Mi hermana se hizo superputa

Un hermano resentido y vengativo descubre que su hermana es puta de lujo y la folla con todas sus ganas.

MI HERMANA SE HIZO SUPERPUTA

Cristina venía de familia de agricultores. Se crió en un pueblo pequeño y sin salidas para los jóvenes, por eso cuando cumplió los 16 años decidió que quería seguir estudiando porque si no le esperaba quedarse en el pueblo, casarse y tener hijos como una coneja. Convenció a sus padres para que le dejaran ir a la ciudad con la tía Casimira para iniciar sus estudios superiores y allí se fue con 16 años, con todo el mundo por conocer y la ilusión de triunfar como fuera sin tener que volver al pueblo.

En Villabollos, su pueblo, vivían pocos jóvenes. Los chicos se mataban a pajas porque lo que era chingar estaba muy difícil. Ramón, el hermano mayor de Cristina, tenía 23 años y estaba mas salido que el pico de una mesa. Era fanfarrón y pendenciero, bebía mucho vino y los fines de semana se emborrachaba hasta caer al suelo, con peleas por medio. Era lo opuesto a su hermana, dócil, obediente y siempre recatada, vamos, la favorita de sus padres, siempre concediéndole todo, hasta lo de irse a estudiar fuera mientras él siempre abroncado, sin dinero, teniéndose que buscar negocietes y trabajillos de mala muerte para pagarse el vino y las putas. Si, las putas, porque Ramón era un putero (lo mismo que el padre, Don Eulogio), ya que ninguna niña del pueblo le hacía caso por su mala fama y por tosco se iba de vez en cuando al puticlub del Km. 203 y se follaba alguna vieja guarra o pedía una mamada de alguna de las más jóvenes porque para follar con una de las buenorras no le llegaba.

Durante los últimos dos años Ramón había tenido muy mala relación con su hermana a causa del favoritismo de sus padres. Siempre que había una discusión perdía él y era castigado. Juró vengarse cuando pudiera y era un tío rencoroso y de mala ralea.

Un año después, un sábado noche se encontraba en el puticlub tomando un cubata porque ese día no tenía dinero para otra cosa cuando se presentó un espectáculo porno procedente de la capital: dos fulanas en plan lésbico y un tío con un mango enorme dándolas a las dos a la vez. Le llamó la atención el cartel anunciador, especialmente la cara de una de las chicas, juraría que era su hermana, pero claro, no podía ser, su hermanita estaba estudiando, no morreando con otras tías ni dejándose taladrar por una polla gigante. Se quedó con el cartel no sin notar una erección enorme sólo de imaginar a Cristina, su hermana, en tanga y con las tetas al aire, meneando el culo mientras espera recibir caña. Aquella noche se hizo tres sonoras pajas en honor de Cristina y en todas ellas se excitaba pensando en la venganza que nunca tuvo.

A la mañana siguiente comparó la foto del cartel con las de los álbumes familiares. Joder, si no era ella es que tenía un clon por ahí. Pensó que a veces se usan fotos de chicas bonitas para anunciar cosas sin sus permisos. Su hermana era guapa, empezó a ser más guapa que el resto de chicas al cumplir 14. Los chicos de su pandilla habían querido salir con ella al cine muchas veces pero Ramón que sabía que eran tan cerdos como él no les dejaba. De tanto decirle lo buena que estaba empezó a fijarse; vaya culazo que le había salido, su cuerpo era precioso, no tan formado como aquellos putones del club pero prometía que te cagas. Tenía muy pocas tetas pero eso se cura con la edad. Su pelo moreno y largo le impactó cuando en las fiestas, con 14 recién cumplidos se lo peinó en melena, ella que siempre lo llevaba recogido. Aquella noche se hizo una paja pensando en ella y se sintió culpable, cómo podía tener esos deseos asquerosos con su sangre, por Dios, era su hermana. En los meses sucesivos se masturbó mas y mas veces, ya sin culpa, cada vez Cristina se ponía más maciza y Ramón pensaba en su venganza siempre humillándola, algunas veces se sorprendió pensando en sexo duro con ella y eso le asustó. Cuando Cristina marchó con 16 años su cuerpo había florecido, era lo que se dice una tía buena, con carita de angel, dulce y bonita, labios gruesos y jugosos, hombros de piel de seda, con buenas carnes pero no gorda y un culazo que volvía locos a los chavales y no tan chavales pues Ramón había observado como algún amigo de papá miraba de reojo a Cristina y se tocaba el paquete como si le picara.

