Mi Hermana Rocio, mi Sumisa I

De como cambié las costumbres de corte clásico en mi casa

MI HERMANA ROCÍO, MI SUMISA

Capitulo 1

Me llamo Jorge y tengo 19 años, mido 1,80 y según las chicas, estoy muy bien. Nuestra familia está compuesta por cinco miembros. Mi padre, Andrés de 43 años, mi madre Carmen de 39, mi hermana Rocío de 20, mi hermano Álvaro de 18 y yo. Éramos una familia muy normal. Mi padre es licenciado en Derecho y tiene una gestoría, mi madre lleva la administración de la misma. Vivimos en un chalet de dos plantas en una pequeña ciudad cerca de Madrid.

Mi padre no está mucho por casa. Solo vive para el trabajo y es los fines de semana cuando pasa algún rato con nosotros.

Mi madre es lo que se diría vulgarmente “una real hembra”. Es alta, aunque no tanto como Ro, de formas algo más contundentes pero se conserva estupendamente gracias al gimnasio y a su ajetreada vida. En las disputas familiares siempre se pone de parte de mi hermana y al final siempre acabamos Alvarito y yo con la bronca o castigados.

Mi hermana Rocío, a quien llamamos “Ro” es la reina de todas las fiestas. Mide sobre 1,78m. Acaba de finalizar el instituto y si aprueba la selectividad, el próximo curso entrará en la universidad, probablemente en Madrid a hacer ADE. Es guapísima y tiene un cuerpo y unas tetas de infarto. Es morena con ojazos azules. Siempre tiene a muchos chicos revoloteando a su alrededor. A ella le encanta. Conmigo, siendo antipática no es que se pase demasiado. A Alvarito sin embargo, lo trae por la calle de la amargura. Lo tiene de recadero para todos sus caprichos y no para de reñirle e insultarle por cualquier estupidez.

Hace unas semanas Ro le mandó a comprar unas latas de Coca-Cola para ella y sus amigas. Al poco Alvarito llegó llorando a mi habitación. Ro le había pegado una bofetada porque había traído latas normales en lugar de “Light”.

-

No te preocupes. Vamos a pensar cómo podemos vengarnos de esa zorra para que no vuelva a meterse contigo.

-

No podremos hacer nada, me contesto Álvaro. Siempre se sale con la suya. Tiene a papá metido en el bolsillo. Hoy mismo, en el desayuno no paraba de reír por cualquier chorrada que decía. Está claro que nosotros no le hacíamos la misma gracia.

Mi madre también la prefería a ella y no dejaba pasar oportunidad para dejárnoslo claro. La verdad es que se parecen un montón.

Tenía que pillarla en algún renuncio. Empecé a seguirla cuando salía de casa. Pero al final entraban en casa de sus amigas, solas o acompañadas de algún grupo de chicos y ahí se acababa la persecución. Nunca pude entrar en las casas de sus amigas. No hacía más que darle vueltas a lo que podíamos hacer. El seguimiento no dio mucho fruto, pero pude verla muy acaramelada con Julián, un chico mayor que ella, a quien mi padre no quería nada, pues tenía conflictos con su familia desde muchos años atrás. Él no hacía más que intentar cogerle el culo. Ella no ponía excesiva resistencia y acabó agarrándoselo por completo mientras ella no paraba de sonreír. Aunque lo grabé con mi móvil, evidentemente eso no era suficiente para tenerla pillada. Aunque seguro que a mi padre le sentaría fatal.

Volvía a casa y seguía dándole vueltas al coco. El sábado siguiente estábamos todos en casa. Ro pasó al baño a darse una ducha. Entonces pensé, ¿“por qué no?”. Entré en su dormitorio, sabiendo que Ro tardaba casi una hora en el baño. Entré en su habitación y cogí el móvil. Conocía de sobra el patrón de desbloqueo, pues lo metía constantemente estando los demás delante. Me lo llevé a mi habitación y le hice una copia en mi ordenador. Le devolví enseguida el teléfono a su habitación. Luego lo miraría para ver que se podía sacar.

Más tarde, en mi habitación repasé lo que había copiado del teléfono de Ro. Me sorprendió muchísimo ver que se había hecho unos selfies desnuda pero tapando todo lo importante. Me tuve que pajear con ellas. Y no fue la única vez. Pero seguía sin tenerla pillada.

