Mi hermana Julia - 9 -

Julia acaba de contar a Luis sus aventuras y desventuras en el club de los padres de Manolo, pero aún le falta confesarle todas sus experiencias y, sobre todo, hacerle conocedor de un hecho que, podría suponer la primera piedra del futuro, para dar otro sentido a su vida.

-Julia, que te conozco. Cuando dices que no me vas a decir más es que estás deseando decirme algo. Venga, suelta lo que sea.

  • Eres contradictorio, Luis. Lo que has tardado en caer en la cuenta de mi presencia en el club y lo poco que has tardado en coger la pista que acabo de lanzarte.

  • Bueno, pues en premio a  mi sagacidad, dime de qué se trata.

  • Te lo diré, pero sí que has de jurarme que no te vas a ir de la lengua. Ni siquiera con alguna mirada o indirecta. Que te conozco.

  • Tranquila, Julia. Vuelvo a decirte que seré una tumba.

  • Pues es algo que ahora solo lo sabemos cuatro personas y, si te lo cuento, serás el primero que lo sabrá, fuera de los protagonistas. ¿Te haces una idea de qué puede ser?

  • Dame una pista más, Julia. Todavía no caigo.

  • Pues es algo que los que no lo saben aún lo sabrán dentro de poco, aunque para alguien quizá no sea una sorpresa, porque es algo que ya me ha pasado antes.

  • Ay, Julia, Julia, Julia. Me empiezo a maliciar de qué se trata.

  • Puede ser, puede ser; pero de momento solo templado.

  • Pienso en algo que antes solo lo sabían cuatro, pero que ahora lo sabremos cinco.

  • Caliente, muy caliente, Luis. Te vas a quemar.

  • Julia; ¡estás embarazada otra vez!

  • Bingo, Luis. Has cantado bingo.

  • Supongo que es así, pero, Julia ¿Estás segura; completamente segura?

  • Absolutamente segura. Me he embarazado a finales de Abril. En Mayo no tuve la regla y empecé a sospechar. Me acompañó Carla, la madre de Manolo, y fuimos a su ginecólogo. En Junio me hice un par de análisis, el 10 y el 20. Fueron positivos los dos. El día 22 de Junio recibí el resultado del segundo análisis; CONFIRMADO, no había ninguna duda: embarazo de unas 8 o 9 semanas. Por eso estaba tan contenta el día de las hogueras de San Juan. No solo era festejar la tradición de quemar lo viejo y dar la bienvenida a lo nuevo. Luis. ¡¡Estaba embarazada!! Dentro de mí se estaba gestando una nueva vida. UNA NUEVA VIDA , Luis. Iba a ser madre. Y lo deseaba mucho. ¿Cómo podía estar yo muy contenta y tenerte a ti tan angustiado como estabas? No era justo. Luis. Habías cometido un error, un grave error, pero no merecías ni mi castigo eterno ni mi desprecio. Vida nueva, Luis. Vida nueva.

  • Pues no se te nota nada, Julia.

  • Estoy casi de tres meses, para septiembre ya estaré de cinco y se me notará. No lo podré ocultar, pero entonces ya habré cumplido los 18; esta vez no quiero abortar. Manolo y yo pensamos casarnos antes de que nazca la criatura. Calculamos que será en Enero/Febrero. Lo hemos planeado. Los dos queremos lo que venga y no quiero que me hagan abortar otra vez. Ahora ya soy mayor y sé lo que quiero. Por eso te dije que desde Abril había dejado de consumir y de beber. En cuanto planeamos lo del embarazo lo  dejé todo; el alcohol y la coca. El bebé es mi prioridad absoluta. No hay para mí nada más importante que él. Manolo y yo queremos tenerlo. Estamos decididos. Este es el incentivo que necesitaba para dejar de beber y abandonar la coca. Ser madre, Luis. Madre.

  • Me alegro un montón, Julia. Sobre todo porque dices que lo habéis planeado y que es lo que los dos queréis. Yupiii. Voy a ser tío. Pero me habías dicho que mamá te ayudó a ponerte un DIU para evitar los embarazos. ¿Te lo has quitado sin que ella lo sepa? Creía que eso solo lo hacían en la clínica.

Y así es. Cuando en Enero empecé a joder con Manolo no le dije nada, pero cuando planeamos lo de quedarme embarazada no tuve otro remedio que recurrir a mamá. Lo hice a principios de Abril. Un sábado por la tarde se lo dije.

- Mamá; ¿podemos tener una charla de mujeres? Ya sabes, de cosas íntimas.

- Claro, Julia. Sabes que siempre podemos hablar. De eso y de lo que tú quieras, cariño.

- Mamá, últimamente el DIU me produce algo de molestia y me gustaría quitármelo durante algún tiempo. Una especie de descanso, o así.

- Llevas desde los 15 años con él, Julia, -más de dos años- y creo que te ha sido muy útil: no te has vuelto a embarazar.

- Ya; pero ahora me molesta bastante.

- Eso quiere decir que continúas teniendo actividad sexual. Supongo que estarás acostándotecon Manolo, ese chico que es tu medio novio. Yo no me he tragado esos cuentos de la preparación de exámenes que usas para pasar un sábado tras otro durmiendo en casa de compañeras. Eso sirve para tu padre, pero a mí no me la das, Julia. Que te quede siempre claro. NO ME TOMES POR TONTA, JULIA, PORQUE NO LO SOY. Aunque me lo quieras negar ahora, sé que esos sábados los pasas con él y no haréis otra cosa que joder.

- Mamá; no es lo que tú crees. Te lo explicaré.

- No me tienes que explicar nada, Julia. Eso es lo más normal; estás en la edad y no me voy a meter en tú vida, -aunque no me gusten algunas cosas que haces-. Soy tu madre, te quiero muchísimo y me tienes a tu lado.  Siempre me tendrás. Pero dime la verdad. ¿A quién le molesta el DIU; a ti o a él?

- Bueno; la verdad es que es a él al que más le molesta. Es que Manolo la tiene muy grande y suele llegar tan arriba que tropieza con el DIU y dice que eso no le gusta.

- Vamos a ver, Julia. Nunca me he metido en tu vida personal ni sexual, pero creo que debemos aclarar ciertas cosas. Tenemos tiempo. Tu padre está en su siesta; sabes que suelen ser de un par de horas, y Luis se ha ido con sus amigos. Háblame con confianza y con el lenguaje que utilizáis entre vosotras, las jóvenes de ahora. No me voy a escandalizar. Podemos hablar todo el tiempo que haga falta, pero creo que necesitas franquearte conmigo. No tengas miedo; no te voy a comer. A ver, Julia: ¿Qué coño estás haciendo con tu cuerpo?

- Pues qué quieres que haga, mamá. Lo normal para las chicas de mi edad, como has dicho. Follo mucho; todo lo que puedo. Empecé a joder cuando solo tenía 14 años; -ya me quedé preñada una vez y por eso me pusieron el DIU-, pero eso ya lo sabías. Y lo he seguido haciendo hasta ahora. ¿Sabes, mamá? Es que me encanta follar. No encuentro nada mejor que hacer y, si por mi fuera, me pasaría el día entero jodiendo sin parar. Tener una polla dentro es lo más maravilloso que hay. Es divino. Acojonante.

- Tampoco hacía falta que me lo dijeras así, tan a lo bestia, pero bueno todo eso ya me lo suponía. Y hasta ahora no te había molestado el DIU; pero ahora sí. Y dices que el DIU te molesta porque la polla de Manolo es muy grande. ¿No será que tu coño es un poco pequeño para ella? ¿No lo tendrás algo suelto?

- No lo sé, mamá. No me lo he comparado con ninguna otra chica. En cuanto a lo de soltarse; yo no he notado nada anormal.

