Mi hermana descubre mi cuenta de relatos eróticos.
Si vais a leer la cuenta de relatos eróticos, tened la osadía de apagar el ordenador, vuestra hermana podría descubrir en qué andáis metidos y vengarse.
Desde que Nayara se fue de casa con 22 años tengo toda la habitación para mí sola; compartir un espacio de 15 metros cuadrados con tu hermana es una pesadilla y más si va dejando todas sus cosas por el camino. El silencio es lo que más se nota, sobre todo a la hora de escribir, la de veces que he tenido que dejar un relato a medio escribir porque Nayara se estaba secando el pelo, hablando por teléfono o cualquier cosa.
Hace semanas que no tengo una buena idea para la página, escribo lo primero que se me viene a la mente y tampoco es que sean cosas buenas. Un sueño erótico que tuve la noche de antes, una fantasía que me ha contado alguna amiga pero nada más allá de eso. Todavía recuerdo los primeros relatos eróticos que escribía, esos sí que eran buenos, me pasaba el día como un animal en celo. Menos mal que Javier, un compañero de clase me habló de la cuenta de relatos eróticos y encontré una forma de desahogarme, porque tampoco creo que fuese bueno masturbarse más de diez veces al día.
Muchos psicólogos dicen que cuando te masturbas más de ocho veces al día ya se considera como un vicio, o sea como una enfermedad que debes tratar, pero yo creo que debes de ir al psicólogo cuando algo te hace daño, pero dónde estaba el problema en que correrme una, otra y otra vez. Unas veces en el baño, otras en el salón cuando mis padres no estaban y otras incluso lo hacía en el pasillo, en medio de la noche, mientras escuchaba a mis padres dormir, esa noche la recuerdo en especial.
Nayara solía venir a vernos de vez en cuando, más bien los domingos. Siempre usaba la excusa de que nos echaba de menos, pero en verdad lo que necesitaba era que mamá le lavase la ropa y le diese un par de tuppers con comida para aguantar toda la semana.
-Este domingo viene tu hermana a comer, no hagas planes dijo mi madre irrumpiendo en mi habitación.
-Mamá, te he dicho que llames antes de entrar.
Mi madre hizo caso omiso a mis palabras, cerró la puerta y se marchó. Intenté escribir algo, busqué por la página de relatos eróticos para ver si alguno conseguía inspirarme pero no, me masturbé un par de veces y cuando estuve satisfecha, apagué la pantalla del ordenador y me fui a dormir.
Que viniese Nayara me daba igual, sí que es cierto que otros fines de semana me he tenido que pelear con mi madre porque tenía planes con mis amigos y no me apetecía tener que cambiarlos por comer con mi hermana. Pero después de aquella bronca aquel día que mi padre echó de casa a Nayara y desde entonces no viviese con nosotros, a mi madre le gusta ver a la familia unida aunque sea un día. Con un poco de suerte Nayara tendría algo que contarme y podría usarlo para escribir un relato erótico, ella ha sido siempre un poco puta por lo que seguro que algo nuevo habría hecho en este tiempo.
A la mañana siguiente, como madre e hija que son, Nayara entró en mi cuarto sin llamar a la puerta y comenzó a saltar encima de mi cama.
-Eh tú, despierta, que ya no son horas de dormir decía esta una y otra vez a medida que seguía saltando.
-Veo que por mucho tiempo que pase sigues igual de imbécil le contesté frotándome los ojos.
Nayara comenzó a revolver toda mi habitación de arriba abajo como solía hacer siempre.
-Oye, que esta ya no es tu habitación.
A lo que Nayara contestó con una leve sonrisa y una mirada cargada de nostalgia –Vete a duchar anda, me sugirió, aquí huele a pocilga. Cogí ropa limpia del armario, me fui a la ducha y después de quince minutos volví a mi habitación. Una serie de golpes parecían provenir del interior de mi habitación, cuando abrí la puerta no pude creer lo que vieron mis ojos. Nayara estaba sentada en la silla de mi escritorio, masturbándose frente a mi ordenador.
-Nayara qué haces –le grité en voz baja al mismo tiempo que cerraba la puerta.
Ella me miró extasiada, en ese momento me di cuenta de que había interrumpido su orgasmo; su coño, al igual que sus dedos, su ropa y parte de su brazo, estaban empapados.
-No sabía que mi hermanita escribiese relatos eróticos tan buenos dijo ella al mismo tiempo que se metía sus dedos húmedos en la boca y relamía con su lengua el jugo vaginal que había en ellos.
-¿Has leído mis relatos? Cómo te has atrevido contesté con voz temerosa y cabreada –eso es algo privado.
-No era mi intención hermanita, yo solo quería meterme en internet para ver unas compras que quiero hacer y al enchufar la pantalla me he encontrado con todo esto respondió Nayara.
-Bueno, pero aun así deberías haber cerrado la página y respetar mi privacidad.
-Es verdad hermanita, lo siento, pero piensa que si hubiese hecho eso no habría descubierto que mi hermana pequeña escribe relatos que me ponen tan cachonda, desde cuándo escribes.
