Mi hermana
Morbo, mucho morbo...
MI HERMANA
Mi hermana y yo somos dos personas adultas, muy adultas ya, próximos los dos a los 50 años. Nuestra relación nunca se ha distinguido por su cordialidad, supongo que motivado por el carácter fuerte de los dos, y lo poco dados a aguantar tonterías de nada ni de nadie, no sé si en el fondo o en la forma quizá seamos más parecidos de lo que suponemos.
Desde que tengo uso de razón y de esto se supone que hace ya más de 30 años, he visto a mi hermana como ese oscuro objeto de deseo. No creo que nunca nadie, ni ella misma por supuesto se hayan percatado lo más mínimo de ello. Jamás me he atrevido ni tan siquiera a insinuarme a ella, aunque siempre he pensado que mi hermana se ha dado cuenta mil veces con la cara de borrego degollao con la que he mirado toda la vida su escote y sus piernas.
Ella como ya he mencionado anteriormente está próxima a los 50, un par de años mayor que yo. Es morena con el pelo largo que recoge muchas veces en una coleta, cuanto me hubiera gustado en mil ocasiones haber podido jugar con esa coleta, pasarla entre los dedos, enrollarla en mi mano... y sobre todo es bajita y está delgada, ¡¡como me han gustado siempre las mujeres bajitas!!, quizá porque yo lo sea también.
He de reconocer que la vida no la ha tratado mal físicamente, a pesar de haber tenido dos hijos ya mayores por cierto, o al menos así la he visto yo siempre. Como iba diciendo, mi hermana es bajita, sobre todo sin tacones, me encanta cuando una mujer subida a esos andamios se baja de ellos y apoya sus pies en el suelo cubiertos por unas medias negras, vuelvo por donde iba que tengo cierta tendencia a la divagaciones; ella es de generoso escote, por dos motivos, el primero por poner un orden porque cualquiera de esos dos motivos me excita por igual, viene dado por el tamaño, tienen un volumen más que aceptable, en un par de veces he tenido la suerte de poder verla hacer top lees en la playa, hace ya algunos años, pero no sabe nadie como guardo en la retina la primera vez que pude verle los pechos, como me hubiera gustado sopesarlos con mis manos, acariciarlos, besarlos..., pero tuve que contenerme y no solo eso, si no que no se me notara. De tal modo que siempre he tenido que conformarme con el segundo motivo y es su propensión a los escotes, más generosos aún que el tamaño de sus pechos, mi hermana posee sin lugar a dudas el canalillo más profundo y sugerente de cuantos he podido observar y conste que ya tengo una edad como para haber vistos unos cuantos.
No es ancha de caderas, tampoco estrechas ni muchísimo menos, tiene el culito comedido que da paso a un par de piernas más que aceptables, de rodillas hacia arriba podría afirmar que son de escándalo, unos muslos proporcionados, siempre enfundados en medias oscuras, supongo que pantys en la mayoría de ocasiones, nadie sabe las veces que las he imaginado con unos ligueros. Piernas que tampoco esconde mucho, sabedora de su poder de seducción lleva muchas veces minifaldas a veces de infarto, al menos así lo siento cuando acelera mi corazón viendola con ellas.
Tiene los suficientes años como para conocerse así misma, y eso lo demuestra sobre todo cuando se arregla, sabe sacar partido a sus virtudes y disimular sus defectos con maestría, de tal forma que se pinta maravillosamente bien, otra de las escenas en la que se ha recreado mi imaginación, verla arreglarse, pintarse los labios, los ojos, todos esos movimientos tan femeninos, personales e íntimos que hace cualquier mujer, con la diferencia de que mi hermana no es cualquier mujer..., es ese oscuro objeto de mi deseo.
He pensado en mil ocasiones, como hacer para abordarla con algo de seguridad para tantear si pudiera tener acaso alguna oportunidad de acercarme a ella con más “intención” sin que me llamase loco o me diera un bofetón o vete tu a saber con que reacción neurótica podría sorprenderme, quizá no sin falta de razón. Pero somos hermanos y una metedura de pata de este calibre es para toda la vida. Reconozco que siempre me ha faltado valor para ello.
Hasta que se me ocurrió lo que en principio me pareció una idea brillante que me dejara alguna salida en caso de error, que para que nos vamos a andar con tonterías era más que probable.