Planeó un fin de semana en la ciudad para salir de dudas y dijo a los padres que no dormiría en casa porque tenía un negocio fuera lo que no les sorprendió. Se plantó en la dirección que tenía de Cristina porque según contó la tía Casi la niña había tomado un piso de alquiler con dos compañeras porque estaba más cerca de los estudios. El dinero para el alquiler, como no, se lo pasaban los padres mientras él ahí todo puteado, sin un céntimo. Se las pagaría, lo juraba. Esperó en un bar de enfrente hasta que salió, nada menos que a las 13:00. Le pareció raro que estudiando se levantase tan tarde, eso debía ser que había tenido juerga la noche anterior. En todo el día no fue a ningún centro de estudios, sólo de tiendas, comprando ropa y zapatos ¿de donde sacaba el dinero?. Dieron las 18:00 y entró en un edificio de oficinas. El ascensor paró en el séptimo y vio en el directorio que allí sólo había una empresa de construcción y una agencia de modelos. Caray, se dijo, mi hermana es modelo. No le extrañaba, durante la persecución por toda la ciudad había tenido tiempo de observarla bien, estaba cañón aunque no vestía provocativa. El culo era su mejor pieza pero la veía más delgada y con más pecho. Además, tenía otro aire, era como más sexy, no sabría decirlo pero le puso cachondo.

Anotó el teléfono y llamó preguntando por una chica rubia (se había teñido el pelo) de mediana estatura y buenas caderas para ver si tenían un book de ella para un casting de un anunciante. Lo había visto en TV: en estas agencias tienen fotos de sus modelos en bikinis y poses sexys para enseñar a los clientes; pensó que le apetecía ver a Cristina en fotos con prendas íntimas y que mejor oportunidad. Le dijeron que tenían una chica que respondía a sus gustos (la descripción que les dio era inconfundiblemente la de Cristina) y que admitían VISA y MASTERCARD, que cómo pagaría y la dirección. Se quedó de piedra, no lo esperaba. Sonaba sucio y quiso cerciorarse:

  • Supongo que no habrá problemas con la chica.
  • Le aseguro que tenemos lo mejor de lo mejor y saldrá satisfecho.
  • ¿Y será complaciente?
  • A su completa satisfacción. Nuestras chicas tienen estudios y saben comportarse en cualquier ambiente.
  • ¿En cualquier ambiente?
  • Eso es, señor.
  • ¿Y en la cama? (por un momento temió haber ido muy lejos. Si realmente era una agencia de modelos le colgarían)
  • No lo dude, señor. Es una chica jóven pero experimentada. Cumplirá sus expectativas.
  • Es que le voy a pedir una enculada y no me gustaría que dijera "Eso no está incluido" ¿me entiende?
  • Perfectamente, señor. Le diré a la niña que lleve baselina. ¿Es suficiente señor? (Sonrió para adentro: su hermanita era prostituta... esto tenía que verlo así que continuó con la farsa)
  • Totalmente, gracias. Pagaré en metálico ¿cuanto es?
  • Por lo que pregunta diría que desea un servicio completo ¿toda la noche, señor?
  • Toda la noche, señorita.
  • Entonces serán 450 euros mas 30 euros del taxi de vuelta de la chica ¿Llevará esa cantidad en metálico? (Además era una puta de lujo, ahora si que quería continuar como fuera)
  • Esa y mas. El dinero no es problema.
  • ¿Dónde se aloja el señor? Necesito también su nombre por favor. (Pensó a la velocidad de la luz. Si le decía la pensión de mala muerte donde se alojaba le descubrirían. Dió el nombre de un Hotel de cinco estrellas y un nombre falso. Esperaba que no comprobasen si se alojaba llamando a recepción)
  • Muchas gracias, caballero. ¿Para que hora quiere?
  • Para dentro de una hora, si, en una hora.

Colgó y pegó un grito:

  • ¡Joooooder! Esto es una pasada....

