Mi hermana fue violada por mi culpa.

Por mi ingenuidad, provoqué la violación de mi hermana y fui obligada a ver y sufrir todo. Advertencia: Este relato contiene violencia, lenguaje obsceno y sexo forzado.

Mi hermana mayor se llama Sandra, ella es muy guapa; tiene el cabello rubio cenizo y largo a media espalda; su cuerpo es muy bonito, mide 1.68 mts. Medidas 93-62-91. Su cara es muy bonita, de piel blanca, ojos azul claro y es seguida por muchos admiradores. Tenía un apodo que la describía muy bien: Le decían Swandra en un juego de palabras con su nombre, swan por cisne en inglés, lo que describía su belleza.

Yo por otra parte, soy más bajita, mido 1.64 mts, tengo cabello castaño claro, también largo y soy delgada, mis medidas son 87-58-88. Soy de piel morena, ojos color miel y dicen que mi sonrisa es encantadora.

En fin, que ambas siempre hemos sido guapas y asediadas por varios pretendientes y continuamente estamos en competencia en todo.

Hace unos años, cuando yo tenía 16 y Sandra 19 ocurrió lo que estoy a punto de contar, una historia dura y difícil, pero que poco a poco hemos ido superando.

En ese entonces vivíamos en casa de mis Padres, una casa de un solo piso con dos recámaras; la principal para mis papás y la otra compartida por nosotras dos, sala, comedor, cocina, dos baños y un medio baño. Teníamos un pequeño patio al frente con un jardín que cuidaba mi Madre. En la parte posterior había un patio más pequeño.

Mis dos papás trabajaban y llegaban bastante tarde a la casa; por lo que mi hermana y yo normalmente estábamos solas toda la tarde y a veces nos dormíamos sin que ellos hubieran llegado; Sandra llegaba de la Universidad y yo de la Preparatoria, a veces una primero y la otra después o al revés y hubo ocasiones en que prácticamente llegábamos juntas. Comíamos juntas si estábamos de buenas, si estábamos peleadas no; a veces ni nos hablábamos y a veces éramos las mejores confidentes y amigas.

Recuerdo muy bien ese día; después de la escuela me fui con mis amigas a tomar una malteada, por lo que tardé un poco más en llegar a casa. Eran como las 3:15 p.m. cuando iba llegando. Al abrir la pequeña cerca que separaba nuestro jardín de la calle, se me acercó un señor como de unos 45 años, alto (aproximadamente 1.85 mts.), medio calvo, fornido y un poco pasado de peso; con barba de candado y peinado con el poco cabello aplastado. Vestía un traje de muy buena calidad y traía un portafolio ejecutivo. Amigablemente me saludó y me dijo:

-          Hola niña, ¿está tu Papá en casa?

-          El tipo se veía buena gente y me inspiró confianza, por lo que sin pensarlo le contesté: “No”

-           Ah, ok, ¿y tu Mamá?, preguntó el de nuevo

-           “No, tampoco”, volví a responder.

-          Ah que barbaridad, dijo con aire como de preocupación, ¿No hay algún adulto en tu casa?, porque tú eres menor de edad, ¿no es así?

-          Sí, así es. ¿Qué desea?

-          Eh, no puedo decírtelo, es un asunto importante, pero necesito hablar con algún adulto.

-          Bueno, Déjeme ver si está mi hermana, ella ya es mayor de edad.

-          ¿Ah sí? ¿Qué edad tiene?

-          19

-          ¿Y tú?

-          16

-          Perfecto, dile que si puedo hablar con ella y no sé si de paso pudieras regalarme por favor un vaso con agua, porque este calor está durísimo.

-          Está bien, sígame le dije, abriendo la reja sin ninguna preocupación mientras pensaba: “pobre hombre, con este calor y de traje ha de estar asándose”, pues si se veía cansado y sudoroso.

El me siguió camino a la casa, yo vestía una falda muy corta de mezclilla y blusa blanca ceñida al cuerpo. Caminé contoneándome como siempre lo hago y ahora pienso que él seguramente me miraba morbosamente mientras me seguía, pero en ese momento no me di cuenta.

Mis padres siempre nos advirtieron que no habláramos con extraños y que nunca abriéramos la puerta a desconocidos, pero en ese momento me confié demasiado por el aspecto simpático del tipo y porque pensé que seguramente mi hermana ya había llegado y pues, ¿que podría hacer un tipo contra las dos juntas? Pronto me di cuenta de mi equivocación.

Abrí la puerta principal; a la derecha estaba la cocina y a la izquierda quedaba la sala; las recámaras estaban al fondo. Le dije al señor que pasara a la cocina y se sentara en una pequeña mesita que teníamos ahí. Le serví un vaso con agua, se lo di y le dije que me esperara ahí en lo que buscaba a mi hermana; el asintió con la cabeza y comenzó a tomar el agua; yo fui a la recámara, segura de que ahí estaría Sandra, pues al no verla en la sala era el primer lugar donde tendría que estar. Entré a la recámara y efectivamente ahí la encontré acostada en su cama escuchando sus audífonos y con su lap top en las piernas. Debido al intenso calor, ella solo traía un short muy cortito y muy pegado y una ombliguera.

La saludé y le dije:

-          Hola, oye, en la cocina está un señor que pregunta por algún adulto y como no están Papá y Mamá, quiere hablar contigo.

-          ¿Qué dices?, respondió ella, con cara de molestia al mismo tiempo que se quitaba los audífonos.

-          Que ahí en la cocina está un señor que quiere hablar contigo o con cualquier adulto, le dije, alzando la voz.

-          ¡¿EN LA COCINA?! me dijo alarmada. ¿ACASO LO DEJASTE ENTRAR?

-          Sí, pero se ve amable y está bien vestido, dije, tratando de justificar mi estupidez.

-          ¿PERO CÓMO SE TE OCURRE DEJARLO ENTRAR? Me dijo Sandra mientras se calzaba sus sandalias, sin dejar de mirarme con ojos furibundos.

-          ¿Qué tiene?, está de traje y te digo que se ve buena persona.