La idea consistía en mandarle este relato por e-mail con el propósito nada claro de una posible publicación en una “Web” especialista en relatos eróticos. Si a ella se le ocurría tacharme de loco y de hermano incestuoso, siempre podría escurrir el bulto diciendo que tan solo es un relato erótico, y en el mejor de los casos se daría cuenta de lo que siento hacia ella tantos años. Queda claro a estás alturas del curso, que me va el morbo más que a un tonto un lápiz y tan solo pensar que se pudiera excitar leyendo el relato me hacia excitar a mi.
Así lo pensé, así lo escribí y así lo hice; le mandé este relato por e-mail. Y ahora pasaré a relatar lo que ocurrió a continuación y las consecuencias que ello trajo consigo.
Con todos los nervios del mundo, después de terminar el relato le di al botón de enviar, no sin antes pensármelo 25 o 30 veces, si me salía mal la jugada, igual no podría volver a mirar a mi hermana a la cara, pero me armé de valor y lancé el correo.
La espera fue larga, más de un par de horas, hasta que recibí un correo de respuesta suyo con esta escueta frase “Vale, ni se te ocurra publicarlo”.
Yo me quedé algo confundido, no sabía exactamente cual seria su respuesta ni mucho menos, quizá me esperaba algo como “tu estás loco” ó “se lo voy a contar a mi pareja y te va a partir la cara” ó quizá lo peor “voy a mandarle este correo a tu mujer, a ver que opina ella”, no sé, siempre me pongo en lo peor.
Podía entender perfectamente lo de “ni se te ocurra publicarlo” ya que quizá pudiera pensar que alguien podría reconocer el tema o vete tu a saber que, pero lo que me confundía era ese “vale”. ¿Qué quería decir con él? Que aceptaba, que no se había enterado de mi indirecta directísima a su yugular, tiene un cuello precioso ¿no lo he dicho antes?
“Vale” así termina el Quijote, pues si que empezamos bien, comenzar una historia del más puro y morboso sexo, con un “se acabó”.
“Vale” que ya te pillaré a ti, hermano guarrisimo, a ver que te has creído tu piltrafilla que yo me acuesto con cualquiera, además de hermano que me daría asco, es que no vales ni un duro, antes me tapono el coño de por vida que dejo que me vuelvas a mirar a la cara sin habértela cruzado. Hay que recordar que tiene un carácter fuerte.
“Vale” me he dado cuenta de lo que sientes y no te preocupes, pero desengáñate que a lo más que vas a tener de mi, son tus sueños en tu calenturienta mente.
“Vale” me he dado cuenta de lo que sientes y te comprendo perfectamente, yo no sentía nada hacia a ti, pero después de haber leído el relato, creo que voy a cambiar de opinión y quizá probemos.
¿Qué narices quería decir ese “Vale”?
Aquel día lo pasé muy intranquilo, pensé mil veces que no debía de haberlo enviado y otras tantas reafirmándome en el paso de valor que había dado.
Al final de la tarde tenia que acudir a visitar y ayudar a nuestro padre enfermo como últimamente venia haciendo, pensando también que cabria la posibilidad de coincidir con ella ¿Qué pasaría cuando ocurriera?
Cuando llegué a casa de mi padre, mi hermana ya estaba allí, yo saludé normalmente o al menos eso me pareció a mí. Yo la observaba y ella se comportaba como si no hubiera leído nada, como si no pasara nada, su forma de hablar habitual, su coleta como siempre, joder como me gusta esa coleta, si me la quisiera vender, dormiría abrazado a ella (la coleta) como si fuera un osito de peluche. En los momentos en los que estuvimos a solas ni ella comentó nada ni yo por prudencia tampoco, pensaba que el siguiente paso lo debería de dar ella, darlo hubiera supuesto exponerme demasiado.
Dos días mas tarde volvimos a coincidir en casa de nuestro padre, y mientras tanto no habíamos tenido contacto, ni visual, ni virtual, ni nada de nada.
