Mi hermana y mi sobrina

La relación de dos hermanas y la hija de una de ellas.

MI SOBRINA Y MI HERMANA (I)

Esta es mi historia, totalmente real. Me llamo Isabel y tengo 31 años, tengo una hermana, Sonia, que tiene 33 años y tiene una hija de 13 años, Rocio. Mi hermana es separada desde hace bastante tiempo. Nuestro padres murieron en un accidente de coche cuando éramos pequeñas y nos crió nuestra abuela que, por desgracia, murió hace dos años. El caso que es no teníamos prácticamente familia, lo que nos ha hecho vivir muy unidas. Aunque vivimos cada una en su casa, nos vemos mucho y yo suelo ir cada fin de semana a casa de mi hermana y como con ellas.

En cuanto al sexo, mi abuela era una mujer muy liberal y nunca nos puso trabas al respecto y únicamente nos avisó del peligro de los embarazos no deseados. Era muy buena y la echamos mucho de menos.

Yo he tenido relaciones sexuales desde muy pequeña y mi hermana igual. Lo se aunque no hemos hablado mucho del tema. Soy bisexual, por decir algo, ya que me gustan mucho más las mujeres que los hombres. De hecho, yo he follado con tres hombres y he perdido la cuenta de las mujeres, pero puedo asegurar que serán más de cien. Con todo estos quiero decir que soy una mujer muy, muy caliente y que necesito el sexo como parte fundamental de mi vida.

Como es natural, después de tanta experiencia en el sexo soy bastante viciosa y no me asusto de nada. Es más, muchos aspectos del sexo me dan mucho morbo, como el incesto, por ejemplo, aunque yo no había tenido ninguna experiencia hasta hace bien poco. De hecho, hacía bastante tiempo que a mi hermana la veía como una mujer muy deseable a la que hubiera metido en mi cama sin ningún problema, pero nunca había expresado nada que me hubiera hecho avanzar en ese sentido.

Bueno, como digo yo solía ir a casa de mi hermana con mucha frecuencia. Tanto ella como yo somos dos mujeres que se pueden considerar espectaculares. Nos consideramos muy sexys y nos gusta ir vestidas bastante provocativas. En ocasiones comentamos con risas como íbamos vestidas, que casi parecíamos putas, pero nos daba igual. Mi sobrina Rocio era con sus 13 años un auténtico espectáculo. Había heredado lo mejor de cada una de nosotras. Era bastante alta y tenía unos pechitos que crecían día a día. El culo era duro como una piedra y su tripita la aire hacía que una (o uno) no pudiera apartar su vista de esa zona justo antes del comienzo del chochito, que tanto les gusta enseñar a las niñas de ahora.

La cuestión es que a mi, mi sobrina me tenía loca. Hubiera dado cualquier cosa por follármela. Como no podía ser, me conformaba con mirarla y con darle un achuchón de vez en cuando. Nos queríamos mucho y yo aprovechaba lo juntas que a veces estábamos para darle algún sobeteo de más. Ella no creo que percibiera nada.

Yo tenía un vicio oculto respecto a ella que me gustaba mucho. Cuando estaba en su casa solía ir nada más llegar al cuarto de baño. Allí estaba la cesta de la ropa sucia, que para mí era un tesoro. Yo buscaba en seguida las bragas de mi sobrina y también las de mi hermana. Muchas veces me había masturbado oliéndolas, primero las de mi hermana para calentarme y después las de mi sobrina, lo que me hacía explotar en un orgasmo bestial.

Como es natural, cuando alguien hace algo muchas veces acaba por confiarse y comete un error. Yo un día lo cometí. Bueno al menos eso creí al principio, aunque luego las cosas fueron justo al revés de cómo yo me temí que fueran a ser.

El caso es que un sábado estaba yo en casa de mi hermana por la tarde. Mi sobrina estaba en casa de una vecina. Era poco después de comer y mi hermana estaba adormilada en el sofá. Yo, como casi siempre, estaba muy caliente, así que me fui al cuarto de baño y empecé a buscar en el cesto de la ropa. No había bragas de mi hermana, si no unas de mi sobrina con un dibujito de Snoopy en el frente. Comencé a olerlas y enseguida me vino la imagen de Rocio. Esa imagen que me ponía mala de calentura y ese olor que también conocía. Me senté en la taza del water, levanté mis faldas, bajé mis bragas y empecé a masturbarme. Estaba yo a punto de correrme cuando de pronto se abrió la puerta. ¡Dios!, yo quería morirme. Se me había olvidado echar el pestillo y allí en la puerta estaba mi hermana.