-          ¡¿CÓMO QUE QUÉ TIENE, CÓMO SE TE OCURRE DEJAR ENTRAR A UN DESOCNOCIDO A LA CASA; QUE TAL SI ES UN RATERO O UN VIOLADOR Y NOSOTRAS DOS SOLAS?!

-          ¡Ay cómo crees!, tienes mucha imaginación y eres bien miedosa, ya te dije que se ve buena persona. Además nosotras somos dos y él solo es uno, si quiere hacernos algo le ponemos una madriza y ya.

-          ¡DE VERAS QUE ERES ESTÚPIDA; BUSCA EL TELÉFONO MIENTRAS YO SACO AL TIPO DE LA CASA! Me dijo muy enojada mientras caminaba hacia la puerta de la recámara sin dejar de mirarme.

Mi hermana abrió la puerta de la recámara y al darse la vuelta se topó de frente con el individuo que ya no se veía tan bonachón; vi su mirada dura y fría clavarse en mi hermana y con voz gruesa le dijo: “¿A dónde vas?, regresa”.

Sandra retrocedió alzando las manos y entonces pude ver la pistola que traía el tipo en una mano. Me pareció muy grande y me quedé paralizada sin saber que hacer o que decir. De golpe me di cuenta de lo estúpida que fui al ser tan confiada. En la otra mano él cargaba aun su portafolio.

El individuo entró en la recámara y sin dejar de vernos y apuntar con su arma cerró la puerta y trabó el pasador.

-          ¿Qué quiere? Dijo Sandra, saliendo de la sorpresa inicial.

-          A ti, le dijo él sombríamente. Sentí que un sudor frío corría por mi espalda y quedé paralizada.

-          ¡Lárguese o llamaré a la policía! dijo Sandra tomando el teléfono que yo tenía en una mano.

-          Inténtalo, dijo el tipo con una sonrisa burlona en el rostro.

Sandra apretó la tecla “talk” en el teléfono y se lo colocó al oído. Por su cara me di cuenta lo que pasaba: No había línea.

-          ¿Qué pasa, no sirve tu teléfono?, qué lástima, alguien debe haberlo desconectado. Dijo el tipo burlonamente

-          Muy bien par de putitas, ya me cansé de jugar. Van a hacer lo que les ordene o aquí se mueren las dos, ¿entienden? Dijo después.

-          Está loco, ni crea que vamos a obedecer; primero muertas, contestó Sandra.

-          Entonces el tipo apuntó a su arma hacia mí y le dijo a Sandra: “De acuerdo, si eso quieres, la verás a ella morir primero”. Él cortó cartucho y yo grité asustada, cerré los ojos y me cubrí la cara.

-          ¡No, no, está bien, haremos lo que quiera, pero no nos haga daño por favor! Reculó Sandra al ver que sus amenazas eran en serio.

-          Así me gusta, que me obedezcan las putas como tú. Vamos a empezar, a ver tú trae esa silla para acá, me dijo, señalándome una silla que estaba cerca de mi cama.

Miré a Sandra asustada, sin saber que hacer y ella me dijo que si moviendo la cabeza, como indicándome que obedeciera al tipo ese.

Coloqué la silla donde él me indicó, al lado de la cama de Sandra, como a dos pasos de la misma y me ordenó sentarme. Obedecí y entonces él arrojó su portafolio a la cama de Sandra y apuntándole con la pistola le ordenó: “Saca la cinta que traigo ahí y amarra a tu hermana; no hagas ninguna pendejada ni  ningún truco, porque voy a revisar y donde no lo hagas bien tu hermanita se muere”. Sandra obedeció de mala gana y abrió el portafolio, vi que el tipo traía cuerdas, cinta de embalaje, pinzas y otras cosas que no alcancé a distinguir.

Sandra fue hacia donde yo estaba; el tipo me dijo que pusiera los brazos atrás de la silla; lo hice y entonces Sandra me colocó la cinta impidiéndome mover las manos. Ambas temblábamos de miedo. Mientras ella lo hacía, el tipo sacó de la bolsa interna de su saco una foto y nos la mostró diciendo: “tiene que quedar así, fíjate bien”. En la foto aparecía una chica semidesnuda con cara de asustada amordazada y atada a una silla con cinta, como la que me estaba poniendo mi hermana a mí. En ese momento supe que no era la primera vez que el individuo hacía eso.

Sandra vio la foto y me amarró tal cual, las piernas juntas, atadas con cinta en las rodillas y los tobillos; una cuerda en la cintura impidiéndome levantarme y las manos atrás.

Luego el tipo le arrojó a mi hermana un trapo sucio y le dijo: “méteselo en la boca y ponle la cinta”. Sandra obedeció, llorando me pidió abrir la boca y metió el trapo; me pidió perdón mientras me colocaba la cinta cubriéndome la boca y luego le dio varias vueltas desde mi boca hasta mi nuca, dejándola bien aprestada. Yo hubiera querido ser la que le pedía perdón en ese momento por mi idiotez al haber confiado en el desgraciado tipo ese.

Una vez que quedé inmóvil el tipo le señaló a Sandra el piso junto a su cama y le ordenó: “¡párate allá y no te muevas!”. Sandra caminó despacio, como tratando de no llegar al lugar. Cuando llegó a donde el tipo le indicó, él se acercó a mí y se puso a revisar mis ataduras y dijo: “muy bien putita, lo hiciste bien”; en lo que él estaba distraído Sandra, en un movimiento rápido,  tomó de su buró un pequeño florero y sorpresivamente lo arrojó hacia la cabeza del tipo.

Para nuestra mala suerte, el tipo reaccionó a tiempo y se agachó hacia un lado mientras la botella pasaba junto a su cabeza y se hacía añicos contra la pared.

Él volteó asombrado pero con una sonrisa burlona y le dijo a mi hermana: “¡ah con que rebelde la niña!, ¿eh?; ¡fallaste puta estúpida!” Sandra se quedó perpleja cuando vio que el tipo me apuntó de nuevo con la pistola; “está bien, tú lo quisiste, despídete de tu hermana”. Volvió a cortar cartucho y yo cerré los ojos y me encogí esperando la muerte.

