Mi hermana Julia - 7 -

Sobre una idea de Kovaliov;(SePt.2005), corregido y aumentado. El viaje al incesto pleno ha tomado velocidad de crucero. Ante ellos se presenta una autopista, aparentemente libre de obstáculos. ¿Libre?

Debimos quedarnos dormidos, ya que cuando quisimos darnos cuenta era casi la una de la mañana.

  • Qué te parece que hagamos, cariño; solo es la una y hay que preparar comida, preguntó Julia, más práctica que yo.

  • No está mal, pero yo propongo un par de planes alternativos, respondí.

  • Venga, desembucha.

  • Primer plan: masturbarnos hasta que nos corramos de nuevo. Segundo plan: corrernos de nuevo, después de que nos hayamos masturbado.

Nos miramos con cariño y empezamos a darnos caricias suaves y a decirnos palabras llenas de una cursilería que nunca fuimos capaces de imaginar que nos diríamos. Parecíamos dos enamorados que acababan de descubrirse.

Quizá era eso, y solo eso, lo que sentíamos los dos en ese momento. Nos queríamos de verdad y el sexo había hecho su aparición en medio de nuestras vidas, con la fuerza con que todo lo nuevo irrumpe; con el picante que aporta lo desconocido,  y toda la incertidumbre de no saber a dónde nos acabaría llevando.

Sumadle a todo eso el componente de morbo que le añadía nuestro parentesco. Somos hermanos y está prohibidísimo que entre nosotros se de ese tipo de comportamientos, -como tantas veces me repetía Julia, dándole casi carácter de mantra-.

Imaginad nuestras mentes y nuestra razón, que bullían llenas de ideas contradictorias, tratando de  dominarlas.

De un lado estaban: familia; sociedad; religión; costumbres; incesto; la palabra maldita: INCESTO.

Del otro: juventud; inconsciencia; atrevimiento; osadía; sexo, sobre todo, sexo y… cariño; mucho cariño y amor: un incipiente amor que apenas si lo habíamos intuido.

Pero los dos decidimos mirar hacia adelante y ver qué es lo que nos deparaba el destino. Nuestro cariño y el sexo compartido, recién descubierto, se llevaron por delante todos los convencionalismos. ¿Todos?

Tras esta pequeña digresión volvamos al relato.

  • Al final recalamos en lo mismo: masturbación, antes de o después de. ¿Qué te parece, Julia?

  • Pues yo propongo una mezcla de todo. Verás: primero nos masturbamos hasta corrernos; luego preparamos la comida y comemos. De postre nos corremos después de habernos masturbado, -dijo Julia-. ¿Votamos?

  • Creo que no será necesario; estoy de acuerdo con la propuesta de Su Señoría. Apruebo la moción.

  • Oye, Julia; el sábado, cuando te corriste, al final echaste un chorro de flujo. Me gustaría que hoy te volvieras a correr igual y que cuando lo hagas esté yo debajo para tragármelo; igual que tú te has tragado mi esperma. ¿Qué te parece la idea?

  • Bueno, cariño; es posible. Eso no es que yo me lo proponga o no; supongo que será debido al grado de excitación que tenga. Probaremos a ver.

Esta vez dejamos de lado la cámara de video y nos dedicamos a disfrutar con todas nuestras ganas.

Para ello Julia se situó tendida sobre mi cama, con las piernas abiertas, separando los labios de su vulva para ofrecerme un terreno despejado para que pudiese actuar con facilidad.

Lo primero que hice fue empezar a besar la parte interior de sus muslos, desde la rodilla, para ir subiendo poco a poco hasta encontrarme al borde de su coño. Repetí la misma operación con la otra pierna y Julia fue poco a poco entrando en el juego.

Lo hizo elevando las piernas de forma que sus pies apoyaban sobre la cama y las piernas formaban una especie de V invertida, formando sus rodillas el vértice superior. Seguí besando, a la vez que lamía toda la parte interior de sus muslos hasta llegar a la entrada de su vagina, que ya empezaba a mostrar una cantidad apreciable de flujo. Lo lamí con gusto y comencé a deslizar mi lengua por toda su rajita, de arriba abajo, profundizando con ella cada vez más, a la vez que con las manos apartaba sus labios mayores para dejar expedito el camino hacia el interior de su coño.

Julia inició unos ligeros movimientos de pelvis, a la vez que unos suaves suspiros se escapaban de su boca, como signos de que su excitación iba en un continuado aumento.

Mi lengua siguió con su trabajo de lubricación mediante la saliva que mi boca producía, que se iba mezclando con sus flujos y constituía ya un depósito en la sábana, pues se deslizaba desde su vagina por el perineo. Estaba toda la zona brillante y con una elevada temperatura.

Julia acrecentó los ascensos y descensos de su pelvis, a la vez que yo introduje mi lengua todo lo que fui capaz, deleitándome con el sabor del flujo y empapándome con él toda la barbilla.

Sin solución de continuidad inicié el proceso de ir metiendo poco a poco uno de mis dedos en el angosto territorio que suponía su túnel vaginal. Me resultó fácil y añadí un segundo dedo. Los empecé a meter y sacar creciendo en profundidad y rapidez, con lo que los suspiros de Julia pasaron ya a convertirse en verdaderos gemidos de placer.

  • Julia, cariño, pídeme lo que quieras que siga haciendo para que tu orgasmo sea lo más intenso y puedas disfrutar ofreciéndome un chorro de flujo que me permita recibirlo en la boca. Estoy deseándolo, hermanita.

La respuesta de Julia a mi petición fue un cada vez mayor tono de sus gemidos, que pasaron a ser verdaderos gritos.

  • Así, cariño; así. Más dentro; más dentro; ¡ay que gusto! ¡Qué cachonda estoy! ¡¡Méteme un dedo más!! méteme todo lo que puedas; hasta la mano, si quieres. Es delicioso, Luisito, delicioso.

Al conseguir meter el tercer dedo ya su coño tenía una abertura considerable. Yo los sacaba y me los llevaba a la boca para saborear sus flujos, pero Julia me pedía que no se los sacase.

  • Déjame los dedos dentro, no me los saques. Siento que se acerca el momento. Prepara tu boca.

Yo seguí manipulando con mis dedos todos los recónditos lugares a los que tenía acceso. Escuché los gemidos de Julia que incrementaban su volumen y supuse que su orgasmo estaba muy próximo.

  • Sí, cariño, sí. No pares; no pares, ¡¡¡ME ESTOY CORRRRIIIIIEEEEENNNNNDDDDOOOO!!!

Julia elevó al máximo su pelvis y yo abrí con mis manos su vagina todo lo que pude y rápidamente un chorro de flujos llegó hasta mi boca que, ansiosa, los recibió con alegría.

No me los tragué de inmediato sino que seguí contemplando el resto de los estertores de Julia, con los que poco a poco fue concluyendo su corrida.

La enderecé sobre la cama y la atraje hacia mi boca, haciéndole una seña de si deseaba compartir conmigo aquello que atesoraba su interior.

Julia hizo un movimiento de cabeza inequívoco; la subió y bajó un par de veces, al tiempo que se me ofreció con su boquita abierta, como la de un pajarillo al que su madre le lleva el gusano que será su alimento, y que espera con tanta hambre.

Cogí la cabeza de Julia con mis manos y me acerqué hasta que juntamos nuestras bocas en un beso que, además, supuso una transferencia de ese riquísimo fluido generado por su vagina.

Lo tragamos a la vez, como los dos buenos hermanos que somos. Era la una y media, según el reloj de mi mesilla de noche.

  • Cariño; ha sido fantástico. No eres el primer chico que me lame el clítoris. Alguno lo había hecho antes; en mi época de locura sexual. Pero nadie me ha arrancado un orgasmo similar al que acabo de tener. Mi amor: tienes un don especial que me está volviendo loca. Anda, prepárate que te voy a hacer otra mamada para que nunca olvides este día.

  • Tú sí que eres maravillosa. Sabes que eres mi primera chica, pero te digo que no creo que pueda disfrutar más con ninguna otra. Gracias. Gracias.

Julia se dispuso a eso: a realizarme una felación que no olvidaría jamás. Aún la recuerdo, nítida, y han pasado más de quince años de aquello.

Julia volvió a jugar con mis testículos y a lamer y masajear mi polla en toda su amplitud y dirección. Lamió mi glande, lo chupó, lo succionó como si su boca fuera un aspirador a toda potencia. Se tragó la polla en toda su extensión. Sí, con mi ayuda y con la técnica empleada apenas un par de horas antes, mi verga desapareció una y otra vez hasta las más remotas profundidades de su garganta.

Y cada vez con una mayor facilidad; al extremo de que pronto no fue necesaria mi colaboración. Mi hermanita se bastaba para tragarse mi falo sin la más mínima ayuda.

  • Permanece atento, cariño. No hagas nada. Solo disfruta contemplando el atracón que me voy a dar con tu polla. Solo una cosa. No quiero que te corras dentro de mi garganta o boca. No lo hagas. Esta vez, no.

  • ¿No te gustó antes?

  • Me encantó, pero están llegando a mi cabeza unas ideas de lo más perversas. Sé que tu producción de semen es casi inagotable, y quiero que esta vez me lo eches todo sobre la cara.

  • Sí que eres perversa, cariño. Si no me lo dijeses nunca se me ocurriría. Pensaba que correrse en la cara de una chica llevaba implícito un sentido de posesión por parte del chico y de sumisión por parte de la chica: tú eres el amo; es tuya y puedes hacer con ella lo que quieras. Creo que es algo así como dominarla, humillarla, degradarla.

  • Como feminista, pienso algo de eso. Pero la degradación no es solo por el hecho de que el hombre eyacule sobre la cara de la mujer, sino la carga de posesión que ese acto lleva implícito, Luis. Yo no me sentiré degradada por ti al recibir en mi rostro tu semen. Yo lo deseo así porque sé que tú no lo harías nunca si no te lo pidiera. Quiero llevar a tu ánimo algo que te dije antes. No tengas miedo de mí ni de lo que pueda pensar. Anímate a pedirme todo aquello que desees de mí, cariño. Sí algo no me gusta te lo diré. Además; me apetece mucho verme la cara cubierta con tu leche. Eso sí que lo tendrás que grabar. Después me lo tragaré.