- Poco después de que te fueras de casa le respondí cabizbaja.
-Querrás decir después de que papá me echara de casa.
-Sí.
-Me gustaría saber qué pensaría papá si se enterase de que su hija pequeña también es lesbiana, a lo mejor también te echa de casa.
-No Nayara, no soy lesbiana contesté con un tono directo y tajante.
-¿Ah no? Y ese relato que he leído en el que describes como dos hermanas follan entre ellas qué es, preguntó Nayara sabiendo la respuesta.
-Es solo un relato, escribo lo que mis subscriptores quieren leer.
-¿Entonces no te gustaría que tu hermana mayor te comiese la boca, o que te mordiese el cuello, los pezones, que te arrancase esos pantalones del pijama que llevas y te comiese el coño hasta que te corrieses?
Aquellas palabras que no paraban de salir de la boca de Nayara eran como un ataque directo a mi coño el cual se fue humedeciendo más y más hasta convertirse en una mismísima catarata.
-Vaya, parece que alguien se ha excitado, dijo Nayara mientras veía como poco a poco iban deslizándose y asomándose gotas de jugo vaginal por debajo de mi pantalón.
En ese momento Nayara me cogió la cara con sus manos y comenzó a comerme la boca como nunca antes nadie lo había hecho. Cuando desprendió una de sus manos de mi cara, pensé que todo habría acabado pero fue todo lo contrario. Los dedos de Nayara comenzaron a hurgar por entre mi pantalón buscando mi coño.
-Por fin dijo mi hermana acompañado de una sonrisa burlona.
Sus dedos comenzaron a masajear mi clítoris primero en el sentido de las agujas del reloj para luego más tarde hacerlo en el sentido contrario. Las uñas de Nayara eran largas, así que usaba esto para pellizcarme de vez en cuando el clítoris y también los labios de mi vagina. Aquello me producía una mezcla de placer y dolor que me hacía querer pedir más.
Tal era mi nivel de excitación que me acerqué al oído de Nayara y le supliqué.
-No pares por favor.
Lo que sirvió para motivarla todavía más. Cuando ella lo creyó oportuno, colocó sus dedos índice y corazón en posición y los introdujo en mi coño, provocándome así que mi respiración se entrecortase.
-Ahora entiendes por qué mereció la pena que me fuese de casa. Ningún hombre iba a conseguir darme el placer que una mujer me da.
Aquellas palabras resonaron en mi cabeza, pero no lo suficiente como para que dejase de lado el placer que estaba sintiendo. Aquel día solo tuve una cosa clara, querría que mi hermana me follase todos los domingos que viniese a vernos.
En uno de esos arrebatos cegados por la pasión, Nayara me lanzó sobre la cama y comenzó a desvestirme. Me sorprendía la rapidez con la que era capaz de quitarme la parte superior e inferior del pijama.
Sus labios se lanzaron rápidamente sobre mi cuello, seguido de mis pechos y pezones, los cuales no dudó ni un segundo en lamer, morder e incluso escupir, haciéndome sentir así más sucia de lo que ya me sentía. Intenté besar a Nayara y ponerme yo encima, pero esta me respondió con una bofetada.
-Aquí mando yo, ¿me entiendes? Para eso soy la hermana mayor, y la regla número uno es que solo puedo tocar yo, tú lo tienes prohibido.
Quise gritarle, pegarle como ella había hecho conmigo, pero sus labios y su lengua se colocaron tan rápidamente sobre mi coño que mi cabreo se esfumó al instante. La lengua de Nayara comenzó a repasar el borde de mis labios inferiores; a continuación comenzó a lamer de arriba abajo hasta llegar a la campanilla de mi coño. De la misma manera, por el rabillo de mi ojo pude ver cómo Nayara se estaba masturbando también.
-Dios, sigue exclamé.
-Cállate o nos escucharán los papás.
Nayara siguió con su lengua viperina, clavando su veneno de placer sobre mí. Esta extendió la mano que le quedaba libre hasta tal punto de manosearme las tetas mientras seguía comiéndome el coño. Una lluvia de estrellas se dibujaba cada vez que cerraba los ojos. Estaba a punto de llegar al orgasmo, pero todo se aceleró cuando Nayara al mismo tiempo que introducía su lengua en mi vagina, con su dedo índice empezó a estimular mi clítoris con el movimiento exacto de un limpiaparabrisas.
Fue en ese momento cuando nuestro padre entró a la habitación.
-Chicas, vuestra madre os está llamando hace rato…
Mi padre no pudo acabar la frase cuando al mirarle a los ojos la excitación de que nos pillase a mi hermana Nayara y a mí follando hiciese que me corriera, salpicando a Nayara por completo, haciendo así que esta se corriera también.
Aquella mañana mi padre nos echó a Nayara y a mí como hizo con ella. Así que ahora a mis 18 años vivo y follo con mi hermana todos los días, lo que más nos duele es ver a mamá de vez en cuando y a escondidas, pero Nayara y yo lo compensamos corriéndonos una vez tras otra al recordar la cara de papá aquel domingo.