“¡NO, NO, PERDÓN, OBEDECERÉ EN LO QUE DIGA, NO LO VUELVO A HACER, LO PROMETO, PERDÓNEME POR FAVOR!” gritó Sandra desesperada, hincándose con las manos en alto.

El tipo la miró fijamente y le dijo: “Esta es tu última oportunidad puta, otra pendejada de esas y verás morir a la puta de tu hermana y luego morirás tú, ¿entendiste?”

“Si, si, está bien, obedeceré” dijo Sandra levantándose aún las manos en alto.

“¡Pues ahora quítate la ropa despacio!”; ¡obedece y desvístete ya, puta estúpida!”, le ordenó el tipo.

Sandra obedeció llorando, se quitó primero la ombliguera y como no traía sostén, sus pechos quedaron al descubierto para regocijo del tipejo morboso, que había sacado una camarita de entre sus ropas y se puso a sacarle fotos con una mano. En la otra mano seguía sosteniendo l pistola.

Luego mi hermana se quitó el short y las sandalias, quedándose solo en tanga; se enderezó y se cubrió los pechos. El individuo le dijo: “¡Todo puta, quítate todo, te quiero ver desnuda!”. Entonces Sandra se quitó la tanga, quedando completamente desnuda. Su escultural cuerpo níveo estaba a la vista del cochino tipo que seguía filmando o tomando fotos. Ella se cubría los pechos con un brazo y con la otra mano tapaba su entrepierna. Él le dijo: “coloca las manos atrás, no te tapes”; ella obedeció y mostró todo el frente de su bien formado cuerpo, avergonzada. El tipo seguía fotografiando o filmando y decía: “¡Sssssssiiii, estás mejor de lo que imaginé mamacita!”. Luego él le ordenó: “da dos pasos hacia acá y voltéate, deja las manos atrás”. Ella lo hizo y quedó de espaldas al tipo, que colocó la camarita en la cama, apuntando hacia Sandra y se acercó a su portafolio; sacó una cuerda y le amarró las manos con una gran habilidad. Vi que mi hermana tenía la cabeza en alto, pero lloraba con los ojos cerrados. Me pareció que le apretó mucho las cuerdas, pues ella hacía cara de dolor y movía las manos. Una vez que la tuvo atada él le ordenó: “¡voltéate e híncate!”. Sandra sin decir nada obedeció llena de lágrimas. Entonces el tipo se desabrochó el pantalón y se lo bajó con todo y calzones, dejando al descubierto un gran pene, gordo y largo y unos testículos que guardaban proporción con su miembro.

En otra situación yo lo hubiese admirado e incluso tal vez hasta se me habría antojado, pero en la situación en que me encontraba solo me causó miedo y asco.

“¡Mámalo!” le ordenó él a Sandra y le hizo una advertencia: “¡pero ni se te ocurra morderlo porque le estoy apuntando a la cabeza de tu hermanita!” Sandra tuvo que obedecer sin chistar, metió el largo miembro en su boca y comenzó a chuparlo, haciendo que entrara y saliera de su boca y proporcionándole un gran placer al tipo ese, que con la mano libre la tomó del cabello y la hizo moverse como él quería, humillándola.

Él me miró y me dijo: “tú no cierres los ojos, porque si veo que lo haces la que se muere es tu hermana; mira como le gusta mamar a la puta”.

Yo también lloraba de coraje e impotencia, pero sobre todo por la culpa que sentía por mi estupidez al ser tan confiada.

Él tuvo un rato a mi hermana mamándosela y diciéndole cosas como: “¡ah que rico la chupas puta!, sabía que eres una gran mamadora; de seguro así lo haces con tus compañeros de la escuela que traes en las mañanas cuando no hay nadie, ¿verdad?”. Esto me asombró. ¿Acaso mi hermana que se suponía era mi ejemplo y que se las daba de inalcanzable llevaba chicos a la casa para acostarse con ellos?, no lo creí. De repente el tipo la jaló del cabello, sacando su pene de la boca de ella, que tosió y tuvo varias arcadas que afortunadamente aguantó.

El tipo, son soltarla del cabello, la hizo levantarse y le desató las manos, acto seguido le ordenó: “acuéstate”; ella obedeció, acostándose en su cama, entonces él le ató los brazos abiertos a la cabecera de la cama, luego le ató también los tobillos a la cama con las piernas abiertas, dejándola en una posición de X. Sandra no se resistió por el temor a que el tipo me disparara, pues él no soltaba la pistola. Una vez que la tuvo así, dejó la pistola en la mesa de noche, tomó la cámara y se puso a tomarle fotos; mi hermana volteó la cara avergonzada, pero él le dijo: “¡ah, ah, nada de voltearte puta, quiero que veas hacia la cámara!”. Sandra tuvo que obedecer, vio hacia la cámara pero en ningún momento sonrió.

Después de la “sesión de fotos” el tipo se desvistió totalmente. Era musculoso, pero tenía un gran abdomen y mucho vello en el pecho y en los genitales. Su pene seguía totalmente erecto.

Mientras tomaba las fotos y mientras se desvestía, hablaba sin parar: “Ya llevaba tiempo deseándote puta, bien valió la pena observar y esperar. Sabía que tu hermanita es más pendeja que tú y solo esperé mi oportunidad. Eso de verte varias veces entrar en las mañanas a tu casa cuando no había nadie acompañada a veces de uno, o de dos o hasta de tres güeyes me hizo desearte más; me imaginaba cogiéndote por horas por delante y por detrás y ahora se me va a cumplir, ya verás cómo tú también lo vas a disfrutar”.

Sandra levantó la cara para verme y dijo: “¡No le creas, todo lo que dice es mentira!” Entonces él dijo: “¿Ah no?, vamos a ver quién miente” y entonces sacó de su portafolio un sobre amarillo grande, del cual a su vez sacó unas fotos y las arrojó al suelo frente a mí. Me quedé asombrada; eran varias fotos en las cuales se veía a Sandra entrando a la casa con diferentes chicos y en diferentes fechas, todas con horarios de la mañana, cuando yo estoy en la escuela y mis papás trabajado. En algunas fotos se le veía entrar con dos, tres y hasta cuatro chicos juntos. Dos fotos incluso estaban tomadas a través de la ventana y se veía a mi hermana haciéndolo en su cama con dos a la vez, uno dándole por delante y otro por detrás. Sandra observó mi reacción de asombro y decepción y empezó a decir: “¿Qué es, que le enseñaste? ¡No le creas, son truqueadas, es mentira!”.