Empezó a elucubrar, a maquinar, qué haría, miraría sólo o qué. Se le ponía morcillona solo de pensar en Cristina en cueros, entregándose a cualquier tío con 450 euros, fuera bajo, gordo, feo o viejo. Le vino a la mente su venganza, era la oportunidad, si, la humillaría avergonzándola de ser una golfa, de decirle a los padres qué hace en la ciudad. La haría llorar, se sentiría superior. Eso sería suficiente venganza. Esperó a Cristina cerca de la puerta del Hotel y cuando la vio llegar la abordó:

  • Hola hermana, que guapa estás.

Cristina llevaba un abrigo que la tapaba toda, unos botines de piel con tacón alto y fino y un maquillaje poco recargado, estaba preciosa, realmente era una belleza. Ramón estaba impresionado lo que había mejorado su hermana y eso que ya era guapa cuando se fue.

  • ¡Qué??? ¿que haces aquí Ramón? ¿cuándo has llegado?

Se la veía muy nerviosa. No era para menos. Ramón no se anduvo por las ramas, fué directo:

  • No me tomes por tonto, hermanita. Soy yo el que ha llamado a tu agencia solicitando que vengas aquí. He dado el nombre de Alejandro Pascual ¿verdad que es correcto?
  • ¿Queeeee? ¿Eres tu el cliente?
  • Si, pero sólo para descubrirte. Así que te dedicas a la prostitución, quién lo diría.
  • ¡Calla idiota! Aquí no podemos hablar. Vamos a aquella cafetería y te lo explicaré todo.

Cristina estuvo veinte o treinta minutos largos dando explicaciones a Ramón, que si los estudios son caros, que si sólo es para sacar unos extras... que si no dice nada lo deja... Ramón la dejó hablar y después fue tajante, quería humillarla y empezaría ahora:

  • Vamos que te haces puta por necesidad. Pues eso les encantará a los padres.
  • Noooo, ellos no lo entenderían, pero tú si, ¿verdad Ramón? tu sabes que una chica se ahoga en el pueblo. Esto les mataría.
  • No me das pena. Tu siempre tuviste lo que quisiste. Si ahora eres una golfa es porque quieres. Se lo diré y papá te molerá a palos, ya verás.
  • Ramón, Ramón, por favor, no les digas nada. Si es por dinero, tengo algo para que vayas tirando...
  • ¿Dinero? Pero qué golfa eres (esto lo dijo bajo para que no se oyese). Sólo callaré si haces algo por mí.
  • ¿El qué?
  • Quítate ese abrigo primero que te vea bien.

Se veía que no quería. Ramón insistió:

  • Quítate el abrigo ahora o me voy al pueblo sin mas. Lo digo en serio.

El gesto de Ramón era duro, con la mirada fría que hizo sentir miedo a Cristina que se levantó, se desabotonó el abrigo y lo dejó resbalar por la espalda. Ramón comprendió porque su hermana no quería desabrigarse. Estaba super buena enfundada en una minifalda blanca tan subida que casi se le veía el pototo con una camiseta de esas anudadas a la espalda que dejan las tetas bamboleantes y ves desde el sobaco hasta la redondez del pecho. Cristina se sentó inmediatamente pero ya habían mirado dos clientes maduros uno de ellos con esposa. Ramón sólo pudo decir:

  • ¡Que buenaza estás hermana! No me extraña que paguen eso por ti.
  • Y ahora qué, dime rápido que quiero volver a ponerme el abrigo.
  • De eso nada. Lo que quiero es pasear contigo ¿me entiendes? Daremos un paseo tú y yo, cogidos de la mano, como si fuéramos novios. Quiero ver la cara de deseo de los gachós, sentir su envidia por ir con una tiaza como tú mientras ellos se la pelan y quiero que sientas vergüenza, que vean lo puta que eres.
  • ¿Por qué me haces esto? Soy tu hermana, Ramón, no me pidas eso.
  • ¿Es mucho? Sólo te pido un paseo y te parece mucho. Da gracias que no le diga a mis amigos donde trabajas y entonces verías, te mataban a polvos los muy cabrones, con las ganas de follarte que tenían.
  • Sólo un paseo. Y corto. Promételo. Y luego te vas y no dices a nadie nada. Nunca.
  • Lo prometo.
  • Y deja de decir guarradas: nada de buenorra, ni tiaza, ni golfa, que me lo has dicho ya una vez.
  • Ah no! eso no! Yo hablo como quiero, soy basto y tú una puta. Si no te gusta, no comas pollas. Vamos, levanta que salimos.

