Mi hermana es mi dueña
Historia sobre cómo mi hermana se apodera de mi dignidad, de mi vida.
Ella tenía 18 años de edad, era mi media hermana y era muy, pero muy linda. Siempre le decía que la quería mucho por ser mi única hermana y por ser tan bonita.
Un día, estando aquí el la casa, pasé por su recámara y estaba ella sentada en su cama pintándose las uñas de los pies. Se veía realmente hermosa, era blanca, cabello castaño y ojos azules. Mi padre y mi madrastra no se encontraban en casa.
Entré a la habitación, ella levantó un momento la mirada, me vio y volvió a mirar hacia abajo sin determinarme para seguir con su tarea. El pie al que estaba pintándole las uñas no lo tenía apoyado completamente sobre el colchón, únicamente el talón para poder tener el pie levantado y pintarse las uñas mejor. Esto parecía complicarle un poco las cosas ya que parecía cansarse de tener el resto del pie levantado, pero esto no hacía mella, ella seguía viéndose igual de hermosa, tenía puesto una pequeña camisetita y un pantalón corto que no le llegaba ni a la mitad del muslo.
Entonces le dije:
Alicia, te quiero mucho hermanita, eres lindísima.
Ella levantó la mirada y me dijo:
¿En serio?
Claro (le contesté), no lo dudes.
A lo que ella me respondió: "Creo que debería empezar a sacar provecho de eso", al tiempo que volvía a levantar la mirada pero esta vez con una sonrisa en los labios y un toque de malicia en los ojos.
¿A qué te refieres? (le pregunté)
Bueno, que si tanto me quieres y si piensas que soy tan bonita, harías cualquier cosa que yo te pidiera.
Claro que haría cualquier cosa que me pidieras, hermanita linda.
Bueno, demuéstramelo (me dijo), empieza ahora mismo.
Yo no tenía ni idea de a qué se refería pero sí estaba dispuesto a complacerla. Así que le dije: "Bueno, en qué quieres que te sirva?" Entonces ella me miró como haciendo algún cálculo, se levantó de la cama y con cuidado apoyó en el piso el pie que estaba empezando a pintarse, el otro no lo había pintado así que ese sí lo apoyó entero. Me dijo entonces: "Acuéstate en la cama". Pues yo procedí a hacerlo pero me dijo: "No, no pongas la cabeza para el lado del respaldar, acuéstate para el otro lado". Yo no entendía pero igual le hice caso, así que procedí a acostarme al revés, con mis cabeza en el extremo contrario de la cama.
"Bien" (dijo ella). Posteriormente se paró en la cama mientras decía: "a veeerrr...." Pasó uno de sus pies al otro lado de mi abdomen y lo apoyó sobre el colchón. Estaba de espaldas al respaldar, o sea de cara hacia mí, pero no me miraba. Entonces empezó a agacharse, parecía que se iba a sentar sobre mi abdomen. Se siguió agachando hasta que efectivamente sus nalgas tocaron mi abdomen y se sentó completamente sobre el mismo. Debo admitir que el peso me causaba algo de incomodidad y dolor en el estómago pero a ella parecía no importarle y se estuvo acomodando meneándose un poco de un lado al otro hasta quedar bien acomodada.
Pero ¿qué haces? (le dije)
Tu dijiste que harías cualquier cosa para servirme, así que ya me estas sirviendo.
Entonces ella levantó el pie cuyas uñas se estaba pintando y pude ver claramente la planta de su pie. Lo estaba por colocar justo en mi cara. Lo fue acercando y pude ver cada vez mejor todos los detalles, no pensaba que iba a estar tan cerca de la planta del pie de alguien. Podía ver las líneas, las leves callosidades que causan que se vean más rosadas la parte del talón y la almohadilla que está antes de los dedos e incluso los mismos deditos, pude ver... ya no pude ver, había colocado ya su pie en mi cara, me parecía que el talón lo había colocado en mi boca, pero luego lo corrió un poco hacia atrás ya que como sus dedos quedaban cerca de mi cabello (arriba de mi frente), eso podía arruinarle la pintura de sus uñas. Estuvo acomodándolo un poco de arriba abajo, a veces lo presionaba un poco sobre mi rostro como para plantarlo bien hasta que obtuvo la posición deseada. Luego se inclinó tranquilamente para seguir pintándose las uñas.
