Mi hermana gemela en Roma

Un pequeño viajé a Italia nos hizo a mi gemela y a mí descubrirnos.

Hola, me llamo Ana y lo que cuento a continuación sucedió cuando tenía 16 años. Tengo una hermana gemela, Marta, idéntica a mí. Vivimos en España y actualmente somos estudiantes, y antes de que os lo preguntéis: no, no somos (ni éramos entonces) vírgenes.

A los 16 años, como ya he dicho, hicimos con nuestro instituto un viaje de estudios a Italia con muchos de nuestros compañeros y algunos profesores. La idea era visitar varias de las ciudades más importantes (Florencia, Roma, Milán...) y, por supuesto, pasarlo genial. Dormíamos en hoteles y en la mayoría de ellos yo compartía cuarto con mi hermana.

Cuando nos fuimos, yo hacía varios meses que había roto con mi último novio, y pensaba que quizás en el viaje encontraría algo, aunque sólo fuese una noche. En cuanto a mi hermana, sí que tenía novio. Se llamaba Adrián, pero lo cierto es que no atravesaban un buen momento cuando nos marchamos. Yo pensaba que iban a romper de un momento a otro, y a mi hermana no se la veía muy feliz últimamente.

En Italia hacíamos de todo. Por el día veíamos monumentos, museos y cosas interesantes; pero por la noche nos gustaba estar todos juntos en una habitación del hotel pasando el rato. Jugábamos, nos reíamos... Era fantástico.

En Siena, mientras estábamos por la mañana en el hotel antes de bajar a desayunar al comedor, mi hermana se duchaba y yo veía la tele (que estaba en italiano y me enteraba de poco). Oí que la ducha se paraba y justo después, la voz de mi hermana que decía:

-Ana, tráeme la toalla, por favor. Me la he dejado encima de la cama.

La cogí y se la llevé. Al entrar en el baño, Marta estaba de pie y desnuda esperando por la toalla. No era algo extraño en absoluto verla desnuda. Somos hermanas gemelas, como podréis imaginar la confianza era inmensa. Sin embargo, no pude evitar fijarme en su entrepierna. No la tenía depilada al completo, sino que había dejado una pequeña figura de vello en forma de corazón, muy bien recortada justo encima de su vagina. Yo no le di mayor importancia, simplemente me fijé porque me pareció algo curioso. Le di la toalla y me fui sin más.

Cuando estuvimos en Roma compramos en un mercado algo de alcohol, sin que se enterasen nuestros profesores (no fue el único día que lo hicimos). Decidimos probar una bebida italiana, limoncello. Por la noche, como era habitual, nos reunimos en una habitación. Esta vez éramos entorno a doce personas. Abrimos la botella (la primera de varias) y comenzamos a beber. La verdad es que no nos gustó, pero era lo que había.

Llegados a cierto punto, todos estábamos borrachos. A uno de los chicos se le ocurrió una “brillante” idea, jugar a “verdad o reto”. Para los que no lo conozcan, el juego es simple: se le propone a una persona escoger entre verdad o reto, si elige “verdad”, deberá responder a una pregunta, seguramente embarazosa; si elige “reto” o si se niega a responder, deberá cumplir una prueba impuesta por el resto.

Empezamos a jugar y la cosa fue bastante divertida. A un chico le tocó hacer un striptease, y lo hizo delante de todos hasta llegar a la ropa interior. Nos reímos a carcajadas y estuvimos un rato pasándolo bien, hasta que le tocó el turno a mi hermana Marta. Ella, como todos, estaba borracha, y eligió “reto”. Otro chico dijo:

-Tienes que... Mmmm... Besarte con Ana- por si todavía no os habéis enterado, Ana soy yo.

-¿Qué dices, tío?- Replicó mi hermana

-Ya lo has oído- decía, mientras hacía gestos un tanto asquerosos con la lengua y todos miraban expectantes.

-No voy a hacer eso, gilipollas- contestó ella.

