Mi hermana. Mi ama. 3

Amor en varias de sus manifestaciones, gay, hetero...¿Quien eres tú para juzgar? --Quien esté libre de culpa, lance la primera piedra.--

La luz de la mañana me hiere los ojos. Mi hermana esta a mi lado, duerme con su cara de ángel, como si nunca hubiera roto un plato, me levanto. Madre esta en la cocina preparando el desayuno, Refresco la cara en el baño, hago mis necesidades sentado en el inodoro. Lidia entra, desnuda, directamente a la ducha.

--Termina Migue, lávame. Venga.

Aun no se ha despertado y ya está dando órdenes. Pero yo obedezco. Cuando llego a lavar su sexo noto un chorro caliente que sale de su fuente. Me gusta sentir el chorro de orín en mis manos, ella empuja mi cabeza hacia su coño, para que lo chupe…Madre nos llama.

--¡Venga, a desayunar!

Terminamos de asearnos y nos sentamos en la pequeña mesa de la cocina. Pan frito con azúcar y café con leche. Estamos los tres en cueros, madre esta risueña, parece raro si anoche casi la violamos, ¿O no? Ella aceptó de buen grado lo que le hacíamos. No lo entendía, recordé a padre.

--Madre ¿Por qué se colgó padre?

Su cara se ensombreció.

--Hay cosas de vuestro padre que no sabéis. Lidia conoce algo, pero no todo.

Lidia levantó su cara airada.

--¿Qué es lo que no sé? ¿Qué te acostabas con los señoritos en el pueblo? Eso lo sabia hace mucho. Pero y padre ¿Lo sabia él? Y si se enteró, ¿Fue lo que lo llevo a suicidarse?

--No lidia, él lo supo siempre. Es más, él me empujó a hacerlo.

--¡¿Cómo?!

--Si hija. ¿Sabes que tu padre era un vicioso del juego?

--No, no sabía nada. Y tú Migue ¿Lo sabías?

--No, es la primera vez que lo oigo.

--Pues sí, vuestro padre jugaba a las cartas. Cuando vosotros erais pequeños, se organizaban partidas clandestinas, algunas veces en nuestra casa, se apostaba muy fuerte. Una de esas partidas en casa, perdió una gran suma de dinero. Yo estaba en la cama, dormida. Me despertó una caricia, creí que era vuestro padre, pero no. Era uno de los jugadores. Me levante y traté de irme, pero él estaba en la puerta, me dijo que me apostó y perdió. Me obligó a follar, con el ganador, toda la noche.

--¡Es horrible madre!

--Sí, lo fue al principio. Después me hice a la idea y me gustó. Aquel hombre me hizo cosas que mi marido no me había hecho nunca, fue el primero en comerme el coño y el culo. Disfruté como nunca antes, en toda mi vida de casada. Aunque lo disimulé ante el cornudo, le hice creer que lo había pasado fatal, lloré y simulé estar enfadada, pero la verdad era que quería repetir. Y lo hice. El señorito, donde servía, se enteró de lo que había pasado y me “chantajeó”, a partir de entonces era raro el día que no lo hacíamos. Y no solo con él, también con otros, amigos suyos. Le daban trabajo, normalmente lejos de casa, para que estuviera toda la semana fuera, mientras ellos venían y pasaban la noche conmigo.

--Yo también recuerdo haber visto entrar a un hombre en tu habitación, madre. Pero era muy pequeño y no sabía qué pasaba. Ahora lo entiendo.

--¿Sabes quién era, Miguel?

--No, madre, no pude verle la cara. Lidia cerró la puerta y no vi nada más. Ella me contó que dormía con padre cuando estuviste enferma en el hospital de Valencia.

--No era una enfermedad, Miguel, fue un aborto. Quede embarazada de alguno de los que me lo hacían y se corrían dentro, aunque yo me lavaba enseguida con vinagre y agua. Una mujer del pueblo, me dio a beber una infusión de unas hierbas y me metió algo por ahí, provocando el aborto. Pero no pudo evitar la hemorragia. Estuve al borde de la muerte. El médico intervino a tiempo y me llevaron al hospital. Se silenció todo gracias a la influencia de los que se acostaban conmigo. De haberse sabido, el escándalo hubiera sido desastroso, para ellos y para nosotros.