No hables (me dijo), porque se me mueve el pie.
Y allí estaba ella, de lo más indiferente sentada sobre mi abdomen y con su pie puesto sobre mi cara ya que le servía como perfecto apoyadero para poderse pintar bien. Como tenía el pie bien plantado sobre mi cara, me presionaba la nariz y me era un poco difícil la respiración, así que tenía que inhalar con bastante esfuerzo para poder respirar, pero al mismo tiempo inhalaba fuertemente el olor de su pie. A veces abría la boca levemente para poder respirar pero con mucho cuidado para no moverle el pie.
Yo mismo no entendía por que me prestaba para esto, incluso cuidaba de no abrir mucho la boca al respirar y prefería privarme del aire para que su pie, que lo tenía en mi cara, no se le moviera. Creo que tenía una devoción por servirle a mi pequeña hermana y no me había dado cuenta antes de esto. No lo hubiera pensado, pero incluso tenía una fuerte erección, me percaté en ese momento de la devoción que sentía por mi hermana, por adorarla y complacerla.
Luego de un rato, ella parecía cansada de estar inclinada así que me dijo: "recoge un poco las piernas para que tus muslos me sirvan como respaldar". Y así lo hice, recogí un poco las piernas y ella recostó su espalda en las mismas, pero de esta forma estaba un poco alejada para seguir pintándose, así que tomó su almohada y me dijo: "ponte la almohada debajo de la cabeza". De esta forma mi cabeza se inclinó un poco hacia delante pero parece que no era suficiente, así que al percatarme de la dificultad yo mismo le dije: "¿Quieres que incline la cabeza un poco más, así?" dije esto mientras inclinaba más la cabeza tocándome el principio del pecho con la barbilla (todo esto con su pie aún en mi cara).
Perfecto (me dijo ella), quédate así y no te muevas.
Ella prosiguió pintándose las uñas. Yo tenía una erección tremenda y el abdomen me dolía, pero no sabía ya si era por el peso de ella sentada sobre mí o por mantener tanto tiempo la erección, pero el asunto era que me dolía. Terminó entonces de pintarse las uñas de ese pie, pero como aún no se habían secado y no quería colocar el pie en el colchón, lo puso sobre mi hombro. Pensé que tal vez ella se levantaría un momento y así yo podría descansar del dolor en mi abdomen pero no fue así. Ella, sin decir nada, levantó el otro pie y me lo fue acercando nuevamente hacia mi cara. Lo posó en ella. Otra vez lo movió un poco hasta tenerlo bien acomodado y empezó a pitarse las uñas de ese pie. Sentada todo este tiempo sobre mi abdomen pero yo era incapaz de decirle nada.
Tenía su pie bien colocado en mi rostro, yo ya me había acostumbrado al olor de sus pies, incluso me gustaba porque era del pie de una niña tan linda como lo era mi hermana, y me sentía complacido en servirla.
Ella tomó entonces el control remoto y encendió el televisor, el cual estaba enfrente de su cama. Ella podía verlo bien porque estaba frente a ella pero obviamente yo no porque yo miraba hacia el lado contrario. Yo siempre trataba de tener los ojos abiertos, pero igual no veía nada. Al querer abrirlos, sentía que me molestaban las pestañas porque se encontraban con la planta de su pie. Algunas veces cuando tenía sus dedos en mis ojos, podía ver un poco entre ellos la cara de mi hermana, y me encontraba con que había dejado de pintarse un rato para quedarse viendo la televisión.
Pensaba yo entonces en la incomodidad de tener su pie sobre mi cara y de tenerla a ella sentada sobre mí y del dolor que esto me causaba para que ella, con la mayor indiferencia de mi sacrificio, se dedicara apaciblemente a mirar la televisión.
Pero a pesar de su desdén no me importaba, era mi único deseo servirle.
De esta forma, entre mirar la televisión un rato, y pintarse otro, terminó al fin de pintarse ya las uñas de los pies. Pensé entonces que ya se levantaría, pero no fue así. Ella quitó ese pie de mi cara y lo puso sobre mi otro hombro. Pero se quedó allí. Sentada sobre mí con sus pies en cada uno de mis hombros y con mis piernas como su respaldar.
