Mi hermana Eva

¿Has sido alguna vez prisionera de tu propia hermana? (Lesbico-Amor filial-No consentido-Fetichismo-Sadomaso-Orgias-Primera vez-Confesiones).

Mi hermana siempre había sido agresiva y algo dominante, pero yo no me esperaba algo así de ella. Ahora pago las consecuencias de no haberme dado cuenta de lo que iba a pasar antes.

-¡Deja de divagar, zorra! –mi hermana me pegó un violento bofetón en la mejilla, mientras yo decía esto a la cámara.

Yo estaba desnuda, atada de pies y manos a una silla de hierro. Dos cuerdas mantenían mis brazos atados por detrás, otra pegaba mis dos piernas a la silla –dejándolas abiertas- y hacía que mi coño quedase en contacto con el frío metal de la silla. Por la zona púbica me asomaban los primeros pelillos tímidos, tras la depilación que mi hermana me había propinado tiempo atrás. Tenía la piel erizada y de gallina, por el frío y el miedo. Mi hermana había atado una última cuerda alrededor de mi cuello, que sujetaba por el extremo. Cada vez que no le gustaba algo de lo que decía, me pegaba un tirón o una bofetada.

-Limítate a contar lo que pasó... –añadió con dulzura, mientras me apartaba el pelo de la cara y me obligaba a mirar a la cámara. Un potente foco me iluminaba.

Mi hermana y yo... éramos buenas amigas de niñas. Ella se llama Eva, y yo Patricia. Cuando yo... –mi voz sonaba débil, y yo trataba de no llorar, aunque mis ojos ya estaban vidriosos- ... me duchaba por las noches, ella entraba y me chupaba los pies en la ducha. A mí me gustaba. Debíamos tener... 9 o 10 años. Ella sólo es un año mayor que yo. Siempre, una de las dos entraba en el baño y se duchaba con la otra. Nos enjabonábamos, nos abrazábamos... era como un juego. Nos gustaba abrirnos los... –dos lágrimas surcaron mi rostro, y mi voz se quebró.- ... coños, y ver que los teníamos iguales. Una vez ella me metió un dedo, y desde entonces siempre lo hacíamos. Yo solía tumbarme en la ducha y levantaba la pierna un poco... ella me chupaba el pie y me metía un dedo. A mí... –me sorbí los mocos, que me iban a caer por el llanto- ... a mí me gustaba. Ella me decía lo que tenía que hacer, y yo lo hacía. A menudo nos quedábamos desnudas en el suelo, mojadas... abrazadas sin hacer nada. Era una sensación nueva para mí.

-¡Menuda puta estás hecha! –me gritó Eva- ¡Claro que te gustaba, me querías! –me tiró de la cuerda hacia atrás y desde allí me lamió los labios, que yo apretaba mientras otras dos lágrimas brotaban de mis ojos- ¿Ahora te haces la estrecha, eh? –me pegó otra bofetada- No siempre ha sido así. ¡Sigue!

Luego, todo cambió. A ella la enviaron a un colegio interna en otra ciudad, y pasé mucho tiempo sin verla. Mis padres la enviaron allí por sus malas notas. Pasó el tiempo, y yo sólo la veía una vez al mes, y a veces ni eso. A veces mis padres me prohibían ir a verla con ellos porque decían que era muy duro. Nuestros juegos infantiles, por lo tanto, quedaron olvidados en los años. Pasó el tiempo y yo olvidé mis jugueteos sexuales con ella hasta que... regresó, cuando yo tenía quince años. Ella tenía dieciséis. Se matriculó en el mismo instituto que yo, pero ya no vivía en casa. Mis padres no sabían dónde estaba, pues se había fugado del centro. Según me dijo, vivía en una casa pequeña con otra chica y un chico. Según me dijo, eran muy "amigos". Luego entendí lo que quiso decir –hice una pausa para respirar, y tomar fuerzas.-. Una noche me invitó a una fiesta en su piso. Me dijo que debíamos retomar nuestra relación como hermanas, y que no podíamos seguir así. En ningún momento pensé en nada sexual... ni intuí nada raro. Así que acepté. La fiesta era un sábado, y comenzaba a las ocho de la noche. Mi hermana me abrió la puerta con unos tacones altísimos, y en ropa interior muy llamativa. Yo me quedé muy impresionada, pero no tuve tiempo a reaccionar. Ella me cogió del pelo y me empujó hacia adentro: después, cerró la puerta. Yo llevaba un vestido negro hasta antes de las rodillas, muy mono, y un colgante de plata en el cuello, además de todo el maquillaje.