  • Te quiero mucho, Julia. Solo te voy a poner una condición; mejor dicho, nada de condiciones; te voy a hacer un ruego: que sea yo, con mi lengua, el que lleve a tu boquita toda la leche que adorne tu cara. ¿Vale?

  • Lo que tú quieras, cariño. Será un doble placer que sea tu lengua la que me lleve tu leche a mi boca.

Julia arreció con su mamada y en menos que canta un gallo le dije que se preparase.

Julia me ofreció su rostro, confiada a mi pericia, y enseguida mi polla derramó, uno tras otro, seis hermosos chorros de semen que dejaron su cara con una mascarilla láctea sin parangón, que la embellecía. ¡Y de qué manera!

Mi esperma se depositó principalmente en aquellos lugares en que su rostro presentaba alguna concavidad: el espacio entre sus ojos, cerrados y su nariz. El resto; boca, barbilla, pómulos y frente era un completo muestrario de chorreones de semen que lo surcaban todo.

Tomé los planos lo más rápidamente que pude y conduje a Julia frente al espejo; le dije que abriese los ojos y se contemplase: los abrió y se contempló.

  • ¿Te parezco atractiva, cariño? ¿Estoy bonita?

  • Estás preciosa, mi amor. Lo más precioso que han visto mis ojos. Aunque solo sea por esta visión, merecen la pena todas nuestras discusiones previas y los miedos que he pasado pensando que esto no podría ocurrir nunca.

  • Pues ahora: cumple tu promesa; o haré que te arrepientas, malandrín. ¡Mira cómo me has puesto!

Durante cinco minutos estuve limpiando con cuidado toda la superficie de la cara de Julia, que estaba cubierta con  mi semen. Ella lo recibía en su boca, lo saboreaba y lo tragaba. Yo también me iba quedando con una parte: -mi comisión, le expliqué-.

Julia quedó completamente limpia. Fuimos al baño, nos dimos una ducha rapidita y bajamos a la cocina.

Maldito el hambre que teníamos para preparar comida.

  • Hay que hacerlo, dijo Julia, juiciosa. ¿Cómo les justificaríamos a los papás no haber comido?

Nos preparamos algo muy rápido y luego del postre nos dedicamos a visionar en la tele todo lo que se había grabado en el video. Fue muy fácil de ver y quedamos en que Julia sería la que custodiara la cinta. Ella tenía más intimidad en su cuarto y sus pertenencias nunca eran revisadas.

El resto de la tarde lo pasamos tranquilos, en el salón, escuchando música esperando la llegada de nuestros padres. Eso sí, quedamos de acuerdo en que no tardaríamos en repetir la experiencia.

Pasó la semana con alguna que otra sesión de masturbación, pero ya más tranquilas y sosegadas.

A finales de mes se produjo un acontecimiento, para mí inesperado.

Julia me despertó una mañana muy temprano. Creo que fue también un lunes.

Golpeó mi puerta y me dijo que me despertase y bajara a la cocina.

  • Vamos, dormilón. Levántate y baja a la cocina; tengo una sorpresita para ti.

Hacía ya algún tiempo que las sorpresas de Julia siempre eran agradables y tenían siempre una clara connotación sexual, así que no lo dudé. Me vestí a toda prisa y me lancé escaleras abajo.

Julia no estaba por allí, así que fui a la nevera y empecé a beber un poco de zumo de naranja directamente del tetra-brik; esa acción era uno de mis signos de rebeldía hacia mi madre, que tanto odiaba que yo hiciera eso.

De pronto oí la puerta del baño y acto seguido a mi hermana subiendo hacia el piso de arriba.

  • Luis, cariño… ¿estás en la cocina?

  • Sí. Estoy tomando un poco de naranja.

  • Sube enseguida. Me ordenó imperiosamente.

Algo escamado todavía, no lo dudé mucho y obedecí su petición.

Llegué hasta mi cuarto y busqué por dónde andaba mi hermana… pasé a su habitación y allí tampoco estaba… ¿dónde se habría metido?

  • Julia, -voceé-.

  • Estoy aquí. La respuesta llegó desde el cuarto de nuestros padres.

Fui hasta allí y encontré a Julia buscando algo bajo la cama. Estaba de rodillas, con la cabeza bajo el somier y con el culo en pompa; llevaba puesta solo una camiseta, una mini tanga y ¡¡¡Nada más!!! ¡¡¡¡¡ABSOLUTAMENTE NADA MÁS!!!!!

Pude ver su culito asomar por debajo del borde de la camiseta y me apercibí que el tirante inferior del mini tanga se le clavaba en su rajita.

¡Vaya!… ¡¡¡eso era nuevo!!!…. ¿Qué estaría tramando?… empezaba a sentirme excitado y a la vez un poco desconcertado. Julia tomaba cada vez más la iniciativa en nuestros juegos sexuales, pero yo no le daba importancia. Ella era la mayor y, además, contaba con experiencia. Decidí no haber nada y esperar acontecimientos.

De pronto Julia salió de debajo de la cama arrastrando con ella una maleta… mi madre las guardaba bajo la cama para que no ocupasen sitio por la casa, ni estorbasen.

  • ¿Para qué quieres esa maleta, Julia?

  • Para nada en especial,… espera un momento; quiero enseñarte algo.

  • La cara y la voz de Julia estaban algo raras. No conseguía entender por qué, pero Julia me parecía diferente. Estaba acelerada; como si no fuera ella misma. Como si algo la tuviese dominada y actuase fuera de control.

Julia tiró de la maleta y la deslizó fuera de la parte baja de la cama… yo estaba detrás de ella y su culito respingón absorbía toda mi atención… ¡guau!.. ¡Menuda imagen!

Julia quitó los cierres metálicos de la maleta y desabrochó las correas que la mantenían cerrada, alzó la tapa y la maleta quedó abierta ante nosotros. Mi curiosidad aumentaba por momentos, dado que no tenía ni idea de qué iba aquel juego, aunque por la vestimenta de mi hermana ya podía imaginar que sería algo interesante, más o menos “pecaminoso” y cargado de lujuria.

Julia apartó la aún húmeda mata de pelo moreno de su cara y empezó a revolver en el interior de la maleta. Empezaron a salir toallas, mantas, ropa de abrigo de invierno y al final, al fondo, aparecieron varias cajas de zapatos.

Las sacó y empezó a abrirlas, comprobando el contenido de su interior… zapatos y más zapatos… ¿qué otra cosa podían tener sino eso: zapatos?

¿De qué iba aquello?… ¿Julia estaba chalada de remate o qué?… ¡¡¡no me parecía muy normal estar a las ocho de la mañana revolviendo las maletas de nuestros padres en su habitación!!!

  • Estaba por aquí… estaba por aquí… estoy segura –mascullaba Julia entre dientes-.

Yo estaba alucinando y asistía incrédulo a lo que consideraba una majadería de mi hermana.

  • ¡¡¡AQUÍ ESTÁ!!! Chilló de pronto.

  • ¿Qué? – Le dije yo – ¿Qué has encontrado?... o sea… ¿Qué es lo que buscabas, Julia?

  • Nada... nada… espera… y se guardó algo en las manos.

  • Siéntate un momento, Luis. Tengo que hablar contigo. Muy seriamente.

Yo empezaba a estar cansado de todo aquel lío, pero le hice caso y me senté en el borde de la desecha cama que nuestros padres habían dejado no hacía mucho tiempo. Julia tramaba algo y solo había una forma de saber qué era: esperar y ver.

Julia se puso en pié y dejó un objeto sobre la mesita de noche… algo envuelto en un paño.

Ni siquiera me dediqué a imaginar qué sería aquello. Ya me lo aclararía Julia.

  • Luis… yo… yo tengo que hablar contigo sobre todo lo que hemos estado haciendo estos días.

¡Oh!, ¡¡NO!!… esto sonaba nuevamente a discurso anti-sexo… ¿y para eso este madrugón, la ducha y la escenita de la maleta?… ¡¡¡madre mía!!!

  • Y ahora ¿Qué te pasa? Pregunté a Julia, malhumorado.

  • Bueno… ya sabes, quería hablarte de lo que hicimos aquel sábado… en mi habitación y todo lo que hemos seguido haciendo después

  • ¿Sí? ¿Qué, vamos a repetirlo otra vez todo?

  • Sí, verás… sabes de sobra que me lo pasé bien… a ti ni te lo pregunto, me consta que así fue, pero yo he estado leyendo un poco sobre esto, me he estado informando. Bueno, mira… esto que hacemos es algo que realmente no está nada bien… es algo que está repudiado por la sociedad y penado legalmente: se llama incesto y es cuándo miembros cercanos de la misma familia hacen el amor entre ellos; bueno, entre padres e hijos o entre hermanos consanguíneos.

  • ¿Incesto? ¿Repudiado? ¿Sociedad? ¿Penado legalmente? Julia ya hemos hablado de todo eso y lo tengo muy claro. ¿Qué pasa ahora?

  • Bueno… luego está también lo de Manolo… verás… es mi novio, ya lo sabes. Lo quiero. Pero está empezando a pasarme algo raro con él. Ya no es cómo antes; bueno, no me refiero a él, no me refiero a su personalidad ni nada de eso, me refiero a que cuándo lo hacemos ya no es lo mismo. Antes me lo pasaba muy bien, pero ahora disfruto más masturbándome. Y ya ni te cuento ¡¡¡cómo me lo pasé aquel día contigo!!! Y todos estos días que han seguido.

  • No me querrás decir que ya no sientes deseo sexual con Manolo.

  • No, no es eso. Es algo difícil de explicar.

Yo ya no entendía nada de nada, pero me sentí muy halagado por esa observación. Manolo, además de ser el cornudo más curioso del planeta era un inepto tratando a mi hermana. Tal y cómo yo conocía ahora a Julia podía asegurar que más de uno se hubiese dejado matar por poder pegar el último polvo de su vida con ella y aquél puto imbécil de Manolo no se lo sabía montar. Bueno, mejor dicho: no se la sabía “montar”; ¡Qué triste! y ¡¡¡Qué desperdicio!!! ¡¡¡¡¡Julia es un manjar para el paladar más exigente!!!!!