Conocía su clave del ordenador pues me la había dado hacía unos meses para que le instalara varias cosas y le configurara algunas aplicaciones. Espero que no la haya cambiado, pensé. Ahora, había que esperar el momento para hacerlo. Ese momento llegó un par de semanas después. Mis padres no estaban en casa y ella salió al cine con sus amigas. Había que aprovechar la situación. Me metí en su ordenador y le instale un programa espía con el que podía ver en el mío todo lo que aparecía en su pantalla. También le hackeé la Webcam.

Estuve espiándola durante algún tiempo, pero no conseguía nada pues el ángulo donde ella se cambiaba estaba justo fuera de la visión de la webcam y en cuanto se acostaba apagaba la luz y no había manera de ver nada. Alguna vez escuchaba gemidos, pero muy bajito pues estábamos todos en casa.

Un día entro con su amiga Marta a su habitación para estudiar. Marta estaba casi tan buena como Ro, mediría como 1,74 y sus tetas eran algo más pequeñas Su pelo era castaño muy clarito y tenía unos preciosos ojos verdes. Conecté la Webcam para ver lo que hacían. Me sorprendí cuando vi que Marta se echaba atravesada a la cama y se desabrochaba el cinturón.

-

¿Otra vez? Le dijo Ro con cara de disgusto.

Marta le dijo que necesitaba masturbarse. Debían de venir de estar con sus chicos y, al menos ella, venía muy caliente. Al final Ro accedió. No parecía que fuera la primera vez que lo hacían.

Marta le dijo que pusiera algo en su ordenador para ayudar. Ro cerró el pestillo de su puerta y puso una web de videos de tíos con grandes pollas y mientras se la jalaban, Marta empezó a tocarse por encima del pantalón.

-

Hay que ver Marta que poca paciencia tienes

-

Es verdad, contesto. No puedo esperar, Kiko me ha puesto como una moto. ¿Y a ti Julián?

-

Pues también, pero luego los vamos a ver y ya nos desquitaremos.

-

No seas panoli. Ahora nos masturbamos y luego ya veremos. No puedo estudiar con esta calentura.

-

Bueeeno, vaaale. Pero rapidito, que si no, no sé qué vamos a estudiar.

Ro se tumbó al lado de Marta y se bajó un poco el pantalón, lo justo para dejar ver una tanga de color negro. Comenzó a tocarse tímidamente sin atreverse ni siquiera a mirar a Marta

-

Parece mentira, dijo Marta. Sigues tan mojigata como el primer día que lo hicimos.

-

Sabes que me da mucho corte. Déjame, ya me iré calentando.

Yo estaba que iba a estallar. Tenía la polla como el mástil de una bandera. Creo que no duré ni cinco minutos antes de correrme por primera vez.

Entretanto Marta se había quitado los pantalones y se había bajado un poco el tanga. Aunque no se le veía entero, pude observar como tenía el chocho completamente depilado. Ro, entretanto, se tocaba algo más decidida pero por encima de la braguita, aunque con los ojos cerrados. De repente sintió la mano de Marta en su pecho por encima de la camiseta. Abrió mucho los ojos y la miró fijamente como reprendiéndola, pero Marta, sin abrir los ojos le dijo:

-

Por favor, estoy muy caliente, enseguida me corro y te dejo…

Y Ro se dejó hacer con cara de no estar muy de acuerdo, pero con su calentura subiéndose por las nubes. Marta amasaba la teta de Ro cuando le llegó un gran orgasmo. Ro al oírlo, también tuvo una de las mejores corridas de su vida. Ambas se taparon las bocas para hacer el menor ruido posible, conscientes de que había más gente en la casa.

Ro estaba muy colorada de vergüenza y cuando acabaron le pidió a Marta que se fuese, que ya no tenía ganas de estudiar y le dolía un poco la cabeza. Marta se fue un poco dolida. Parecía que Ro se había disgustado con ella, aunque por el orgasmo que tuvo, se notaba que le había gustado. Ya lo arreglaría más adelante.

Ahora sí que la tenía pillada, pensé mientras me corría por tercera vez. Y a Marta también. Ya se me ocurriría como aprovecharlo. No la había visto finalmente desnuda pues no llegó ni a bajarse el tanga, pero sabía que a partir de ese momento, no me iba a costar mucho trabajo.

A partir de ese momento empecé a planear como obrar para tenerla por completo a mis pies. Pasaron unos días y mi hermanita estaba tan borde como siempre, pero a mí me venía dejando tranquilo. Al cabo de una semana Marta volvía a entrar en casa como si nada. Parecía que ya se habían olvidado de incidente. Llamó a Alvarito para que les fuera a comprar bebida, como siempre. Al cabo del rato volvió y se echó a llorar.