-Claro que sí, son las normas.

Claro que no- dijo mientras se levantaba y se dirigía a la puerta-. Imbécil.

Y acto seguido se marchó dando un portazo. Todo el mundo se quedó en silencio. Una amiga intentó levantarse para ir a hablar con ella, pero yo la detuve; <> le dije, y me marche en dirección a nuestra habitación.

Cuando llegué, la vi sentada en la cama, sollozando. Me senté a su lado y comenzamos a hablar, a ver si podía consolarla de algún modo. La conversación no tenía mucho sentido debido a lo que habíamos bebido. Decíamos algunas tonterías. Luego yo dije:

-Ese tío- Mr. besos- es tonto, se ha pasado y no tenías que haberle hecho caso- aquí metí la pata, creo que me tenía que haber callado-. De todos modos podrías haberme dado un pico, ¿eh? Ya sabes, para que se callase. No habría pasado nada...

Mi hermana me miró unos segundos y de repente acercó su cabeza y me besó. No era nada especial, sin lengua, sólo contacto entre los labios; pero yo me quedé sorprendida e inmóvil. Hacía ya bastante tiempo que nadie me besaba... que nadie me tocaba... Una sensación extraña recorrió mi cuerpo, no quería despegarme de ella y respondí su beso intentando hacer jugar su lengua con la mía, al mismo tiempo que de manera inconsciente una de mis manos comenzó a levantarse, sin yo darme cuenta, hasta alcanzar uno de los pechos de mi hermana.

No sé si era el alcohol u otra cosa, pero no me daba cuenta de lo que hacía hasta que ella se despegó de mí y, sin darle importancia alguna a lo que acababa de hacer, siguió hablando conmigo:

-¿Crees que me he ido por lo del beso? Bueno, en parte puede, pero es que llevaba un rato pensando en Adrián, en lo nuestro y en lo capullo que es realmente. Cuando ese chico dijo lo de besarnos, yo estaba algo cabreada por dentro, y no sé que hizo en mi interior relacionar un beso con algo sentimental y con mi novio. De todos modos tienes razón, es una tontería para haberme puesto así.

Seguimos hablando durante rato. Ella se echó hacia atrás quedando totalmente tumbada en la cama, y yo hice como ella. Mientras conversábamos, oímos algo de ruido en la habitación de al lado. Había dos voces, una de un chico y otra de una chica, y al poco se oyó cómo comenzaron a tener sexo.

Mi hermana y yo nos mirábamos sin saber qué decir. Se oía perfectamente todo lo que pasaba y teníamos una pequeña risita. Además, sabíamos que esa habitación estaba reservaba por alguien de nuestro instituto.

Al cabo de unos cuatro minutos los ruidos pararon, y mi hermana dijo:

-¿Y ya está?

Yo no pude evitar reírme a carcajadas por su comentario, y ella me siguió. <> comentamos, y otras cosas similares.

Poco después, me vino a la cabeza la imagen de hacía pocos días de mi hermana en la ducha, y sin pensarlo mucho le dije:

-Vi tu corazón ahí abajo. No sabía que lo llevaras así.

-¿Te fijaste, verdad?

-Sólo de pasada. ¿Te costó mucho hacer eso?- Yo sentía algo de curiosidad por ese tipo de afeitado. Se veía bonito, la verdad.

-Qué va- se bajó los pantalones y me lo volvió a enseñar, esta vez más detenidamente-. Sólo tienes que hacerlo con cuidado, y se pueden hacer otra figuras.

Yo lo miraba. Quizás se lo copiase, quizás hiciese algo parecido; ¿quién sabe?

Mientras reflexionaba y la miraba, Marta me habló:

-Oye, una cosa, desde que lo dejaste con tu novio, no has estado con nadie, ¿verdad?

-Em, no...- Lo cierto es que no esperaba esa pregunta.

-Y de eso hace ya como... cinco meses. En todo ese tiempo no ha habido ningún chico, ¿no?