  • Bueno, continuó Julia; lo que quiero decirte es que estoy dispuesta a seguir haciendo cosas contigo…. ya sabes… a seguir enseñándote cosas y a mirarte y a que tú me mires; a masturbarnos como hasta ahora, pero hay una cosa que me da mucho miedo y no quiero que ocurra; algo que pienso que podría llegar a ocurrir si seguimos así.

  • ¿Y bien? pregunté yo alzando los hombros, interrogándola con la mirada.

  • Verás… yo hace tiempo que lo hago con Manolo… y además ya conoces una parte de mi historia, en fin; todo lo que hemos hablado.

  • Ya sabes que a mí no me importa nada todo eso Julia. Pero no es que no me importe. Al revés. Me parece muy bien que ya hayas jodido y que lo sigas haciendo. Mucho mejor para ti porque te lo estarás pasando bomba. Y yo me alegro muchísimo de eso, si eso te hace feliz. Y creo que sí eres feliz.

  • Lo que te quiero decir, cariño, es que no podemos llegar hasta ahí: a joder nosotros dos. Podemos hacer muchas cosas los dos juntos, pero, por la información que he podido encontrar sobre el incesto, éste realmente no lo es hasta que se hace eso; hasta que se folla; hasta que me penetraras con tu pene, naturalmente; no como estamos haciendo todos estos días, que me metes los dedos y la lengua. Menos joder, podemos hacer de todo. Si te parece bien.

Por eso te he despertado temprano y te he traído aquí. Además, he traído también la cámara.

¡¡¡Estupendo!!! Pensé… ¡¡¡Julia había tomado definitivamente la iniciativa!!! ¡¡¡No había vuelta atrás!!! ¡¡¡Íbamos derechos al desenfreno!!!

  • ¡¡Vale!! ¡¡¡Muy bien!!! Julia ¿qué vamos a hacer hoy?  Estás estupenda con sólo esa camiseta y llevas esas braguitas tanga que tanto me gustan.

  • Espera, espeeeeera, dijo: antes, unas normas.

  • ¡Uf!… ya estamos, resoplé.

  • Sí, ya estamos. Ya hemos superado todo lo que se refiere a tocarnos. Lo hacemos siempre y nos gusta a los dos. Nos masturbamos; yo te la chupo; nos corremos donde más nos apetece y nos damos cada uno nuestros fluidos. Y todo eso está muy bien. Lo hacemos con plena conciencia y de mutuo acuerdo los dos. Y lo disfrutamos. Cojonudo.

  • Bueno. ¿Ha cambiado algo que justifique que ahora estemos aquí hablando de algo que yo creí que estaba muy claro?

  • Pues sí; ha cambiado algo.

  • ¿Y qué es ese algo?

  • Ese algo es que cada vez me veo más unida a ti, cariño. Cada vez tengo más miedo de que un día no sea capaz de controlarme y acabemos follando. Ya te he dado razones y ejemplos de que yo suelo controlar mal mis impulsos. Conoces mi historia.

. Yo no tengo intención de forzarte a que hagas eso, Julia. Deberías saberlo. Claro que me gustaría follar contigo, pero me aguanto. Jamás te forzaré.

  • Bueno… pues ahora tendremos nuevas normas… yo te seguiré tocando y masturbando... tú también podrás tocarme cuando quieras… nos podemos correr dónde y cómo nos apetezca; sobre mí o en mi boca, que me encanta… así que no hay problema por eso… pero lo que no puedes hacer, Luis, bajo ninguna circunstancia es metérmela ¿me entiendes? No puedes meterme la polla en el coño: eso ¡NUNCA! Eso no va a pasar; ni ahora, ni nunca. Yo soy dueña de mi cuerpo y quiero reservar eso para Manolo. No quiero que me lo hagas y si en algún momento veo que intentas hacerlo jamás me volverás a poner una mano encima ¿está claro? No sé si alguna vez seré débil y flaquearé, por eso te lo digo ahora de nuevo. Ayúdame a que eso no pase.

  • Está claro. Lo entiendo. No te la puedo meter. Eso es solo para el gilipollas de Manolo. Muy bien. Lo he entendido, -dije, con bastante cabreo-.

  • No seas tan borde. Manolo es un buen chico y me quiere, y yo a él. ¿Seguro que me he explicado?

  • Como un libro abierto… de verdad, Julia… te he entendido. No me gusta nada eso, ¡¡PERO LO HE ENTENDIDO!! ¿Has oído, Julia? ¡¡EN-TEN-DI-DO!!

  • Luis… ¿de verdad que no lo vas a intentar?

  • ¡¡¡Joder Julia!!! ¿Cómo coño quieres que te lo diga? ¿De rodillas y jurándotelo? ¿Es que no te han bastado todos estos días? ¿Te he presionado sobre eso?

  • No; eso es verdad. De todas maneras no me fio mucho de ti… Ni de mí. Pero, bueno, dejemos eso. Estamos en el cuarto de los papás.

  • Y eso ¿qué tiene que ver? pregunté intrigado.

  • Mira… quiero enseñarte algo.

Julia se giró y cogió aquel objeto de la mesita de noche… lo puso sobre su mano y empezó a desenvolverlo del paño que lo cubría… cuándo acabó de hacerlo y pude al fin ver de qué se trataba, me puse en pie de un salto y exclame:

  • ¡¡¡¡UNA POLLA DE PLÁSTICO!!!!

  • Ja, ja, ja… sí… eso es… una polla de plástico, o mejor dicho… ¡¡¡UN VIBRADOR!!!

Se trataba de un consolador de tono rosado… era grande, con nervaduras sobre lo que simulaba la piel de un pene erecto, surcado por venas bien resaltadas, y lucía un enorme capullo tieso que lo coronaba.

El sólo hecho de verlo sobre las manos de Julia y mi propia sorpresa hicieron que en mi rabo entrara una cantidad desproporcionada de sangre, hinchándolo soberanamente.

  • Pero… pero… ¿de dónde has sacado eso?

  • ja, ja, ja seguía riéndose Julia; no es mío… es de nuestra madre.

  • ¿De mamá?… ¡estás de coña!

  • ¡No!… ¡te lo juro! Me lo encontré un día en su maleta mientras guardaba la ropa de invierno… imagino que lo escondía aquí para que no lo encontrásemos y luego ni se acordó que lo tenía guardado en la maleta cuándo me mandó recoger la ropa. Por eso lo descubrí.

  • Pero… yo no sé… pero… ¿ellos usan eso?... ¿para qué?

  • ¡No preguntes! Me desagrada pensar dónde ha podido estar metido este trasto… dijo Julia divertida.

  • Bueno… ya… yo también me lo imagino… no es muy agradable pensar que mamá tenga que usar algo de “eso”.

  • Seguro que lo usan juntos… no creo que sea un “juguete” exclusivo de mamá… ya sabes lo que quiero decir… papá debe de… bueno, debe de hacer cosas con esto… se lo debe de meter a mamá mientras hacen el amor… supongo que debe de ser algo para variar de juegos y no caer demasiado en la monotonía… deben de estar hartos de hacerlo de mil maneras diferentes. Esto será un juego más. De todas formas, mamá también tiene sus historias. A lo mejor un día te cuento alguna.

  • ¡Vaya!… ¡¡¡nunca lo hubiese pensado!!! Pero… ¿por qué me lo enseñas?… por qué todo este discurso y ahora el asunto este de la… del… de la cosa esta.

  • Consolador… esto es un consolador… y con vibrador incluido… luego te lo enseño… – me dijo Julia, y te doy el discurso precisamente por lo que te he dicho antes.

Aquel sábado cuando estábamos en mi cuarto, mientras yo me hacía una paja tú me metiste mano: sabías que no debías hacerlo, pero lo hiciste y yo no lo pude evitar; estaba demasiado a gusto en ese momento para parar, y ya ves a dónde nos ha conducido, pero seguro que si seguimos con esto llegará el momento en el que tengas ganas de metérmela. Bueno… para esto te doy este chisme. Si tienes ganas de follarme quiero que juegues con él en mi coño… puedes metérmelo y hacer con él lo que quieras… pero tú NO PUEDES FOLLARME… ¿está claro?

  • Que sí… ya te lo he dicho antes… ¡me he enterado perfectamente!

  • Bien… pues toma… cógelo. Y dejó el consolador sobre mis manos.

Yo lo cogí y lo sopesé un momento… era más ligero de lo que pensaba y no tenía tacto a plástico… era suave, parecía realmente de piel humana… intenté doblarlo y cedió a la presión de mis manos… firme, pero flexible… muy bien.

Lo que me llamó la atención era su tamaño… era más grande que mi polla, eso seguro, y además mucho más grueso.

  • Oye… Julia… esto es… este consolador es muy… muy grande… ¿no?… ¿te lo puedo meter sin hacerte daño?

  • ¡¡¡Ja, ja, ja!!! Rió ella de nuevo; claro que sí hermanito. No es la primera vez que vaya a entrar en mí coño. Ya lo he usado yo sola un par de veces… además, la polla de Manolo tampoco está nada mal… bueno, quizás no tanto como esa, pero no mucho menos.

Yo volví a mirar aquella cosa y me fijé en su base… redonda y dura… era como un plato que cerraba la parte final del consolador, dónde empezaban a aparecer una réplica de los huevos de un tío… pero no del todo; sólo el abultamiento final.

Toqué la base mientras con mi otra mano mantenía el consolador ante mí… la base giró y aquel chisme empezó a emitir un zumbido ¡y a moverse!

  • BZZZZZZZZZZZZ…… BZZZZZZZ…. BRRTZZZZZ

  • ¡Oye!… ¡deja eso y atiende! dijo Julia.

Alcé la vista… ¡¡¡¡¡¡Madre mía!!!!!! Mi hermana acababa de quitarse la camiseta. Estaba frente a mí, con los brazos en jarras, mirándome desafiante con tan sólo el tanga cubriéndole el coño.