-Estabas preciosa... –se relamió mi hermana, acariciándome el cuello. Yo gemí un poco, sin querer recordar lo que sucedió aquella noche. Allí empezó todo.

Al entrar... mi hermana me dijo que íbamos a recordar viejos tiempos. Había una cama con cirios alrededor, y grilletes enormes. Además, estaban una chica jovencita, de la edad de mi hermana, que se estaba tocando los senos... –mi hermana me estiró de la cuerdo violentamente- ... las tetas, perdón, y un chico que se la estaba masajeándo... me estaban esperando.

-¿Qué se estaba masajeando el qué? –preguntó mi hermana.

-La polla –susurré yo.

-¿El qué?

-La polla...

-¡Gritalo! –me gritó mi hermana mientras me daba otra bofetada. Cada vez que me pegaba mi coño se pegaba al hierro y tenía más frío. Sentía ganas de orinar.

-¡La polla! –grité rompiendo a llorar. No podía recordar esa polla. Cuando pude seguir, lo hice.

Mi hermana me sostuvo de los brazos y entre los tres me tumbaron sobre la cama. Me pusieron los grilletes en pies y manos, y me descalzaron: yo no llevaba medias, era verano. Recuerdo que no podía dejar de llorar. No entendía por qué me estaba haciendo aquello mi hermana... me querían... –más lágrimas surcaron mi rostro, desconsolada- ... me iban a violar. Eva sólo hacía que repetirme que lo iba a disfrutar y que se lo debía... pero yo no quería hacerlo. El chico se puso encima de mí y me dijo: "Te vas a enterar, zorrona. Te voy a follar como nadie te lo ha hecho antes." Yo era virgen, tenía quince años. Mi hermana se había quitado ya la ropa, y los tacones...

-¡Sigue, hija de puta! –me gritó ella, cogiéndome del pelo- ¿Por qué paras? –yo no paraba de llorar... aquello era demasiado.

Entonces... –seguí contándolo entre lágrimas y gimoteos- él me penetró sin compasión, y sentí un dolor inmenso... jamás nadie me había hecho tanto daño... estaban usando mi cuerpo, me estaban usando, para su placer y .. yo ... a mí me dolía! El ... el chico no paraba bombearme, y me escupía a la cara. Mi hermana me había arrancado las bragas, y ahora estaba arrodillada chupandome los pies, mientras que la otra chica no paraba de besarme. Tenía su lengua casi en la garganta, y ya no sentía nada más. Sólo dolor y lengua. Lengua, lengua, lengua... El colgante de plata botaba en mi cuello con las embestidas de mi violador, que cada vez era más potente y agresivo. La chica dejó de besarme y empezó a desnudarme. Con unas tijeras cortó el vestido por mi escote, y luego el sujetador. Empezó a juguetear con mis pechos, masajeándolos, moldeándolos, amasándolos... los chupaba y los mordía todo el tiempo. Eva dejó de chuparme los pies, y empezó a pasárselos por las tetas. Cogió mis deditos y se los pellizcó con sus manos usando mis pies. El chico cada vez me follaba más fuerte. Yo ya no sabía que hacer: al principio lloraba y me revolvía tratando de liberarme de los grilletes, pero luego, cuando comprendí que no había escapatoria posible, me rendí a la violación. Sólo esperaba que él se corriese pronto, y todo terminase de una vez. Pero estaba muy equivocada. Mi hermana lo había planeado todo para que yo sufriese al máximo.(O no)

-Yo sólo quería que disfrutases, cariño. –dijo mi hermana con cierta ironía. Sin hacerle mucho caso, seguí. Quería terminar deprisa.

