte todo, para que me digas que hacer.
- Muy bien, quedamos así.
Terminada la cena, nuestra madre sabía que completaría mi tarea y luego vería una película en el cuarto de Marita, por lo que subí relajado, pasé por mi dormitorio a buscar la ropa de cama y luego me pasé al cuarto de hermana, que me esperaba ansiosa.
- Ya mismo, te acuesta boca abajo en la cama, te quitas toda la ropa, te voy a revisar el cuerpo entero. Mientras lo hago, me gustaría enterarme todo lo que pasó, hasta el más mínimo detalle.
- Solo se trató del mismo juego que hacíamos de chicos y nada más, porque cuando me di cuenta era tarde y Marcelo, así se llama mi amigo, me dijo que no preocupara que él me traía hasta casa. Eso fue todo – todo esto le conté mientras me iba quitando la ropa para acostarme en su cama, para que me revisara.
- Muy bien, separa las piernas y abre tu cola, con tus manos te separas bien los cachetes, que voy a acercar la lámpara para verte bien.
- Si hermanita, vas a ver que no me ha hecho nada.
- Ya calla, déjame ver, pero que te ha puesto este hombre – pasó nuevamente su dedo por la raya de mi culito y lo llevó hasta el ano, casi sin presionar demasiado me lo introdujo un poquito y yo me quejé – tienes el orto muy lubricado, no se que pensar, mmm.
- Ay, que me duele, me lastimas con tu uña larga.
- Disculpa, tienes razón – quitó el dedo de mi culito y lo cambió por su dedo gordo que tiene la uña recortada, éste lo metió adentro, hasta el fondo y yo casi no me quejé, solo un leve suspiro que no se como ella pudo interpretar.
- Ammn, más suave hermanita, por favor que me duele.
- No se que pensar Fede, te voy a creer, aunque te voy a decir algo: tal vez hoy solo hayas jugado, ahora yo te aseguro que en el próximo juego este señor te va a romper el culito, me entiendes? Tengo experiencia, soy más grande, he vivido más y tú lo sabes.
- Como que me va a romper el culo, porque dices eso?
- Te va a romper el orto, te va a coger, te vas a recibir de putito al fin, hermanito, es así, como quieras llamarle, estás a punto de que te pase eso.
- Tú dices . . .
- Yo digo que mejor te prepares para lo que te va a pasar, muy seguramente será la próxima vez que se reúnan. Que piensas Fede, que mañana si te encuentras con él solo querrá volver a jugar este jueguito? No, mi chiquito, mejor que estés en forma, porque esa colita tuya tiene el tiempo contado.
- Me asustas Marita, me das miedo, estás segura que Marcelo querrá hacerme eso? – no me atrevía a llamar a las cosas por su nombre, en cambio mi hermana era más cruda en su lenguaje.
- Desde ya, si mañana te presentas en su negocio, mañana sales con el culo roto, pero no te pongas mal, después de todo a ti te gustan los hombres o estoy equivocada?
- Si, pero no se que decirte, no me suena bien, es como si fuera a peder algo.
- Vas a perder la virginidad de tu culito, si estás preparado para eso, te va a terminar gustando como nos gusta a todos los que alguna vez hemos sido penetrados por ese lado. No es nada nuevo lo que vas a hacer.
- Insisto me da un poco de miedito.
- Tienes que asumir que eres un putito y punto. No es nada mala, es una elección de vida, eso que a ti te gusta, es tan viejo como la humanidad, existió siempre, no inventas nada.
- Si hermanita, tienes razón, entonces tu dices que debo prepararme para mañana?
- Si, eso mismo, te voy a ayudar en eso y en todo lo que venga después. Mira, tengo un juguetito para ti, espera, no te muevas – Marita recién en ese momento me quitó el dedo de mi cola, lo hizo suavemente y me cerró los cachetes. Se levanto para abrir su armario, buscó un pote de crema y el juguete que me había prometido. Era un dilatador anal que empezaba con un espesor como el de un dedo gordo común, se agrandaba, disminuía, se agrandaba más aún y volvía a disminuir pero en cada uno de esos cambios, aumentaba el grosor del aparatito.. Con eso se lograba que una vez puesto en el culo, no se saliera solo, no había necesidad de tenerlo con la mano.
Me hizo ir al baño a limpiarme el lubricante que tenía, me dijo que utilizara el bidet, te sientas, abres la canilla y el chorro de agua limpiará tu culito, ayúdate con tu mano para que quede perfectamente limpio, te secas bien y luego vuelve.
Así lo hice, volví a acostarme boca abajo sobre la cama de mi hermana, pero ella me detuvo, me dijo que faltaba algo y que lo íbamos a hacer como corresponde.
- Levántate, te tengo preparada otra sorpresita más. Ponte esto, yo se que te va a gustar – me ofreció un camisón de ella, bastante corto, me llegaba hasta la mitad de mis muslos, además me dio una tanguita súper cavada color blanca.
Ella se había quitado la ropa, estaba en bombacha y corpiño, tenía en una de sus manos el dilatador y en la otra la crema y unos correajes que yo confundí con un portaligas, pero que en realidad se trataba del arnés para sujetar el aparato.
Luego que me acosté, me levantó el camisolín, corrió con un dedo la parte posterior de la tanguita y me untó con la crema toda mi raya y en especial el orto, empujando algo de crema con uno de sus dedos adentro de mi cuevita.
Tomó el dilatador, lo encremó también y empezó a rozarme la raya de arriba abajo, pujando levemente cada vez que pasaba por la puerta del orto, hasta que en una de esas pasadas, la punta ingresó en mi culo y ahí se concentró en pujar y aflojar hasta conseguir pasar al segundo nivel de espesor y así continuó, pero no llegó a lo máximo.