  • ¡¡¡¡¡¡¡Vaya tetas!!!!!!! -me salió del alma-, no lo pude evitar, casi lo dije chillando. Cada vez que veía las tetas de Julia lanzaba esa exclamación. A ella le gustaba oírla.

El consolador cayó de mis manos a la cama.

  • Vamos apaga eso y dime si te gusta lo que acabo de enseñarte, me dijo insinuante.

Como ya se las había visto varias veces, pensé que Julia estaba teatralizando un nuevo juego para dar variedad a nuestra relación. Decidí seguirla.

Me agaché sin apartar los ojos de sus tetas y tanteé la cama hasta dar con el maldito chisme aquel…. giré la base y el zumbido cesó

  • Bueno… y ¿qué me dices?…

  • ¡¡Guauuuu!! ¡Preciosas! Julia ¡¡¡¡preciosas!!!! ¡¡¡Vaya pezones!!! ¡¡¡Siempre que te los veo así de duros me pones a tope!!! -dije, siguiendo el juego-. Y qué pezones más tiesos tienes, Julia.

Realmente eran fantásticas: jóvenes, blancas, por no haberles dado nunca el sol directamente, en comparación con el resto de su bronceado cuerpo, con unos dulces pezones sonrosados apuntándome directamente. Eran unas tetas de revista Playboy… eran como dos misiles apuntando al cielo… deliciosas, grandes, de aspecto suave, tersas y firmes.

  • No me los habías visto hasta ahora… no me vaciles, Luis.

  • Sí que te los había visto… el otro día se te escapó una de ellas en la cama y te los he visto muchas veces resaltados bajo el sujetador. Seguí con la broma.

  • Muy bien… pues ahora los vas a ver más de cerca. Todo lo cerca que quieras, Luis.

Julia se acercó… yo permanecía sentado, mis piernas juntas… ella llegó andando hasta que sus piernas tocaron mis rodillas… se agachó y separó mis piernas con sus manos… en ese movimiento sus pechos bailaron un momento ante mi cara. Debí ponerme bizco para intentar abarcarlos a la vez, tan cerca de mis ojos.

Sus piernas se acercaron más a mí… ahora las mías estaban rodeándola… ella volvió a hacer aquello con sus manos… juntó sus tetas y las llevó delicadamente hasta mi cara.

  • ¡Cómemelas! Ordenó.

Mi boca se alzó al instante y atrapó su pezón derecho… noté la dureza del mismo sobre mi lengua… empecé a mamárselo con delirio… mis inexpertos movimientos llevaron a rozar mis dientes contra su seno…

  • Ay… ¡ten cuidado!… con calma, con caaalma… me dijo, tranquilizándome, mientras sus manos se deslizaron hasta mi nuca y apretaban mi cabeza contra sus tetas.

Pasé de una a otra varias veces… empezaba a notarlas mojadas y brillantes de mi saliva; mis movimientos iban adquiriendo algo de ritmo y empecé a intentar atraparlas las dos al mismo tiempo… mis manos subieron hasta sus pechos y empecé a acariciarlos por abajo, empujándolos hacia mi boca, completamente abierta… si hubiese podido me las habría comido... me las hubiese tragado enteras.

Como pude miré hacia arriba para ver la cara de Julia. Sus ojos estaban cerrados y su cabeza echada hacia atrás: estaba pasándoselo muy bien.

Yo continué un rato jugando con los pezones y deleitándome con su dureza. Mis labios se cerraban sobre ellos y los succionaban, para luego dejarlos escapar con un chasquido; pronto me di cuenta de que la presión sobre los pezones de mi hermana hacía que ella se retorciera y suspirase con fuerza. Entusiasmado mordí suavemente el pezón derecho.

  • Mhhhhhh – dijo Julia contoneándose. Qué placer. Muérdemelo un poquito más fuerte.

No dudé un momento y obedecí al instante su orden. A partir de ese momento desencadené una serie de pequeños mordiscos en uno y otro pezón, sintiendo cómo Julia se retorcía de placer. Mis manos habían bajado hasta su firme culo y yo mantenía sus prietos glúteos presionándolos hacia mí sin dejar de mamar aquellas hermosas tetas y seguí mordisqueando sus pezones. Julia tenía una buena imaginación. El jueguecito me gustaba cada vez más.

En un momento mis dedos se deslizaron bajo los elásticos laterales de sus bragas y de un tirón se las bajé. Julia dio un respingo y se apartó de mí.

  • Oye, oooye… ¡no tan deprisa!… exclamó, mientras devolvía las bragas a su lugar original.

Estiró tanto de los elásticos hacia su cintura que la tira del tanga se le debió clavar salvajemente en su coño… me di cuenta de que gozaba con ello por el gesto de satisfacción que apareció en su cara.

  • Ya has visto y hecho muchas cosas por hoy… y yo no he tenido ninguna satisfacción a cambio, dijo Julia, haciendo poses ante mí, en una clara actitud provocadora y lasciva.

Qué inventiva tenía Julia. Cómo maquinaba. De pronto entendí lo que quería decirme… ¡yo aún estaba completamente vestido!

Me levanté rápidamente de la cama… y mis pantalones y slips no tardaron ni un segundo en estar en el suelo. Mi polla se irguió completamente erecta ante ella, apuntándola desafiante.

Me llevé la mano a mi rabo y lo cogí fuertemente… deslicé un poco la piel hacia atrás de manera que mi capullo asomase sin trabas ante la mirada interesada de mi hermana. Sobre la superficie de mi glande se advertían algunas gotas de semen… algo ya se había escapado de mi polla mientras mamaba las tetas de Julia.

  • ¿Te refieres a esto? Pregunté, exhibiendo mi polla y sacudiéndomela ante ella.

  • A esto exactamente; ¡¡precisamente a esto!!  Su mano izquierda atrapó mis huevos, sopesándolos y haciéndolos bailar arriba y abajo.

Yo no pude contener un pequeño sobresalto… no estaba acostumbrado a que nadie me tocara los huevos de esa manera. Pero era delicioso y precursor de otras muchas maravillas.

Julia fue hacia la cama de nuestros padres y se encaramó en ella… se puso de rodillas y fue gateando hasta situarse en el centro… con sus pies hizo retroceder la ropa de la cama quedando tan sólo la sabana; todo lo demás fue a parar al bendito suelo.

Yo la miraba alucinado… durante esa maniobra su hermoso trasero bailaba ante mí enseñándome entre sus prietos glúteos su preciosa raja cubierta únicamente por la tirita del minúsculo tanga.

  • Vamos, ven… sube, ponte detrás de mí, imploró melosa Julia. ¡Ah! Y tráete la cámara. Tenla siempre cerca de tus manos. No la olvides.

Vaya, ¡estupendo!... pensé yo y empecé a subirme sobre la cama… pero de pronto una duda asaltó mi mente, me detuve y le dije.

  • Oye… Julia… ¿aquí?… esta es la cama de los papás.

  • ¡Claro! – dijo Julia, divertida, mientras aun estando de rodillas separaba sus piernas y se inclinaba completamente hacia delante de manera que su culo quedó apuntando al techo.

  • ¡Vamos!… ¡ven aquí!… ¿qué hay de malo en hacer esto en la cama de los papás?… Lo hemos hecho ya en la tuya y en la mía… ¿Por qué no vamos a poder hacerlo en esta? mira, la cama está revuelta y aún caliente… ellos habrán follado aquí muchas veces… ¿no le da eso un morbo especial?

  • ¿Morbo?

  • Ay, Luis, calla de una vez y ponte aquí detrás… y dio una palmada a su trasero. Aquí. Ponte aquí.

Le hice caso… al fin y al cabo la situación no invitaba mucho a consideraciones morales… me situé tras ella y le miré fijamente el coño… aquellas braguitas ejercían una enorme presión sobre su conejito… podía ver el relieve de su sexo sobre la ligera tela.

  • Sepárame las piernas… Luis, apártalas… -Julia había adivinado dónde se posaban mis ojos-.

Temblando acerqué mi mano hasta su culo y fui deslizándola hasta tocar su coñito. -Cada vez que lo hacía sentía el mismo temblor-. Estaba muy mojado y mi dedo buscó paso entre la tela de sus braguitas hasta encontrar más humedad. Suavemente las aparté hacia la izquierda de su coño y tiré un poco más. Intentaba formar un cordón con aquella tela y conseguir hacerlas subir hasta su culo para que quedasen allí sujetas.

De nuevo ese olor delicioso me invadió. Mire su coño, ahora completamente desnudo ante mí, mojado y sonrosado, más bien rojo diría yo; estaba muy abierto. Julia se había abierto aún más de piernas y alzaba su culo hacia mí mientras hundía su cara en las sábanas. Se me ofrecía por completo sin ningún tipo de reserva. Quería participar de otra sesión de sexo algo diferente a las de estos últimos días y Julia lo hacía plenamente consciente de la necesidad que tenía de gozar de nuevo de su cuerpo y de mi polla. De que gozásemos los dos.

  • Luis, voy a enseñarte hoy cómo me gusta realmente hacerme una buena paja. Fíjate muy bien y aprende. Solo así me la podrás hacer tú de la forma en qué más disfruto haciéndomela yo.

Yo no decía nada… mi mano bajó para encontrarse con mi polla y acariciarla un poco. No me la quería menear porque me correría enseguida. Tan sólo me la toqué un momento y luego subí mis manos de nuevo al coño de Julia.

De pronto vi aparecer su mano derecha entre sus piernas; buscó en seguida su clítoris y empezó a acariciarlo con pequeños movimientos circulares.

  • Mhhhhhh… ¿lo ves Luis?… ¿Lo ves bien?… ahhhhh

  • Sí, sí, sí… lo, lo veo, tartamudeé.

  • Vamos, Luis, ¡¡¡ábremelo bien!!! Pidió imperiosamente Julia.

Mis dedos buscaron los laterales de su vagina… tiré de ellos hacia afuera apoyando mis dedos con fuerza… su coño se abrió más aún ante mí. Podía ver estupendamente su agujero; estaba brillante por los jugos que desprendía y de pronto vi chorrear unas gotas de líquido que surgían de él y caían sobre los labios exteriores del coño de mi hermana.

¿Qué te parece lo que ves, Luis?