--Al volver del hospital ya no quisieron nada conmigo. Durante algún tiempo me dejaron tranquila. Yo lo había pasado muy mal y no quería quedarme de nuevo preñada. Pero algunos meses después, el señorito, volvió a meterme mano y todo comenzó de nuevo.

--¿Por qué le tenias miedo a Lidia Madre?

--Una mañana, Lidia me sorprendió en la cama con un hombre. Nos habíamos quedado dormidos. A partir de entonces me convirtió en su esclava, amenazándome en contar por todo el pueblo lo que hacía.

--Madre. ¿Cuánto tiempo estuviste haciéndolo con los señoritos del pueblo?

--Durante años. Vuestro padre no lo sabía, o no quería saberlo.

--Bueno madre, me voy a la tienda, que ya es tarde. Sigue contándole a Migue tu vida como puta en el pueblo, yo ya me la sé.

--Pero lo que no sabes es lo que ocurrió el día antes de desaparecer vuestro padre.

--¿Qué pasó?

--Don Ernesto vino a casa cuando se enteró que había desaparecido y me contó que el día que vino borracho a casa, cuando nos hizo desnudar y follar, había estado en el casino con Felipe. Estaban los dos bebidos, discutieron no saben por qué, pero Felipe le dijo, gritando, que yo era una puta, que medio pueblo había pasado por mi cama y que si puta era la madre, mas puta era la hija, o sea tú. Se liaron a trompazos, tu padre le estrello una silla en la cabeza, menos mal que el médico le dio unos puntos nada más. Por eso llegó hecho una furia y nos hizo todo aquello. Después, cuando se enfrió, supongo que no pudo con la vergüenza y se fue al monte.

--Entonces era lo que sospechaba. Se ahorcó porque no podía con el peso de los cuernos, que él mismo se había puesto. No me da ninguna pena. Y no lo digo más, me voy a trabajar.

Lidia se levanta y se marcha. Nos quedamos los dos. Madre me acaricia la mano.

--¿Y tú, Miguel? ¿Cómo te sientes?

--Muy bien, madre. Sobre todo después de lo de anoche. No puedes imaginarte la de veces que me la he meneado pensando en ti.

--¿Te gusto?

--Mucho. Y me daba mucha rabia cuando los chicos del pueblo me decían, cuando te veían, que estabas muy buena y les gustaría follar contigo. Por eso me peleaba con ellos y tenía tan pocos amigos. Pero en el fondo pensaba que yo también lo haría, si me dejaras. Lo de anoche fue genial. Yo pensaba que te resistirías, por eso me sorprendió tanto que participaras y lo pasaras bien con nosotros.

--Llevaba mucho tiempo sin hacerlo y con la vida que he llevado, el sexo se ha convertido en un vicio. Lo necesitaba. ¿Te gustaría repetirlo?

--¿Ahora?

--Pues claro. ¿Por qué no?

--Eso. ¿Por qué no?  ¿Vamos?

--Vamos mi vida. Aprovechemos el momento. Con lo que hemos hablado he recordado cosas que me han puesto muy caliente.

--¿Me las contaras?

--Claro que sí.

Nos levantamos y cogidos de la mano vamos al dormitorio. Por el pasillo, madre me besa los labios, acaricio los pechos que me dieron de mamar. Ella sonríe y me abraza, agarrada a mi miembro, que duele de lo duro que está.

--Madre, cuéntame con quien follabas en el pueblo, qué te hacían ¿Te gustaba?

--A veces, la mayoría eran muy brutos, iban a lo suyo, la metían se corrían y ya está. Muchas veces me quedaba caliente y cuando se iban me tenía que dar con la mano para acabar. Pero con el señorito Ramón lo pasaba bien, era amable, le gustaba comerme el coño y ver cómo me corría de gusto. Con él pasé muy buenos ratos, hasta que un día nos pilló la mujer. Disimulamos como pudimos, pero nos había visto, aunque no dijo nada. Al día siguiente le pregunté al señor y me dijo que no había problema, su mujer sabía lo nuestro desde hacía mucho y lo toleraba, pero que al vernos le picó la curiosidad y quería participar. Me preguntó si aceptaría que estuviera presente, le dije que era raro, pero que aceptaba.