Entonces el tipo dijo: “¡Bueno ya, cállate y prepárate, que ahorita vas a sentir la verga de un verdadero hombre y no los pititos de tus pinches amiguitos o noviecitos!”. Sandra solo dijo: “¡No, no por favor, déjeme, NOOOOOOO!”. El tipo se subió a la cama, se colocó entre sus piernas abiertas y, sin ningún aviso ni calentamiento previo, la penetró con fuerza. Sandra gritó: “¡AAAAAAYYYYYGGGGHHHH NOOOOOOO!”; entonces él se inclinó sobre ella, aplastándola y le tapó la boca con una mano mientras le decía: “¡Que te calles puta, que quiero disfrutarte en silencio!”. Luego empezó a lamerle el cuello y las tetas como animal en brama, sin dejar de moverse, entrando y saliendo de mi hermana salvajemente mientras ella me miraba con sus grandes ojos azules como pidiéndome ayuda, pero yo nada podía hacer más que culparme por ser tan estúpida. ¿Y qué si mi hermana se metía a coger a la casa con sus amigos? Eso no me importaba, lo que me dolía en ese momento era que por mi culpa el tipejo la estaba lastimado y lamentablemente faltaba mucho tiempo para que llegaran mis papás. Supe que el desgraciado tipo nos estuvo observando durante mucho tiempo sin que nos diéramos cuenta y solo esperó una oportunidad para aprovecharse.

El tipo metía y sacaba inmisericorde su pene de la vagina de mi hermana y la aplastaba con su gran cuerpo; mientras le estrujaba las tetas con una mano, la tomó del cabello con la otra y la obligó a besarlo en la boca; Sandra intentó resistirse, pero él la tenía sometida. Fue horrible ver que mientras la violaba con fuerza, le estrujaba los pechos y le metía la lengua hasta el fondo de la garganta. Yo quería cerrar los ojos, pero recordaba la amenaza de él; cuando menos, el llanto me hacía ver todo borroso.

El tipo hizo con el cuerpo de mi hermana lo que quiso, de repente le tapaba la boca y se dedicaba a morderle los pezones o a estrujarle las nalgas, gozando con el dolor que le causaba. Luego le dijo algo al oído y le destapó la boca; entonces Sandra comenzó a decir: “¡Oh sí, así, así me gusta, métemelo duro papito, hasta el fondo, dámelo todo!”, “¡Así, así, cógeme con fuerza, métemelo hasta el fondo!”. Pero noté que lloraba y su cara no reflejaba ningún placer y entonces supe que el desgraciado le había ordenado que dijera eso y sentí que era para humillarla más aún.

Fueron varios minutos que el tipo estuvo violando a mi hermana sin compasión; de repente, sacó su pene de ella, se sentó en su pecho con las piernas abiertas y colocando su enorme miembro en la boca de ella le dijo: “¡Abre puta!”, Sandra abrió la boca y entonces él la obligó a mamárselo de nuevo; él levantó su cuerpo y lo movió de tal manera que metía su largo falo hasta el fondo de la boca de ella y luego lo sacaba casi totalmente, haciéndola casi ahogarse; así lo repitió varias veces. Luego, volvió a sentarse en su pecho, tomó la cabeza de Sandra y la hizo levantarla para que siguiera mamándole el pene; la movió con fuerza y él cerró los ojos y miró hacia el techo; solo decía: “¡Aaaaahhhhh sssssss, sssssiiiiii puta, que bien lo mamas puta, que bien lo mamas, ssssssiiiiii!”.

Después de un buen rato de tenerla así, él sacó su miembro, se quitó de su pecho y volvió a colocarse entre sus piernas; de nuevo la penetró sin piedad y ella volvió a gritar: “¡AAAAAAUUUUUU, YA NOOOOO!”; él le dijo: “¡Cállate perra, si esto es lo que te gusta, yo he visto como lo haces con tus amiguitos!” y siguió entrando y saliendo de ella sin misericordia, cada vez más fuerte y más salvajemente,  hasta que se detuvo y se vino agitando violentamente su cuerpo sin sacar su pene de ella. Sandra gritó: “¡No, no, sácalo por favor, sácalo, no te vengas adentro!”; pero él no hizo caso, puso los ojos en blanco y hundiendo sus dedos en las caderas de ella gritó de placer: “¡AAAAAHHHHH SIIIII PUTA, AAAHHHH QUE RICOOOOO, QUE BUENA COGIDAAAAAAA!”

Él se quedó unos segundos encima de ella, aplastándola aún; pude ver que a Sandra le costaba trabajo respirar. Luego él se enderezó y sacó su pene chorreante de mi hermana, que lloraba desconsoladamente.

El infeliz se sentó desnudo en mi cama y se quedó viendo a Sandra; luego tomó la cámara, se levantó  y se puso a tomarle fotos desnuda y humillada. Acto seguido recogió la tanga de mi hermana y la cinta del suelo, se acercó a ella y le ordenó abrir la boca, ella lo hizo y entonces él le metió la tanga y la amordazó con cinta como lo hizo ella conmigo. Mientras hacía eso nos dijo: “¿Ven putas, qué fácil era? No tenían que oponerse tanto y bien  que te gustó, no te hagas; pinche puta”. Luego tomó un trapo y le vendó los ojos a ella; después fue conmigo y también me vendó los ojos. Lo escuché como se acostó en mi cama y se durmió, roncando sin ninguna preocupación.

¿Qué pasaría después? No sabía que pensar, supuse que cuando despertara nos mataría a ambas, pues le habíamos visto la cara y podríamos identificarlo. O tal vez volvería a violar a Sandra y se iría o tal vez se iría dejándonos amordazadas, vendadas y atadas. La incertidumbre me llenaba de preocupación y miedo.