- ¿Te molesta si te hago una exploración?

- ¿Cómo una exploración? ¿Qué quieres decir?

- Pues que me dejes ver tu coño a ver si yo te puedo decir algo más.

- Me da no sé qué.

- Julia… Soy tu madre.

- Bueno; vale… Pero cierra la puerta por dentro.

- Tranquila. La cerraré, pero tu padre no se va a despertar como no disparen un cañonazo a su lado.

Mamá cerró la puerta y yo me quité la falda y la braga, me tumbé atravesada en la cama y abrí bien las piernas para que mamá tuviera una buena visión de mi coño.

- Vaya, cómo lo tienes, Julia. Estás empapada.

- Es que con esta conversación me he puesto muy cachonda, mamá. Me pasa muy a menudo. Por eso te digo que me gusta tanto joder. Ya me imaginaba que estaba con Manolo metiéndome ese pollón que tiene.

- Calla, Julia. Como sigas así me vas a poner cachonda a mí. Anda, sepárate los labios que te voy a meter un par de dedos, a ver si alcanzo el borde del DIU.

Mamá me metió primero un dedo y luego dos a la vez, pero no consiguió llegar a tocar el DIU.

- Julia; no llego a tocarlo, pero debo decirte que tienes un coño bastante grande. Debe ser por el uso permanente que le das… Ya me gustaría a mí poder decir lo mismo.

- Mamá, qué dices... es que tú y papá no…

- No es que no hagamos nada. Tampoco es eso. Es que es muy de tarde en tarde. Siempre llega cansado. Dice que la fábrica le agota; pero creo que es que ya no tiene la ilusión de hace unos años. Se ha vuelto rutinario. Pero vamos a dejar eso. Pero, ¿Qué haces, Julia?

- ¿Qué voy a hacer, mamá? Me hago dedos; me masturbo. Me he puesto muy cachonda.

- Pues espera que me vaya. Me estás poniendo cachonda tú a mí también.

- Pues desahógate, mamá. Anda; ven conmigo y nos hacemos deditos las dos. Bueno, mejor: Tú me los haces y yo te los hago, ¿Vale?

- Estás loca, Julia. Cómo vamos a hacer eso. ¿No te das cuenta de que soy tu madre?

- Te dije que teníamos que hablar de cosas de mujeres. Mentalízate de eso. Imagínate que en vez de ser tu hija soy una amiga tuya. Mírame como mujer y no como hija.  Somos dos mujeres y en este momento estamos cachondas las dos. Ni tú ni yo tenemos una polla a mano. ¿Si entrara papá y te lo pidiera follarías con él?

- De mil amores, hija; de mil amores.

- Pues como tú no tienes a papá ni yo tengo a Manolo, nos tendremos que apañar entre nosotras. Haremos un 69, aunque solo sea con los deditos.

- Eres un diablillo, Julia. Elige. Arriba o abajo.

- Yo prefiero arriba, mamá; abajo requiere un esfuerzo menor. Yo soy joven y tú ya eres una tarra.

Nos colocamos en esa posición y me sorprendí del tamaño de la vulva de mamá. Es enorme. Nos empezamos a dedear sobre nuestro respectivo clítoris y enseguida mamá comenzó a segregar  flujo en tanta cantidad como yo no había visto nunca. Lo que quiero decir es que segregaba todavía más del que suelo segregar yo, que es mucho -tú lo sabes-.

- Julia; baja un poco la pelvis. Quiero tener tu coño más cerca.

Hice caso a mamá y enseguida noté que lo que me acariciaba el clítoris no era la yema de su dedo: era su lengua ¡¡mamá estaba lamiéndome el coño!! Y sus dedos me estaban aprisionando los pezones. No dije nada, sino que procuré corresponderle de la misma manera.

Frenéticamente nos chupamos los coños y nos pellizcamos los pezones. Las dos gemíamos llenas de lujuria; yo porque soy una ninfómana -ya te lo he dicho- y mamá porque quién sabe cuándo fue la última vez que tuvo esas sensaciones.

No nos quedamos en eso, sino que empezamos a bebernos con avidez nuestros respectivos fluidos y pronto sentí los dedos de mamá penetrando todo lo que podían en el interior de mi coño. Yo hice otro tanto con ella, pero me sorprendió la holgura con que lo pude hacer. Mamá dejó un momento la boca libre y me susurró. La mano, Julia. La mano. ¡¡Méteme la mano!!

No entendí bien lo que me decía y pregunté. ¿Me has dicho que te meta la mano? Sí, Julia, cielo, méteme toda la mano: junta las yemas de los dedos y trata de meter la mano entera. Lo hice así y a las pocas intentonas lo conseguí. ¡¡Toda mi mano pasó por completo al interior de su coño!!

- ¿Es así como querías, mamá?

- Julia, cariño; ¡que placer me estás dando! Si puedes, encoge los dedos y métela lo más adentro que puedas.

Mi mano, con los dedos recogidos, se convirtió en un puño dentro del coño de mamá y parecía navegar en medio de los líquidos que segregaba de continuo. Empujé todo lo que fui capaz. Mi mano ya había desaparecido antes, pero ahora el brazo quedó dentro hasta unos tres dedos por encima de mi muñeca. Yo la metía y la sacaba, una y otra vez, cada vez más rápido.

Estuvimos así cosa de un cuarto de hora, y al final nos corrimos las dos como perras.

Cuando nos recuperamos nos dimos un beso en los labios y recompusimos nuestro cuerpo en el baño.

Papá seguía roncando como un energúmeno.

Luego, en la habitación, mamá y yo seguimos con la charla. Reconocimos que esa sesión de lesbianismo no significaba nada. Las dos estábamos cachondas, y nos satisficimos recíprocamente, pero yo seguía adorando las pollas, en especial la de Manolo.

Mamá dijo que con papá podía contar para poco, y que en ocasiones usaba una polla de plástico –la que viste el lunes pasado-, Luis.

- Pediré cita en la clínica; te quitarán el DIU lo antes posible. Pero ten cuidado, Julia. Si te lo quitas corres riesgo de volver a quedarte embarazada. Es tu vida y tú sabrás cómo la quieres vivir. Sabes cuánto te quiero y que no deseo que lo pases mal.

- Mamá; no sabes cuánto te quiero yo también y no solo por lo que acabamos de hacer. Tienes toda la razón en lo que dices. Seguiré jodiendo con Manolo todo lo que pueda -ahora solo follo con él-; no te preocupes mamá; sé muy bien lo que quiero. Ah, por cierto. Te tengo que contar otro par de  cosas más.

- ¿Sí? Bueno pues ya puestas: dime ¿qué son?

- ¿Te acuerdas de cuando un día de Halloween llegué a casa borracha?

- ¿Cómo me voy a olvidar? No hubo forma de sacarte de que te habías encontrado una botella por la mitad y te la habías bebido por curiosidad. No se me olvidará nunca.

- No era verdad, mamá. Quiero contártelo.

- Venga, pues dilo.

- Lo del disfraz era una excusa. Había quedado con un hombre mayor para joder en su casa. Cuando llegué estaba con dos amigos. Me fumé unporro y bebí bastante; mucho. Pero no me obligó a beber; lo hice porque me gustaba. No me preguntes con quién fue. No lo dije porque sería romper una familia y yo no fui engañada. Me gustaba joder con él y le provoqué lo suficiente para que me lo pidiera y luego seguí durante algún tiempo. Hace mucho que no lo he vuelto a hacer con él.

- Bueno, Julia; eso ya pasó. No se hable más de ello; pero has dicho un par de cosas. ¿Hay otra?

- Sí; mamá. No te enfades conmigo, pero es que he vuelto a beber.

- Beber, bebemos casi todos. Depende de la cantidad que se beba.

- Es que bebo mucho, mamá.

