Mi hermana me volvió loco

Una muchacha mata a su hermano mayor a fuego lento.

MI HERMANA ME VOLVIÓ LOCO

Es este mi primer relato y probablemente sea el último pues, desde las grises paredes de esta institución siquiátrica en donde estoy recluido hace mucho tiempo, solo quiero contarle al mundo que es lo que me llevó a mi demencia.

No hace mucho era yo un adolescente, bastante normal, con una gran fijación por el sexo que se traducía en un record masturbatorio diario. Una revista de lencería fina era mi gran fuente de inspiración; aquellas pálidas modelos con ligueros y medias de blonda me mantenían en un estado de continua excitación que desahogaba en el cuarto de baño de la casa de mis padres.

Pero esta lícita actividad juvenil no pasó desapercibida a mi hermanita menor (menor en edad, que no en libidinosidad) que me observaba por el ojo de la cerradura mientras yo, sin siquiera bajarme los pantalones me la meneaba tres o cuatro veces al día mirando aquellas diosas de papel couché.

Algo debí sospechar cuando durante una comida familiar, Isabelita, deslizó su dulce mano sobre la bragueta de mi pantalón al amparo del protector mantel. Mi sorpresa fue mayúscula pues no tenia yo la menor idea del desarrollo sexual de mi hermana (ni me interesaba un pimiento) y la sorpresa dio paso a una tremenda erección cuando ella inició un lento y sutil masaje sobre mi paquete. No duró la cosa mas allá de un minuto y durante ese tiempo, su rostro no mostró el más leve gesto que delatase la tremenda satisfacción que le producía el tormento a que me estaba sometiendo.

No perdía, la muy malvada, ocasión para provocarme tremendas erecciones y en más de una oportunidad contenidos orgasmos que me dejaban abochornado; como cuando viendo la televisión enfrente mío, abría y cerraba lentamente las piernas, de una manera que parecía inocente y mostrándome su calvo coñito. Ni una sonrisa, ni una mirada, nada podía delatar la maldad de sus acciones ni el placer que le producían.

Yo, mientras tanto, había cambiado el objeto de mis deseos ya que las modelos dejaron de interesarme y solo pensaba en aquella harpía que tenía por hermana para saciar mi desenfrenado onanismo.

Más tarde descubrí que ella se excitaba con mis pajas y que cuando yo salía del lavabo entraba ella para masturbarse sentada en el bidet, enfocando el chorro de agua caliente hacia su sexo mientras masajeaba su clítoris y jadeaba imperceptiblemente. Esto volvía a excitarme de tal modo que debía masturbarme de nuevo cuando ella terminaba.

La llegada del verano me producía una mezcla insólita de sensaciones pues aunque por un lado temía las continuas provocaciones de mi hermanita, por otro lado las estaba deseando. La más inocente de ellas era despojarse de las dos piezas del bikini mientras se encontraba dentro del agua y yo buceando a su lado. Desde la playa nuestros padres nos contemplaban embelesados sin imaginarse que mis largas zambullidas y la estática actitud de ella eran debidas a uno de nuestros singulares juegos eróticos.

Ambos nos masturbábamos dentro del mar pero, eso si, sin mirarnos ni tocarnos.

Otro de sus juegos favoritos, era el de introducir su brazo por debajo de mi toalla, cuando estábamos juntos tomando el sol, e iniciar un lentísimo movimiento de su mano justo debajo de mi pene. Entre el calor de la arena, el del sol sobre mi espalda y aquel placentero masaje, alcanzaba unos dulcísimos orgasmos que se veían atenuados cuando la maldita detectaba mi éxtasis, retiraba prestamente la mano y se levantaba invitándome-a gritos- a seguirla hasta el mar. Su risa incontenida ante mi negativa y mi rubor (¡ a ver quien se levantaba con la picha saliéndose del slip y el blanco semen denunciando mi lujuria!) era la única señal que permitía intuir el placer que le producía mi azoramiento.

Jamás intenté echarle en cara su actitud ni pretendí que me explicase cuales eran sus sentimientos; simplemente, teníamos una relación externa absolutamente convencional y nadie en nuestra familia pudo imaginar que mi propia hermana me estaba matando a fuego lento.

El paso del tiempo no consiguió mas que refinar y acentuar nuestro mutuo comportamiento; yo era incapaz de mantener una relación con otra mujer pues en mi mente siempre estaba "ella" y mi hermana alcanzó los limites más deleznables del sadismo al dejar que todos sus amantes, que eran muchos, disfrutasen de su cuerpo mientras yo les observaba a través del agujero que en la adolescencia había abierto con disimulo en la pared que separaba nuestros dormitorios y que ella conocía perfectamente.

La frecuencia de mis sesiones de auto-satisfacción llegó a ser tan alta que, mis padres, preocupados por mi delgadez me pusieron en manos de los médicos que no tardaron en descubrir el origen de mi mal. Fui ingresado en este centro de salud mental y separado de mi hermana.

Al cabo de unos meses mi estado físico y mental pareció mejorar pero un buen día vino una jovencita a visitarme. Engañó a mis cuidadores pero no a mí pues ni la rubia peluca, los altos tacones, el excesivo maquillaje ni las oscuras gafas de sol podían ocultar el olor de hembra en celo que exhalaba y que solo yo pude advertir.

Como la obligada discreción impedía que se dedicase a sus juegos favoritos, invento sobre la marcha uno, si cabe, más excitante; la descripción susurrada a mi oído de todas las fantasías que le habían llevado a sus más profundos orgasmos conmigo como protagonista. No fue necesario que ella me rozase, ni que yo me tocase lo más mínimo para que un violento orgasmo convulsionara todo mi ser.

Rápidamente acudieron a mi lado los enfermeros que temiendo un ataque de epilepsia, me ataron con una camisa de fuerza y me inyectaron algo que me dejó en un estado de postración total.

En vista del éxito, consiguió emplearse como auxiliar de enfermería del centro, sin levantar la menor sospecha y ser asignada como mi cuidadora.

Se que no viviré mucho más, que su dominio sobre mi libido terminara matándome pero no quiero que nadie intente evitarlo. Cuando leáis esto ya habré tenido mi orgasmo final….y creo que es la manera mas dulce de terminar.