Traté de comunicarme con Sandra, pero solo se escuchaban gemidos de las dos: “Mmmmmg, nnnggg, fffggg, mmmmggg”. No nos entendíamos nada. Intenté moverme hacia la cama de Sandra y lo hice a ciegas poco a poco, iba arrastrando la silla, pero era muy difícil, pues además tenía que hacerlo en silencio. Mi idea era poder desatarle una mano para que ella pudiera liberarnos; el problema era que al estar vendada no podía yo medir la distancia y no sabía que tan cerca estaba de la cama, pero seguí intentándolo hasta que me caí y al hacerlo provoqué un tremendo ruido que despertó al desgraciado tipo.

Traté desesperadamente de levantarme, pero era imposible; lo escuché levantarse de la cama y dijo: “¡Ah con que esas tenemos!, la puta quiere desatarse, ¿verdad? ¡Ahora verás estúpida!”.

Lo escuché acercarse y luego empezó a reír: “¡Jajajajaja, sabía que eres una pendeja, pero no creí que tanto!”. Se agachó y levantó la silla; yo estaba adolorida por el golpazo que me di, pero eso era lo de menos, el tipo de repente empezó a acariciarme las piernas y me dijo: “¡Ay puta, si tú también estás bien buena!; ¿sabes? había pensado solo cogerme a la puta sabrosa de tu hermana, porque no me gustan tan niñitas; pero veo que ya estás en edad de darte una buena cogida. Se me hace que a ti también te voy a disfrutar. De seguro ya habrás cogido con algún compañero o profesor de la escuela, ¿verdad puta?”. Aterrada moví la cabeza negativamente, me agité y gemí “¡MMMMNNNNGGGG!” diciendo que no, pero al parecer eso a él le excitaba más.

Luego me preguntó: “¿Eres virgen?” y yo moví la cabeza, asintiendo con fuerza, pensando que tal vez así no me violaría; pero él dijo: “No te creo, voy a comprobarlo; y si lo eres, pues voy a quitártelo”. Tanto Sandra como yo empezamos a gritar y a agitarnos, pero solo se escuchaban gemidos ahogados: “¡MMMMMGGGGHHHH, NNNNNGGGHHH!”.

Escuché que el tipo buscaba algo en su portafolio y luego regresó a mí. Sentí como cortaba parte de mi blusa y luego la desgarraba con las manos; luego cortó mi sostén y dejó libres mis redondas tetas. Yo seguía quejándome, “¡MMMMGGGHHH, MMMMGGHHM  MMMJJJ MMMJJJJ!” pero de nada servía, ya él masajeaba mis pechos, regodeándose con ellos y me dijo: “Si, tienes buenas tetas mamacita, lo noté desde la primera vez que te vi”.

Luego se levantó y se alejó; escuché que le decía a Sandra: “Ahora a ti te toca ver cómo me cojo a tu hermanita y la hago puta”; supuse que le quitó la venda de los ojos; luego regresó y con las tijeras cortó la cinta que me amordazaba y me sacó el trapo de la boca; me tomó del cabello y me ordenó: “¡Abre la boca puta!”; obedecí por miedo y entonces él metió su pene erecto en mi boca virgen hasta ese momento.

Con la mano jalando mi cabello me obligó a chupárselo, metiéndolo y sacándolo de mi boca. Sentí asco, vergüenza y humillación, pero nada podía hacer, estaba sometida a los deseos de ese puerco. Era horrible sentir eso sin poder ver nada.

Escuché como Sandra lloraba, gemía y trataba de soltarse desesperada.

Deseé que el desgraciado solo me obligara a mamárselo y ya, que se viniera en mi boca y tal vez se iría, por eso empecé a chupárselo más rápido, para que se viniera pronto y nos dejara a mí y a mi hermana; pero él me detuvo del cabello y me dijo: “¡Hey, tranquila putita, yo soy el que manda y el que marca el ritmo, así que cálmate!”. Entonces lo volvió a meter, pero me hizo mamárselo con un ritmo mucho más lento mientras decía: “¡Aaaahhhh, si, puta, despacio me gusta más!” me metía su pene hasta el fondo de la garganta y esperaba unos segundos, luego lo sacaba lentamente y lo dejaba apenas en mis labios; hizo esto una y otra vez, despacio mientras con la otra mano me apretujaba las tetas.

Mucho tiempo me tuvo así y de repente se detuvo con su pene afuera de mi boca y entonces sentí como me desataba de la cintura; me hizo levantarme y desabrochó mi minifalda que cayó al piso; luego me bajó la tanga y empezó a acariciarme lascivamente todo el cuerpo, pasando por las tetas y las nalgas mientras me decía: “De verdad que estás sabrosa putita, me gustaste desde que te vi, pero se me antojaba más tu hermana; si no hubiera estado ella ya te hubiera cogido, pero a la que quería saborear era a ella; pero eres suertuda, también te va a tocar”. Entonces me cargó en un hombro como un costal, caminó y me arrojó sobre mi cama; me colocó de lado, me quitó la venda de los ojos y colocó su cámara en la mesita de noche, frente a mi cara y mientras se colocaba detrás de mí me dijo: “Quiero ver tu cara de placer o de dolor cuando te coja por tu hermoso culo, que es lo que más se me antoja”. Y metió un dedo en mi culo con algo como para lubricarlo.

“¡NO, NO POR FAVOR, NO LO HAGA, SE LO SUPLICO, NOOOOOO, AAAAAAYYYYYYGGGGHHHH!” grité de dolor al sentir que su enorme miembro ya empezaba a penetrar mi pobre ano virgen; la lubricación no era suficiente; el dolor que me causaba era el peor que había sentido hasta ese momento.

Lo metió poco a poco hasta que me empaló totalmente, dejando su enorme miembro dentro de mi culo adolorido y mientras yo lloraba y gritaba de dolor: “¡AAAAYYYYYYGGGGHHHH, NO POR FAVOR, SÁQUELO, SÁQUELO, ME DUELE MUCHOOOOO, POR FAVOOOOR SE LOS SUPLICO!”, él me apretaba los pechos mientras decía: “¡Así, así puta, eso es, me encanta que se resistan y que lloren; esto te mereces por puta y estúpida; toma, toma cabrona, para que no le andes coqueteando a los extraños que llegan a tu casa, puta!” y empezó a moverse sacando y metiendo su miembro con fuerza.