- ¿Cuánto es mucho, Julia?

- Bebo hasta emborracharme por completo y no ser capaz de beber más. Cuando empiezo no soy capaz de parar hasta que pierdo toda la noción de lo que me rodea y acabo desmayada. Suelo hacerlo los fines de semana que estoy con Manolo. Pero no estoy sola. Siempre hay alguien que me cuida.

- ¿Me debo preocupar?

- No. Creo que puedo llegar a controlarlo pero quería que lo supieras. Lo estoy intentando. Quiero dejar de hacerlo.

- Pues con eso debes tener mucho cuidado. Si me necesitas sabes que me tienes contigo.

  • ¡Joder, Julia! Mamá es guay. ¿Lo habéis hecho más veces? Lo de comeros el coño y eso.

  • Solo otra vez, curioso. El día que tuviste la idea de meterme mano bajo la mesa.

  • ¡Joder, Julia! ¿Cómo fue?

- En cuanto te fuiste mamá subió a mi cuarto. Yo estaba haciéndome una paja para bajarme toda la calentura que me habías dejado, cacho cabrón. La puerta estaba cerrada y mamá llamó. Abrí y me vio toda congestionada en medio de la tensión que me estaba provocando la paja que me hacía.

- Parece que no vengo en buen momento, Julia. Anda termina de hacerte la paja y luego vuelvo.

- No, mamá; pasa. No importa.

- Cómo que no importa. Cuando se empieza un trabajo hay que terminarlo; si lo dejas ahora estarás mucho peor que cuando empezaste; así que una de dos: lo terminas sola y vuelvo, o lo terminas ahora.

- Así ¿Delante de ti? Me da un poco de corte.

- ¿Ya se te ha olvidado lo que pasó cuando me pediste que te quitaran el DIU?

- Qué va, mamá. Anda que no disfruté.

- Disfrutamos, Julia; disfrutamos.

- Pues venga, ponte en posición. Yo también vengo caliente. ¿O es que crees que no sé la que os traíais Luis y tú por debajo de la mesa? ¿Crees que soy gilipollas, Julia?

Tuvimos una sesión parecida a la que te acabo de contar y para qué voy a repetírtela. Lo que varió fue el tema de conversación.

Mamá preguntó hasta donde habíamos llegado nosotros dos. Yo le contesté que tú me asediabas con preguntas y que estaba explicándote cosas de sexo para que supieras por donde andar. A su edad todo es curiosidad, le dije.

Mamá me dijo que si solo era eso no me tenía que preocupar. Dale todas las explicaciones que te pida, aunque sea a base de que le muestres un poco de tu cuerpo. Eso no es malo, si no pasáis de ahí. De joder con Luis ni pensarlo ¿eh? Ni pensarlo. Es tu hermano. Por cierto ¿Qué tal sigues con Manolo? ¿Y con la bebida?

- Follamos todos los días, en su casa. Sus padres trabajan a partir de las siete y tenemos el campo libre. Pero muy  bien. En todos los sentidos. Con el alcohol voy bien. Lo estoy superando.  Desde Abril casi ni lo he probado.

- Pues me alegro, hija. A ver si se te pasa. Hay veces que son rachas que luego cambian.

  • Joder, Julia. Mamá es cojonuda. No nos la merecemos. Pero no me lo contaste así. Me engañaste, Julia.

  • Hombre, no era cosa de contarte lo de hacerme deditos con mamá; compréndelo. Te dije lo fundamental. Que se había olido lo que hiciste.

  • Bueno, acepto tu explicación.

  • Tengo que darte otra noticia, Luis, y esta te gustará todavía más que saber que vas a ser tío.

  • Cuenta, cuenta, Julia. Me tienes en ascuas.

  • Manolo sabe todo lo nuestro; y no le importa.

  • ¿Todo lo nuestro? ¿Todo, todo, todo? ¿Hasta lo del lunes pasado?

  • Todo; hasta lo del lunes. Entre los dos no hay secretos. Sabe cómo pasó. Le dije toda la verdad; que te quería explicar cómo se masturba una chica y se me fue por completo de las manos. Ha visto las tomas que sacamos. Todas. No le he escondido ni una. Y no veas la bronca que me echó.

  • A ver, a ver, a ver. Me has dicho que no le ha importado ni siquiera lo del lunes y ahora dices que te echó una gran bronca. No lo entiendo.

  • Si no fueras tan impulsivo y no me hubieras interrumpido te habrías ahorrado esta pregunta. Has de ser más paciente, Luis.

  • Bueno, Julia, tienes razón, pero acláramelo.

  • Pues me echó una gran bronca, sobre todo cuando le dije no podía dejar que me jodieras por el coño porque eso es incesto. ¡Menuda carcajada se pegó!

Pero, Julia, me dijo. ¿Estás segura de tener casi 18 años, y estar embarazada de tres meses? Lo del incesto le pega más a una novicia de convento que a una jovencita liberal como tú, que bebe, toma coca y folla con cualquiera que se lo pide en el club de mi padre.

  • Vale, Manolo. No hace falta que te burles de mí, ni que me humilles con mi pasado. Eso ya es historia. Ahora no soy así, y lo sabes. No seas cruel al recordármelo.

  • Perdona, cariño, pero tengo que ser honesto contigo y decirte lo que pienso ¿Quieres que te lo diga, Julia?

  • Vale. Suéltalo. Lo vas a hacer de todas formas.

  • Escúchame bien, Julia. No me burlo de ti  ni he pretendido humillarte. Solo quiero ponerte ante tu realidad. LA REALIDAD, JULIA, ¡¡¡TU REALIDAD!!! No esas creencias retrógradas y pasadas de época. ¿Quieres que siga?

  • Venga; dime lo que me tengas que decir.

  • Julia, piénsalo muy bien. ¿Podrías decirme a cuántos tíos les has permitido follarte? Y no me refiero a cuando eras una cría de instituto. No. Me refiero a ahora; desde que estamos juntos. No; ¿Verdad? Pues a groso modo, en estos cinco meses que has frecuentado al club, he perdido la cuenta de los tíos que te han metido su polla en el coño hasta hartarse; de todo tipo: gordos, flacos, jóvenes, maduros, y algún vejete que otro; se la has mamado; te han follado a mansalva y solo te ha faltado tragarte su leche y que te la metan por el culo. Ya sabes que a mí no me importa. Yo también me he follado a  muchas.

Somos así y así nos aceptamos y nos queremos.

Y ahora vas y me dices que a tu querido hermanito no le permites que te la meta por el coño por eso, porque es tu hermanito y eso es INCESTO . Y hasta le usas para que haga todas esas tomas que me has enseñado.

Pero, vamos a ver; Julia. ¿Has pensado bien lo que le estás haciendo a tu hermano? Le calientas, le usas para que te coma el coño y te haga correrte como una perra y como premio LE DEJAS QUE TE DE POR EL CULO, cuando lo que tu hermano quiere es ¡¡FOLLARTE!! JULIA ¡¡¡METERTELA POR EL COÑO!!! Entérate de una puta vez, Julia. Serás una jodida puta, solo eso, si no dejas a Luis que te la meta hasta los huevos. Me dan ganas de no metértela yo nunca más, hasta que me entere de que tu hermano ya te ha follado.

No le dejé seguir.

-¡¡PARA!! ¡¡¡YA ESTA BIEN!!!  Le dije y me eché a llorar como una tonta. Tienes toda la razón. Lo voy a pensar muy en serio, pero me va a costar.

  • Haz lo que quieras y perdona por la crudeza de mis palabras, pero ya es hora de que pienses como una mujer adulta, hecha y derecha. Follar no será nunca un delito si no abusas de la inocencia de alguien o utilizas tu fuerza o el engaño sobre él. Si se folla de mutuo acuerdo no hay delito que valga, sea el parentesco que sea.