  • ¡Espectacular! Julia. Es la visión más fantástica que nunca habría imaginado. ¡¡¡SENSACIONAL!!!

  • Pues hazle algunas tomas, pero no te pases. Te queda mucho más por ver.

Ella seguía y seguía frotando aquella hermosa protuberancia y empezaba a mover su culo lentamente ante mis ojos.

  • Mhhhhhh… ahhhhhh… que bueno… mhhhhhhh –mascullaba-.

De pronto su mano se retiró, quedó quieta un momento y la noté temblar de arriba abajo.

  • ¿Julia? ¿Qué te pasa, Julia? ¿Te has acalambrado?

  • Mhhpfffff… ¡ay!… aparta esos dedos; ¡¡joder!! Estoy a punto de correrme… ¡¡¡ME VOY A CORRER!!!

Mis dedos se apartaron como un rayo… bajé hasta mi polla y le dediqué otra caricia… a mí tampoco me faltaba mucho.

  • Ven Luis… túmbate entre mis piernas.

  • ¿Qué?… ¿Cómo?

  • Vamos… échate sobre la cama, pero mirando hacia arriba… vale, y ahora colócate entre mis piernas, ¡mirando mi coño!

Eso hice… me tumbé y con varios movimientos me deslicé bajo su coño… miré hacia arriba y allí estaba aquel chorreante chocho… ¡¡que hermoso!!

  • Vale, hermanito… ahora vas a ser bueno y me vas a comer el coño… ¿eh? ¡Ah! No hace falta que te lo repita. Haz todas las tomas que quieras.

¡Dios!… cómo me excitaron aquellas palabras… pero no tuve tiempo de pensarlo mucho… de pronto su vagina empezó a bajar y aterrizó sobre mi boca.

Noté el contacto húmedo y caliente sobre mis labios… empecé a besar aquella raja olorosa… mi cara empezó a mojarse.

Julia empezó a moverse y noté como se levantaba para quedar apoyada de rodillas sobre la cama… mi cara estaba entre sus piernas… miré hacia arriba y entre su vello púbico, en primer plano, pude ver a mi hermana sobándose con desenfreno las tetas.

  • Aaaaaahhhhhh… aaaaahhhhhh… ¡vamoooos! ¡Sigue! mhhhhhhh… ¡¡¡Chúpame el coño, Luis!!!

Yo seguía besando y besando aquel coño, pero Julia casi me lo impedía... estaba literalmente aplastándomelo contra la cara.

  • Venga… ¡sigue!… mhhhhhh… ahhhhhh… ¡¡la lengua, la lengua!! ¡¡¡Méteme la lengua!!! Chillaba Julia.

De pronto entendí lo que decía… yo estaba allí como un tonto besándole el coño, pero no era eso lo que ella esperaba de mí. Abrí mi boca y froté mis labios entreabiertos contra su coño… sus flujos resbalaron por mi boca y los chupé ávidamente… le separé el coñito con mi lengua y me entretuve en hacer dibujos con ella sobre su clítoris duro y respingón… ¡eso pareció volverla loca!

  • ¡¡¡METEME LA LENGUA DENTRO!!!  ¡¡¡POR DIOS; METEME LA LENGUA HASTA EL FONDO!!!

  • De inmediato dejé de jugar con el clítoris. Abrí cuanto pude el coño de Julia y pegué mi boca a sus labios mayores hasta aplastarme contra ellos y metí la lengua todo lo profundo que pude. Sus jugos caían sobre mi cara como una cascada, y yo movía mi lengua en su interior de un lado a otro de su pared vaginal.

Julia saltaba sobre mí... se restregaba, se estaba masturbando con el roce de su coño sobre mis labios y mi lengua. De pronto noté que se encorvaba hacia atrás… su espalda se arqueó, sus brazos y manos resbalaron hacia atrás apoyándose en mis piernas… me agarró la polla y empezó a masturbarme mientras seguía y seguía frotándome su coño contra mi boca.

  • ¡No!… Julia… no hagas eso… mhhhh… me voy a… a… ¡¡¡¡¡¡correr!!!!!! Grité como un poseso.

No me pude contener un momento más; el contacto de las manos de mi hermana con mi polla hizo el resto. Mis huevos empezaron a soltar toda su contenida carga de leche… noté cómo caía sobre mi vientre y cómo salpicaba por todas partes… Julia no hacía más que gritar, mientras ella también se corría patas abajo… su coño chorreaba flujos como un grifo abierto, que caían en mi boca abierta y que yo me bebía con glotonería.

  • Asiiiiiiií… asiiiii… ¡¡¡¡Córrete... hermanito!!!!… Aaaaahhhh… ¡¡¡córrete!!!! ¡¡¡¡Córrete!!!! Chillaba Julia.

Mis movimientos fueron a menos junto con los de mi hermana… ella cayó sobre mí, o mejor dicho por delante de mí. Quedó apoyada con sus codos sobre la sábana de la cama mientras su coño aún reposaba sobre mi boca. Yo no quería dejar que aquello terminase y mi lengua buscó de nuevo su tierno agujero.

  • ¡Ah!… ¡no!… ¡para!… ¡para!… ¡que acabo de correrme! gritó Julia apartándose de mí pegando un respingo. Eso molesta un poco ahora… ¿sabes?

Vi cómo su coñito se apartaba de mí. Me incorporé y me di la vuelta para mirarla; lo hice en el momento justo para ver cómo Julia se llevaba la mano, cubierta de semen, a la boca y chupaba uno de sus dedos… la degustación le agradaba mucho y me miró con una cara de vicio descontrolado.

  • Todo, Julia, cómetelo todo. No desperdicies ni una sola gota. Mi semen es oro puro.

  • ¿Qué pasa Luisito? Ya sabes cuánto me gusta tú leche. Tanto como a ti te gustas mis flujos. Te voy a dejar reluciente. Ha sido una corrida estupenda. A la mierda las buenas formas, cariño: ha sido una corrida COJONUDA.

  • Ya… ya… vale… Ha sido una corrida muy COJONUDA, tienes razón. Y muy diferente a otras de las que hemos tenido antes. Esta ha sido algo más… salvaje… eso; más salvaje.

  • Ja, ja, ja… ¡¡Vas a aprender muchas cosas hoy!!… A Manolo le encantaría correrse en mi boca y que me lo tragara todo, pero no te preocupes; eso queda reservado para ti. Ya lo sabes.

  • Bueno… y dime, ¿qué tal me he portado?

  • Bien, hermanito, bien… eres de un obediente extraordinario.

  • Bueno... si quieres la próxima vez que yo me… me corra… puedo, bueno, puedo… apuntar para que caiga en tu cara… ¿eso te gustaría repetirlo?

  • Ja, ja… ¿apuntar?... ¡ja, ja!… si, mejor será que apuntes… me has dejado toda la tripa chorreando esta vez, mamoncete… pero eso no será necesario… ven, vamos a poner en marcha de nuevo ese aparato tuyo.

Me puse a buscar el vibrador. Creo que estaba por aquí, refunfuñaba.

  • Ese aparato no, tonto. Este es mi aparato favorito.

Y mientras decía eso alargaba su mano para coger de nuevo mi polla que empezaba a decaer después de aquella fabulosa corrida. Aquel día Julia estaba desatada.

Me coloqué de rodillas ante ella, bien erguido. Julia apartó de un manotazo su larga cabellera morena de la cara y hundió su cabeza entre mis piernas y allí estaba yo a punto de recibir otra soberana mamada, ¡¡de labios de mi propia hermana!! ¿Puede haber algo mejor en este mundo?

Su boca se recreó primeramente en cerrarse suavemente alrededor de mi glande… mi polla reaccionó al momento y la oleada de placer que me invadió dio lugar a que ésta se hinchase a tope nuevamente.

Aún la tenía empapada de la anterior corrida, pero eso no pareció importarle a Julia, quién después de recorrer varias veces toda la longitud de mi rabo arriba y abajo con su lengua, de una sola vez la introdujo completamente en su boca.

  • Julia, con toda mi polla dentro de su boca miró hacia arriba y me guiñó un ojo, a la vez que me hacía con la mano la señal de que hiciera tomas.

Julia succionó hasta el último resto de leche que conservaba dentro de mi verga y al mismo tiempo me masturbaba ligeramente con la mano.

Sin dejar Julia de chupármela, sus rodillas retrocedieron y alzó su precioso culo nuevamente para poder introducir otra vez su otra mano entre sus piernas y acariciarse el coño…. empezó a gemir otra vez, pero sin poder articular palabra ya que mi polla ocupaba toda su boca.

Yo estaba en el séptimo cielo… notaba sus movimientos sobre mi cipote, que crecía y crecía con cada una de sus succiones. Notaba de nuevo aquella maravillosa sensación que vaticinaba la proximidad de una nueva corrida.

Justo antes de que descargase de nuevo mi cargamento de semen ella apartó su boca de mi polla; se levantó y me miró con cara de lujuria. ¡Qué imagen!  La comisura de sus labios estaba brillante por los restos de mi esperma mezclados con su saliva. Aproveché para grabarla.

Yo pensaba que iba a morirme… ¡¡¡justo ahora que estaba a punto de correrme en su boca!!!

  • Luis… coge el consolador… dijo, mientras se estiraba hacia atrás y quedaba otra vez tumbada sobre la cama esta vez con la espalda sobre las sábanas y mostrándome su coño completamente abierto.

Abrió sus piernas todo lo que daban de sí de manera que el plano que obtuve de su almejita empapada era superior; inigualable; fantástico; sensacional y me faltan adjetivos.

Corrí rápidamente al lateral de la cama a buscar aquel puñetero chisme. Lo encontré casi bajo la cama.

Ya con él en la mano me situé entre las piernas de Julia para hacer lo que ella me pidiera. Ahora sabría la razón de todo aquel montaje.

  • No… hermanito, no…. ven, colócate boca abajo sobre mí… colócame tu polla en la boca… y mientras yo te la chupo tú clávame el consolador en el coño. ¡Ah! Y dame la cámara. Yo también quiero ver después cómo te la he chupado mientras me metes el consolador en el coño.