Se detuvo, se quitó el corpiño, me contó que en sus tetas tenía mucho potencial erótico, que con solo tocárselas lograba llegar a tener buenos orgasmos y que ahora utilizaría mi espalda para rozar sus pezones en esa zona.
- Como estás Fede, te gusta lo que te hago? Te sientes bien? Estás calentito?
- Estoy re-bien, hermanita, me encanta usar ropa femenina, tu lo sabes tanto como yo, además este consolador es muy suave, me gusta todo.
- Tengo un hermano re-putito, tienes la suerte de tener una hermana que te comprende y putita como vos, a los dos nos gusta lo mismo, la vamos a pasar bien Fede, siempre juntos, estamos?
- Si Marita, lo que tu digas, yo soy tu hermano menor, hago lo que vos quieras.
- Bueno ahora te voy a coger yo, tu te quedas calladito y te la aguantas, ok?
- Si, puedes hacerme lo que quieras, soy tuyo – mi hermana dejó clavado en mi culo el dilatador mientras ella se colocaba el arnés, luego suavemente me lo quitó, para adherirlo a su correaje, yo la observé y la vi muy bella, en tanga, con una verga de siliconas en punta, dos hermosos senos rosados, los pezones erguidos y una expresión en su cara, que la pintaba como la más puta.
- Ahí voy putito, te la voy a meter toda, no quiero escuchar quejidos, entiendes? – con sus rodillas separó al máximo mis piernas, cuando alcancé a sentir la punta buscando mi culo, con mi mano la tomé y la guié hasta la puerta de mi colita, no tuve ni tiempo de relajarme, ya la tenía adentro hasta el primer nivel. Marita pujaba, adentro y afuera hasta que pasó al segundo nivel, me pidió que me relajara, ella me notaba algo tenso y continuó pujando hasta pasar al nivel mayor, ese paso lo sentí, se lo hice saber – ya la tienes toda adentro, mariquita.
- mmm ay si, me duele Marita, uy si que duele, como la siento, mmm ahhh.
- Te voy a preguntar algo que ya se la respuesta. Quieres que te la saque?
- No, hermanita, deja que aguanto, solo un poquito más.
- Ya sabía la respuesta, una vez que la tienes adentro, ya no quieres que te la saque y lo mismo va a pasarte cuando te agarre ese Marcelo.. Déjame frotarme las tetas contra tu espalda, que eso me pone re-loca, mmm – Marita se empezó a calentar, con ese mete y saca que fue cada vez más violento y yo también, cada vez más caliente, hasta que en eso siento que mi hermana estaba teniendo un orgasmo.
Me tomó del cuerpo para girarnos, de forma que en el primer movimiento quedamos de costado, ella seguía pujando porque el arnés tenía un entrante que le rozaba el clítoris y la sobre excitaba. Me pidió que pujara con mi cola contra ella, para que no se me saliera el dilatador, yo en algún momento me sentí como las perras cuando quedan abotonados con sus machos.
Hizo un último movimiento, tomándome fuertemente con sus brazos, ella se puso de espaldas y yo quedé boca arriba sobre ella, siempre con el juguete clavado hasta el fondo. Marita me pidió que me pajeara, que debiera largar la leche que tenía, porque me iban a explotar los huevitos. Así lo hice, no fue más que darle unas pequeñas caricias a mi pitito y en dos o tres sube y baja con la mano, saltó un chorro de leche tibia que debe hacer llegado hasta el cielorraso.
Mi Dios, que calentura, volvimos a ponernos de costado, para que mi hermana me pudiera sacar el artefacto del culo, con el menor dolor posible. Lo hizo y cuando sentí mi orto sin nada adentro, me sentí raro, me latía mi cola, me sentía raro, pero sobre todo muy feliz por la experiencia con mi hermana.
- Bueno Fede, me di el gusto de ser la primera en romperte el culito, ahora cuando te agarre tu novio . . .
- No es mi novio Marita, no digas . . .
- Está bien, cuando te agarre tu amigo y te quiera coger, solo déjalo hacer y relájate, vas a ver que no vas a sufrir tanto y que al instante estarás gozando de lo que te haga.
- Tú dices, que Marcelo en nuestro próximo juego me querrá . . .
- Que juego ni tres carajos, llama a las cosas por su nombre, esto no es un juego, esto es coger.
- También podríamos hablar de hacer el amor.
- No seas cursi, hermanito, ese tipo te quiere coger y lo va a hacer, porque tu eres un putito y así son las cosas. El amor es posible que llegue, pero tiempo después.
- Es que . . .
- Te molesta que te diga putito, te molesta que diga que te va a coger, tienes que asumir lo que eres, no es malo, ni bueno, es así.
- Tienes razón, tengo que asumirlo.
- Somos hermanos, nadie te quiere más que yo y espero que de tu parte sea igual, debemos estar unidos, compartiremos este secreto ante nuestros padres, tenemos que seguir nuestro destino y ser felices. Punto.
- Si, el tema es si papá y mamá se enteran que yo soy . . .
- Puto, gay, marica?, dilo, lo eres, es tu destino, tu vida y me tienes a mi a tu lado.
- Si, me cuesta decirlo, calculo que más adelante será distinto.
- Volviendo al tema, por ahora llevemos esto oculto, será nuestro secreto, luego veremos como hacemos con la familia, amigos, etc.
- Totalmente de acuerdo.
- Algo más, todo lo que pase con tu novio o como quieras llamarlo, lo debo saber al instante, no olvides eso, de igual forma estarás al tanto de mis movimientos, a mi eso me hace estar más segura.
Ese fue nuestro trato con mi hermana.
Marcela ( marce459@live.com.ar )