Esa fue la bronca que me echó y desde ese día no dejo de darle vueltas. Así que he decidido que de este lunes no pasa.

- ESTE PROXIMO LUNES ME VAS A METER TU HERMOSA POLLA POR EL COÑO Y TE LA VOY A EXPRIMIR HASTA QUE NO TE QUEDE UNA SOLA GOTA DE LECHE EN TUS INAGOTABLES HUEVOS.

  • ¿De verdad, Julia, de verdad? ¿No me estás tomando el pelo?

  • De verdad, Luisito. De verdad. Lo juro.

  • Y por qué tenemos que esperar al lunes. Por qué no lo hacemos mañana. O ahora mismo. Ya. Ya.

  • ¿Ves cómo eres un ansioso? Luis; un poco de paciencia. Deja que termine de asimilarlo.

  • Pues me va a dar un corte tremendo cuando vea a Manolo después que se lo cuentes. Me pondré colorado y tartamudearé. Estoy seguro.

  • Pues vete ensayando, Luisito. El lunes que viene tenemos una cita con Manolo. Aquí. En casa. Será el día en que Manolo me romperá el culo -él también se merece que no le prohíba nada-  y tú me vas a destrozar el coño. Pero lo vais a hacer los dos al mismo tiempo. Nunca he jodido con dos hombres a la vez, uno por cada agujero. Los dos vais a tener algo mío que estrenar. Pero antes tendré que estar bien preparada.

  • Y ¿cómo te vas a preparar, Julia?

  • Eso no te lo pienso decir: es un secreto casi profesional.

  • Igual que me preparé el lunes pasado. ¿O te crees que no tuve que hacerme a la idea de que no sería capaz de resistirme a mis deseos cuando me vieras hacerme una paja? Me tuve que valer de lo que me permite un poco de control sobre mis deseos, aunque luego me descontrole, pero me quedé corta y pasó lo que pasó.  Ven a mi cuarto, te explicaré como.

Subimos a la habitación de julia. Eran solo las once de la mañana y teníamos tiempo para hacer las cosas de la casa.

En su habitación Julia cogió una escalerita de solo dos peldaños, se subió en ella y abrió el altillo de su armario empotrado. Bajó un par de mochilas y al fondo, en un rincón arrastró una cajita no muy grande y me la acercó.

  • Cógela con cuidado, Luis. Que no se te caiga.

La sujeté y Julia bajó de la escalerita. Colocó la caja sobre la mesita de estudio y la abrió.

Mi sorpresa fue total. Estaba llena de botellitas de vodka, de la marca Absolut. Un total de doce, de  50ml.

Esa es mi preparación, Luis. Catorce botellitas de estas hacen lo que una botella de vodka de las de verdad. Las usan en los mini bares de los hoteles y Manolo las consigue de los distribuidores.

Antes te dije que desde que hice la primera visita al club volví a beber con asiduidad. Bueno, pues cada día me bebía un par de botellitas. Una por la mañana, antes de bajar a hacer las tareas de la casa y otra por la noche antes de dormir. Por la mañana, al lavarme los dientes se me iba el posible olor que pudiera despedir mi boca, por la noche no hacía falta.

Bueno, eso lo hice hasta que supe que estaba embarazada. Desde entonces no lo he vuelto a hacer más que el lunes pasado, cuando me diste por el culo. El lunes pasado, cuando te dije que bajaras a preparar el desayuno ya me había bebido una al levantarme y mientras preparabas el desayuno subí a beberme otra. Pero no fue suficiente y pasó lo que pasó.

  • Sigo alucinando, Julia. ¿Cuánto bebes en el club los sábados que vas?

  • Bebía, Luis, bebía. Ahora ya casi nunca voy. Teniendo en cuenta que esnifaba una raya de coca en casa de Manolo y luego otra en el cuarto de baño del club, calculo que más de una botella, o una y media; en unas siete u ocho horas. No de golpe, claro. Eso sería muy peligroso.

  • ¿Enteras? Julia.

  • Sí; casi una botella y media de vodka enteras. Pero casi nunca pasaba del litro. Siempre acababa completamente borracha. Raúl y Carla se quedaban siempre conmigo para cuidarme. Algunas veces perdí el control de los esfínteres; me meé encima; me cagué; tuve vómitos y me puse perdida, pero ellos siempre cuidaron de mí. Me quieren mucho. Están acostumbrados a casos como ese, que se dan con alguna que otra socia del club. Pero solo era el fin de semana. En casa me apañaba bien con la botellita de la mañana y la de la noche. Pero eso se acabó, Luis. Se acabó desde Abril en que decidí que me quería quedar embarazada de Manolo. Ahora no lo pruebo.

  • ¡Joder, Julia!, perdona, pero qué golfa eras.

  • No lo sabes bien, Luisito. Pero aún queda algo más. Mira.

Julia buscó en el otro rincón del altillo y sacó un bolsito muy pequeño. Lo abrió y dentro tenía cuatro bolsitas pequeñas, cerradas herméticamente y con un polvo blanco en su interior.

  • Es cocaína, Luis. Cocaína. Antes la tomaba tan solo en el club para soportar mejor el vodka, pero luego empecé a tomarla en casa, muy poquito y para preparar los exámenes. También lo dejé al enterarme de que estoy embarazada. La tengo aquí, pero no la toco. Es como me convenzo de que lo he superado. La tengo a mano y no la uso. Ya no la necesito. A fin de cuentas no he consumido más que durante un par de meses y solo el fin de semana. No estoy enganchada a ella.

Pero bueno de lo que se trata es de preparar bien la fiesta del lunes próximo. Excepcionalmente me beberé una botellita antes de empezar. Solo una. Nos queda toda la semana para hacerlo y cuento contigo para eso ¿Qué me dices?

  • Julia; no puedo negarte nada. Ya lo dice mamá: que debes vivir tu vida como prefieras. A mí no me importa tampoco lo que hagas, siempre que sea lo que te guste hacer ¿Cómo quieres que lo prepare?

  • Hasta el lunes nada de metérmela por el coño; creo que podrás esperar, pero mañana podemos volver a repetir lo del lunes pasado. Solo que lo haremos con una variante.

  • ¿Qué se te ha ocurrido?, Julia.

  • Poca cosa. Volverás a metérmela por el culo y te correrás todas las veces que quieras. Pero en las tomas de la semana que lo hicimos en mi cama vi como yo pretendía meter toda mi mano en el coño.

  • Ya me acuerdo. Fue impresionante, Julia.

  • Pues quiero que me des por el culo pero que en vez del consolador me metas toda tu mano en el coño. Antes ensayaremos bien metiéndome tú la mano mientras hacemos un 69 y te la chupo.

Esa conversación fue muy larga y se nos pasó casi sin sentir. Concluyo cerca de la hora de comer, por lo que nos preparamos rápidamente algo y una vez terminada la comida y recogidos los cacharros le dije a Julia si le apetecía hacer algo.

  • Me he quedado con ganas de más postre, Luis.

  • Pues en la nevera tienes fruta y yogures: no sé a qué esperas. ¿Será verdad eso de que tienes que comer por dos?

  • Qué tonto eres, Luis. No me has entendido. Te digo que me falta un postre. Sí que es lácteo, pero se trata de leche, digamos… en tubo. ¿Lo coges?

  • Ya; Julia, ya. ¿A qué esperamos? ¿Dónde?

  • En el mío, Luis. No tendré que recoger nada; te lo aseguro.

Nos trasladamos a la habitación de Julia y por la escalera contemplé su maravilloso culo que se dejaba ver por la faldita tan corta que llevaba puesta.

Una vez allí Julia se afanó en retirar la ropa de la cama y colocar sobre el colchón una toalla de ducha para evitar que sus flujos manchasen algo.