Tardé unos segundos en conseguir imaginarme esa nueva postura –el 69 siempre lo habíamos hecho lateral; el consolador me traía loco, pero una vez lo hube entendido hice lo que Julia me decía y, torpemente, me coloqué de aquella manera… mi verga golpeó varias veces su cara hasta que conseguí acomodarme justo encima de su boca.

  • Vale… Luis… lo bueno de esta postura es que tú me puedes manejar el coño a tu gusto mientras yo te puedo comer la polla al mío… vamos, méteme el consolador; ponlo en marcha y chúpame el coño, que yo me encargo de tu hermosísima verga.

No acababa de decir esto cuándo noté mi polla entrar en su boca. De nuevo aquella sensación de placer mientras Julia me la chupaba con toda su maestría.

Yo me dispuse a hacer lo que se esperaba de mí. Acerqué aquel aparato a su coño y mientras con una mano atrapaba sus labios y los separaba -ya tenía una buenas maneras en aquel menester- con mi otra mano apuntaba el capullo de aquella inmensa polla al agujero caliente de Julia.

La humedad de la vagina de mi hermana no ofreció muchos impedimentos a que aquel enorme vibrador fuese hundiéndose en su coño mientras ella levantaba su abdomen ligeramente de las sábanas.

Poco a poco lo fui introduciendo. Pensaba que no entraría todo, pero me equivoqué. Al cabo de un momento aquello que simulaba el comienzo de los huevos del consolador ya estaba tocando la base del coño de Julia: lo tenía completamente dentro.

Entonces y sólo entonces pensé en el interruptor que lo activaba. Lo accioné e inmediatamente noté la vibración a través del pubis de Julia.

Ella reaccionó con brusquedad… sus labios dejaron por un momento escapar mi polla.

  • ¡¡¡¡¡Aaaaaah!!!!!… ¡¡¡¡¡¡Cabrón!!!!!!… ¡¡¡¡¡¡Chúpamelo, vamos!!!!!!  ¡¡¡¡¡¡COMEMELO!!!!!!

Yo accedí a sus órdenes al instante. Mi lengua busco ávidamente su clítoris y no tuvo muchas dificultades en hallarlo: estaba tieso como un palo, bajo su envoltorio de piel, bien mojado y tierno.

Mientras mi lengua se entretenía con aquel dulce botón podía sentir el ir y venir del consolador que yo empujaba y sacaba repetidas veces de su coño. Lo notaba salir mojado y caliente y mis labios depositaban una y otra vez saliva sobre él para facilitar su paso por el conejito de Julia.

Mientras, ella me comía la polla sin cesar… llegaba a veces a mordérmela muy suavemente, incrementando mis sensaciones de placer… y tras varios minutos de continuo trabajo oral se dedicó a intentar introducírsela por completo en su boca.

Noté cómo se esforzaba en abrir más y más sus mandíbulas y notaba mi polla muy dentro de ella… pareció tener varias convulsiones, no sé si por puro placer o por pequeñas arcadas que le sobrevenían al intentar tragarse mi polla por completo… mi capullo debía de estar en aquellos momentos rozando la campanilla de su garganta. Durante unos gloriosos momentos noté como sus labios jugueteaban con mis huevos intentando metérselos también en su boca.

Julia agarró con fuerza mi culo empujándome hacia su cara y me gritó.

-Luis; voy a intentar tragármela entera. Empuja fuerte hacia abajo cuando te de un golpe en el culo. ¿Me entiendes?

  • Si, Julia; empujaré fuerte.

Julia volvió a tragar y tragar, poniéndome cada vez más ansioso, mientras yo le comía el coño tanto como podía. De repente noté un azote y empujé con la pelvis todo lo que pude.

Mi polla traspasó el umbral de su campanilla, llenando su boca y adentrándose en su garganta justo cuando, con un esfuerzo casi sobrenatural por su parte, noté cómo mis huevos se calentaban por su saliva.

Julia se los había tragado también. Aquello fue inenarrable. Bueno lo estoy narrando, pero fue una sensación extraordinaria de plenitud.

Toda mi polla estaba dentro de su boca. Parte de ella dentro de su garganta y su lengua tanteaba mis huevos mientras que con algún que otro envite enfurecido Julia se contorsionaba bajo mí… la noté temblar… mis manos no dejaban de meter y sacar el consolador de su coño, aunque ya no fuese capaz de seguir chupándoselo.

Estaba demasiado pendiente de sus juegos con mi polla. No pude resistirlo más… quise avisarla… quise decirle que se apartara o de lo contrario me correría dentro de ella… dentro de su boca… pero no pude.

Cuando estaba a punto de correrme me poseyó un feroz y brutal deseo de llenarla de leche y clavé furiosamente mi polla contra su boca mientras en varias acometidas me pegué la más salvaje de las corridas de mi vida.

Julia se quedó quieta durante un momento y luego empezó a retorcerse como una víbora intentando quitarse de dentro aquella polla que le, cortaba la respiración, asfixiándola, mientras yo le inundaba su garganta con un torrente de leche espesa y ardiente.

Noté como en uno de sus movimientos se pudo sacar mis testículos de la boca... pero mi polla seguía allí clavada, dada la presión que yo ejercía.

Yo me corría y me corría sin cesar. Mi polla soltaba más y más leche directamente en el fondo de su garganta.

Julia hizo un esfuerzo supremo y me apartó de ella… mi polla salió de su boca corriéndome y lanzando aún más y más esperma. Todavía estaba en lo mejor.

  • Aaaaaaaaah… cof… cof… arghhhhh… síiiiiiiiiii… gritaba Julia. Síiiiiiii… mhhhhhhh… ¡¡¡¡CABRON!!!! ¡¡¡CÓRRETE EN MI CARA!!!  ¡¡¡VAMOS, NO PARES!!! ¡¡¡¡¡¡¡SIGUE CORRIÉNDOTE!!!!!!!

Y yo así lo hacía… no podía verlo… pero mientras, agarraba fuertemente el consolador y se lo clavaba hasta los topes en su coño, y me seguía corriendo sobre su cara… dos, tres o cuatro chorros de semen fueron a parar sobre su rostro y su pelo.

¡Quería verlo! ¡¡Pero no podía moverme!! Haz tomas, Julia ¡¡¡Haz tomas!!!

Por fin acabé de correrme; me había vaciado por completo.

Pero Julia aún no había acabado.

Su boca atrapó de nuevo mi polla. La sensación que me invadió esta vez no fue placentera; mis nervios se crisparon de golpe y tuve que apartarme de ella, para caer de espaldas sobre un costado.

Cuándo me levanté un poco pude contemplar una de las visiones más eróticas y cachondas que mi mente puede recordar.

Julia se había incorporado a su vez y de su boca entreabierta manaba mi semen, parte del cual se derramaba por la comisura de sus labios y, cuando caía sobre sus tetas, se lo restregaba, ansiosa, por todo su pecho; una y otra teta se cubrió con esa brillante y lechosa crema. Julia estaba maravillosa.

Su pelo había recibido varias ráfagas y estaba pegajoso y empapado. Tenía que mantener un ojo cerrado ya que sobre su párpado se había formado un charquito de leche, que duró poco porque sus dedos retiraron aquel depósito de esperma de allí para llevarlo a su boca y saborearlo con avidez. Sus pestañas también quedaron impregnadas de mi semen.

Levantó la vista y me miró con cara de puta, tal era la mueca de vicio y lujuria que reflejaba su rostro. Parece una expresión brusca, pero Julia me pareció en ese momento una mujer ardiente, ansiosa de poseer mi polla una y otra vez. Y si no era la mía desearía tener otra; la que fuese, pero una buena polla con que saciar su lascivia. Era como si hubiese vuelto a sus 14 o 15 años, cuando sus ansias de joder eran insaciables, según ella misma me confesó hacía unas semanas.

Mi hermana se había convertido en la más espectacular y caliente de las zorras que yo hubiera podido jamás imaginar. Lo corroboró el lenguaje soez que empleó a continuación al dirigirse a mí.

  • Mhhhhhhhhh… qué bueno… ¡¡¡¡Vaya pedazo de corrida, cabrón!!!! ¡¡¡CASI HACES QUE ME AHOGUE, HIJO DE PUTA!!! No podía respirar. He tenido que tragármelo casi todo. Pero me ha gustado. CABRON;  ¡¡QUE CABRONAZO QUE ERES!!! ¡¡¡COMO ME LA HAS CLAVADO AL FINAL!!! ME HA GUSTADO COMO TE CORRES. ERES UN SEMENTAL SENSACIONAL.

Creo que me puse rojo de emoción… Julia seguía recogiendo de su cara hasta el último rastro de mi corrida y llevándolo hasta su boca. Al final su lengua repasó las comisuras de sus labios buscando algo más que chupar y saborear.

  • Y ahora… hermanito... déjame acabar algo… dijo Julia.

Se tumbó hacia atrás y separó las piernas… allí, olvidado y bien clavado en su coño, permanecía el consolador, todavía vibrando, que yo momentos antes había abandonado.

Julia lo agarró con firmeza y comenzó a meterlo y sacarlo de sus entrañas. Lo hacía con tal brusquedad que me impresionó. Gritaba con locura y placer mientras yo  la observaba sin perder el más mínimo detalle, grabando todos sus movimientos.

Sus braguitas entorpecieron en varias embestidas su masturbación, así que Julia se sacó aquel vibrador de golpe de su coño, produciendo un sonoro ruido parecido al descorchar de una botella.

De un sólo movimiento alzó las piernas y se arrancó el tanga, de forma que pude contemplar entre sus nalgas su delicioso coño, totalmente enrojecido.

Cayó de nuevo ante mí con las piernas abiertas y, agarrando otra vez aquel inmenso juguete, se lo introdujo de una sola y brutal embestida. Estaba presa de una especie de furor uterino; como si estuviera afectada por un ataque de ninfomanía. Parecía que quería destrozarse el coño con aquel artilugio.

  • Aaaahhhhhhh… síiiiiiiii…

Allí estaba mi hermana metiéndose hasta lo más profundo de su coño aquella polla de plástico, enorme, mientras yo volvía a masajearme la polla para conseguir otra erección.