Como era de esperar ella volvió a comportase normalmente y yo dos cuartos de lo mismo. Mientras “danzábamos” por la casa de mi padre y le ayudábamos (estaba en cama el pobre hombre), noté un roce por parte de ella que me pareció sospechoso, mientras yo estaba inclinado sobre él, ella apoyó fuertemente su pecho contra mi hombro, por supuesto que me di cuenta, esa vez y las otras veces que lo haya podido hacer a lo largo de nuestra vida, con la diferencia de que antes no le dí más importancia que el placer morboso que me proporcionaba, pero sabiendo perfectamente que era sin intención alguna. Pero en esta ocasión, quizá si pudiera tener cierta intención. Ya estaba yo otra vez con mis dudas.
No quería darme prisa, tampoco la tenia, bueno más bien era urgencia lo que sentía por ella, pero no quería apresurarme y echarlo todo a perder. Si había algo, el tiempo iría haciendo su trabajo.
Al día siguiente volví a coincidir con ella en casa de mis padres, pero esta vez no me pude contener, y en una ocasión en la que ella estaba inclinada hacia delante atendiendo a mi padre, con la excusa de poder pasar por detrás de ella, la cogí desde atrás por las caderas con la presión adecuada como para que se diera cuenta y ella ni se inmutó, no aprecié el más mínimo atisbo de, apartarse, de molestia, nada de nada, como si la hubiera cogido solo el aire. ¿Eso era buena señal? ¿mala? Aquel día al salir juntos del ascensor de vuelta a nuestras casas con aquello de sal tu primero no tu, que tu, que yo, casi tropezamos pero pude volver a sentir su pecho otra vez sobre mi brazo y el roce de su mano en la mía, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, aquel roce de la mano me había puesto el vello de punta, lo que hasta hacia una semana no hubiera supuesto nada, un simple roce de la mano de un hermano con su hermana ¿Qué podía haber más inocente? Pero mi mente y la situación que había creado le dieron toda la importancia morbosa que podría tener. Había más morbo en el roce de esa mano, que en toda la lencería del mundo. Nos despedimos como siempre hasta el próximo día en el que coincidiéramos.
Tres días más tarde volvimos a coincidir y en todo ese tiempo no habíamos vuelto a vernos ni a hablarnos, ni tan siquiera por teléfono.
Vuelta otra vez a la actitud indiferente de comportamiento de mi hermana, tampoco sé muy bien que esperaba yo que hiciera, ¿Qué diera saltitos al verme? ¿Qué viniera corriendo a morrearme?; lo que si es cierto es que bien por que aquel día estaba de buen humor o porque la situación se lo producía, estaba más alegre y sonriente de lo normal, vaya..., como con la guardia baja.
Pensé, “xaval, ahora o nunca”, así que me fui a la habitación más alejada de la casa buscando la mayor soledad e intimidad que pudiera conseguir y la llamé. Las piernas a duras penas conseguían mantenerme de pie.
Yo la esperé mientras trasteaba en un mueble y percibí que estaba lo suficientemente cerca como para dar el paso y que no saliera corriendo, así que cuando me preguntó que quería, me giré despacio tomando todo el aire de la habitación le cogí las dos manos y mirándole a los ojos le dije despacio y con firmeza “nena, no puedo más” ¿me dejas probar?, ella se mantenía con la expresión más neutra que he visto en mi vida, solo la delataban su mirada, nerviosa, pero no dijo nada.
Y sin cerrar los ojos ninguno de los dos, acerqué mis labios a los suyos, despacio, no quería asustarla ni asustarme yo. Dejé caer un beso en sus labios, no fue un morreo, fue un beso de pareja con intención. Afortunadamente observé que ella no se hiciera ni un milímetro hacia atrás, ni que apartara la cara, lo hice lo suficientemente despacio como para haberle dado tiempo, pero ella no se movió ni ápice.
Esperaba encontrar algún tipo de sensación de rechazo por alguna de las dos partes, por las comeduras de tarro que tanto nos han influido en estos temas. ¿Asco? Para nada; sentí unos labios suaves, receptivos y calidos, pero sobre todo unos ojos abiertos que miraban los míos..., sin reproches.
Después del beso, respiramos hondo los dos, tan hondo como si hubiésemos estado un mes sin respirar, con un movimiento soltó sus manos de las mías y dijo “uy que tarde, me voy corriendo” dio la vuelta y salió de la habitación.
Yo tardé en salir de la habitación el tiempo suficiente para dejarle marchar a ella sin más compromiso que el de cerrar la puerta detrás de ella.
