Mi hermana Paula 4
Era inevitable que Paula y yo diéramos un paso más.
Era lunes y el sábado anterior había tenido el encuentro con Marta que narré en el capítulo primero.
En un momento que pude estar a solas con Paula le conté que había tenido ese encuentro y que habíamos tenido relaciones sexuales. No le conté detalles porque no era el momento.
-Ya te lo contaré el viernes- dije – cuando podamos estar a solas.
Pero durante la semana Paula me hacía preguntas continuamente, la curiosidad la comía e incluso en alguna ocasión pudo llegar a ser indiscreta estando mamá cerca.
Y llegó el viernes, yo estaba sentado ante el televisor cuando entró Paula y se sentó ante mí.
-¿Ahora me lo contarás?- preguntó
-Sí, claro- respondí apagando el televisor.
Preparamos la mesa, con la cena que mamá dejaba siempre preparada los viernes. Le conté cómo había empezado todo, cómo Marta me había pedido que la ayudara a mover unos muebles y cómo había empezado a interrogarme después de acabar el trabajo. No quería empezar a contar lo que había pasado hasta que hubiéramos terminado y recogido los platos.
-Venga, cuenta- dijo Paula por fin dejándose caer en el sofá. Se mostraba un poco ansiosa - ¿Qué hicisteis?
Le conté cómo, estando yo de pie, Marta se había arrodillado ante mí y me había bajado los pantalones, y cómo después de acariciar mi pene se lo había metido en la boca. Paula escuchaba atentamente, sin querer perderse un detalle.
-¿En la boca?
-Sí- respondí- me la estuvo chupando un buen rato…hasta que me corrí…en su boca.
-¿En su boca?- repitió de nuevo Paula, sorprendida, con los ojos bien abiertos.
-Sí- continué- y luego se tragó todo el semen.- Paula hizo un gesto como de asco.
-¿Se lo tragó?
-Sí, todo. Mira, ven.
Me levanté y cogí a Paula por la mano. Nos dirigimos a mi cuarto y la hice sentar en la silla. Rebuscando en mi colección de comics saqué la vieja revista porno que nunca le había enseñado. Se la tendí y ella se la puso sobre el regazo y empezó a ojearla.
-¿Desde cuando tienes esto?
-Hace tiempo.
-Nunca me la habías enseñado.- Se detuvo ante la foto en que las dos mujeres estaban desnudas. Se rió.
-¿Cuál te gusta más?- preguntó
-La rubia- respondí, y continuó ojeando, con los ojos abiertos como platos. Le señalé una foto en que una de las chicas estaba chupando una polla, y luego una en que uno de los hombres se comía el coño de una de las chicas.
-Luego se lo hice yo a ella, como esa foto.- Paula continuaba con la boca abierta, mirando detenidamente, observando las siguientes fotos en que las que se veía a las dos parejas follando. Pasaba una página tras otra, mirando todo los detalles.
Paula cerró repentinamente la revista y alzó el rostro, sentada en la silla, mirándome a los ojos.
-¿Te gustaría que te la chupara?
Me sorprendió la pregunta tan directa. Dubitativo respondí con otra pregunta.
-¿Lo harías?
-¿Te gustaría?
-Mucho- respondí, pensando en las sensaciones que había tenido con Marta, la tremenda mamada que me había hecho.
-Pero no te correrás en mi boca- dijo Paula tajantemente
- No te preocupes…no lo haré.
Paula se levantó y empezó a desnudarse. Yo la seguí, hasta que quedamos ambos desnudos, de pie, frente a frente. Ya nos habíamos acostumbrado a nuestra desnudez, claro.
Le puse las manos sobre los hombros, indicando que se agachara. Paula se puso de rodillas mientras yo me acaricié el pene hasta que estuvo bien tieso. Ella me miraba desde su posición y le acerqué el pene a los labios, apenas rozándolos. Se mostró un poco dubitativa al principio; sacó la lengua y con la punta tocó el glande, lo repitió varias veces. Puse la mano tras su cabeza y acerqué el pene a sus labios. Finalmente abrió la boca y se lo introduje. Ella empezó a chupar. No la tenía toda dentro de su boca, sino el glande.