En ocasiones tuve miedo de que el consolador se le escapase de las manos y desapareciera dentro de ella por completo. Tales eran las embestidas que Julia se proporcionaba con aquel vibrador.

Mientras, su mano libre pellizcaba con furia sus pezones erectos. Todo en julia rezumaba ansias de un sexo desmedido, descontrolado y salvaje.

Julia estaba a punto de correrse… yo ya lo sabía. Empezaba a reconocer aquellos movimientos rítmicos de su pelvis que presagiaban su explosión de placer. Pero entonces… Julia se detuvo.

El consolador salió esta vez lentamente de su coño.

  • Mmhhhhhhhhhh… Aaaaaaaaaaaah… ¡¡¡joder, joder!!! Si sigo con este cacharro en el coño me voy a correr como una gilipollas. Yo quiero otra cosa más bestia, más salvaje.

Cuándo la punta del vibrador consiguió librarse del abrazo de los labios exteriores de su coño, tras su salida le siguieron ingentes cantidades de flujo que bañaron las sábanas.

Julia se apoyó sobre los codos para alzarse y mirando cómo yo me tocaba mí polla, erecta de nuevo, me dijo:

  • Quiero un polvo bestial, cariño. NECESITO UN POLVO BESTIAL. Y para eso necesito una buena polla. ¡¡UNA BUENA POLLA COMO LA TUYA, LUIS!! ¡¡¡FOLLAME!!!… ¡¡¡¡¡QUIERO QUE ME LA METAS!!!!!  ¡¡¡¡¡¡¡¡QUIERO QUE ME JODAS!!!!!!!!

Mis movimientos masturbatorios cesaron de golpe. Estaba claro que en aquel momento en mi hermana se habían desatado todos los demonios del placer. A punto de correrse y con aquel sucedáneo de polla en su coño, ansiaba sentirse llena del miembro de su hermano. ¡¡¡DE MI POLLA!!! ¡¡¡QUERIA TENER MI POLLA DENTRO!!!

Aun ansiando aquello como nada en el mundo, me repuse como pude para argumentar.

  • Pero… pero... Julia… tú me habías dicho… antes… tú decías que no… que no debía… que no podía… las normas…

  • ¡¡¡A LA PUTA MIERDA LAS NORMAS!!! ¿Me oyes?… a la mierda las normas… ¡¡¡QUIERO QUE ME FOLLES!!! ¡¡¡HAZLO CABRON, HAZLO!!! ¡¡FOLLAME POR DETRÁS!! ¡¡¡¡POR EL CULO!!!! ¡¡ASI NO TENDREMOS QUE ROMPER ESAS JODIDAS NORMAS!! ¡¡FOLLAME EL CULO!! ¡¡¡ROMPEMELO EN PEDAZOS!!!

  • Pero, Julia… ¿QUÉ ME ESTAS DICIENDO?

  • Te he dicho que no me la metieras en el coño… pero te digo ahora que me la metas en el culo… ¿me oyes?… ¡¡¡QUIERO QUE ME DES POR EL CULO, LUIS!!! ¡¡¡¡¡TE ESTOY PIDIENDO QUE ME LA METAS POR EL CULO!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡HAZMELO DE UNA PUTA VEZ, CABRON!!!!!!!!

Yo no podía entender lo que Julia me pedía… bueno; si lo entendía. ¡¡¡PERO NO ME LO PODIA CREER!!!

Antes de que me diese cuenta Julia ya estaba en posición. De rodillas, con su culo alzado lo más posible hacia mí y sus tetas casi tocando sus rodillas sobre la sábana, completamente encorvada, pero con las piernas muy juntas para que su culo se ofreciera totalmente abierto ante mí.

Miré hacia su coño… por encima de él contemplé el agujero prieto y cerrado de su culo… ya antes lo pude ver bien, pero hasta ahora no me atrajo de esa manera tan especial… era de color oscuro y no estaba rodeado por la intensa tonalidad rosada, distintiva del resto de sus partes íntimas.

Por un momento me pregunté cómo me las apañaría para meter mi polla en un agujero tan pequeño.

Pero Julia se anticipó de nuevo a mis pensamientos… estaba impaciente por sentir su culo desgarrado.

  • Vamos, Luis… chúpamelo… empápame bien el agujero con saliva, para que me la puedas meter.

Con muchas dudas, pero sin más tardar estampé mi cara contra sus nalgas… mi boca buscó su oloroso agujero y empecé a deslizar mi lengua sobre su ano, empapándoselo en saliva… empujé mi lengua varias veces contra él en un intento de meterle la lengua dentro, pero no lo pude conseguir; estaba demasiado cerrado.

Esas maniobras estaban consiguiendo volverme loco de placer; buscaba desesperadamente cómo entrar en su prieto trasero… mi lengua bajaba a veces hasta su coñito, recogiendo los restos de saliva que hasta allí se deslizaban, mezclándolos con sus jugos vaginales para luego volverlos a llevar con mi boca hasta su culo. Notaba que me iba a explotar la polla de lo dura que la tenía… Llevé mi dedo índice a su agujero y apretando con mucha fuerza conseguí meterle medio dedo. Lo grabé.

  • Venga, hermanito… vamos, cabrón… asíiiiii… asíiiiiiii… ¡¡¡¡mójamelo bien!!!! -Me pedía Julia entre sollozos-, mientras meneaba su culo contra mi boca y conseguía que mi dedo avanzara un poco más en su camino al interior.

  • Lo intento, Julia, lo intento; pero tengo miedo de hacerte daño.

  • ¿Y a mí qué coño me importa el daño que me hagas? ¿No entiendes que estoy más cachonda que una perra en celo? ¡¡¡NECESITO TU POLLA DENTRO Y QUIERO QUE ME LA METAS AHORA!!!

  • Voy Julia, voy.

  • Vamos… ponte de pié y clávamela… ¡¡¡¡no puedo esperar más, Luis!!!! ¡¡¡¡VAS A HACER QUE ME CORRA ASI Y YO QUIERO CORRERME CON TODA TU POLLA BIEN METIDA DENTRO DE MI CULO!!!!

Yo no sabía muy bien cómo hacerlo, pero de inmediato me di cuenta de que en esa posición mi polla no alcanzaba la altura necesaria para taladrar aquel orificio.

Me puse de pié sobre la cama y agarrándome el manubrio y apuntándolo hacia abajo conseguí hacerlo coincidir con la entrada al culo de mi hermanita.

  • ¡Empuja!… Vamos Luis. ¡Cabrón! ¡Empuja! ¡¡¡¡METEME LA POLLA!!!! Chillaba Julia. ¡¡EMPUJA CABRON!! ¡¡EMPUJA FUERTE!! ¡¡MÁS FUERTE!!

Empecé a forcejear con la entrada de su culo... varias veces mi tiesa polla resbaló hacia los costados golpeando sus nalgas… pero al fin conseguí dilatar lo suficiente aquel agujero para que mi capullo se metiese dentro.

Yo ya no sabía ni dónde estaba… todo mi objetivo era meterle a Julia la polla hasta el fondo, bien dentro de su culo. Perdí el norte por completo, lo reconozco. Ya no me importaba que fuese o no mi hermana quién estaba allí como una puta zorra ofreciéndome su culo. Todo mi mundo se centraba ahora en un sólo objetivo y ese no era otro que romper aquel culo que tenía ante mí. FOLLARLO; PENETRARLO; DESGARRARLO ¡METERLE MI POLLA HASTA LOS MISMISIMOS HUEVOS!

Ese fue el momento en el que Julia perdió el control de la situación y yo me hice su dueño y señor. Yo era el amo. Julia para mí ya sólo era un culo que follar.

Empujaba y empujaba, y una vez que mi glande desapareció de mi vista incrustándose en aquel orificio mis embestidas fueron mayores.

  • Aaaaay… ¡PARA!… ¡¡PARA!!… ¡¡POCO A POCO!!… AAAAHHHH, chillaba Julia como un cerdo al que están degollando.

Pero yo ya no la oía. Mis caderas empujaban con todas mis fuerzas para atravesar aquel angosto paso… notaba cómo desgarraba cada centímetro de su culo y Julia chillaba como una poseída por el diablo.

  • AAAAAAAHHHH CABROOOOOON ¡¡¡¡¡ME HACES MUCHO DAÑO!!!!! ¡¡¡¡¡NOOOOOOO!!!!! ¡¡¡¡¡PARAAAAA!!!!! ¡¡¡¡¡PAAAAARAAAAAAA!!!!!

Demasiado tarde para eso. Yo estaba ya enloquecido. De una embestida brutal se la clavé hasta el fondo. Mis huevos chocaron contra su coño.

Al sentir mi polla totalmente dentro de su culo, repetí mis embestidas con la mayor fuerza que fui capaz de desarrollar. Y no paré de hacer tomas.

Notaba que Julia desfallecía de dolor; también de placer. Se la saqué de golpe y, sin avisar, se la volví a clavar de otra bestial acometida, con más furia aún, si eso era posible. El culo de Julia, de solo 17 años, se dilataba y dilataba por momentos. Julia cayó hacia delante gritando de dolor.

-UAAAHHG, AAAAAHHGG ¡¡¡¡HIJODEPUTA!!!! ¡¡¡¡¡¡ME VAS A RAJAR EL CULO!!!!!!

Buscó desesperadamente un apoyo pero, al no hallarlo, su cuerpo inerte fue a dar contra las sábanas dónde cada penetración mía la lanzaba un poco más hacia la cabecera de la cama. Julia seguía chillando enloquecida.

Julia intentaba escapar de aquel dolor que mortificaba su culo… sus brazos se alargaron y agarró fuertemente la cabecera de la cama en la cual al fin encontró un apoyo y pudo erguirse un poco para intentar hacer un poco menos dolorosa aquella terrorífica experiencia.

Pero mi polla poco a poco se fue amoldando a aquel estrecho paso; empezaba a penetrar y salir con más soltura y mis embestidas fueron cada vez a más: en fuerza; rapidez y brusquedad. Estaba consiguiendo follármela bien follada. Mi polla entraba y salía sin parar de aquel agujero cuándo noté una oleada de placer infinito recorriendo todo mi cuerpo.