Mientras hacía esto yo me relamía al pensar que tendría otra sesión de sexo con mi hermana y en este caso a insinuación suya. Estaba claro que ya se había derribado la última barrera, al menos la que a la mentalidad de Julia se refiere.

Empezamos con una suave sesión de besos, lo que a mí ya se me empezaba a dar mejor. El juego de nuestras lenguas era frenético porque a la vez que nos besábamos nos íbamos desnudando el uno al otro.

Era poca la ropa que teníamos que quitarnos, ya que en pleno verano solíamos ir bastante ligeros de vestuario, pero nos deleitamos en la tarea.

Yo en cuanto liberé de botones la camisita de mi hermana empecé a juguetear con sus pechos, ya que por las mañanas Julia no se ponía el sujetador. (Luego me dijo que así me mantenía cachondo desde que empezaba el día ¿Será cabrona?)

Mis manos rodeaban sus senos con suavidad y recorrían todo su perímetro, en círculos que cada vez se acercaban más al pezón. Allí me detenía y se lo retorcía entre dos dedos, lo que a Julia le ponía de lo más excitada.

Ella me bajaba el short y el slip y se hacía cargo de mi verga, acariciándola con suavidad, hasta que alcanzaba un tamaño adecuado, cosa que no solía tardar en suceder.

Luego nos tumbamos en la cama e iniciamos un suave y ligero 69 para terminar de excitarnos. A partir de ese momento teníamos campo libre para que cada uno de nosotros procurásemos el mayor gozo de su compañero.

Julia solía lamer con delectación mis testículos que se encogían y se ponían como unas bolas duras, con la piel retraída y rugosa. Yo mordisqueaba poco a poco su clítoris y alguno de sus labios mayores, al despegarlos para dejar expedito el camino hacia su vagina.

Aquel postre fue, al final, una sorpresa para Julia, ya que cuando los dos estábamos ya a punto de dar rienda suelta a nuestro cargamento, yo hice algo que Julia quería pero que no se esperaba.

Julia tenía mi polla completamente dentro de su boca y garganta y lamía mis testículos a la espera de su recompensa y yo pretendí adelantarle la mía.

Recogí mis dedos tal y como le vi hacer a ella aquel día en que se masturbó ante mí y comencé mi labor de tratar de introducir mi mano dentro de su coño.

Con mis dedos agrupados y convenientemente salivados e impregnados de los flujos de Julia, metí las primeras falanges en el interior de su vagina, a la vez que mi lengua estimulaba su clítoris.

Julia advirtió mis intenciones y se sacó mi polla de la boca un momento para exclamar.

  • ¿Ahora, Luis? ¿Me la vas a meter ahora?

  • Solo si tú lo quieres, cariño. Solo si tú quieres.

  • ¿Cómo no voy a quererlo, Luis? Estoy que me muero por sentirla toda dentro. No pares hasta que me la metas; ¡Ah! Y córrete cuando quieras. Estoy a punto de desfallecer. Echo en falta tu postre, Luis.

Me afané en esa labor, para lo cual cambiamos de posición y de estar echados de costado, pasamos a que yo me puse boca arriba y Julia encima de mí.

En esa posición era Julia la que tomaba toda la iniciativa: Ella se tragaba mi polla a base de bajar su cabeza sobre ella y mantenía su coño en alto para que yo manejase mi mano hacia su interior.

Poco a poco mis cinco dedos se introdujeron en su vagina como si fueran un ariete. Yo sentía cómo su coño se distendía, ya que Julia movía sus caderas de forma alternativa arriba y abajo intentando facilitar la penetración de mi mano.

Julia levantó su cabeza y me pidió.

  • Córrete, Luis. Por Dios, córrete.

Y se metió dos o tres veces seguidas la polla hasta el fondo de su garganta.

Aquello fue el punto de no retorno para mí y me vacié en lo más profundo de la boca de Julia, que a su vez alcanzó un tremendo orgasmo cuando mis cinco dedos ya habían entrado y estaba con los nudillos pugnando por atravesar el dintel de su vagina.

Julia se derrumbó sobre mí, convulsionando a causa de su orgasmo, lo que impidió que continuase la tarea de meterle toda la mano. La cosa no sería tan sencilla como pensábamos los dos.

Nos relajamos un poco y Julia se sintió un poco defraudada.

  • Qué pena, Luis. No has conseguido meterme la mano. Me dijiste que creías que me lo podías hacer. Me he quedado con las ganas.

  • Sí, pero has tenido un gran orgasmo.

  • Ya lo sé, pero ¿Sabes, Luis? Soy muy ansiosa y exigente. Cuando creo que se puede hacer algo, no me quedo a gusto hasta que lo hago. Me pasa con el sexo y con todo lo demás. Soy insaciable y quiero experimentar todo lo experimentable. Por eso me he comportado así de inconscientemente tantas y tantas veces. Ahora tengo entre ceja y ceja que me metan una mano en el coño y hasta que no lo pueda experimentar no me quedaré tranquila.

  • Pues yo creo que puede que a lo mejor lo vas a conseguir esta tarde. Lo podremos conseguir si nos coordinamos bien.

  • Vale; coordinémonos. ¿Qué propones, Luis?

  • Primero; cambiar de postura. Creo que el 69 es bueno para disfrutar los dos al mismo tiempo, y está muy bien; pero creo que en esto tenemos que ser conscientes de que no se trata de disfrutar los dos al mismo tiempo, sino de que disfrutes tú. ¿Ves la diferencia?

  • Pues no me parece justo. Tú también tienes que disfrutar; lo mismo que yo.

  • Ya, pero se te olvida una cosa, Julia. Hay varias maneras de disfrutar y una de ellas es ver disfrutar al otro, al que amas. Si tú disfrutas, yo disfruto. El mío será un disfrute al que podíamos llamar “disfrute reflejo”. Yo gozaré viéndote gozar a tí.

  • Pues yo no lo había visto de esa manera, Luis.

  • Verás, Julia. Te vas a colocar boca arriba, con las piernas muy abiertas y con un almohadón o algo similar bajo el culo, para que tu pelvis esté más alta. Entonces yo intentaré meter mi mano en tu coño y podré hacer más fuerza. Eso quizá te pueda doler un poco, o mucho; no lo sé, pero es cuestión de lo que tú seas capaz de aguantar. ¿Lo intentamos?

  • Adelante, Luis, pero ponme frente al armario. A lo mejor si me veo en el espejo me pongo todavía más cachonda, y grábame. Si consigues metérmela me gustaría tener un recuerdo para siempre.

Nos pusimos a la tarea y comencé por volver a calentar a Julia mediante pellizquitos en los pezones a la vez que ella se acariciaba el clítoris como si se estuviera masturbando.

Cinco minutos después observé que el coño de Julia empezaba a lubricarse y comencé a meter mis dedos en su vagina. Primero uno, luego, dos, tres, y luego cuatro.- Estos cuatro los metí con la mano bien abierta, a lo largo de su rajita y entraron muy bien hasta llegar a la zona de entrada del dedo gordo. Incluso entraron los últimos nudillos de los cuatro dedos largos.

Julia sufrió diferentes contracciones en su coño y llevó a cabo distintas elevaciones de pelvis.

  • Así, Luis. Sigue, cariño. Me gusta mucho lo que estás haciendo. Continúa y no pares. Cada vez me siento más cachonda.

Entonces pasé a la última fase y se lo advertí.

  • Julia; voy a intentar meter los cinco dedos a la vez, agrupados. Prepárate para sufrir. Si no hay sufrimiento no hay gloria, Julia.

Puse mis dedos en la posición adecuada, y poco a poco, poco a poco, metiéndolos y sacándolos, una y otra vez, alcancé el umbral de la vagina de Julia. Era necesario que se dilatara como si estuviera para un parto, pero a falta de la oxitocina que induce las contracciones del útero previas a la expulsión.