Como ya el dolor se hacía demasiado intenso a causa de su peso y creo también que a causa de la erección le pregunté: "Alicia, ¿ya terminaste de pintarte las uñas?"
Sí (me dijo ella), pero estoy cómoda aquí.
Ella ni siquiera me miró. Yo hice otro intento:
Lo que pasa es que...
Oye cállate que no me dejas escuchar la televisión (me dijo), además no ves que tengo que esperar a que se me sequen las uñas".
Ya ella veía como una obligación el que yo le sirviera en sus deseos. Se había dado cuenta de mi devoción hacia ella.
Alicia seguía allí, sobre mí y yo no decía ni una sola palabra. Sin embargo, ahora me miraba eventualmente con una sonrisa maliciosa, como diciendo: Te tengo.
Ella lo sabía, lo dejaba ver en sus ojos.
El tiempo transcurría y yo seguía allí. Y ella sobre mí.
Pero luego de un largo tiempo, sucedió. Pasó una de sus piernas por sobre mí. Todavía estaba sentada sobre mi estómago pero con sus piernas y pies por el lado de la cama, lista para pararse en el piso. Y así sucedió. Sentí un alivio tremendo. Sentía como que mi estómago y todos mis órganos se acomodaban nuevamente en su sitio dentro de mi abdomen. Fue una sensación de alivio total. Pero en cuanto me dispuse a levantarme ella me ordenó: "No te muevas!" Y cuando digo que me ordenó no me refiero a que lo gritó, lo dijo tranquilamente a penas vio mi intento por levantarme. Ella ya sabía que sus palabras eran órdenes para mí, así que no tenía ni que esforzarse.
Yo obedecí instantáneamente a mi bella hermana como un perro obedece a su ama.
Ella salió de la habitación y yo me quedé allí, esperando por ella e intentando reponerme de todo el tiempo que estuvo sentada sobre mi abdomen.
Al poco tiempo volvió y colocó sobre la mesita del teléfono que está al lado de su cama una bebida y algunas galletas.
Entonces dijo: "Este pantaloncito no me deja estar tan cómoda", y procedió a quitárselo. Se lo desabrochó, y el mismo se deslizó por sus bellas piernas hasta el piso. Tenía puestas unas braguitas hermosas. Quizá lo que las hacían más hermosas era la forma que las mismas dibujaban, ya que se podía apreciar la forma de su vulva y sus hermosas, mejor dicho, hermosísimas nalgas. Entonces se trepó rápidamente sobre la cama, pasó una de sus piernas sobre mi y se dejó caer sentada con todo su peso sobre mi abdomen. "Ayyy!" exclamé, pero ella ni caso, ni me miró. El dolor fue terrible, pero ella se quedó allí.
Me dijo entonces: "baja un poco las piernas para quedar más reclinada hacia atrás...allí, quédate así mismo". Mi cabeza aún estaba reclinada hacia adelante con mi mentón tocándome el principio del cuello, lo que hizo que, estando así tan reclinada, le resultara cómodo ponerme nuevamente un pie en la cara presionándomela hacia atrás. Me gustaba el olor de su pie, ya que, aunque me sentía humillado, era mi bella hermana la que lo hacía, y el dolor y el olor de esta humillación no me importaba con tal de que ella estuviera bien. Efectivamente, sentía que en el afán de agradarla, me estaba humillando. Esto se estaba pasando a otro nivel.
Me dijo entonces: "bésamelo, pero por toda la planta". Más humillación todavía. Ella daba estas instrucciones calmadamente, con la certeza de que serían cumplidas. Y tenía toda la razón, yo era incapaz de cuestionar sus órdenes, así que empecé a besarle el pie una y otra vez.
Mis manos no las utilizaba, yo movía la cabeza de un lado a otro, hacia arriba y abajo para poder besar toda la planta de su pie. La otra pierna la tenía extendida sobre mi cuerpo y pasaba al lado de mi cabeza. Entre tanto, ella miraba apacible la televisión mientras se tomaba su bebida y comía lo que había traído para ella. Yo seguía besando el pie de quien fuera mi adoración aunque yo para ella no fuera nada, tal vez una simple cosa a la cual utilizar a su antojo.