--No me digas que te follaron los dos.

--Pues sí. Y no una vez, fueron muchas y lo pasamos muy bien los tres. La señora me hacía comerle el coño y ella a mí, mientras el señor elegía a cuál de las dos nos la metía, alternaba, pero la mayoría de las veces se vaciaba en mi conejo, como él decía, por miedo a dejar preñada a la mujer. Yo, con el aborto, quedé estéril, podía descargar las veces que quisiera sin peligro. Por cierto, el aborto creo que fue de él. Por aquella época era el único que me lo hacía, pero no le dije nada. Haber tenido el niño hubiera sido un desastre, sobre todo con tu padre.

--¿Por qué? Padre lo sabía ¿No?

--Si y no. Tu padre sabía lo que sabía, pero no mucho. Creía que habían sido dos o tres veces nada más. Desconocía que lo hacía a diario y con muchos. No llegó a enterarse del embarazo. El médico también me la metía, de cuando en cuando. Al enterarse me dijo que debía habérselo dicho a él, antes que poner en peligro mi vida en manos de una sabia. Lo arregló todo para que pasara por una operación para extirpar quistes ováricos. Tu padre nunca lo supo.

Tendidos, abrazados, lame mi cara, acaricio su poblado pubis, peino el vello con mis dedos y abro la oquedad de su sexo. Acariciándolo, subo a su cuerpo, hasta posar mi boca sobre los carnosos labios de su vulva, su vello acaricia mi barbilla, su aroma invade mis fosas nasales, su boca acaricia mi verga con maestría. Estoy muy excitado. Lame, chupa, traga. Voy a correrme, en su boca, se lo digo para que se aparte pero ella se aferra a mis glúteos, no puedo separarme y descargo en su garganta.

Ha sido todo tan rápido que me da vergüenza. Me sonríe con dulzura. Hace que me tienda a su lado. Lame mi cara, sus manos mesan mis cabellos, mira mis ojos. Me besa. Siento un amor infinito.

Con Lidia no es igual. Ella es violenta, agresiva. Disfruta con mi dolor, busca solo su satisfacción, sin importarle la mía, pero madre no. Madre me da placer y no pide nada a cambio.

Quiero hacerla feliz. Sobre su cuerpo, el calor, la suavidad de la piel, bajo mi piel, el miembro se tensa de nuevo, está entre sus muslos. No precisa guía, al enderezarse, entra solo en la suave y dulce vagina que me alumbró. Sus brazos estrechan mi espalda, sus piernas se abren y rodean mis nalgas, aprisionándome, empujándome con sus talones, para que la penetración sea más y más profunda. Se mueve, suavemente, el vaivén de sus caderas me enloquece. Me sumo al ritmo, sincronizamos nuestros movimientos. Mis manos, asiendo sus pechos, pellizcando los pezones, mi boca en su boca.

--¡Madre, te quiero! ¡Me vuelves loco! ¡Estoy dentro de ti, dentro de tu vientre!

--¡Si, mi amor! ¡Donde te lleve nueve meses! ¡Por donde te parí! ¡Me gustaría meterte entero dentro de mí! ¡¡Mi vida!! ¡¡¡Me corroooo!!!

Arañaba mi espalda, golpeaba con los puños, gritaba, lloraba, me besaba, mordía mis labios hasta casi hacerlos sangrar. Abrió los ojos, con la cabeza hacia atrás, le faltaba el aire, la boca muy abierta, el cuerpo se movía espasmódicamente. De pronto se quedo muy quieta, sin respirar. Sinceramente, me asusté.

Poco a poco se repuso, respiraba con dificultad, pero fue normalizándose. Los ojos cerrados, las yemas de sus dedos acariciando mi rostro. Un beso, sin lengua, labios sobre labios, dulce y tierno.

