Mi Hermana Rocio, mi Sumisa 3

Nueva incorporación al Club

MI HERMANA ROCÍO, MI SUMISA

Capítulo 3

Le pregunté a Ro sobre el asunto que habíamos comentado y que ella tenía una idea para traer a mamá a nuestro club. Roció sabía que mama tiene un cajón escondido en su viejo escritorio, en el que guarda unas fotos antiguas de un hombre junto con unas cartas y unos pendientes con un pequeño brillante.

El hombre de las fotos se parecía mucho a Julián. Ro creía que eran de su padre. Luego nos enteramos que, efectivamente, eran del padre de Julián, que había sido su amante hasta que se enteró papa y tuvieron una fuerte discusión. Desde entonces, al parecer, no se habían vuelto a ver, pero mamá guardaba sus cartas y se masturbaba leyéndolas y mirando las fotos.

Aprovechando un día que estábamos solos, fuimos a su habitación y escaneamos todo lo que encontramos, cartas, fotos y el resto que nos había contado Ro. La verdad es que mi madre era un pelín puta. Eso correría a nuestro favor. Ya llegará el momento…

Solo con imaginarme a mi madre con el padre de Julián, me habían entrado unas enormes ganas de sexo con mis chicas, así que nos acostamos los tres en la cama de mis padres. Les ordene que hicieran un 69. Mientras tanto yo me dedicaba a acariciarlas todo el cuerpo, principalmente los hermosos pies de ambas, aunque los de Ro eran mis preferidos, Les hice correrse cuatro veces a ambas. Cuando ya estaban exhaustas, se la metí primero a Ro y después a Marta, con tanta fiereza, que le arranqué el quinto orgasmo a cada una.

Al día siguiente era jornada de preparativos. Nos íbamos a Madrid y nuestra vida iba a dar un magnifico cambio. Había muchas cosas que preparar. Todos sonreían. Mama echo alguna lagrimita, pero al fin y al cabo todos sabíamos que íbamos a estar mas o menos a una hora de casa.

Bueno, pues hoy sábado, llegamos a Madrid. Nos han traído nuestros padres. Hemos alquilado un piso con tres dormitorios en un barrio donde abundan los estudiantes y dejamos libre una habitación con dos camas, por si alguien viene a Madrid. Ellas dos dormirían en la misma habitación también con dos camas. Por supuesto, no tienen permiso siquiera para tocarse mientras no les ordene o autorice yo lo contrario.

Lo primero es poner en orden el piso y comprar todo lo que falta. Renovamos cubertería, menaje y casi todo lo de la cocina. Las sabanas y las toallas las trajimos de casa. Esta noche mis padres dormirán en lo que será mi habitación. Ro dormirá en la suya con Marta y yo dormiré en la de invitados, con Álvaro.

Después de un ajetreado fin de semana, el domingo por la tarde llega la hora de que mis padres tienen que irse a su casa, con Alvarito. Inmediatamente, mis dos niñas, se ponen manos a la obra para volver a hacer mi cama. A partir de ahora cualquier fallo en la limpieza y orden domestico será castigada de acuerdo con la falta.

La intención de mamá es venir a Madrid los fines de semana que no podamos ir nosotros. No sabe que eso va a cambiar radicalmente. De momento tenemos que pensar como vamos a hacer para que mamá caiga en nuestra red. Para ello tengo la inestimable colaboración de Ro. Que es quien más ascendente tiene con ella.

Empezamos a preparar la estrategia con mamá. El próximo fin de semana no iríamos a casa. Alvarito estaba fuera, en un campamento de fin de semana con el colegio. Mi padre estaba de viaje. Así que seguro que ella decidía venir a Madrid

En efecto, mi madre se presentó a los pocos días. Con el rostro sonriente dispuesta a pasar un fin de semana en Madrid. El sábado después de comer, nos comentó que iba a salir a dar una vuelta, que había quedado con una amiga. Era extraño, nunca nos había hablado de ella. Así que le dije a Marta que la siguiera y sacara fotos de todo lo que hiciera.