-

¿Te ha pegado otra vez?

-

No, pero me ha hecho pagar las bebidas y me he quedado sin la paga semanal.

-

Esto lo vamos a solucionar. Dije

-

¿Pero cómo? Pregunto Alvarito

-

Déjame a mí, ya verás cómo esto no vuelve a pasar.

Al cabo del rato escuche la puerta de la habitación de Ro. Marta se iba. Esperé un buen rato. Habían pasado un par de horas cuando saqué una foto del video en el que se veía muy claramente a las dos masturbándose y a Marta cogiéndole una teta a mi hermana, con carita de lujuria. La cogí y me dirigí a la habitación de mi hermana. Entré sin llamar mientras ella hablaba por teléfono con Marta y se reía con su amiga cuando yo entré en su habitación

Que haces aquí enano. Me dijo sin dejar el teléfono y con cara de cabreo

Sin contestar, coloqué la foto en su cama y me quedé mirándola con una amplia sonrisa.

Manteniendo el teléfono con el hombro, la levantó y la miró. Se quedó en silencio y casi se le cae el teléfono del susto.

-

También tengo el video completo, por si lo quieres ver

-

Te llamaré luego Marta, dijo colgando rápidamente.

-

¿Como tienes tu esto? Pregunto levantándose de la cama con cara de mucho cabreo y a punto de soltarme un bofetón.

-

El cómo, no te lo voy a decir, pero el caso es que lo tengo. Así que ya puedes ir cambiando esa actitud, si no quieres que se lo enseñe a papá, o mejor, que se lo pase a todos tus contactos de WhatsApp, que me descargué el otro día junto con algunas fotitos calentonas.

-

No serás capaz de eso, respondió con el miedo en la cara y quedándose del todo parada.

-

Eres mi hermano. No puedes hacer eso.

-

Soy tu hermano, pero siempre has sido una déspota conmigo y especialmente con Alvarito. Ahora te toca pagar por ello.

-

¿Qué quieres? Si es dinero ya te anticipo que no tengo. Aunque si esperas unas semanas podría darte algo más. A final de mes es mi cumpleaños y me suelen dar dinero los papas.

-

No quiero tu dinero. Quiero que entiendas que te tengo en mis manos y que harás lo que yo diga, si no quieres que circule el video.

-

De eso nada imbécil. No voy a dejar que me chantajees. Fuera de aquí.

Todo esto lo dijo con la esperanza de que yo me echara para atrás, pero muy poco segura de sí misma. En cualquier caso salí de su habitación sin decir nada más. Ella creyó que podía ganar la partida aunque estaba muy nerviosa, pero nada más lejos de la realidad.

En cuanto llegué a mi habitación saque varias fotos del video y se las pasé por WhatsApp a Ro con una nota que decía: “Primero se las pasaré a Julián y después a tus compañeros de clase y a tus amigos. Va a ser divertido mañana cuando te encuentres mañana con ellos. Yo estaré por allí, mirando”. A los diez segundos oí como se abría su puerta y se dirigía a la mía. Yo había cerrado el pestillo y no pudo entrar. Con voz bajita empezó a decir.

-

Estás loco. ¿Qué te hecho yo para que me hagas esto?

-

Habla más alto, que no te oigo.

Sabía que no podía hablar más alto pues la oiría mi madre

-

Está bien, ¿qué quieres que haga? Me dijo, pensando en que le tocaría poner la mesa, fregar los platos, hacer las camas durante una temporada y esas chorradas.

Me levanté despacio, corrí el pestillo y abrí la puerta.

-

Pasa y mantén la boca cerrada. Le dije cuando iba a empezar a decir improperios.

Por la forma en que se lo dije, me hizo caso y entró callada pero con cara de pocos amigos. Iba a sentarse en mi cama cuando le dije

-

Nadie te ha dado permiso para que te sientes. Permaneció de pie mirándome con cara de odio.

-

Has visto las fotos. Asintió con la cabeza.

-

Pues ahora vamos a ver el video. Y te advierto que tengo varias copias muy bien guardadas. Si intentas alguna tontería nadie te salvará de que las distribuya.

-

¿Pero tú de que vas, enano? Dijo colorada de vergüenza.

Le di un bofetón que le pilló completamente por sorpresa. Iba a decir algo pero le advertí:

-

Ni se te ocurra. ¿Quién te ha dado permiso para hablar?

Se quedó callada con una lágrima cayéndole por la mejilla más colorada aun por la bofetada y la humillación que acababa de recibir.