Salieron a pasear por la calle con el abrigo de Cristina en el brazo de Ramón. A los tíos les cambiaba la expresión cuando la veían. Se volvían descaradamente para verla el culo meneándolo al andar enfundado en una mini a punto de explotar. A medida que andábamos por calles más pequeñas y menos concurridas, se veía gente más tirada, más arrastrada. Un viejo, por ejemplo, que se cruzó con ellos le dijo a Cristina: “Te rompería ese culo si tu chulo me dejara, jejeje...” y otras lindezas que molestaban a Cristina:

  • Dame el abrigo y vámonos. Ya te has divertido bastante ¿no?
  • Ni de coña, putita.
  • No me llames puta.
  • Ahora paseas conmigo y todos aquí piensan que soy tu chulo. Me gusta representar ese papel. Déjate abrazar como hacen las buenas zorras.
  • Ramón, eres un cabrón. Te advierto que...
  • Qué me adviertes, estúpida. No puedes hacer nada, ¿entiendes? nada.

Se adentraron por callejones sucios y llenos de chusma: mendigos, drogadictos, borrachos y obreros desaseados que soltaban burradas a su paso: "Eh tío, ¿cuánto por un polvo a esta cachondona?" o "¿Eres su chulo? ¿Cuanto? Dímelo ya que se la clavo aquí mismo" o "Mueves el culo como una zorrona en celo" o "Que dura me la has puesto, guarraza ¿cuanto pide tu chulo por hundir mi rabo en tu culo?". Una y otra vez, incluso alguno le azotó las nalgas al pasar. Cristina estaba tan asustada de que alguien la violara allí que se agarró fuerte del brazo de su hermano. Este pasó la atrajo bien pegadita a él y después bajó su mano para posarla en ese culazo que siempre había deseado poseer. Cristina estaba tan asustada que ni se lo recriminó lo que dio pie a Ramón a sobar a gusto y a la vista de todos esas nalgas redondas y apetitosas mientras le susurraba a Cristina:

  • Puede que te deje aquí abandonada a merced de estos machos ganosos. Seguro que saben qué hacer con una tía buenorra como tú.
  • No me dejes Ramón, sácame de aquí.
  • Pues sube a mi habitación, que la pensión está cerca.
  • Ni lo sueñes, eso sí que no.
  • Vente tonta, que sólo quiero arreglar este lío.

Llegaron a la pensión, Cristina comenzó a subir las escaleras y su hermano detrás veía esos glúteos redondos y maravillosos rebotando contra los muslos mientras su polla se ponía dura como un hierro. Pasaron a la habitación y cuando cerró la puerta le entraron ganas de tirarla en la cama y violarla ahí mismo pero era su hermana, su sangre y a pesar de la erección, se controlaba.

  • Cris, Cris, Cris, qué voy a hacer contigo... Esto es difícil para tí pero deberías recompensar mi silencio de alguna forma.
  • Ya tengo problemas porque a ver cómo voy a explicar que no hay cliente ni dinero ni nada.
  • Pero es que hay cliente Cris: Yo. Mira, no te voy a pedir nada difícil, sólo una manola ¿vale?
  • Hazte la paja tú sólo cabronazo. ¿Eres mi hermano y me pides eso?.
  • ¿Cabronazo? ¿Que lenguaje es ese? pues ahora no es una paja, que es una mamada, por golfa.
  • Yo me voy ya. Ahí te quedas hijoputa.

Ramón agarró a Cristina de la muñeca y la apartó de la puerta. Acto seguido tomó su móvil y llamó a casa. Cristina miraba como si no lo creyera:

  • No te atreverás.
  • Hola mamá, soy Ramón, ¿a que no sabes donde estoy?

Cristina miraba ahora a su hermano horrorizada, ¿sería capaz?

  • Pues en la ciudad, pero tengo algo que deciros sobre Cristina, mamá...
  • ¿Qué haces? Para, cuelga...
  • Verás, es que ella... ella... es...
  • ¡Esta bien! Lo haré pero cuelga por favor, cuelga ya... (en susurros)
  • es... (la torturaba mas)
  • Lo haré, te la chuparé.... (en susurros)
  • es...tá bien, he hablado con ella y está perfectamente. Mañana nos vemos.