La chica, de repente se puso encima de mi cara, y me dijo que le comiese el coño. Yo me negué. No era lesbiana, y no quería lamerle aquello... ella estaba excitada, y tenía el coño húmedo y chorreante de fluidos. Ella insistió un poco, y luego volvió a bajar de la cama. Pensé que se había rendido, pero de nuevo estaba equivocada. Mientras el chico seguía follándome sin parar y sin correrse por delante a un ritmo aceleradísimo, ella cogió uno de los cirios y empezó a derramar cera sobre mis pezones. ¡Me los estaba quemando! Yo me retorcí de dolor, arqueando mi espalda. Esto favoreció la penetración, y sentí el enorme pollón más dentro que nunca. La chica empezó a reirse, y siguió derramando la cera en mis pezones. Cada vez que quemaba más, así que terminé gritando: "¡Basta, basta!" Ella dejó el cirio, y volvió a subirse a la cama, poniendo su coño en mi cara. "Chupamelo", me dijo. Esta vez yo no me negué. Saqué tímidamente la lengua y le di dos pobres lengüetazos. Ella empezó a pellizcarse los pezones, entre los primeros gemidos de placer. Tenía todo el coño perfectamente depilado, sin un solo vello, cosa que agradecí. Poco a poco, y olvidándome del dolor que ya apenas me producía la penetración, empecé a lamerle con más ímpetu el coño. Ella se lo abrió con las manos, abriéndose al placer, y yo encontré pronto su clítoris, que lamí, mordí y estiré con mis labios. La chica se corrió dos o tres veces, y yo bebí de sus fluidos enteramente. Aquello me empezó a gustar. Por fin, medio de aquella violación en la que la única que sufría era yo, estaba empezando a disfrutar. Aquella chica me necesitaba para correrse, le gustaba mi lengua. Ella se inclinó sobre mí, y empezó a besarme de nuevo, mientras me tocaba las tetas. Yo no rehuí el beso, sino que empecé a juguetear con su lengua. Mientras, mi hermana estaba echándome cera por encima de los pies, suavemente: yo sentía el calor de la cera y empezó a gustarme eso también. Enredé mi lengua con la otra, y sentí deseos de liberar mis manos para cogerle las tetas. Mi hermana pareció leerme el pensamiento. Tras darle algunos lametones más a mi pies, se levantó y me soltó las manos. El chico, que estaba concentrado en su tarea, que por cierto ya no me causaba dolor, sino un enorme placer, la miró extrañado. Pero luego, cuando Eva me soltó y vio cómo agarré yo sus tetas empecé a morder y sorber frenéticamente el coño de la chica, aceleró aún más el ritmo. A mí me encantaba el calor de su polla entre mis muslos, vigorosa, grande y potente. Mi hermana hizo un alto y me propinó un largo beso con sabor a cera, de la que yo llevaba en los pies. "Te quiero putita mía", me susurró. Luego yo seguí follándome a la chica, mientras él no paraba de darme por delante. Todos estallamos a la vez. Sentí la leche de él desparramándose por dentro de mí, explorando mis entrañas, mientras ella se corría en mi boca dándome de beber todo lo que tenía dentro. Yo también me corrí, y mis flujos se mezclaron con el semen del chico. Me encantó. Fue un orgamos explosivo.

-Mmm... Qué maravillosos son los viejos tiempos... –dijo mi hermana, que se estaba metiendo un dedo en el coño. Se había bajado los shorts, y se metía el índice mientras con la otra mano seguía tirándome del cuello con la cuerda- Lástima que luego todo cambiara. ¡Sigue, perra!