A las ocho de la tarde Marta volvió u nos contó todo lo que había visto. Había quedado en una cafetería del centro con el hombre de las fotos, el padre de Julián. Después se habían metido en un hotel y habían estado allí toda la tarde. Cogió un taxi cuando los vio salir, mientras se despedían como dos enamorados dándose un buen morreo.

Teníamos todo documentado, solo nos faltaban fotos de la habitación, pero eso era imposible. En cualquier caso, entre la documentación que ya teníamos y el nuevo reportaje, yo creo que ya estábamos listos para iniciar el trabajo.

Mi madre llegó a las nueve con cara de haberlo pasado bien. Pero frunció el ceño al ver que la casa estaba bastante desordenada. Aunque esto era a propósito. Mis chicas no dejaban generalmente nada por en medio y lo tenían todo reluciente. Sin embargo, le había ordenado lo contrario mientras estuviera mi madre para hacerla trabajar de lo lindo. Sabía que eso le ponía de muy mal humor.

A la mañana siguiente, mi madre entró en mi habitación, efectivamente, de mal humor y con ganas de bronca por como teníamos todo de desordenado. De pronto miró para el tablero de corcho que tenía en mi habitación y se fijó en unas cuantas fotografías suyas de la tarde anterior entrando al hotel con el padre de Julián que yo había dejado allí visibles a propósito. Se quedó muda por un momento. Yo, me puse en pie y sin subir mi tono de voz, le dije que iba a contárselo a Papá y a enviarle una copia del video que había grabado.

Se puso muy nerviosa y al darse cuenta de cuál era la situación, con un hilo de voz me preguntó:

  • ¿Qué quieres de mí? ¿Me quieres… chantajear? –

Yo le conteste con el mismo tono bajo de voz:

  • Es curioso que, pareciendo tan seria, te haya pillado con el padre de Julián. Además, sabemos lo que guardas en el cajón secreto de tu escritorio. Mira, ahí tienes también unas fotos.

Se puso colorada como un tomate y no contestó:

Mientras hablábamos, me puse detrás de ella la rodeé con mis brazos a la altura de su barriga. Ella no opuso resistencia, hasta que subí mis manos hasta sus tetas. Trato de detenerme, pero le di un fuerte azote en el culo. Soltó un gritito y después se quedó muda y asombrada, pero dejó de resistirse. Derrotada de momento, me las dejo ahí. La atraje hacia mi mientras me entraba un tremendo calentón. Le dije que no se moviera. Me hizo caso, quizá porque pensara que si se portaba bien se me pasaría la idea del chantaje. Le di la vuelta y le di otro fuerte azote en el culo. Ella soltó otro un grito y cuando iba a decir algo le dije muy bajito:

  • Piénsatelo antes de decir nada que me lleve a cumplir lo que te he dicho.

Ella se quedó parada de espaldas a mí y sollozando, pero no dijo nada.

  • Se dio la vuelta y se iba a dirigir a la puerta de mi habitación. Yo la paré, agarrándola fuerte del brazo le dije:

  • Si sales de esta habitación ahora por mi parte se acabó, mañana tu vida estará arruinada. No tendrás familia, ni casa, ni trabajo.

Mi madre puso cara de cólera e intento replicarme;

  • Eres un…,

Le cayó otra bofetada que hizo que se tambalease. Me miro asustada, llorando, pero no se atrevió a abrir la boca. Allí se quedó sin mover ni una pestaña.

Me puse detrás de ella y de un fuerte tirón le bajé la falda hasta los tobillos. Madre mía de mi vida. Hay que ver lo buena que estaba con esas bragas negras.

Intento sujetarse la falda, pero se llevó otro palmetazo en el culo que le hizo estirarse de golpe.

Me senté en la cama y le dije que viniera. La puse encima de mis rodillas con los pies en el suelo y las manos en la otra parte, también en el suelo. Le baje las bragas hasta los tobillos con algo de resistencia por su parte. Le di una buena azotaina, mientras ella intentaba librarse entre lloros y gritos, al menos al principio. Llevaba dados unos 10 azotes y parece que asumió mejor el castigo. Seguía llorando, pero se movía mucho menos. Cuando llegué a los veinte le dije:

  • Por ahora es suficiente. ¿Has aprendido la lección?