Sin decir más, colgó y se empezó a desabrochar el pantalón que cayó al suelo. Se subió a la cama y puso la espalda en el cabecero con las piernas abiertas y un gran bulto que sobresalía de los calzoncillos. Ella conocía el lenguaje del mundillo, cuando un tío ofrecía sus piernas abiertas quería una mamada.

  • Al abrevadero, Cris, que tengo el grifo lleno.

Cristina se subió a la cama y se puso a cuatro patas entre las piernas de su hermano, bajó la cabeza y olió la entrepierna como tantas otras de macho que había olido en los últimos ocho meses. Olía fatal, como si no se hubiera lavado en días (lo cual era cierto).

  • Lávate primero - le dijo Cristina-.
  • No me apetece. Cómemela bien y no te olvides ordeñar los huevos. Los tengo llenos.
  • Huele mal, lávate.
  • Mira, cerda, chupa ya este trabuco o vuelvo a llamar ¡y deja ya de protestar! ¡eres un putón y en la agencia me dijeron que cumples todos los deseos! Así que si se la chupas a un viejo puedes comerte esta polla.

Cristina estaba ofendida. Su hermano le hablaba como a una prostituta barata y encima tenía que aguantar su mal olor de polla y huevos. Bajó el slip hasta que la cabeza y tronco de la polla dio un salto, entonces la tomó en sus manos y la palpó. Siempre lo hacía. Notó que estaba húmeda, se olió la mano y reconoció una mezcla de sudor y orines.

  • Que guarro ¿es que no te lavas nunca?

Ramón no respondió. Estaba excitadísimo sólo con el contacto de la mano de su hermanita, si, sólo tenía 17 años, cumpliría 18 dentro de cuatro meses, pero mientras tenía 17. Aquella mano subía y bajaba por su tronco mientras los dedos se movían acariciando. La piel del capullo lo cubría totalmente cuando subía y tiraba casi con dolor cuando bajaba. El masaje duró dos minutos hasta Ramón comprendió que estaba pajeándole la muy guarra cuando habían quedado en una mamada. Le dijo:

  • Cris, ¿cuando te la metes a la boquita, eh, cerdita?
  • Cabrón.

Ramón se bajó el slip sacándose las pelotas y le dijo:

  • Y no te olvides de saludar con la lengua a los amigos del largo. Tengo los huevos a reventar, pero una chupadita los calmará.

Cristina posó los labios en la cabeza de la polla de su hermano. Después abrió la boca mientras se introducía aquel pedazo de carne venoso y duro. La lengua se movía dentro de la boca y ella empezó a recorrer el tronco de aquel pene con los labios de arriba a abajo, una y otra vez en un ritmo constante. Ramón había recibido felaciones en su vida pero aquella vez estaba más excitado que nunca, tenía miedo a una corrida rápida. Quería que durara por eso se había matado a pajas en el servicio del hotel, media hora antes de la cita. Se había quedado seco y confiaba en que sus pelotas no generasen semen muy rápido. Notaba su polla entrando y saliendo dentro de la cavidad carnosa de la boca caliente de su hermana. Entre esfuerzos debido a las ganas de gemir que sentía, le dijo a su hermana:

  • Los huevos, Cris, .... ahhhh.... chúpame los huevos..... chúpalos.

Sin abrir los ojos, sintió una lengua en sus pelotas. La punta del capullo vibró de placer y un escalofrío le recorrió la espalda. No pudo contener un gran gemido:

  • OOOOhhhhhhhhh..... joder que bueno.....

La hermana seguía en lo suyo, ahora se introducía un testículo en la boca mientras succionaba como si sorbiera una almeja. Ramón estaba en la gloria, nunca había sentido una excitación igual. Cristina se esmeraba en hacer una gran felación porque pensaba que cuanto antes terminase mejor, pero eso sólo despertaba en Ramón pensamientos aberrantes:

( - ¡Dios! Si la chupa así debe follar de miedo... tengo que follármela como sea... y encularla debe ser el paraíso...)

