Mi hermana Veronica
Historia de lo que paso con mi hermana Veronica mientras estaba borracha.
Les contaré acerca de una experiencia inolvidable. En ese entonces yo andaba por los 13 años, desde hace tiempo que sentía esas ansias propias de mi edad acerca del sexo. Me obsesionaban las mujeres, no podía pasar ni un comercial sin que me calentara al ver a las modelos, me pasaba horas frente a la computadora buscando paginas porno pero sobre todo las de relatos eróticos. Mi mayor gusto fueron siempre las piernas, me encantaban y era lo que más le veía a las mujeres.
Una ocasión, mientras vagaba por los relatos me encontré con los de incesto, la verdad es que al comienzo me dio un poco de pena o no sabía que pensar, pero rápido mi curiosidad y mi calentura me hizo leer aquellos relatos. No podía creerlo, hermanos, primos, padres, etc., me calenté de sobremanera y poco a poco se volvió mi obsesión.
Con el tiempo me acostumbre tanto a esos relatos que no solo ansiaba por tener sexo, me moría por hacer incesto, pero la verdad es que no me parecían atractivas casi ninguna mujer de mi familia. Y digo casi porque había una excepción, mi hermana Verónica.
Verónica es, en pocas palabras, una diosa, o al menos a mi parecer. Por ese entonces tenía 17 años. Mide 1.72, Cabello negro largo, una cintura estrecha y unos pechos de tamaño normal, redondos y duritos, unas caderas grandes que cuando caminaban eran un delirio, unas nalgas paraditas, firmes y que invitan a darle duro por horas. Sobre todo tenía ese precioso par de larguísimas piernas, gruesas, torneadas, duras, blancas, esas que exhibía por la casa cuando andaba en shorts, eran perfectas.
En cuanto comencé a calentarme con el incesto Verónica se convirtió en más que ese par de piernas que eran el motivo de todas mis pajas, esas que quería besar, morder, lamer y tocar igual que todo el mundo. Mis tíos la miraban con ganas de comérsela, por la calle llamaba la atención y en una ocasión caché hasta a papá mirándole los muslos. Ella era mi obsesión y no podía hacer nada, hasta aquella noche
Recuerdo que era tarde, mi hermana había salido con unas amigas y seguramente iban a buscar novio o algo así, porque ella iba con una faldita negra que me hizo subir a hacerme pajas y leer mas relatos pensando en ella.
Pasaban de la una de la mañana, yo seguía en lo mió cuando escuché la puerta y las llaves, de inmediato apagué la computadora temiendo que me encontraran leyendo y pajeandome mientras repetía el nombre de mi hermana y soñaba con ese par de piernas.
Me acerque a la puerta para escuchar, era la puerta de la calle la que sonaba así que debía ser ella. De inmediato se me ocurrió que podría verla una vez mas antes de que se fuera a dormir así que me asomé un poco y cual fue mi sorpresa que encontrármela medio sentada en el sofá, totalmente ebria y con las piernas abiertas. Tenía los ojos cerrados y parecía estar dormida así que me acerqué a mirarla, estaba sudada y ebria, seguramente se la había pasado bailando, me moría de envidia pensar que algún otro hombre habría bailado con "mi mujer". Bueno, el caso es que me quedé mirándola un poco, la llamé:
-¿Verónica, estás despierta?
Pero no conseguí más respuesta que un leve quejido. Entonces, al verla así no pude evitar inclinarme y mirar entre sus preciosas piernas, ahí estaba su sexo, sudado y cubierto por una tanguita blanca, despidiendo un olor que me fascinaba. Me dije "Esta es mi oportunidad". Comencé tocándole uno de sus muslos, así diría qué estaba tratado de despertarla si acaso me cachaba. Cielos, estaba tan suave, caliente, sudado y firme. Lo apreté un poco y pasé mi mano de arriba abajo por esa delicia de carne. Sin que ella pareciera despertar comencé a tocarlo con ambas manos, frotándolo con delicia, me sentía pequeñito frente a ese pedazo de mujer que yacía frente a mí. Decididamente bajé mis labios y besé aquel muslo sin detener mis manos, luego seguí besándolo largo rato por todos lados, estaba tan excitado que de no tener tanto miedo me hubiera venido allí mismo.