Su peso me lastimaba el abdomen pero no me importaba el sufrimiento con tal de ver que ella estaba cómoda.
Al rato cambió de pie. Supuse que quería lo mismo así que me puse a besar su otro pie también. El talón, el arco de su pie, la almohadilla, cada uno de sus dedos, el talón, y así una y otra vez.
Al rato quitó su pie de mi cara y me dijo: "baja más las piernas". Ella entonces se reclinó más y se empezó a deslizar sobre mi abdomen y pecho. Mi cara todavía estaba reclinada hacia delante, así que pude ver como su entre pierna se iba acercando hacia mí. Ella se ayudó con las piernas para seguir echándose hacia delante. Podía ver como sus bragas, se aproximaban cada vez más hacia mi rostro. Al igual que me había pasado antes, nunca pensé que estaría tan cerca de la entrepierna de una persona. Mientras se iba acercando pude anticipar que mi nariz quedaría metida entre lo que eran sus labios vaginales y mi boca iba a venir a estar justo en el ano de mi hermana. Yo eché una última mirada hacia arriba al rostro de mi hermana y ella, con una sonrisa me dijo desde su altura y mirándome entre sus piernas: "Eres mío". Volví a mirar hacia al frente y fue rápido, prontamente su entrepierna se pegó contra mi cara tal como lo había anticipado, no veía nada, todo estaba oscuro. Ella meneó su entrepierna en mi rostro como para presionar y enterrar lo más que pudiera mi cara en sus partes. Sentí entonces que se recostó sobre mis piernas y allí se quedó. Yo sentí el olor característico de esos lugares, he igual que antes, al respirar tenía que inhalar fuertemente, lo que causaba que el olor penetrara más en mi cerebro.
Yo jadeaba por aire pero ella estaba impávida, no le importaba mi sufrimiento. Solo inhalaba lo poco que podía conseguir de entre sus piernas. Todo estaba oscuro. Entonces escuché cuando dijo: "Bésame". La misma orden de antes. Yo no dudé en hacer lo que mi hermanita quería. Empecé a besar lo que era su ano, una y otra vez. "En mi vagina también (me dijo)", así que como podía me esforzaba por subir un poco la cabeza para que mis labios alcanzaran a tocar lo que era su vulva y besársela también.
En este esfuerzo lograba ver a veces parte de su entrepierna y de lo grande que esto es cuando está tan cerca y de cómo ocupaba mi rostro entero y más. Luego bajaba la cabeza nuevamente para que mis labios quedaran en su ano y poder besárselo. Estando aquí ella se echó más hacia delante presionando fuertemente mi rostro contra sus partes. Me dijo: "Sigue besándome allí" Yo creo que ella ni escuchaba el sonido de los besos ya que se ahogaban allí mismo, pero sí podía sentir el movimiento de mis labios en su entrepierna haciendo lo posible por obedecerla.
El tiempo pasaba hasta que de pronto sonó el teléfono. Sentí entonces que ella se movió y comenzó a "despegar" todo aquello de mi cara. Se echó hacia atrás y contestó el teléfono sentada ahora sobre mi estómago.
Hola....sí, de acuerdo ya vengo, espérame (le dijo a la persona en el teléfono).
Ella se levantó, ya no puedo decir que de la cama, sino que se levantó de mí y fue a buscar unos apuntes del colegio.
Era realmente hermosa. Se dirigió hasta su mochila. Su figura era bella, y ni hablar de sus nalgas, las mismas que antes estaban en mi cara. Podía observar su piel clara, impecable, y esos profundos ojos azules.
Ella tomó los apuntes y me dijo: "levántate de la cama Raúl". Bueno, parece que ya todo había terminado, la verdad ya me sentía exhausto y adolorido, pero ahora había una sensación nueva con respecto a mi hermanita. Su suave personalidad me inspiraba ahora temor.