En esas cerdadas pensaba Ramón cuando Cristina le recorría los huevos peludos y sucios con la lengua para continuar chupando la polla mientras masajeaba los testículos al mismo tiempo. En condiciones normales, los clientes se corrían antes del minuto desde que Cristina aplicaba masaje a los huevos pero Ramón era un putero consumado y estaba totalmente seco, sin líquido seminal. Ahora ya gemía a placer, en voz alta, sin cortarse:

  • Ahhhhh... que rico... cómo la chupas zorrona... me gusta, si, me gusta mucho perra... eso es, si, eso es, sigue acariciándome las pelotas... ¿te gusta eh cerda? te gusta la polla de tu hermano.... comémela toda, come toda la polla que quieras... si te apetece, me puedes comer la polla cuando vayas por navidad ¿eh hermana?

Aquel último comentario fue una grosería que Cristina no quiso dejar pasar:

  • Escucha pervertido, te estoy comiendo la polla, si, pero sólo esta vez ¿me oyes? ni una vez mas...
  • Claro, claro, pero sigue... no me dejes así... ohhhh... que bueno... puta, so puta.

Cristina seguía con aquel masaje increíble, la muy zorra se metía la polla entera, hasta el fondo de la garganta, con una mano estrujaba las pelotas de su hermano y la mano libre le acariciaba el perineo, la piel suave que hay entre los testículos y el ano. De vez en cuando cambiaba de ritmo y recorría el tronco de su hermano con los labios mientras le la otra, con la palma extendida sostenía tiesa la polla. Luis se habría corrido en ese instante sin dudarlo de no haber tomado medida antes.

  • AHHHHHH... QUE BUENO... ME CORRO... ME CORRO... OHHHHHHH... PUTA SIGUE PUTA NO PARES!!!!

Ramón había resbalado por el cabecero, ahora estaba tumbado en la cama con la cabeza hacia atrás diciendo guarradas a cada lametón de lengua de su hermana. Se corría, era verdad, pero no salía semen y a su hermana le extrañaba y comenzaba a dolerle la mandíbula de tanto trabajarle la polla a su hermano que no descargaba.

  • Ramón, grandullón, suelta ya esa leche, vamos querido, quiero sentirla en la cara.

Era otra táctica aprendida en los lupanares de postín. Hablarle al cliente con cariño solía precipitar su polución. Ramón lo tomó por otro lado:

  • ¿Tan puta eres que olvidas que soy tu hermano? pues ahora de regalo me chupas el culo, mete esa lengua en mi ano chupa-rabos.
  • No, no hago besos negros.
  • Chúpame el culo o llamo a la agencia y les digo que tienes 17 años. Seguro que no lo saben y eso es delito, ellos no querrán problemas y te matarán. Una puta menos no importa a estos tíos con tal de no perder su negocio millonario.

Cristina se quedó mirándole asustada porque el razonamiento de su hermano era muy verosímil.

  • Pero tendré 18 en cuatro meses.
  • Pero ahora eres menor y has trabajado para ellos. Les pueden enchironar ¿crees que se dejarán encerrar si pueden evitarlo matándote?
  • Tu no lo harías.
  • Ahora sería capaz de todo con tal de que me chupes el culo, vamos!!!

Cristina le creyó. Estaba en sus manos, pensó. Esto era mucho más grave que lo de enterarse sus padres. El muy hijodeputa la tenía cogida, podría chantajearla con aquello. De momento, hizo de tripas corazón e introdujo su cabeza debajo de las pelotas de su hermano. Sentía asco, olía peor que la polla, sacó la lengua y palpó la entrada del ano.

  • Uy, que calambre me ha dado hermanita. ¿Sabes? tal vez te deje ir después de que me limpies el culito.

La lengua de Cristina empezó un trabajo de perforación, se movía por el esfínter de su hermano que estaba más allá de todo placer. Ramón tomó la mano de su hermana y la llevó a su pito dejándole bien claro que se la meneara mientras le trabajaba el ano con la boca. Ramón sentía ganas de todo, de tirarse un pedo, de orinar, de correrse, sus esfínteres no le obdedecían, se movían solos debido al super masaje de su experta hermana.

  • ¡¡¡Que puta estás hecha!!!! Eres de primera..... oooooooooooooohhhhhhhhhhhhhhh aaaaaaaaggggggggggg uhhhhhhhhhhhhh

Tenía la cabeza del pene rojísima de tanto tiempo que había estado Cristina apretando con la mano y chupando. Había sido casi una hora cuando por fin un líquido casi incoloro resbaló por su falo mojando los dedos de Cristina quien comprendió que no sacaría más de aquel pito, por lo que paró.