-Lame con la lengua- dije, y empezó a lamer.
-Huffffff- solté mientras sentía como se me tensaba más y más la polla- sigue, sigue.
Se la sacó repentinamente y dijo
-Pero no te corras
-No te preocupes…te avisaré antes…sigue
Y se la volvió a meter. Ahora parecía un poco más desinhibida. Evidentemente no tenía la experiencia de Marta pero me estaba llevando a un grado de excitación altísimo. Me puse un momento de puntillas.
-Huuufffff!!!- Exclamé de nuevo.-chupa…chupa…
Aquello era brutal, sentía el glande encendido por los húmedos labios de Paula, ardiente por los lametones de su lengua; y aunque sabía que no podía correrme en su boca quería prolongar aquellas sensaciones todo lo que fuera posible.
-Estoy a punto- dije, apenas con un hilillo de voz, y Paula se sacó inmediatamente la polla de la boca, sujetándola a un lado. Me corrí y de qué manera, no paraba de salir semen disparado. A Paula le entró un ataque de risa mientras me sujetaba la polla y observaba como esta vertía el fluido como una manguera; yo seguía bufando.
Paula miró hacia arriba, sonriendo. La ayudé a incorporarse y nos abrazamos, apretando bien un cuerpo contra el otro. El pene, ahora sin rigidez, atrapado entre ambos. Yo acariciaba su culo.
-¿Te ha gustado, hermanito?
-Ha sido bárbaro- contesté y añadí- querida hermanita.- y nos abrazamos fuertemente.
-Ven- dije separándome de ella y sujetándola por la mano. Retiré la colcha de la cama y la hice tumbarse sobre las sabanas- Ahora te lo haré yo a ti.
Separé sus piernas y me coloqué entre ellas. Acerqué mi rostro a su vulva. Primero estuve acariciándola con los dedos, separando los labios y palpando la entrada de su vagina. Luego acerqué el rostro y empecé a lamerla con la lengua. Chupando y lamiendo sin cesar, con los dedos separando los labios y dejando visible su clítoris que empecé a chupar. La respiración de Paula se iba incrementando en intensidad. Noté como su cuerpo se arqueaba un poco. No dejaba de chupar y juguetear con la lengua. Luego mi lengua siguió por su cuerpo, su estómago, pasando por encima del ombligo y llegando a los pechos. Empecé a chupar sus pezones, saltando de uno al otro, mientras seguía acariciando con los dedos su vagina.
Finalmente me tumbé junto a Paula. Nos mirábamos fijamente y acaricié su mejilla, su rostro pecoso. Deslicé un dedo sobre sus finos labios. Paula no tiene unos labios muy carnosos. Mantenía el rostro muy cerca del suyo y deposité un suave beso en sus labios. Nunca nos habíamos besado en la boca, pero aquel era un día en el que era la primera vez de muchas cosas. Retiré mis labios pero ella movió el rostro, devolviéndome el beso. Nos besamos de nuevo y mi lengua lamió sus labios, jugueteando con ellos, obligándoles a separarse. Mi lengua buscaba más y cuando abrió un poco la boca se introdujo en su interior, como un visitante extraño en busca del habitante de la morada. Y las dos lenguas se encontraron y empezaron a danzar en un baile excitante. Nos morreamos a base de bien. Chupé la lengua de Paula, sus labios. Luego la besé en la mejilla, en la nariz, en todo su rostro, mientras mi mano volvía a su vagina y empezaba de nuevo a frotarla.
Finalmente nos detuvimos, mis dedos se deslizaban sobre su piel, acariciando su cuerpo, la base de sus pequeños pechos. Nos mirábamos a los ojos, nuestras narices casi rozándose.
-¿Quieres hacerlo?- pregunté
Permaneció unos instantes en silencio, pero asintió con la cabeza.
-¿Sí?- volví a preguntar.