Besé ambos muslos y los lamí mientras mis manos no paraban de tocarla. Como estaba arrodillado frente a ella tenía una buena vista de su sexo y a veces apretaba sus muslos contra mi cara mientras aspiraba su aroma. Seguí por lapso de unos segundos que a mi me parecieron horas. Mordí ligeramente cada pierna y las babeé, pero entonces chupé, succioné su muslo derecho y ella gimió como si despertara, inmediatamente me levanté y me corrí a esconderme, mi corazón palpitaba por el miedo y la excitación. Pero ella no despertó, solo se movió un poco, al parecer se había dormido mientras yo la toqueteaba.
Entonces decidí seguir, ella era mía y quería tanto seguir que no me importó si se despertara. Volví a colocarme frente de ella y ahora acaricié sus caderas y su cintura, lastima que sus deliciosas nalgas habían quedado fuera de mi alcance en esa posición. Le levanté un poco su blusa y besé el vientre, lo succioné un poco, luego sus pechos tendrían mi atención, los observé por debajo de la blusa durante largo rato, los tocaba y los besaba por debajo. Me incorporé y besé sus mejillas y su cuello muy levemente, la verdad es que ella no era perfecta en rostro tanto como su cuerpo, pero igual me gustaba o no me importaba, estaba enamorado de ella, loco de pasión por esa diosa ebria que estaba ante mi, era mía para hacerle todo lo que quisiera.
Me hubiera encantado poder cargarla y llevarla a mi cuarto o al suyo, era mi fantasía, pero no tenía las fuerzas ni aun el valor creo yo. No importó, me conformaba con tenerla así.
Entonces estaba tan loco por mi hermana Verónica que me coloqué recostado sobre ella muy despacio y muy ligero (puse muchas fuerzas en las piernas para no derrumbarme). Tomé sus muslos y los coloqué al lado de mis caderas y mi cintura, y así, con todo y ropa comencé a moverme como si la poseyera, como si la penetrara, como si le hiciera el amor, no me importaba que fuera falso.
Seguí en ese movimiento rogando que no se despertara y que nunca acabara. Le di besos en los labios y en toda la cara, su aroma, mezcla de perfume, sudor y alcohol era como el aroma del placer mismo.
Me bajé de ella, asenté bien sus piernas y me coloqué montado sobre uno de sus muslos y me moví sobre él frotándolo con mis manos y con mi miembro durísimo. Luego fue el turno de la otra pierna. Seguí cambiándome y hasta me abracé de cada una, lamiéndolas. Finalmente no aguanté mas y regresé a tumbarme sobre ella, allí tuve un delicioso orgasmo y soñé que ella estaba teniendo uno, que hacíamos el amor, que estaba desnuda conmigo, que me vaciaba en ella y, mi mayor fantasía de todas, que se quedaría embarazada de mi.
Y bueno, no era eso, me venía sobre mis shorts para mi desgracia, pero eso fue suficiente para mí. Me levanté, le di un beso en los labios y en cada pierna y me fui a limpiar y a duchar. Mas tarde, cuando sentí deseos de ella de nuevo fui a buscarla, era ya muy tarde y ella no estaba, parecía haberse ido a dormir.
El día siguiente yo no cabía en mi mismo de lo pasado, me sentía algo culpable, pero lo había disfrutado tanto que lo imaginaría en todas mis pajas desde entonces. Otras ocasiones tuve la oportunidad de volver a tocarla y besarla, a veces mareada como entonces y otras mientras dormida, pero nunca como esa vez, para mi fue nuestra primera noche de amor, aunque no tenía ni idea, no sabía entonces todo lo que nos esperaba a mi y a mi hermosa y amada hermana Verónica.
Y bueno, recuerdo que aquella vez se llevó un buen regañó y una fuerte cruda por esa noche de diversión (y le hubiera ido peor si no hubiera bajado a desayunar en pants, por que hubieran visto los moretones de mis chupadas en sus piernas, ella no comentó nada, por supuesto no le convenía), pero eso no fue lo único que mi hermana pasó anoche.
En el siguiente capitulo les contaré otra de las vivencias de Verónica y yo. Cualquier comentario o sugerencia a este correo: jorgequijano29@hotmail.com preferentemente respondo a mujeres, pero a cualquiera que tenga dudas no hay problema. También dejen sus comentarios del relato.