Dos días más tarde volvimos a coincidir, joder que bien, ya no estaba nervioso, me sentía como Dios. Aquel día cuando llegué ya estaba ella, se giró al verme entrar y actúo como de costumbre, como si no ocurriera nada. Entre en la habitación donde estaba mi padre siendo atendido por mi hermana y la deje hacer, pero le pregunté con mucha intención ¿Cómo estás? Ella me contestó con un seco “bien”, algo decepcionado me quedé, la verdad sea dicha. Se hizo el silencio, ella atendía a mi padre concentrada en lo que hacía, yo me dí media vuelta y cuando iba a salir por la puerta escuché ¿y tu? Giré la cabeza y ella me miraba con la sonrisa más maravillosa que me han regalado en mi vida, sonrisa de complicidad, de serenidad, de cariño, de ternura, de comprensión...
Aquel día cuando bajamos juntos en el ascensor, sin pensármelo dos veces, la volví a coger de las manos y le dije “quiero volver a probar otra vez” ella siguió sin contestar y continuo mirándome a los ojos, en esta ocasión le volví a dejar caer un beso en los labios, pero esta vez más fuerte, con más presión, rozando tímidamente mi lengua entre sus labios, ella había cerrado los ojos. El ascensor llegó abajo del todo y al abrir la puerta y observar que no había nadie esperándolo en un impulso, cerré la puerta de golpe y apreté el último piso, mi hermana abrió unos ojos como platos cuando la acerqué a mí con fuerza y nos hicimos el morreo más memorable de cuantos recuerdos.
Mientras ella se colgaba de mi cuello, mis manos no daban abasto, me hubiera gustado que se multiplicaran por mil, toda una vida esperando ese momento y por fin se había cumplido, tenia a mi más preciado oscuro objeto de deseo entre mis brazos, saboreando su saliva y notando sus pechos pegados al mío como ventosas. Mientras con un brazo la apretaba con fuerza a mi, con la otra mano, le palpaba el culo, se lo manoseaba, ella se dejaba hacer, no pude evitar meter la mano por un lado de nuestros cuerpos y acariciar por encima de la ropa ese pecho con el que tantas veces había soñado. Levanté su falda y pude notar mejor la tersura de su culo cubierto por unos pantys negros como siempre, bordear don mis dedos la costura de su braguita...
El ascensor llegó arriba, se paró un segundo no entro nadie, respiramos aliviados y le dimos otra vez hacia abajo, y nos volvimos a enzarzar en otro morreo impresionante. Yo estaba excitadísimo, no sé como no le taladré el vientre con mi polla de lo dura que estaba. Notaba como salían de mi nabo las gotitas preseminales, esas que le dan ese brillo tan especial a un glande inflamado de pasión. Era imposible que ella no la estuviese notando en su vientre. Apresuré un poco más las caricias, apreté con mi mano esa teta hasta hacerla mía, sobe ese culo como si fuera lo último que hiciese en esta vida. Ella más cauta y prudente que yo, se separó de mi, sin brusquedades y con esa sonrisa maravillosa con la que me había regalado antes, me dijo “quietooo, cielo”, “aquí donde estamos no se puede más”, “me sabe mal que te quedes así, pero ya tendremos nuestro tiempo”. En ese justo momento el ascensor paró en la planta baja ella abrió la puerta, miro se giró hacia mi, puso su dedo en mis labios y salió pitando, mientras se alejaba observaba como se recomponía la ropa y el pelo.
Me la hubiera follado allí mismo, o me hubiera dejado follar por ella, lo mismo me da, me hubiese gustado en ese momento quedarme a vivir dentro de ella. Ha sido con diferencia lo más impresionante que me ha ocurrido en mi vida, mi hermana por fin era mía y yo de ella, que extraño..., no sé cual de las dos sensaciones me agradaba más.
Pasaron un par de días y no volvimos a coincidir en casa de mis padres, y no sabia nada de ella, ahora mis nervios habían dejado paso a la impaciencia por ver y saber como continuaría aquello, pero lo que tenia claro es que mi hermana estaba por la labor, así que sería ella la que daría el siguiente paso.
Y así ocurrió, al tercer día de nuestro pasional encuentro en el ascensor recibí un e-mail de ella, “hermano, el fin de semana que viene, mis hijos se van con su padre, estaré en casa sola los dos días, llámame”.