-

Tú vas a ver lo que yo quiera. ¿Entiendes?

Y se quedó callada casi incapaz de sostener el llanto. Puse el video en marcha y su cara era todo un poema. No podía dejar de pensar en qué pasaría si todos sus amigos vieran ese video.

El video empezó a rodar y ella estaba cada vez más avergonzada. Cuando llegó el momento que Marta le pillo la teta exclamé:

-

Así que bollerita, quien lo iba a decir.

Me quedé mirándola, viendo como rompía a llorar, mirando al suelo, pero no se movió de donde yo le había ordenado. Estaba confusa, llorando humillada y sin saber qué hacer ni que decir.

-

Vete a tu habitación. Hazte a la idea de que me perteneces. No se te ocurra cerrar la puerta de tu habitación con pestillo. Yo entraré cuando me dé la gana y en cuanto me veas te pondrás inmediatamente de pie, estés como estés.

-

Se sintió acorralada y asintió levemente con la cabeza, entre sollozos.

-

Vete a tu habitación y no salgas hasta que yo te lo diga. Y por cierto se acabó el usar el teléfono, si no es con mi autorización. Además, te daré instrucciones a través de él y me lo traerás todos los días para que lo revise.

-

Esto seguirá así hasta que yo decida. Hasta entonces estarás a mi disposición.

Comenzó a llorar porque se dio cuenta de donde se había metido y se retiró protestando, pero resignada, a su dormitorio.

En cuanto se fue, puse el ordenador para ver lo que hacía. Se sentó en la cama y estuvo un buen rato llorando a moco tendido. Lo que me sorprendió es que al cabo de media hora comenzó a tocarse por encima del pantalón. La muy zorra estaba caliente. Decidí dejarla un rato, pero antes de llegar al orgasmo entré de repente en su habitación. Al verme se asustó y se iba a abrochar el pantalón cuando le dije:

-

Recuerda mis instrucciones.

Llena de vergüenza se levantó y se quedó con el pantalón desabrochado. Mostraba su tanga negro. Estaba descalza. Me encantaban sus pies. Eran hermosos. Miraba al frente sin saber que pensar. Le di un fuerte azote en el culo que le pilló por sorpresa y dio un grito.

-

¿Quién te ha dado permiso para masturbarte?

-

Nadie, contesto sonrojada.

-

¿Tienes ganas de correrte?

Ella no contestaba y cada vez estaba más avergonzada. Di una vuelta alrededor de ella y de repente, desde atrás, cogí sus pantalones y los baje hasta sus pies. Estuvo a punto de agacharse a subírselos pero con una mirada se quedó quieta.

-

Bueno como no contestas, supongo que sí. Así que échate en la cama y sigue con lo que estabas haciendo. Le dije mientras le daba otro fuerte azote, esta vez sin pantalón que amortiguara el golpe.

No se podía creer lo que estaba oyendo. No se movía, pero tampoco se atrevía a responder.

-

Date prisa, no tengo todo el día.

-

No puedo hacer eso. Me da mucha vergüenza.

Al instante le propiné una bofetada que hizo que se le saltaran las lágrimas. La cogí del cuello y sentándome la puse encima de mis rodillas con los pies en el suelo y las manos también. Le quité los pantalones, que colgaban de uno de sus pies y le baje las bragas. Empecé a azotarla en el culo. Protestaba y a cada protesta seguía un azote más fuerte. Finalmente se dio cuenta y cerro la boca. Solo se escuchaban sus sollozos y los azotes que recibía. Cuando terminé era un mar de lágrimas.

-

Ponte en ese rincón de rodillas, de cara a la pared y con las manos en la cabeza

Con cara de odio, pero con el miedo de que volviera a hacerlo, se puso en el rincón. Estaba completamente humillada. Cuando pasó media me preguntó.

-

¿Cuánto tiempo voy a estar así?

-

Hasta que cumplas mis órdenes sin rechistar.

-

Lo haré. Dijo muy bajito.

-

Levántate pues y haz lo que te ordené.

Muy despacio se fue aproximando a la cama, y se recostó atravesada. Dios mío, no había visto en mi vida una mujer más hermosa. Me costó trabajo no echarme encima de ella y follármela allí mismo. Pero me contuve. Dejaría que las cosas fueran poco a poco.

Ro cerró los ojos y empezó a aproximar la mano a su rajita. Estaba roja como un tomate, pero muy caliente. Enseguida comenzó a gemir, al principio muy bajito. Luego fue subiendo el nivel.