Yo lloraba y vi a mi hermana también llorando, se retorcía tratando de soltarse las amarras para ayudarme, pero todo era inútil, el tipo nos tenía sometidas a las dos y no pararía hasta acabar conmigo también. El siguió entrando y saliendo de mi adolorido culo, haciéndome sentir como si me quemaran ahí adentro; lo hacía despacio, disfrutando cada acometida, lo metía despacio hasta el fondo, lo dejaba ahí unos segundos y luego lo sacaba también lentamente hasta dejarlo todo afuera; de nuevo esperaba unos segundos y volvía a penetrarme, causándome el mismo dolor una y otra vez.

Fue mucho tiempo y grité tanto que me dolió la garganta, ya no podía gritar, así que solo sollozaba y seguía suplicando con voz ronca: “¡Ya por favor, ya no, ya déjeme, me duele mucho por favor, se lo suplico!”. De repente él empezó a moverse más rápido, metiéndolo y sacándolo con fuerza; me dijo al oído: “¡Anda, grita, me encanta oírte suplicar puta; llora como las otras mientras te cojo!” Yo si gritaba pero tenía la garganta tan irritada que ya no se escuchaba.

Después de mucho tiempo violándome por el culo, él sacó su pene totalmente y me volteó, poniéndome boca arriba; con las tijeras cortó la cinta de mis rodillas y de mis tobillos y me obligó a abrir las piernas; “¡No, nooo!”, grité con mi voz totalmente ronca, pero él tenía el dominio total y sin ninguna consideración clavó su enorme miembro en mi vagina hasta el fondo; causándome otra vez mucho dolor. Luego se dejó caer sobre mí, aplastándome con su peso; me vio a la cara y me dijo: “¡Ya veo que si estás gritando; así me gusta puta, sigue suplicando!”. Luego, sin sacar su miembro de mí, empezó a bajar con su asquerosa lengua por mi cuello y llegó a mis pechos; al tiempo que empezó un frenético mete-saca de su pene en mi vagina, le dio por morder mis tetas, provocándome aún más dolor, eso era lo que a él le gustaba.

Después de morderme por mucho rato las tetas y sin dejar de penetrarme, me obligó a besarlo en la boca, metiendo su asquerosa lengua en mi boca; tuve muchas ganas de mordérsela y arrancársela, pero sabía que eso derivaría en el asesinato de mi hermana y el mío también; así que me aguanté y lo dejé besarme.

Siguió violándome y yo sentí como algo escurría por mis piernas, supuse que era la sangre de mi himen roto por la salvaje penetración; yo que me había cuidado tanto y había rechazado a tantos chicos por mantenerme virgen y vine a perderla en una violación.

Unos momentos después el sacó su pene totalmente; se levantó y vi que aún lo tenía erecto; me obligó a levantarme de la cama y me hizo caminar hacia la cama de Sandra, me aventó de tal manera que quedé boca abajo, atravesada encima del cuerpo de mi hermana; entonces él se colocó detrás de mí y de nuevo volvió a penetrarme por el culo. Al parecer su intención era humillarnos a las dos al mismo tiempo y así lo estaba logrando, pues Sandra se retorcía desesperada tratando de soltarse y de detener lo que pasaba. Ella gritaba, pero nada se escuchaba. Yo seguía gritando de dolor aún con el dolor en mi garganta: “¡Ya, ya no, aaayyy, ya no por favor!”

Yo sentía el suave cuerpo de mi hermana debajo del mío; ambos cueros nos rozábamos con el movimiento que se provocaba mientras él entraba y salía de mi adolorido ano muchas veces mientras le dijo a Sandra: “¿Ves cómo la agujero el culo a tu hermana?, ¿ves cómo la hago mi puta? Seguramente estarás pensando que es un buen castigo para la pendeja que dejó entrar a un desconocido a su casa y que te violó por su culpa ¿no?; ¡mira como la castigo por estúpida, jajajajaja!”. Sandra se limitó a cerrar los ojos y él le dijo: “¡Hey puta, nada de cerrar los ojos, ábrelos o la mato!”. Mi hermana tuvo que volverlos a abrir y ver cómo el tipo me violaba salvajemente por el culo.

Después de un buen rato de estarme violando por el culo, el individuo se colocó en medio de las piernas abiertas de Sandra y de nuevo volvió a meterle el miembro hasta el fondo sin ninguna consideración; el cuerpo de mi hermana se retorció debajo del mío mientras él se recargaba en mí mientras gozaba la violación de mi hermana. Luego me jaló del cabello y me ordenó: “¡Lámele el chocho a la puta de tu hermana!”; tuve que sacar la lengua y lamer el clítoris de Sandra; no sabía mal, pero me provocó mucho asco lamérselo, sobre todo porque estaba muy cerca el pene del tipo ese.

El siguió cogiéndose a Sandra mientras me sostenía la cabeza para que yo le lamiera el clítoris y después de no sé cuánto tiempo, que me pareció eterno, él se vino sacando su pene de la vagina de mi hermana; soltó su semen en mi cara y en mi cabello, además de las piernas de ella.

Él se bajó de la cama y vio que yo había dejado de lamer a Sandra; entonces me dijo: “¡No te dije que podías parar puta, sigue lamiendo a tu puta hermana!”, entonces me colocó sobre ella de tal manera que quedamos en un 69 y me hizo abrir las piernas sobre la cara de Sandra, le quitó la mordaza  y le ordenó a ella: “¡Tú también lámele el chocho a esta putita!”; Sandra obedeció y con la lengua empezó a lamerme el clítoris; sentí algo sensacional, como nunca antes lo había sentido; cierto que yo en varias ocasiones me había masturbado acariciándome el clítoris, pero la lengua de mi hermana era tan suave y húmeda que me hizo sentir un gran placer. Ella también se aguantó las arcadas que le daban, pero poco a poco ambas nos fuimos acostumbrando al sabor y al olor y nos empezamos a excitar.

El tipo se limitó a caminar alrededor dela cama, grabándonos con su cámara, sonriendo mientras nos decía: “¡Par de putas, bien que les gusta esto, marranas, así lo han de hacer todas las noches, perras!”.