Julia tendría que suplirla a base de excitación, para lo cual se me ocurrió una idea.

  • Julia ¿Te enfadarías conmigo si te llamo puta o cosas por el estilo? Es solo para que te excites.

  • Luis; no me preguntes más. HAZ LO QUE TE SALGA DE LA POLLA. Pero por Dios, METEME YA LA MANO DE UNA PUTA VEZ.

Entonces se me ocurrió una idea, aún mejor.

  • Lo siento, Julia, pero voy a hacer algo que a lo mejor no me lo perdonas nunca, pero me acabo de acordar de algo que me has dicho esta mañana. Espera un momento.

Fui al armario, lo abrí, me subí en la escalerilla, y bajé del altillo la cajita con las botellitas de vodka. Cogí una y se la di a Julia.

  • A lo mejor si te bebes esta botellita te acabas de poner a tono para el asalto final. Me dijiste que te tomaste una el día que te la metí por el culo y que el alcohol te animaba. ¿Quieres hacerlo?

  • Vale, Luis. Pero solo una. No quiero volver a beber nunca más.

Retomé la posición de mi mano y enseguida me di cuenta de que Julia todavía no había perdido la excitación.

Entonces me tiré a tumba abierta sobre su vagina. Empujé y giré: empujé y giré, a la vez que le gritaba a Julia.

  • Vamos, cabrona; hija de puta. Eres una perra y solo quieres que te meta la mano hasta el fondo. Bebe vodka; borracha. Eso es lo que eres: una puta borracha.

  • ¡¡¡ESO ES LO QUE SOY, LUIS; UNA JODIDA PUTA Y UNA BORRACHA. ME ESTOY VIENDO EN LA CAMA REDONDA DEL CLUB DE RAUL, RODEADA DE TIOS QUE ME FOLLAN. LUIS METEME LA MANO DE UNA PUTA VEZ!!!

  • Toma, golfa, levanta el coño y toma.

  • ¡¡ME DUELE MUCHO, LUIS!! ¡¡¡PERO NO SE TE OCURRA PARAR!!! ¡¡¡¡METEMELA TODA DENTRO!!!! ¡¡¡¡¡VAMOS, METEMELA!!!!!

Julia levantó el coño todo lo que pudo y yo di un empujón y ¡ALBRICIAS! Mi mano desapareció en el interior de la vagina de Julia.

  • Mi amor. Me la has metido toda. ¿De verdad?

  • Sí Julia. Mira.

Me retiré un poco para que se viera en el espejo, a la vez que la sacaba y luego la volvía a meter. Lo hice varias veces, al tiempo que lo recogía con la cámara de video.

Luego estuvimos un par de minutos y le dije a Julia que me diese su mano. Se la llevé al coño para que ella misma se la metiese.

Julia es bastante flexible, pero tuve que forzar un poco su brazo para conseguir que su propia mano penetrara en su coño. Julia lo disfrutó como una verdadera posesa.

  • Luis, ¿Qué hora es?

  • Solo las cinco de la tarde, Julia. Solo son las cinco.

  • Eres maravilloso, hermanito. Gracias por el vodka, pero prométeme que en cuanto acabemos lo vas a coger todo y lo vas a tirar a la basura. No quiero beber nunca más, Luis. NUNCA MÁS. Pero ahora, prepárate tú.

  • Luis: escúchame muy bien; pero que muy bien: tengo que decirte algo muy importante.

  • ¡Oh! Dios. Por favor, no. Otra charla, no.

  • No, Luis. No va a ser una charla. Al contrario. Lo que te voy a decir es algo que ya tenía pensado desde hace un par de días. Te lo digo convencida de que es lo que quiero; que es lo que queremos los dos y para eso no hace falta que esperemos hasta el lunes.

  • Venga, Julia, suelta lo que sea.

- ¡¡LUIS QUIERO QUE ME FOLLES YA!! ¡¡QUIERO QUE METAS TU POLLA EN MI COÑO Y QUE ME LO LLENES DE LECHE!! ¡¡Y QUIERO QUE LO HAGAS YA!! ¡¡¡LO ESTOY DESEANDO, LUIS!!! ¡¡¡¡¡¡FOLLAME!!!!!! ¡¡¡¡AHORA MISMO!!!!! ¡¡¡¡¡YYYYAAAA!!!!!

No me lo podía creer. Y no estaba soñando, no.

  • ¿De verdad, Julia? ¿De verdad?

- ¡¡¡¡¡SI, MI CARIÑO; MI AMOR; FFOOLLLLAAMMEE!!!!!

Solté la cámara y quité el almohadón de bajo el culo de Julia.

Julia se levantó, se puso en pié y nos colocamos uno frente a otro.

Nos besamos como desesperados; mordimos nuestros labios y nuestras lenguas. Nos buscamos en el fondo de nuestras bocas.

Yo agarraba los glúteos de Julia y acercaba su pelvis a la mía, que también era agarrada por ella, por el mismo sistema: atrayendo mis glúteos a su cuerpo.

Sus pechos estaban estrujados contra el mío y mi abdomen intentaba pegarse al de Julia todo lo que podía.

Mi polla comenzó a hincharse cada vez más y al poco me retiré un poco para que se elevara y luego la aplasté contra el bajo vientre de Julia.

Teníamos una estatura muy similar; yo un poco menos que Julia y eso favoreció que mi glande diera a tocar en el monte de venus de Julia y sintiese sobre él  todo el roce de su vello púbico.

Los dos estábamos jadeantes, anhelando dar culminación a nuestros deseos, ya absolutamente desbocados.

Poco a poco Julia retrocedió; lentamente, muy lentamente, hasta que sus piernas tropezaron con el borde de la cama.

  • Sujétame, fuerte, Luis. No me sueltes; que tu polla no se separe de mí: ¡vamos a la cama!, Luis, ¡a la cama!

Nos dejamos caer de costado y reptamos hasta llegar al centro. Entonces Julia tomó la batuta para dirigir la más maravillosa sinfonía de mi vida.

  • Levántate, Luis y mírame.

Lo hice y contemplé a Julia tendida boca arriba, con las piernas abiertas y las manos separando los labios de su vulva.

  • Este es mi coño, Luis, pero ya no es solo mío. También te pertenece, Luis: ¡¡ESTE TAMBIEN ES TU COÑO!! ¡¡TOMALO!! ¡¡POSEELO!! ¡¡¡JODELO!!! ¡¡¡¡¡FOLLAME, LUIS, FOLLAME!!!!!

Yo le mostré mi polla, enhiesta, tiesa, dura, palpitante y le dije:

  • Julia: Esta también es tu polla, la tendrás a tu disposición siempre que tú quieras . ¡¡TE LLENARA EL COÑO CUANDO LO DESEES!!! ¡¡¡SIEMPRE QUE TU  QUIERAS!!! ¡¡¡¡¡SIEMPRE!!!!

  • Pues a qué coño esperamos, Luis. Follemos. Jodamos. Métemela. ¡¡¡¡¡¡FOLLAME!!!!!!

No hizo falta más; coloque el glande a la puerta del coño de Julia y, despacio, muy despacio, lo fui introduciendo en su interior.

Entró con suavidad; muy fácilmente, debido a la tremenda lubricación que aún restaba en su coño.

Julia instintivamente abrió sus piernas todo cuanto pudo y las elevó, para facilitar al máximo la penetración.

Empecé a empujar suavemente, sin encontrar ninguna dificultad para avanzar en mi intento de perforar su vagina hasta el fondo.

Yo procuraba mantener mi postura y al mismo tiempo empujar cada vez más y más fuerte, pero en cuanto notaba que mi polla hacía tope en su útero me retraía y le preguntaba si le producía algún dolor.