“Oh ¡perdón!”, dijo al verme en tal situación y cerró la puerta. Yo rápidamente me levante y me quería apresurarme a dejar las bragas de mi sobrina en su sitio. De nuevo y de golpe se abrió la puerta de golpe y era mi hermana entrando rápido hacía mi y con cara de enfado.

“¿Qué haces?”, me dijo mirándome las manos en las que yo trataba de ocultar las bragas. “¿Qué haces con las bragas de Rocio, Isabel?”

Yo me quería morir. Me habían descubierto in fraganti y no podía disimular ni mentir. La vida me había enseñado que lo mejor en estos casos es decir la verdad.

“Perdóname, Sonia, perdóname”, dije bajando los ojos y roja como un tomate y mientras trataba de subirme mis propias bragas.

“¡Te estabas pajeando con las bragas de mi hija! ¡Guarra!”, me increpó.

“Perdóname…”, balbuceé de nuevo.

“Pero…¿por qué?”, preguntó ella.

“Sonia, mi vida, perdóname. Estaba tan caliente….”, dije.

“¿Te pone caliente las bragas de Rocio?”, me preguntó. De pronto había bajado el tono y ya no era de reproche, si no que empezaba a ser de curiosidad. Vi una puerta de esperanza.

“Si Sonia, mi amor, lo siento…Me gustan las mujeres y tu hija no es una excepción….”, dije.

“Pero si es una cria…..”, argumentó.

“Sonia, tu sabes que no es una cría y que está en la edad en la que el sexo te rebosa e inunda todo”, la dije.

“La verdad es que se ha puesto tremenda…..”, dijo ella como pensando en alto.

“¿Verdad?”, pregunté yo intentando buscar complicidad.

De pronto, Sonia, cayó en la cuenta del tema de las bragas y me dijo:

“Claro, así me faltaban bragas siempre. Yo creía que era la asistenta la que se las llevaba y eras tu”, se me quedó mirando. Yo no dije nada por lo que reconocía mi culpa. Ella siguió:”El caso es que no solamente me faltaban bragas de Rocio, si no mías también….¿También te llevabas las mias?”

“Si”, reconocí yo. Eso pareció cambiar un poco las cosas y, aliviada, vi como aparecía una leve sonrisa en su boca.

“¿También yo te pongo cachonda?...¿También te pajeas oliendo mis bragas?”, me preguntó un poco incrédula.

“Sonia, hija, no sabes tu bien lo caliente que me ponéis las dos. Si, claro, tu también. Muchas veces he pensado en que estábamos las tres y me muero de ganas. A ti, claro que te deseo. Mucho más de lo que te imaginas….” Con los nervios de aquella situación y esa declaración a mi me dio por llorar como una Magdalena. Sonia se apiadó de mi y me abrazó”

“Isa, mi amor, no llores….no pasa nada”., y empezó a darme besos en la cara para calmarme..”Shhhh, calla, anda, ya déjalo, que no pasa nada. Yo te quiero mucho y esto podemos arreglarlo”

¿Arreglarlo?, pensé, que significa arreglarlo. En seguida lo entendí. Mi hermana empezó a besarme en la boca con besos suaves. Después fueron besos más apasionados. Poco después ya me estaba metiendo la lengua en la boca y me estaba empezando a sobar el culo. Yo creí estar en el cielo. Mi hermana no solamente no estaba enfadada conmigo, sino que me correspondía.

“Sonia, cielo,…..”dije yo, “como te deseo…..”

“Y yo a ti, tonta. ¿Por qué no me lo has pedido antes?”, me preguntó.

“No me atrevía, hija”, yo sorbía mis lágrimas y ya nos reíamos.

“Anda, vamos a mi cuarto”, dijo llevándome de la mano.

Cuando llegamos, ella se puso frente a mi y empezó a desnudarme.

“Sonia, que feliz me haces”, le dije.

“A mi, espero que, además de hacerme feliz, me hagas la mejor mamada que me hayan hecho nunca”. Entrábamos en el terreno del sexo explícito. Bien. Me gustaba.