-Así es.

-¿Ni siquiera de una noche? ¿O en alguna fiesta o algo?

-Nada

-Osea, que en todo esta tiempo no has...- Está claro que se refería al sexo.

-Bueno, imagínate. Sin nadie, llevo ya bastante tiempo sin follar, la verdad. Supongo que es eso lo que quieres saber; hay que ver qué cotilla, ¿eh, hermanita?.

-No, si no lo digo por cotillear, lo digo porque no debe ser así. Tú no te mereces eso.

Y a acto seguido, sin dejarme responder o reaccionar, Marta se irguió en la cama, se echó ligeramente sobre mí y me pasó una mano por los pechos mientras que la otra la introducía por mi pantalón hasta llegar a mi entrepierna. <> me dijo.

Yo no sabía cómo reaccionar. Ni siquiera sabía si ella lo estaba haciendo en serio o sería alguna broma rara de borracha, pero lo cierto es que no me molestaba del todo. La dejé seguir, a ver cuál era su intención.

Comenzó a acariciarme mi coño con sus dedos. Efectivamente, mi hermana me estaba masturbando, Me sentía rara, incluso un poco asqueada por lo que estaba pasando, pero al mismo tiempo me estaba excitando; supongo que tanto tiempo sin sentir algo así me hizo permitirle continuar, inmóvil en la cama.

Marta me quitó mis pantalones y mis bragas y dejó mis piernas y mi coño al descubierto. Siguió acariciando y sintiendo cómo yo me mojaba cada vez más. Alcé la vista para observar por un momento su sucia mirada y no pude evitar empezar a gemir levemente mientras introducía lentamente un dedo y seguía acariciando a la vez.

Aquello me gustaba más por momentos. Me sentía mal, aquello era extraño, pero ella seguía, y me estaba produciendo mucho placer. Yo me llevé la mano a mis pechos y sentía que mis pezones se endurecían.

Acariciaba mi clítoris. Yo gemía cada vez más fuerte. Era imposible contenerse. Sacaba y volvía a introducir sus dedos, y lo hacía cada vez más rápido. Era un sensación increíble.

Volví a mirarla a la cara y vi una expresión en sus ojos suficiente para expresar <<¿Te está gustando?>> al mismo tiempo que ella sabía perfectamente la respuesta. De repente paró, acercó aquellos ojos juguetones a mis pechos. Me quitó la camiseta y siguió acariciándome abajo. El placer era incontenible. Entonces agarró uno de mis pechos a la altura del pezón con sus dientes, como una suave mordedura y movió aún más rápido sus dedos en mi coño, provocándome un inmenso orgasmo y haciendo que yo estallara de placer.

Hacía mucho tiempo que no sentía algo así, y fue gracias a mi hermana. Marta me había hecho un favor, y la cosa no podía quedar así; tenía que devolvérselo.

Me levanté, la agarré y la tumbé. Las tornas habían cambiado. No hicieron falta palabras. Comencé a tocar su coño, ya húmedo. Lo tuve fácil porque se había bajado antes el pantalón. Ella se dejaba llevar y yo probaba a meter mis dedos y acariciar su clítoris, como ella había hecho conmigo.

Le dije <> y, sin pensarlo mucho, bajé mi cabeza y la acerqué a su vagina. Besé su pierna izquierda. Besé su ingle derecha. Seguí bajando y me encontré con su coño, que comencé a besar. Tenía un sabor agradable, caliente, excitante. Moví mi lengua sutilmente. Rozaba su clítoris sin parar y exploraba todos los pliegues de sus labios. Ella hacía rato que gemía.

Seguí lamiendo mientras le introducía un dedo por debajo de la lengua. Cada vez salía más líquido hasta que explotó en un orgasmo que pude sentir en mi lengua y en mis labios.

Ya le había devuelto el favor. La miré, la abracé y dormimos juntas. Ya tendríamos mucho tiempo después para reflexionar, arrepentirnos o volver a repetirlo.