  • No Luis, no. La siento llegar al fondo de mi coño y alcanzar el cérvix, pero es una molestia muy placentera. Disfruta y sigue metiéndomela.

Reanudé la tarea de ir metiendo la polla en su coño, liberado de esa preocupación.

Julia se encendió de repente y prorrumpió en un torrente de gritos, cada vez más exaltados, que me contagiaron.

--¡Jódeme de una puta vez!, -gritó Julia-. ¡No me importa el daño que me hagas! ¡Estoy deseando que me folles! ¡Vamos cabrón, métemela de golpe! ¡¿Es que todavía no sabes follar, gilipollas?! ¡HIJO DE PUTA: JODEME YA! ¡¡¿ES QUE NO TE DAS CUENTA DE LO CACHONDA QUE ESTOY?!!

Tan alto era mi grado de excitación y las ganas de follármela que tenía acumuladas, que grité e insulté a Julia como si fuera una puta barriobajera.

  • Tú te lo has ganado, Julia. ¿Qué cojones crees que estoy haciendo? Procuro no hacerte daño, pero si me provocas te reventaré el coño. Y ahora: grita todo lo que quieras y prepárate ¡TE VAS A ENTERAR! ¡PUTILLA AFICIONADA!

  • ¡PUES REVIENTAMELO YA! ¡NO ESPERES MAS, CABRON! ¡NO PARES HASTA REVENTARMELO!¡QUIERO TODA TU POLLA BIEN METIDA! ¡HASTA EL FONDO! EMPUJA MAS FUERTE; ¡REVIENTAME EL COÑO, HIJO DE PUTA! ¡¡TRATAME COMO LO QUE SOY; UNA PUTA CABRONA, GOLFA Y BORRACHA!!

Redoblé mis embestidas y pleno de lujuria, le insistía:

  • ¿QUIERES POLLA? ¡¡¡PUES TOMA POLLA, SO PUTA!!!

--¡NO PARES, CABRON!; ¡SOY LA JOVEN MAS PUTA DE ESPAÑA! ¡NO HAY UNA PUTA MAS JOVEN Y GOLFA QUE YO! ¡¡FOLLAME MAS RAPIDO Y MAS FUERTE!! ¡¿ES QUE NO VES LO CACHONDA QUE ME HAS PUESTO? ¡¡¡QUIERO TODO TU POLLON BIEN DENTRO DE MI COÑO!!!

Yo incrementé al máximo mis embestidas y casi llegué al mismo nivel que cuando la rompí el culo. Creo que eso es lo que Julia procuraba. Llevarme al máximo placer con sus procacidades y su lenguaje soez y despreciativo para sí misma.

  • ¡¡MAS FUERTE; JODEME MAS FUERTE!! HAZLO A LO BESTIA; ¡¡VIOLAME!! ¡¡VENGA, DAME TODA ESA POLLA!! ¡¡QUIERO TODO ESE VERGON BIEN METIDO!! ¡¡TODO DENTRO DE MI CHOCHO!! ¡¡NO PARES HASTA QUE ME LO REVIENTES!! ¡¡¿ES QUE NO SABES HACERLO MEJOR?!! ¡¡METELA TODA DENTRO, CABRON!! ¡¡LA QUIERO BIEN METIDA; LA QUIERO HASTA EL FONDO!!

  • YA LA TIENES TODA DENTRO, JULIA ¡¡¿ES QUE NO LA NOTAS?!!

  • SI, LA SIENTO, PERO QUIERO MÁS. ESPERA; VAMOS A CAMBIAR DE POSICIÓN.

Julia me hizo tumbarme en la cama, con mi polla tiesa mirando al techo y se colocó a horcajadas sobre mí, con sus pies a ambos lados de mis brazos, en cuclillas frente a mi cara y dándome las órdenes sobre lo que quería hacer.

Me hizo coger su cintura con mis manos y que la sostuviera en equilibrio sobre mi polla tiesa, y con su mano la colocó en la puerta de su chocho y me dijo que la dejase caer de golpe cuando me lo pidiera.

Así colocada, mirándome con una expresión que era toda lujuria, me pidió que la soltase.

Lo hice y Julia cayó de golpe sobre mi bajo vientre, ensartándose toda mi polla en su interior.

  • ¡¡¡AAAAYYYY!!! Julia gritó cuando sintió mi glande estrellarse contra su útero. ¡¡¡QUE DOLOR, PERO QUE GUSTO!!!

Luego comenzó a cabalgarme como si estuviera poseída, apoyándose con sus manos en mis hombros y moviendo su pelvis arriba y abajo. No era yo; era Julia la que se estaba jodiendo a sí misma, al tiempo que pedía que con mis manos, ahora libres, le estrujase las tetas y le pellizcara los pezones.

-Házmelo fuerte, Luis. Me gusta que me pincen los pezones. Aprieta hasta que me oigas llorar de dolor. Me gusta mucho sentirlo.

Yo no me hice rogar y le retorcí los pezones, a tal punto que a Julia comenzaron a correrle lágrimas por las mejillas; entre sollozos de placer y dolor, me pedía que siguiera con esa tortura.

  • No pares, Luisito. No pares. Estoy a punto de correrme y quiero que tú me llenes el coño con tu semen.

- También yo estoy a punto de hacerlo, Julia. Ya no puedo esperar más. Tu coño me está matando.

  • Pues ¡¡Córrete bien dentro!! ¡¡Lléname el coño con tu leche!! ¡¡Lo estoy deseando!!

  • ¡¡¡ME CORRO!!! ¡¡¡ME COOORRRROOOOO!!! JULIA: ¡¡¡MEE ESSTOOYY CORIIIIEEENNNDDDOOO!!

  • ¡¡¡YO TAMBIEN ME ESTOYCORRIEENDOO!!! LUIS. CARIÑO, QUE FELIZ SOY.

La voz de Julia sonaba ronca, por efecto de los gritos que había proferido durante la sesión de sexo que acabábamos de vivir. La mía no le andaba muy lejos.

Ninguno cambiamos de postura y Julia quedó tumbada sobre mi pecho, con sus tetas aplastadas sobre mí, mi polla dentro de su coño, jadeando los dos, sin un ápice de fuerzas.  Estábamos los dos tan pegados que debíamos parecer siameses. Al fin la naturaleza nos venció. Mi polla perdió su erección y la vagina de Julia se retrajo y volvió a su tamaño normal.

Eran las seis de la tarde del 8 de Agosto de 2001, cuando mis anhelos se vieron colmados.

La novedad que supuso para los dos traspasar el último tabú que nos separaba, de una forma tan natural y placentera nos dejó un tanto perplejos.

--¡¡LO HICIMOS, LUIS!! ¡¡ HEMOS FOLLADO!!

--¡¡Y ¿QUÉ TE HA PARECIDO, JULIA?!!

--¡¡¡MARAVILLOSO; LUIS; MARAVILLOSO!!!

--¿Te arrepientes de haberlo hecho, cariño?

--Me arrepiento de haber esperado tanto para hacerlo y haberte hecho sufrir, Luis. Perdóname.

--Te pondré una penitencia. Has de pagar por tu pecado.

--¿Qué quieres que haga, Luis?

--¡¡VOLVAMOS A FOLLAR!! ESE ES TU CASTIGO.

En menos de cinco minutos mi polla estaba en condiciones de afrontar otro asalto al coño de Julia. Pero esta vez fui yo el que impuso las normas.

--Vamos a hacerlo de forma diferente, Julia.

--Como tú quieras, mi amor.

Adopté el papel de macho dominante y pedí a mi hermana que se pusiera como un perrito  y en esa posición, sobre la cama, la penetré desde atrás y prodigué mis embestidas hasta lo más profundo de su coño.