-

Mírame a los ojos. Le dije

Abrió los ojos y me miró avergonzada. La calentura iba avanzando y ya no podía reprimir los gemidos. Me senté a su lado. Le cogí una teta por encima de la camiseta. Se sobresaltó, pero no hizo ningún ademán de retirármela. Tenía unas tetas perfectas. Le cogí la otra con la otra mano. Comencé a meter la mano por debajo de su camiseta. No se atrevió a decir nada. Seguí avanzando y aparte el sostén. Me puse a jugar con uno de sus pezones. No me lo podía creer. El contacto con su cálida piel me ponía a cien. No tardó mucho en estallar en un profundo orgasmo. El cuerpo le temblaba compulsivamente. Cuando finalizó, estaba agotada. Se tapaba las zonas íntimas con las manos.

-

Ponte de pie. Y las manos detrás de la cabeza.

Me puse detrás de ella y empecé a subirle la camiseta y le ordené que levantara los brazos. Lo hizo y la camiseta fue a parar al rincón. Le desabroché el sujetador y le dije que se lo quitara. Se lo quitó y sin decirle nada lo lanzó junto el resto de sus ropas. La tenía completamente desnuda y le ordene que se diera la vuelta para verla, lo que hizo, esta vez, sin rechistar.

-

Eres preciosa Ro. Me pareció verla esbozar una leve sonrisa. Le acaricié el culo, que aún estaba muy colorado y no se movió.

-

Si te portas mal, tendré que azotarte de nuevo tu lindo culito. No dijo nada

Tenía el coñito depilado. Me sorprendió, pues con el bikini blanco parecía que llevaba un mechoncito de pelo encima de su rajita.

-

Te voy a dar algunas normas. Te acordarás o quieres anotarlas.

-

Me acordaré. Respondió con un hilo de voz.

o

Te dejarás crecer el pelo del coño hasta que te diga. Cada semana vendrás a enseñármelo a ver cómo va.

o

Iras sin sostén. No te hace falta para aguantar las tetas. Las tienes perfectas.

o

Hoy mismo vas a romper con Julián. No tienes permiso para salir con ningún chico ni por supuesto para tener sexo de ningún tipo con nadie salvo que yo lo autorice.

o

No volverás a tocarle los cojones a Alvarito. A partir de ahora nos harás las camas a los dos y ordenarás nuestras habitaciones.

o

Cada vez que te autorice a salir a la calle, vendrás antes aquí a que yo te revise y te dé mi visto bueno.

o

Nada de pantalones, desde ahora llevarás siempre falda.

o

Además, cuando estemos solos me llamarás “Amo”. Cuando haya gente delante te comportarás como siempre, pero sin borderías. ¿Ha quedado claro?

-

Ya te iré dando más normas. ¿Has entendido? ¿Tienes alguna pregunta?

-

¿Cuándo tú no estés, como hago? Dijo, colorada de vergüenza.

-

Me llamas por teléfono y me mandas una foto para que yo te autorice. En cualquier caso no saldrás mucho de casa hasta después de la selectividad. Tienes mucho que estudiar. ¿Has entendido?

-

Sí. ¿Cuánto va a durar esto?

-

¿Has entendido? Repetí.

-

Si amo.

-

Ya veremos. Depende de cómo te portes.

Estaba siendo más sencillo de lo que había pensado. Había una faceta sumisa en mi hermanita que nunca hubiera imaginado. Esa misma tarde llamó a Julián y rompió con él. Por cómo se lo tomó ella, no parecía que estuviera muy disgustada.

Pasaron unos días. Ro no dejaba de estudiar. Siempre iba con falda y dejo de usar sujetador. Mis padres estaban de vacaciones y siempre había alguien por casa. No tuve muchas opciones de encargarme de ella. Un día entró en mi habitación.

-

Ha pasado una semana

-

¿Y qué? Conteste yo.

-

Me dijiste que querías revisarme el pubis.

-

Es cierto. Acércate y muéstramelo.

Se la levanto y se levantó la falda dejando a la vista su tanguita de color blanco. Se lo baje hasta la mitad del muslo. Eso le encendió las mejillas. Vi que empezaba a crecerle el vello.

-

¿Te pica?

-

Un poco.

Acerque la mano y le pase un dedo por la rajita y lo acerque a su cueva. De repente dio un respingo.

-

¿Qué te pasa? Pregunté

-

Me da vergüenza decírtelo.

-

Sabes que no puedes tener secretos conmigo-

-

Si amo. Es que so… soy virgen.

Fin del Capítulo 1. Continuará…