Sabía que iba a correrme de nuevo, pero no quería hacerlo: todavía no. Aquello tenía que durar más. No podía terminar tan pronto. Debía exprimir a fondo la capacidad de aguante y sufrimiento de Julia. Estaba seguro de que, en el fondo, Julia estaba también disfrutando del dolor que le proporcionaba mi terrible penetración.

Se la saqué de golpe. Un sonoro ¡plop! de su culo me lo indicó claramente y miré hacia aquel agujero. Durante unos pocos segundos quedó libre ante mí; diáfano. Pude ver las entrañas de Julia a través de su abierto orificio, que estaba dilatadísimo: se veían completamente enrojecidas, de un rojo intenso y brillante; parecían palpitar con vida propia. Las hice varias tomas. Su culo, abierto en la medida exacta de mi polla, que hasta ese momento se había alojado en su interior, no tardó mucho en cerrarse de nuevo; pero quedó ligeramente dilatado. Sus nalgas estaban enrojecidas por haber sido golpeadas por mí, y Julia dejó de chillar por un momento en cuánto notó salir de su interior aquella enorme verga que la desgarraba.

Flexioné ligeramente las rodillas y agarré el consolador que descansaba sobre las sábanas, y que aún estaba vibrando.

Apunté a su coño y, de un sólo golpe, brutal y despiadado, lo hundí hasta el mango en el interior del coño de Julia.

Todo el cuerpo de mi hermana se tensó de dolor y excitación.

  • ¡AAAAAYYYY! ¡¡¡¡NOOOOOO!!!!... ¡¡¡PARA!!!... ¡¡¡PARAAAAA!!!… OTRA VEZ POR AHÍ NO, CABRON ¡¡¡¡¡PAAAARAAAA!!!!!

Pero sus gritos no hacían más que excitarme y animarme a seguir mortificándola. Me convertí en una bestia inmisericorde. No había compasión para esa puta de Julia. Quería poseerla más allá de todo dolor: hasta el infinito.

Mi mano presionó más aún aquel juguete dentro de su coño y con mi boca busqué de nuevo el agujero de su culo… lo rocié con una buena dosis de saliva para prepararlo para las acometida finales.

Julia notó el contacto de mis labios y mi lengua de nuevo sobre su culo y por un momento pareció relajarse y disponerse a disfrutar de aquella sensación placentera, unida al vibrador que le atravesaba el coño.

Pero en seguida debió de advertir lo qué significaba que yo le mojase el culo otra vez.

Cuándo quiso darse cuenta, e intentó huir hacia delante, mi polla ya estaba en posición y apretaba de nuevo el borde de su prieto agujero.

  • NOOOOOOOO… ¡ESPERA!… ¡¡¡POR LOS DOS SITIOS A LA VEZ NOOOOO!!!... ¡¡¡LUISSSSSSS…NO LO HAGAS!!! ¡¡¡¡¡PARA…CABRONAZO!!!!! ¡¡PARA!!

Sus gritos tuvieron la virtud de excitarme y me animaron todavía más. Mi polla entró de nuevo salvajemente en su culito, que ya había recuperado su tensión anterior. De nuevo sentí cómo se desgarraban sus entrañas al paso de mi cipote.

Pero esta vez la maniobra fue más placentera para mí, si cabe, ya que la presión del consolador en su coño hacía aquella angosta cavidad todavía más estrecha para mi polla. Sentía no solo las paredes de su recto, sino también las vibraciones del consolador.

Julia, sintiéndose penetrada por sus dos agujeros al mismo tiempo, empezó a dejarse llevar de nuevo por su irrefrenable lujuria. Se olvidó del terrible dolor de su culo y se abandonó por completo en brazos del placer.

  • AAAAAAAAAhhhhhh… ahhhhhhhh… ah… a… siguee… siggg… no pareess… Su voz se fue apagando poco a poco, sumergida en un nirvana de gozo y lascivia descontrolada.

Pero todo aquello pudo más que yo. Mi sensación de estaxis era sublime, pero no podía contenerme más; miré hacia abajo para ver cómo mi polla se hundía sin compasión en el ardiente cuerpo de mi hermana.

La imagen de mi rabo, desapareciendo por completo dentro de su anatomía, y la excitante visión del consolador sobresaliendo ligeramente de su enrojecido coño fue lo que me dio la puntilla.

De un golpe formidable de cadera toda mi polla taladró, en una sola y estremecedora acometida, el culo de Julia, que gritaba como una loca mientras yo me corría otra vez, pero esta vez en el interior de su culo; ¡¡¡¡DENTRO DE SU CULO!!!!

  • Ahhhhhhhhhhhh… exclamé.

  • AAAAAAAAAHHHHHH ¡¡¡¡¡JODEEEEEEER!!!!!  ¡¡Siiiiiiiii!!… ¡¡¡MAAAAAAASSSSS!!! ¡¡¡QUIEROOOOO MAAAASS!!!… ¡¡¡CORRETE MAS CABRON, MAS!!! Chillaba Julia mientras se pegaba la corrida más intensa de sus diecisiete años.

Su cara se estampó contra la cabecera de la cama mientras se sacudía enfurecida.

Yo clavaba mi polla todo lo posible en su interior hasta que me derrumbé sobre su espalda. Permanecí así un momento, mientras mi respiración se sincronizaba con la de Julia.

Los dos jadeábamos intensamente. Estábamos sudorosos y la espalda de mi hermana cubierta de restos de babas que habían escurrido de mi boca.

Mi polla empezaba a deshincharse dentro de su culo, pero notaba la firme presión de su ano y el latir de su corazón a través de las contracciones que me transmitía.

Temblando, casi sin fuerzas, quise levantarme. Mi polla salió de su culo lentamente, y al fin oí aquel sonido a mojado, como el chapoteo de un palo en el agua… ¡plop! Se la saqué y miré su enrojecido agujero. Chorros de esperma brotaban de su culo y se deslizaban por sus nalgas yendo a parar a las sábanas. Julia seguía derrengada. Estaba tumbada boca abajo, como una muñeca sin vida. Le retiré el consolador del coño y lo arrojé lejos.

Se dio la vuelta y vi cómo su cara denotaba aún lujuria y placer. Parecía desear que continuara más una tortura como aquella. Que no cesase todavía.

  • Dios… Luis… Luis… ¿qué me has hecho?… joder, qué bueno… pero qué daño… joder, dijo entre sollozos y profundos suspiros.

  • ¡Me has follado por el culo!… ¡cabrón!… ¡yo todavía era virgen por el culo! Jamás lo había hecho por ahí. Jamás.

Sus palabras se clavaron en mí... pero no por ello dejé de enorgullecerme de haber desvirgado analmente a mi hermana.

  • Yo…Julia… ¡¡¡tú me lo habías pedido!!!

  • Joder, Luis… mi culo… ¡cómo me duele!… ¡Manolo lleva tiempo pidiéndome esto!… nunca le he dejado… y yo no quería… pero hoy… hoy… tú… ¡joder!… me has hecho polvo… ¡ay!… ¡ha sido increíble!… ese dolor… ha sido estupendo… ¡ay!… vaya corrida.

Lo entrecomillado y en cursiva son los dos últimos párrafos de Kovaliov.

“Casi no podía ni articular palabra... y mejor que no lo hiciera ya que aquella fue la primera vez pero no la última que pude probar su culo... sin embargo nunca ocurrió lo mismo con su coño que siguió siendo fuente de todo tipo de placeres excepto el de la penetración que estuvo vedado para mí.

En lo que se refiere a su culito nunca fue tan duro de penetrar como esa primera vez... creo que nunca nos lo volvimos a pasar tan bien ni nunca más nos volvimos a pegar una corrida de aquel calibre, pero Laura siguió durante años ofreciéndome una y otra vez su culo para ser follado.

Pero esa ya es otra historia.... la historia de mi hermana y yo de adultos... algún día os la contaré.”

Esto se publicó en Septiembre de 2005.


A partir de aquí todo es original por mi parte. He respetado los acontecimientos básicos de la historia, con las correcciones y añadidos que he ido agregando en los capítulos anteriores.


¡¡VAYA CORRIDA, LUIS!! ¡¡Es lo más sensacional que he sentido nunca!!

  • No sabes cuánto me alegro, Julia. Para mí también ha sido maravilloso, INCREIBLE.

  • Lo habrás grabado, Luis. No te perdonaría que se te hubiera olvidado.

  • Docenas de tomas, Julia. Docenas de tomas.

-Nunca pensé que se pudiera disfrutar tanto, a pesar del dolor. Tenemos que repetirlo, Luis . Hay que volver a hacerlo. Ha sido lo más sensacional que he vivido. Pero voy a necesitar tiempo para la recuperación. No creo que pueda sentarme en una semana. Cómo me duele el culo. Eres un jodido cabrón; me has destrozado, pero estoy contentísima de que hayas sido tú el que lo ha hecho. Te quiero, hermanito. Te quiero muchísimo, cariño.

Después de un merecido descanso nos dimos una reconfortante ducha y luego tuvimos que poner manos a la obra para recoger todo aquello que habíamos dejado en un estado lamentable, antes de que nuestros padres regresaran del trabajo.

Daba la casualidad de que era lunes y tocaba quitar las sábanas de la casa y poner la lavadora, por lo que el desaguisado que causamos en la habitación de los papás se saldó con una lavadora, puesta un poco más tarde.

Por si preguntaban por qué no estaba ya la colada terminada convinimos en una excusa muy plausible: que se nos habían pegado las sábanas. Habría una regañina, pero nada importante.

Comimos y dedicamos gran parte de la tarde a visionar en la tele todo lo que habíamos grabado con la cámara de video y tomamos algunas notas para editarlo en los días siguientes.

El día concluyó sin más novedad, sin que hubiera regañina; -ninguno de los dos podíamos quejarnos-.


A partir de aquí es la continuación de esta historia de incesto que queda con un interrogante:

¿Culminará Luis el incesto, con una penetración vaginal de Julia?

Lo que Julia ha confesado a Luis sobre su historia sexual ¿Es toda su historia? ¿O es solo una parte de su historia?

¿Cómo continuarán sus relaciones sexuales?