--Miguel, ha sido el mejor polvo de mi vida. Jamás, nadie, me ha dado tanto placer. Tienes un don Miguel. No es pasión de madre. Envidio a la mujer que te lleve.

--Madre, yo estaré siempre contigo. No te dejaré nunca sola. Quiero ser tu marido, tu amante, darte placer todos los días de mi vida.

--No mi amor. Tú debes encontrar una mujer que te ame, que te dé hijos, formar una familia…

--Y tú conmigo, con mi mujer, con mis hijos, con nuestra familia. Follaré con las dos. O con las tres, porque también quiero que Lidia esté con nosotros.

--Jajaja. Bueno mi vida, ya veremos. Demos tiempo al tiempo. Ahora vamos a levantarnos, que ya está bien por hoy ¿No?

El resto del día pasó entre besos, caricias y arrumacos. Parecíamos dos recién casados. La felicidad nos embargaba. Lidia llegó con noticias.

-- Oscar ha preparado una función para el fin de semana.

--¿Cómo? ¿Una función, de qué?

--Tranquila madre. Migue ¿Estás dispuesto?

--Sabes que haré lo que tú digas.

--Pero ¿Me queréis explicar qué función? ¡Collóns!

--Tranquila madre. Ayer, Migue y yo, estuvimos liados con Oscar y nos propuso un negocio. Follar, nosotros dos, delante de unos señores que pagan por ver a dos hermanos liados. Lo mismo que tu hacías, pero cobrando.

--¿Follar los dos delante de gente? ¿Eso es legal? ¿Y si os pilla la policía?

--Oscar lo ha previsto todo. Iremos a una finca, en la huerta. Tiene a los clientes, son personas poderosas, con mucho dinero y mucha influencia.

--Bueno, sea como, sea. Yo voy con vosotros.

--Pero madre ¿Cómo va a venir con nosotros?

--Vamos a ver. Pagan por ver a dos hermanos haciendo eso ¿No? Pues a lo mejor pagan más si también están con la madre. Yo voy.

--Vale, pero antes se lo consultaré a Oscar.

--Consulta lo que quieras. ¡Pero yo no os dejo solos! Lo que tenga que pasar,  nos pasará a los tres.

Aprovecho un momento que madre va al lavabo.

--Lidia, veras, tengo que salir y no sé a qué hora volveré ¿Me ayudaras con madre?

--¡Pero qué golfo estas hecho! ¿Vas a salir con la camarera no? Vale, vete ya, yo se lo diré luego a madre.

Me marcho, se me hace tarde, cojo el tranvía del Grao hasta el puerto. Lola está sentada en un taburete fuera de la barra. Al verme sonríe.

--Ya creía que no venías. Anda vamos, te voy a presentar a unos amigos.

Paseamos hasta una whiskería cerca del puerto. No hay clientes, aún es temprano. Lola saluda afablemente a la camarera, una chica muy bonita, rubia, ojos azules, rodea la barra.

--¿Y este quien es, lola? ¿Tu novio?

--Pues sí. Es mi novio, se llama Miguel, esta es mi amiga Lina.

--Mira por donde, ahora soy solo amiga. ¿Ya no te acuerdas cuando nos acostábamos juntas y nos comíamos el coño? ¿Entonces qué éramos? ¿Novias?

--Miguel, no te fíes de ella, te utilizará y después te dejará tirado, como a mí.

Lola sonríe descarada y satisfecha. Tengo la sensación que me está utilizando para encelar a Lina. Ha habido algo entre las dos y busca vengarse.

Lina se acerca, coge mis manos y me da un beso, en la boca, me pilla desprevenido, pero no lo rechazo. Lola le da un empujón. Trata de separarla.

--¡Deja a mi hombre y vete a buscar otro coño que comer! ¡Bruja!

Lina no le hace caso. Sigue con mis manos en las suyas, no las suelta y vuelve a besarme, pero esta vez no se lo permito. Soy yo quien se suelta y me alejo de ella.

--Déjalo ya Lina, sírvenos dos copas. Ven Miguel, vamos a sentarnos en aquella mesa.