Me sentía poca cosa y temeroso ante ella, quizá por las humillaciones a las que me estaba sometiendo. Estaba logrando que me sintiera un ser inferior. Y así era, ¿quién tiene el derecho de ordenarle a otra persona a que su rostro le sirva de ponedero de pies y a que su abdomen le sirva de silla?, ¿quién tiene el derecho de ordenarle a otra persona a que le bese su entrepierna, sus nalgas, su ano? A mí me lo habían ordenado, y dado el afecto y la devoción que sentía por esta persona, tuve que cumplir. Y esta persona lo sabía, y se estaba aprovechando.
Allí estaba ella, que linda, pero se estaba comiendo mi dignidad.
Cuando me disponía a irme me dijo: "No te he dicho que te vayas Raúl. Siéntate en el piso con la espalda recostada a la cama". Yo traté de decir algo:
Pero... lo que pasa es que...
Ella inclinó la cabeza tiernamente de lado y me miró fija pero calmadamente con sus hermosos ojos azules sin decir palabra. Era como un poder sobrenatural que ejercía sobre mí. Yo le obedecí.
Estando ya como ella me lo había ordenado me dijo: "inclina la cabeza hacia atrás sobre el colchón". Yo como un perro obediente lo hice sin hesitar. Ella se paró en frente de mí y me miró suavemente desde su altura. Yo sentía que tenía que obedecerla, me intimidaba. Viéndola desde el punto de vista donde me encontraba, sentía más esta sensación de que yo le pertenecía. De que mi hermana era mi dueña. Sí, mi hermanita era mi dueña, ya ella misma me lo había dicho cuando antes me dijo que yo era de ella..
Allí estaba entonces de pie frente a mí. Me miró. Entonces se volteó dándome la espalda y aquí venía a humillarme de nuevo. Se iba a sentar sobre mi rostro. El corazón me empezó a latir rápidamente. Pude ver sus nalgas aproximándose hacia mi cara. Definitivamente de cerca, las cosas se ven más grandes, se ven del tamaño que realmente son. Las nalgas de mi hermana se acercaban cada vez más hacia mi cara, todo se ve con absoluto detalle: los poros, las líneas de la piel, la tela de las bragas, los pequeños filamentos del algodón de las bragas, pero de pronto, ya no se ve nada.
Las bragas de mi hermana habían alcanzado mi rostro. La presión sobre mi cara aumentaba rápidamente hasta que se detuvo. Ya se había sentado completamente. Pero ahora empezó a acomodarse meneando las nalgas un poco. Otra vez el olor. Mi nariz estaba en entre la raja de sus nalgas y sobre mi boca lo que creo era su vagina. No podía ver absolutamente nada y el peso sobre el rostro es agobiante: la presión, la falta de aire, el dolor en la nuca también era insoportable. Todo esto porque alguien decide que tu rostro debe servirle como silla. En este caso mi propia hermana, a la que tanto adoro.
Me utilizaba como un estropajo. Apoderándose de mi vida. Mi vida estaba bajo sus nalgas y ella utilizándola como si no valiera nada. Estando allí escuché que tomo el teléfono y siguió hablando con alguien aparentemente del colegio, conversando sobre tares pendientes, sobre ciencias, sobre profesores, sobre compañeros de clases, etc. El tiempo pasaba y yo sofocado respirando el poco aire que conseguía de entre sus partes. Escuché que le dijo a la persona del teléfono: "Espérate un momento" entonces volvió a hablar dirigiéndose a mí: "No jadés así!"
Era increíble, a pesar de que estaba sentada sobre mi rostro y de que yo no podía respirar bien, no quería tampoco que hiciera ningún pequeño ruido que la molestara, aunque esto era porque mis pulmones no encontraban aire. Me esforcé entonces por encontrar mi aire vital de entre sus nalgas, de su ano, sin hacer el menor movimiento, ni el menor sonido que molestara a mi hermanita, a mi dueña. Me había convertido en un ser indigno, hacía conmigo lo que quería y no le importaba si yo sufría o no. Lo único que le importaba era engrandecer su ego quitándome el mío. Seguía la presión sobre mi cara. Esta situación me deprimía, pero a ella mi depresión la hacía más fuerte, lo que le daba la facultad de seguir teniendo esa ventaja emocional sobre mí para seguir humillándome y convertir esto en un ciclo interminable del cual no tengo salida. Cuyo único final puede ser ya mi expiración bajo las nalgas de mi hermana.
Autor: Rsolo07@hotmail.com