Aun no había terminado de leer el correo, ya tenía el teléfono en la mano, la sensación de urgencia y de morbo a estas alturas era ya insoportable. La llamé
¿Cómo estás? le pregunté
bien, bien
tengo ganitas de ti, aventuré
y yo cielo, es jueves tenemos que aguantar un par de días más, venga que seguro que podemos.
¿Cómo podemos quedar?
vente el sábado por la tarde a tomar café a mi casa, y si no puedes, me avisas.
ok, pues quedamos así.
Colgué y mi corazón iba a mil por hora, cuando recuerdo esa sensación me produce la misma ansiedad y los mismos movimientos en el interior de mi bragueta.
Aquel sábado por la tarde, con una excusa cualquiera pude ausentarme de casa y acudir con premura a la suya ya que vive próxima a la mía.
Yo nunca había estado en su casa, no hacia demasiado que se había mudado y las circunstancias no lo habían propiciado.
Ella abrió y me invitó a entrar con esa sonrisa suya, que yo creo que sabía que me deshacía con ella. Iba arregladita, sin exageraciones, pintadita, con una falda negra por encima de las rodillas, quizá más larga de lo que es normalmente en ella, unos zapatos con apenas un poquito de tacón que cubrían sus pies envueltos en unas medias oscuras, una blusa blanca que me hizo soñar nada más verla, y por supuesto su coleta.
Me cogió de la mano y me dijo
- ven, que te voy a enseñar la casa, que todavía no la has visto
Yo estaba como un flan de deseo, estaba preciosa y era para y por mi. Joder como estaba disfrutando de esos momentos.
A la que llegamos a la segunda habitación, en un momento en el que se acercó mucho a mí, así suavemente la carita por su barbilla y le plante un beso que ella no rechazó en absoluto. Volver a sentir su lengua junto con la mía fue total.
La apoyé sin brusquedades contra la pared más próxima, y pude centrarme en besarla mejor, mucho mejor, ella respondía a mis besos con caricias en mi cuello y en mi cara, tocaba mi cara como si fuera la de un niño. Yo acerqué mi mano a su pecho, mmmm el placer que sentí en ese momento actuó en mi polla como un resorte, si ya estaba calentito, el tacto de ese pecho por encima de su blusa fue increíble, llevaba un sujetador que permitía sentir el pecho en toda su amplitud. Lo aprete con firmeza y sentí como cedía entre mis dedos, la otra mano la baje por su falda acariciando su muslo, subí su falda lo justo para poder meter mi mano entre sus piernas acaricie sus muslos por su cara interior y sorpresa, llevaba unas medias de esas que se quedan pegadas en el muslo, no eran panys...¡¡¡
Subí mi mano hacia su coñito, encontrándome con sus braguitas, lo acaricié un poco por encima de ellas, y con cuidado de no estirar ninguno de sus pelitos y romper la magia del momento, pude acariciarlo por dentro, la suavidad de esos pelitos, pude notar que se depilaba mucho las ingles dejando solo una línea de vello. Amasé ese coñito con suavidad, el monte de Venus de mi hermana era mío, estaba en una nube con una empalmada de impresión. Con mucho cuidado separe la parte inferior de sus braguitas para poder introducir mis dedos en sus labios..., lo encontré mojadito, chorreando del flujo de la excitación, al introducir mi dedo entre esos labios, a ella se le escapó un gemidito, y notaba como abría un poco más las piernas para facilitarme las caricias...
Ella volvió a pararme como hizo en el ascensor y llevándome de la mano me llevo a lo que yo supuse era su habitación. En ese momento yo solo tenia ojos para ella, lo de alrededor me importaba un pimiento.
Se puso frente a mi, y yo pensé “ahora comenzará a desnudarse, no la voy a dejar, porque quiero hacerlo yo” pero nada más lejos de lo que yo pensaba, con una decisión que me impresionó, me dio un besito suave en los labios y fue bajando muy poco a poco, hasta dejarse caer de rodillas frente a mi, acercó sus manos a mi bragueta, yo la miraba alucinado desde arriba, mi hermana arrodillada delante de mi polla, que pasada, aquello no podía estar pasándome a mi.