Cerré los ojos y me abandoné al placer que me daba mi hermana, así mismo, traté de darle el mismo placer, tratando de reponer mi descuido al haber permitido al desgraciado tipo entrar a nuestra casa y tenernos en esa situación.

El placer aumentaba a cada segundo; empecé a sudar y a gemir y sentía como mi hermana se estremecía con cada una de mis lamidas; de su clítoris pasé a su vagina y también la lamí ahí. Ella también lo hizo, proporcionándome un placer inmenso.

Unos segundos después sentí como mi hermana se sacudió debajo de mí; todo su cuerpo se puso tenso y parecía que estaba teniendo un ataque o algo así; me asusté un poco, pero cuando ella dejó de lamerme y empezó a gritar: “¡AAAAAHHHHHH SSSSIIIII, SSSIIIII, WAAAAA, SIIII, OOOOOHHHHH DIOOOOSSSS!”, me di cuenta que lo que estaba teniendo era un orgasmo. Seguí lamiéndola para que terminara de venirse, pero yo quería que ella también me hiciera sentir lo mismo, ya me faltaba poco para venirme; lamentablemente nuestro violador no nos dejó continuar; al darse cuenta del orgasmo de Sandra me tomó del cabello y salvajemente me tiró al piso; “Jajajaja, ¿ves puta, como a tu hermana le encanta coger con quién sea? ¿A poco no habían hecho esto antes putitas?, si yo conozco a las de su clase, viejas marranas”.

Luego le dijo a Sandra: “El verlas me hizo excitar de nuevo puta, así que ahora te voy a reventar ese redondo culo que tienes”; se subió a la cama y empezó a desatarla. Yo  apenas alcanzaba a ver tirada desde el piso y con unas tremendas ganas de seguir sintiendo algo en mi vagina insatisfecha.

Mi hermana gritó: “¡Suéltame ya desgraciado!” y comenzó a retorcerse y a tratar de soltarse cuando el tipo le desató una mano; entonces él le dio una cachetada y le dijo: “¡tranquila estúpida o ya sabes, mato a tu puta hermana!” al mismo tiempo que tomaba la pistola de donde la había dejado. Luego, sin soltar la pistola y ya con Sandra quieta por la amenaza, él la siguió desatando y luego le ordenó voltearse boca abajo; ella obedeció y entonces él la ató de la misma forma que antes, con los brazos y las piernas abiertas. Ya que tuvo así a mi hermana, se dirigió hacia mí; con cinta me ató los tobillos juntos y me amordazó; luego me cargó de nuevo en su hombro y me hizo sentarme en la silla; me amarró a ella con un lazo en mi cintura y después regresó a donde estaba Sandra; ella todo el tiempo había estado moviendo brazos y piernas tratando de soltarse y suplicando: “¡No, por favor, no sea malo, por ahí no por favor, se lo suplico!”, me di cuenta que el placer del orgasmo que tuvo ya había desaparecido y ahora regresaba a sentir el terror y la humillación de este tipo. Él no le hizo caso, por el contrario, se subió a la cama detrás de ella y comenzó a penetrarla por el ano despacio, pero sin ninguna lubricación previa.

Mi hermana gritó: “¡AAAAAAAYYYYYGGGHHHH!” mientras el enorme falo entraba en su pequeño ano y él sonrió triunfante; la empaló hasta el fondo y se detuvo un instante; entonces le dijo: “¡AAAAAHHHHHH, así putita, desde cuando quería clavártela en el culo y que me suplicaras como lo haces, no sabes cuánto lo había deseado!”. Sandra seguía llorando y suplicando, creo que no escuchó al infeliz tipo, porque si no, tal vez hubiera dejado de hacerlo para no darle más placer al maldito.

Yo también gritaba por debajo de la mordaza, pero el tipejo ni caso me hacía; empezó a bombear con fuerza, entrando y saliendo del culo de mi hermana sin piedad, masacrándolo y haciéndola sufrir como lo hizo conmigo. Los gritos de ella retumbaban en mi cabeza y lloré de nuevo al recordar que todo lo que pasaba era mi culpa debido a mi estupidez al confiar en el desgraciado violador.

Mientras violaba a Sandra, volteó a verme, me sonrió y me guiñó un ojo, lo cual me hizo sentir peor; me parecía que se burlaba de mí descaradamente.

Mi pobre hermana seguía gritando: “¡YAAAAAA, YA BASTA POR FAVOR, ME ESTÁ DOLIENDO MUCHO, POR FAVOR, YA DETÉNGASE, AAAAAAYYYYY, POR FAVOOOOR, ME DUELEEEEE, YA NO POR FAVOR, YA NOOOOOO!”. Eso a él le encantaba, lo veía como seguía excitado cogiéndola con fuerza, entrando y saliendo de su masacrado culo que tenía abierto con ambas manos; el veía como su pene entraba en el ano de mi hermana y sonreía complacido.

Me pareció mucho el tiempo que el desgraciado se lo hizo de esa manera, ella no paró de gritar, llorar y retorcerse todo el tiempo, yo no paré de tratar de soltarme y gritar también todo ese tiempo y él no paró de reírse de ella y de meter y sacar su despreciable pene en el culo masacrado de mi hermana.

Llegó por fin el momento en que el terminó; lo vi cómo se estremeció y dejó su miembro dentro de Sandra para venirse adentro; ella se retorcía y ya solo decía: “¡no, no, no, ya no!”.

Él sacó su pene flácido y chorreante del culo de mi hermana; se bajó de la cama dejando un hilillo de semen en el camino y se acercó a mí; me tomó del cabello y me hizo agacharme; se limpió el pene con mi cabello y luego me lo pasó por toda la cara; dejándolo unos segundos en mi nariz y me dijo: “huele el culo de tu puta hermana cabrona”. Estuve a punto de vomitar, el olor era asqueroso; no podría definirlo.

El maldito tipo sin soltarme del pelo puso su cara frente a la mía y me dijo: “¿Ves por qué no debes abrirle a desconocidos putita?, Lo bueno es que ahora ya nos conocemos, ya puedes abrirme la puerta con confianza y les haré más cosas ricas a ti y a la puta de tu hermana; al fin ya conozco sus horarios y costumbres”.