De la mano me lleva hasta una mesita en el fondo del local, la luz es muy tenue, casi no se ve nada. Un banco corrido, en forma de ele, pegado a la pared, y unos taburetes bajos alrededor de la mesa, en la pared, cuelgan cuadros con motivos marinos, barcos, un panel con nudos marineros, conforman el decorado. Lola se sienta en el banco y me atrae, casi caigo encima de ella. Apenas logro recuperar el equilibrio y me está besando la boca.

La penumbra no me permite ver, pero si sentir, el contacto de sus labios carnosos, blando, suave, cálido, las bocas se esfuerzan en penetrar a la otra con la lengua. Se separa un poco y me permite respirar.

--¡Qué bien besas joder! ¿Quién te ha enseñado?

--Mi hermana, mi madre, amigas. Llevo años practicando. Tú también lo haces muy bien, casi me dejas sin aliento.

Un roce en mi espalda me hace girarme hacia atrás y tropezar mi cara con la de Lina, que aprovecha para besarme de nuevo. No me retiro. Su lengua entra en mi boca, le doy un suave mordisquito y se separa para servir las copas. No es muy original, cubalibre, ron con cola. Lina vuelve a su trabajo, adivino, ya que no veo, su sonrisa de triunfo. Lola parece no haberse dado cuenta. Seguimos el besuqueo, alternándolo con sorbos de cubata.

Lola abre la cremallera de mi pantalón, mete la mano bajo la cintura del calzoncillo y coge el aparato, que, al contacto con el frio de los dedos se endurece, logra sacarlo de su encierro, se inclina y lo mete en su boca. El contraste entre el fresco de la mano y el calor de sus labios es alucinante. Casi me da un mareo. Acaricio la espalda, paso la mano bajo en cuello de su vestido hasta llegar al broche del sostén. La práctica de años con mi hermana, me permite soltarlo con suma facilidad. Sigo con las manos por sus axilas llegando a las grandes, duras y suaves tetas, que me afano en amasar, pellizcar…

Preocuparme por complacerla, retrasa mi excitación, a pesar de que su boca provoca estragos en la resistencia a correrme. No puedo permitir que me pase lo que esta tarde con mi madre. Suelto las tetas para incorporarla y seguir con los besos. Sigue masturbándome, llevo mi mano a su muslo, acaricio, deslizo los dedos por su piel hasta llegar a…..  “¡Hostia! ¡Redeu! ¡No porto calces! ¡La mare que va!”  No llevaba bragas.

Mis dedos entran en una selva, una maraña de pelos empapados. Llevo la mano a mi nariz, huelo a mar, es un aroma embriagador. Pienso en los olores de mi hermana, los de madre, este es distinto y me gusta. Quiero comerle el coño ¡Ahora!

La muy zorra parece haber leído mi pensamiento, se deja caer de espalda sobre el banco, sube las piernas, aunque no puedo verlo bien, sé que su gruta está dispuesta a ser lamida y chupada. No pierdo el tiempo, mi olfato me guía hasta las profundidades del gran coñón, porqué lo tiene grande, hundo mi cara en la brecha, abierta, mojada…

La lengua castiga la línea desde el orto hasta el monte de venus, mordisqueo los muslos, cerca de las ingles. Gime, balbucea palabras inconexas, mis manos suben hasta apoderarse de las magníficas tetas y pellizco los pezones hasta obligarla a gritar, pero no me detiene. Mis dientes mordisquean el clítoris, que es grande, sobresale de los labios como el mascarón de proa de un navío. Lola se estremece, grita, grita muy fuerte, golpea la mesa, vuelca los vasos, cae sobre mi espalda el líquido y el hielo de las copas, pero sigo, hasta que me coge por el pelo para apartarme de su tesoro, espera unos segundos y empuja de nuevo, excito el botón, del tamaño de un garbanzo gordo, me retira, me atrae, una y otra vez…Así hasta que me aleja de ella y cierra los muslos.

--¡Joder Miguel! ¿Qué me has hecho?

--¿Yo? Nada ¿Por qué?

--Vaya corrida, tío, en mi vida me han dado tanto gusto.

--¿Ni yo? ¿Entonces conmigo que hacías? ¿Fingir, puta?