La acarició durante unos segundos por encima de mi abultadísima bragueta, ella miro hacia arriba y sonrió, supongo que vio mi cara de alucinado. Con parsimonia bajó la cremallera y desabrocho el botón y el cinturón, dejando la abertura para poder introducir su mano, no veas como tenia yo la polla en ese momento...., la acarició un poco por encima del boxer, como midiendo su longitud, luego en un movimiento del que ni siquiera me percaté, la saco de su opresión y con la otra mano saco los huevos de la prenda interior, la miró, la acarició y se la metió en la boca.
Al notar la calidez de su lengua y su aliento yo creí morir, era imposible que aquello creciera más, pues lo hizo..., en ese momento todo yo era una polla enorme.
Me estaba haciendo una mamada increíble, yo sé que mi hermana había tenido varias parejas, no me asombraba su habilidad, pero aquella mamada fue de las que dejan huella, sujetando los huevos con una mano y limpiando mi polla con su lengua, de arriba abajo, rodeando el capullo rojo apunto de explotar...
Si seguía por ese camino no tardaría en correrme, me conozco lo suficiente como para saberlo, debía de parar aquello, además de que me apetecía muchísimo disfrutar de ella.
Me incliné un poco hacia ella y cogiéndola de los brazos la hice subir hacia mi otra vez, la volví a besar, esta vez su boca estaba empapada de saliva y de mis gotitas, me gustó mucho la mezcla de nuestros sabores, eran excitantes.
- Déjame desnudarte. Le dije.
Ella asintió con la mirada, y se dejó hacer
Comencé a desabrocharle la blusa blanca, ella con los ojos abiertos, alternaba la mirada a los míos y a mis manos, una y otra vez. Yo me tomaba mi tiempo, sin prisas y curiosamente sin nervios, eso si, con una excitación de caballo, bestial.
La blusa dio paso a un sujetador de encaje, de esos de “balconillo” que dejan abierto el pecho abierto casi todo por la parte de arriba. Los acaricié con devoción. Como si fueran a romperse entre mis manos. Acerqué mi labios y comencé a besarlos, a mordisquearlos, saque uno de su copa y volví a ver aquel pezón que recordaba y tenia tan claro en mi mente desde aquella vez en la playa, solo que esta vez era mío..., ni tan siquiera de ella.
Lo metí en mi boca, jugué con él, mi lengua no paraba de subirlo arriba y abajo, su teta era suave, muy suave, un placer..., le saqué la blusa de dentro de la falda, y la dejé tal y como me gustaba imaginarla a mi, con la blusa abierta del todo, dejada caer por fuera de la falda y con un sujetador como el que llevaba.
Sus ojos brillaban de deseo, tenia a mi hermana fuera de si, y toda para mi, seguía soñando.
Me fui bajando poco a poco, hasta arrodillarme delante de ella, ahora me tocaba a mi. Subí su falda arrastrando mis manos por la parte exterior de sus muslos, notando la textura de sus medias...
Arremangué su falda hasta que pude ver el borde de las medias pegado a la mitad de su pierna, me recree en esa visión..., y fui subiendo más hasta arrugarla toda en la cadera..., allí tenia las piernas juntitas de mi hermana, con unas braguitas blancas a juego con el sujetador y aquellas medias oscuras..., que morbazo por Dios. Levante la mirada y me encontré con la de ella, con la misma lujuria que la mía. Bajé despacio esas braguitas, las deslicé a lo largo de sus piernas, dejando libre ese coñito que tanto anhelaba tener en propiedad.
Así de pie como estaba ella y de rodillas como estaba yo, mojé uno de mis dedos con saliva y lo deje discurrir entre sus labios que se abrieron como por encanto al paso de mi dedo..., su coño chorreaba, podría haberme ahorrado la saliva, pero no estábamos en situación de ahorrar nada, si no de entregar... nos.
La dejé caer encima de la cama y le quité la falda del todo, me gusto mucho ver sus tetas aplastadas contra ella por motivo de la gravedad y el efecto del sujetador que a duras penas podía contenerlas..., ella continuaba sin cerrar los ojos, mirando todo lo que yo le hacia.
Recostada en la cama, con las medias puestas, la blusa abierta y ese coñito mirándome, pidiéndome a gritos una comidita. Separé sus piernas, algo que ella se dejo hacer gustosa y hundí mi boca en él. En verdad que estaba para comérselo, todo mojadito, separaba los labios con mi lengua, la introducía todo lo que podía, escuchaba como se le escapaban los gemidos de placer a ella y eso aún me encendía más, mi hermana olía a sexo a raudales, supongo que yo también, que la habitación entera olería a sexo y a pasión.