  • Contesto muy bajito: Eres un cabrón. Soy tu madre

Tuve que darle otros diez azotes. Ahora si que se quedó callada

  • Te vas a quedar aquí de pie a oscuras y sin moverte. Cuando hayas decidido que estás dispuesta a obedecerme en todo, me llamas y hablamos. Salí al salón donde estaban las chicas calladas y con cara de sorpresa.

  • ¿Qué tal ha ido, amo? Me preguntaron.

  • Creo que bien, pero vamos a esperar un rato, a ver como lo lleva.

Al cabo de media hora escuche a mi madre llamarme desde mi habitación. La hice esperar unos minutos y al final entré.

La imagen era tremenda la cara de mi madre parecía un cuadro con todo el Rímel corrido por las lágrimas. No se había atrevido a subirse las bragas y aun las tenía por los tobillos.

  • ¿Qué has decidido? Pregunté.

  • Haré lo que me pidas, no tengo otra opción. ¿Cuánto durará esto?

  • No lo sé, ya veremos.

Lo primero que vas a hacer es mandar a la mierda al cabrón de tu amante. Si me entero de que le vuelves a ver o siquiera intentarlo, despídete de todos nosotros y de tu vida tranquila.

Vas a ser mi sumisa, para todo lo que yo quiera. Repito, para todo. ¿Estás de acuerdo?

  • Si Jorge, lo que tú quieras.

  • A partir de ahora aquí en Madrid y cuando Papa no esté, no me llamarás Jorge sino “amo”.

  • ¿Pero, y las chicas?

  • De eso ya hablaremos.

  • Desnúdate del todo, ahora mismo.

  • Jorge, por favor.

  • Te he dicho que no soy Jorge. ¿Quieres que te castigue?

  • Perdón, si amo, lo que ordenes.

Con resignación y llorando se quito la blusa y el sujetador y quedó ante mí prácticamente desnuda. Solo le quedaban las bragas que aun llevaba por los tobillos. Menudas tetas que tenía. Parecidas a las de Ro, pero al menos dos tallas mayores y se sostenían hacia arriba como por arte de magia. Los pezones grandes con dos aureolas más bien tirando a oscuras. El coño lo tenía depilado con un mechón justo encima de la rajita. Ya hablaríamos de eso.

  • Ahora sal así al salón y ponte en un rincón de cara a la pared con las manos en la cabeza. Estarás allí hasta que yo te lo ordene.

  • ¿Qué pensarán las chicas? Me da mucha vergüenza.

  • De eso, tú no tienes por qué preocuparte.

Llorando a moco tendido, sin entender mucho lo que allí pasaba salió de mi habitación y se dirigió al salón donde estaban las chicas vestidas viendo la tele, arrastrando los pies para no tropezarse con sus propias bragas. Siguiendo mis instrucciones, hicieron como si no la vieran. Ella no entendía nada. Miraba a las chicas como pidiendo apoyo y ellas ni siquiera le devolvían la mirada. Al final, se puso dócilmente de cara a un rincón del salón con las manos entrelazadas encima de la cabeza y mostrando su enrojecido trasero, humillada y muerta de vergüenza, pero verdaderamente hermosa. Aun llevaba las bragas por los tobillos.

Llevaba un par de horas de penitencia cuando me di cuenta de que era la hora de comer.

  • Carmen (así se llamaba mi madre), mueve el culo y haznos de comer

  • Voy enseguida amo.

Hizo ademán de subirse las bragas. Le pegue un grito

  • ¿Qué haces? ¿Quién te ha autorizado a hacer eso?

Se paró de inmediato y preguntó: ¿Qué hago amo?