Mientras hablaba, empezó a recoger sus cosas y a meterlas en su portafolio; luego se vistió y continuó hablando: “aunque… tal vez sea mejor que no nos volvamos a ver y que nadie sepa lo que ocurrió aquí y aunque la verdad es que me gustó mucho coger con ustedes y las dos están bien ricas, tendré que evitar que le digan a alguien lo que pasó”. Él tomó la pistola y se aproximó a Sandra, que desesperada empezó a suplicar: “¡No, no, por favor, no nos mate, no diremos nada; de verdad, se lo juro, nadie sabrá nada, por favor, váyase y déjennos, pero no nos mate por favor!”.

El tipo parecía no escuchar; tomó mi tanga del piso, luego tomó a Sandra del cabello y la jaló hacia atrás, obligándola a arquear la espalda; como ella tenía la boca abierta, él metió mi tanga en ella y luego le colocó cinta encima y le dio varias vueltas alrededor de la cabeza de ella. Pensé que en ese momento había llegado nuestro fin.

Él colocó el cañón de la pistola en el culo de Sandra y me dijo: “¿Dónde será mejor el disparo, aquí?”, yo moví la cabeza negativamente con fuerza, entonces el colocó la pistola en su vagina y me dijo: “entonces aquí”; nuevamente moví la cabeza mientras mi hermana se agitaba y gritaba desesperada por debajo de la mordaza: “¡MMMMMNNNNGGGG, FFFFF, FFFF, MMMMMFFFGGG!”.

Él continúo con su juego cruel, colocó la pistola en la nuca de Sandra y me dijo: “¿Aquí?”; otra vez dije que no. Entonces él dijo: “¡cómo no te decides lo haré yo, no puedo seguir esperando!, se hace tarde y llegarán tus padres; tu Papá viene de su oficina, pero hoy es el día que le toca coger con su secretaria y tu Mamá viene de un motel barato en el que estuvo toda la tarde con su novio del trabajo”. Me enojé mucho y le reclamé por debajo de la mordaza: “¡MMMMNNN, NNNNFFFF!”. El me miró sonriente y dijo: “Si no me creen, pregúntenles cuando lleguen y verán que no miento”.

Y luego continuó: “Pero bueno, ya no puedo seguir aquí con ustedes, porque tendría que cogerme también a su Mamá y aunque se ve que también está muy rica, la verdad no me gustan tan viejas, me gustan más las jovencitas estúpidas como ustedes; así que adiós”. Cerré los ojos esperando que apretara el gatillo, pero solo escuché un golpe seco; esperé un segundo y abrí los ojos; vi a Sandra tendida en la cama, aun atada; con los ojos cerrados e inmóvil y pensé que el infeliz ya la había matado; al voltear lo vi a él parado a mi derecha y de inmediato sentí un fuerte golpe en la nuca; todo se oscureció y no supe más.

Desperté con un intenso dolor de cabeza y con el cuerpo muy adolorido; abrí los ojos y todo estaba oscuro; moví manos y piernas y noté que ya no estaba atada, pero sí desnuda; yo estaba acostada en una cama, no sabía en cual; al tantear toqué mi mesita de noche, y ahí estaba mi reloj; encendí la luz del mismo y vi que eran las 3: 07 a.m.; estaba aturdida, pero pensé en mi hermana; asustada me levanté de un salto y prendí la luz de la recámara. Sandra estaba sobre su cama, desnuda y boca abajo; ya no estaba atada, pero no parecía respirar, me acerqué y la sacudí y dije su nombre: “¡Sandra, Sandra, Sandra!” esperando lo peor.

Respiré aliviada cuando mi hermana se movió en su cama y abrió un poco los ojos; se sentó espantada en la cama de un salto y volteó hacia todos lados diciendo: “¿Qué pasó?, ¿Ya se fue?, ¿Dónde estamos?”. Yo la calmé: “¡Sssshhhh, shhhh, tranquila, tranquila, ya pasó todo, solo estamos tu y yo en nuestro cuarto, ¿ves?, ya pasó todo!”.

Sandra se calmó y entonces no quedamos viendo; entendimos que la pesadilla había terminado; que el tipo desgraciado se fue sin matarnos y que solo nos dejó desmayadas. Nos abrazamos y lloramos; nos juramos que nadie sabría lo sucedido y que jamás volveríamos a tocar el tema. Yo por mi parte juré no volver a ser tan estúpida y no creer en nadie.

Ambas nos pusimos la ropa que usamos para dormir y fuimos a la recámara de nuestros papás; ambos dormían a pierna suelta y papá roncaba como tronco; Sandra insistía en bañarse, pues nos sentíamos sucias las dos, pero la convencí de esperar al día siguiente temprano, pues si nos escuchaban a esa hora despertaríamos sospechas y tendríamos que dar explicaciones. Mejor nos fuimos a la cocina, porque ambas moríamos de hambre y sed; nos preparamos algo de comer y bebimos mucha agua. Desde ese momento ya no hablamos para nada, yo volteaba a ver a mi hermana a veces porque me sentía culpable de lo ocurrido, pero ella no me veía, estaba sumida en sus pensamientos, como ausente. Aún hoy siento esa tremenda culpa; pero ella cumplió lo prometido, no volvió a tocar el tema jamás.

Terminamos de comer y beber y nos fuimos a dormir adoloridas, humilladas y tristes, pero seguras de que de ahí en adelante tendríamos más cuidado y nos ayudaríamos la una a la otra para siempre.

La recuperación fue dura y dolorosa; al principio teníamos miedo de todo y de todos. Pasó mucho tiempo para que Sandra volviera a ser la chica alegre y coqueta que siempre fue y para que yo tuviera sexo; pero estando siempre unidas y con ayuda de una psicóloga hemos salido adelante las dos. Ella no volvió a tener sus “fiestas” en la casa. Mis Papás nunca se enteraron de lo que pasó y por supuesto que nunca les preguntamos si era cierto lo que el tipejo nos dijo de ellos, pero nos dejó la duda clavada para siempre.