“No te quepa duda, mi amor. He soñado tantas veces en comerte el coño….”, dije.

“El tiempo que hemos perdido, so tonta…”, me dijo.

Ya nos habíamos desnudado una a la otra y nos tumbamos en la cama. Nos abrazamos y nos besamos profundamente. Después de un rato, ella empujo mi cabeza hacía abajo.

“Venga, cielo, cómeme este chocho que tanto has deseado”

No lo dudé. Nos pusimos en posición del 69. Por fin tenía ante mi aquello que tanto había deseado. Nos hicimos una mamada increíble y yo estaba a punto de correrme.

“Espera, mi vida, espera”, me dijo ella, se levantó y se fue. Yo entendía nada., pero antes de que la llamara para que volviera ya estaba de vuelta. Se acercó hasta mí y me puso algo en la cara. ¡Eran la bragas de Rocio!

“Disfruta, guarrilla, disfruta”, me dijo y metió su cabeza entre mis piernas y empezó a lamerme. Yo no lo podía creer. Mi hermana aceptaba y me proponía incluso que tuviera fantasías con su propia hija. Era la gloria. Tardé mi poco en correrme dando gritos y llamando a mi hermana y a mi sobrina.

“¡Joder!”, dijo Sonia, “si que estabas caliente….”

“¡Coño!, que orgasmazo he tenido, hija……”, dije riendo.

“Ahora me toca a mi. Venga, cómeme bien comida, cerdita”, me ordenó

Nos pusimos en posición y empecé a comerle el coño con todo el interés y cariño que tenía. Para mi sorpresa, Sonia cogió las bragas de su hija, que habían quedado encima de la cama, y empezó a olerlas profundamente. Yo me quedé de piedra a la vez que encantada de aquello.

“¡Que bien huele la cabroncilla…!”, dijo

“¿Te pone?”, pregunté.

“Un huevo”, asintió.

Pasaron pocos minutos cuando Sonia se corrió en mi boca susurrando “Isa…Isa….ahhhhhhh…………Rocio……Roci…….Ro…..ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh”

Yo me incorporé y me abracé a ella.

“Mi amor, lo que faltaba para todo fuera perfecto entre nosotras”, le dije.

“Si, mi vida”, me contestó besándome en la boca.

“¿Desde cuando te pone Rocio?”, le pregunté directamente.

“Desde hace mucho, hija….Está tan buena la cabrona…..”, dijo como si se relamiera.

“Es verdad”, dije yo.

“¿Habéis tenido algo?”, pregunté.

“¡Que va!”, dijo, “ya me hubiera gustado, pero no me he atrevido”, me dijo.

“¿Tu crees que le van las tías, como a nosotras?”, le pregunté.

“Seguro. Ahora te cuento”, me dijo. A mi me dio un vuelco el corazón.

“Cuenta, cuenta”, pregunté impaciente.

“Mira desde hace tiempo quiero hacer una cosa…Con esto que nos ha pasado ahora, quizás sea más fácil”, dijo misteriosa.

“¿El qué?”, pregunté ansiosa.

“Mira”, dijo incorporándose un poco, “muchas veces he entrado en su cuarto y he visto que cerraba Internet deprisa y corriendo, pero a mi me ha dado tiempo a ver que eran páginas de lesbianas. Además, yo he mirado en el Explorador las direcciones que ha consultado y siempre son de tías….”

“Bien”, dije yo.

“Se me ha ocurrido…..”, empezó a decir

“¿Qué?”, pregunté otra vez ansiosa.

“Mira como yo se que habla con sus amigas en el chat ese, el Messenger, y estoy segura de que ha tenido algún rollo con alguna, he pensado que yo, ahora tu, se meta y tenga una relación de cibersexo con ella. Si es como pienso, sabremos si le van las tías y, lo mejor, hay que sonsacarla para ver si tiene fantasías conmigo o contigo”, dijo.

“¡Que buena idea, cielo!”, le dije admirada.

“Si funciona, yo voy al ataque sin dudarlo….”, dijo riendo.

“Yo me muero por follármela…..”, dije como ensoñada.

“Y yo….”, dijo mi hermana.

En el siguiente capítulo os contaré el desenlace de esta historia totalmente real.