Pero eso no fue todo. Después de aquel tremendo polvo Eva me soltó los grilletes de los pies, y la chica se quedó acariciándome. Me dijo que se llamaba Linda. Me fijé mucho mejor en ella: era alta, de pelo moreno y la piel muy blanca, aunque los labios muy rojos. Era preciosa. Mi hermana se colocó uno de esos cinturones con un consolador enorme, y se colocó detrás de mí: "Ahora sí que vas a gozar, zorra" Linda empezó a lubricarme el culo con su saliva. Me lo lamía con fuerza, pero también con cariño: describía circulos alrededor de mi anito, mientras empezaba a meter sus finos y largos deditos por él. Me metió primero uno, luego dos, y hasta tres. Al principio me dolió un poco, pero Linda era muy cuidadosa, y sus dedos muy finos. Cuando mi culo estuvo lo suficientemente dilatado, Eva se puso detrás de mí y comenzó a penetrarme con el enorme trozo de goma. Estaba durísimo y no debía medir menos de 25 centímetros. Linda se puso a mi lado, y subió mi vestido hasta la cadera. El vestido que antes era liso y fino, además de caro, estaba ahora desgarrado y manchado de cera y semen, arrugado entre las tetas y el coño. El chico apareció de repente, con la pija limpia y otra vez empalmada, se puso delante de mí, de rodillas. "Eso es Mario, dale por ahí", le dijo mi hermana. ¡Menudo susto me llevé! Tenía la polla delante de mis labios, aún algo babeante, pero erecta. "Vamos Patri, hazle una mamada...", me dijo Linda sugerentemente. Yo, que ya estaba lanzada y excitada como una coneja, cogí la polla con mi mano derecha y comencé a lamer el glande con la lengua y a besarla con los labios en la punta. Linda me fue diciendo cómo lo tenía que hacer, mientras Eva ya me estaba bombeando por detrás con el enorme consolador ya entero dentro del culo. A mí me quemaba bastante la piel del ano, pero me gustaba también la suavidad y el contacto con la saliva de la polla, lo cual contrastaba mucho. Me encantaba. Se la chupé como una experta con movimientos de cabeza, moviendo la lengua por la piel del pene. La sentía dura, palpitante y caliente. Linda se colocó detrás de Mario, y le metió un dedo chupado por el culo. Empezó a mover la mano con fuerza por el prieto culo del chico, que entre linda y yo ya estaba a punto de estallar. Eva, por su parte estaba prácticamente tirada encima de mí, enculándome. Yo sentía sus pezones durísimos en mi espalda, mientras movía la cadera para que la goma del consolador me entrase más a dentro aún. En ese ejercicio, entre la mamada y la penetración, me corrí unas cinco veces. Antes, en la cama, me había corrido por lo menos otras tres. Fue bestial. Mario se corrió en mi boca agarrándome la cabeza por la nuca y embistiéndome con la polla. En principio no supe cómo reaccionar, pero cuando sentí el semen en mi garganta me lo tragué sin pensar. ¡Estaba bueno, incluso! Me lo tragué rápidamente y no dejé que se me escapase apenas nada.... Cuando tuve la boca libre, y un hilo de semen pendía de mis labios, Mario me dijo extasiado: "eres una mamadora nata". Mientras, yo me corría por enésima vez gracias a mi hermana, que también gritaba aumentando sus embestidas. "¡Sí! ¡Sí! ¡Me quema el coño, sí! ¡Zorra!", gritó mientras se corría.

-Sí... fue un polvo esplendoroso. –me dijo mi hermana- Lo cuentas muy bien –rió.

Yo veía reflejado en el cercano objetivo de la cámara mi pelo rubio, mis ojos azules y mi piel morena. Siempre me había considerado muy guapa: tenía la piel tostada, el pelo rubio, los ojos azules y era alta. Mi cuerpo estaba muy bien formado: mis pechos eran más bien moderados, aunque eso sí, muy bien puestos y colocaditos. Mi hermana, era bastante parecida a mí, aunque pelirroja, y algo más baja. Además, tenía más tetas y era mucho más rebelde. Lo cierto es que ambas éramos bastante hermosas, aunque yo era más "pija" que ella, que era más vulgar y más explosiva.

Después, Eva le pidió a Mario que le consolase el coño. Él, que ya tenía la polla rendida, le hizo una espectacular mamada tumbándola en un sofá. Linda y yo descansamos en la cama, besándonos, acariciándonos y dándonos cariño. A mí ella me gustaba, y no se había corrido tantas veces como yo. Así que mientras Mario se follaba a mi hermana, yo le metía los dedos y succionaba el clítoris a Linda como nunca pensaba que iba a llegar a hacer. Le di placer. Cuando toda esta locura terminó, yo salí por la puerta y dejé a Linda, Eva y Mario dormidos desnudos en la cama y en el sofá. Al salir me miré en el espejo de la entrada. Tenía el cabello despeinado y con algunos mechones resecos por el semen, el rimel corrido en lágrimas negras hasta la barbilla, el carmín borroso por toda la boca como una furcia, las tetas llenas de cera y tremendamente rojas, el vestido roto, también con cera y con semen de Mario; no llevaba ropa interior ni zapatos, y me escocía el culo. Ni siquiera llevaba mi colgante, que se me debía de haber caído durante el folleteo. Parecía una puta a la que acababan de violar, pero no era así. Había sido el polvazo de mi vida. Miré el reloj antes de irme: eran las cinco de la mañana. ¡Habíamos follado durante nueve horas! Para ser mi primera vez, no estaba nada mal. Salí de allí y fui hasta mi casa corriendo, para que nadie me viera desnuda, descalza, y recién follada.

CONTINUARÁ

Si les gusta escribiré las siguientes partes, pues aún falta por explicar porque me ató mi hermana, y todas las demás cosas que me sucedieron durante años con ella. Comentarios, críticas, gustos, opiniones, etc, y todo lo que quieran a esta dirección: convz_99@hotmail.com