  • De momento solo estas autorizada a llevar zapatos de tacón. Ya veremos si en algún momento decido que te tapes algo. Además, luego Marta te depilara ese mechoncito de pelo que llevas en el coño. No me gusta. Después te lo dejaras crecer uniformemente. Ya te explicarán las chicas cuales son las instrucciones.

Carmen puso cara de asombro, pero no se atrevió a contestar más que un tímido “lo que tu ordenes amo”. Se quitó las bragas y se dirigió a la cocina.

Yo la seguí a la cocina y nada mas llegar le puse la mano en el trasero.

  • Te duele, le pregunte acariciándoselo.

Sorprendida, no sabía que contestar. Si.. no se, no entiendo nada. Pero no se atrevía a quitarme la mano de su culo. Poco a poco fui avanzando más y pasé un dedo por el orificio del ano. Pegó un respingo, pero seguía sin decir nada. Introduje, con dificultad, la punta del dedo en su culo y noté que dos lagrimas caían por sus mejillas. Pensé que por hoy ya estaba bien y la dejé cocinando.

Después de comer (la única que estaba desnuda, de momento, era Carmen, me dirigí a Marta y le dije

  • Cuando acabéis de fregar los platos coges a Carmen y le depilas el coño. Quiero que tenga una buena mata pero que le crezca regularmente.

Carmen me miró con los ojos muy abiertos, pero no preguntó nada más.

  • Carmen, a partir de ahora te dejaras crecer el vello púbico. Debe de llevarlo arreglado. Todas las semanas vendrás a que te inspeccione y vea cómo va creciendo. Como ya habrás adivinado, Ro y Marta son mis sumisas y hacen exactamente lo que yo les ordeno. Así que no busques en ellas comprensión y obedécelas mientras yo no te diga otra cosa.

  • De momento, no hablarás mientras no se te pregunte. Si tienes algo importante que decir, solicitarás permiso con la frase: “¿Permiso para hablar, amo?”. Ya veremos si te lo concedo.

  • Las chicas te irán poniendo al día del resto de las normas.

Estaba sorprendida, pero no se atrevía a hablar.

  • A la calle, solo saldrás cuando yo lo autorice. Irás siempre con falda. Olvídate de los pantalones de ahora en adelante. Nunca llevarás bragas ni sujetador. Quiero tenerte a mano cuando me apetezca cualquier cosa contigo.

Puso cara de extrañeza, pero no rechistó.

  • Esta semana la pasarás aquí. El domingo que viene volverás a tu casa. Las normas siguen igual. Alvarito sabe algo de lo que sucede, pero no sabe los motivos reales que te han llevado a esto. Así que, si te quiere tocar el culo, pues tú se lo pones fácil y además le preguntarás si quiere tocar algo más. ¿Te has enterado? Que no me entere yo que no cumples sus órdenes en algún momento.

Ven, siéntate en mis rodillas. Llamé a las chicas y les dije que se desnudaran. Carmen no acababa de asumir cual era la situación

Ella se sentó muy despacito con la cara roja de vergüenza, pero no dijo nada. Empecé a acariciarle el culo, que ya estaba volviendo a su color natural. Fui subiendo una mano y le agarré un pecho. Eran perfectos. Le pellizqué un pezón y empecé a apretar muy despacito, mientras con la otra mano le acariciaba el monte de venus. No hacía más que mirar a las chicas, pero, por supuesto no consiguió su apoyo.

  • Abre las piernas.

Me miró, como suplicando que no la obligase, pero al mismo tiempo, abría las piernas. Cuando alcancé el clítoris dio un largo gemido. Seguí acariciando hasta que cogió un buen calentón. Ahí decidí parar. Puso cara de no entender.

  • Solo te correrás cuando yo te lo diga. De momento no tienes permiso. Eso, te lo tendrás que ganar.

Se quedó de nuevo a punto de echarse a llorar. Estaba muy sensible con todo lo que estaba sufriendo, pero lo mismo que Ro, estaba sacando muy pronto a relucir su carácter absolutamente sumiso.