  • Ya está hermano. Espero que hayas quedado satisfecho.

Ramón estaba jadeando, casi al borde del infarto. Había sido con mucho la mejor mamada que le habían hecho. Y había sido su hermanita, la tía a la que más odiaba, la que más masturbaciones le había provocado. No podía casi hablar del gustito que tenía.

  • C-r-i-s.... oh Cristina, ha sido acojonante. So guarra, la chupas mejor que esas putarracas del club. Les deberías enseñar.
  • Hemos terminado ¿no?
  • He pagado una noche, recuerda. Me recuperaré y seguiremos ¿o crees que voy a dejar ir a la tía más macizorra que tendré jamás?
  • ¿Una noche? ¡No has pagado nada!
  • No y lo harás tú por mí. Sacarás esos cuatrocientos y pico de tu cuenta y les harás creer que he pagado.

La discusión duró hasta que Ramón volvió a amenazarla. Vieron la TV una hora más o menos, en silencio, sin decirse nada, Ramón en bolas y su hermana vestida. Le excitaba. Al cabo de una hora Ramón se recuperó y volvió a comenzar:

  • Pónmela dura, golfilla. Trabájate mi polla hasta que se ponga tiesa.

Cristina era consciente de lo inútil de su resistencia. Esta vez su hermano se sentó en el borde de la cama y ella también. Trempó rápido al poco de recibir las caricias de boca y mano y él le acariciaba a ella la suave piel, desde la espalda desnuda hasta las tetas, metiendo la mano por los laterales de aquella camiseta tan sexy. Cuando le palpaba los pechos soltaba:

  • Que pezones tan grandes, Cris. Deben parecer dos misiles de punta.

Mientras la cabeza de su hermana estaba entre sus piernas él le acariciaba el pelo con la otra mano y así una y otra vez, caricias de tetas él, caricias de polla ella. Cuando notó el pollón en marcha otra vez la inclinó hasta ofrecerle una vista magnífica: una hembra rubia, viciosa, buenísima, toda para él y sus cerdadas. Le apretó los pechos y hundió su cabeza entre las tetas. Chupó, mordió, acarició aquellas tetas perfectas mientras le quitaba la camiseta. La tumbó boca arriba para tener mejor acceso a aquellos pezones que chupaba, besaba, mordía y pellizcaba ante las protestas de Cristina que creía que su hermano estaba siendo agresivo.

La besó por todo el cuerpo, recorriendo centímetro a centímetro su aterciopelada piel. De vez en cuando se cogía la polla con la mano y se pajeaba del gusto que sentía y quería prolongar. Cristina estaba asqueada de que su hermano la estuviera sobando de aquella manera pero se aguantaba esperando que terminase cuanto antes. Ramón le bajó la cremallera a la mini, se la quitó y le besó el ombligo y el vientre por encima de la tanga blanca y de raso. Metió las manos por debajo de las nalgas y empezó a amasarlas sin piedad, con fuerza. Cristina protestaba:

  • Me haces daño. No aprietes tanto, joder.
  • Este culo, que digo, este culazo me ha tenido obsesionado dos años. Ahora te lo sobaré cuanto quiera.
  • Pero con cuidado coño, que me haces daño. (Esto no es daño hermanita, ya verás cuando meta mi pollón en tu ano rico) pensó Ramón.

Por fín le quitó el tanga y olió un chichi de calidad. Un chichi cuidado y perfumado. Un chichi no para gente ruda como él, pero él lo tenía a su alcance.

  • Te quiero penetrar Cris. Te voy a follar.
  • NO. Una cosa son tocamientos y otra penetración. Ni de coña.