Lina estaba plantada a mi lado. No me había percatado de su presencia hasta ahora.

--Y lo peor es que me habéis puesto cachonda. ¿Me hacéis un dedito? Con eso me conformo, Lola, por favor…

--Ven putilla, déjame que te lo coma. Tiéndete aquí.

Lina sube la falda, baja sus bragas, las aleja de un puntapié y se tumba en el otro banco. Lola se tiende sobre ella, oigo el ruido de sus bocas besándose. Mi verga esta tiesa. Lola se repliega, a cuatro patas, sobre Lina para comerle su coñito, aparto la falda subiéndola hasta la cintura, me sitúo tras ella y penetro el horno chorreante en que se ha convertido su coño.

No recuerdo cuanto tiempo estuvimos, pero sí los orgasmos que nos prodigamos los tres. La entrada de clientes al local rompió el embrujo del momento, Lina, se colocó la falda, sin bragas, atiende a dos hombres, que se sentaron en una mesa, en el otro extremo del establecimiento.

Lola se levantó para ir a los servicios y asearse un poco. La seguí. No dejó que entrara en el de señoras, aunque lo intenté. Esperé, en la barra, a que terminara. Lina nos invitó a las copas y nos marchamos. Paseamos la noche del Grao valenciano. Entramos en dos establecimientos más, abiertos hasta altas horas de la madrugada.

Andando llegamos a la playa del Cabañal. Estaba llena de grandes hoyos, sacaban arena para llevársela en camiones. En uno de los agujeros nos tumbamos contemplando las estrellas. Hacia frio, la humedad calaba hasta los huesos, pero recordar la escena vivida unas horas antes, me excitaba. De lado, acariciando su vientre, sobre la ropa, besándola, notaba como subía la temperatura. Su mano acariciaba mi verga sin abrir la portañuela. Crecía, dentro del pantalón, ajustado por arriba y ancho, acampanado por abajo. Solté el cinturón y di libertad a la serpiente que pugnaba por salir de la madriguera, solté un par de botones, de la parte delantera del vestido, para acariciar sus generosas tetas. Los pezones respondieron con rapidez, ya tenía hasta calor, la cara me ardía con la excitación. Cuando, de pronto, una luz nos ciega…

--¡¡Alto, quien va!! ¡Salgan de ahí!

Una pareja de guardias nos apuntaba con los mosquetones. Salimos con los brazos en alto, mi bragueta desabrochada, Lola con las tetas fuera, intentando cubrirse.

--¡¿No saben que no se puede estar aquí a estas horas?! ¡Vamos, váyanse!

No lo pensamos, salimos casi a la carrera hacia los edificios más cercanos. Pasado el susto, Lola me llevó a un bar, cerca de allí donde paraban los pescadores, pedimos cerveza y pescado frito, Lola comía con ganas.

--Follar y correr me da mucha hambre, vaya susto. No sabía que vigilaban las playas por la noche.

--Yo tampoco. Menos mal que no les ha dado por llevarnos al cuartel. Venga, termina que te acompaño a casa. ¿Dónde vives?

--En una pensión, cerca del puerto. La patrona es un hueso y no deja entrar acompañantes, si no fuera por eso te venias a dormir conmigo. Tengo ganas de despertarme al lado de un hombre.

--No te preocupes. Tampoco íbamos a hacer mucho, estoy hecho polvo. ¿De dónde eres? ¿No hablas valenciano?

--No, nací en Albacete, allí tengo a mi familia, mis padres y seis hermanos mas, yo soy la mayor y me ha tocado salir para trabajar. Casi todo lo que gano lo mando a casa, mi padre está alcoholizado y no se puede contar con él para nada, como no sea para hacerle barrigas a mi madre, que se parte el lomo limpiando escaleras… ¿Vendrás a buscarme otra noche?

--Sí, ya sé los días que tienes la noche libre, te esperaré en el bar. Me gustas mucho Lola.

Acompañe a la muchacha a la pensión y me fui a dormir a casa. Madre y Lidia dormían juntas en nuestra habitación, seguramente habrían tenido jaleo. Me tumbé vestido en la cama de madre y me dormí enseguida.