Me recosté a su lado, la bese y la “rebese”, le acariciaba las tetas sin piedad, metía mis manos con decisión por dentro de las copas del sujetador, se las aplastaba, se las amasaba..., ella se incorporó y se quito la blusa y con ese gesto que hacen las mujeres tan de ellas para quitarse el sujetador desde atrás me tenia en ascuas, aproveché para quitarme zapatillas y calcetines..., pantalones..., ella me dijo:
- El boxer te lo quito yo
Me dejé hacer, levanté el culo para facilitar la salida, y ella lo bajo solo lo suficiente como para que mi polla saliese como si tuviera un muelle, se la volvió a meter en la boca, y otra vez tuve que poner yo los ojos en blanco, la calidez de su boca es indescriptible..., ella intuyó en esta ocasión que debería de parar si no quería terminarme demasiado pronto..., pero lejos de dejarme relajar, se subió a horcajadas sobre mi.
La imagen era demasiado para mi, su coleta moviéndose, sus tetas mirándome y mis manos sobándolas, adorándolas mientras ella se iba introduciéndose mi polla muy poquito a poco.
Me estaba follando a mi hermana o mi hermana se me estaba follando a mi, que más da...¡¡¡
La verdad es que sabia follar, eso estaba claro..., se dejo caer haciendo coincidir sus tetas con mi cara, que devoré, que lamí como si fueran de miel, sus pezones iban a reventar y en sus ojos solo había deseo, mirando como le comía las tetas...
La follada era despacio, con una cadencia lenta, ella la controlaba totalmente, yo me dedicaba a disfrutar de ella, de la follada también, pero sobre todo de ella, de tenerla, de sentirla mía por fin. Mojé un dedo con mi saliva otra vez, y en esta ocasión fui más atrevido y rodeando sus nalgas busque ese culito que no tardé nada en encontrar, ella respondió abriendo mucho los ojos y una sonrisa dulce de las suyas..., comencé a jugar en su entrada, moviéndolo en círculos presionando muy poquito a poco, no queriéndolo meter aún, por fin había conseguido hacerle cerrar los ojos y dejarse ir, pero no me duró mucho y en cuanto metí la primera falange de mi dedo, los abrió y con la sonrisa más morbosa que he visto en mi vida, ya no apartó la mirada de los míos.
Seguía follandome ella con su coño y yo a ella con mi dedo, las respiraciones eran cada vez más fuertes, más intensas, sus tetas se movían delante de mi cara, su coleta me tenia atento a los movimientos de su cabeza, aquello era la gloria.., note como bajaba un dedo hacia su coño y comenzaba a tocarse, se estaba haciendo una paja la muy cabrona, yo estaba que no podía más y ella lo sabia, me tenia controladísimo, seguía mirándome, atenta a mi s reacciones y yo a las de ella, intuía la próxima corrida de los dos, ella aceleró el movimiento de su mano y los gemidos los aumentó considerablemente, yo en vista de su inminente corrida introduje todo mi dedo dentro de su culito...
Y eso fue el remate final, ella lanzó un gritito comprimido
- cabrón...¡¡¡ cabrón...¡¡¡ que así me corres cabrooonnnn...¡¡¡
Y escuchar su voz mientras se corría fue mi remate final y sin poderme contener, inundé su coño de lechita caliente, mucha lechita caliente, ella continuaba con su corrida, larguísima..., y yo con la mía, no recuerdo jamás haberme corrido igual, le metí la lechita de varias corridas, seguro.
Ella apretaba hasta el fondo mi polla dentro de su coño, como queriendo exprimirla, sacarle hasta la última gota, los espasmos de su vagina me tenían retenido.
Se dejó caer sobre mí, aplastando sus tetas contra mi pecho. Al poco, sin haber salido de ella, levantó la cabeza y me dio un besito suave en los labios, me miro a los ojos, me volvió a sonreír con aquella sonrisa que tanto me gustaba y mientras mis dedos jugaban con su coleta, enrollándose y desenrollándose..., ella se quedó dormida a mí lado.
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