--¡Qué maravilla, Luis! ¡Cómo la siento dentro de mí! ¡Más fuerte! ¡Fóllame a lo bestia!

Mi polla entraba y salía de su coño cada vez a una mayor velocidad y los gritos de Julia eran más y más potentes y entrecortados.

--¡¡¿Qué me haces, Luis?!! ¡¡Me corro otra vez!! ¡¡Esto es maravilloso!!

Le saqué la polla y la coloqué sobre la cama y le pedí que levantase sus piernas todo lo que pudiese y apoyara sus talones sobre mis hombros. Su coño estaba así un tanto cerrado y la penetración se hizo, no difícil, sino un tanto más ajustada.

Mis entradas y salidas eran para mí mucho más placenteras porque el coño de Julia se estrechaba; sus pareces abrazaban mi verga más estrechamente y hacían que sintiera su elevada temperatura.

Julia no dejaba de exteriorizar su excitación con las más variadas frases.

--¡Lo que me he estado perdiendo hasta ahora! ¡Cómo he sido tan gilipollas para no dejarte que me follaras antes! ¡¡Todos los días!! ¡¡FOLLAME TODOS LOS DÍAS!! ¡¡POR LA MAÑANA Y POR LA TARDE!! ¡¡A TODAS HORAS!! ¡¡QUIERO RECUPERAR EL TIEMPO PERDIDO!!

--Prepárate, cariño; voy a correrme yo también.

--Estoy deseando tu leche, Luis. ¡¡¡¡DAMELA!!!!

No fui capaz de aguantar más y mi verga volvió a descargar todo lo que me quedaba, ¡hasta la gota final!, todo fue a parar al interior de la vagina de mi querida hermanita.

Solo eran las siete de la tarde; nos quedamos tumbados en la cama, sin hablar; nos acariciamos lentamente, con mucha dulzura y, al final, Julia se incorporó un poco, me miró y me dijo.

--Tenías razón, Luis. Esto no es malo. No puede ser mala una cosa tan bonita como la que hemos hecho. Porque nos queremos; y nada que se haga con amor puede ser malo. ¡Ah! Y gracias porque no me has recriminado por el tiempo que te he hecho esperar. Te quiero, Luis.

--Yo también te quiero, Julia. Follaremos todos los días… siempre que tú quieras hacerlo, cariño. Ya no hay barreras entre nosotros, Julia. Se acabaron.

Pero el acontecimiento de haber follado, por fin, con Julia, no lo sentí como un triunfo sobre todas las trabas que hasta entonces me puso. Lo sentí como el nacimiento a una vida diferente, como entrar de golpe en una nueva etapa de mi vida. Pero esa nueva etapa no la recorrería solo: estaría acompañado de mi querida hermana. De mi queridísima Julia.

Recogimos todo lo necesario y pasamos a la ducha, pero lo hicimos juntos. Por primera vez nos duchamos al mismo tiempo, uno frente a otro.

¿Qué podía pasar? Lo inevitable.

Una nueva erección por mi parte y una nueva excursión de mi polla en el interior de la caverna de Julia.

Pero esta vez fue muy suave, cariñosa, exenta de excitación exacerbada. Diciéndonos palabras muy bonitas y deseando que el tiempo se detuviera.

Pero no fue así. El tiempo corría. Eran cerca de las siete y media de la tarde. Nuestros padres llegarían sobre las ocho.

Teníamos que darnos prisa. Aún nos quedaba un ritual muy importante por hacer.

Julia fue a su habitación, Se subió en esa escalerilla, llegó al altillo y sacó la caja de botellitas de vodka y las papelinas de coca.

Volvimos los dos juntos al baño; levantamos la tapa del inodoro y, una Julia, y otra yo, vaciamos las botellitas de vodka en la taza del water. Lo mismo hicimos con los sobrecitos de la coca. Pulsamos una vez cada uno el botón de la cisterna y lo mandamos todo a la red de alcantarillado.

Todo aquello que Julia dijo que no iba a necesitar nunca más.

Yo la creí.

Luego, el tiempo nos dio la razón.

Recogí los botellines en una bolsa y salí rápido al contenedor de reciclaje de vidrio. Allí los arrojé, casi con rabia. Habían estado a punto de dar al traste con el futuro de Julia. Con nuestro futuro.

Me consta que Julia no ha vuelto a beber ni a consumir ningún tipo de droga.

Fue un pasaje de su juventud, como el de tantos y tantas jóvenes que han pasado por ese trance y, afortunadamente para ellos, han sabido y podido dejarlo atrás.

Fuimos al salón a esperar la llegada de nuestros padres.

Esta vez solo charlamos y convinimos, por supuesto, no contar nada de esto a nuestra madre. Tampoco lo del embarazo de Julia. Ya tenía previsto ella cómo y cuándo se lo diría.

  • Luis; solo debemos guardar este secreto para con mamá. Ella no entendería nuestra relación. Yo la he aceptado y deseo continuarla, pero a ella esto le haría sufrir; y no lo merece, Luis. No lo merece.

  • Estoy totalmente de acuerdo, Julia. De mí no saldrá una sola palabra a mamá sobre todo esto.

Bueno; sí que hubo un par de cosas que los dos nos dijimos:

Le dije a Julia que no hiciera esperar a Manolo; que le ofreciese su culo cuanto antes.

  • Julia; no le castigues como has hecho conmigo. No le hagas esperar una semana; no seas cruel con él. Manolo no merece eso.

  • Llevas razón, Luis. De mañana no pasa. Hoy me has dejado para el arrastre, pero mañana Manolo poseerá mi puerta trasera. Qué fino queda.

Julia añadió una cosa más.

Luis, entre nosotros se ha creado una relación que puede ser maravillosa. Yo no volvería a emplear palabras como: follar; joder; mamar; etc. Esas palabras solo hacen referencia al sexo como una relación meramente física, casi animal.

Nosotros no hacemos eso, Luisito: nosotros lo que hacemos es amor: lo nuestro es hacer el amor. Satisfacemos no solo una necesidad física, sino que nos entregamos lo mejor de nosotros en cada acto. Lo hacemos con todo el cariño que nos tenemos. Hazme caso, amor: querámonos siempre; amémonos siempre.

Tienes mucha razón, Julia. Es verdad. Nunca lo había visto así, desde ese punto de vista.

Yo sí, Luis. Tengo esa experiencia. Lo que yo hacía a los 14 o 15 años no era más que sexo; puro y simple sexo animal. No sentía nada especial por mis parejas. Solo satisfacer mis ansias de sexo. Nada más que eso. Después de cortar con ellos no tuve nunca ni remordimientos ni añoranzas. Jamás les eché de menos. Ninguno dejó una huella en mí que no fuera la simple satisfacción sexual. A mí me parecía mucho entonces; pero eran solo unos actos vacíos. Era solo sexo.  Sola y únicamente: sexo.

Lo nuestro es muy diferente, al igual que lo es lo mío con Manolo. Nosotros nos queremos, Luis, nosotros NOS QUEREMOS. Y eso lo hace todo muy diferente.

Nuestros padres llegaron a las 8 y encontraron a sus hijos, como casi siempre: escuchando música.

Julia cumplió su palabra, o al menos eso me dijo. El viernes 10 de Agosto, Manolo la poseyó por el culo. No fue tan dolorosa como la mía, y Manolo le dijo que me diera las gracias. De todas formas, añadió Julia, queda en pie esa reunión entre los tres, pero no será el lunes, sino el viernes. Ya te diré las razones en su momento, pero confía en mí. Verás como no sales defraudado.


La historia camina hacia su fin. Ese viaje que se inició hace algunos capítulos, llegará a su destino.

Pero aún quedan algunos acontecimientos para dar culminación al relato. La solución en el próximo.