Después de comer, Marta cogió de la mano a Carmen y la llevo al dormitorio. Puso una toalla en la cama y le ordeno acostarse boca arriba con las piernas arriba, flexionadas y completamente espatarrada. Se moría de la vergüenza y más cuando entramos Ro y yo para ver el espectáculo. Tenía la cara roja como un tomate, pero se dejaba hacer. Marta se dispuso a afeitarle el conejo. Carmen la miraba con algo de miedo. Marta tenía instrucciones de masturbarla mientras la depilaba y eso se le daba muy bien. Marta le paso la crema y cogió la maquinilla. Empezó a afeitar mientras mantenía el dedo en el clítoris. Carmen no sabía cómo ponerse, se sentía incomoda, pero su agujero se empezaba a humedecer y ya salían gotas. Hacía mucho tiempo que no tenía sexo con una mujer. Nadie lo sabía, pero de soltera la madre de Marta (Susana) y ella habían tenido algo más que un rollo pasajero. Aunque a decir verdad, después aún había fantaseado alguna vez con ello.

Mandé a Ro a por un vibrador. Carmen no se lo podía creer. Su propia hija metida en el trio. Ro se subió a la cama y puso en marcha el vibrador. Empezó por los pezones que en segundos se pusieron duros como piedras. Después le paso sus pechos por el vientre. Carmen estaba ya muy caliente y ya se veía que no iba a poner muchos reparos. Ro acerco sus labios a los de Carmen, quien al principio puso un poco de resistencia a abrir la boca, pero finalmente se vio invadida por la lengua de Ro y comenzó a mover su lengua. Se fundieron en un morreo caliente durante varios minutos.

Carmen no abría los ojos, pero cada vez abría más las piernas para que Marta con sus dedos y Ro con su consolador invadieran más y más su intimidad. A estas alturas tenía el coño completamente afeitado y chorreando y a las dos chicas encima recorriendo toda su anatomía. Yo, entretanto, lo grababa todo. Carmen seguía con las piernas abiertas y hacia arriba, lo que dejaba al descubierto el agujero de su culo. Me acerqué y le fui metiendo un dedo. Intentó protestar, pero la verdad es que se deslizaba sin ningún problema dada la cantidad de lubricación que estaba soltando. Estuvimos jugando con ella cerca de dos horas. Negándole el orgasmo varias veces. Al final, decidí que ya era hora de que disfrutara y le hicimos gemir, cada vez más alto. Ya no se podía contener más. De repente le sacudió el mayor orgasmo de su vida. Gritaba, le temblaban las piernas y tenía convulsiones. Le di permiso para hablar y entre sollozos nos dijo: “No sabéis como os quiero. Soy vuestra para siempre”

  • Como ya te dije a mi me llamarás amo. A ellas dos les puedes llamar por su nombre, pero de momento les obedecerás en todo. También sabes ya que son mis esclavas, como tú.

Todas las semanas vendrás a enseñarme como va el vello del pubis, hasta que me satisfaga y lo conservarás así en adelante. En casa iréis las tres siempre desnudas mientras estemos nosotros solos. Cuando venga alguien ya veremos.

Carmen, tú el domingo regresas a tu casa. Si no Papa empezará a ponerse nervioso. Cuida bien de Alvarito. No estas autorizada a tener sexo con nadie que yo no autorice. Ni siquiera con papa. No te puedes masturbar. Si te sorprendemos o lo intuimos recibirás un severo castigo.

Esta noche dormirás conmigo y te entregaras completamente a mí. Sin reservas. Espero de ti que hagas siempre lo que te ordene y cuando te lo ordene.

  • Si mi amo, por siempre.

  • Una nueva regla para ti, Carmen.

  • Si amo, lo que ordenes

  • Todas las mañanas a las 08:30 me despertarás con una mamada. Me meteré en la ducha, pero tu serás la que me lavará todas las partes del cuerpo.

Carmen enrojeció, pero asintió.

  • Cuando vayas a casa, ya se encargarán las chicas de mantenerme bien limpio.

Ahora ponte la gabardina y coge la cartera, que nos vamos de compras.

Fin del Capítulo 3