Y ella volvió a mover la cabeza en gesto de asentimiento. Permanecimos un rato en silencio, mientras yo me acariciaba la polla, como esperando también el asentimiento por parte de esta. Bendita juventud, en que el cuerpo parece estar dispuesto a todo en todo momento. Empezaba a notar una nueva erección. Cuando noté que la tenía lo suficientemente dura me coloqué entre las piernas de Paula; luego sobre ella, con una mano apoyada en la cama y la otra sujetando la polla que acerqué a su coño. Froté sus labios con el glande y lo puse en la entrada de la vagina. Encontré un poco de resistencia, pero no mucha. Apreté un poco y mi polla empezó a abrirse paso. Paula lanzó un pequeño quejido.
-¿Te he hecho daño?- pregunté
-Ya está…- respondió. Apoyado en el colchón, con los brazos a cada lado de Paula, mi polla fue abriéndose camino por aquella estrecha caverna, poco a poco, hasta estar totalmente dentro. Nos quedamos quietos, rostro frente a rostro. Empezamos de nuevo a besarnos. Luego parábamos y nos mirábamos a los ojos. Nos pusimos a reír, aún quietos. Era una sensación muy especial sentir la polla dentro de la vagina de mi hermanita, quería que esa sensación se prolongase, sentir la presión de sus paredes húmedas. Pero también deseaba que ella disfrutara de ese instante.
-¿La sientes?- Movió afirmativamente el rostro y permanecíamos de nuevo en silencio.
Paula me miraba a la cara con los ojos bien abiertos cuando empecé a follarla. Empecé a moverme, las manos apoyadas en el colchón, con la cabeza gacha mirando como la polla entraba y salía y luego mirando el rostro de Paula. Al principio mis movimientos eran lentos, pero poco a poco aceleré el ritmo, como poseído, empezando a gemir y sintiendo que no tenía ningún control, hasta que me corrí. Lancé un grito y apreté la polla dentro de Paula mientras sentía el chorro inundándola por dentro.
Me dejé caer sobre Paula y la besé.
-¿Ya estás?- dijo ella.
Permanecimos quietos un rato, recuperando la respiración. Me moví un poco y el pene, que había perdido parte de su rigidez, salió de su cálida morada. Me incorporé y me senté en la cama; como esta estaba en un rincón de la habitación apoyé la espalda contra la pared. Paula continuaba tumbada, mirándome fijamente.
-¿Estás bien?- pregunté
-Sí- respondió.
La verdad es que no me atreví a preguntarle si le había gustado. No sé porque. Tenía la sensación de que no había disfrutado como yo. Para ella sin duda todo era diferente, y nuestra inexperiencia no ayudaba. Aunque nada deseaba más que hacerla disfrutar.
Finalmente se sentó a mi lado. Le pasé un brazo alrededor del hombro y la besé en la frente.
-¿Tú crees que mamá lo hace con su novio?- preguntó de pronto Paula.
-No te quepa la menor duda- respondí – seguro que ahora mismo están follando como locos.
Nos pusimos a reír, y eso ayudó a mitigar momentáneamente cierta inquietud que empezaba a embargarme. Puse la mano en su muslo y la acaricié.
-No te quedarás embarazada ¿no?- pregunté ingenuamente. Nos quedamos mirando en silencio.
-Espero que no- respondió.
Paula se llevó la mano a la vagina, miró un dedo impregnado de semen. Nos levantamos y ella fue a la ducha a limpiarse. Cuando volvió entré yo.
Al volver de la ducha Paula ya estaba vestida. Me vestí y luego estuvimos limpiando las sabanas, las manchas. Decidimos cambiarlas, ya me encargaría yo por la mañana de poner una lavadora.
Volvimos al salón y nos dejamos caer en el sofá. Pusimos la tele pero no creo que ninguno de los dos le prestara la mínima atención. Paula reclinó su cabeza en mi hombro y yo la cogí de la mano. Permanecíamos en silencio, sin decir palabra. Mi mente estaba errática, pensando en todo lo que había pasado, inquieta por si pudiera haber consecuencias. Paula también parecía extraviada, pero no me atreví a preguntarle en qué pensaba.