Ramón se fue incorporando hasta estar encima de su hermana con la polla dura sobre su monte de venus. Se agarró la polla con la mano y sin decir nada la dirigió a la entrada del coño de Cristina. Cuando su hermana comprendió que quería penetrarla intentó cerrar las piernas pero Ramón se lo impedía con sus caderas. Pugnaron entre medio gritos y ella le empujaba para quitárselo de encima pero Ramón era un tío grande, pesaba 102 Kg., algo obeso y Cristina no tenía suficientes fuerzas. Ramón estaba decidido, la polla empujaba por la raja, Cristina se revolvía... entonces Ramón atinó y le ensartó el pollón. Entró un momento y entonces empujó con fuerza. Se notaba que Cristina era una profesional porque tenía la matriz dilatada. La polla de su hermano, a pesar de la violencia, entraba sin problemas, sin demasiado dolor para ella. Ramón culminó su victoria con un sonoro:

  • JAJAJAJA entró, la bola entró hermanita. Acostúmbrate, tal vez no sea la última vez.
  • Me estás violando hijoputa, sal de mí, no quiero que me folles.
  • Aguántate, golfa. Si te puede follar cualquiera, yo también.

Ramón estaba fuera de sí. El placer sobrehumano sentido una hora antes le hacía desear más y más y se movía dentro de su hermana a ritmo rápido como queriendo partirla en dos. Cuando Cristina cedió ante las embestidas de Ramón, éste bajó la cadencia, quería prolongar el polvo lo más posible. Así la taladraba, unas veces despacio y otras deprisa, mete saca mete saca infernal para Cristina que no quería que su hermano se corriese dentro:

  • No me preñes cabrón. Salte cuando te vayas a correr.
  • Calla puta. Que buena estás hermana... AHHHHHH.... Toma toma toma.... (ahora la embestía con fuerza).... que polvazo. Eres una puta de primera, hermana, la mejor que he tenido.

La empujaba con tal fuerza que el camastro parecía que se iba a partir. Ahora ella tenía la cabeza colgando por el borde gimiendo ante la fuerza de la follada. Ramón no sabía que fornicara tan brutalmente pero todo aquella noche estaba desmadrado para él. La cama se balanceaba al ritmo de las caderas de Ramón. Sudaba y sudaba conteniendo todo lo que podía la corrida. Quería que nunca se acabara pero ya le dolían las piernas, las rodillas, los riñones, los malditos riñones que no le permitían prolongar mas aquel polvo bestial, el mejor de siempre. Gritaba él, gritaba ella:

  • AH, AH, AH, AH, Dios que bueno, so puta, que rica estás...
  • OH, OH,OH, para ya, me vas a partir en dos, salte cabrón, no te corras dentro...

El espectáculo era dantesco, un tío grande y fofo bañado en sudor encima de una señorita liviana, prostituta de lujo, penetrándola con fuerza, duro, muy duro, sin miramientos. El culo del macho, hermano de la hembra, subía y bajaba en frenesí continuo, le dolían a Ramón todos los músculos de los glúteos pero no quería parar, la violencia de las embestidas dolían a Cristina que no había sido follada así nunca. La polla de su hermano le taladraba a una velocidad vertiginosa y el dolor que sintió ella le sacó varias lágrimas.

Ramón creía morir de gusto, estaba destrozado y justo antes de dejarse llevar tuvo la lucidez de salirse de su hermana. Descargó dos chorros de semen en el vientre y piernas de Cristina entre jadeos y gritos que parecían de un animal degollado. En aquella apestosa pensión no resultaba raro llevar putas y por eso Ramón daba rienda suelta a sus pensamientos fueran de la índole que fueran.

  • AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH........... ME COOOOOOOOOORRRRRRRRRRRRRRRROOOOOOOOOOOOOO...... UF UF UF UF UF que polvo Dios, que bueno...... Me has vaciado puta, me has dejado seco.

Cristina estaba rendida, totalmente echada con la cabeza hacia atrás y la mano en la frente respirando hondo porque para ella también había sido un polvo brutal. Tenía que reconocer que su hermano la sabía meter.

A los cinco minutos Cristina se empezó a vestir mientras Ramón seguía tumbado con la polla fofa imposible de levantarla otra vez. Se despidieron fríamente, con un "Lo prometiste. No le dirás nada a nadie". Nada más cruzar la puerta, Ramón llamó a su amigo Diego. Sabía que necesitaba ayuda porque con una super-puta como su hermana no podía él sólo. Diego era su amigo de correrías, a veces habían hecho un trío y le había comentado muchas veces lo buena que estaba su hermana Cristina, así que pensó que seguramente entre los dos podrían darle a Cristina su merecido, domar ese culazo que había salido indemne hoy por falta de fuerzas,.................. pero eso otra historia.